El ejército israelí
tortura sin tregua a los palestinos en los puestos militares
de
control
El manual de la ocupación
Por Gideon Levy
Haaretz,
02/02/07
Rebelión, 05/02/07
Traducido por Carlos
Sanchis y revisado por Caty R. (*)
No hay nada que objetar.
Todo se hizo según el manual: la puerta se cerró con llave a las 7
de la tarde y 16.000 personas residentes en los pueblos de Beit Furik
y Beit Dajan quedaron encarceladas tras ella hasta las 6 de la
madrugada. Es el procedimiento. Una mujer que quiera cruzar el puesto
militar de control por la noche tiene que ir a pie y esperar hasta que
una soldado venga a hacerle un registro corporal, aunque esté a punto
de dar a luz; siempre es el mismo procedimiento. Y sólo se consiente
el paso de automóviles con permiso de entrada a Nablús después del
trámite, aunque dentro de ellos haya personas agonizantes; esto también
es así según el procedimiento. Ningún soldado se desvió del
procedimiento, se hizo todo según el manual, el manual de la ocupación.
Por culpa de estos
procedimientos un paciente de cáncer estuvo retenido alrededor de
hora y media en el puesto militar de control de Hawara hasta que murió
en un taxi al que no le fue permitido entrar en Nablús, un taxi en el
que estaba tratando de llegar desde el hospital hasta su casa, su
petición final. También es lo que le pasó a la joven mujer que, a
punto de dar a luz, fue obligada a permanecer de pie en medio del frío
y la lluvia alrededor de media hora y hacer un trayecto de varios
cientos de metros a pie estando de parto. Ése es el procedimiento.
La muerte por cáncer del
paciente Taysir Kaisi era inevitable, pero, ¿por qué semejante
dolor, esperando eternamente en un taxi "no autorizado" en
el puesto de control?
La joven mujer de Beit
Furik que estaba a punto de dar a luz, Roba Hanani, finalmente llegó
al hospital de Nablús y allí alumbró con éxito a su primera hija,
pero, ¿por qué esa tortura? ¿Por qué se merecen eso? ¿Qué pensaríamos
nosotros si nuestros seres queridos tuvieran que morir o sufrir los
dolores del parto en un puesto de control que separa la ciudad y el
pueblo? La vida y la muerte están en manos del puesto militar de
control: la historia de la muerte de Taysir Kaisi y del nacimiento de
Raghad Hanani, entre los checkpoints de Hawara y Beit Furik, a
menos de una hora en coche desde Tel Aviv y en un período de alivio
de las restricciones en los mismos, son una historia que debería
inquietar nuestra ecuanimidad.
Taysir Kaisi trabajaba en
la tienda de hummus [plato tradicional árabe, hebreo y griego,
n. del t.] de Hazem Samara en Nablús. Tenía 45 años y siete hijos.
Elaborabador de hummus, vivía en una casa de dos dormitorios y
sala de estar en el campo de refugiados de Ain Bet Ilma de la ciudad.
Cayó enfermo hace un año; hace sólo un mes se le diagnosticó un cáncer
de hígado con metástasis. El Dr. Hurani le prescribió quimioterapia
que recibió en el hospital de Al Watani de la ciudad.
Su situación se deterioró,
los dolores aumentaron. Kaisi quiso una segunda opinión. Alguien le
recomendó el Hospital de Hadassah, pero al final solo logró ir al
hospital Al Mutla en Jerusalén Este. El lunes 15 de enero fue a
Jerusalén acompañado por su primo Husein Kaisi. Tenían cuatro
permisos que constituyen la única manera de que alguien pueda viajar
para recibir una segunda opinión: un permiso de dos días, uno para
cada día para dos personas, otro para "propósito de necesidades
médicas" y el otro "con el objeto de acompañar a un
paciente," todos debidamente sellados y todos tras haber mostrado
la cita del doctor del hospital de Jerusalén, y eso también conforme
a la normativa. Kaisi todavía se hallaba en una forma razonable
cuando dejó su casa el lunes y partió al largo viaje a Jerusalén
yendo de un taxi a otro entre los puestos militares de control. Le
pidieron que se bajara los pantalones en el puesto militar de control
de Qalandiyah, –seguridad– y se las arregló también con esto.
En Al Mutla decidieron
hospitalizar al paciente durante cuatro días. Él y su primo tenían
permisos sólo para dos días. Después de varios exámenes los médicos
recomendaron que Kaisi volviera a casa y continuara recibiendo
quimioterapia en Nablús, cerca de su familia y sus hijos. El jueves
por la mañana Taysir y Husein dejaron el hospital de camino a casa.
Esa fue la jornada final de Taysir.
Estamos ahora con el primo
Husein sentados en una piedra, mirando desde lo alto la improvisada
parada de taxis en el puesto militar de control de Hawara, exactamente
donde dejó agonizante a Taysir en un taxi al que no le fue permitido
cruzar. Los taxistas que pararon cuando salieron del hospital en
Jerusalén Este se negaron a llevarlos porque sus permisos, el de
“propósitos médicos” y el de “acompañar a un paciente”, ya
no eran válidos debido a que la hospitalización había durado dos días
más que los permisos. Es por lo que los dos, el enfermo y su primo,
viajaron en autobús al puesto militar de control de Qalandiyah después
de esperar un largo tiempo en la parada. Cruzaron el puesto de control
a pie, Taysir todavía pudo caminar, y allí tomaron un taxi de Ramala
para que los llevara a Nablús. Taysir gritaba de dolor durante todo
el viaje y le preguntaba a su primo: “¿Cuándo llegaremos a Nablús?"
Cuando llegaron al puesto
de control de Hawara, a la entrada a Nablús, Husein le pidió al
conductor que entrara en el ckeckpoint y que los llevara a
casa. El soldado del puesto les pidió los permisos. Husein, que habla
hebreo, le explicó que Taysir estaba gravemente enfermo y que estaba
volviendo a casa. El soldado pidió el permiso del taxista, pero el
taxista de Ramala no tenía permiso para entrar en Nablús.
"Bajen", ordenó el soldado. Husein intentó explicarle que
Taysir era incapaz de ir a pie y que lo único que quería era llegar
a casa, pero los soldados insistieron. Estos son los procedimientos.
Dijeron que Husein y Taysir podían entrar en Nablús, pero únicamente
a pie.
Taysir ya no era capaz, de
ninguna manera, de dar ni siquiera un paso. Los dolores del estómago
habían aumentado durante el trayecto del incómodo viaje y ya no podía
mantenerse en pie. "Es un enfermo de cáncer," intentó
convencerles Husein sin ningún resultado. Los soldados, dice, no
prestaron atención. A falta de cualquier otra opción, retrocedieron
e hicieron lo que el soldado les ordenaba.
El conductor estacionó su
taxi en la improvisada parada frente al puesto de control, Taysir gemía
de dolor y Husein le pidió que fuera andando con él. Taysir era
incapaz de hacerlo, por lo que Husein salió a buscar un taxi
autorizado para entrar en Nablús y dejó a su primo en el taxi.
"Cuida de mi mujer y de los niños," le pidió Taysir a
Husein. Al parecer fueron sus últimas palabras.
Husein desesperado trataba
de encontrar un conductor que estuviera de acuerdo en llevarlos a través
del puesto militar de control. En un vehículo de UNRWA que acababa de
pasar, sencillamente no había sitio y no llegaba ningún otro automóvil.
Uno de los taxistas sugirió que llamara a una ambulancia de Nablús.
Sólo podréis cruzar en ambulancia, les informó el conductor. Husein
llamó a la Media Luna Roja de Nablús y pasaron otros 15 minutos
hasta que la ambulancia llegó al puesto de control. El conductor de
la ambulancia no los encontraba, Husein corrió hacia él y lo dirigió
al taxi donde Taysir estaba agonizando.
El paramédico salió de
la ambulancia, se acercó a Taysir y le preguntó cómo estaba pero
Taysir no contestó. Estaba sentado en el asiento trasero del taxi. El
conductor de otro taxi que estaba de pie al lado, Jihad Hareb, dice
que vio a Taysir sentado en el taxi durante hora y media y su piel
amarilla poco a poco se volvía negra, "como si alguien lo
hubiera estrangulado". El paramédico comprobó su pulso y
respiración, determinando que Taysir estaba muerto. Husein también
dice que pasó aproximadamente una hora y media desde el momento en
que llegaron al puesto militar de control hasta que llegó la
ambulancia. Con la ayuda de dos taxistas sacaron a Taysir del taxi y
lo llevaron a la ambulancia, enviándolo al hospital de Nablús, donde
certificaron su muerte. Los médicos estimaron que Taysir había
muerto aproximadamente 45 minutos antes de llegar al hospital.
Husein llamó a la esposa
de Taysir, Nawal, y le informó de que: "Taysir ha muerto en el
puesto militar de control, de camino a casa". Dice que fue duro
para él dar la noticia por teléfono; ¡Taysir deseaba tanto llegar a
casa!
La investigadora de
B'Tselem, Salma al–Debai, también tomó testimonio a Husein para
preparar un informe sobre el caso en nombre de su organización.
La Oficina del Portavoz
del Ejército Israelí, por su parte, responde con una negativa total:
"Una investigación con respecto a una demanda por un paciente
palestino con cáncer, que fue retenido en el puesto militar de
control de Hawara, halló la reclamación incorrecta. Una investigación
llevada a cabo por el coordinador de salud de la Administración Civil
demuestra que el palestino murió de camino, durante el trayecto en
taxi desde el hospital de Jerusalén hasta el puesto militar de
control de Hawara."
Algunas personas mueren en
el puesto militar de control y otras nacen allí: envuelta en una
manta de lana y con un calefactor eléctrico calentando la bien
equipada habitación, está en su cama la niña Raghad Hanani, de 25 días.
Cuando crezca, quizá sus padres, Roba y Derar –él policía
palestino y ella ama de casa, de 25 años– le hablarán de las
fatigas de su madre cuando estaba a punto de dar a luz.
Era el primer embarazo de
Roba. El viernes 7 de diciembre, se puso de parto. Un “acto del
diablo” –por la tarde ya había caído un acto del diablo en su
pueblo, Beit Furik, al este de Nablús– el ejército israelí había
cerrado con llave la verja metálica. El coordinador de operaciones
sobre el terreno de Rabinos por los Derechos Humanos, Zacarías Sadeh,
dice que durante meses esta verja se ha cerrado con llave todas las
noches, de 7 de la tarde a 6 de la mañana, encarcelando tras ella a
los 16.000 residentes de los dos pueblos vecinos, Beit Furik y Beit
Dajan.
Eran las 8,30 de la noche,
alrededor de una hora y media después de que la verja se cerrara con
llave; la pareja pidió un taxi y se dirigieron hacía la puerta metálica
tratando de llegar al hospital de Nablús, un trayecto de pocos
minutos. Hay dos carreteras a Nablús; una es corta y sólo está
abierta a los judíos y la otra es más larga y pasa a través del
puesto de Beit Furik. El acceso a ambas carreteras pasa en primer
lugar por cruzar la puerta metálica y estaba cerrada con llave, como
ya hemos dicho.
El taxista, Mahmoud
Melitat, se acercó la verja metálica y empezó a encender las luces
de su automóvil en dirección a la torre de guardia del ejército
israelí, localizada a unos cientos de metros de la puerta. Derar dice
que hacía frío y llovía. Después de unos 10 minutos llegó un vehículo
militar Hummer. El taxista, Melitat, intentó explicar a los soldados
que había una mujer de parto en su taxi, pero los soldados
insistieron en que debía salir y cruzar la verja a pie.
La pareja salió del taxi,
Roba lloraba sujetando su abdomen, asustada por su primer parto y se
apoyaba en los hombros de su marido. Caminaron desde la puerta en
dirección al puesto de control, una distancia de varios cientos de
metros, y allí los soldados les ordenaron que esperaran hasta que una
mujer soldado viniera para hacer un registro corporal a Roba; a lo
mejor llevaba una bomba en su trayecto a Nablús. En el otro lado del
puesto estaba esperándolos una ambulancia palestina que había pedido
Derar y los soldados no permitieron a su conductor pasar al otro lado,
ya que el puesto militar de control está cerrado por la noche. Derar
dice que los soldados ni siquiera le permitieron a Roba entrar en la
ambulancia y esperar dentro. Dijeron que así eran las órdenes.
Así permanecieron, afuera
y de pie, hasta que la mujer soldado llegó, Roba fue examinada y
finalmente les dieron el permiso para ir al hospital. El portavoz del
ejército respondió que no le resultaba familiar este caso.
Al final, Raghad nació en
el hospital de Nablús. La madre y el bebé están bien. Los abuelos,
los padres de Roba, sólo han visto una vez, hasta ahora, a su nieta.
En el hospital. No se permite a los residentes de su pueblo, Salem,
que puede verse en la colina de enfrente, entrar a Beit Furik.
Y sin embargo los Hananis
tuvieron suerte: A finales del 2003 Rula Ashateya también estaba de
parto intentado cruzar ese mismo maldito puesto militar de control.
Los soldados esa vez le impidieron cruzar y Rula se agazapó para dar
a luz en el suelo, escondida tras uno de los bloques de cemento del
puesto de control, con su marido ejerciendo de comadrona. La recién
nacida al parecer se golpeó en la piedra y murió. Sus padres habían
pensado llamarla Mira, escribí aquí entonces, ya que los nombres de
todos sus hijos empiezan por M. Entonces, también el portavoz del ejército
dijo que "los soldados tienen órdenes de permitir cruzar el
puesto militar de control en casos humanitarios, en cualquier momento
y en cualquier situación”.
(*) Carlos Sanchis y Caty
R. pertenecen a los colectivos de Rebelión y , la red de traductores
por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir
libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al
autor, el traductor y la fuente.
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