Tendencias
de la situación mundial
Por
Roberto Ramírez
Segunda parte
3.
EL (DES)ORDEN MUNDIAL Y LA CRISIS DE LA AVENTURA HEGEMONISTA DEL
IMPERIALISMO YANQUI
Como
señalamos al principio, los atentados del 11 de septiembre del 2001
dieron la justificación para que Bush –un gobierno que había
asumido en elecciones que luego se revelaron fraudulentas y que venía
con problemas– iniciara una acometida global militar y política.
Apenas a cuatro años de iniciar esta operación, el imperialismo
yanqui y especialmente su gobierno están en graves dificultades.
Si
detrás de la farsa de la “guerra contra el terrorismo” el
objetivo era configurar un “orden mundial” basado en la
absoluta hegemonía del imperialismo yanqui, cuatro años después
esta aventura está fracasando. Hoy el imperialismo
yanqui enfrenta más bien el principio de una crisis de hegemonía,
que se ve no sólo en el desastre de Irak, sino incluso en las
relaciones con la región que siempre ha tenido como su “patio
trasero”, América Latina. Un reflejo por arriba de este cambio ha
sido la reciente “Cumbre de las Américas”.
El
famoso Zbigniew Brzezinski, ex asesor de seguridad nacional y uno de
los que contribuyó a diseñar la estrategia de la “guerra fría”
que llevó al derrumbe de la ex URSS, sintetiza así la presente
situación: “En los últimos cuatro años, el equipo de Bush se
dedicó a socavar el aparente lugar seguro que ocupaban los Estados
Unidos en la cima del mundo al transformar un desafío manejable –si
bien serio– de origen mayoritariamente local, en una debacle
internacional. Sin duda, como los Estados Unidos son un país rico
y poderoso, pueden darse el lujo, si bien sólo por un tiempo, de
tener una política articulada con excesos retóricos e instrumentada
con ceguera política. En el proceso, sin embargo, es probable que
los EEUU queden aislados en un mundo hostil, que se vuelvan cada
vez más vulnerables a atentados terroristas y cada vez menos
capaces de ejercer una influencia global.” []
Aunque
todavía EEUU no ha sufrido una categórica derrota (al estilo de la
experimentada en Vietnam en 1974/75), el gobierno de Bush, está en un
lodazal, como lo define acertadamente Immanuel Wallerstein. Es
decir, en un “deslizamiento de lodo” que “en política son
situaciones en las cuales, no importa lo que uno haga, siempre
pierde”. []
Apenas a un año de su reelección, que parecía haberle otorgado un
buen capital político (aunque sólo en el “frente interno”,
porque Bush ya tenía un masivo rechazo mundial), este capital se ha
esfumado. E incluso han comenzado las especulaciones acerca de si podrá
llegar al final de su mandato.
Sin
embargo, hay que diferenciar la magnitud de esta crisis del
gobierno Bush, de la crisis de hegemonía del imperialismo
yanqui y también de una crisis del régimen en EEUU (que
nos parece que aún no es el caso). Pero, aunque es necesario marcar
estas diferencias, también hay que saber que son fenómenos que no
están desconectados. Si las movilizaciones aún de vanguardia contra
Bush por la guerra de Irak en EEUU llegaran a tomar las dimensiones de
un gran movimiento de masas, sería un paso importante en ese sentido.
Hemos
dicho que en el centro de la actual situación mundial está la
cuestión de qué formas y dimensiones, qué desenlace va a tener
el fracaso de la aventura hegemonista emprendida por el
imperialismo yanqui, bajo la conducción política de su corriente
“neoconservadora”. Si va a terminar en una derrota calamitosa
estilo Vietnam o se va a dar como una retirada más o menos
“elegante”, es decir, mediada y con mecanismos
“amortiguadores”. Hasta que los hechos no den su veredicto, la
situación mundial estará centralmente marcada por esa aventura
hegemonista encabezada por Bush y su notable fracaso.
3.1.
El equipo y el programa “neoconservador”
Como
dice el antiguo refrán, “la derrota no tiene padres”. Así, ha
llegado la hora en EEUU en que el establishment político y mediático
empieza a descargarse de responsabilidades, echándolas sobre la
cabeza de George W. Bush.
Tanto
dentro como fuera de EEUU se ha ido dibujando una caricatura de
Bush, presentado cada vez más como un tonto de capirote, a medida que
se va hundiendo en el lodazal que dice Wallerstein, [] o en el mejor de los
casos como un torpe belicista, secundado por una pandilla afín.
En
eso, por supuesto, hay cierta cuota de verdad. Pero reducir todo a
esto, se hace intencionadamente dentro del contexto implícito de que
si cambiasen a Bush por un “estadista” –se invocan los manes de
Kennedy, o por lo menos un “buen hombre” como Clinton–, entonces
no habría mayores problemas con Estados Unidos. El
“progresismo” y la “centro-izquierda” se mueven dentro de esos
parámetros absolutamente irreales.
Eso
está relacionado con una falsa discusión: ¿Bush representa un
curso esencialmente nuevo del imperialismo yanqui o es una
simple continuidad y profundización del anterior? Plantear esto
en términos excluyentes es equivocado.
Los
que ven a Bush como un cambio completo, también se inscriben
generalmente en las concepciones “progres” que comentamos. Pero no
es difícil encontrar elementos de continuidad fundamentales
con el “progresista” Clinton... como también es igualmente
equivocado exagerar esos elementos de continuidad. []
Bush
significa el acceso al gobierno de EEUU de una corriente política particular,
diferente a la de Clinton,–los llamados “neocons”,
neoconservadores–, con un programa que no es compartido por
toda la burguesía norteamericana, ni menos aun por todas sus
corrientes políticas. Y, como ha sucedido generalmente en la política
norteamericana, el gobierno y su programa a su vez expresa una
coalición de determinados sectores e intereses particulares.
Pero, al mismo tiempo, el programa neoconservador trató también de
dar respuesta a problemas generales del imperialismo
yanqui, comunes a toda la burguesía imperialista.
Entonces,
la trama es compleja. Los “opositores” burgueses –como
Brzezinski– critican a Bush, pero lo hacen en gran medida
desde un terreno común con Bush y los neoconservadores: el
terreno común de los intereses generales del imperialismo yanqui.
Lo que les dice Brzezinski y demás críticos burgueses es: “¡imbéciles;
lo están haciendo mal!”
Este
programa y estrategia neoconservadora, por supuesto, no fue elaborado
en el “cerebro” presidencial –palabra que, en el caso de Bush,
motiva una sonrisa–, sino años atrás por un grupo sólido y
organizado de ex funcionarios políticos, ejecutivos de corporaciones
y académicos. Bush sólo cumplió luego el papel del “gran
comunicador” (como en su momento Reagan, del cual es una directa
continuidad política).
Para
“comunicar” ese programa, nada mejor que su imagen de cowboy de
pocas luces. Tiene la “physique du rôle” adecuada para dialogar
de igual a igual con su clientela política, los sectores
culturalmente más atrasados y ideológicamente más cavernícolas:
un fenómeno de masas peculiar de EEUU. Es con esos votos que
Bush gana las elecciones.
Entonces,
Bush puede ser algo imbécil, pero el operativo político que lo llevó
a la presidencia no tiene nada de eso. Otra cosa es que el plan
neocon para hacer de EEUU un “superimperialismo” que domine sin
disputa a lo largo del siglo XXI, tenga rasgos aventureros y en
algunos aspectos delirantes. Pero es un plan que trata de dar una
respuesta global a los serios problemas económicos y geopolíticos
que enfrenta el imperialismo yanqui, después de despertar del
“paraíso de tontos”, que según uno de los ideólogos neocons fue
la “afortunada década del 90”. []
El
3 de junio de 1997, en plena era Clinton, era publicado en Washington
un llamamiento que en su momento pasó casi desapercibido. Se trataba
de la “Declaración de Principios” del “Proyecto para
el Nuevo Siglo Norteamericano”. []
Entre los 25 firmantes estaban todos los que, junto con Condolezza
Rice, compondría el verdadero e “íntimo” equipo de la
administración Bush. Entre ellos el futuro vice Dick Cheney, Elliott
Abrams (asuntos latinoamericanos), Donald Rumsfeld (que después se
encargaría del Pentágono), Paul Wolfowitz (también a Defensa),
Zalmay Khalilzad (el actual virrey de Irak y antes de Afganistán), I.
Lewis Libby (ahora atrapado en el CIA-Gate) y otros por el estilo.
Esta gente del “Proyect” no se limitó a suscribir esa “Declaración
de Principios”, sino que funcionaban y siguen funcionando como
un “centro político”, que “baja línea” y polemiza
sobre las más diversas cuestiones, desde cómo poner en caja a China
para que no se convierta en una potencia mundial que haga sombra a
EEUU, hasta cómo “llevar la democracia a Rusia” aunque a Putin no
le guste, o las formas de desbaratar las maniobras de los taimados
europeos que quieren encerrar a EEUU en el corral de ONU... todo en un
tono de prepotencia imperialista notable. Pero, entre todos los temas,
el interés se centra en Medio Oriente. En los últimos tiempos, la
mayor preocupación del “Proyect” es enfrentar a los pusilánimes
que plantean retirarse de Irak por unos pocos muertos que allí ha
habido, y los irresponsables que aconsejan reducir el presupuesto
militar para bajar el déficit y el endeudamiento fiscal. []
Significativamente,
Bush no firmó esta “Declaración de Principios” (aunque sí
su hermano, Jeb). La elaboración de la teoría, la estrategia general
y la política del futuro gobierno de George W. Bush fue realizada
por este equipo, donde él no estuvo... y después aplicada
desde el poder por los mismos personajes. El “Proyecto”
anticipa lo que va a ser la cosa después del 11 de septiembre:
EEUU
ganó la Guerra Fría pero se ha dormido sobre sus laureles... No hay
fuertes principios que guíen su política exterior.¿Por qué? Porque
no se ha establecido un gran “presupuesto de defensa que...
desarrolle los intereses norteamericanos en el nuevo siglo”.
¡Ésa es base de todo!
Pero
el gobierno (Clinton) prefiere ante todo hacer dinero fácil,
recortando los gastos militares... sigue un curso errático y
“tacticista”, sin estrategia. Se orienta por “los beneficios
comerciales de corto plazo, que amenazan supeditar las consideraciones
estratégicas”.
Sin
embargo, como vencedor de la Guerra Fría, Estados Unidos “está
frente una oportunidad y un desafío: ... tener la resolución para configurar
un nuevo siglo favorable a los principios e intereses norteamericanos...
Pero estamos en peligro de perder esta oportunidad y fallar a este
desafío...”
¿Por
qué? Porque “estamos comprometiendo la capacidad de la nación para
hacer frente a las presentes amenazas”, pero sobre todo “a los desafíos
potenciales”. Y aquí se empiezan a echar los cimientos de la
doctrina Bush de “guerra preventiva”.
El
ejemplo debe ser lo que hizo Reagan: “una fuerza militar lo
suficientemente fuerte y lista para hacer frente a los desafíos
presentes y futuros” y “una política exterior que atrevida
y expresamente promueva los principios norteamericanos en el
exterior”. Estados Unidos “no puede rehuir su responsabilidad
de liderazgo mundial, ni los costos asociados con su ejercicio”. Hay
que asumir, entonces, “la causa del liderazgo de Norteamérica”.
Para eso hay que aplicar cuatro principios:
*
“Necesitamos incrementar significativamente los gastos
militares” para “llevar adelante nuestras responsabilidades
mundiales de hoy y modernizar nuestras fuerzas armadas en el
futuro...”
*
“Necesitamos... desafiar a los regímenes hostiles a nuestros
intereses y valores...” Aquí no se daba la lista de países
candidatos a ser invadidos por “nuestras fuerzas armadas en el
futuro”... pero era obvio de lo que se hablaba....
*
“Necesitamos promover la causa de la libertad económica y
política en el exterior.” (La flota se encargará del que no
acepte.)
*
“Necesitamos aceptar la responsabilidad del rol excepcional de
EEUU de extender un orden internacional conveniente para
nuestra seguridad, prosperidad y nuestros principios.”
Como
puede verse, en este programa estratégico, no hay lugar para el
discurso sensiblero sobre la “comunidad internacional”, “las
Naciones Unidas” u otras tonterías por el estilo. [] El eje es la amenaza
y/o la intervención militar (combinada con la política
exterior “atrevida”): Pero ni se molesta en mencionar a la OTAN
para tomar o compartir esa tarea militar. Estados Unidos debe asumirse
como el exclusivo “líder global”; como el sólo y único
poder que puede y debe establecer un “orden internacional”
conveniente a sus intereses. Para eso hay que usar el poder
militar, “cualquiera sean los costos asociados con su
ejercicio”.
3.2.
¿Qué sectores específicos refleja la administración Bush?
Aunque
los neocons del “Proyecto por el Nuevo Siglo Americano” que
luego llegarían al gobierno planteaban su estrategia con un sentido general,
para el conjunto de la burguesía y el imperialismo yanqui, en
la administración Bush se expresan sectores muy concretos, tanto económicos
como políticos e ideológicos. Reflejan una “coalición”,
una forma política que han asumido generalmente los gobiernos
norteamericanos, por las características tan peculiares de la
sociedad, la “formación social” y la historia de ese país.
Clinton
reflejó principalmente a los sectores inversionistas
de Wall Street en la euforia del mini boom de los 90 y la burbuja
especulativa. Bush, en cambio, preside
una coalición donde a nivel económico se reflejan, en primer lugar,
el “complejo militar-industrial”. La primera reivindicación
del “Proyect” es “incrementar significativamente el
presupuesto de defensa” (reducido por Clinton), que es lo que ha
hecho, con creces, Bush.
Al
mismo nivel, en las personas del vice presidente Cheney y de
Condolezza Rice, están representados los sectores energía-petróleo.
En ese sentido, un analista estadounidense caracterizaba a la
administración Bush como el “comité ejecutivo del American
Petroleum Institute”. []
Pero
los ingredientes de la coalición neoconservadora no son sólo
sectores “directamente” económicos y corporativos. Un puesto de
primera fila también tienen los representantes del lobby israelí,
estrechamente ligados al Likud, la extrema derecha de Israel, que
ocupan un lugar destacado entre los firmantes de la “Declaración
de Principios” y/o en la administración Bush, como Paul
Wolfowitz, Elliott Abrams, Eliot A. Cohen y otros. El lobby cubano,
representado por Jeb Bush –gobernador de Florida– y otros
funcionarios menores en el Departamento de Estado, también ocupa sus
asientos en el Jumbo de Bush... pero no viaja en primera clase como
los sionistas. []
Por
último, pero no lo menos importante, en este “mix” también
participa la derecha fundamentalista cristiana, del cual son un
ejemplo predicadores como Pat Robertson, que propone públicamente
solucionar los problemas en Venezuela y América Latina enviando un
comando para asesinar a Chávez. Enemigos jurados de Darwin, del
derecho al aborto y de los gays, este componente no sólo da el
“tono” ideológico cavernícola de la coalición
neoconservadora. Constituye además un colosal aparato de
encuadramiento orgánico de millones de norteamericanos, a través
de sus iglesias. Así, contribuye con una parte decisiva de los
votantes de Bush. Sin su concurso, Bush no hubiese llegado a la Casa
Blanca ni repetido la presidencia.
Esta
coalición y sus intereses explican la obsesión del gobierno Bush de
atacar Irak. Como lo han revelado numerosos testimonios, Bush, asume
el 30 de enero del 2001 e inmediatamente propone la invasión.
[]
Es decir, siete meses antes del 11 de septiembre.
Luego
del atentado a las Torres, la invasión a Irak era un despropósito
mayor aun, desde el punto de vista de llevar en serio una
“guerra contra el terrorismo islamista”, puesto que Sadam era
enemigo histórico de esas corrientes, a las que había reprimido sin
piedad. Pero esta aparente “irracionalidad” se explica por la
doble lógica de apoderarse directamente de una de las principales
reservas mundiales de petróleo –que satisfacía a un sector del
lobby petrolero []–
y simultáneamente destruir uno de las mayores estados árabes que
seguía siendo enemigo de Israel. La perspectiva de herir
gravemente a un importante sector de la nación árabe, masacrándolo
en una guerra y estableciendo un régimen de ocupación colonial,
fortalecía cualitativamente la posición de Israel en la región.
3.3.
“E pluribis, unum”: entender al imperialismo yanqui
El
fenómeno de una coalición tan peculiar, exige algunas explicaciones
sobre la realidad en que florece. Estas son algunas observaciones y
reflexiones puntuales y desordenadas, pero que pueden
facilitar la comprensión de la crisis de la administración Bush, y
del imperialismo yanqui y sus problemas, así como permiten plantear
una serie de interrogantes.
*
El carácter complejo y singular de la sociedad, la burguesía y el
estado imperialista norteamericano (y su extensión mundial),
es el resultado una formación histórica notablemente distinta
de los otros estados y sociedades imperialistas, como por ejemplo los
de Europa o Japón, donde por regla general existe un grado y forma de
centralidad y homogeneidad de la burguesía, la economía,
la sociedad, la cultura y el poder completamente diferentes.
La
sociedad y la burguesía estadounidense presentan un panorama
diferente, lo que no significa que el estado imperialista
norteamericano no tenga en todos sus aspectos fundamentales una férrea
centralización. Pero ésta se constituye y funciona de otra
manera. La divisa que campea en su “seal” (sello, escudo), “E
pluribus, unum” (De muchos, uno), la sintetiza: su unidad económico-social
y estatal, sus clases dirigentes (y también sus clases subalternas)
se han ido configurando a partir de una diversidad
cualitativamente más amplia, que no se ha esfumado con el tiempo, ni
con el desarrollo capitalista. Esto se conecta no sólo con la inmensidad
geográfica de un país-continente, sino también con la
formación de la misma sociedad norteamericana a través de un
largo proceso de colonización interna y en parte externa (a
costa del territorio de México) y de oleadas inmigratorias
voluntarias e involuntarias (como los esclavos africanos). A esto se
fueron agregando las dimensiones mundiales que asume el
propio estado norteamericano al elevarse, con la Segunda Guerra
Mundial, a un grado de dominio inédito en la historia de los
imperialismos.
La
“financierización” que antes describimos, que fue acompañada de
una colosal concentración corporativa, son factores que influyen para
una mayor “homogeneidad” de las clases altas
estadounidenses. Asimismo, existe, por encima de las diferencias, una sólida
comunidad de intereses y objetivos burgueses e imperialistas.
Comunidad de objetivos tanto interiores como exteriores: desde llevar
hasta sus últimas consecuencias las derrotas infligidas a la clase
trabajadora a partir de Reagan, hasta sostener y profundizar el
dominio mundial norteamericano... y obtener los beneficios
correspondientes (aunque las opiniones sobre las políticas para
lograr eso difieran entre sí).
Pero
esta comunidad de intereses generales no ha borrado los intereses
particulares, que están potenciados por el hecho de que la
burguesía estadounidense sigue distribuida por regiones y estados,
que muchas veces al mismo tiempo reflejan ramas diferentes e
intereses diversos (finanzas, petróleo, aeronáutica, high-tech,
etc.). Esto también establece distintas relaciones con los mercados
nacional y mundial, con el estado, etc. No son iguales los intereses
de las corporaciones con sus fabricas “deslocalizadas” a China y
que desde allí exportan a EEUU, que los de la burguesía que debe
competir con la avalancha de esos productos.
*
Combinado con esto, se presenta también una complejidad de
elementos culturales, que también tienen una diversidad
regional notable. Esta diversidad se refracta en distintas
respuestas políticas. Las últimas elecciones presidenciales, con una
clara división geográfica del país, reflejó eso. Las regiones
“ilustradas” y “cosmopolitas” –las costas Este y Oeste del
país– votaron contra Bush. El centro provinciano y atrasado –el
llamado “cinturón bíblico”–, a su favor. Esto se relaciona con
un importante contraste: un increíble “desarrollo desigual” entre
el carácter de superpotencia mundial del imperialismo yanqui,
y el extremo localismo y provincianismo cultural y político,
cuyos horizontes no van más allá de los asuntos de la comunidad o a
lo sumo del estado. Para la mayoría, Washington es casi un planeta
lejano que se ocupa de los impuestos federales, las guerras y las
relaciones exteriores.
Este
“desarrollo desigual” entre su poder mundial y el fenomenal
atraso localista de buena parte del país, asume a veces formas
que asombran al resto del mundo, como por ejemplo la presente campaña
contra la teoría de la evolución de las especies de Darwin o contra
el matrimonio gay. Esto provoca el hazmerreír de europeos y
latinoamericanos, pero tiene su lado serio: Bush logró su segunda
presidencia movilizando a este público. Como observa Slavoj
Žyžek, "la 'guerra moral' permite a las clases más bajas
expresar su furia sin perturbar los intereses económicos
dominantes". []
Para el imperialismo más poderoso de la historia, el fenomenal atraso
cultural de gran parte de las clases subalternas es funcional
para el mantenimiento de su dominación.
El
sistema político y electoral es una obra maestra para aprovechar
estas condiciones. De entrada, aproximadamente el 50% de la población
en condiciones de votar, queda por fuera. La exigencia de tener que
inscribirse para votar y luego que las elecciones se realicen en días
laborables, deja aparte a una buena cantidad de trabajadores, pobres,
negros, hispanos y otros elementos indeseables. En la porción que
vota, están entonces super representados los ricos, las clases medias
altas, etc.
*
El sistema de lobbies, por un lado, y de “coaliciones”
para llegar al gobierno y ejercerlo, por el otro, conforman combinados
un régimen de características propias. No es que en otros países no
existan “grupos de presión” y de “intereses”, que bajo cuerda
se entienden con los “representantes del pueblo”... con argumentos
muy elocuentes... que se expresan en el idioma de los dólares, los
euros y las cuentas numeradas en Suiza. Esto es universal.
Sin
embargo EEUU se distingue no sólo porque esto empapa hasta el último
poro de las instituciones políticas, sino sobre todo porque la compra
y venta de favores está aceptada y legalizada. Es abiertamente
parte (fundamental) del régimen político. Las organizaciones de
lobby están inscriptas tan legalmente como una heladería, un
supermercado, un consultorio médico o cualquier otra empresa o
actividad “lícita”. Sin contar las que actúan sobre las
instituciones federales, en 1999 ya había 36.959
entidades de lobby registradas legalmente para “operar” a nivel de
los estados. []
Esto conforma un autentico mercado de compra y venta de leyes y
medidas de gobierno, y de legisladores y funcionarios... del
presidente para abajo... La voracidad recaudadora de Clinton, por
ejemplo, se hizo legendaria, y dio lugar a varios escándalos.
*
En este contexto llama la atención que, al igual que en Wall Street,
no sólo los estadounidenses concurren a este peculiar “mercado”.
Desde afuera, parece extraño que puedan operar lobbies que aparentemente
representan intereses “extranjeros”, como los notorios
lobbies relacionados con el Estado de Israel –de influencia decisiva
en la aventura de Irak y en el gobierno Bush– o el de la burguesía
cubana y sus descendientes... Pero esto nos lleva a interrogarnos
sobre el carácter mismo del estado imperialista norteamericano; lo
que evoca a su vez algunos problemas teóricos a debatir...
La
primera definición es que, indudablemente, el estado imperialista
norteamericano es un estado nacional. Pero eso dice mucho... y
muy poco. También Uruguay y Costa Rica son estados nacionales. China,
de superior tamaño y población, tampoco es comparable a EEUU, y no sólo
por la diferencia en el PBI.
La
diferencia en cuanto estado, tiene que ver con cosas como las
siguientes: que el estado norteamericano es un estado nacional,
pero que al mismo tiempo tiene, por ejemplo, 180 bases militares
ubicadas en 125 países: ¡Esa es una buena medición de sus
dimensiones reales como estado, que “traspasa” y se
extiende más allá de sus fronteras formales, aunque sin que por eso
lo que está más allá sea directa y expresamente parte
de él o territorio propio!
En
el período colonial del imperialismo, estas cosas estaban más
claras. Todo el mundo sabía donde comenzaban y terminaban los límites
del Imperio Británico o el Imperio Francés. Ahora esto se desdibuja
en la realidad (y al mismo tiempo, en la ficción jurídica) de tantos
estados nacionales (más o menos) “independientes”. Veamos,
entonces, como juega esto en relación a Israel.
Israel,
y la relación singular que establece con EEUU especialmente desde la
década del 60, va a ser hasta hoy uno de los determinantes geopolíticos
fundamentales de la región. El carácter peculiar de Israel se
correlaciona con el período “poscolonial” del imperialismo,
iniciado en la segunda posguerra.
Creemos
que la mejor definición del Estado de Israel es la que formuló el
historiador orientalista francés Maxime Rodinson: Israel es un “enclave
colonial”, []
pero en una época en que esto ya no se establece directamente,
como en los buenos y viejos tiempos del British Empire, sino indirectamente.
La
colonización imperialista de la periferia asumió históricamente
distintas formas. Una fue, por ejemplo la de los ingleses en la India:
un pequeño número de británicos, gracias a su superioridad militar
y económica, y utilizando a vasallos y traidores nativos, logró
gobernar directamente durante casi dos siglos. Pero también
existieron otros modelos de colonización: por el ejemplo, el de Sudáfrica
o el de Argelia: en esos, se trasladó una considerable población
metropolitana que se asentaba desplazando y expulsando
a la población originaria. Israel es un caso tardío y sui generis
de esta última forma de colonización, que fue auspiciada primero por
el Imperio Británico, cuando se apoderó de Palestina tras la Primera
Guerra Mundial, y luego por EEUU, después de la Segunda Guerra,
cuando los ingleses debieron retirarse y se constituyó el Estado de
Israel en 1948.
En
el período colonial del imperialismo, esta población de los
“enclaves” era claramente parte de la población de la metrópoli,
y a veces jugaba un papel especial e importante en la política
interior y exterior del imperialismo en cuestión. El ejemplo más
notable de esto fue el de los “pied noirs”, los franceses
de Argelia, que en 1958 fueron el puntal para el golpe de estado
bonapartista de De Gaulle, y que luego en 1961 llegaron casi a
provocar una guerra civil en Francia.
Con
las debidas distancias –que después de la Segunda Guerra Mundial
todo se hizo más “indirecto”, lo que se correspondió con
las formas de dominación que el imperialismo yanqui adoptó desde sus
comienzos (o se vio obligado a adoptar)–, Israel juega en
relación al imperialismo yanqui un rol parecido. Ante todo
porque es un enclave en el corazón de Medio Oriente. Y no es
que Medio Oriente sea importante para EEUU porque está Israel, sino
que la cosa es al revés: Israel es fundamental porque se encuentra
allí. Por obvios motivos económicos (las mayores reservas
mundiales de hidrocarburos) y geopolíticos (su ubicación en
relación a Europa, Asia y África, su carácter de centro geográfico
e histórico del Islam, etc.) el dominio del Medio Oriente es clave
para cualquier imperialismo que aspire a regir el mundo. []
Trotsky,
en relación al poder emergente de EEUU, hizo una aguda predicción
que se fue cumpliendo. Que Estados Unidos, al avanzar en el dominio
mundial, iba a hacerse también cada vez más dependiente del
resto del mundo e iba a trasladar a su interior sus contradicciones
y problemas. Iban convertirse en cuestiones internas de
EEUU. El peso notable del lobby sionista y (en menor medida) del lobby
cubano en la política interior estadounidense, son dos de las
tantas muestras de estas tendencias señaladas tempranamente por
Trotsky.
Pero,
además, esta “interiorización” no se da en forma abstracta.
Ya subrayamos la peculiar formación de la sociedad
norteamericana mediante sucesivos aluviones migratorios. Esto
permite que fenómenos como los mencionados lobbies, se apoyen en
sectores de la población, como la emigración cubana o los
sectores judíos que a principios del siglo pasado vinieron
principalmente de Europa oriental. Paradójicamente, a diferencia de
los cubanos, la gran mayoría de esa inmigración no era de derecha
–ni sionista, ni menos religiosa practicante–, sino que venía con
ideas de izquierda. Muchos habían actuado en los movimientos sociales
y revolucionarios en Rusia y otros países de Europa oriental, e
hicieron una contribución cultural muy importante al desarrollo del
marxismo en EEUU, y sus organizaciones políticas y sindicales. Fue
muy posteriormente que un sector mayoritario giró al sionismo e
incluso a prácticas religiosas más o menos fundamentalistas.
*
El mayor estado imperialista de la historia ha desarrollado un aparato
estatal civil-militar de dimensiones mundiales. Su “esqueleto”
geográfico lo constituyen, como habíamos dicho, 180 bases
militares instaladas en 125 países. Contra lo que podría
suponerse, hoy es mucho más vasto que el de las épocas más
agudas de la “guerra fría” con la Unión Soviética. Ahora, por
ejemplo está instalado en casi todas las ex repúblicas soviéticas
del Cáucaso y Asia central; o sea, en medio de Eurasia, la principal
masa continental de la Tierra, donde están la mayoría de la población
y las riquezas del planeta.
Este
aparato burocrático-civil-militar del gobierno federal está hoy
sobredimensionado, para atender ante todo no los problemas
“internos” o “nacionales”, sino los asuntos del dominio
mundial del imperialismo yanqui. []
Como ha ocurrido muchas veces en la historia, esto le otorga una
cierta “vida propia”, un cierto grado de “autonomía” en
relación a las clases que representa. Esto es así hasta desde un
punto de vista meramente económico. La suma del presupuesto de las
tres ramas fundamentales del aparato imperial –Departamento de
Defensa, Departamento de Estado y Departamento de Energía (se encarga
del arsenal atómico)– lo pone al nivel de cualquier gran corporación,
cuando no la sobrepasa. []
Y los contratos y negocios que de allí emanan, interesan a buena
parte de la industria estadounidense... Con Bush, el “complejo
militar-industrial”, denunciado hace 50 años por el presidente
Eisenhower, está más floreciente que nunca... y es uno de los
principales componentes de su coalición.
Pero
la importancia de este inmenso aparato estatal-imperial no es
principalmente económica, sino que desde allí se formulan
las estrategias generales y se aplican las políticas
correspondientes. Esas estrategias y políticas pueden no
coincidir con los intereses inmediatos y particulares
de tales o cuales sectores de la burguesía estadounidense. También
pueden equivocarse en cómo defender los intereses generales.
O hacer primar los intereses particulares de su
“coalición”. Esa es la doble acusación que hoy hacen a la
administración Bush... aunque en su momento casi todos esos críticos
burgueses se callaron la boca.
Entonces,
este inmenso aparato burocrático de dominación mundial es, por sí
mismo, un actor, pero también es un campo de pelea
entre distintos sectores por su conducción, disputa que en las
crisis se acalora.
Todo
indica que el desastre que amenaza producir la aventura
neoconservadora ha exacerbado las peleas al interior de este
aparato. Es que una de las características más extrañas de esta
aventura ha sido que las doctrinas militares aplicadas a la guerra de
Irak y, en general, a la reorganización de las fuerzas armadas
norteamericanas efectuada por Bush, fueron dictadas por ideólogos
civiles, por intelectuales “aficionados”, “militaristas
civiles”, como Donald Rumsfeld, sin mayor experiencia en el tema. []
Así, en Irak llevaron a un escenario muy desfavorable y ya
previsto por los jefes militares norteamericanos: la guerra de
guerrillas y el combate de calles, donde quedan anuladas casi
totalmente las ventajas tecnológicas.
3.4.
Orden mundial, hegemonía y explotación del mundo: los problemas del
solitario “líder global”
El
programa neoconservador, que guió los pasos de Bush, tiene fuertes
rasgos mesiánicos y hasta delirantes, pero no es de ningún modo
“irracional”. Responde a los problemas que, pasada la
borrachera posMuro de Berlín (el “paraíso de los tontos” de los
90), empezaron a presentarse, principalmente a EEUU.
Como
lo indica la historia, el curso político de un imperialismo no es el
simple reflejo de un sólo factor (económico o de otra naturaleza),
sino que generalmente es la resultante de un combinación de
factores (muchas veces contradictorios), en los que no siempre lo
determinante es el interés económico inmediato. El Proyecto
neoconservador tiene, por supuesto, el objetivo confeso de garantizar
los “intereses norteamericanos”, la “libertad económica”,
“nuestra prosperidad”, etc., etc. Y expresa, como hemos visto, no
sólo esos “intereses generales” sino también los muy
particulares de los sectores burgueses involucrados en la movida,
como los petroleros. Pero el medio para lograr eso es geopolítico;
el “plan económico” del “Proyecto” se reducía a
“aumentar el gasto militar”.
Esto
tiene que ver con la cuestión central planteada por el “Proyecto”:
cómo establecer un “orden internacional” conveniente para EEUU,
donde sea el único y exclusivo líder.
Un
“orden mundial” significa “ordenar” principalmente dos
tipos de relaciones: las relaciones entre los estados
imperialistas, y las relaciones de esos países con la
periferia. Como hemos señalado, el derrumbe de la Unión Soviética
terminó con el orden mundial de Yalta y Potsdam, que ya describimos.
Pero éste no fue sucedido claramente por un “nuevo orden”, como
proclamó con exceso de optimismo en su momento el padre del actual
presidente norteamericano. Aunque mucho se habló y escribió sobre el
surgimiento de un mundo “unipolar”, en verdad no fue así. Más
bien lo que se ha ido desarrollando es un desorden mundial, con
tendencias al descontrol y la “multipolaridad”.
Al
examinar el cuadro de la economía mundial, ya subrayamos que de
ninguna manera Estados Unidos tiene una primacía cualitativa
productiva o tecnológica en relación a los demás centros del
capitalismo. La compleja (y cada vez más delicada) trama de la
economía mundial que describimos, tiene en el centro a EEUU, pero más
bien como “primus inter pares” en relación a Europa occidental y
Japón. La “superpotencia” –como señala Volcker– depende
desesperadamente de que desde afuera le tiren 2.000 millones de dólares
diarios “para
seguir manteniendo la máquina económica en funcionamiento”.
Claro que ni Europa, ni Japón, ni ahora China tienen interés en que
la “maquina” estadounidense se pare. Pero aquí lo que interesa es
subrayar esa dependencia, a la que está sometido EEUU.
Pero
hay que tener en cuenta no sólo esta “fotografía” estática y
demasiado “economicista” del momento actual, sino cómo se ha
desarrollado históricamente la “película”. En ese sentido,
como subraya Wallerstein, fue en 1945 y no en 1989-91(con la caída
del Muro de Berlín y el fin de la URSS) el cenit histórico del
poder estadounidense. En 1945, EEUU era genuinamente hegemónico
–económica, política, militar y culturalmente– a escala global.
Un grado de hegemonía sin paralelos en la historia. Entonces,
la actual movida belicista “es producto de la debilidad, más que
de la fortaleza de EEUU”. []
Los
neoconservadores han sido el sector político-intelectual más
consciente de esa declinación relativa. Y esta conciencia se
agudizó al finalizar lo que ellos acertadamente caracterizaron como
el “paraíso de los tontos” de los años 90. Es decir, cuando pasó
el cuatro de hora de la legitimidad indisputable del neoliberalismo y
de la hegemonía norteamericana, y por todos lados comenzaron a
surgir problemas, protestas y desafíos. Y eso también se había
iniciado al interior de Estados Unidos. []
El
único y sólo factor donde EEUU conserva una ventaja cualitativa
sobre sus socios-rivales y el resto del mundo es el de su potencia
militar. Entonces, la estrategia neoconservadora era sencilla: ampliar
y usar esa ventaja, con el fin de establecer un nuevo orden
mundial, donde EEUU se constituyese en un
“superimperialismo” absolutamente hegemónico, en el que el
presidente norteamericano de turno actuaría como un indiscutido
“Emperador del Mundo”. []
Y
lo de “Emperador” no es exagerado. Aunque el Proyecto de
1997 se hablaba púdicamente de “único liderazgo mundial”, luego,
en los días delirantes del “triunfo” en Afganistán, la moda en
los círculos intelectuales y políticos afines al gobierno
norteamericano (que se expresan en la revista Foreing Affairs, el
sitio del New American Century y otros) era la comparación de
Estados Unidos con el Imperio Romano... nada menos.
3.5.
Del “liderazgo mundial” a la crisis
Los
primeros meses de Bush, fueron erráticos y opacos, con síntomas de
temprano debilitamiento político. No había condiciones para la
aplicación a fondo del “Proyecto” neoconservador. Tiempo
antes, sus autores habían dicho que sería necesario un nuevo Pearl
Harbor para producir un giro. []
El 11 de septiembre del 2001, milagrosamente (o quizás no tanto) se
produjo el deseado acontecimiento.
Bush
pudo, inicialmente, gozar de cierta “unanimidad” y el
“paquete” neoconservador paso prácticamente sin oposición. EEUU
había sido atacado, como en Pearl Harbor, y debía iniciar una guerra
“sui generis”, la “guerra contra el terrorismo”. []
Quien no se alinease, era “antipatriota”. Esto logró acallar
las posibles disidencias en el campo de la burguesía y, lo más
importante, embaucar a la “opinión pública” (en un país
donde la manipulación mediática alcanza dimensiones orwellianas).
Asimismo,
en los momentos del ataque a Afganistán, el imperialismo yanqui
contaba con el apoyo del resto de los países imperialistas y la campaña
mediática alrededor del atentado a la Torres le había también
ganado cierto consenso mundial, especialmente en Europa. Sin embargo,
ya en ese primer capítulo de Afganistán, el gobierno Bush había
adoptado claramente el “unilateralismo”. El apoyo de la OTAN,
que implicaba la participación de los principales países europeos,
fue desdeñosamente dejado de lado.
Pero
el libreto de la guerra sin final y sin fronteras de Bush no acababa
en Afganistán. El segundo capítulo –la invasión a Irak– comenzó
a cambiar el panorama mundial e interno. Con eso, se acabó el
consenso imperialista que había signado lo de Afganistán. Y lo
que es más importante se inició un amplio rechazo mundial al
imperialismo yanqui y a su gobierno que, con altibajos, se
mantuvo y crece. Este repudio ha llegado a expresarse a veces en
grandes movilizaciones mundiales. En otros momentos, es sólo un
sentimiento generalizado, pero siempre juega como un factor
importante de la situación mundial, como percibe correctamente
Brzezinski.
Pero
lo peor vino después del fácil triunfo sobre Sadam Husein. Después
de declarar Bush solemnemente, en un show desde un portaaviones y
televisado a todo el mundo, que la guerra había terminado, comenzó
la verdadera guerra. Comenzó la Resistencia: la guerra del pueblo
iraquí contra el odiado ocupante imperialista.
La
gravedad de la situación del gobierno Bush y de la crisis de
hegemonía de EEUU tienen que ver precisamente con que en Irak están
frente a la posibilidad de ser derrotados en el terreno que ellos
mismos eligieron para lograr el absoluto dominio mundial: están
perdiendo en el terreno militar. Es como un jugador que
hace una fuerte apuesta porque tiene una sola carta de triunfo, la
tira... y se la matan. Por eso ahora, la discusión en EEUU comienza a
ser cómo se retira del juego con las menores pérdidas posibles...
Este
retroceso de hecho ya se ha iniciado, pero a nivel diplomático y de
las relaciones con los otros imperialismos. Los sectores
estadounidenses opuestos al “unilateralismo” de Bush, postulan un
multilateralismo “moderado”: pasar por la “ventanilla” de la
ONU, pero en última instancia si el expediente no se resuelve
satisfactoriamente, actuar por cuenta propia. La catástrofe en Irak
ha obligado parcialmente a Bush a volver a eso. Claro que la
contrapartida ha sido una servil adecuación de la ONU y de los
imperialismos europeos, que han votado la legalización post festum
de la invasión de Irak y el reconocimiento del gobierno títere
y las farsas electorales organizadas por el ocupante.
El
trasfondo de esto es que el en siglo XXI no ha quedado abolida ni
la competencia interimperialista a nivel económico, ni la rivalidad
geopolítica entre sus estados. Pero hoy esto no se expresa
como en el pasado a través de enfrentamientos como fueron las
guerras mundiales. Es que, simultáneamente a la competencia y
rivalidad se han desarrollado formas y espacios de asociación,
interdependencia e intereses comunes. Su base económica ya la
hemos descrito. Pero esto también actúa a nivel político:
hay fuertes tensiones, pero nadie quiere que las cosas se
“desmadren”. Y especialmente todos son enemigos de la
rebeliones y luchas de los pueblos.
El
test es Irak: los más acerbos críticos a EEUU, como Zapatero, son
todavía más enemigos de la Resistencia. España retiró las tropas
de Irak, pero está entrenando en su territorio a los mercenarios del
ejército títere de Bagdad. Alemania, otro “opositor”, hace lo
mismo en Yemen.
Ahora
Zapatero también envía tropas españolas a Afganistán, para que
EEUU, desesperado, pueda sacar soldados y llevarlos a Irak. Esto acaba
con otra fábula del “progresismo”: los “democráticos” países
europeos que se oponen a las aventuras imperialistas de EEUU.
Dentro
de la crisis que atraviesa Estados Unidos, hay
que tener en cuenta que históricamente, en su lucha por el dominio
mundial, para el imperialismo yanqui ha sido de importancia central
la búsqueda y el logro de “consenso” y “legitimidad”,
tanto para consumo interno de las masas estadounidenses, como para el
resto del mundo.
Desde ya, todos los
imperialismos han hecho eso en alguna medida –desde la “pax
romana” hace 2000 años, hasta la “carga del hombre blanco”, con
su “misión civilizadora” de los bárbaros asiáticos y africanos
en el siglo XIX–. Pero como el imperialismo yanqui ha practicado
fundamentalmente el dominio semicolonial, “indirecto”,
llevó una ventaja cualitativa frente a los imperialismos
europeos que lo precedieron, basados inicialmente en la esclavitud
colonial directa. EEUU podía presentarse como paladín de la
“paz”, la “libertad” y la “democracia”.
Ya Trotsky había
advertido esto como un rasgo particular y esencial del
imperialismo yanqui: “Norteamérica siempre está liberando a
alguien. Esa es su profesión.” []
Por eso, los dos grandes saltos de EEUU en el dominio global
–ocurridos en las dos guerras mundiales– estuvieron signados por
la convincente retórica “democrática” de los presidentes Wilson
y Roosevelt, respectivamente. Fue una ventaja inmensa, por
ejemplo, frente al imperialismo alemán, que con Hitler basaba sus
pretensiones en la superioridad racial germánica, argumento poco
atractivo para el resto de la humanidad.
En los años 60 y 70,
la guerra de Vietnam y simultáneamente las represiones sanguinarias a
los procesos revolucionarios en América Latina auspiciadas por
Washington, provocaron la primera gran crisis de legitimidad.
Luego, para remontar la derrota de Vietnam, deslindarse de las
dictaduras latinoamericanas apañadas inicialmente por EEUU y
enfrentar el “totalitarismo soviético” Carter añadió el tema de
los “derechos humanos”. Esto vino después muy bien frente a la estúpida
movida de la burocracia soviética de invadir Afganistán.
La
política de Bush mantiene la retórica de la “libertad y la
democracia”: después de desvanecerse la mentira de las “armas de
destrucción masiva”, el justificativo ha sido el de terminar con la
“dictadura de Sadam Hussein” y en general, llevar el “sistema
democrático” a Medio Oriente. Pero la atroz realidad de la ocupación
colonial de Irak, las masacres diarias, las torturas elevadas a
sistema legal y la farsa del gobierno títere ponen al desnudo su
verdadero contenido.
Irak
replantea esa crisis de legitimidad a mayor escala quizá que en
los 60 y 70, ya que no existe el justificativo del “espantajo”
soviético. Al Qaeda –si realmente existe– no da la talla. Por más
que Bush repita que Bin Laden trata de erigir un Califato, un imperio
islámico desde España a Indonesia, pocos toman en serio esos
argumentos, aunque la campaña “islamofóbica” tiene importancia
en otros sentidos. En Europa, sirve para motivar la discriminación,
el apartheid y el maltrato policial contra las poblaciones
provenientes de las ex colonias europeas. Y en Palestina, para
justificar las atrocidades de los ocupantes sionistas.
En
EEUU, lo de Irak fue instalando (o reinstalando) una polarización
que cruza a la sociedad norteamericana no sólo en relación a la
guerra sino a otros puntos políticos. Bush ganó la reelección
(aunque por poco margen), gracias principalmente a que no intentó
eludir esa polarización sino que la exacerbó en puntos
convenientes para movilizar a la derecha fundamentalista cristiana.
Logró que esos sectores cavernícolas se inscribiesen y lo votasen;
un hecho decisivo en un país donde la mayoría de los votantes
potenciales se mantiene al margen. Y, por motivos obvios, Kerry, su
rival demócrata, no quiso permitirse el juego peligroso de alentar
esa polarización desde el extremo opuesto... Pero la polarización
profunda de la sociedad norteamericana no se borró con el
resultado electoral, y hoy se inclina mayoritariamente en sentido
contrario a Bush.
Es,
entonces, completamente equivocada la visión “esencialista” de
Estados Unidos (que tienen ciertos sectores de la izquierda), como un
país condenado al atraso político y la derechización de sus
masas trabajadoras y populares. EEUU no es “el país de Bush”.
Hay
que empezar por recordar que EEUU es el país donde se produjo la
movilización de Seattle, que marcó el fin del consenso mundial
alrededor del neoliberalismo y la globalización. Y, más en general,
el período previo al 11 de septiembre fue de cierto ascenso,
aunque éste debió desarrollarse a partir de las graves derrotas
que implicaron para el movimiento obrero y social la (contra)Revolución
Conservadora de Reagan en los 80.
Asimismo,
no hay que olvidar que en los sesenta y parte de los 70, EEUU fue
escenario de una vasta radicalización, con movimientos políticos
y sociales de importancia mundial –como el estudiantil-popular
contra la guerra de Vietnam y los movimientos de la comunidad
afro-americana–. Y en ellos, aunque no fueron mayoría, se
desarrollaron alas combativas y hasta revolucionarias.
Una
de las cuestiones más importantes de la política mundial es si esa
polarización de la opinión pública, que ahora se vuelca cada vez
más contra la aventura neoconservadora, llegara a transformarse
en una movilización de masas. Si esto llegara a suceder, sería
posible también que sectores de la clase trabajadora no permaneciesen
al margen, como sucedió lamentablemente cuando Vietnam.
Lo
importante es que el movimiento de oposición a la guerra ha
resurgido. Aunque aún es la movilización de una vanguardia, está
teniendo una repercusión en las masas inédita desde que Bush
se lanzara a su aventura de guerra sin final y fronteras.
En
esta situación, se vuelve vital un debate estratégico que cruza toda
la izquierda norteamericana: si va a luchar por una alternativa política
independiente frente a los dos partidos gemelos de la
burguesía imperialista yanqui, el Republicano y el Demócrata; o va a
persistir en la línea estéril y fracasada de ser el
ala izquierda de los demócratas. El desastre de las últimas
elecciones, con Kerry compitiendo con Bush en quién es más
belicista, ha demostrado que eso no lleva a ninguna parte. La
dependencia de los demócratas, tuvo una consecuencia directa en el
eclipse del movimiento antiguerra durante el 2004: había que jugarlo
todo a las elecciones y no había que “polarizar” ni “asustar”
a los “electores indecisos”.
Ahora,
el resurgimiento del movimiento contra la guerra y la posibilidad de
que llegue a poner en movimiento a sectores de masas plantea este
vital problema estratégico. El desarrollo de una alternativa política
independiente va a ser el producto de un posible ascenso y, a la vez,
la herramienta indispensable para que este ascenso no se desinfle al
nacer.
Entonces,
el “nudo” que señalamos de la situación mundial –¿cuál va a
ser el desenlace final de la aventura hegemonista?– es una batalla
que, por supuesto, también se libra al interior de EEUU, como uno
de sus campos de batalla principales.
>>>>
A la tercera parte >>>>
Notas:
.-
Zbigniew Brzezinski, “Otro error más de Bush”,
reproducido en el sitio de Realidad Económica, 01/11/05,
subrayado nuestro.
.-
Immanuel Wallerstein, “Bush en el deslizamiento de lodo”,
www.socialismo-o-barbarie.org. edición del 20/11/05.
.-
Ayuda a esta simplificación la difusión mundial que están
alcanzado los bushism, sus frases célebres increíblemente
idiotas –como por ejemplo: “cada vez más nuestras
importaciones vienen del exterior”– o los relatos que hace
Bush de sus diálogos con Dios... Hoy las recopilaciones de bushism
circulan traducidas a todos los idiomas.
.-
El mejor ejemplo es Irak. Se suele olvidar que si bien fue Bush
quien terminó invadiendo Irak, durante los ocho años de
presidencia de Clinton ese país no sólo fue bloqueado sino también
machacado con bombardeos periódicos. Se ha comprobado que la
falta de alimentos y medicinas, y esos ataques causaron la muerte
directa o indirecta de 1.000.000 de iraquíes, gran parte de ellos
niños segados por el hambre, las enfermedades y el envenenamiento
debido al uranio empobrecido de las bombas yanquis. De modo que,
como genocida, Clinton aún va ganando por 10 a 1 a Bush, a
quien se calcula “apenas” 100.000 muertes iraquíes desde la
invasión.
.-
Fouad Ajami, "The Sentry's Solitude", Foreign
Affairs, nov/dic 2001
.-
“Proyect for the New American Century - Statement of
Principles”, 03/06/97, www.newamericancentury.org. Sus
firmantes fueron Elliott Abrams, Gary Bauer, William J. Bennett,
Jeb Bush, Dick Cheney, Eliot A. Cohen, Midge Decter, Paula
Dobriansky, Steve Forbes, Aaron Friedberg, Francis Fukuyama, Frank
Gaffney, Fred C. Ikle, Donald Kagan, Zalmay Khalilzad, I. Lewis
Libby, Norman Podhoretz, Dan Quayle, Peter W. Rodman, Stephen P.
Rosen, Henry S. Rowen, Donald Rumsfeld, Vin Weber, George Weigel y
Paul Wolfowitz. El PNAC
fue fundado en 1997 por Robert Kagan y William Kristol,
neoconservadores y notorios personajes del lobby sionista.
.-
Muchos nombres que aparecen en los textos del Proyect también
se los puede encontrar en el staff y las publicaciones del
tradicional Council on Foreign Relations (Consejo de
Relaciones Exteriores), que edita la revista Foreing Affairs
(Asunto Exteriores). En el staff del Council y su revista
se juntan desde un vicepresidente del Citigroup y otros dirigentes
corporativos de ese nivel, hasta altos ex funcionarios del
Departamento de Estado, académicos especializados en el tema,
etc. En estas publicaciones raramente escribe alguien que no sea
100% norteamericano (a veces algún inglés o israelí). Prácticamente
no hay contribuciones de europeos, aunque sean de derecha.
Entonces, la “atmosfera” intelectual que se percibe es como el
de una “pieza cerrada”, donde no entra un soplo de aire fresco
del exterior. Hay una combinación muy peculiar de cierta erudición
a nivel de los datos empíricos con un provincianismo
asombroso y un nivel pueril en todo lo que tenga que ver
con concepciones generales teóricas, históricas o sociológicas.
Es en estos círculos, por ejemplo, donde charlatanes insignes,
como Samuel P. Huntington, el inventor del “Choque de
Civilizaciones” (“The Clash of Civilizations”),
brillan como faros intelectuales. La revista Foreing Affairs le
regala a cada suscriptor nuevo un ejemplar del bodrio de
Huntington.
La
falta de seriedad de esta legión de “pensadores” del
establishment norteamericano se evidencia en que elaboran “teorías”
y “concepciones mundiales” casi con la misma rapidez con que
un McDonald saca hamburguesas o pollo frito... según el pedido
circunstancial del cliente. Cuando el imperialismo yanqui comienza
a ponerse frenético por el petróleo de Medio Oriente y el poder
de China empieza a preocuparle, aparece oportunamente un profesor
erudito que demuestra que “el mundo ha entrado en una nueva
fase... Las grandes divisiones en el género humano y la fuente de
conflicto dominante serán culturales.... el choque de
civilizaciones”... La civilización occidental versus los
estados “islámicos” y los “confusianos” (¡sic!)... (Samuel P. Huntington, “The Clash of Civilizations”, Foreign
Affairs, Summer 1993). Por
supuesto, la intelectualidad burguesa europea y de otros países
muchas veces elaboró teorías-justificación, como éstas... pero
generalmente han sido algo más “finos”.
.-
Años después Condolezza Rice anunciaría a los europeos que EEUU
“actuará desde el terreno firme de los intereses nacionales, no
los de una comunidad internacional ilusoria”. C.
Rice, “Promoting the National Interest”, Foreing
Affairs, ene/feb 2000.
.-
Citado por Alex Callinicos, The New Mandarins of American Power
(Polity, 2003).
.-
Sobre el sistema de lobbies, característico del régimen
político estadounidense, y el papel que juegan allí intereses aparentemente
“extranjeros”, como el lobby israelí y el lobby cubano,
volveremos más adelante.
.-
Uno de los testimonios más resonantes ha sido el de Paul O'NeilI,
ex Secretario del Tesoro en el primer gabinete de Bush. En enero
del 2004, reveló que “la administración Bush comenzó a
planificar la invasión de Irak, días después de entrar a la
Casa Blanca” (CNN.com, 14/01/04). A diez días de asumir, Bush
pidió al gabinete que le inventaran un justificativo para
atacar Irak. Luego, comenzaron a circular “memos” con un “Plan
for post-Saddam Iraq” (Plan para el Irak posSaddam) y otro
titulado “Iraqi Oilfield Contracts”, o sea, cómo se
iban a repartir los yacimientos petrolíferos. (Entrevista de
O’Neill a CBSnews, 11/01/04) Se repartían la piel del oso antes
de cazarlo...
.-
No está claro si el conjunto de las corporaciones relacionadas
con el negocio energía-petrolero estaba de acuerdo con esta política.
Es probable que el equipo Bush refleje más directamente a un
sector aventurero y piratesco –Haliburton, Enron, etc.– pero
minoritario. Esto se ve también en relación a Venezuela. Las
grandes petroleras, como Chevron-Texaco, siguen haciendo buenos
negocios con Chávez.
.-
Citado por Alex Callinicos, “Repercusiones de la elección de
Bush”, Socialismo o Barbarie, periódico, 11/11/04.
.-
Arthur Lepic, “Democracia de mercado: Esos intereses privados
que gobiernan los Estados Unidos”, Red Voltaire, 26/08/05.
.-
Maxime Rodinson, “Israel, a Colonial-Settler State”,
Pathfinder, Nueva York, 1973.
.-
Bastan dos datos para ver hasta que punto (y con plena razón) el
imperialismo yanqui considera a Israel prácticamente como
“territorio propio”. En primer lugar, Israel goza del
privilegio inaudito de tener armas atómicas, sin que EEUU
haga la menor objeción, ni a Koffi Anan y a la ONU se les ocurra
husmear por allí, como hacen con Irán. En segundo lugar, el
erario norteamericano ha gastado desde 1973 1.600.000
millones de dólares en subvencionar a Israel. (David
R. Francis, “Economist tallies swelling cost of Israel to US”,
The Christian Sciencie Monitor, 09/12/02) Si Israel tuviese que
vivir de sus propios recursos como un país “normal”, incluso
aunque no hubiese situaciones bélicas con los árabes y
palestinos, o no sería “viable” o sería un país muy
diferente, sin el nivel de vida europeo de que disfruta en medio
de la miseria de la región.
.-
El desastre casi “tercermundista” de Nueva Orleans mostró
dramáticamente hacia donde se orientan las prioridades y el gasto
del estado federal.
.-
Para el presupuesto del 2006, la suma de estos tres departamentos
llegará a casi 500.000 millones dólares. Y eso que por una
maniobra contable, ya desde el presupuesto del 2005 no se incluyen
los gastos de la ocupación de Irak, por ejemplo... (Datos
de “2006 Budget Proposal”, Washington Post, 07/02/05).
.-
Rumsfeld hizo el servicio militar como piloto naval. Pero su
experiencia militar es como sólo funcionario civil a cargo de
cuestiones militares. Fue embajador en la OTAN y luego Secretario
de Defensa en 1975-77.
.-
Wallerstein, “US Power and US Hegemony”, Monthly
Review, agosto 2003.
.-
Varios analistas insisten en que no fueron sólo los factores de
orden mundial los que determinaron el giro belicista, sino que
también pesaron los problemas internos. Al iniciarse el
siglo XXI, se había producido lo de Seattle y la estabilidad política
y social en EEUU estaba amenazada por el estallido de la burbuja
de Wall Street, la recesión, los escándalos corporativos, la
bancarrota de los fondos de pensión, la crisis del sistema de
salud, la creciente desigualdad social... “Para hacer frente a
todo esto, el presidente [Bush] había sido elegido no por el
pueblo, sino por cinco contra cuatro votos de la Suprema Corte. En
vísperas del 11 de septiembre, su legitimidad estaba
cuestionada por al menos el 50% de la población. La única
forma de prevenir el aniquilamiento político de los republicanos
fue la intensa solidaridad –expresada en un reavivamiento
nacionalista– creada alrededor de los acontecimientos del 11 de
septiembre y del terror del antrax.” (David
Harvey, “The New Imperialism”, Oxford University Press,
2003, p. 70, subrayados nuestros)
.-
Lógicamente, el proyecto de “orden mundial” alentado desde
las dos principales potencias europeas –Alemania y Francia, con
ciertas coincidencias con Rusia y China– difiere del postulado
por los neoconservadores de EEUU. Puede resumir así:
1)
Existe una “comunidad internacional”, un “derecho
internacional” y “organismos internacionales”, la Organización
de las Naciones Unidas en primer lugar, la Corte Penal
Internacional, etc.
2)
La guerra y la paz y, en general, todas las querellas
internacionales de orden político las debe resolver la ONU, a
través del Consejo de Seguridad (donde EEUU, Gran Bretaña,
Francia, Rusia y China tienen asientos permanentes y derecho de
veto).
3)
Del mismo modo, tiene que ser competencia exclusiva de la ONU
disponer la ocupación militar de países y el establecimiento de
protectorados. Así también debe ser en el caso de Irak. Si hay
que invadirlo, lo decidirá la ONU... y si dice no, es no.
4)
La Corte Penal Internacional debe tener derecho a juzgar a todo el
mundo, incluso a militares estadounidenses, por crímenes de lesa
humanidad.
Es
obvio que, dentro de este ordenamiento, nada puede ser decidido
sin el acuerdo de Francia (e indirectamente Alemania), Rusia y
China. Tanto EEUU como su alter ego británico estarían siempre
obligados a buscar el consenso con ellos. Por el lugar que ocupan
en los “organismos internacionales”, pretendían, con el solo
gasto de levantar la mano en el Consejo de Seguridad, dictar
condiciones a EEUU, que al momento de invadir Irak gastaba en su
presupuesto militar la suma de los presupuestos de los 15
siguientes países...
.-
Como se recordará, el ataque de la aviación japonesa a la flota
norteamericana estacionada en Pearl Harbor (Hawai) en diciembre de
1941 marcó la entrada de EEUU en la Segunda Guerra Mundial. Hasta
ese momento, el público estaba muy dividido en relación a
la guerra. Gracias al ataque japonés, el presidente Roosevelt,
que siempre había tenido el objetivo de intervenir en el
conflicto, pudo unificar a la sociedad norteamericana para
combatir contra el Eje (Alemania, Italia y Japón).
En
el 2000, un año y medio antes del 11 de septiembre, el mencionado
Project for the New American
Century, publicó el
documento “Rebuilding
America’s Defenses: Strategies, Forces and Resources for a New
Century”,
con un programa más detallado que la Declaración inicial
que comentamos. En “Rebuilding”
ya se planteaba abiertamente “tomar el control militar de la
región del Golfo”; o sea, invadir Irak. Pero además, este
texto se lamentaba que el proceso de “transformación estratégica”
de las fuerzas armadas de EEUU “va seguramente a ser largo, salvo
que ocurra un evento catastrófico y catalizador –como un nuevo
Pearl Harbor–“. (Citado
por Christopher Bollyn, "America 'Pearl Harbored'",
American Free Press, 12/04/04, subrayado nuestro). El “nuevo
Pearl Harbor” ocurrió oportunamente, cuando Bush estaba cada
vez más en problemas, y el “paquete” de rearme de los
neoconservadores y de “tomar el control militar del Golfo”
parecía difícil de lograr en esas condiciones. Esto
ha multiplicado las especulaciones e interrogantes acerca del 11
de septiembre.
.-
Y el vicepresidente Cheney aclaró que era una guerra “distinta
a la guerra del Golfo, en el sentido que no puede acabar nunca.
Al menos, no en el trascurso de nuestras vidas”. (Cit. SoB
revista N° 14, marzo 2003)
.-
“El imperialismo yanqui –advertía Trotsky ya en 1926– es,
por su esencia, despiadadamente brutal, depredatorio, en el pleno
sentido de la palabra, y criminal. Pero debido a las condiciones
especiales de su desarrollo, tiene la posibilidad de envolverse en
la toga del pacifismo... No lo hace a la manera de los
imperialistas del Viejo Mundo, donde todo es transparente... [...]
Estados Unidos entró tarde a la arena mundial, después que todo
el mundo ya había sido tomado y divido. El progreso imperialista
de Estados Unidos, por lo tanto, avanza bajo la bandera de la
‘libertad’... el reinado de la paz... la autodeterminación de
las naciones... el castigo a los criminales y los premios a los
virtuosos...” El imperialismo de EEUU se presenta, entonces,
como “humano, democrático... Norteamérica siempre está
liberando a alguien. Ésa es su profesión”. León Trotsky, “Perspectivas
del desarrollo mundial”, discurso del 28/07/24, publicado en
“Sobre Europa y Estados Unidos”, Ediciones Pluma,
Buenos Aires, 1975.
|
|