La
prisión y sus guardianes
Por
Mustafa Barghouti (*)
Al–Ahram Weekly, El Cairo, 01/11/06
Pueblos, revista de información y debate, 01/03/07
Traducción de Ramón Pérez Rueda
Ser palestino
significa conocer la prisión de primera mano. Como cualquier persona
que haya pasado por una prisión sabe, a los prisioneros se les
permite compartir el espacio de los pabellones y hasta luchar por su
estatus y prestigio, siempre y cuando el guardián tenga el control de
la cerradura, las llaves, la puerta y los muros. Al guardián, lo que
le realmente le importa es poder entrar en la celda en cualquier
momento y mantener a los presos a raya. Nada hay más triste que ver
como los internos están tan absortos en su lucha por estatus que
olvidan su situación real: están privados de libertad y por ende de
poder.
Este ha sido el caso
en los territorios ocupados de Palestina durante los últimos 7 meses,
donde Fatah y Hamás han estado demasiado ocupados dándose codazos
como para pensar en otra cosa. Mientras tanto, las fuerzas de ocupación
han intensificado su escalada de ataques brutales, expandido sus
actividades en la construcción de asentamientos, continuado la
construcción del racista muro de separación y alterando las
fronteras y demografía de Jerusalén. Los israelíes están
destruyendo cualquier oportunidad para un estado independiente
palestino y nosotros estamos demasiado ocupados para hablar con una
sola voz.
Las fuerzas de
ocupación nos han situado en prisiones de varios tamaños. Algunas
son tan pequeñas como una celda, es el caso de Al–Noaman o Qalqilya,
otras son como pabellones, Belén o Nablus, y otras son más grandes,
como la Franja de Gaza. En estas prisiones continuamos peleándonos e
insultándonos, maniobrando para sacar ventaja de un poder imaginario,
un poder controlado en su totalidad por nuestros ocupantes.
La ocupación se
aproxima a su 40 aniversario y ha perfeccionado su racista sistema de
opresión. Mientras tanto, nosotros estamos más divididos que nunca,
más incapaces de frustrar sus planes que nunca: las autoridades
ocupantes retienen los sueldos de los empleados públicos y nadie
levanta su voz para protestar. Por el contrario, nos culpamos unos a
los otros de las consecuencias. Es conocido que la suma total de
dinero retenido por la fuerzas de ocupación, injustificadamente y
contraviniendo acuerdos previos, asciende a 550 millones de dólares,
más que suficiente para cubrir el pago de todos los salarios
impagados.
Los donantes del este
y del oeste están presionando para incrementar nuestros servicios de
seguridad. Ahora ya podemos entrar en el Libro Guinness de los Records
como el único gobierno en el mundo donde el personal dedicado a
seguridad (más de 81.000) supera al resto de los empleados públicos.
Y aun así no gozamos ni de seguridad ni de paz. Y lo que es peor,
nuestros servicios de seguridad están siendo usados como milicias, un
problema que nos degrada según cualquier standard.
Solíamos criticar el
presupuesto palestino porque destina el 25% de sus gastos a seguridad,
un 0,8% a agricultura y un 9% a sanidad. Ahora las cosas empeoran, el
próximo presupuesto, aplicable si alguna vez termina el bloqueo,
destinará el 33,5% a seguridad, el 0,7% a agricultura y el 7% a
sanidad.
El último Consejo
Legislativo fue marginado y nuestra respuesta al secuestro de 40
miembros del nuevo Consejo Legislativo fue llevar las actividades de
éste a un punto muerto. Nuestra paralizante lucha entre facciones nos
impide encontrar una solución a las antidemocráticas acciones de la
potencia ocupante.
Durante la primera
Intifada, solíamos plantar cara a la ocupación. Solíamos organizar
ayuda médica, desafiando a Israel, para tratar a los heridos y cuidar
a los enfermos. Cuando Israel cerraba nuestras escuelas y
universidades, organizábamos comités para la educación a pie de
calle. Cuando las autoridades ocupantes nos arrestaban, establecimos
clínicas y clases en las prisiones. Ahora cerramos nuestras escuelas
con nuestras propias manos y algunos de nosotros no sentimos compasión
ante una mujer pobre pidiendo ayuda para poder dar a luz.
A pesar del cerco y
las prisiones, durante la primera Intifada y en un momento en el que
no teníamos un gobierno, nadie pasaba hambre gracias a los planes
sociales y la caridad organizada. Ahora, son miles los que no pueden
alimentar a sus hijos, mientras, otros están engordando con sueldos
increíblemente altos para los niveles locales trabajando para
agencias internacionales.
Israel ha aprendido
de sus errores durante la primera Intifada. Ha conseguido distraernos
gracias a los Acuerdos de Oslo y sus anexos. Ha procedido a cambiar
las reglas del juego para demonizar nuestra justa lucha y denigrar
nuestros valores humanos. Ahora tenemos que demostrar nuestra buena
conducta al mundo cada día que pasa. Y en vez de permanecer unidos
para hacer frente a esta grave injusticia, algunos de nosotros nos
complacemos probando los errores de nuestros compatriotas.
Toda la estrategia de
Israel se basa en distorsionar la esencia de nuestra lucha y en torcer
las normas y leyes internacionales. Israel pretende convertir los
territorios ocupados en territorios disputados. Quiere presentar la
legítima lucha contra la injusticia como actos de terror, no quiere
que la culpa recaiga en la ocupación sino en las víctimas de la
ocupación. Y a pesar de esto, sus ideas están calando en nuestra
cultura política. Algunos de nosotros nos avergonzamos al reafirmar
nuestro derecho a defender nuestra dignidad y resistencia. Alguno de
nosotros quiere que capitulemos en vez de entender la realidad y
cambiarla.
En un momento en que
necesitamos una estrategia y unidad de acción, cuando necesitamos
capitalizar el fracaso de Israel en el Líbano, cuando sólo es
necesaria una visita de un periodista a los muros de la ocupación
para ver la falta de humanidad de Israel, los medios de comunicación
del mundo centran sus focos en nuestras luchas intestinas.
Ya lo he dicho
anteriormente, y lo vuelvo a decir, no hay salida hacia delante sino
es a través de un mandato de unidad nacional. Tenemos que acordar,
aunque sea temporalmente, una visión unificada y necesitamos tener un
gobierno de unidad nacional que esté integrado por las facciones, los
tecnócratas y los independientes. Lo más importante es que sea un
gobierno unido.
Necesitamos un
mecanismo unificado para manejar el conflicto, defender nuestros
derechos, romper el cerco y proteger a nuestra gente y nuestro nombre
del severo juicio de la Historia. Tenemos que recordar que el
conflicto no debe ser entre nuestras facciones sino entre nuestra
gente y las fuerzas que nos imponen la ocupación, la injusticia y la
represión.
Tenemos que recordar
que cualquiera que sea el tamaño de la prisión en la que vivimos en
nuestras aldeas y ciudades, siguen siendo una prisión. Que del único
modo que podemos derribar los muros de esas prisiones es trabajar
juntos. Aquellos que nos asedian deben saber que no pueden dividirnos.
Debemos unificar nuestra visión aunque discrepemos en nuestros puntos
de vista. Debemos sacarnos la mota del ojo que nos impide ver los
controles que restringen nuestros movimientos, los arrestos diarios,
las repetidas incursiones y la sonrisa regodeante de nuestros
torturadores y opresores.
(*) Mustafa
Barghouti es secretario general de Iniciativa Nacional Palestina.
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