La
crisis se profundizará en Palestina
Por
Txente Rekondo (*)
La Haine, 20/06/07
Los recientes
acontecimientos en Palestina nos muestran la compleja situación que
se avecina, incrementando sobremanera el ya de por sí delicado
escenario de la zona.
De todas formas esta
nueva crisis ha servido para que la mayoría de los actores de esta
obra acaben retratándose con gran nitidez, lo que permitirá al
pueblo palestino situar a cada uno donde se merece, a pesar de que
todo ello traerá, de momento, más sufrimiento al castigado pueblo de
Palestina. Frente a las lecturas que nos presentan el conflicto como
un enfrentamiento entre moderados (“los buenos”), al Fatah, y los
extremistas (“los malos”) Hamas, la fotografía va mucho más allá.
El movimiento
realizado por Hamas en Gaza era una medida pedida a gritos por algunos
sectores, que asistían a un deterioro enorme de la situación en la
franja, motivado en buena manera por la actuación descontrolada de
algunos clanes y familias, ligadas a al Fatah y a los servicios de
seguridad controlados por la misma, y que actuaban como una verdadera
mafia local. Estos clanes han consolidado en torno suyo milicias de
decenas de personas, que no dudan en utilizar para “salvaguardar”
sus oscuros intereses, al tiempo que degradan la seguridad de Gaza.
Evidentemente la
actitud de Hamas ha provocado una reacción también esperada en torno
a al Fatah, pero también en Washington, la Unión Europea o Israel.
La organización que durante años presidió Arafat está inmersa en
una complicad crisis, acentuada tras su derrota electoral (algo que
nunca han asumido). Los rasgos de esta caduca organización se resumen
en “corrupción, faccionalismo e incompetencia”. Desde su derrota
electoral no ha hecho nada para “limpiar” su maltrecha reputación
a los ojos de su pueblo, al contrario, ha dedicado buena parte de sus
esfuerzos a torpedear el gobierno elegido por voluntad popular. Además,
la corrupción alcanza a los niveles más altos de al Fatahl, con
asesores de Mahmoud Abbas usando el dinero que llega en forma de
ayudas para su propio beneficio.
En esta línea, los
doce años de Autoridad Palestina, controlada por al Fatah no han
supuesto mejoras en educación, economía, salud y progreso para la
mayor parte de Palestina, y sí en cambio para seguir engordando las
cuentas corrientes y empresas de esa red de oportunistas y
“administradores”.
Finalmente, las
diferentes facciones que conviven en su seno hacen a esta organización
afrontar con clara debilidad su futuro. Abbas es un personaje
“querido” por Occidente, pero permanece como líder porque puede
ser utilizado por los diferentes sectores que se refugian bajo el
pasado de la organización. Lo que parece quedar en evidencia es que
el presidente palestino, se ha convertido en una marioneta de Estados
Unidos e Israel, pero también de los propios grupos de al Fatah.
Hace unas semanas en
Jordania se publicó un artículo que hablaba de un plan de EEUU para
acabar con el gobierno palestino de unidad y para arrinconar a Hamas.
El documento titulado “Plan de Acción para la Presidencia
Palestina” dibujaba con claridad la estrategia a seguir: “dar
pasos que refuercen a Mahmoud Abbas, concentrar las fuerzas de
seguridad palestinas bajo su mando, buscar la disolución del
Parlamento y apoyo internacional a Abbas para que prepare unas
elecciones que le encumbren en el proceso”.
Los ideólogos de
este plan señalaban la necesidad de buscar “palestinos más
aceptables, más creíbles y más capaces de avanzar en la seguridad y
la gobernabilidad”. Unas palabras que barnizan los verdaderos
intereses que se esconden tras las mismas, y que no son otros que
encontrar “colaboradores” nativos que dividan la resistencia
palestina y permitan que la desesperación de su pueblo se presente
como un sino ineludible.
Y a la vista de los
acontecimientos, todo parece indicar que el plan se está cumpliendo,
y que han sido capaces de “comprar” la colaboración local. Los
millones de dólares destinados a “reforzar las fuerzas leales a
Abbas”, así como la “donación, vía BM o FMI de fondos
“destinados a sectores y proyectos elegidos por Abbas y sus
colaboradores”. En otras palabras, más vía libre a la corrupción
de esos sectores aunque disfrazados como mejoras generales, y sobre
todo mayores hipotecas políticas, económicas y sociales para
Palestina.
En esta historia no
podía faltar la participación de Israel, un estado cada vez más
asemejado al del apartheid sudafricano. Poco después de la publicación
de este plan en Jordania, la prensa israelí también se hizo eco de
otro plan (complementario con el primero), que apuntaba algunos
movimientos que Israel podría dar en el futuro (retirada de algunos
checkpoints, flexibilizar algo el movimiento de los palestinos y sobre
todo, apoyar el rearme de las fuerzas leales a Abbas”. Y la parte
final de este drama lo ocupa la Unión Europea, quien fiel a su política
de seguidismo absoluto hacia EEUU e Israel, nos ofrece una esperpéntica
actuación en torno a los “valores democráticos y humanitarios”.
Estos defensores de
la democracia con label occidental están alimentando peligrosamente
una espiral. La mayoría de la población palestina apoyó al gobierno
de Hamas en unas elecciones que contaban con el cumplimiento de los
parámetros occidentales al uso, y ahora ven cómo esos que dicen
defender la democracia alientan, promueven y apoyan un golpe de estado
en toda regla.
A la vista de todo
ello, con un futuro lleno de más pobreza, aislamiento y desesperación,
desgraciadamente, no debería extrañarnos que ese sufrimiento
prolongado al que se va a seguir sometiendo a Palestina tenga sus
consecuencias dramáticas también para los impulsores de esa
estrategia genocida. Lejos de aportar soluciones que busquen una paz
duradera para toda la región y que respeten los derechos inalienables
del pueblo palestino, se siguen imponiendo los intereses geoestratégicos
e ideológicos de Washington e Israel, y eso no hace más que aumentar
la inestabilidad en la región y en el mundo.
(*)
Del Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).
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