Hamás
y el desafío a los regímenes pro–occidentales árabes
Por
Alberto Cruz
CEPRID, 16/07/07
El control de Gaza
por Hamás ha echo fluir ríos de tinta y, con ellos, análisis para
todos los gustos dependiendo del punto de vista ideológico de cada
cual: desde quienes han visto el inicio de un califato islámico hasta
quienes creen, de forma mucho más acertada, que el gobierno de Abbas
es el inicio de un Vichy francés durante la ocupación nazi. Sin
embargo, pocos han incidido en lo que representa de desafío para los
regímenes pro–occidentales árabes. Como en los terremotos, el
epicentro ahora está en Gaza, pero las réplicas no tardarán en
producirse en otras partes del mundo árabe y, de forma especial, en
los vecinos Egipto y Jordania. Así hay que interpretar la decisión
adoptada el día 8 de julio por la siempre inoperante e ineficaz Liga
Árabe de enviar a Tel Aviv a dos representantes, precisamente de
estos dos países que tienen relaciones diplomáticas con Israel, para
que "gestionen el proceso de paz" con los palestinos en el
marco del plan de 2002.
Durante la guerra del
pasado verano en Líbano, y a medida que se ponía de manifiesto la
incapacidad del Ejército israelí para derrotar a Hizbulá ante la
resistencia de los combatientes de este movimiento político–militar
libanés, la calle árabe fue escenario de masivas manifestaciones
donde los islamistas se juntaban sin complejo con los marxistas y
donde los carteles de Hassan Nasrala compartían protagonismo con los
del Ché Guevara. En Egipto los Hermanos Musulmanes desfilaban al unísono
con la izquierda del movimiento Kefaya; en Jordania el Frente de Acción
Islámica iba codo con codo con el Partido Comunista de los
Trabajadores. Manifestaciones semejantes de produjeron en todo el
mundo árabe con un sólo grito: "sin justicia no hay paz".
Y con una sola aspiración: la retirada de Israel de los territorios
palestinos que ocupa desde 1967.
Atrás han quedado ya
los intentos de los regímenes árabes pro–occidentales de ganarse
el favor de sus pueblos desempolvando resoluciones (como la del año
2002 que reconocería al Estado de Israel a cambio de la retirada
total de los territorios ocupados) o sugiriendo una nueva conferencia
internacional similar a la que tuvo lugar en Madrid en 1991 al término
de la primera guerra contra Iraq tras la invasión de Kuwait y en la
que, de nuevo, se pretenderían resolver todos los problemas de
Oriente Medio. Atrás han quedado las tímidas presiones de estos regímenes
a la ONU para que trabajase en ello "dado el nivel de
resentimiento y de rabia [de la calle árabe] contra Israel y
EEUU" argumentando que si no se llegaba a un acuerdo "la
alternativa es el caos" (1).
El caos al que se
referían los representantes de estos regímenes no es el mismo que el
que augura Condolezza Rice cuando habla de "el caos
constructor" de ese Medio Oriente con el que vienen soñando los
imperialistas desde la invasión y ocupación neocolonial de Irak en
2003. Es más bien el caos al que se refería Mao Zedong al decir que
"cuando más se extiende el caos, más cerca se está de la
solución". Una solución que los pueblos están tomando en sus
propias manos. Así se está poniendo de manifiesto en Líbano y en
Palestina, sin ir más lejos. Incluso en Irak, con todos sus matices a
la hora de abordar la situación allí que no es, ni mucho menos, tan
homogénea como se quiere hacer creer.
En los Territorios
Ocupados la ocupación filonazi de Israel ha convencido a los
palestinos que no hay más opciones que la resistencia puesto que
todas las concesiones que han hecho a los israelíes desde los
acuerdos de Oslo no han servido para nada. Que la mal llamada
comunidad internacional, es decir, los EEUU y sus acólitos europeos
junto a una patética ONU y a la entonces inoperante Rusia (los
integrantes del Cuarteto) sometiese al pueblo palestino a un asedio
para derribar al gobierno legítimo de Hamás tras haber ganado éste
las elecciones democráticamente derribó el mito de la posiblidad de
un futuro mejor para sus pobladores aceptando las reglas democráticas
y, sobre todo, derribó toda esperanza en un futuro estado
independiente.
Un Estado
independiente y no servil a las pretensiones de imperialistas. Un
estado independiente y, por supuesto, viable porque en la actualidad
las colonias siguen creciendo y los palestinos cada vez más son
encerrados en reservas tipo bantustanes y apenas se pueden mover (no
hablemos ya de control) por el 55% del territorio de Cisjordania. ¿Alguien
se acuerda hoy de que se han cumplido 3 años desde que el Tribunal
Internacional de Justicia de La Haya, órgano judicial de las Naciones
Unidas, emitiese una sentencia declarando la ilegalidad de la
construcción del muro israelí sobre tierras palestinas conminando al
gobierno israelí a paralizar de inmediato su construcción, exigiendo
la demolición de las partes ya construidas, la restitución de las
propiedades confiscadas a los palestinos y una compensación apropiada
a los afectados?
No. Todos hicieron
caso omiso de la sentencia. Israel el primero, pero también la patética
UE que desde la guerra contra Yugoslavia en 1999 no tiene política
exterior autónoma y sólo ejercita una hipócrita sumisión a los
designios del imperialismo estadounidense. Nadie puso freno a Israel
en sus incumplimientos históricos de las resoluciones de la ONU (194,
242, 338...) mientras se les exigía a los palestinos todo. Nadie puso
freno a Israel al destruir, matar y asediar a un pueblo en la ofensiva
desarrollada contra Gaza con la pretensión de liberar al soldado
Shalit. Pero ¿realmente era éste el objetivo de Israel o la excusa
para un nuevo castigo colectivo contra los palestinos violando, como
es costumbre, todas y cada una de las normas del derecho
internacional?
Nadie puso freno al
presidente palestino Abbas mientras daba largas a la puesta en marcha
del gobierno de unidad nacional acordado por Hamás y Fatah en La Meca
bajo el patrocinio de Arabia Saudí, oficialmente un acuerdo pero en
la práctica un golpe de estado patrocinado por los extranjeros (los
saudíes en este caso) que forzaron al vencedor a compartir el poder
con el derrotado en las elecciones.
Sólo una organización
pone freno ahora deprisa y corriendo: la Liga Árabe. Pero no a
Israel, sino a los palestinos. A Hamás. El pasado 16 de junio, en una
reunión de urgencia de sus ministros de Asuntos Exteriores, dijo que
no se iba a inmiscuir y que no iba a optar por ninguna de las partes,
Hamás o Fatah. Ahora lo hace claramente por Fatah. Los regímenes
reaccionarios árabes no pueden dejar que triunfe Hamás. El régimen
de Mubarak considera que la permanente resistencia de Hamás a
reconocer al Estado de Israel pone en entredicho su propia legitimidad
como líder del mundo árabe y no hay que olvidar que Hamás tiene vínculos
estrechos con los Hermanos Musulmanes que, a pesar de estar
ilegalizados y sobre los que se acentúa la represión que ha llevado
a la cárcel a decenas de sus dirigentes y a cientos de sus
militantes, controlan casi un quinto del parlamento egipcio. Egipto no
puede aceptar un gobierno de Hamás en su frontera, con la influencia
que ello supondría para los Hermanos Musulmanes. Esa ha sido la gran
victoria de Israel.
Vamos a ver en los próximos
días cómo se vuelve a poner encima de la mesa la "opción
jordana" sobre Cisjordania para dar estabilidad a Abbas y a
resucitar el viejo acuerdo adoptado por el Consejo Nacional Palestino
en 1983 sobre una confederación jordano–palestina a condición de
que los miembros de esa confederación fuesen estados independientes.
Sin descartar que la Liga Árabe proponga el establecimiento de tropas
propias (es decir, de Egipto y Jordania) bajo mandato de la ONU en
Gaza. Fue Abbas quien hizo la propuesta en su reunión con el
presidente francés, Nicolás Sarkozy, el 29 de junio. Un movimiento
que recuerda mucho a lo que hace Karzai en Afganistán, a Maliki en
Irak o a Siniora en Líbano.
Hamás, por supuesto,
rechaza ambos aspectos. Si hay tropas las tratará como fuerzas de
ocupación, con lo que ello conlleva. De nuevo otros haciendo el
trabajo sucio a Israel. Como en Líbano. Hamás tiene el gran reto
ante sí de proporcionar alimento al millón y medio de habitantes de
Gaza. Pero los regímenes reaccionarios árabes tienen ante sí el
reto de sus propios pueblos, que no van a asistir impávidos a la
degradación de Gaza y a la hambruna de sus habitantes. De momento,
una encuesta del Centro de Información Palestino del día 3 de julio
dice claramente que si hubiese elecciones en los Territorios, como ha
dicho Abas que está dispuesto a hacer, el 51'47% de la población
votaría por Ismail Haneya y el 38% por Abbas.
Lo sucedido en Gaza
es directamente achacable a los regímenes pro–occidentales árabes,
que tienen en su debe una gran falta de credibilidad entre sus
poblaciones y un rotundo fracaso a la hora de gestionar o reflotar
cualquier acuerdo de paz, así sea el pacato plan de 2002 que se
vieron obligados a sacar del cajón tras la victoria de Hizbulá en la
guerra del verano pasado (2).
Y lo ocurrido en Gaza
tiene mucho que ver con la situación en todo Oriente Medio.
Precisamente ahora que se conmemora el primer aniversario de la última
guerra de Israel en Líbano, el Consejo de Seguridad de la ONU va a
discutir un informe del secretario general, Ban Ki–moon, en el que
se dan por válidas las tesis israelíes sobre el tránsito de armas
desde Siria hacia Hizbulá. El envío de "expertos
internacionales" para "supervisar" la frontera de Líbano
con Siria está cada vez más cerca. El tutelaje internacional de
corte neocolonial sobre Líbano, también. Como en Afganistán, Irak y
la Palestina de Abbas.
Notas:
(*)
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor especializado en
Relaciones Internacionales.
(1)
Al Ahram, “Vision for action”, 24–30 de agosto de 2006.
(2)
Alberto Cruz, "El grito de la calle árabe: sin justicia no hay
paz" www.rebelion.org/noticia.php?id=36850
|