La
agenda genocida de Israel
Por
Victoria Buch
Counterpunch, 19/09/07
La Haine, 25/09/07
Traducción de Oriol Farrés
La fase de limpieza
étnica contra los palestinos ya se ha puesto en marcha en los
territorios ocupados. En el presente, éste es el principal proyecto
del régimen de Israel.
A cualquier persona
imparcial de inteligencia media le bastaría con darse una vuelta por
los territorios ocupados para comprender lo que digo.
La herramienta básica
de la limpieza étnica es, y siempre lo ha sido, el pillaje de tierras
palestinas junto con la expansión de los asentamientos. Varias etapas
del proceso de anexión son evidentes por sí mismas en la parte
originariamente rural de Cisjordania, constituyendo el 60 por ciento
de esta área. Por ahora, el nueve por ciento de Cisjordania ha sido
traspasado al control directo de los asentamientos. Un reciente
trabajo de investigación del Peace Now Investigation (julio de 2007)
revelaba que sólo se está explotando un doce por ciento de toda esta
tierra. “El estado reserva grandes regiones para futuros
asentamientos, fuera de toda proporción para su tamaño, a fin de
prevenir que los palestinos construyan en estas áreas. Una vez una área
se ha cerrado a los palestinos, los colonos empiezan a apoderarse de
otras tierras palestinas adyacentes que están más allá de su
jurisdicción, las cuales son a menudo propiedades de particulares.”
Según B’Tselem,
una organización israelí de defensa de los derechos humanos, ya en
2002, el 41,9 por ciento de Cisjordania estaba asignada a los consejos
regionales israelíes. Y durante años, toda el área rural C ha
estado bajo control administrativo de la llamada “Administración
Civil”, la cual, en estrecha colaboración con otras ramas del ejército
israelí y con los colonos, se esfuerzan para hacer tan miserable como
sea posible la vida de los palestinos; con el objetivo clarísimo de
obligarlos a marcharse. (Se puede encontrar más información en la
revista Occupation Magazine, la página web de los activistas
antiocupación israelíes).
En lo que queda de
Cisjordania, los palestinos se han convertido en auténticos
prisioneros dentro de sus ciudades y pueblos. Cada aspecto de la vida
palestina normal: economía, salud, educación, está siendo aplastado
por una máquina burocrático-militar muy bien organizada, enmascarada
como un sistema de seguridad. A saltos, el lazo corredizo que
estrangula la existencia de los palestinos se aprieta más y más.
Esta limpieza étnica, mediante demolición de casas y destrucción de
campos, también se persigue diligentemente por el estado de Israel
contra sus propios ciudadanos de etnia beduina, que residen en el
desierto de Nagev (véase la excelente película documental en la página
web de Adalah –el Legal Center for Arab Minority Rights).
Todo esto apenas se
registra en las mentes de mis compatriotas. No es de extrañar, puesto
que queda cubierto por un monumental pero ingenuamente creído engaño
de “negociaciones con Abu-Mazen, esfuerzos diplomáticos y promesas
de gestos de buena voluntad hacia los palestinos” (que nunca se
concretan, o se concretan y realizan marginalmente por cortos períodos
de tiempo). Por sus propias razones e intereses, algunos políticos
palestinos, incluyendo al Presidente Abbas, deciden participar en esta
farsa.
Un judío-israelí
medio no sabe –o no quiere saber– nada sobre el programa de
limpieza étnica ejecutado por su estado –ella o él prefiere verlo
como parte de la “guerra contra el terrorismo”—.
Los ciudadanos judío-israelíes
viven en una realidad virtual, deliberadamente producida para ellos
por los líderes políticos, los medios de comunicación y el sistema
educativo. En esta realidad, los israelíes figuran como los buenos
chicos, luchando por su existencia, y no como colonizadores y
ocupantes. En este mundo virtual, se cree que nuestro gobierno ha
trabajado duro para conseguir un acuerdo de paz con los palestinos; y
que si este objetivo no se ha alcanzado, es por culpa de la
intransigencia de los palestinos. Se admite el impedimento de las
negociaciones por parte de los colonos, pero esos mismos colonos son
vistos como problemáticos extremistas, más que como una ramificación
de la política deliberada y consistentemente anexionista del gobierno
de Israel.
Pero los políticos
clave de Israel sí lo saben –el proyecto de limpieza étnica no
podría funcionar de otro modo—. Me he estado preguntando si cada
nuevo primer ministro del gobierno de Israel consigue un manual donde
se le cuenta de qué va todo, escrito en el pasado por alguien como
Golda Meir o Ariel Sharon. Si no, ¿cómo se podría explicar la
notable continuidad de las políticas de Israel en los Territorios
Ocupados durante los largos años de Ocupación? ¿Cómo es posible
que los mapas actuales de los asentamientos judíos y los enclavaes
palestinos se correspondan con los proyectos de Droble y Sharon para
colonizar Cisjordania, preparados hace décadas?
Sin embargo, me
inclino a pensar que no existe tal manual, y que se espera que cada
ministro se haga una idea por su cuenta. Yitzhak Rabin pagó con su
vida por lo que entonces pareció ser un esfuerzo sincero para romper
con el programa de limpieza étnica (aunque Rabin nunca intentó
liquidar los asentamientos, y aunque suya fue la infame idea de las
“carreteras de circunvalación” de uso exclusivo para los
colonos); al fin y al cabo, los años de Oslo resultaron ser una
oportunidad de oro para la expansión de asentamientos bajo la
tapadera de un fraudulento “proceso de paz”. Barak, patrocinador
de los proyectos de colonización a gran escala en Cisjordania, parece
haber hecho el último esfuerzo fallido para establecer una (muy
limitada) forma de coexistencia con los palestinos. Pero debe haber
decidido en el último momento que “si no lo puedes vencer, únete a
él”, como lo demuestran sus actuales actividades como nuevo
Ministro de Defensa.
Un reciente ejemplo
se puede encontrar en el artículo “Hamastan como reto”, por
Shlomo Gazit, NRG, 25 de junio de 2007: “Simultáneamente a la total
invasión de la Franja de Gaza, los líderes de Hamas implementaron un
alto al fuego unilateral con Israel. Por una semana entera, ni un
Qassam se disparó en Sderot, ni tampoco en el distrito circundante.
Pero luego, sólo después de un día como Ministro de Defensa, el
nuevo Ministro [Ehud Barak] autorizó una nueva operación para buscar
a gentes que figuraba en las listas de búsqueda y captura en la región
de Khan Younis. Cinco palestinos fueron asesinados, mientras otros
fueron heridos. Como por arte de magia, los disparos de Qassams hacia
Sderot se reanudaron al día siguiente.”
El mantenimiento de
la violencia de baja intensidad aparece como necesario para las
continuadas políticas israelíes que presentan a los palestinos como
terroristas, y a los proyectos de colonización israelí y a las
operaciones para aplastar a los palestinos –en Cisjordania y en la
Franja de Gaza–, como parte de una “guerra contra el
terrorismo”.
Fue Sharon, un político
brillante, quien, con la excusa de “desentenderse de Gaza”,
convirtió el programa de la limpieza étnica en el “único juego de
la ciudad” en la política israelí. Por ahora, todo el sistema
sionista ha sido reclutado, desde los colonos de Hebron hasta el
Shomer Hatzair (movimiento socialista juvenil), los cuales, como
reclutas, suministran cobertura militar a los propios colonos. Las
actuales políticas del Estado de Israel están determinadas por la
fusión del insaciable apetito de tierras de los colonos con el
insaciable apetito de “acción” de los generales. Los líderes
elegidos que ejecutan estas políticas van desde partidarios de todo
corazón a más o menos cómplices que viven preocupados por sus
carreras. Actualmente, no hay ningún líder que se oponga activamente
al programa de limpieza étnica. En el fondo, existe el siempre
creciente murmullo de propaganda que identifica a los palestinos
–tanto a los ciudadanos como a los no ciudadanos– con un peligro
demográfico que debe ser atajado.
La política israelí
hacia los palestinos se puede resumir brevemente con esta consigna:
“infligidles todo el daño posible”. ¿Qué tipo de final del
juego ven los líderes israelíes? El núcleo duro de los
nacionalistas lo dice en voz alta: “desplazamiento”, esto es,
expulsión de los palestinos. ¿Pero qué piensan los líderes de las
corrientes principales –los que de hecho están llevando a cabo la
expulsión (actualmente, la expulsión interna, a los ghettos
palestinos y enclavamientos)—? La operación está demasiado bien
organizada como para pensar que nunca se haya sido planteado su
objetivo final.
Creo que el objetivo
final de nuestros dirigentes es poner en marcha un segundo Naqba. Si
no, ¿cuál es la razón de esa continua provocación de los
palestinos hacia la violencia? Cualquier persona mínimamente enterada
entiende que las políticas israelíes en los Territorios Ocupados
conducirán, tarde o temprano, a un eventual paroxismo de violencia.
No me digan que nuestros líderes nunca han pensado en ello. Por
supuesto que entre ellos hay unos cuantos oportunistas completos a los
que no les importa nada más que el mero hecho de mantener el poder.
Pero alguien está tirando adelante la limpieza étnica. Sharon fue el
principal entre ellos; pero a juzgar por la continuación
excelentemente organizada de su política, sus socios se han puesto
enseguida a la faena. Esta gente tiene grandes expectativas en la
violencia. Tienen sus ojos puestos en el premio que pueden ganar:
Cisjordania. Una explosión de violencia permitiría al Estado de
Israel anexionar toda Cisjordania, es decir, deshaciéndose de la
mayoría de sus habitantes palestinos. Igual que en 1948. Éste es, en
mi opinión, el tan esperado “final del juego”. ¿Dónde esperan
meter a tantos palestinos? ¿En Jordania? ¿En la Franja de Gaza? ¿En
Siria? No lo sé.
¿Tendrá éxito la
limpieza étnica? Los responsables de estas políticas obviamente
cuentan con ello. El comienzo está ahí, con la actual Administración
de EE.UU. apoyando a Israel en todo lo que hace, y la UE y los países
árabes incapaces o poco dispuestos a plantar cara a los EE.UU. Es
probable que la próxima explosión de violencia la empiecen los
desesperados y desamparados palestinos; y luego, por enésima vez,
nuestra maquinaria propagandística será capaz de mostrarnos al mundo
como víctimas, y a los palestinos como culpables. Las respuestas
israelíes serán presentadas como acciones en legítima defensa. Más
tarde, la historia podría juzgarlo de otro modo, pero mientras tanto
(si la constelación política actual persiste por un tiempo), a quien
le importan los palestinos.
Pero a largo plazo,
el desastre amenaza a Israel. Esto es así porque Israel es una nación
pequeña, y los palestinos tienen también una nación de tamaño
similar, pero que además es parte del vasto mundo musulmán. La
experiencia de Sudáfrica sugiere que el sistema de tipo apartheid
impuesto a los palestinos no es viable en el futuro, aunque en el
principio parezca invencible. Como ejemplificó la invasión del Líbano
el año pasado, el rendimiento del ejército israelí se está
deteriorando, corrompido por los años en que ha operado como milicia
colonial.
Al mismo tiempo, los
generales se están volviendo cada vez más desenfrenados y
temerarios. La economía israelí depende del apoyo del igualmente
temerario sistema político-corporativo de los EE.UU., pero este caro
apoyo es poco probable que dure para siempre. La habilidad de los
EE.UU. para dirigir el mundo probablemente va a disminuir mientras
Rusia y China adquieren más poder e influencia. Y puede que más
importante todavía: la Cúpula de la Roca –el tercer lugar más
sagrado del Islam– esté en juego.
Desde mi punto de
vista, Israel se ha embarcado en políticas suicidas. Algo así ya
sucedió en la historia del pueblo judío, hace unos 1940 años –ver
“The Jewish War” escrito por Flavius Josephus. Y
exactamente como en aquellos tiempos, la mayoría del pueblo israelí
no se da cuenta de que está siendo arrastrado al desastre por sus
propios líderes.
(*)
Victoria Buch es una profesora universitaria israelí, activista
anti-ocupación y miembro del comité de redacción de la Occupation
Magazine www.kibush.co.il.
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