Lo
que los sionistas aprendieron de los nazis
Por
Richard Weyndling, para Gara
OIC–Palestina, 16/10/07
La maquinaria
propagandística nazi retrató a los pueblos judío y gitano como «inferiores».
En Israel es común tipificar a los palestinos como personas malvadas
y una amenaza.
«El Pianista», película
de Román Polanski, cuenta a través de la experiencia de un
superviviente la encarcelación, resistencia y expulsión de las casi
450.000 personas del gueto judío de Varsovia entre 1940 y 1945. Pocas
películas históricas tienen una carga de actualidad tan
espeluznante.
Viendo «El Pianista»,
un espectador palestino en Gaza se sentiría plenamente identificado
con el protagonista. Una comparación del desarrollo del plan nazi de
expansión hacia el este con la política expansionista seguida por
sucesivos gobiernos israelíes en su intento de creación del Gran
Israel revela un notable paralelismo.
En un primer paso
–para crear un estado de opinión pública que aceptaría la «solución
final»– la maquinaria propagandística nazi retrató a los pueblos
judío y gitano como untermenschen o «pueblos inferiores».
Documentos nazis también alertaban de que las zonas de pobla– ción
judía representaban «focos de infección» que amenazaba la salud de
las grandes poblaciones alemanas que vivían en la Polonia de
entonces.
En Israel es común
tipificar a los palestinos como personas intrínsecamente malvadas y
una amenaza para la sociedad israelí.
Un estudio hecho por
Daniel Bar–Tal de la Universidad de Tel Aviv de 124 libros de texto
israelíes encontró repetidas caracterizaciones del pueblo palestino
como «hostil, cruel, inmoral e injusto», y de los palestinos como «ladrones,
sangrientos y asesinos». Jóvenes israelíes preguntados por el
concepto que tenían del árabe respondieron en un 80%: «alguien
sucio con una cara terrorífica». Igual que la población alemana
durante la guerra, la población israelí ha sido condicionada sicológicamente
para aceptar la aplicación de medidas brutales.
La siguiente etapa de
la política nazi en Polonia fue la confiscación de la propiedad judía.
Sólo en Varsovia 13.000 viviendas fueron confiscadas y regaladas a
familias alemanas y polacas. 2.600 tiendas y comercios también fueron
cerrados. La población judía sufrió un repentino y dramático
empobrecimiento. Acto seguido, a finales de 1940, se creó el gueto de
Varsovia. 450.000 personas estaban obligadas a compartir un espacio de
tres kilómetros cuadrados detrás de muros de tres metros coronados
de alambre de púas. La entrada y salida por 15 puertas controladas
por tropas alemanas estaban regidas por un sistema de pases.
Un proceso paralelo
ha ocurrido en Palestina, aunque por razones políticas las
autoridades israelíes han actuado con un ritmo más pausado contra la
población palestina. La confiscación de tierra y propiedad palestina
empezó en 1948 cuando el Ejército israelí echó a cientos de miles
de ciudadanos cristianos y musulmanes de las fronteras de lo que es
ahora el Estado de Israel. Y el proceso ha seguido imparable hasta el
día de hoy.
Ariel Sharon, el
carnicero de Sabra y Chatila, dio comienzo a la creación de guetos físicos
cuando llegó al poder en Israel en 2001. Rodeó Gaza y en menor
medida Cisjordania con muros y vallas de hasta ocho metros de alto y
de cientos de kilómetros de largo. Gaza, ahora cerrado a cal y canto,
tiene un millón y medio de personas hacinadas en 360 kilómetros
cuadrados, la mayor densidad poblacional del mundo. Las únicas
salidas están controladas por soldados israelíes.
En Varsovia, como
ahora en Gaza, la combinación de hacinamiento, aislamiento y pobreza
hizo disparar las enfermedades, la desnutrición crónica y el
desempleo masivo. Para mantener el orden en tales condiciones, los
nazis dependían de la colaboración de una policía judía que gozaba
de muchos privilegios. Israel sigue la misma estrategia, intentando
crear una policía colaboracionista dentro de Gaza y Cisjordania para
reprimir a la resistencia espontánea que surge entre personas
obligadas a soportar condiciones tan terribles.
El intento ha
fracasado en Gaza porque el Gobierno de Hamas reaccionó expulsando a
Mohammed Dahlan y su Seguridad Preventiva. En Cisjordania el
presidente Abbas parece por ahora dispuesto a jugar el papel de
colaboracionista.
En el último capítulo
del gueto de Varsovia los pocos supervivientes se levantaron contra
los nazis, pistolas contra cañones y cocteles molotov contra aviación
moderna. Los nazis cortaron el agua y la luz y entraron destruyendo
todo casa por casa. Después de tres semanas de heroica resistencia,
no quedó nada del gueto.
Algo similar esta
pasando en Gaza. La resistencia palestina responde con cohetes
caseros, rifles, piedras y grandes dosis de valentía a los ataques
constantes del Ejército israelí. Incapaz de acabar con la
resistencia y temeroso de las bajas en sus propias filas que supondrían
una reocupación, el Gobierno israelí responde cortando el suministro
de agua y luz a la franja.
La historia se
repite, la víctima se convierte en verdugo. Los nazis, sin necesidad
de preocuparse por la opinión mundial, decidieron en 1942 organizar
el exterminio de las poblaciones de los guetos en Auschwitz y
Treblinka. Israel no se atreve –todavía– a aplicar medidas tan drásticas,
aunque no faltan los políticos en Israel que abogan abiertamente por
una expulsión masiva de la población palestina. Lo increíble es que
Israel haya podido hacer lo que ha hecho delante de las cámaras de
todos los medios de información pública y con el conocimiento de
nuestros gobiernos.
Más increíble aún
es la reacción de estos gobiernos, supuestamente defensores de la
libertad y de los derechos humanos. Han aprobado el expansionismo
israelí y han montado un boicot contra la población palestina.
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