La crisis de Gaza: "made in Israel"
Por
Michael Warschawski
Alternative
Information Center / Rebelión, 29/06/07
El viejo sueño de Ariel Sharon se está
convirtiendo en realidad: palestinos matando palestinos, e Israel
contando el número de víctimas con gran satisfacción. Las lágrimas
de los líderes de Israel son lágrimas de cocodrilo, y sus
declaraciones afirmando que sienten los trágicos acontecimientos en
Gaza, son mera hipocresía. Las sangrantes confrontaciones eran
previsibles, y la responsabilidad e implicación activa de EE UU e
Israel es más clara que el agua.
Para muchos periodistas israelíes que están
analizando la situación la responsabilidad de Israel es solo
indirecta: "1,4 millones de personas encerradas en un pequeño
territorio como Gaza, sin ningún posibilidad de tener una vida económica
normal, pero también sin la posibilidad de escapar, están condenadss
a matarse unas a otras… como ratones encerrados en una jaula."
Esta explicación zoológica no es solo típicamente racista. También
se queda muy corta respeto al papel de EE UU e Israel en los presentes
enfrentamientos, que va más allá del hecho de "crear las
condiciones" para un conflicto interpalestino.
Durante meses, el Departamento de Estado de EE
UU ha estado empujando a la dirección de Fatah a lanzar una ofensiva
militar contra Hamás y, dos semanas atrás, Israel dio luz verde para
entrar en Gaza una enorme cantidad de armas para las milicias de Fatah.
En este sentido, el papel de Israel en la situación actual no es solo
una conjetura, sino que juega un papel bien activo.
¿Quién es el agresor?
"Hamás está tomando el poder",
"Un golpe de Estado de Hamás": estos son algunos de los
titulares de los diarios israelíes de estos últimos días,
repitiendo las grandes mentiras de las administraciones de Tel Aviv y
Washington.
Parece que es necesario aclarar lo que debería
ser obvio: Hamás hizo trizas a Fatah en las últimas elecciones
palestinas, después de un proceso electoral que la comunidad
internacional entera, incluyendo Washington, aclamó como "las
elecciones más democráticas que nunca había habido en el Próximo
Oriente". Un incuestionable proceso democrático y con un masivo
apoyo popular, como pocos regímenes pueden hacer gala de ello.
A pesar de su enorme victoria, Hamás aceptó
compartir el poder con Fatah en un gobierno de unidad nacional
auspiciado por Arabia Saudí y Egipto, y aclamado por toda la
comunidad internacional, con la excepción de Washington e Israel. El
programa político del nuevo gobierno dio el reconocimiento de
facto del Estado de Israel y aprobaba la estrategia de las
negociaciones de paz, basado en el mecanismo de Oslo.
La prioridad del nuevo gobierno era afrontar
las cuestiones domésticas más candentes —mejora económica,
restauración de la ley y la orden en Gaza, combatiendo la endémica
corrupción de la vieja administración encabezada por Fatah—
permitiendo mientras tanto que el Presidente Mahmoud Abbas y la OLP
continuasen el proceso de negociación, siempre y cuando Israel
hubiese aceptado reemprenderlo.
El moderado programa de gobierno de Hamás, no
obstante, debía hacer frente a dos poderosos enemigos: un segmento de
los cuadros de Fatah los cuales no estaban preparados para renunciar a
su monopolio del poder político, así como a los privilegios
materiales conectados a este monopolio; y a los gobiernos
neoconservadores de EE UU e Israel, los cual están conduciendo una
cruzada global contra el islam político.
Mohamed Dahlan, el antiguo jefe de Seguridad
Preventiva y actual asesor de Seguridad de Mahmoud Abbas, juntamente
con este representan los dos enemigos. Por un lado son los ejecutores
de los planes de Washington en el liderazgo palestino, y por otro
representan los dirigentes corruptos de Fatah, los mismos que están
dispuestos a hacer lo que sea para no perder sus fuentes económicas.
Desde la victoria electoral de Hamás, la
milicia de Dahlan ha estado provocando al gobierno, atacando las
milicias de Hamás y negándose a dejar al gobierno el control de las
fuerzas policiales palestinas. A pesar de las agresiones de Dahlan,
Hamás ha estado haciendo todo lo posible para llegar a un acuerdo,
pidiendo a sus propios activistas abstenerse de responder con
violencia. No obstante, cuando quedó claro que Dahlan no estaba
buscando un compromiso, sino que ciertamente estaba intentando
liquidar Hamás, la organización islámica no tuvo otra alternativa
que defenderse y contraatacar.
El modelo argelino
El plan de EE UU e Israel es parte de una
estrategia global que aspira a imponer gobiernos que sean leales a sus
intereses, contra la voluntad de las poblaciones locales. Argelia
proporciona un ejemplo de esta estrategia, pero también de su fracaso
y de su colosal coste humano: la incuestionable victoria del FIS
(Frente Islámica de Salvación) sobre el corrupto y desacreditado FLN,
el 1991, fue seguida de un golpe de estado, con el apoyo de Francia y
de EE UU, los cuales prepararon el camino para una guerra civil que se
alargó más de una década y que provocó más de cien mil víctimas
civiles.
Hamás claramente ha aprendido de la tragedia
Argelina, y ha decidido hacer fracasar los planes de Dahlan de
intentar sacarle del poder por la fuerza. Gozando del apoyo de la
mayoría de la población local, los militantes de Hamás hicieron
trizas a Fatah en menos de dos días, a pesar de las armas
proporcionadas, indirectamente, por Israel: una milicia corrupta sin
ningún apoyo popular no podía hacer frente a una relativamente
disciplinada y sumamente motivada organización.
Incluso después de esta victoria sobre Fatah,
la dirección de Hamás ha reiterado la intención de mantener el
gobierno de unidad nacional y de no explotar el fracasado golpe de
estado de Fatah como pretexto para erradicar la organización o
excluirla del gobierno. La dirección de Fatah, aún así, decide
cortar cualquier tipo de relación con Hamás, y establece un gobierno
sin Hamás… en Cisjordania. Otro sueño de Ariel Sharon se está
haciendo realidad: la total separación entre Cisjordania y Gaza, que
más tarde será considerada un insalvable "Hamastan", una
entidad terrorista en la que no hay civiles, sino solo terroristas, la
cual puede quedar en un estado de asedio total, y condenada al hambre.
Washington, que aprueba totalmente esta política,
promete pleno apoyo a Mahmoud Abbas y a su nuevo Bantustan en
Cisjordania, y Ehud Olmert decide liberar algunos de los dineros
palestinos que están en manos del gobierno de Israel.
No una guerra civil
No obstante, uno de los objetivos de la
administración de EE UU e Israel ha fracasado; no hay caos en Gaza.
Bien al contrario. Tal como ha dicho un oficial de seguridad al Haaretz
(17 de junio): "Durante mucho tiempo esta ciudad no había estado
tranquila. Yo prefiero la actual situación que la que había
anteriormente. Yo puedo, finalmente, salir fuera de mi casa…".
La erradicación de las bandas de Fatah de Gaza
puede poner fin a un largo período de anarquía, y permitir el
retorno a una cierta normalidad. Los últimos acontecimientos
confirman que Hamás tiene el poder para lograrla.
Los israelíes hablan de "la guerra civil
palestina" pero no son más que falsas ilusiones. La confrontación
armada ha sido sólo entre milicias armadas, y si desafortunadamente,
ha habido algunas bajas civiles, son lo que el ejército de EE UU
llama "daños colaterales". La población ciertamente está
dividida políticamente —tanto en Cisjordania como Gaza— pero no
están luchando los unos contra los otros, por lo menos por ahora.
Con Gaza considerada como una entidad hostil y
con toda la población como aliada de Hamás, no cabe duda que será,
en un futuro próximo, el blanco de una brutal agresión israelí:
finalmente habrá incursiones militares, bombardeos y hambre.
Por eso nuestra máxima prioridad, en Israel así
como todo el resto del mundo, es organizar solidaridad con Gaza y su
población.
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