Gaza:
en la ruta del gueto de Varsovia
La
Jornada, 23/09/07
La decisión del régimen
de Tel Aviv de declarar “entidad hostil” a Gaza, con todo y sus
habitantes, determinación imitada de inmediato por el gobierno de
Washington, el cual manifestó por boca de Condoleezza Rice que la
franja sitiada es “hostil a Estados Unidos”, no es un mero gesto
retórico. Tras ese manifiesto vendrán los cortes de electricidad y
la suspensión en el abasto de combustible a la población civil, y
después, posiblemente, una nueva y mortífera incursión de las
fuerzas militares israelíes, y una oleada más de asesinatos de
palestinos. De hecho, las expediciones punitivas han comenzado ya,
aunque en pequeña escala, y en el curso de una de ellas los militares
israelíes aplastaron con un buldózer a un niño palestino de 12 años.
Éste es el acto más
reciente de una campaña criminal de Estados Unidos, la Unión Europea
e Israel, en contra del derecho de los palestinos a la autodeterminación.
La campaña arrancó inmediatamente después de las elecciones
celebradas en Gaza y Cisjordania en enero del año pasado, por cuya
realización había presionado incansablemente el frente de naciones
occidentales, y en las que triunfó el movimiento integrista Hamas.
Aunque los comicios fueron impecablemente democráticos, Washington,
Bruselas y Tel Aviv desconocieron al gobierno surgido de ellos,
encabezado por Ismail Haniyeh, exigieron su remoción y secuestraron
los fondos de la autoridad palestina legítimamente constituida. Al
mismo tiempo, Occidente e Israel otorgaron pleno respaldo a la
presidencia minoritaria depositada en Mahmud Abbas, de la organización
secular Al Fatah, antaño hegemónica. Lograron, con ello, partir en
dos al bando palestino, el cual aparece ahora fragmentado entre una
Gaza controlada por integristas y una Cisjordania en manos de Al
Fatah, movimiento en el que aflora la corrupción y que empieza a ser
visto por una porción creciente de la sociedad palestina como una
marioneta manejada por manos occidentales.
En Gaza, lo menos que
puede esperarse de una población diariamente agredida con los medios
militares más modernos, cercada, sometida al hambre, despojada de
energía eléctrica buena parte del tiempo, de sus recursos económicos
y del control de sus fronteras, sus costas y su espacio aéreo, es que
responda con cohetes artesanales a sus agresores.
La falta de voluntad
del régimen israelí para devolver los territorios que se robó en
1967 y el tamaño de la agresión económica, política, militar y
diplomática contra la población civil de Gaza no sólo justifican,
sino que hacen inevitables acciones de resistencia que no representan
una amenaza militar real para el Estado judío, armado hasta los
dientes y con armas nucleares, pero que exacerban las paranoias y el
chovinismo de los sectores más belicistas de la sociedad y el
gobierno de Israel.
En tal circunstancia,
la amenaza de inminentes castigos colectivos contra la población de
Gaza –acciones inadmisibles según las consideraciones éticas y
humanitarias más elementales, y delictivas de acuerdo con los
instrumentos del derecho internacional– y las presiones del
militarismo israelí para emprender una enésima acción punitiva en
la franja colocan al mundo ante la perspectiva de asistir a una
atrocidad no muy distinta a la perpetrada por los nazis alemanes
contra la población del gueto judío de Varsovia. La diferencia
principal entre aquella situación y la actual no es de esencia, sino
de ritmo y de escala: se perpetra ahora un exterminio más lento –y
más hipócrita–, disfrazado de acción israelí de
“autodefensa”, contra una población mucho mayor que la del
infortunado enclave de la capital polaca.
Ante esta situación
monstruosa e inadmisible, la Comisión Europea se limita a “seguir
de cerca” la declaratoria israelí de Gaza como “entidad
enemiga” y el gobierno de George W. Bush, por medio de Condoleezza
Rice, habla de realizar una “conferencia de paz” carente de
agenda, de sentido y, por supuesto, de las mínimas nociones de
realidad.
En suma, la tragedia
de Gaza, y en general la de la Palestina ocupada y martirizada, es
doble, porque no sólo implica el sufrimiento, la muerte, el exilio,
la cárcel, la tortura, el hambre y la miseria para la enorme mayoría
de ese pueblo, sino también la pérdida, por parte de la comunidad
internacional, de la capacidad de indignación y del sentido básico
de justicia y humanidad.
|