Brasil II
Perspectivas y
problemas de la recomposición política
Por
João Bragga y Roberto Ramírez
Socialismo o Barbarie (revista), Nº 17/18, noviembre 2004
En
el artículo precedente, señalamos cómo el gobierno Lula cierra una fase
de la historia del movimiento obrero y de la izquierda que comenzó a ser
escrita en 1978 y terminó en 2003. De esta manera finaliza el ciclo del
que fue el mayor partido obrero del hemisferio sur. Esto ha sido así,
porque tanto la vanguardia como sectores de las masas de trabajadores que
creyeron en Lula y el PT vieron frustrados sus demandas de reformas que el
PT siempre defendió. Al llegar Lula a la presidencia, quedó
definitivamente probado que se había pasado con armas y bagajes al campo
de la burguesía. El proceso de adaptación social y gestión burguesa que
venía siendo implementado en las prefecturas (municipios) y los gobiernos
estaduales petistas quedó claro nacionalmente.
Esto
abrió, objetivamente, un nuevo capítulo de recomposición política y
organizativa del movimiento obrero y social, cuyas primeras líneas
están siendo escritas en el presente momento. Ha comenzado un proceso
tanto político como sindical, cuyo paralelo es el iniciado a fines de los
70, que llevó a la conformación del PT, la CUT y después, en los anos
90, el MST. Lo que está ocurriendo principalmente es la búsqueda por
parte de la vanguardia de nuevos parámetros y organismos para dar expresión
a la lucha contra el capital.
Este
proceso se caracteriza por el rompimiento de la vanguardia y
posiblemente de sectores todavía minoritarios de masas con el PT y la cúpula
de la CUT, acompañado al mismo tiempo con los fenómenos
contradictorios de la “negación de la política”, por un lado,
y la disputa entre dos proyectos de construcción política, por el
otro. Estos dos proyectos son los del PSTU y el P-SoL.
Estratégicamente
y por sus posibles consecuencias a largo plazo, este curso de crisis y
ruptura con el PT es el hecho político más importante. Es que las
formas en que finalmente desemboque, van ser determinantes, para bien o
para mal, en las próximas décadas de la política brasileña.
Las
movilizaciones contra la reforma de la previdência y el inicio de la
recomposición
Las
expresiones que asume esta crisis política son múltiples. Naturalmente,
como siempre sucede en estas circunstancias, hay sectores de masas y
también de activistas que caen en el escepticismo, en la negación de
“la política” y “los partidos” en general.
Este
tipo de expresiones, habituales en estas crisis, a veces pueden
confundirse como algo “progresivo” en sí mismas, porque aparecen como
“negando y rechazando todo”. En verdad son muy contradictorias y su
resultante, si no superaran esa limitada y necia “negación de la política”,
termina siendo estéril y hasta reaccionaria.
Así,
uno de los mayores peligros de la experiencia con el PT en el gobierno, es
que muchos saquen la conclusión escéptica y derrotista de que, al fin de
cuentas, es imposible cambiar nada. Esta es, por supuesto, la
“lección” que la burguesía y sus medios quieren imponer, que la
gente se resigne a la rotación de gobiernos de “izquierda” y de
“derecha”, que aplican sin diferencias las mismas políticas dictadas
por “el mercado” y el FMI... porque no se puede hacer otra cosa...
Esto es lo que también se predica desde el mismo PT y la dirección de la
CUT, con lenguaje más “de izquierda”: “no es posible hacer algo
distinto...”
Pero
junto a ese peligroso escepticismo (que ha ganado a muchos de los que
creyeron que con Lula “la esperanza venció al miedo”), también
comienza a darse lo contrario. Ante la bancarrota del PT (y de las
direcciones sindicales, estudiantiles y de movimientos sociales como el
MST cooptadas por el gobierno Lula), se ha iniciado en la vanguardia la
búsqueda de una recomposición.
Tanto
a nivel político como sindical, este proceso fue desencadenado el año
pasado a poco de asumir Lula, por la lucha contra la reforma de la previdencia
social (sistema de retiro) que afectaba a los empleados públicos. Un
sector del movimiento sindical y también de la izquierda petista reaccionó
correctamente contra los ataques neoliberales del PT y de Lula.
Hubo
una intensa batalla al interior del PT. Por una lado, la mayoría de la
dirección del PT y de los parlamentarios, tratando de encuadrar al
partido en las votaciones de la reforma. Por el otro lado, toda la
vanguardia de la previdencia social y los activistas sindicales, junto con
un sector minoritario de parlamentarios del PT que enfrentó públicamente
a la dirección del PT y a Lula. Esta lucha fue derrotada y la dirección
del partido procedió a expulsar a los diputados Babá, Luciana Genro, João
Fortes y a la senadora Heloisa Helena.
La
expulsión señalaba una nueva situación. Era la confirmación cabal de
que el PT no solamente no representaba más los intereses de la clase
trabajadora, sino también que era imposible cambiar los rumbos del
partido. Fue la clara muestra del largo proceso de transformación política
y social del partido, que analizamos en el artículo anterior. Durante
muchos años, amplios sectores de llamada vanguardia petista creyeron que
era posible cambiar el curso del partido y que el aburguesamiento y la
burocratización eran relativos. La expulsión de los llamados
“parlamentarios radicales” no dejaba ya ninguna duda. No existe al
interior del PT la más mínima posibilidad de cambiar el rumbo de su política.
La idea de “partido en disputa” resultó tan ilusoria como la
de “gobierno en disputa”, que analizamos antes.
La
lucha contra la reforma de la previdência desarrollada el año
pasado, fue también la mayor movilización de los trabajadores contra el
gobierno, hasta las actuales luchas de los bancarios y otros sectores. Si
bien marcó una ruptura política y sindical, no implicó al mismo
tiempo el inicio de un fuerte y sostenido ascenso de las luchas obreras y
populares. Esto se combina con otro hecho importante para definir el momento
en que estamos de esta recomposición: que todavía ella involucra
esencialmente a la vanguardia.
La
situación de la lucha de clases no es de pasividad. Se producen huelgas y
también movilizaciones importantes, como la de los profesores y empleados
de las universidades de São Paulo y las protestas estudiantiles y
populares contra el aumento del transporte en varios estados, y ahora
especialmente la lucha de los bancarios.
Sin
embargo, aún no se puede definir que se haya producido un salto y un
ascenso generalizado de las luchas, que tengan como consecuencia un
cambio radical de la situación política y de las relaciones de fuerza
entre las clases. Probablemente, estemos en una situación preparatoria
de ese cambio, donde tanto en la clase trabajadora como en sectores de las
clases medias urbanas y en el campo se desarrollan “procesos
moleculares” –para utilizar el concepto de Trostky– de un creciente
y profundo descontento, acompañado del sentimiento de que las cosas
van a ir de mal en peor. La burlada esperanza de un cambio que
determinó el voto masivo por el PT, se combina con un empeoramiento de
las condiciones de vida de la mayoría: del empleo y del salario para
los trabajadores, de la redoblada presión fiscal sobre las clases medias,
y de la miseria y la criminalidad para la enorme masa de excluidos. En la
vanguardia esto se expresa en que todo está puesto en discusión.
Estas
presiones que se acumulan en las calderas sociales no han encontrado todavía
la salida de un lucha generalizada, y menos aun de una rebelión al estilo
de las de Bolivia o Argentina.
En esta contención de la protesta juegan un papel relevante los aparatos
burocráticos del PT, la CUT, el MST, la UNE, la UBES, etc.
Sin embargo, no tiene menos gravedad que las masas trabajadoras y
populares no vean todavía una alternativa política en reemplazo de la
fallida esperanza en un gobierno petista que iba a hacer reformas sociales
en su beneficio, en los marcos de la democracia burguesa y del sistema
capitalista. Y esto no sólo tiene que ver con las luchas, sino también
con la dimensión de la ruptura política de sectores de masas con el PT.
Un ruptura que llegue a abarcar a amplios sectores de masas va a estar
relacionada con que ellos puedan ver una alternativa política creíble
frente al PT.
De
allí la inmensa importancia de los procesos de recomposición política
y/o sindical, aunque estos aún abarquen sólo a una vanguardia o a
sectores muy minoritarios de las masas. Son vitales para levantar ante
las masas una alternativa, tanto frente al gobierno y los aparatos
a su servicio, como frente a la “oposición” burguesa que
espera su turno tras el desprestigio del PT.
Si
las masas trabajadoras y populares no llegasen a vislumbrar por lo menos
el esbozo de una alternativa, de una salida, va a ser más difícil que
lleven hasta el fin su ruptura política con el PT, ni que se lancen a
luchas generalizadas. Y si lo hacen, será en condiciones menos
favorables.
Esto
nos remite a las semejanzas y diferencias con la situación de fines de
los 70, cuando se inició el “ciclo PT-CUT”, en medio de un
gran ascenso de las luchas obreras, que al mismo tiempo significaba una
lucha política contra el régimen imperante en ese momento, la
dictadura militar. Por chocar contra una dictadura, la alternativa aparecía
tan sencilla como posible: la “democracia”. Este espejismo facilitó
la mutación al régimen “democrático”... con lo que prosiguió
inmutable el dominio de la burguesía.
Ahora
las cosas se plantean en un contexto muy diferente. Hoy, un gran ascenso
de las luchas obreras y populares iría al choque no sólo contra el
gobierno. También tendería a cuestionar el régimen democrático burgués
y a un capitalismo que ha demostrado ser incapaz de “reformarse” y
otorgar las más mínimas concesiones.
En
resumen: los desafíos y problemas del presente van mucho más allá de la
simple y sencilla “lucha contra la dictadura”, que objetivamente
presidió la gestación y nacimiento del PT y la CUT. Por eso, el
“desarrollo desigual y combinado” entre las luchas y la recomposición
política y sindical, y entre la vanguardia y las masas trabajadoras, hoy
va tener, necesariamente, una trama distinta y más compleja, donde el
factor conciencia-programa-organización aparece como primordial.
Se
frustra un posibilidad unitaria
Frente
a la nueva situación, tanto los diputados radicales como un sector de la
intelectualidad más el PSTU comenzaron conversaciones para fundar un
nuevo partido. Eso podría ser un hito fundamental para la historia del
movimiento obrero en Brasil. Estaba planteada la posibilidad de reunir
toda la vanguardia que rompía con el PT, en una sola organización
socialista y obrera con fuertes rasgos revolucionarios. Si ese nuevo
partido se concretaba, podría organizar a miles de militantes en todo el
país y ser una alternativa real al PT frente al movimiento de masas.
Sin
embargo, ese proceso unitario fue abortado, en gran parte por
responsabilidad del PSTU, por sus actitudes sectarias. El PSTU es el mayor
partido de vanguardia de Brasil. Siendo así, tenía la principal
responsabilidad de tratar de mantener la unidad en ese terreno, que en ese
momento era muy heterogéneo. Lamentablemente, el PSTU trató de imponerse
sobre ese proceso mediante ultimátums y maniobras aparatistas-burocráticas.
En primer lugar quería imponer como cláusula que, después de un plazo
no mayor de dos años, el nuevo partido fuese regido por el llamado
“centralismo democrático”.
Más
allá de las posiciones a favor o en contra del “centralismo democrático”,
fue un grave error tratar de imponer ese régimen a un partido del cual aún
no se sabía cuál sería su programa. Además, el PSTU no tuvo en cuenta
la experiencia reciente de esos militantes con el PT, justamente con el
“centralismo” de la dirección de Lula y Cía. Había que darles,
entonces, las más amplias garantías democráticas, comenzando por el derecho
de tendencias permanentes, pues gran parte de esa vanguardia que se
incorporaba al proyecto de nuevo partido nutría una profunda desconfianza
hacia el PSTU. Es que ese partido es famoso en la vanguardia brasileña
por sus métodos brutales y por la característica que los debates a su
interior suelen resolverse con expulsiones o con “campañas” que hacen
imposible permanecer en el partido a los que pretendan discutir algo.
La
dirección del PSTU hace del “centralismo democrático” y del
“partido leninista” una caricatura que nada tiene que ver con el
“realismo revolucionario” con el que Lenin fue adecuándose a las
cambiantes circunstancias de la lucha de clases, para ir construyendo en
todas ellas el partido revolucionario.
Inicialmente,
un nuevo partido que englobara a la vanguardia que giraba hacia la
izquierda en ruptura con el PT, sería inevitablemente un partido-movimiento,
con corrientes públicas. El mismo PSTU, al principio, llamaba
hasta a las “comunidades cristianas de base” –es decir, a sectores
no marxistas– a sumarse el nuevo partido. Eso era correcto, pero
indicaba al mismo tiempo un hecho de la realidad: la amplitud y heterogeneidad
de las fuerzas que se movían hacia la izquierda. Al principio, este
partido-movimiento no podía ser inicialmente otra cosa que un frente
único de corrientes revolucionarias y centristas que se orientaban hacia
la izquierda, al que se incorporarían miles de activistas obreros y
populares, la mayoría ex PT, que tampoco vendrían con los ánimos
dispuestos a acatar “órdenes” sin ser convencidos. Por supuesto, el
proceso, los plazos y las formas en que se fueran homogeneizando e
integrando en un partido revolucionario centralizado, no se podían
establecer “por decreto” desde arriba.
El
PSTU podría haberse integrado –interviniendo en ese proceso como su ala
izquierda y “revolucionaria”– para que se fuera decantando de
manera “natural”, dando batallas programáticas y políticas en
relación a los hechos relevantes de la lucha de clases, desarrollando una
paciente labor pedagógica sobre esa amplia vanguardia, etc., etc. Partía
con la ventaja de ser la corriente orgánicamente más fuerte. Dentro del
nuevo partido-movimiento, si impulsaba orientaciones correctas, se hubiese
ido imponiendo por peso propio.
En
vez de este camino paciente, constructivo y político, la dirección del
PSTU optó por asestar a la vanguardia dos ultimátums organizativos.
El primero, ya mencionado, fue el de exigir a plazo fijo “centralismo
democrático” (en versión PSTU). El segundo ultimátum fue peor aun:
que el proceso de legalización del nuevo partido se daría a partir de
2005 (o sea, cuando comenzara a regir el “centralismo”). Mientras
tanto la legalidad sería del PSTU.
Si
lo del “centralismo democrático” se podía justificar con el pretexto
del “partido revolucionario leninista”, lo de exigir que la legalidad
electoral estuviera exclusivamente en manos del PSTU, para tener así
encadenado al resto, era una maniobra digna de un politiquero de suburbio.
El PSTU inició acerca de esto una polémica pública con un argumento
surrealista: para que el nuevo partido no recayera en el electoralismo del
PT, no debía buscar su legalización. Dicho de otro modo: si el PSTU tenía
legalidad, eso no era “electoralismo”; en cambio, si el nuevo partido
se legalizaba, entonces pecaba de “electoralismo”.
La
segunda cláusula era una maniobra en el sentido de apropiarse del
movimiento (gracias a la ventaja de tener legalidad electoral) y no de ser
un proceso real y paciente de construcción de un nuevo partido. Al
negarse a iniciar un proceso de legalización inmediata, el PSTU buscaba
ganar tiempo, “incorporando” a los parlamentarios a su estructura. Eso
le abría la posibilidad de lograr puestos electivos en las elecciones
municipales de 2004 y crecer nacionalmente, capitalizando a la vanguardia
como única alternativa al PT. Con eso se daría una situación de hecho,
en la que el PSTU sería “el” partido.
Todo
esto generó una reacción furiosa de los sectores que rompían con el PT
y que se negaban a caer en esa trampa. Hubo, entonces, una fractura en el
proceso de construcción de un nuevo partido, y el PSTU quedó marginado.
Cabe
aquí responsabilizar principalmente a la dirección del PSTU por este
desastre, aunque no hay que esconder que también, en algunos de los
sectores que rompían con el PT, la marginación del PSTU fue recibida con
satisfacción. En ellos, el rechazo al PSTU tenía que ver no sólo con su
aparatismo burocrático sino con sus posiciones más “a la izquierda”.
De
esta forma fue abortada la posibilidad de construir una alternativa al PT
mucho más amplia, y que hubiera sido un gran polo de atracción. Desde el
primer momento, habría sido un partido de millares de militantes y
luchadores socialistas, con una intervención sindical de masas y con
expresión parlamentaria.
Los
más grave es que nada de esto ha hecho reflexionar a la dirección del
PSTU. Por el contrario, la ha elevado a un nivel de sectarismo mayor aun.
La lógica de este camino la ha llevado a desarrollar la nada original
teoría de ser prácticamente la única corriente verdaderamente
revolucionaria de Brasil y aun del mundo entero. Antes, llamaban hasta a
las comunidades cristianas de base a organizar juntos un nuevo partido.
Ahora, el resto de la humanidad que no pertenece al PSTU (o a sus grupos
afines en otros países), es caracterizado como un pantano traidor y/o
oportunista, en el que son más o menos lo mismo Lula que las corrientes
que rompieron con el PT, y donde los que aún no traicionaron seguramente
lo van a hacer en futuro.
[3]
Esta
teoría se corresponde con prácticas que no ayudan al proceso de
recomposición en curso en el movimiento de masas brasileño ni al
desarrollo de sus luchas. Ante todo, porque son un obstáculo al necesario
frente único para combatir al gobierno Lula y a sus aparatos.
Así,
los ataques al P-SoL más que las críticas al gobierno Lula, son
frecuentemente el centro de la prensa del PSTU. En este camino, ha llegado
al extremo de plantear que se opone a que el P-SoL tenga legalidad
electoral. La legislación antidemocrática del estado brasileño,
determina que para poder presentarse a elecciones, el P-SoL debe
recolectar una enorme cantidad de firmas (alrededor de 450.000) que apoyen
ese derecho. No se trata de afiliaciones ni de adhesiones
al partido, sino sólo de un apoyo democrático al derecho
de presentar candidatos. El PSTU hace públicamente campaña para que
la gente no firme sosteniendo ese incuestionable derecho democrático del
P-SoL.
La
idea que tiene de sí mismo y de las otras corrientes obreras y de la
izquierda, determina en el PSTU otro rasgo clásico de las sectas: la
tendencia a tratar de convertir en colaterales a organismos de la
vanguardia o del movimiento de masas que deberían ser de frente único.
Así,
a nivel político, mientras saboteaba el frente único que hubiera logrado
reunir a la mayoría de la vanguardia, el PSTU impulsaba un fantasmal “Movimento
por um Novo Partido” constituido sólo por algunos de sus militantes
y amigos. Durante meses trató de hacer pasar esta colateral como un auténtico
frente único político, contrapuesto al que estaba constituyendo el P-SoL.
Este
“Movimento” fracasó por completo y, a nivel político, el PSTU
quedó aislado y muy mal visto por el resto de la vanguardia. Pero el PSTU
logró empalmar con el proceso de recomposición que se da a nivel del
movimiento sindical y que analizaremos luego. Por iniciativa de
sindicatos ligados al PSTU junto con otros sindicatos (algunos de derecha,
de la central Força Sindical), y sobre la plataforma de lucha contra la
reforma sindical, se constituyó la Coordenação Nacional de Lutas
(Conlutas).
La
Conlutas ha conseguido aglutinar a importantes sectores y militantes
radicalizados y combativos. Pero el mérito innegable que ha tenido el
PSTU con esa iniciativa, se ve contrastado por su impulso a hacer de
Conlutas no un amplio y genuino frente único, sino una colateral
controlada con métodos aparatistas.
La
formación del P-SoL
El
fenómeno extraordinariamente progresivo de la recomposición del
movimiento obrero y de masas ha comenzado entonces, a nivel político, con
un problema serio: la división entre el PSTU y el resto de
las corrientes agrupadas ahora en el P-SOL.
Esto,
por supuesto, no detiene el proceso de recomposición política, sindical
y del movimiento de masas en general, que tiene raíces más profundas que
este incidente entre direcciones. La recomposición es motorizada, por un
lado, por el hecho de que sectores de la vanguardia (y también de una
minoría de las bases) empezaron a ver que sus antiguas direcciones políticas
y sociales están “del otro lado”, gobernando contra ellas y al
servicio de sus enemigos. Y, también, por la necesidad de reagruparse
para defenderse del ataque que viene desde arriba (congelación y recorte
de salarios, desempleo, “reformas” laboral, sindical y universitaria,
etc.)
Tras
la marginación del PSTU, los llamados “parlamentarios radicales”
iniciaron una caravana por el país anunciando la formación de un nuevo
partido. A este proceso se unieron varias corrientes oriundas del PSTU.
Paralelo a este desarrollo se inició un debate en torno al programa y
estatuto del nuevo partido. Finalmente, en junio de este año fue fundado
el P-SoL. En su fundación han confluido sectores provenientes del PT
–como la CST (corriente encabezada por el diputado Babá), el MES (de la
diputada Luciana Genro) y otros grupos menores, además de figuras públicas
como Heloísa Helena y João Fontes, y los intelectuales Milton Temer,
Carlos Nelson Coutinho, etc.– y otros que habían salido del PSTU
–como Socialismo e Liberdade y el MTL (Movimento Terra Trabalho e
Liberdade)–.
Es
un proceso interesante, pues arranca de varios orígenes, aunque es muy
fuerte el componente que proviene de la corriente trotskista-morenista. Se
trata de un proyecto abierto y en disputa, con muchas contradicciones y
problemas, pero que tiene en principio un signo progresivo. El hecho de
estar siendo un polo de aglutinación de corrientes socialistas y de
militantes que se ubican en el espectro político a la izquierda del PT,
no puede ser menospreciado. Hay grandes posibilidades de construir un
partido socialista, que comience a tener cierta influencia en sectores de
masas, y que sea una referencia para la clase trabajadora.
Tras
el fracaso de su tentativa de hegemonizar por medios aparatistas y burocráticos
este proceso, el PSTU hace una caricatura de todo esto. Agita la
caracterización de que la recomposición política tiene dos expresiones,
ambas ya definidas y cristalizadas: una,
“revolucionaria” (por supuesto, el PSTU, únicos revolucionarios de
Brasil y casi del planeta Tierra); otra, “reformista”, (por supuesto,
el P-SoL). Esta caricatura le permite también disimular sus
responsabilidades en la división.
La
realidad es más compleja y contradictoria. La nueva organización política
no nace en verdad como un “partido” en sentido estricto, sino más
bien como un movimiento pluralista, que deberá ir construyendo aún
muchas de sus definiciones programáticas, políticas y organizativas. Ese
es el desafío colocado en la práctica con el surgimiento del nuevo
partido.
La
configuración que ha asumido inicialmente la recomposición política de
la izquierda brasileña plantea entonces complejos problemas.
Por
un lado, existe un partido de vanguardia sólido y militante, y que trata
de presentarse como “más a la izquierda” –el PSTU–, pero que
tiene características y políticas de secta, prácticas
aparatistas y nada democráticas, y además la equivocada idea de que eso
es ser un “partido leninista”. Aunque ha tenido un crecimiento
cuantitativo, mientras mantenga esos rasgos está orgánicamente
incapacitado para ser, por sí solo y exclusivamente, el punto de atracción
de la mayoría de la vanguardia.
Por
el otro, se constituye un nuevo partido-movimiento –el P-SOL–, que
reivindica una construcción democrática, que podría ser capaz de
agrupar a vastos sectores en ruptura con el PT, pero en el que también va
a presentarse como uno de sus factores el peso importante de una
herencia oportunista no saldada completamente. Es que la progresiva
ruptura con el PT, no ha significado lógicamente que de un día para el
otro todos los que confluyen en el P-SoL hayan sacado hasta sus últimas
consecuencias las lecciones del “ciclo PT” y hayan cambiando críticamente
muchas de las concepciones con que actuaron en ese período.
Existen,
entonces, una serie de elementos contradictorios que intervienen en la
formación del P-SoL y que deben ser afrontados para poder salir adelante
como una alternativa para la clase trabajadora. En el artículo anterior,
en relación a eso, vimos algunas cuestiones teórico-políticas y del
programa. Aquí nos gustaría considerar tres problemas más inmediatos:
la política para el movimiento obrero, la posición del P-SoL
en las elecciones municipales de octubre y finamente cómo el
partido se ubica internacionalmente.
¿Qué
política para el movimiento obrero?
La
actual política de la dirección cutista no es simplemente una
radicalización del proceso de burocratización y derechización en que
viene la Central desde hace casi dos décadas. Ahora la CUT ha sido
transformada en un instrumento fundamental del “sistema de
gobernabilidad” del gobierno Lula, cumpliendo un papel estratégico en
el sentido de acotar, sabotear y manipular las luchas, procurando
garantizar la estabilidad necesaria para la aplicación de las políticas
neoliberales y de ataque a los trabajadores. La diferencia, por lo tanto,
no es simplemente de grado, sino de un cambio fundamental en el
papel de la burocracia de la CUT.
Esto
quedó claro, primero, en la posición adoptada por la CUT ante las
movilizaciones contra la reforma de la previdência, cuando se
alineó con el gobierno contra lucha de los empleados públicos en huelga.
De la misma forma no ha hecho nada para combatir contra la reforma
tributaria y la vergonzosa propuesta de salario mínimo de 260 reales. Al
mismo tiempo, ha abandonado la bandera histórica de la libertad y autonomía
sindical, participó de la farsa del Forum Nacional do Trabalho (FNT),
organismo tripartito organizado por Lula al inicio de su mandato con el
fin de promover el “pacto social”. Por último, la CUT ha tenido un
papel determinante en la elaboración de la propuesta de reforma sindical.
Este proyecto, acordado con los patrones y el gobierno, la CUT y las
centrales pelegas, profundiza la tutela del estado, reciclando y
“modernizando” la vieja estructura sindical corporativa y avanzando en
la liquidación de la democracia sindical.
Durante
los años 90, la ofensiva neoliberal sumada al retroceso de las luchas
proporcionó las condiciones para acelerar y acentuar el mencionado
proceso de burocratización y derechización. La CUT abandonó por
completo la tarea de organizar la resistencia de los trabajadores contra
los efectos de la política neoliberal, en especial la reestructuración
productiva. Pasó a actuar más como una ONG, preocupada en hacer lobby
por los corredores del Congreso y los ministerios. Al mismo tiempo, a
guisa de “modernización”, la burocracia cutista incorporó
crecientemente los valores y las políticas del universo neoliberal.
Asimismo, como señalamos en el anterior artículo, todo un sector de la
dirección se integró directamente a la burguesía, concretamente a su
sector financiero, poniéndose al frente de la administración de fondos
de pensión.
La
CUT no sólo se recusó a dirigir la lucha de los trabajadores contra los
ataques neoliberales, sino que también no se dispuso a organizar la
inmensa masa de desempleados y trabajadores informales, así como a los
nuevos segmentos que surgieron o crecieron como consecuencia de la
reestructuración productiva. La estructura burocratizada, aburguesada y
osificada de la CUT no incorporó las mudanzas ocurridas en la estructura
y anatomía de la clase trabajadora durante los años de Collor y FHC.
Todos
estos elementos se conjugan ahora con el hecho de que la CUT se ha
dedicado a proveer cuadros para los primeros escalones del gobierno,
inclusive ministros. Los dirigentes cutistas ocupan hoy con desenvoltura
altos puestos en los organismos del gobierno federal, percibiendo
fabulosas remuneraciones, estrechando relaciones con los representantes
del gran capital y compartiendo con ellos la tarea de gerenciar el aparato
administrativo-burocrático del estado burgués.
En
los últimos días, la burocracia cutista ha jugado un papel de rompehuelgas
en la lucha más importante de este año, la huelga bancaria. Esta huelga
fue impuesta en grandes asambleas en San Pablo, Rio de Janeiro, Brasilia y
otras ciudades, que pasaron por encima de los dirigentes de la Confederación
Nacional de Bancarios y de la CUT, que se alinearon con el gobierno y los
banqueros.
No
hay posibilidad de rescatar a la CUT como central obrera, en el sentido de un sindicalismo clasista. Esto plantea al movimiento
obrero un problema en un aspecto parecido al de 25 años atrás, cuando se
inició el proceso fundacional de la CUT: la necesidad de una nueva
central y de una recomposición general del movimiento sindical.
Esto,
por supuesto, no significa promover la formación de “sindicatos
rojos” ni de adoptar políticas que aíslen a la vanguardia, pero sí de
impulsar y aprovechar todos los procesos de lucha y el descontento
generalizado de los trabajadores y activistas, para marchar firmemente en
ese sentido.
La
situación de la izquierda sindical
En
el 2003, en medio de la perplejidad y la crisis que ganó a gran parte de
la izquierda, fue uno de los hechos más importantes la apertura del
proceso de recomposición política, del cual la formación del P-SoL es
uno de sus elementos principales. En el campo sindical vienen ocurriendo
también importantes movimientos que consisten en un proceso de
redefinición y reagrupamiento, aunque en un estadio inicial.
En
el campo de la izquierda de la CUT, existía el agrupamiento Fortalecer
a CUT. Aunque heterogéneo políticamente, había buscado articularse
como alternativa a la dirección mayoritaria de la central. Es un espacio
que, con toda su heterogeneidad, contradicciones y situación de crisis de
muchas de sus corrientes, trató de dar respuestas a demandas coyunturales
y a la política de la dirección de la CUT. Pero su propio nombre,
“Fortalecer la CUT”, expresa una indefinición política ante los
rumbos tomados por la central.
El
otro espacio importante es el de Conlutas.
Fue formado hace pocos meses, como ya dijimos, por iniciativa de
sindicatos ligados al PSTU junto a otros sindicatos. Su plataforma inicial
fue la lucha contra la reforma sindical. La Conlutas ha conseguido
aglutinar importantes sectores y militantes radicalizados y combativos.
La
mayor evidencia de esto fue el acto del 16 de junio en Brasilia, donde
Conlutas realizó una importante manifestación de vanguardia de más de
10.000 activistas. Además de eso, en São Paulo, la reunión para
organizar el agrupamiento local Celutas contó con la presencia de unos
700 militantes.
El
aspecto negativo de esto es la política sectaria y burocrática del PSTU,
que hegemoniza Conlutas. Es evidente que el PSTU entrevé en Conlutas el
embrión de una nueva central sindical. Pero al mismo tiempo, con su
sectarismo, actúa en varios frentes con políticas divisionistas, que
atacan a sectores de la izquierda sindical petista en crisis con el
gobierno y la CUT, y a los sindicalistas vinculados al P-SoL. Pero eso no
debe oscurecer el hecho de que Conlutas ha conseguido transformarse en una
referencia importante de muchos militantes sindicales.
Una
concepción de sindicalismo democrático, clasista, anticapitalista y
antiburocrático
El
P-SoL podría ocupar una posición que le permita actuar como espina
dorsal de ese necesario reagrupamiento de la izquierda sindical. Pero para
eso es urgente construir una política sindical clara, que pasa por
promover una profunda reflexión sobre el movimiento sindical, por
un lado, y desarrollar una política de frente único obrero, por
el otro.
La
discusión debería ir más allá de la intervención inmediata en el
movimiento sindical, abarcando una concepción de sindicalismo democrático,
clasista, anticapitalista y antiburocrático. Esto debe traducirse en
una política que rescate principios de democracia obrera, de
funcionamiento colegiado de las direcciones, de no aparatización de los
sindicatos, de prioridad a la organización de base, de defensa de la
proporcionalidad como principio y no como expediente meramente táctico
que se defiende o abandona según las conveniencias, de rotatividad y
renovación de las direcciones, de control de la base sobre la estructura
sindical, de limitación y control estricto de los dirigentes liberados,
etc. Una política que privilegie la actividad de base y la organización
en los lugares de trabajo.
Una
concepción sindical radicalmente clasista y antiburocrática significa
establecer un nuevo paradigma de actuación sindical que, además
de defender políticas de izquierda, luche contra el “dirigismo”
burocrático y busque el fortalecimiento de la autoactividad y la autoorganización
de los trabajadores desde abajo. Además de eso, debe adoptar una política
que rompa con el corporativismo, buscando extrapolar los límites
sectoriales, profesionales y de categorías impuestos por la división
capitalista del trabajo y la estructura sindical corporativa.
Para
eso es fundamental rescatar los valores y lazos de solidaridad
entre los trabajadores de empresas, ramas, localidades y sindicatos
diferentes, procurando romper tales divisiones y crear una unidad
basada en intereses y principios comunes.
Eso
exige también dar una perspectiva de organización y lucha a los
desempleados, vinculando sus luchas a la de los trabajadores con
empleo. Se trata de forjar una unidad que se contraponga a la política
capitalista de dividir a los ocupados y desocupados, para coartar las
luchas de los trabajadores (principalmente en épocas de crisis, cuando
hay un enorme ejército industrial de reserva) y profundizar el nivel de
explotación.
Un
sindicalismo clasista e independiente del estado y los patrones debe tener
como principio fundamental que la sustentación financiera de los
sindicatos se base exclusivamente en las contribuciones de los
afiliados, rechazando los subsidios públicos y el financiamiento
proveniente de relaciones espúreas con empresas privadas u estatales, o
de “proyectos” elaborados para captar recursos de ONGs u
organizaciones sindicales burocráticas del extranjero.
Una
nueva y correcta concepción de sindicalismo debe romper con la estructura
y la política anacrónicas de la CUT. Por lo tanto, debe tener una política
que consiga integrar nuevos sectores que surgieron en el proceso de
reestructuración productiva de los últimos años, como los sectores tercerizados,
tradicionalmente relegados al último plano por la CUT. Debe elaborar,
entonces, una política sindical que parta del análisis concreto de la
nueva anatomía de la clase trabajadora brasileña.
La
necesidad de la unidad y la reorganización de la izquierda sindical, y
las divisiones sectarias
La
tarea de reagrupamiento de la izquierda en el movimiento sindical es
imprescindible para hacer frente al gobierno de Lula y la burocracia de la
CUT. Sin ese reagrupamiento que englobe fuerzas antineoliberales y
anticapitalistas comprometidas a una lucha sin tregua contra el gobierno
petista, difícilmente el movimiento de masas logrará avanzar. Esto
significa luchar por la unidad de todas esas fuerzas. Esas fuerzas,
como vimos, hoy se encuentran dispersas, y están dentro y fuera
de la CUT.
Si
asume una política correcta, el P-SoL puede ocupar una situación
privilegiada para luchar por esa unidad, por el reagrupamiento de la
izquierda sindical en base, por un lado, a acciones comunes puntuales,
y, por el otro, a la construcción de una base política, programática
y sindical, que conforme un polo clasista y anticapitalista.
Evidentemente
tal tarea es compleja y no será viable de un día para el otro, pues
existen innumerables dificultades, como diferencias políticas, de
concepciones, métodos, etc. Pero, en el actual momento, la mayor
dificultad consiste en las divisiones sectarias. Ellas tienen
origen en la política estrecha del PSTU y también en un sectarismo
defensivo y simétrico anti-PSTU que adoptan algunos sectores. Por ese
motivo, antes de avanzar en la cuestión propiamente relacionada con el
reagrupamiento, discutiremos este aspecto.
Una
política correcta debe partir del análisis de la situación de la lucha
de clases, y de las tareas objetivamente necesarias para avanzar en la
lucha de los trabajadores, tanto en términos de conquistas reales, como
de conciencia y organización de clase. Es a partir de esas necesidades
que debemos establecer quiénes son nuestros aliados, nuestras políticas
y métodos.
Por
eso, adoptar una política que excluya por anticipado a tal o cual
corriente (como el PSTU) es un error serio, con consecuencias que podrían
ser graves para el movimiento. Tal actitud significa establecer una táctica
a partir de una definición previa de los aliados, lo que implica una
completa inversión metodológica y política. Significa colocar por
delante de las necesidades objetivas del movimiento obrero, las
divergencias con otras corrientes de izquierda, aunque ellas estén en el
campo clasista y combativo. Por eso, consideramos un error el negarse a
participar en Conlutas y/o a hacer unidad de acción con el PSTU, a
partir de la caracterización de sus proyectos sectarios.
Eso
no quiere decir renunciar a una crítica severa de los errores políticos
y los métodos del PSTU. Hay que hacer esas críticas, pero sin colocarlas
como obstáculo a la unidad de acción. Por otro lado, es equivocado
igualar a Conlutas con el PSTU., basados en el hecho de que este partido
detenta en este momento su hegemonía. Estamos hablando de movimientos y
sindicatos que tienen un carácter de masas y no de partidos o corrientes
de izquierda.
Hoy
vivimos bajo los sucesivos ataques del gobierno Lula, que cuenta con el
apoyo imprescindible de la burocracia sindical. A pesar de las importantes
luchas que se han sucedido, hay que reconocer que todavía no se ha
roto el ciclo de reflujo del movimiento obrero que se inició a comienzos
de los 90. La izquierda en general y la izquierda socialista en
particular están en una situación frágil, defensiva. Es
por eso mismo que ninguno de esos sectores solo puede presentarse como un
polo real que, por su exclusiva cuenta, pueda impulsar las luchas contra
las reformas del gobierno y la burocracia. La unidad de esos
sectores sobre bases clasistas y antiburocráticas, es una
necesidad objetiva y un imperativo de la lucha de clases.
Por
eso es imprescindible desarrollar una política de frente único obrero
entre los sectores de la izquierda de la CUT y con Conlutas, a partir
de luchas y demandas concretas que se plantean los trabajadores, evitando
divisiones artificiales, impidiendo que aspectos secundarios se
sobrepongan a los factores de unidad de acción, sin que eso oscurezca o
impida el libre debate político.
Conlutas,
aunque estructurado nacionalmente, es una coordinadora heterogénea, con
diferencias en cada estado o región, y aún no está consolidado su
perfil político y organizativo. Es un espacio que se puede disputar
políticamente, con el objetivo de contrapesar a sus sectores
derechistas y burocráticos, y luchar por una forma más democrática y
amplia de su estructura.
Con
todo, cualesquiera que sean las dificultades, estamos convencidos de que
el único camino correcto hoy es la superación de la dispersión política
de la izquierda sindical y la lucha por la construcción de su unidad.
Esta es la única política que permitiría al P-SoL tomar la iniciativa,
en vez de responder tardíamente iniciativas ajenas.
Elementos
para una táctica sindical
Un
aspecto importante de esta nueva situación es la necesidad de una táctica
política capaz de combatir eficazmente a la burocracia sindical,
sacando a las masas de su influencia y de las ilusiones que se conservan
en relación al gobierno.
Debemos,
desde ya, iniciar un movimiento de ruptura, explotando las tensiones que
existen entre muchos sindicatos descontentos con el peleguismo cutista.
Principalmente desatando un proceso de embate contra la burocracia
sindical, denunciando abiertamente las políticas de “chapa branca”,
desmovilización, sabotaje y bloqueo de las luchas, contraponiendo
abiertamente políticas clasistas a las políticas rebajadas que no
confrontan las medidas del gobierno Lula.
Pero
las denuncias a la burocracia no son suficientes si queremos preparar a
los trabajadores para la lucha y para dar un giro a la izquierda. Las
denuncias son importantes y deben ser hechas, pero ellas tocan básicamente
a la vanguardia del movimiento. Una política de combate a la burocracia
debe combinar la denuncia (que implica “explicar”, “demostrar” el
contenido de sus políticas) con el impulso a la movilización de masas.
Una
de las razones por la que la burocracia teme movilizar, incluso alrededor
de banderas limitadas, es la perspectiva de pérdida de control del
movimiento. Las luchas específicas pueden sufrir un proceso de
radicalización y ampliación, que ponga en riesgo la situación de la
burocracia y del propio gobierno. Aquí es importante el rescate de la
táctica de frente único obrero, buscando unir a la clase trabajadora en
torno a la lucha por demandas unitarias, dirigiéndonos tanto a la
base como a la dirección.
Los
objetivos de esta táctica son: movilizar a la clase trabajadora en torno
a sus reivindicaciones unitarias; instaurar una dinámica radicalizadora;
desenmascarar cada traición de la burocracia; denunciar las políticas
antiobreras del gobierno; impulsar la actividad independiente, libre de
las amarras de la burocracia; intervenir en el sentido de constituir una
alternativa independiente y clasista para las masas de trabajadores.
Pero
esa táctica sólo tiene sentido si existe un núcleo político
capaz de intervenir de manera decidida en el movimiento, disputar la
dirección y actuar en el sentido de quebrar el control de la burocracia.
Por eso, la constitución y desarrollo del P-SoL como fuerza política
independiente en el movimiento sindical y la conformación de un
campo clasista y anticapitalista que abarque a sectores da izquierda de la
CUT y Conlutas, son elementos imprescindibles en el próximo período.
El
P-SoL y las elecciones municipales
En
octubre de 2004 se realizaron elecciones municipales en todo el país. El P-SoL ya había
iniciado una campaña nacional de recolección de firmas para su
legalización, pero en estas elecciones no pudo tener candidatos propios.
Se le presentó así el problema de qué hacer frente a las municipales.
En esta cuestión se concentraron gran parte de los problemas de la herencia
oportunista que traen al P-SoL varios de los sectores que confluyeron
a su conformación.
En el artículo anterior
ya analizamos cómo la cuestión de la “democracia” fue el “centro
de gravedad” teórico y político del giro del PT desde posiciones
clasistas a la colaboración de clases, para desembocar finalmente en su
transformación en un partido más del sistema. El hecho es que el P-SoL
nace sin haber hecho un claro ajuste de cuentas con esta cuestión
crucial. Ya ha comenzado, evidentemente, a ser un tema de debates políticos
dentro del nuevo partido-movimiento.
A principios de agosto,
la Ejecutiva del P-SoL publicó una Resolución sobre la posición
del partido ante las municipales. El texto presentó problemas graves: ausencia
de combate al régimen democrático-burgués y la falta de un
criterio de clase que orientara el posible apoyo a otros partidos y
candidatos.
En el actual momento, en
que se inicia la construcción del partido, la preocupación central debería
ser marcar con absoluta claridad una posición política de clase.
Mostrar y demostrar que el P-SoL, efectivamente, es un partido
totalmente diferente de todo lo que está allí. O sea, trazar una línea,
una frontera, que lo delimite de todos los partidos del régimen,
especialmente de los que se presentan como “de izquierda” (PT,
PCdoB, PPS, etc.)
En eso, debería seguir
el ejemplo del PT en sus inicios. El PT surgió presentándose netamente
como algo nuevo, marcando una clara diferencia con todos los
partidos existentes. En las elecciones del 82, el PT tenía una nítida
política clasista (trabajador vota trabajador), que además lo
distinguía claramente de todos las viejas organizaciones.. Si hubiera
dado sus primeros pasos dando apoyos y confundiéndose con las alas
“izquierdas” de los viejos partidos y/o personajes el sistema (como
por ejemplo, Brizzola), el PT hubiese muerto al nacer.
Es que aquí se plantea
una cuestión política elemental: ¿qué sentido tiene llamar a
constituir un nuevo partido (lo que implica una negación y una ruptura
con todo lo viejo), si en sus primeros pasos políticos da apoyo a lo que
se pretende superar (y así se confunde con él).
Además, en la resolución,
falta una crítica contundente a uno de los temas que fueron el talón de
Aquiles del PT y de toda la izquierda: el electoralismo. O sea, la adaptación
de los partidos de izquierda a la institucionalidad burguesa de Brasil. ¿Qué
mejor momento que en las elecciones, para hacer con la vanguardia y los
trabajadores una discusión educativa sobre el gobierno, el régimen y las
instituciones?
En la abrumadora mayoría
de la izquierda brasileña siempre se ha notado una ausencia de crítica a
las instituciones del régimen democrático burgués, el parlamento, las
elecciones, el gobierno, la justicia, etc. Existe una desmedida
“respetabilidad” frente a esos fetiches impuestos por la clase
dominante. Con el pretexto de no ser “ultraizquierdista”, la izquierda
fue capitulando y adaptándose vergonzosamente al juego de la dominación
burguesa. Opera dentro de la lógica impuesta por el sistema, sin esbozar
reacciones en contrario. Muchas veces esta adaptación es tan intensa que
¡hay de aquellos que osen levantarse en contra!
Este marco crítico está
ausente de la Resolución. Considera natural que el P-SoL deba
tener posicionamientos en las elecciones municipales, aunque no tenga
candidatos propios. O sea, se continúa operando con la misma lógica de
siempre. Se debe tener posicionamientos en las elecciones, ¡pero
no sobre las elecciones! Y así no se diferencia al P-SoL del PT o
de cualquier otro partido del régimen.
Aparece como otro
partido más, que se va a manejar con la misma lógica impuesta,
porque no tiene la osadía de levantarse y decir a miles de
trabajadores que esta mierda de sistema no va a cambiar con nuestro voto,
que el PT fue el test final de eso, y que sólo podemos confiar
en nuestras propias fuerzas y nuestra propia clase, etc.
A partir de este
posicionamiento principista y orientador, se podía discutir como cuestión
táctica si apoyar tales o cuales partidos o si llamar al voto nulo (como
lo hicieron un grupo de intelectuales de São Paulo, encabezados por
Plinio de Arruda Sampaio y Chico de Oliveira) o a ambas cosas. Pero en
esto tampoco la Resolución de la Ejecutiva orienta bien.
En primer lugar, en la
cuestión del apoyo se omite tener una posición nacional, limitándose
a orientar lo que cada militante decida por su cuenta: “Respetamos
tales candidaturas y el apoyo que sectores o militantes del P-SoL puedan
darles eventualmente, sin embargo como partido no apoyaremos
candidaturas.” Se renuncia así a actuar como partido nacional
y no se asume posición. Y esto se hizo en un momento crítico del
P-SoL, que debe afirmar su personalidad para que lo vea todo el mundo.
En segundo lugar, la
cuestión del apoyo se remite a las instancias regionales,
capitulando al regionalismo electoralista, otra pésima característica
del PT y, en general, de la política burguesa brasileña. Entonces, ¿cuál
es el papel de la Ejecutiva Nacional? Eso no queda claro a partir de la
Resolución. Aunque estas elecciones han sido municipales, han tenido
trascendencia nacional. Y, en relación al P-SoL, han puesto en
juego dos temas nacionales de fundamental importancia: uno, el de
la construcción del P-SoL en todo el país; otro, el de un posicionamiento
claro frente al gobierno.
Sin embargo, esta forma
de actuar tenía una razón de ser. La Resolución dejó las puestas
abiertas para que un sector de los militantes y principalmente de las
figuras públicas del P-SoL –en primer lugar Heloisa Helena– apoyaran
a candidatos de partidos del gobierno, candidatos del PT, del PCdoB,
PPS y otros. Así, en Alagoas, Heloisa Helena apoyó a Regis Cavalcante
del PPS de Ciro Gomes, ministro de Lula, y en Rio de Janeiro a Jandira
Feghali del PCdoB, otro partido con ministros. Allí, Milton Temer se
integró a la coordinación de campaña de Jandira. En Goiânia, el vereador (concejal) Elias
Vaz, hizo una alianza con el PTC (Partido Trabalhista Cristão – Partido
Laborista Cristiano), una organización de derecha que sirvió de
“partido de alquiler” para Fernando Collor de Mello. [5]
A continuidad, en la Resolución, se admitía así la posibilidad de
estos apoyos: “Además de eso, reconocemos que existen caso de
candidaturas con trayectorias de izquierda, que aunque están vinculadas a
partidos de base gubernamental, surgen con críticas a la política económica
del gobierno Lula o a las prefecturas petistas, que tienen representación
real en sectores o luchas de los movimientos sociales y populares.”
¿Cuáles iban a ser
esas candidaturas? ¿La de Jandira? ¿La de Regis? No se dice. O sea, cada
militante debe hacer su juicio de valor. Se omite tomar una posición,
porque “respetamos tales candidaturas y el apoyo que sectores o
militantes del P-SoL puedan darles eventualmente”. O sea, en el
momento en que el P-SoL debería tener una opinión fuerte, de combate
al gobierno y a la oposición burguesa, de tener una posición clasista
e independiente como partido, opta por una posición ambigua
y no de clase.
Más aun: la Ejecutiva
del P-SoL capitula a lo que tiene de más atrasado el sistema político
brasileño: el papel de las personalidades y los parlamentarios por
encima de los partidos. Separa al sujeto del partido, como si no
hubiese ninguna relación entre militante, organización, programa y política.
Por ejemplo, ¿Jandira y Regis son tan diferentes de los partidos que
representan? ¿Por qué se mantienen en ellos? ¿Esas figuras representan
sectores de lucha independiente o están subordinados a la lógica de la
política y al juego del gobierno Lula?
El hecho de que Jandira
haga algunas críticas y a veces haya votado contra el gobierno no
significa gran cosa. Ella sigue siendo miembro activo del partido del
ministro Aldo Rabelo. ¡Los militantes del P-SoL de Rio, o por lo
menos un sector de ellos, llamaron a votar por gente que integra un
partido gubernamental!
Los criterios
presentados por la dirección para orientar a la militancia en el apoyo a
candidatos extrapartidarios, también fueron ambiguos, dando lugar a esas
posibilidades. Se planteaba que los candidatos a apoyar tuviesen:
“a. Vínculos con los
movimientos representativos y las luchas populares y sociales;
“b. Posición pública
y crítica a las políticas del gobierno Lula, en especial su política
económica;
“c. Apoyo democrático
a la legalización del P-SoL.”
Estos
criterios eran tan ambiguos como no clasistas. Un personaje de
cualquier partido (¡no sólo de izquierda!) que tuviese un trabajo de
base, criticase medidas económicas de Lula y apoyara la legalización del
P-SoL podía tener el apoyo de sus militantes. En ese cuadro hasta
encajaba, por ejemplo, Luíza Erundina del PSB paulista. ¡Sólo que esa
figura, que fue del PT, está coaligada con Michel Temer del PMDB, que fue
presidente de la Cámara de Diputados y personaje clave del gobierno de
FHC!
Sin
embargo, detrás de esa política oportunista y capituladora estuvo también
una posición sectaria y aparatista. El PSTU había lanzado una
campaña contra la legalización del P-SoL. En su periódico Opinão
Socialista, uno de los dirigentes del PSTU, Eduardo de Almeida,
escribió un confuso artículo que termina llamando a la vanguardia a no
apoyar la legalización del P-SoL.
Consideramos
esto un grave error político de ese partido. Muestra también hasta donde
llega el grado de sectarismo de los dirigentes del PSTU. Esto debe ser
denunciado con todas nuestras fuerzas... cosa que la Ejecutiva del P-SoL
no hizo. Por el contrario, trató de hacer de la posición de apoyo en las
elecciones una moneda de cambio. O sea, condicionar el voto
por los candidatos del PSTU, al apoyo de este partido a la legalización
del P-SoL. Y esto también fue equivocado.
En
las elecciones, la posición política del P-SoL debió haber sido una
posición de clase y no oportunista. Creemos que lo preferible era
llamar a votar por los candidatos del PSTU o del PCO.
Y donde esos partidos no tuviesen candidatos en el primero o en el segundo
turno, el P-SoL llamaría a votar nulo. El PSTU y el PCO restan en el
campo de la clase obrera, a pesar de ser organizaciones sectarias, que
acostumbran a descalificar a los demás partidos. También estaba en el
terreno de los principios la posición de los intelectuales de São Paulo
que ponían en primer término la propuesta de votar nulo en todas las
instancias. Alguna de esas variantes o la combinación de ellas hubiera
permitido al P-SoL presentarse con un perfil que lo diferenciara netamente
de la “izquierda” del sistema.
Internacional
I: ¿Chávez es el modelo?
El PT fue un modelo de partido que se proyectó
internacionalmente. Lanzó la perspectiva internacional de un nuevo tipo
de partido de izquierda, que aparecía como contrapuesto al modelo
stalinista y socialdemócrata, por un lado, y al bolchevique
revolucionario, por el otro. La elección de Lula sería el test de este
modelo. El PT no pasó este test como alternativa política para la clase
trabajadora latinoamericana. Pero como la política tiene horror al vacío,
está surgiendo en el campo internacional una nueva alternativa
“antineoliberal” que está empezando a ocupar entre la vanguardia el
lugar que una vez fue de Lula. Esa “alternativa” se llama Hugo Chávez.
De la misma forma que en los años 60 y 70 fue Cuba,
en los 80 fue Nicaragua, y en los 90 el PT, ahora quien ocupa la escena
continental es Chávez.
En Venezuela, a diferencia de Brasil o Argentina, está
aconteciendo un fenómeno único. Una combinación económica, social y
política singular han originado una reedición del nacionalismo burgués
típico de los años de la segunda posguerra, en plena época de la
globalización!
Este hecho ha llamado la atención no sólo de la burguesía y el
imperialismo, sino también de la vanguardia latinoamericana.
Chávez, con su “Revolución Bolivariana”, tiene
una retórica antiimperialista fuerte, y ha aparecido como un nuevo paladín
contra Bush. Sin tocar la propiedad de los monopolios y enteramente en los
marcos del capitalismo, está realizando reformas sociales que benefician
principalmente los pobres. En resumen, impresiona a todos por su relativa
independencia, por su coraje en plantarse frente al odiado George W. Bush
y por las reformas que viene haciendo. Esto último contrasta
principalmente con el desastre de los otros líderes del continente, como
Lula y Kirchner, que siguen las sendas del neoliberalismo y constituyen
gobiernos reformistas sin reformas.
Evidentemente, debemos colocarnos en el terreno de
la unidad de acción con el pueblo venezolano contra el imperialismo y los
golpistas. Estuvimos por el No en el Referéndum, y creemos que si la
derecha hubiese vencido, se habría desatado una ola reaccionaria en todo
el país, las reformas obtenidas hubieran sido anuladas y se hubiera
desatado una violenta persecución contra los luchadores obreros y
populares.
Sin embargo, de la misma manera que Castro, el
sandinismo de Nicaragua o el PT, la alternativa Chávez va a ser una
nueva decepción para la vanguardia. La dinámica del gobierno Chávez
es ya conocida históricamente. Como dijimos, ha hecho reformas
beneficiando a los más pobres, pero sin atacar substancialmente las
fuentes de esa miseria, que son las riquezas concentradas en las manos de
los 31 grupos económicos, los altos funcionarios de PDVSA y el
imperialismo.
De la misma manera, a nivel político, Chávez cumple
el papel de encauzar la dinámica revolucionaria de las masas
venezolanas para contenerla enteramente en los marcos del régimen democrático-burgués
–reciclado como “Constitución Bolivariana”–, impidiendo que la
movilización de masas se constituya en un poder obrero y popular que
amenace al estado burgués que preside.
Chávez se apoya sobre el movimiento social, expropiándolo
políticamente para poder controlarlo y contenerlo, como aconteció en
Argentina con el peronismo, fenómeno político que hasta hoy ha
influenciado para bloquear en los momentos decisivos los procesos de
emancipación de la clase trabajadora. Algo parecido está aconteciendo en
Venezuela.
Este modelo, nacionalista burgués, no puede ser el
modelo que el P-SoL defienda. Chávez tiene un carácter de clase distinto
y, en última instancia, opuesto al nuestro, aunque hoy
circunstancialmente esté enfrentado con el imperialismo, como en su
tiempo lo estuvieron Perón, Nasser y tantos otros líderes nacionalistas
burgueses del Tercer Mundo. El P-SoL debe apoyar incondicionalmente a los
trabajadores y al pueblo venezolanos en su lucha contra el imperialismo y
la burguesía golpista. Pero también debe, ante todo, incentivar la independencia
frente a Chávez. El gran impasse que hoy vive la llamada “revolución
bolivariana” es que su mayor líder es al mismo tiempo la mayor traba
para su desarrollo, para un cambio real en las relaciones de poder.
Varias de las corrientes del P-SoL, impactadas por lo
de Chávez, no tienen esta posición claramente independiente. Apuestan a
la esperanza que Chávez vaya “más allá”, a una ruptura con la
burguesía y el imperialismo, parecida a la de Castro hace 40 años. Se
están, entonces, ubicando internacionalmente como una especie de “ala
izquierda” del chavismo. Éste es, por lo tanto, otro punto fundamental
de debate político en el nuevo partido.
Internacional II: el FSM y la necesidad de una
conferencia anticapitalista
El
P-SoL está siendo una forma de reagrupamiento de
fuerzas de izquierda anticapitalistas en Brasil, mientras al nivel
internacional esa dinámica aún no existe en la misma medida, a pesar de
la necesidad de que eso suceda, principalmente en América Latina, que está
pasando por una gran crisis económico-social y que está marcada por
enormes luchas y enfrentamientos.
Es urgente la necesidad de encontrar formas de unir a
la izquierda anticapitalista y los revolucionarios para crear una
alternativa continental y mundial al reformismo. Un momento propicio para
hacer eso sería el próximo Foro Social Mundial que se reunirá en enero
de 2005 en Porto Alegre. Esto pone una enorme responsabilidad sobre todos
los revolucionarios de Brasil y las organizaciones políticas como el P-SoL
y el PSTU.
Pero, lamentablemente, hasta ahora estamos viendo lo
contrario. Los agrupamientos importantes de la izquierda brasileña (PSTU,
P-SoL, etc.) están desarrollando dinámicas de realizar sus fórums
propios, volcados a sus particulares intereses organizativos. Esto es muy
negativo. Están abandonando la posibilidad de utilizar el FSM para
establecer un espacio unitario de los anticapitalistas y afirmar una
alternativa al propio Foro y su dirección reformista.
Más que nunca está colocada la necesidad de
enfrentar la utopía reaccionaria de otro capitalismo posible. El FSM fue
montado como palco para la propuesta del PT y Lula de una nueva forma de
capitalismo, más humana, en contrapunto al neoliberalismo duro. Pero,
como ya vimos eso fracasó rotundamente. Así, es posible y necesario en
el FSM afirmar una nova alternativa, anticapitalista, al reformismo. Eso
sería posible realizando una conferencia abierta de los anticapitalistas
en el FSM. El P-SoL, siendo una propuesta de alternativa política para
los trabajadores y la vanguardia brasileña, debería colocarse al frente
del llamado a realizar esta conferencia, convocando a todas las
fuerzas que se reclamen anticapitalistas.
Es
necesario construir una corriente revolucionaria en el P-SoL
Lo
que está en juego en el proceso de recomposición política y sindical es
la formación de una alternativa clasista y socialista para la clase
trabajadora. Ese desafío debe ser encarado.
Los
problemas que tiene el P-SoL están relacionados con las definiciones de
una perspectiva estratégica. ¿Qué partido quiere ser? ¿Cuáles son
sus ejes estratégicos? Naturalmente, eso no se resuelve de un día
para el otro. Pero mientras tanto los revolucionarios tenemos que actuar
allí para tratar de que se resuelva positivamente. El P-SoL puede
llegar a ser un importante instrumento político de la clase trabajadora,
a partir de que vaya dotándose de un programa y una política de clase
claros. Pero aún falta al partido un perfil nítido, demarcatorio y de
clase. La política electoral y las intervenciones a favor del modelo
chavista de algunas de sus corrientes, apuntan a un camino equivocado, que
no va a acreditar al P-SoL como una alternativa obrera y socialista
consecuente frente al PT.
Por
esas razones es importante actuar al interior del partido con una política
clara y un perfil independiente. Esto hace necesaria la construcción
de una corriente revolucionaria en el P-SoL, que defienda esa
orientación. Esta es una propuesta constructiva que creemos que
deben plantearse todos los luchadores de la vanguardia obrera y juvenil
que vean la necesidad imperiosa de una nueva herramienta política de la
clase trabajadora. O sea, luchar para que el P-SoL sea ese nuevo
instrumento político que no reedite las combinaciones de oportunismo
electoralista y sindicalismo corporativo (que caracterizaron al PT y a
sus alas izquierdas), ni por eso adopte las políticas y los métodos
de secta (estilo PSTU o PCO).
En
última instancia, la vanguardia y los militantes revolucionarios de
Brasil enfrentan –bajo formas y condiciones diferentes– un desafío común
al de la vanguardia de otros países: ¿cómo “pasar en limpio” las
ricas pero contradictorias experiencias de la luchas sociales del siglo
XX, en vistas a formular la estrategia de las revoluciones del siglo XXI?
Dicho de otra forma: el reto político que afronta la vanguardia con el P-SoL
no es más que la versión brasileña de un problema latinoamericano y
mundial. Por lo tanto, esta tarea necesaria tiene un dimensión
internacional e internacionalista que no puede dejar de tenerse en cuenta.
Esto
se refleja en un hecho de la realidad: que hoy prácticamente todas las
corrientes políticas “nacionales” tienen alguna referencia
internacional. Eso sucede tanto con las corrientes del P-SoL como
también con el PSTU, el PCO, etc. Y éste no es un fenómeno exclusivo de
Brasil, en el presente período de “globalización” del capitalismo,.
Ocurre en los demás países y con sectores políticos que antiguamente no
eran precisamente “internacionalistas”. Así, por ejemplo, una
corriente nacionalista burguesa, como el chavismo, hoy con sus
“congresos bolivarianos”, adquiere proyecciones por lo menos
continentales.
Varios
de los puntos fundamentales estratégicos y políticos que nos parece que
debería plantear un tendencia revolucionaria en el P-SoL, ya han sido de
una u otra manera considerados en estos dos artículos. Por otra parte,
excedería sus alcances pretender desarrollar un programa “completo”.
Sin embargo, nos permitiremos subrayar seis puntos en parte ya
examinados.
*
No es posible construir una alternativa para la clase trabajadora, como
aspira a ser el P-SoL, si esa alternativa no tiene un perfil claro y
distinto de todo lo que está allí. Esto significa una defensa
intransigente de la independencia de clase contra toda la vieja
partidocracia de “izquierda” que bajo mil pretextos (el último fue el
de “unirse contra el neoliberalismo”) practicó de una u otra forma la
conciliación de clases. Y esto implica la obligación del P-SoL de cortar
definitivamente los puentes y amarras con esas organizaciones y todos
sus dirigentes.
Y
aquí surgen los problemas. Ya hemos visto como ejemplo lo de las
elecciones, donde se dejó margen para apoyar a candidatos de partidos del
gobierno. ¿Si rompimos con esos partidos, por qué apoyarlos con el voto?
¿Y si ahora los votamos, para qué rompimos? Hay que enfrentar al
gobierno y al reformismo de manera implacable. Y dar apoyo a cualquier
candidato de un partido gubernamental, aunque ese personaje aparezca como
“crítico”, es dar apoyo indirecto al gobierno. Hay que trazar una línea
demarcatoria con todos los agentes del gobierno y del reformismo en el
movimiento de masas, especialmente de los que se presenten como “críticos”,
“más a la izquierda” o “antineoliberales”. Son los peores
porque se especializan en tratar de embaucar a los sectores de vanguardia
y del movimiento de masas que se oponen a los atropellos del gobierno y
los capitalistas.
*
El combate al reformismo tiene como desdoblamiento el combate a la
democracia de los ricos, esa falsa democracia en la cual somos
llamados a votar por candidatos distintos que representan el mismo
programa, el programa económico de Washington. Como alternativa a esto,
el P-SoL debe defender el poder para la clase trabajadora, estimulando su
autodeterminación y autoorganización, no sólo en algunas líneas de su
programa sino en la actividad práctica de todos los días en el
movimientos obrero y los movimientos sociales.
*
Bajo la mencionado pretexto de combatir unidos el neoliberalismo, se hacen
pasar las utopías de que otro capitalismo es posible. El P-Sol debe rechazar
tajantemente no sólo la versión Lula de esta fábula sino también la
versión Chávez, más peligrosa políticamente porque engaña a miles
de honestos luchadores. No hay posibilidad de otro capitalismo. En el
continente y el mundo, todo lo que hemos visto es el avance de la barbarie
capitalista, con el hambre, las guerras y la miseria para las masas y la
opulencia para un puñado de capitalistas. Lo está planteada es la
perspectiva de socialismo o barbarie capitalista.
*
La lucha anticapitalista y por el socialismo exige colocarse en la primera
fila de la lucha contra el imperialismo y la recolonización de Brasil y
América Latina. No podemos hacer aquí política revolucionaria, si no
partimos del carácter cada vez más colonizado de Brasil. Desde
Washington, el FMI y el Banco Mundial dictan las reglas, desde el monto de
los impuestos y el superávit fiscal, hasta cuánto va a ser gastado en
salud, educación, obras públicas y pago de la deuda. O sea, un
“organismo internacional”, al servicio de las potencias imperialistas,
pasa por encima del estado supuestamente “independiente” y
“soberano”.
Son,
entonces, más actuales que nunca estas palabras de Trotsky: “Toda la
humanidad actual, desde los obreros británicos a los nómades etíopes,
vive atada al yugo del imperialismo. No hay que olvidarlo ni un solo
minuto. Pero eso no significa que el imperialismo se manifiesta de la
misma manera en todos los países. No. Algunos países son los conductores
del imperialismo, otros sus víctimas. Esta es la línea divisoria
fundamental de los estados y naciones modernas.”
[8]
Las
ilusiones en la segunda posguerra de “desarrollo nacional
independiente”, por el cual el cual los países de la periferia irían
poniéndose a la par con los países “conductores del imperialismo”,
quedó frustrada. Más aun: uno de los rasgos fundamentales de la
actual fase de globalización del capital es la tendencia a la recolonización
de nuestro países. Más que nunca el mundo se divide en dos tipos de países
cualitativamente diferentes: los países conductores del
imperialismo y los países que son sus víctimas.
Pero
la lucha contra la recolonización no puede plantearse desde los
fracasados puntos de vista del nacional-desarrollismo ni de cualquier otra
variante que implique forma alguna de “alianza de clases” con ningún
sector de los explotadores (así sean las minorías de presuntos
empresarios “nacionales” o “productivos” y “opuestos al capital
financiero”). Más que en ningún momento de la historia, la configuración
actual del capitalismo globalizado deja exclusivamente en manos de la
clase trabajadora y las masas pobres y explotadas, las tareas de lucha
contra el imperialismo y la recolonización.
*
Esto plantea la perspectiva de qué clase puede ser dirigente de la
revolución. Y una vez más, la experiencia de las revoluciones del
siglo XX, como de la misma lucha de clases en Brasil nos parece que llevan
a la misma conclusión: solamente la clase trabajadora, despojada de toda
propiedad y de todo poder, puede encabezar la lucha por abolir las
relaciones de propiedad y de poder. Nadie ha podido sustituirla en esa
tarea histórica. Ni los sectores “progresistas” de la burguesía o la
pequeña burguesía o de la burocracia de estado, ni tampoco las masas de
“excluidos”, ni menos aun las “multitudes” sin sexo definido. Si
no logramos que la clase trabajadora asuma esa tarea histórica, nadie va
a reemplazarla.
*
En ese sentido está colocada la otra gran necesidad, que es la formación
del partido revolucionario que ayude y oriente a la clase en esa misión
histórica. De la misma manera que fracasaron las revoluciones que no
tuvieran a la clase trabajadora al frente, fracasaron también los
artificios organizativos que buscaban superar la necesidad del partido
revolucionario. Sean los partidos stalinistas, los partidos-ejércitos
guerrilleros, o los partidos tipo socialdemócrata, todos fracasaron en el
sentido de ser una alternativa para la clase trabajadora. Del mismo modo
que las alternativas autonomistas y anarquistas también fracasaron
rotundamente en proponer una alternativa.
Evidentemente,
la propuesta de construcción de un partido revolucionario suscita en la
vanguardia una serie de interrogaciones.
¿Sería
un nuevo aparato burocrático sobre las masas? La experiencias stalinistas
y la del PT están frescas en la cabeza de la vanguardia. Evidentemente no
hay cómo dar garantías a priori de que un nuevo partido no se va
a burocratizar. Eso sería una irresponsabilidad. Pero la burocratización
es ante todo un fenómeno social. Muchos atribuyen erróneamente a la
estructura organizativa de partido la causa principal de la
burocratización. Sin embargo, se ha visto cómo organizaciones que
formalmente no cuentan con estructuras de partido, son tanto o más burocráticas
que los partidos tradicionales.
Lo
que debemos tener en mente, es el combate sin tregua contra la
burocratización, tanto en los partidos como en el conjunto del movimiento
obrero. La defensa intransigente de la democracia obrera, de la
autoorganización de los trabajadores, el fin de los privilegios
materiales y sociales que los cargos traen, son medidas que imponen
barreras a la burocratización. Pero la mayor garantía será la
autoactividad de la clase trabajadora con sus métodos de lucha.
En
resumen, el desafío de la recomposición política puede enunciarse así:
cómo construir un gran partido obrero y socialista que signifique la
completa superación del “ciclo PT”, signado por el oportunismo y la
adaptación al régimen, evitando al mismo tiempo derivar en una secta más.
En otras palabras, cómo construir un partido revolucionario, que
involucre a lo mejor de la vanguardia obrera, juvenil y popular, que sea
capaz disputar las masas trabajadoras a la burguesía y sus aparatos políticos
e ideológicos.
>>>>>A
Socialismo o Barbarie (revista) Nº 17/18
Notas:
[1].- En este sentido, es peligrosa la sobreestimación que hacen algunos
sectores de la izquierda revolucionaria, como por ejemplo, el PSTU que
caracteriza que la revolución brasileña no
sólo “se está gestando”, sino que “de hecho ya se está
haciendo” (Opinão Socialista, 26/05/04.
[2].-
UNE: União Nacional dos Estudantes. UBES: União Brasileira dos
Estudantes Secundaristas.
[3].- Una síntesis de esta visión sectaria elevada a teoría mundial,
puede leerse en el artículo Um vendaval oportunista corre o mundo,
publicado en el periódico del PSTU Opinião Socialista,
26/05/04.
[4].- Chapa branca (chapa blanca): es la forma en que se denomina a
los agentes del gobierno. Muchos años atrás, los automóviles de los
funcionarios del gobierno se identificaban con una patente blanca,
diferente de los demás carros que la usaban amarilla. La chapa blanca
les daba algunos privilegios.
[5].- En Brasil, “partidos de alquiler” (partido de alugel) son
las organizaciones políticas que tienen legalidad electoral y que se
alquilan a las figuras que quieran utilizarlas para presentarse a
elecciones. Este hecho, no muy común en otros países, tiene que ver
tanto con prácticas y tradiciones de la política brasileña, como
con el sistema electoral vigente, en el que se vota primordialmente
por personas más que por partidos. Collor de Mello fue presidente de
marzo de 1990 hasta octubre de 1992, cuando fue destituido a
consecuencia de grandes movilizaciones populares.
[6].- Partido Causa Operaria, organización afín al Partido Obrero de
Argentina.
[7].- Ver Roberto Ramírez, ¿Revolución bolivariana? – La
naturaleza del régimen de Chávez y sus propuestas políticas,
Socialismo o Barbarie, revista, N° 16, abril 2004.
[8].- Trostky, Combatir al imperialismo para combatir al fascismo,
en Escritos latinoamericanos, CEIP, Buenos Aires, 2000, pág.
95.
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