Un
proverbio árabe dice: "si tienes cocinero, ¿para qué te vas a
manchar las manos?"
Abu
Mazen, el cocinero de Israel
Por
Agustín Velloso CSCAweb, 22/12/06
Si se castiga muy
duramente a la población palestina por un lado y por otro se ofrece
una salida (por más que sea falsa) a unos pocos colaboracionistas, se
siembra la discordia política interna y se mina la moral de la
población. La maniobra de Israel y Occidente, como en el caso de Iraq
en definitiva, la política colonialista– es clara. Hamas tiene la
responsabilidad de neutralizarla sin abandonar sus principios. Fatah
la de renunciar si aún puede– a convertirse en un instrumento de
Israel en contra de su pueblo. Hamas está atado de manos y acosado
por todas partes, Fatah está adormecido y corrompido. Como muchos líderes
de la resistencia han muerto o están en la cárcel, parece que
solamente queda el pueblo para salvar la causa palestina.
Un proverbio árabe
dice que "si tienes cocinero, ¿para qué te vas a manchar las
manos?". En la abultada lista de acciones que Israel lleva a cabo
contra el pueblo palestino, no es algo nuevo el reclutamiento de
individuos para que colaboren a favor de los objetivos del sionismo y
en contra los intereses de la mayoría palestina.
En 1951, durante una
visita a la mezquita de al–Aqsa, en Jerusalén, el rey de Jordania
Abdalá resultó muerto por los disparos de un palestino descontento
con los tratos particulares que mantenía con los dirigentes del
movimiento sionista en beneficio propio y a costa de los derechos de
los palestinos. El nombre del comando al que pertenecía el
justiciero, Mustafá Shukri Usho, al parecer un sastre de 21 años, es
del todo evocador: Brigada Dinamitera Árabe.
Posteriormente, los
sionistas utilizaron durante una etapa de la ocupación de Cisjordania
a varios alcaldes pro jordanos de pueblos pequeños para contrarrestar
la creciente fuerza de los líderes de la Organización para la
Liberación de Palestina (OLP). Esta operación realizada en 1981 se
bautizó con el nombre de Plan de la Liga de los Pueblos. A cambio de
favorecer a unos pocos alcaldes, éstos se ocuparían de mantener
sujetos a sus vecinos.
El escaso éxito de
la operación no disuadió a los sionistas, que han seguido hasta la
actualidad con una política de fomento del colaboracionismo por parte
de unos pocos y de la división de las masas, algo típicamente
colonialista, además de la represión general de la mayoría de la
población que no se puede comprar. El movimiento islamista ahora
demonizado y acosado no encontró oposición en sus comienzos porque
se le consideraba un buen freno a la resistencia de la OLP.
Durante la Intifada
que dio comienzo en 1987 y en muchas ocasiones después hasta el día
de hoy, Israel ha contado con un buen número de colaboracionistas.
Esta cuestión ha dado lugar a estudios y publicaciones por parte de
diversos autores y organizaciones (Andrew Rigby 1997, PHRMG 2002,
etc.) y ha sido muy debatida en el seno de la sociedad palestina, así
que no tiene interés dedicarle espacio aquí.
No obstante, de forma
general hay que decir al menos que existen dos tipos principales de
colaboracionistas. Por un lado están las personas que a cambio de
recibir dinero u otro beneficio, cumplen por encargo de los sionistas
un cometido concreto o una serie de actos. Esto comprende una variedad
de actividades. Una de las más conocidas es la de facilitar la
localización de un líder de la resistencia a los agentes israelíes
que llevan a cabo los "asesinatos selectivos". Yahya Ayyash,
"el ingeniero", murió en enero de 1996 al utilizar su teléfono
móvil, al cual miembros del Shin Bet (servicio de seguridad interior
de Israel) le habían adherido un explosivo. Un primo suyo se lo
entregó con el dispositivo a cambio de una recompensa. Si los agentes
israelíes consiguen con tanta frecuencia y acierto eliminar a líderes
de la resistencia, lamentablemente es porque no faltan
colaboracionistas que facilitan enormemente su labor.
Por otro lado están
las personas que por diferentes problemas personales se ven abocados
en mayor o menor medida a colaborar con la ocupación israelí. Los
drogodependientes y los que tienen deudas forman parte de este grupo,
pero también otros que sencillamente buscan un alivio para
situaciones difíciles, por ejemplo, un hijo enfermo que precisa
medicinas que están fuera de su alcance.
Salta a la vista la
diferencia entre unos y otros aunque el efecto sea igual de nocivo
para la causa palestina. No hay que extrañarse de que existan
colaboracionistas porque los palestinos son seres humanos como los demás.
De la misma manera, algunos judíos, también por dinero, venden armas
a los palestinos e incluso han colaborado en el desarrollo de
operaciones de martirio (mal llamadas ataques suicidas), en particular
transportando a sus autores hacia el lugar de la operación en Israel.
Sin embargo, llama la atención el elevado número de
colaboracionistas palestinos y es quizás una de las más graves
consecuencias del enorme poder destructivo de una ocupación tan
longeva e inhumana como la israelí.
Hasta aquí un asunto
nada nuevo, aunque se ha traído a colación para comparar el numeroso
y relativamente conocido grupo de colaboracionistas
"corrientes" con el pequeño y casi invisible grupo de
colaboracionistas que a la vez son líderes del pueblo palestino. Son
pocos los que consideran colaboracionistas a los que por su condición
de altos representantes políticos del pueblo palestino se les supone
automáticamente ajenos a la colaboración con el ocupante, inmunes a
sus corrupciones y acaso también libres de tentaciones tan
repugnantes como humanas, o sea, poder y dinero.
Además, entre los
partidarios de la causa palestina se evita reflexionar sobre esta
cuestión. Principalmente porque gran parte de la gente que se
considera de izquierdas no se siente cómoda con el Islam político o
incluso le repele, por tanto prefieren que fracase o hacerlo fracasar
si es preciso.
Por supuesto, también
está la izquierda de la "alianza de las civilizaciones" y
otras agregadas al imperialismo con mayor o menor ímpetu (por ejemplo
el socialismo español y el laborismo británico respectivamente, que
comercian con armas y mantienen estrechas relaciones militares con
Israel), que son en realidad aliadas del sionismo, el cual es sin
paliativos de extrema derecha.
Parece que la
afinidad cultural e incluso religiosa pesa más que la defensa de los
derechos humanos y el apoyo a los pueblos bajo ocupación que se
supone caracteriza a las formaciones políticas de izquierda. Abu
Mazen y su partido Fatah otrora una formación terrorista– son hoy
los moderados, y dialogantes socios en el (así llamado) proceso de
paz, mientras que Ismael Haniyeh y Hamas son los terroristas y
extremistas contrarios a la paz.
Esto, aunque parezca
una aberración imposible a primera vista, se ve con claridad
meridiana en el trato que están dando las democracias occidentales al
gobierno limpia y democráticamente elegido en enero de 2006 en los
Territorios Ocupados por los palestinos y en la forma en que son
castigados por haber elegido al gobierno que no gusta en Occidente.
Es cierto que un
palestino que por dinero informa a agentes israelíes del paradero de
un resistente, a sabiendas de que su información lleva aparejada la
muerte de éste, es calificado como colaboracionista y como tal es
tratado por la resistencia que cuando puede ejecuta al traidor. Sin
embargo, no reciben la misma calificación y mucho menos el mismo
trato los líderes que colaboran con el ocupante.
No cabe duda de que
estos líderes no son considerados colaboradores generalmente por la
gente y es inútil persuadirles de que lo hagan. Por ello, es mejor
observar sus actuaciones y determinar si son beneficiosas para la
causa palestina o para Israel, o sea, si son propias de líderes de un
pueblo que resiste la ocupación militar, sufre su violentísima
represión y es víctima indefensa de un genocidio, o son propias de
colaboracionistas que tienen otras prioridades.
En menos de un año,
el tiempo que hace que Hamas se hizo cargo del gobierno por voluntad
popular, los líderes de Fatah, el partido castigado en las urnas por
esa misma voluntad debido a su corrupción y falta de logros en la
lucha nacional, ha torpedeado la acción del gobierno legítimo en una
escalada que ha ido desde la toma de decisiones políticas
comprometedoras cuando ya estaban gobernando en funciones, el uso ilegítimo
de los fondos nacionales antes de que el nuevo gobierno pudiese
controlarlos, el acoso mediante protestas y huelgas políticamente
manejadas, el planteamiento de exigencias antidemocráticas en la
formación del gobierno de unidad nacional, la no colaboración con el
gobierno, tanto dentro de los Territorios Ocupados como en las
delegaciones internacionales y ante los organismos regionales y
mundiales, la amenaza de disolución del gobierno y del parlamento y
el anuncio de elecciones anticipadas, la provocación y el
enfrentamiento directo y violento con el gobierno, hasta la colusión
con Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, para desalojar a Hamas
del gobierno mediante diversas operaciones, en particular de dos
maneras principales: por un lado la captación de dinero de esos países
para el pago de los sueldos y equipamiento de los miembros del
servicio de seguridad del presidente Abbas y sus colaboradores; por
otro los acuerdos con aquellos países sobre espionaje político y
asistencia militar, o sea la formación de las tropas presidenciales.
La situación no
puede ser más grave para los palestinos. Es imposible alcanzar los
fines nacionales e incluso resistir la ocupación, si a la lucha
contra el enemigo sionista hay que sumar al mismo tiempo la lucha
contra el enemigo interno. Este deterioro de la causa palestina ha
sido progresivo y viene desde los tiempos de Arafat, ya que por un
lado su estilo de gobierno favorecía las divisiones internas y por
otro porque pactaba con Israel en detrimento de su pueblo. Por aquel
entonces, aún más que ahora respecto de Mahmud Abbas, que no tiene
ni su autoridad ni su carisma, era casi tabú criticar al líder,
menos aún considerarle un colaboracionista. Sin embargo, este cáncer
crecía imparable entre los dirigentes palestinos y hoy no tiene
marcha atrás. Su resultado es claro: palestinos que prefieren
colocarse al lado del opresor, los Mazen, Dhalan, Erekat y otros,
frente a su pueblo.
Los israelíes arropados
por Estados Unidos y la Unión Europea– han aprovechado muy bien su
poder de coerción y corrupción para exacerbar el sufrimiento del
pueblo palestino y las debilidades de los líderes y hoy día no
pueden desear nada mejor: si los palestinos se matan entre ellos ¿por
qué no ayudarles? Se vende armas a los líderes dóciles, se les
recibe con alfombra roja, se les hacen fotos con Blair, Rice y Solana,
se convence a la opinión pública mundial de que todo esto es un
proceso de paz y, al mismo tiempo, se aumenta el sufrimiento de los
palestinos hasta el límite para que se cumplan las palabras del líder
sionista, teniente general Rafael Eitan: "los palestinos son como
cucarachas drogadas que se mueven como locas dentro de una
botella".
Si se castiga muy
duramente a la población palestina por un lado y por otro se ofrece
una salida (por más que sea falsa) a unos pocos colaboracionistas, se
siembra la discordia política interna y se mina la moral de la
población. La maniobra de Israel y Occidente, como en el caso de Irak
en definitiva, la política colonialista– es clara.
Hamas tiene la
responsabilidad de neutralizarla sin abandonar sus principios. Fatah
la de renunciar si aún puede– a convertirse en un instrumento de
Israel en contra de su pueblo. Hamas está atado de manos y acosado
por todas partes, Fatah está adormecido y corrompido. Como muchos líderes
de la resistencia han muerto o están en la cárcel, parece que
solamente queda el pueblo para salvar la causa palestina: mujeres de
Beit Hanoun como las que recientemente se ha visto en televisión
dispuestas a defender a hombres palestinos, niños que siguen enfrentándose
con piedras a soldados israelíes, también sastres e ingenieros
dispuestos a dar la vida por la liberación.
.–
Agustín Velloso es profesor de la Facultad de Educación en la
Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Madrid.
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