A
vueltas con la violencia palestina
El
Mickey Mouse de Hamas y otros cuentos de terror
Por
Agustín Velloso
Rebelión, 22/05/07
A la violencia
palestina le pasa como a la democracia estadounidense: todos los
medios de comunicación hablan a menudo de ella, pero ninguno la ha
visto tal y como es en realidad. Resulta llamativa la abundancia de
noticias que se destinan a dar a conocer la maldad intrínseca de los
palestinos. La semana pasada se pudo ver por televisión en las horas
de mayor audiencia que los maestros palestinos emplean en las guarderías
un Mickey Mouse para enseñar a las criaturas de preescolar que tienen
que aniquilar a los judíos, convertirse en mártires, luchar hasta
conquistar el mundo, etc.
¡Qué notición! ¡Qué
profundidad en el análisis del conflicto de Oriente Medio! Están
esos niños desde que nacieron y sus padres antes que ellos sometidos
a bombardeos israelíes constantes durante años –ataques que causan
muertos y heridos por millares– y lo que les importa, mejor dicho,
lo que les interesa transmitir a esas lumbreras del periodismo, es que
los hijos de estas víctimas son educados desde su tierna infancia
para convertirse en terroristas islámicos.
¿No sería noticia
lo contrario según una regla de oro de la profesión?: Niños
palestinos huérfanos por las bombas israelíes que han matado a sus
padres, hambrientos a causa de un bloqueo criminal establecido por
Israel y sus aliados y sin perspectiva de salir de su infierno debido
a que la ONU no tiene la misma prisa en obligar a Israel a abandonar
los Territorios Ocupados (van 40 años de ocupación ilegal según la
propia ONU) que tuvo para obligar a Iraq a abandonar Kuwait (6 meses),
escriben poemas de amor a sus verdugos.
En esa misma semana
un soldado israelí, en una operación de castigo en Nablus, mató a
un feto palestino, cuya madre aún yace herida en un hospital. Maha
Katouni, una madre palestina de 30 años en el séptimo mes de
embarazo, ha perdido a su hijo en su vientre por una bala que destrozó
la cabeza de su hijo no nacido y le perforó a ella el abdomen.
No es noticia que el
soldado israelí que disparó está ilegalmente en territorio
palestino ocupado; no lo es que tiene órdenes de tirar a matar a los
palestinos, mujeres y niños en sus casas incluidos, no porque Israel
se enfrente a una inexistente agresión árabe, sino para contribuir,
muerto a muerto, prisionero a prisionero, expulsado a expulsado, al
genocidio de los palestinos. Es noticia el enésimo aniversario de la
solución final del problema judío, la cual acabó con la derrota del
régimen nazi por la comunidad internacional, pero no lo es la
persistencia de la solución final del problema palestino, comenzada
con el establecimiento de Israel y que todos los gobiernos israelíes
mantienen desde 1948 con el beneplácito de esa misma comunidad.
No es apenas noticia
que en esa misma semana ha muerto una docena de palestinos y muchos más
han sido heridos a manos de Israel; no lo es que todos los demás
sufren las consecuencias de un bloqueo económico internacional que se
aplica a una población bajo la ocupación militar de un país miembro
de la ONU; no lo es que cada bala ha sido pagada por Estados Unidos,
que subvenciona al ejército de ocupación de Israel con 3.000
millones dólares al año, mientras que sí es noticia la mentira de
que Condi Rice viaja a Jerusalén para impulsar la paz; no lo es que
la Unión Europea aprueba la política genocida de Israel, pues no
realiza acción alguna que le obligue a respetar las resoluciones de
la ONU y la ley internacional humanitaria, pero sí lo es que la Unión
Europea no habla con el gobierno de Hamas, que no ha ocupado Israel y
no ha violado la ley internacional, supuestamente porque está formado
por extremistas.
No es noticia que
cientos de miles de niños palestinos reciben diariamente y durante
toda su vida una educación del Mickey Mouse israelí mucho más
eficaz que la que puede diseñar el más inteligente maestro
palestino: la educación del ocupante. Éste le enseña que es mucho más
fuerte que el ocupado y que por tanto se va de la tierra que él
codicia o se expone a pagar las consecuencias, las que no son noticia
o lo son de pasada: un muro que le condena a vivir en una prisión, la
demolición de su casa para hacer sitio a las colonias exclusivas para
judíos, la pérdida de su medio de vida para que emigre y sobre todo
la cárcel (11.000 prisioneros palestinos en cárceles israelíes) y
la muerte si se resiste a lo anterior (cinco mil desde el año 2000).
No es noticia que
cientos de miles de niños palestinos crecen traumatizados por la
violencia extrema a la que son sometidos por el cuarto ejército más
poderoso del mundo, que incluye los cazabombarderos F–16, los
tanques Merkava y los francotiradores que Israel envía a diario a los
Territorios Ocupados contra la población civil indefensa, pero sí lo
es que los niños israelíes de la ciudad de Sderot sufren estrés
psicológico por los cohetes Kassam, de cuya mínima capacidad
agresora da cuenta un hecho que sin embargo no es noticia: los 4.500
lanzados desde 2001, han producido en total siete muertos. Tampoco lo
es que un solo misil israelí mata entre diez y veinte palestinos
habitualmente.
No es razonable que
esos periodistas y editorialistas informen del estrés de los niños
de Sderot y no del de los niños palestinos. No resulta creíble que
esos informadores y formadores de opinión no alcancen a comprender
que el ambiente de violencia extrema en el que viven los niños
palestinos no sólo explica que canten canciones que les ayuden a
superar el terror bajo el que viven, sino que es un resultado
inevitable de la política criminal israelí. No se puede comprender
que los responsables de los medios de información no sepan que la
noticia no está en el simpático Mickey Mouse con el que aprenden los
niños palestinos, sino en el terrorífico soldado israelí que los
dispara a bocajarro.
Entonces ¿por qué
publican noticias como ésta? Porque son partidarios de Israel,
racistas respecto de los palestinos y contrarios a los musulmanes, o
todo a la vez. Esto es tan evidente, salvo para el que no quiera
verlo, que para mostrarlo no ha hecho falta siquiera señalar en este
artículo lo que algunos dirían que es lo fundamental: que la noticia
es falsa. Sin embargo, es tan falsa como la que hace años justificó
una agresión contra Iraq: que los iraquíes en Kuwait estaban sacando
a los recién nacidos de las incubadoras para matarlos. La hija del
embajador kuwaití en Estados Unidos disfrutó de audiencia universal
para contar con lágrimas en los ojos esta escena que sólo existía
en su imaginación. El desmentido fue mucho más discreto.
La historia del
Mickey Mouse palestino es una más de las muchas mentiras distribuidas
por Israel, aceptadas sin reparos por los periodistas occidentales. La
traducción de las palabras de Mickey Mouse una vez más, como sucede
con las palabras atribuidas a Ahmadineyad sobre Israel y en otras
ocasiones, está tergiversada. ¿Qué medio de información va a pedir
explicaciones a los que la distribuyeron? ¿Qué presentador de
televisión va a decir públicamente que se dejó engañar? ¿Qué
redactor jefe va a reconocer que no comprobaron la fuente
–obviamente israelí–?
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