Por
Ali Abunimah (*)
The Electronic Intifada, 17/10/07
Rebelión, 24/10/07
Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R. (**)
El 'Proceso de Paz
para Oriente Próximo' es como uno de esos shows extravagantes de
Broadway de gran presupuesto. Permanecen en escena durante años, pero
con cada reestreno cambia el elenco. Lo que para algunos puede parecer
como una agotada producción, se las ingenia, no obstante, para
permanecer fresca para las multitudes incautas que quieren pagar el
precio de la entrada.
Sin embargo, lejos
del concepto teatral –unas horas de escape de la realidad–, los
productores del Proceso de Paz para Oriente Próximo esperan que el
público realmente crea lo que está viendo en escena, como si lo que
se representa en Madrid, Oslo, Londres, Washington o Sharm al–Sheikh
fuera la vida real, y que incluso tiene el potencial para acabar con
el conflicto originado por un siglo de colonización sionista, apoyada
por occidente, en Palestina.
En el último
reestreno Condoleezza Rice interpreta a la Secretaria de Estado
estadounidense resuelta a traer el largo conflicto en curso a un
espacio cerrado, con una habilidad diplomática diseñada para poner
en su sitio un 'proceso' que con el tiempo lleve a una solución de
'dos estados'. George Bush, cansado de que le encasillen como un
militarista, prueba el papel de presidente lame–duck (que no tiene
posibilidades de ser reelegido, N. de T.), que después de pasarse
años posibilitando la colonización israelí, ahora, con un ojo en su
legado, se compromete por última vez a acabar apaciblemente con el
conflicto.
Otros actores
importantes son Mahmud Abbas, un colaboracionista sin color cuya
única base de poder son las armas estadounidenses e israelíes que lo
mantienen instalado en su zona verde de Ramala en sustitución del
difunto Yasser Arafat como líder de los palestinos, y Ehud Olmert,
suplente de Ariel Sharon que dejó la escena inesperadamente.
La estrella invitada
especial, Tony Blair, que acaba de completar una larga y polémica
carrera como Primer Ministro de una potencia europea marginal, espera
que unirse al reparto del proceso como 'el enviado especial del
Cuarteto' pueda insuflar vitalidad a una carrera cada vez más
lánguida.
De vez en cuando la
realidad estalla sobre el escenario e interrumpe el espectáculo; y
eso ha pasado otra vez justo cuando los productores están listos para
enfrentarse a la gira en Annapolis, donde el presidente Bush planea
celebrar una reunión de importantes líderes en algún momento de
este otoño.
La semana pasada,
justo después de que los representantes de Abbas se reunieran con sus
colegas israelíes para intentar componer una 'Declaración de
Principios' y presentarla en Annapolis, el ejército israelí anunció
la expropiación de casi 300 acres de tierra palestina de Jerusalén
Este con el propósito de ampliar los ya abultados asentamientos sólo
para judíos que diseccionan Cisjordania y hacen imposible un estado
palestino contiguo. Desde que empezó el proceso de paz en 1993,
Israel ha confiscado una superficie equivalente al tamaño de
Washington DC para la construcción de colonias sólo para judíos,
totalmente seguro que ninguno de los actores en escena levantará un
dedo para detenerlo.
Rice finge
frustración: 'Francamente ya es tiempo de establecer un estado
palestino', dijo en una conferencia de prensa con Abbas.
'Sinceramente, tenemos mejores cosas que hacer que invitar a la gente
(a la cumbre de Annapolis) a una sesión fotográfica'. Y tendrá
suerte si consigue sólo eso. Probablemente ya la fecha de la reunión
se eche para atrás, no sólo debido a la acelerada colonización
israelí, sino porque a pesar del giro no hay ningún acuerdo
fundamental entre israelíes y palestinos en los detalles de lo que
debiera parecer una solución de los dos estados. Como ya he defendido
en alguna parte y en mi libro, One Country, la paz mediante la
partición es una fantasía inalcanzable.
Es más, ninguno de
los actores tiene la credibilidad o la fuerza para negociar en nombre
de aquellos a quienes pretende representar. Abbas y sus camaradas no
elegidos son, a los ojos de muchos palestinos, insignificantes
colaboradores resueltos a hacer todo lo que puedan para mantener sus
puestos en la mesa de los dirigentes. A pesar de un deseo aplastante
de unidad entre los palestinos Abbas, chantajeado y sobornado por la
Unión Europea y Estados Unidos, se niega a hablar con Hamás para
restañar las fisuras causadas por los empeños de las milicias
armadas de Fatah, apoyadas por Israel y EEUU, para subvertir los
resultados electorales de la elección de enero de 2006 que ganó
Hamás. No puede haber ninguna conversación seria de paz sin Hamás a
bordo.
Olmert, que está
defendiéndose de múltiples investigaciones por delitos de
corrupción, encabeza una coalición cuya mayoría depende de judíos
racistas que no pueden apoyar la paz y la igualdad con los palestinos
bajo ninguna circunstancia. La semana pasada Tony Blair se reunió con
uno de esos líderes de la coalición, el viceprimer ministro Avigdor
Lieberman, que encabeza el protofascista partido israelí Beitenu.
Según Haaretz, Lieberman le dijo a Blair que cualquier solución del
conflicto israelo–palestino 'tiene que incluir también a los
ciudadanos árabes de Israel y la base para un acuerdo debe ser un
intercambio de tierra y una transferencia de población'. En otras
palabras, no puede haber paz sin la expulsión de más de un millón
de ciudadanos palestinos de Israel. Lieberman ha prometido
repetidamente derribar al gobierno si Olmert discute en Annapolis
'temas centrales' como las fronteras, los asentamientos y los derechos
de los refugiados palestinos expulsados por Israel.
Haaretz no tomó nota
de la reacción de Blair a esta renovada llamada a la limpieza étnica
de un importante cargo israelí (¿Cómo habría reaccionado Blair si
Ian Paisley hubiera declarado públicamente que no podría haber paz
en Irlanda del Norte sin la expulsión de todos los católicos de los
seis condados para que la supremacía protestante pudiera
perpetuarse?). Pero una medida de lo arruinado que está el proceso de
paz es que los responsables de la UE y de EEUU se reúnen de buena
gana con apologistas de la limpieza étnica confesos del calibre de
Lieberman (probablemente la base por la que fue elegido) y todavía se
niegan a tratar con Hamás, el representante elegido democráticamente
por los palestinos bajo la ocupación. Los líderes de Hamás han
ofrecido repetidamente a Israel un alto el fuego a largo plazo y
negociaciones sobre el modelo de Irlanda del Norte que llevaron
exactamente al Acuerdo de Belfast del que Blair está tan orgulloso.
Blair parece incapaz
de entender que lo que acabó con el conflicto de Irlanda del Norte no
fue su encanto, sino la aceptación por todas las partes del principio
fundamental de igualdad entre todas las personas sin tener en cuenta
la identidad étnico–religiosa y la reforma progresiva de las
instituciones estatales, como la policía que había sido la milicia
más sectaria con uniformes oficiales, igual que la policía y el
ejército israelíes al robar la tierra para los judíos no son sino
los secuaces más sectarios de las milicias con uniformes.
En Palestina–Israel,
eso significa derogar todas las leyes israelíes que sistemáticamente
privilegian a los judíos y perjudican a los ciudadanos no judíos,
acabar con la tiranía militar de Israel en los Territorios Ocupados y
permitir que los refugiados vuelvan a sus casas. Nada parecido estará
en la agenda de Annapolis y por lo tanto el intento fracasará.