Las
mafias protegidas desde el poder asesinan a periodistas que las
denuncian
La
línea de la muerte
Por
Julio Benegas Vidallet
Desde
Asunción, 01/09/07
Han
matado a Tito Palma, un chileno chusco, como un ex suegro mío. A sus
48 años, creía íntimamente todavía en la autoridad, con la
formalidad de la investidura chileana. Pronto, sin embargo, se
paraguayisó, con sus mujeres, sus hijos y sus suegros, el clima y
otros detalles muy nuestros. Lo mataron anteanoche, en la casa de su
pareja, a quien la hirieron. Estaba preparando maletas para regresar a
su país, porque ya no podía más. Se lo dijo en una entrevista a Víctor
Benítez que allá, en Mayor Otaño, se traficaba combustible y otras
cosas y que él no podía callarlo, pero que las propias autoridades
estaban metidas.
Tito
Palma era radialista, de corazón. En el 2004, el Minsterio de
Interior sacó una resolución por la cual se lo iba a deportar, a
pedido de las autoridades locales. Desde su radio las molestaba. Por
una intermediación del Sindicato de Periodistas, el entonces ministro
Orlando Fioroto derogó la resolución y pidió disculpas.
Ahí,
muy cerca, en otra frontera con Argentina, San Rafael, amedrentaron a
principio de año al compañero Oscar Bogado, de Ultima Hora, y en un
camino vecinal, un febrero de 2006, balearon al compañero Augusto
Roa, de ABC Color. Salió con vida de la ejecución al igual que el
dirigente campesino Benito Gavilán, en Mbuyapey, que sobrevió para
contar la historia de cómo una bala le atravésó el ojo y el cráneo,
pero no le tocó las cuerdas vitales.
Por
la línea Sur- Este ahora pasa de todo: marihuana, coca, cigarrillos,
combustibles. Este eje de la mafia ocupa gran extensión territorial.
En
en el eje norte, en el 1991, en Pedro Juan Caballero, acribillaron a
Santiago Leguizamón, director de radio Mburucujá, luego de varias
amenazas de la mafia de drogas. En 1997, ejecutan, en Yby Yau, a
Calixto Mendoza, también periodista radial.
En
2004, ejecutaron, cuando intentaba pasar a Sapucai, al también
radialista Samuel Román, de Capitán Bado. La mafia del rollo, en
Capiibary, se llevó la vida del compañero Salvador Medina, en el
2000. Le segaron la vida en un camino vecinal cuando en moto se dirigía
de la radio a su casa.
Es
muy probable que detrás del supuesto crimen pasional de la compañera
periodista, igualmente de radio, Yamila Cantero, Santiago Misiones, se
haya perpetrado un silencimiento de corte mafioso. Es muy probable.
Yamila apareció muerta debajo de su entonces pareja, un suboficial,
quien, de acuerdo con reporte y crónicas policiales de la época (la
policía, la policía...) la mató y él se suicidó.
El
campo está que arde. Sus pueblos fronterizos o los pequeños enclaves
en camino del tráfico de armas, drogas, cigarrillos, rollos, viven
inapelables dictaduras. Allí el político es jefe, patrón, mandamás,
mburuvichá como los diputados Magdaleno Silva o Julio Colmán,
capataces y representantes de las mafias locales, de los Ximenes
Pavao, los Cabeza Branca, los Fad Jamil. Paradójico: aun los jefes
reales de la zona son brasileños.
Controlar
los espacios públicos: la justicia, la intendencia y las radios
locales es un eslabón de ese poder, para controlar y proteger los
sistemas de producción y distribución de la merca, la tala de
bosques, las pistas clandestinas.
Primero
intentan comprar (lo consiguen con muchas personas), luego amenazan y
si la gente no se disciplina puede venir la muerte, como ocurriera
probablemente con Tito Palma y con los demás compañeros citados y
con cerca de 100 dirigentes campesinos en su lucha por la tierra desde
1989 a esta parte.
La
ocupación territorial de la mafia es vasta y se consolida día a día,
con datos nuevos. El Estado no está ausente como suele decirse sino
que es resultado de una construcción mafiosa, organizada durante la
dictadura stronista y que en este período de "transición"
se ensanchó. Muestras hay a montones, pero una clarísima es la
ausencia de radar para controlar el tráfico aéreo. Por decirlo
mejor, más claro, menos vago: el Estado, en nuestro país, es la
correa de protección de la mafia.
Muy
envalentonados con la Concertación, con lo que dice Nicanor, Calé o
Jaeglli no se discute el tema en la agenda pública así como no se
discute cómo se piensa salir del monocultivo, parar la expulsión
campesina, romper con la triangulación. Por complicidad, por temor o
porque íntimamente negamos, como tantas realidades, este asunto va
camino a lo peor.
Gran
parte del país está devastado, arrasado y ocupado o por la
agroexportación o la mafia sicaria de las drogas, las armas y otras
mercancías y un Estado que los representa. Ahí está un gren frente
de batalla. Necesitamos miles de cab1ezas y manos para romper el
cerco, antes que llover sobre mojado.
*
Julio Benegas Vidallet
fue secretario del SPP (Sindicato de Periodistas del Paraguay).
Entre
Kike y Tito, apenas la mafia
Antes
del séptimo día
Por
Alfredo Boccia
Última
Hora, 01/09/07
Cuando
Enrique Kike Galeano reapareció vivo luego de su huida al Brasil, habíamos
sostenido que a pesar de lo extraño de su comportamiento, la situación
de fondo no había cambiado. No pensábamos entonces que esto podría
ser comprobado mucho más rápido de lo que lo hubiéramos deseado.
Dos sicarios han acribillado a balazos a Tito Alberto Palma, en Mayor
Otaño, Itapúa. Tito Palma era un periodista chileno radicado en
nuestro país desde hace muchos años.
A
priori, ambos casos comparten pocas similitudes: los dos eran
comunicadores rurales de radios comunitarias, trabajaban en zonas
pobres, eran pobres ellos mismos y denunciaban abusos de las
autoridades locales. Luego, aparecen las diferencias. Pero, ¿importan?
¿Importa acaso que un caso haya ocurrido en una localidad del norte
del país y otro en una del sur? Ambos radialistas fueron amenazados
por una mafia viscosa y poco visible y ambos descartaron, con toda lógica,
recurrir a la ayuda de las autoridades policiales.
Tanto
en el norte como en el sur, todos están convencidos de que la Policía
está comprada.
¿Importa,
acaso, que las denuncias de Kike afectaran a grupos que operaban con
el narcotráfico, en tanto que las de Tito a bandas de contrabandistas
de combustible? ¿Le parece relevante que en el primer caso los
sospechosos estuvieran vinculados a políticos colorados y en el
segundo a políticos liberales? ¿Cuándo le ha importado a la mafia
el carné de afiliación partidaria?
Kike
Galeano se asustó y huyó del país. Cometió el error de no avisarle
a nadie que sobrevivía en las calles de São Paulo. Pero gracias a
eso, salvó su vida. Tito Palma fue expulsado del país hace cuatro años
-por estar "indocumentado"- a instancias de las autoridades
a quienes molestaba. Pero la presión de sectores sociales y de la
prensa logró que la decisión fuera revocada. Y Tito volvió. Fue un
error que le costó la vida.
Ambos
sintieron el frío aliento de la muerte inminente. Kike comentó con
varios compañeros de profesión las amenazas que recibía. Tito habló
al aire con Víctor Benítez -en la que sería su última entrevista-
dos días antes de morir. Costumbre de radialistas rurales paraguayos
esta. No puedo evitar recordar la última conversación de Santiago
Leguizamón con Humberto Rubín, antes de que su sangre manchara una
calle de Pedro Juan Caballero.
Cuando
Kike apareció con vida, muchos -Nicanor, con estridencia- festejaron
lo que, dijeron, había sido una orquestación de la prensa. Los
asados de desagravio intentaban disimular que los mafiosos seguían
allí, brindando con -y por- ellos. Hoy nadie tiene nada que festejar.
Tito Palma no volverá. Y hablaremos de nuevo de lo que siempre
supimos: el poder de las mafias nos devora. Domina territorios, compra
autoridades, acalla denuncias e intoxica con plomo a quienes la
enfrentan.
Pero,
si nos callamos, será peor. Parece ingenuo, pero si el temor nos
enmudece, nuestra sociedad será devorada por la violencia mafiosa.
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