La
carta de triunfo de Israel para el tratamiento a los palestinos
El
Holocausto como instrumento político
Por
Amira Hass (*)
CounterPunch,
20/04/07
Casa–Sefarad.es 27/04/2007
Traducido por Germán
Leyens
El cinismo inherente
en la actitud de las instituciones del Estado judío ante los
supervivientes del Holocausto no es una revelación para los que
nacieron y viven entre ellos. Crecimos con el abismo entre la
presentación del Estado de Israel como el lugar del renacimiento del
pueblo judío y el vacío que existe para cada superviviente del
Holocausto y su familia.
La “rehabilitación”
personal dependía de las circunstancias de cada persona: las más
fuertes contra las otras: las que no tuvieron el apoyo de las
instituciones del Estado. Durante los años cincuenta y sesenta vimos
la degradante presentación de nuestros padres como habiendo ido
“como ovejas al matadero,” la vergüenza de los nuevos judíos,
los sabras, por sus desafortunados parientes de la diáspora.Podrá
argumentarse que durante las primeras dos décadas, gran parte de esta
actitud pudo ser atribuida a la falta de información y a la ausencia
muy humana de la capacidad de concebir todo el significado del
genocidio industrializado perpetrado por Alemania. Pero la percepción
de los aspectos materiales del Holocausto comenzó muy temprano,
cuando las instituciones judías y sionistas comenzaron, a comienzos
de los años cuarenta, a discutir la posibilidad de exigir
reparaciones.
En 1952, se firmó el
acuerdo de reparaciones con Alemania, por el cual dicho país aceptó
pagar cientos de millones de dólares a Israel para cubrir los costes
de absorción de los supervivientes y de su rehabilitación. El
acuerdo obligó a Alemania a compensar también individualmente a los
supervivientes, pero la ley alemana diferenció entre los que pertenecían
al “círculo de la cultura alemana” y otros. Los que pudieron
probar una conexión con el círculo superior recibieron sumas más
elevadas, incluso si habían emigrado a tiempo de Alemania. Los
supervivientes de los campos de concentración de fuera del “círculo”
recibieron la ridícula suma de 5 marcos por día. Los representantes
israelíes se tragaron esa aberración.
Esto forma parte de
las raíces del cinismo financiero al que son expuestos los medios
actualmente, debido a diferentes razones: la edad avanzada y la salud
en disminución de los supervivientes, el debilitamiento intencional
del Estado de bienestar, la presencia de supervivientes de la antigua
Unión Soviética que no están incluidos en el acuerdo de
reparaciones, el activismo en los medios de organizaciones de
asistencia no gubernamentales y la bienvenida participación de
periodistas de asuntos sociales.
Se sienten espantados
por la brecha entre la apropiación oficial del Holocausto, que es
percibida en Israel como comprendida y justificada, y el abandono de
los supervivientes.
El que se convierta
el Holocausto en un instrumento político sirve a Israel
primordialmente para su lucha contra los palestinos. Con el Holocausto
a un lado de la balanza, junto con la culpable (y es correcto que así
sea) conciencia de Occidente, el desposeimiento de los palestinos de
su patria en 1948 es minimizado y desdibujado.
La frase “seguridad
para los judíos” ha sido consagrada como un sinónimo exclusivo
para “las lecciones del Holocausto.” Es lo que permite que Israel
discrimine sistemáticamente a sus ciudadanos árabes. Durante 40 años,
la “seguridad” ha justificado el control de Cisjordania y Gaza y
de individuos que han sido desposeídos de sus derechos y que viven
junto a los residentes judíos, ciudadanos israelíes repletos de
privilegios.
La seguridad sirve
para crear un régimen de separación y de discriminación sobre una
base étnica, de estilo israelí, bajo el auspicio de
“conversaciones de paz” que duran una eternidad. La conversión
del Holocausto en un instrumento permite que Israel presente todos los
métodos de la lucha palestina (incluso los sin armas) como otro vínculo
en la cadena antisemita cuya culminación es Auschwitz. Israel se
otorga la licencia de inventar más tipos de cercas, muros y torres de
vigilancia militar alrededor de los enclaves palestinos.
El aislamiento del
genocidio del pueblo judío del contexto histórico del nazismo y de
sus objetivos de asesinato y subyugación, y su separación de la
serie de genocidios perpetrados por el hombre blanco fuera de Europa,
ha creado una jerarquía de las víctimas, a la punta de la cual
estamos nosotros. Los investigadores del Holocausto y del
antisemitismo andan a tientas a la busca de palabras cuando en Hebron
el Estado realiza la limpieza étnica a través de sus emisarios, los
colonos, e ignora a los enclaves y el régimen de separación que está
estableciendo.
Quienquiera critique
las políticas de Israel hacia los palestinos es denunciado como
antisemita, si no como un negador del Holocausto. De modo absurdo, la
deslegitimación de toda crítica de Israel sólo hace que sea más
difícil refutar las fútiles ecuaciones que se hacen entre la máquina
nazi de asesinato y el régimen israelí de discriminación y ocupación.
El abandono
institucional de los supervivientes es justamente denunciado en
general. La transformación del Holocausto en un instrumento político
para su uso en la lucha contra los palestinos se alimenta de los
mismos arsenales de cinismo oficial, pero forma parte del consenso.
(*)
Amira Hass es periodista israelí, escribe para el diario Haaretz. Es
autora de “Drinking the Sea at Gaza.”
|