La
limpieza étnica y el discurso racista de Israel
Por
Ramzy Baroud (*)
Znet,
enero 2007
Traducido
por Felisa Sastre y revisado por Esther Carrera
"La
expresión limpieza étnica se refiere a diversas tácticas para
desplazar a la fuerza a un pueblo o a un grupo étnico. En un extremo
del espectro, es prácticamente imposible distinguir entre la emigración
forzosa y los traslados de población mientras que en el otro se
mezclan la deportación y el genocidio."
Según
esta definición, y las demás surgidas en los años 1990 como
consecuencia de la limpieza étnica en los Balcanes, los palestinos
han sido y siguen siendo víctimas de una política decidida y firme
de limpieza étnica iniciada en 1947–48 y que continúa hasta
nuestros días.
Sin
embargo, es importante que al analizar el hecho de la limpieza étnica
en Palestina tengamos en cuenta sus diferentes dimensiones, una de las
cuales es el discurso racista que la acompaña, convertido en parte
integrante de la política de limpieza étnica de Israel.
Cualquier
castigo colectivo –sea limpieza étnica, genocidio u otro
cualquiera– con frecuencia va precedido o acompañado de un discurso
racista que deshumaniza a la víctima y justifica el crimen gratuito,
en un cúmulo de falsedades y mentiras que pueden atraer sentimientos
religiosos o nacionalistas mientras pasan por alto las leyes, la ética
y las normas básicas y expectativas humanas.
De
no existir semejante discurso, que califica a los habitantes autóctonos
de Palestina como seres cancerosos, infrahumanos y molestos frente a
la civilización y el progreso– tal como los definían los
fundadores del movimiento sionista– no hubiera sido posible llevar a
cabo una campaña sistemática de asesinatos y limpieza étnica en
1947–48, que provocó la matanza de unos 13.000 palestinos, la
expulsión por la fuerza de 850.000 y la despoblación y subsiguiente
destrucción de cerca de 500 pueblos y localidades. Sin un discurso
racista semejante, habría resultado difícil, por no decir otra cosa,
llevar a cabo una serie de matanzas preventivas, entre ellas las de
Deir Yassin, Tantura, Abbassiya, Beit Daras, Bir Al–Saba', Haifa,
etc.
De
no haber existido una firme campaña de racismo institucionalizado a
tan gran escala, mantenida hasta hoy, hubiera sido imposible e inverosímil
matar a tiros a montones de gente inocente tras alinearlas contra la
tapia a medio derruir de la vieja mezquita de Tantura en mayo de 1948,
o arrasar la vivienda de un minusválido en Jenin en abril de 2002 sin
dar a su madre la oportunidad de sacarlo de la casa. O calificar de
"gran éxito" el asesinato de 14 civiles, incluidos niños,
cuando una bomba israelí de una tonelada cayó de golpe en el
edificio de apartamentos del barrio de Zeitun de Gaza en julio de
2002. O el inmoral asesinato de 19 personas, la mayoría mujeres y niños,
de la misma familia, en Beit Hanun a principios de este mes de
noviembre. Pero, según funcionarios israelíes, se han intentado
todos los demás métodos pero han fracasado. "Con un terrorismo
asesino y sediento de sangre que quiere borrarnos del mapa, no hay
otra respuesta adecuada que no sea borrrarlos a ellos del mapa,"
en palabras de Ben Caspit, tras la brutal masacre de Beit Hanun.
Pero
si lo que exclusivamente mueve a Israel es el miedo a su propia
aniquilación, entonces ¿cómo explican los partidarios del
relativismo moral del Estado sionista la continua colonización de
Cisjordania y Jerusalén? Según un informe de 2004 de la Fundación
para la paz en el Oriente Próximo ( Foundation for Middle East
Peace), la población total de colonos en Cisjordania y Jerusalén
oriental está cercana a los 420.000: 220.00 en Cisjordania y 200.000
en Jerusalén Este. Probablemente, el número es bastante mayor.
Se
están levantando nuevas colonias mientras las ya existentes todavía
siguen expandiéndose. Según un reciente informe elaborado por el
Departamento de Negociaciones de la OLP, Israel ha aprobado un
concurso para la realización de 690 nuevas unidades de colonos en las
dos principales colonias de Jerusalén oriental: Ma'aleh Adumin y Beit
Illit. Las viviendas podrán acoger hasta a 2.800 nuevos colonos judíos.
Si
la razón fuera, realmente, proteger a Israel de los ataques
palestinos, ¿por qué entonces el 80% del Muro se está construyendo
en tierras palestinas ya limpiadas étnicamente? ¿Por qué encerrar a
la población palestina de Cisjordania de este a oeste, y a la de
Qalqiya por todas partes? ¿Por qué obligar a miles de escolares
palestinos a esperar durante horas ante las verjas de sus pueblos para
conseguir el permiso de un soldado israelí que les permita para
acceder a sus escuelas y regresar a sus casas?
La
limpieza étnica, está efectivamente de vuelta en la agenda política
israelí desde que Avidgor Lieberman, político israelí que lleva
mucho tiempo defendiendo la limpieza étnica de los habitantes árabes
de Palestina, ha sido elegido viceprimer ministro del gobierno israelí.
Una de sus primeras ideas desde que ocupa su nuevo puesto, además de
expulsar a los palestinos, ha sido la de asesinar a todos los
dirigentes del gobierno palestino electo. "Tienen...que
desaparecer, ir al paraíso, todos ellos, y en esto no hay compromiso
posible", declaró a la radio israelí la semana pasada.
La
desgraciada realidad es que la campaña de limpieza étnica de Israel,
aunque haya podido cambiar estrategias y ritmos a lo largo de los años,
nunca se ha detenido y ahora está mucho más activa de lo que ha
estado durante décadas. También es evidente que el discurso racista
que la acompaña y la ha hecho sostenible durante seis décadas
funciona ya que convierte en héroes ante la mayoría de los israelíes
a los partidarios de los crímenes de guerra
Además,
entre el apoyo descarado de Estados Unidos a semejantes actuaciones y
el casi absoluto silencio o desesperanza de la comunidad
internacional, Israel sabe que el éxito de su proyecto colonial en
Cisjordania depende del paso del tiempo.
Pero
lo que resulta más descorazonador es el hecho de que las luchas
intestinas palestinas distraen y despilfarran energías que deberían
invertirse en poner en marcha y mantener una campaña internacional
contra las atrocidades israelíes. Las reyertas internas entre
estamentos gubernamentales que no tienen soberanía, la ausencia de
cualquier tipo de cohesión social o consenso o un programa político
claro que una a los palestinos en el interior y a los palestinos del
exilio en un proyecto político nacional, va a asegurar con toda
seguridad el éxito del programa israelí y a contribuir más todavía
al discurso racista que considera a los palestinos incapaces de asumir
la responsabilidad del mando y de la autodeterminación.
(*)
Este artículo se basa en la conferencia pronunciada por el autor en
un congreso en Londres: "Ethnic Cleasing of Palestine: Methods
and Consequences" (Limpieza étnica de Palestina: Métodos y
consecuencias), transmitido por la televisión Al–Jazeera.
El
último libro de Ramzy Baroud, The Second Palestinian Intifada: A
Chronicle of a People's Struggle (La segunda Intifada palestina:
Crónica de la lucha de un pueblo) (Pluto Press) se puede conseguir en
Amazon.com y en University of Michigan Press en Estados Unidos.
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