Inmunidad a los
marines, una cara de la intervención
Paraguay–Estados
Unidos: la agenda oculta
Por Raúl Zibechi
Masiosare, México, 06/11/05
La fórmula
"comercio más seguridad" de la administración Bush avanza
en América del Sur gracias a la debilidad de algunos gobiernos de la
región y a la pasividad de otros La inmunidad diplomática que
concedió el parlamento paraguayo a las tropas estadounidenses encendió
la señal de alarma. De forma inmediata comenzó a especularse con la
posibilidad de que Washington instalara una base militar en Mariscal
Estigarribia, donde en los años ochenta técnicos estadounidenses
construyeron un enorme aeropuerto con una pista de 3 mil 800 metros en
la que pueden operar aviones B–52, C–5 Galaxy y C–130 Hercules y
es capaz de albergar a 16 mil soldados a sólo 200 kilómetros de la
frontera con Bolivia. Pese a los desmentidos de Washington y Asunción,
los objetivos de la superpotencia fueron quedando en claro con el paso
de los meses.
Uno de los hechos que más
llamó la atención, al mostrar que toda la operación formaba parte
de una "agenda oculta", fue la forma como se conoció la
decisión del parlamento paraguayo de conceder inmunidad a las tropas
de Estados Unidos. El 26 de mayo el Congreso votó la inmunidad, pero
pese a la importancia del tema la noticia no fue recogida por los
grandes medios regionales ni mundiales. ABC Color de Paraguay dedicó
un pequeño espacio al tema y La Jornada de México publicó un artículo
relevando la información, pero los principales medios de Brasil y
Argentina demoraron mucho tiempo en darle la debida difusión. 1 Algo
importante comenzaba a suceder sin que nadie pareciera inmutarse.
Viraje diplomático
y militar
Según todos los
indicios, la administración de George W. Bush decidió imprimir un
giro a su política sudamericana al comenzar el año 2005. ¿Qué
sucedió en esas fechas? En febrero el gobierno de Néstor Kirchner
negoció una quita de 60% de la deuda externa argentina, pero la
decisión contó con el apoyo del gobierno Bush y, en todo caso, más
allá de alguna tirantez con el FMI no generó mayores problemas.
Tampoco parece haber jugado un papel decisivo en el viraje de
Washington la separación "amistosa" de Brasil del FMI ni la
derrota de la Casa Blanca a la hora de imponer un secretario general
de la OEA a su medida, sucedida en abril.
Por el contrario, la
Cumbre de Guayana, celebrada a fines de marzo en Venezuela no podía
pasar desapercibida para la administración Bush. La reunión entre
los presidentes de Brasil (Luiz Inácio Lula da Silva), Colombia (Alvaro
Uribe), España (José Luis Rodríguez Zapatero) y Venezuela (Hugo Chávez),
irritó a la administración estadounidense, que optó por criticar
frontalmente la venta de armas españolas a Caracas por valor de mil
300 millones de dólares. Venezuela ya había comprado a Rusia 100 mil
fusiles de asalto y 40 helicópteros de combate, y ahora España le
proporcionaba diez aviones de carga, cuatro corbetas y otros tantos
guardacostas. "Estoy preocupado", dijo el secretario de
Defensa, Donald Rumsfeld, y agregó que "no será bueno para el
hemisferio". Pero no fue esa la principal preocupación de
Estados Unidos. La Declaración de Guayana, firmada por los cuatro
mandatarios el 29 de marzo, significaba en los hechos un respaldo
tanto a la creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones que
une al Mercosur con la Comunidad Andina, como un apoyo a las
iniciativas chavistas de Petroamérica y Petrosur, que propician la
integración energética de la región. Una mayor coordinación política
y además iniciativas de integración económica, en las que
participan los dos mayores países sudamericanos (Brasil y Argentina),
suponían un verdadero aislamiento de Washington en la región que
resulta clave para su hegemonía mundial, que tendía a consolidarse
por un largo periodo.
La respuesta fue
fulminante. En menos de un mes la secretaria de Estado, Condoleezza
Rice, realizaba una gira por la región que la llevó a visitar
Brasil, Chile, Colombia y El Salvador. En esas fechas la prensa
europea informaba que Estados Unidos "vuelve a dirigir su atención
a Brasil", para procurar el apoyo de ese país "en la
estabilización de una región cada vez más volátil" 2.
El mismo día The New
York Times señalaba que el gobierno de Bush estudiaba "una
estrategia a largo plazo que podría significar un endurecimiento de
su posición frente al presidente venezolano Hugo Chávez, después de
concluir que mantener una posición pragmática con él es
imposible". El endurecimiento con Caracas formaba parte y era
también la excusa del viraje que busca involucrar a toda la región.
Según otros analistas,
al precipitarse la crisis política en Brasil, el gobierno de Bush dejó
de lado sus dudas acerca de la capacidad de ese país para cumplir el
"mandato" estabilizador de la región encomendado por
Washington, y optó por tomar directamente cartas en el asunto. En esa
misma dirección, sectores de las elites regionales consideran que
"se equivocan quienes sostienen que el gobierno de George W. Bush
no tiene una política con respecto a América Latina. En realidad esa
política existe, goza de buena salud y prosigue sumando nuevos
escalones a su proyecto"3.
El proyecto consiste en
"comercio más seguridad", y ante el fracaso del ALCA busca
arreglos particulares que cumplan el mismo objetivo. El analista
sostiene que la incapacidad de Argentina y Brasil demasiado volcadas
hacia sus problemas domésticos– para instaurar una "zona de
seguridad democrática" en el Cono Sur, genera un vacío que será
ocupado por Estados Unidos al elegir a Paraguay, "un país clave,
como eje de un planteo de seguridad".
Paraguay, el eslabón
más débil
Poco después de la
gira regional de Rice se desencadenaron una serie de hechos: el 5 de
mayo Estados Unidos movió sus piezas para que el Congreso paraguayo
aprobara el ingreso de tropas, que se concreto el día 26, en el mayor
secreto. El 10 de junio el vicepresidente paraguayo, Luis Castiglioni,
visitó Washington donde se reunió con el vicepresidente Dick Cheney,
el secretario de Estado, Donald Rumsfeld y el entonces secretario de
Estado para Asuntos Hemisféricos, Roger Noriega. El 1 de julio arribó
a Paraguay el primer contingente de 500 soldados estadounidenses y el
7 de ese mes la embajada en Asunción emitió un comunicado
asegurando, ante la alarma registrada, que no existe la intención de
establecer una base permanente en el país. Finalmente, el 16 de
agosto Rumsfeld desembarcó en Asunción en una breve gira que lo llevó
también por Perú, país que ha sido presionado para que conceda
también inmunidad a las tropas estadounidenses.
En tanto, la prolongada
y demoledora crisis política brasileña (instigada por Estados
Unidos, según denuncias de periodistas locales4), viene paralizando
durante cuatro meses al gobierno de Lula. Según miembros del grupo
Periodistas Independienes de Brasil (JIBRA por sus siglas en portugués),
el ex presidente Fernando Henrique Cardoso visitó Estados Unidos en
febrero de este año, donde mantiene estrechas relaciones con Henry
Kissinger. Cardoso envió un recado a Bush en el sentido de que debería
estar más atento a la región para evitar el surgimiento de
"nuevos Hugo Chávez"; y a su retorno a Brasil anunció que
el país viviría una crisis institucional. Según miembros de JIBRA,
han sido vistos en el apartamento de Cardoso en San Pablo funcionarios
del consulado estadounidense.
En julio, poco después
de la llegada del primer contingente de tropas estadounidenses, el ejército
brasileño realizó maniobras simulando la defensa de la estratégica
represa hidroeléctrica de Itaipú. El 12 de junio el Senado ya había
debatido el tema a instancias de Alvaro Dias, del socialdemócrata
PSDB, quien señaló que "con los ojos en Roberto Jefferson
(quien había instalado el clima de crisis con denuncias de corrupción
contra el gobierno), no estamos atentos a lo que pasa en
Paraguay". Dijo más: "En nuestro entorno la presencia
militar estadounidense es importante", en referencia a la
actividad militar de EEUU en Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú, y añadió:
"No es la primera vez que nos sentimos amenazados, sobre todo con
el pretexto de combatir al terrorismo que se instalaría en la Triple
Frontera, como si ella fuese una extensión de Irak" 5.
En la misma sesión el
senador laborista Jefferson Peres propuso que así como los países
del Mercosur firmaron una "cláusula democrática", que
supone que una dictadura no puede formar parte del bloque, aprueben
ahora "otra cláusula estableciendo que terceros países sin
mencionar a Estados Unidos no pueden instalar bases permanentes en
ninguno de los Estados miembros sin previa consulta y aprobación de
todos los miembros". Sin embargo no hubo ninguna intervención de
senadores del PT en esa sesión, pese a la gravedad del tema abordado.
Por otro lado, la política
neoliberal del gobierno de Lula da Silva parece haber sido
particularmente negativa para los demás países de la región,
incluyendo a sus más cercanos aliados del Mercosur.
A los constantes roces
comerciales entre Argentina y Brasil debe sumarse lo que un analista
señala en el sentido de que ambos países "han venido
subestimando a Paraguay y Uruguay", y muy en particular al
primero, que en su opinión sentiría "menoscabo"6.
En realidad, una política
asentada en el libre comercio es contradictoria con la unidad
continental. Brasil, único país capaz de liderar la unidad, ha
optado a diferencia de la Venezuela de Chávez por darle prioridad
a las relaciones comerciales con países que ofrezcan grandes mercados
a sus exportaciones de productos primarios (China, India, Sudáfrica,
además de la Unión Europea y Estados Unidos). En América del Sur,
las relaciones están teñidas de cierto expansionismo
("imperialismo") económico a la vez que se buscan
implementar acuerdos para obras de infraestructura que, como la salida
al Pacífico, redundan en beneficio exclusivo del país mayor.
El reciente inicio de
las obras para construir la carretera interoceánica es un buen
ejemplo. La vía que en dos años unirá el Atlántico y el Pacífico,
a través de unos 2 mil 600 kilómetros de accidentada geografía,
unirá tres puertos peruanos con el brasileño de Santos, tiene un
costo aproximado de mil millones de dólares. Brasil aportará 70% del
costo total del proyecto, pero será su principal beneficiario en la
medida que está incrementando notablemente su comercio con países
asiáticos, y en particular con China 7.
En esas condiciones es
imposible generar consensos para promover la integración. Más aún,
la política basada en el libre comercio genera rispideces entre países
que deberían ser socios y aliados. La presencia de la brasileña
Petrobras en Ecuador, donde explota pozos en zonas indígenas, así
como su participación en la explotación gasífera en Bolivia (país
donde las empresas brasileñas controlan 20 por ciento del producto
interno bruto ), va generando "huecos" por donde opera la
política de Washington.
En una situación de
este tipo no debería llamar la atención que un pequeño y débil país
como lo es Paraguay, que no encuentra salida a sus problemas en el
marco de un Mercosur paralizado y en crisis, busque alianzas con
Estados Unidos, país con el que pretende establecer un Tratado de
Libre Comercio. La política de "comercio más seguridad"
avanza no sólo por las ambiciones imperiales de la administración
Bush sino, sobre todo, por la incapacidad de trazar alternativas
genuinas por parte de quienes deberían enfrentarlas.
Notas:
1.
"Paraguay permitirá ingreso de tropas estadounidenses",
Stella Calloni en La Jornada, 31 de mayo de 2005.
2.
Financial Times, citado por Folha de Sao Paulo, 26 de abril de 2005.
3.
Natalio Botana en La Nación, 29 de agosto de 2005.
4.
Brecha, 24 de junio de 2005.
5.
Senado Federal de Brasil, en www.se
nado.gov.br
de 18 de julio de 2005.
6.
Rosendo Fraga, "Significado de la presencia de Estados Unidos en
Paraguay", 25 de agosto de 2005.
7.
Prensa Latina, 7 de septiembre de 2005.
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