EEUU–Israel:
Cuarenta
años de estrecha alianza
Por Ellen Massey
Inter Press Service (IPS), 06/06/07
Washington.–
Hace 40 años, mientras Estados Unidos estaba empantanado en Vietnam,
Israel derrotaba a sus vecinos árabes en la Guerra de los Seis Días,
que rediseñó el mapa político del Medio Oriente.
Desde
entonces, la relación entre Estados Unidos e Israel se fue
transformando, con fin de la Guerra Fría y tras una serie de guerras
entre israelíes y árabes, dos intifadas (levantamientos populares
palestinos contra la ocupación) y la "guerra mundial contra el
terrorismo" liderada por Washington, hasta alcanzar el actual
grado de intrincada conexión.
En
1967, cuando estalló la Guerra de los Seis Días, Estados Unidos
estaba ocupado en operaciones militares abiertas en Vietnam. La lucha
de Israel por su reconocimiento como estado y sus choques con Egipto,
Jordania y Siria eran apenas poco más que un pequeño punto en la
pantalla de radar de Washington.
A
fines de mayo de 1967, cuando el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser
(1956–1979) bloqueó el estratégico estrecho de Tirán, que conecta
a Israel con el mar Rojo, Washington eligió la neutralidad y desestimó
un pedido de ayuda israelí.
Cuando,
en los primeros días de la guerra, Israel bombardeó preventivamente
a la fuerza área egipcia mientras estaba en tierra, equipada con
aviones soviéticos, utilizó cazabombarderos franceses. Esa fue una
de las pocas ocasiones en las que Israel emplearía armas fabricadas
fuera de Estados Unidos.
Tras
la Guerra de los Seis Días, Washington se convirtió en el principal
patrocinador y aliado estratégico de Israel.
"Antes
de 1967, la comunidad judío–estadounidense no estaba realmente
interesada por lo que pasaba en Israel", dijo a IPS el director
de análisis de políticas del independiente Israel Policy Forum, M.
J. Rosenberg.
Sin
embargo, con su resonante victoria en la guerra y su expansión
territorial ––Israel ocupó la península del Sinaí, las alturas
del Golán, la franja de Gaza, Transjordania y Jerusalén oriental,
una superficie equivalente a casi tres veces la que tenía
originalmente—se hizo evidente que era inevitable la creación de un
estado judío. Fue entonces que la población estadounidense de ese
origen comenzó a interesarse por lo que ocurría en Medio Oriente.
A
diferencia de los judíos, el resto de la población de Estados Unidos
no estaba realmente "sintonizada" con lo que sucedía. Según
una encuesta de la consultora Gallup, realizada durante los primeros
tres días de la guerra de 1967, la mitad de los entrevistados no había
tomado partido por ninguno de los dos bandos o carecía de información
para hacerlo.
La
elección de Washington se hizo evidente con rapidez. La ayuda de
Estados Unidos a Israel creció exponencialmente, pasando de 24
millones de dólares en 1967 a 634 millones en 1971.
Otro
aumento en la asistencia se produjo después de la Guerra del Yom
Kippur de 1973, cuando Egipto y Siria lanzaron un ataque sorpresa para
recuperar parte del territorio perdido en 1967.
Ese
conflicto de 16 días le demostró tanto a Estados Unidos como a
Israel que el estado judío no era invencible. Washington se apresuró
a reabastecerlo de armas y dinero, y los dos países acordaron un
mayor nivel de cooperación en defensa ante futuras agresiones.
En
esa época otro factor importante determinaba el papel de Estados
Unidos en la región: la Guerra Fría. Medio Oriente estaba atrapado,
tanto geográfica como políticamente, en los juegos de poder entre
Moscú y Washington.
"Los
países fueron forzados a ubicarse en uno u otro bando a causa de esta
batalla entre las superpotencias", afirmó James Zogby,
presidente y cofundador del grupo de presión Instituto Árabe
Estadounidense.
Tanto
Estados Unidos como la Unión Soviética ignoraron las condiciones
particulares de las diferentes regiones en la que competían por la
supremacía. Complejas cuestiones se resolvían a la luz de quién
estaba en la esfera de influencia de cada una de las potencias, e
Israel "era el buen tipo para Estados Unidos", dijo Zogby a
IPS.
En
Estados Unidos surgieron poderosos grupos de presión judío–estadounidenses
que congregaron no sólo a voces destacadas sino también a
influyentes donantes para las campañas políticas. Su influencia hizo
pensar dos veces a más de un político acerca de la conveniencia de
presionar demasiado para obtener determinados resultados en el
conflicto de Medio Oriente.
"La
comunidad judío–estadounidense ha sido muy recelosa del proceso de
paz", indica Rosenberg.
Sin
embargo, Estados Unidos ha sido un actor central en el proceso de paz
durante los últimos 30 años. En 1977, el recién electo presidente
Jimmy Carter se propuso revitalizar el entendimiento entre Israel y
sus vecinos árabes.
Carter
fue el arquitecto de los acuerdos de Camp David entre el presidente
egipcio Anwar Sadat y el primer ministro israelí Menajem Begin, que
abrieron el camino para el tratado de paz de 1979 que devolvió a
Egipto la península del Sinaí y normalizó las relaciones entre los
dos países.
Estados
Unidos también entregó miles de millones de dólares a ambos
gobiernos como parte de los acuerdos.
Desde
1979, Israel ha sido el país que más ayuda externa recibió de
Estados Unidos. Ese año, por primera vez, la asistencia civil se dejó
de lado mientras que la ayuda militar pasó de 1.800 a 2.400 millones
de dólares. El gradual abandono de las donaciones para fines no
militares fue parte de un programa para establecer la independencia
fiscal de Israel, iniciado por el entonces primer ministro Benjamín
Netanyahu.
En
las semanas que siguieron a la guerra de 1967, Israel se apresuró a
establecer puestos militares "temporales" en los territorios
ocupados. Pero no pasó mucho tiempo hasta que los civiles comenzaron
a trasladarse hacia ellos. Los que una vez fueron denominadas
estaciones temporales se convirtieron en los asentamientos en expansión
que hoy cubren Cisjordania y las alturas del Golán.
Aproximadamente
180.000 israelíes viven en las áreas anexadas de Jerusalén oriental
y otros 16.000 colonos lo hacen en el Golán. En Cisjordania, los
asentamientos que albergan a unos 250.000 israelíes controlan
efectivamente cerca de 40 por ciento del territorio, en violación de
la cuarta Convención de Ginebra, que prohíbe a la potencia ocupante
establecer a su propia población en las áreas que domina.
Todos
los presidentes estadounidenses desde Lyndon Johnson (1963–1969) se
habían opuesto a los asentamientos israelíes, pero, en 2004, Bush
prometió al primer ministro Ariel Sharon que grandes centros de
población en Cisjordania quedarían en manos de Israel en cualquier
negociación de paz futura.
Tras
20 años de ocupación, la intifada de 1987 introdujo al Movimiento de
Resistencia Islámica (Hamas) en la ecuación del conflicto entre
Israel y Palestina.
Las
frecuentes y violentas revueltas de la Organización para la Liberación
de Palestina contra la ocupación israelí llamaron la atención del
mundo nuevamente, pero determinaron que Estados Unidos, Israel, Japón
y la Unión Europea la calificaran como de grupo terrorista.
Al
actuar de esa manera, Estados Unidos e Israel le otorgaron a Hamas un
papel clave en la región.
Washington
"ha tenido un profundo impacto en la evolución de la política
palestina", dijo a IPS el analista Jim Fine, experto en Medio
Oriente del Comité Amigos de la Legislación Nacional.
"El
fracaso en lograr que tanto los acuerdos de Camp David como los
posteriores convenios de Oslo llevaran a la creación de un estado
palestino convenció a muchos de que la estrategia de Al Fatah era
incorrecta e hizo que vieran a los militantes islámicos como una
alternativa", agrega.
A
pesar de los esfuerzos de algunos presidentes estadounidenses para
alcanzar una solución al prolongado conflicto árabe–israelí, esos
siempre parecieron ser víctimas de la política interna.
"La
presión interna alteró las decisiones de muchos presidentes",
afirmó Zogby, y citó una carta firmada por casi 80 senadores pidiéndole
al ex presidente Bill Clinton (1993–2001) que redujera su presión
para que Netanyahu aceptara conversaciones de paz.
A
fines de 2006, un documento del Grupo de Estudio sobre Iraq, creado
por el Congreso legislativo, indicó que una renovada participación
de Estados Unidos en el conflicto entre Israel y Palestina era
fundamental para estabilizar todo Medio Oriente. Las recomendaciones
fueron ignoradas por la administración de George W. Bush.
Seis
meses más tarde, mientras la violencia azota a Iraq, esas propuestas
retornaron a la mesa de discusión de la política exterior.
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