Los
Comités comarcales de Abbas
Por Arjan El Fassed (*)
The
Electronic Intifada, 10/09/07
La Haine, 12/09/07
Traducido
del inglés por Felisa Sastre
Durante el largo periodo en que los palestinos se han
resistido a las violentas políticas israelíes contra ellos, los
sucesivos gobiernos de Israel han intentada debilitar la unidad
palestina y fomentar las divisiones. Una de sus estrategias
principales ha sido tratar de promover líderes alternativos
dispuestos a renunciar a las principales exigencias de justicia
palestinas y a centrarse en un programa con el que Israel se sienta cómodo.
(La Haine)
Eso es lo que está pasando en la actualidad al
rechazar Israel el gobierno electo de Hamás e intentar apuntalar a la
desacreditada dirección de Fatah capitaneada por Mahmud Abbas. Tras
las elecciones, Israel secuestró a docenas de representantes electos
de Hamás y todavía los mantiene en prisión.
En todo ello hay una gran continuidad; un
elemento clave de la política israelí ha sido su negativa a
reconocer un liderazgo palestino legítimo. Aunque ahora se abraza a
la Organización para la Liberación de Palestina y rechaza a Hamás,
hasta 1993 Israel se negó a considerar a la OLP como un posible
interlocutor en las negociaciones. Israel siempre puede inventar
motivos aceptables internacionalmente para su actitud. Al fin y al
cabo, nadie esperaría que un país “respetable” negocie con
terroristas, tal como Israel ha calificado siempre, y continúa haciéndolo,
a los líderes palestinos. Incluso tras las históricas concesiones de
la OLP en 1988, cuando el Consejo Nacional Palestino (Parlamento en el
exilio) aceptó la solución de los dos Estados sin recibir ningún
reconocimiento recíproco de Israel, los israelíes se negaron a
negociar directamente con la OLP. Pero esta política se remonta aún
más lejos.
En 1976, en una tentativa de crear una dirección
distinta a la de la OLP, los israelíes permitieron que se celebraran
elecciones en los ayuntamientos de la ocupada Cisjordania pero, en
contra de lo esperado por Israel, los alcaldes y concejales
partidarios de la OLP barrieron en las elecciones, exigieron el fin de
la ocupación y se opusieron las negociaciones entre Israel y Egipto
en Camp David para el establecimiento de una “autonomía”
palestina. En 1978, los líderes de este nuevo movimiento crearon el
Comité Nacional de Dirección, en el que estaba representado un
amplio espectro de corrientes nacionalistas palestinas e incluía a
alcaldes electos (como Bassam Shaka’a y Karim Jalaf , mutilados
cuando los colonos de Gush Emunim, ayudados por el ejército israelí,
colocaron bombas en sus coches en 1980) y representantes de
sindicatos, asociaciones y empresas.
Exactamente igual que lo hecho con los dirigentes
de Hamás más recientemente, Israel cesó a los alcaldes de la OLP, y
mandó al exilio a muchos de ellos. En 1980, los alcaldes de Hebrón y
Halhul fueron deportados, y los de Nablus y Ramala gravemente
mutilados por coches bomba colocados por los escuadrones de la muerte
israelíes. En marzo de 1982, las autoridades de ocupación israelíes
cesaron a todos los alcaldes y consejos municipales palestinos
electos.
A principios de los años 1990, Washington
presionó a Israel para que negociara directamente con los palestinos,
aunque los israelíes se negaron también entonces a hablar con la
OLP. En su lugar, las negociaciones que se iniciaron en Madrid y
continuaron en Washington, fueron llevadas a cabo por respetadas
personalidades independientes como Haidar Abdel Shafi, con el respaldo
de la OLP. Pronto quedó claro que, para la frustración de Israel,
aquellos negociadores se atendrían a las exigencias básicas de los
palestinos y no renunciarían a sus derechos. Simultáneamente, Israel
abrió canales de comunicación secretos con la dirección de la OLP,
debilitada y en bancarrota debido a su apoyo a Saddam Hussein tras su
invasión de Kuwait. Esas conversaciones condujeron a los desastrosos
Acuerdos de Oslo que convirtieron a la OLP en un subcontratista
encargado de la seguridad en los territorios todavía ocupados de
Cisjordania y la franja de Gaza.
En diciembre de 2001, un año después de la
segunda Intifada, y tras el fracaso de la cumbre de Camp David de
julio de 2000 organizada para imponer una solución basada en
bantustanes palestinos, el entonces primer ministro israelí, Ariel
Sharon, decidió que Yasser Arafat, líder de la OLP ya no era útil
para Israel. Sharon declaró a Arafat “irrelevante” y cortó las
relaciones con la Autoridad Palestina. Así empezó un lento declive
hasta la muerte de Arafat en misteriosas circunstancias en noviembre
2004. Arafat fue sustituido por el actual presidente de la Autoridad
Palestina, Mahmud Abbas, que había disfrutado desde hacía tiempo de
un apoyo explícito por parte de Washington, y que había sido la
figura clave palestina en las negociaciones secretas que llevaron a
Oslo.
En la actualidad, Abbas está explícitamente
armado y apoyado por Israel y Estados Unidos y ha declarado la guerra
a Hamás, pero para comprender el papel que desempeña ahora, podemos
recurrir a otro precedente. Tras la debacle (desde la perspectiva
israelí) de las elecciones municipales de 1976, Israel creó en 1980
los Comités comarcales, instituciones formadas por palestinos
colaboracionistas nombrados por Israel.
Al contrario que el Consejo Nacional de Dirección
y de muchos de los responsables electos en 1976, los Comités
comarcales no lucharon contra la ocupación. Mientras Israel intentaba
acabar con un auténtico movimiento nacional palestino y erradicar la
influencia de la OLP, los Comités comarcales fueron una tentativa de
imponer una forma de autonomía limitada. El Comité comarcal del
distrito de Hebrón se estableció en 1979, y estuvo dirigido por el
ex ministro del gobierno jordano Mustafa Dudin. En 1981, se
establecieron otros dos Comités en los distritos de Ramala y Belén,
algunos de cuyos miembros tenían antecedentes penales.
Gracias a su disposición a colaborar, Israel
favoreció a los dirigentes de los Comités comarcales, canalizó
dinero a través de ellos y recibieron prebendas diversas de los
gobernantes israelíes. Israel autorizó, mediante una serie de órdenes
militares, a los Comités a arrestar y detener a los activistas políticos
y a crear milicias armadas así como a realizar tareas administrativas
y burocráticas como la concesión de permisos de conducir. Los
palestinos que vivían en zonas rurales tenían que recurrir a los
Comités comarcales para todo, desde los permisos de trabajo a los
exigidos para la reunificación familiar.
Los palestinos ante la constitución de los Comités
comarcales respondieron con manifestaciones y huelgas, coordinados por
el Consejo Nacional de Dirección. Tras la deportación de los
alcaldes de Hebrón y Halhul y los atentados contra los alcaldes de
Nablus y Ramala, Ariel Sharon (en esa época ministro de Defensa)
ilegalizó al Consejo Nacional de Dirección. Los alcaldes electos y
los consejos municipales fueron cesados.
Israel confiaba en que los Comités comarcales
darían lugar al establecimiento y fortalecimiento de una dirección
palestina “moderada”, dispuesta a negociar con Israel el asunto de
la “autonomía”, palabra en clave para designar un limitado
autogobierno bajo la ocupación y la colonización israelíes. Los
comités fueron diseñados para facilitar una dirección palestina
“moderada” que estaría dispuesta a negociar con Israel la autonomía
en Cisjordania. La Autoridad Palestina se estableció con el mismo
objetivo y esa es la razón de que se permita ahora a Mahmud Abbas
negociar con el primer ministro Ehud Olmert.
Existe un molesto paralelismo con la actual política
israelí: de la misma manera que ahora Israel se sirve de las milicias
de la Autoridad Palestinas controladas por Abbas para reprimir a
quienes se resisten a la ocupación, Israel intentó hacer lo mismo
con los Comités comarcales. Los miembros de aquellos comités no
dudaban cuando llegaba el momento de usar la fuerza: recurrieron a
cortar carreteras, realizaron controles de documentos de identidad y
dispersaron reuniones y manifestaciones contra la ocupación.
No se sabe cuántos miembros formaron parte de
los Comités comarcales y cuánto apoyo recibieron, lo que sí se sabe
es que sus líderes fueron calificados en su mayoría de corruptos,
deshonestos y de haber aceptado la posición israelí en el conflicto.
Los fines de los Comités eran, en palabras de Mohammad Nasser,
dirigente del Comité del distrito de Hebrón: “mejorar las
relaciones con Israel, prevenir el terrorismo, combatir el comunismo y
trabajar para el establecimiento de la paz y de la democracia”.
Si se sustituyen las palabras “comunismo” por
“extremistas islámicos” se tiene una descripción casi calcada de
los objetivos expresos de la dirección de Abbas, incluso cuando
reprime las libertades civiles, manipula las leyes electorales y
cierra más de un centenar de organizaciones de la sociedad civil.
Pero, a pesar de los esfuerzos israelíes para
revigorizar los Comités comarcales con un apoyo masivo, hacia 1983
tuvieron que empezar a disolverse, incapaces de funcionar frente a la
resistencia de la gente. Muchos palestinos consideran ya a los
partidarios del régimen de Abbas como meros colaboracionistas y
delincuentes. Es sólo cuestión de tiempo que los Comités comarcales
de hoy, con su cuartel general en Ramala, dirigidos por Abbas y su
impuesto primer ministro, Salam Fayyad, armados y financiados por
Israel, la Unión Europea y Estados Unidos, sean también disueltos
por el pueblo.
(*) Arjan El Fassed es co–fundador de The
Electronic Intifada.
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