Competitividad, deslocalizaciones y salarios:
Reflexiones
contra el discurso oficial y por otra estrategia sindical
Por Juan Pablo Mateo Tomé,
agosto 2004
1. Introducción
Asistimos últimamente a la profunda exacerbación de un
discurso que, arropado por lo que en primera instancia parece ser el
sentido común, oculta sin embargo un mensaje ideológico claro y una
perspectiva de clase que por su amenaza para el conjunto de los
trabajadores debemos desenmascarar de forma argumentada. Se trata del
discurso que en virtud de las deslocalizaciones de empresas aboga por la
competitividad poniendo en el punto de mira a los salarios.
En este texto pretendo ofrecer un punto de vista alternativo
sobre esta cuestión de la máxima actualidad y del mayor interés para el
conjunto de la clase asalariada.
Como ningún análisis es neutral, y mucho menos en una ciencia social
como representa la economía, por rigor y honestidad debemos aclarar en un
primer momento nuestro punto de partida. De esta forma ahorramos al lector
indagación mental alguna para averiguar las lindes ideológicas por las
que se mueve el autor. Así, el enfoque teórico que sustento es el del
marxismo. No se pretende por tanto ninguna vocación de asepsia social,
por el contrario, el único fin es el de contribuir a la toma de
conciencia de los trabajadores en el plano teórico como un instrumento de
la lucha en el terreno de la praxis, pues frente al poderío cuantitativo
(que no científico y explicativo) de los pensamientos únicos, en su
doble faceta directamente apologética así como la reformista de origen
moralista-utópico-sentimental, nuestra clase social debe desarrollar el
verdadero espíritu del saber libre, esto es, crítico y heterodoxo.
El recorrido que realizo viene bosquejado brevemente en el título,
y por este orden hablo de competitividad, deslocalizaciones y
posteriormente del quid de la cuestión, el eje central de la pugna
distributiva entre trabajo y capital: el salario. Sin duda, en términos
académicos el orden analítico hubiera sido otro, pero no obstante en
tanto en cuanto la única vocación de estas líneas, como he subrayado,
es la de servir de toma de conciencia para todo lector, invierto la
argumentación por razones de claridad expositiva.
2. El discurso oficial y su contenido apologético
i) Sobre la teoría de sus economistas liberales...
En la forma mágica y divina de los todopoderosa economía (neo)liberal,
la fórmula trinitaria del capital, la tierra y el trabajo, este último
ocupa un lugar sagrado, un lugar reservado en la diana de los escopeteros,
bandoleros y demás cazadores furtivos al servicio del capital. Es
significativo que siempre y sin excepción conocida, toda crisis económica,
perturbación simétrica o asimétrica, pérdida de competitividad o
incluso desgracia medioambiental tenga en los elevados salarios su causa
primigenia fundamental. La receta que nos recomiendan para la salvación
es siempre la misma desde los albores de la historia capitalista, ¡moderación
salarial! Y a fuerza de machacar algunos hasta se lo creen.
Los análisis convencionales muestran sus limitaciones y su
profundo sentido apologético cuando toman como elementos básicos para
sus análisis, al contrario que el espíritu científico, los fenómenos
que aparecen en la superficie y que luego se recogen en las estadísticas
oficiales. No olvidemos además que las mismas son elaboradas,
estructuradas y presentadas conforme a los postulados básicos de dicho
enfoque “oficial” y la teoría económica que subyace es la de sus
intereses de clase.
Por el contrario, el análisis marxista penetra debajo de la
superficie de las cosas con el fin de aprehender la esencia de los fenómenos,
pues como muy bien señalaban Marx y Engels, “toda ciencia sería
superflua si la forma de manifestación y la esencia de las cosas
coincidiesen directamente”. De hecho, la mayoría de lo que escuchamos
y/o leemos en los medios de comunicación pertenecería con todo
merecimiento a esa “economía vulgar” que ellos ridiculizaron
constantemente.
ii) ... y las soflamas de sus portavoces a sueldo (o los
sicofantes)
Si consultamos cualquiera de los principales medios de
comunicación podemos apreciar la importancia desmesurada que se le otorga
a los cierres de empresas en los países desarrollados y a la descripción
de los salarios tan elevados que tienen los trabajadores estadounidenses,
las largas vacaciones “pagadas” de los obreros alemanes o la red de
prestaciones gratuitas de que disfrutan los nórdicos. Por supuesto, no es
mi propósito negar el drama humano que aflora con los despidos que estas
deslocalizaciones traen consigo, pero al fin y al cabo es un hecho más de
nuestro sistema económico, no se pueden negar las consecuencias ignorando
las causas. Pero sí lo es contribuir a desenmascarar lo que tras estas
soflamas se esconde.
Veamos un ejemplo de ello en el diario El Mundo (01 de
junio de 2.004, página 33, sección Economía), en un artículo
casualmente titulado “Eslovenia, único país de los 10 nuevos estados
de la UE que supera a España en coste laboral”. De esta frase
adivinamos ya la que se nos viene encima. Cito literalmente y comento
algunas partes.
a) La noticia ha confirmado el análisis de los expertos.
¿De qué expertos se trata? Deben ser los mismos que, por
decir un ejemplo cualquiera, la CEOE o alguna multinacional (de las que,
por casualidad, desea invertir en el sector objeto de estudio) contrata
para que haga estudios rigurosos y serios que fortuitamente demuestra la
inviabilidad de un sistema público de pensiones o la educación gratuita.
Y es que en esto de ser experto uno no sabe si se premia más el contenido
analítico o la fuerza y el arte con el que se cantan excelencias al
poder.
b) Los costes laborales del mercado español superan a los
de los 10 nuevos países que el pasado 1 de mayo se sumaron al proyecto
europeo, con la excepción de Eslovenia.
Al margen de lo triste de la casualidad de la fecha, podemos
inferir una serie de cuestiones: i) los intereses a que obedece la
ampliación de la Unión Europea, ii) la centralidad del coste laboral y
del trabajo en la economía capitalista, como veremos posteriormente, iii)
que se oculte el coste unitario de producción y sólo se fijen en el
salarial, iv) que los trabajadores españoles se vayan preparando, en
vista del redoble estruendoso de campanas, ante una potente ofensiva del
capital (la enésima) contra sus salarios y condiciones laborales, y v)
que nuestros compañeros eslovenos también lo hagan con antelación.
c) Cifras: el coste laboral en España se sitúa en 8.42
euros la hora (Eslovenia en 9.01), frente a Hungría o la República
Checa (poco más de 5), Polonia (4.49), Letonia
(2.49).
Por cierto, no se cita que economías más competitivas
que la española, y también de Europa, tienen mayores costes laborales
absolutos pero por alguna extraña razón reciben las inversiones con
mayor componente tecnológico y son las más prósperas.
d) La mano de obra barata que caracteriza a la Europa del
Este está provocando el traslado de un elevado número de empresas a
territorio ex-comunista, citando especialmente el caso de Eslovaquia
(coste laboral de 3.46 euros por hora), en la actualidad el país
más atractivo para los empresarios de todo el mundo. Un ejemplo fue el
traslado de la sede de Samsung en Cataluña a Galanta, la región
industrial eslovaca en la que no cesan de establecerse nuevas fábricas.
De estas afirmaciones podemos enumerar algunas conclusiones:
i) frente a las ilusiones y discursos de algunos, al menos no
se esconde el verdadero papel de esas tierras integradas tras su pasado más
o menos socialista, en el marco de la economía capitalista mundial:
reserva de mano de obra barata ¿dónde quedan los que atribuían al ancient
régime el origen de todos los males?,
ii) si en teoría parece ser que todas las empresas del mundo
van a concentrarse allí, inferimos un rápido desarrollo socioecómico a
medio plazo, aunque no se aclara la desindustrialización que también ha
existido tras el colapso de la URSS así como no se mencionan otros
traslados que también se producen (¿por qué ciertas líneas productivas
avanzadas y de gran productividad se quedan en las zonas con más altos
salarios?), en fin...
iii) desconocemos si Eslovaquia, el país más atractivo para
el empresariado lo es también para el trabajador: citemos los salarios
permanentemente estancados, la desregulación total del mercado laboral o
la fiscalidad absolutamente regresiva, etc., lo que alude a una cuestión
de mayor enjundia: ¿va el concepto “atractivo” ligado a empresarios y
trabajadores? En tal caso, ¿por qué no existe una migración
internacional hacia Bratislava y sus alrededores, convertidos en
paraísos fiscales? Y en general la cuestión es ¿existen
intereses comunes para capitalistas y trabajadores?
En el ámbito académico, voy a mencionar a uno de los más
importantes exponentes del neoliberalismo en España, el economista Pedro
Schwartz,
quien afirma en un artículo reciente en el periódico digital de
tendencia ultra-conservadora Libertad Digital (26 de abril de
2.004) lo siguiente:
a) Es un error pensar que la deslocalización constituye un
problema nacional, (ya
que) el país en su conjunto progresa gracias a la deslocalización y a
cualquier destrucción de empleos improductivos, por efecto de la
competencia, internacional o nacional. (...) Una empresa que envía sus
empleados al paro lo hace porque no consigue que produzcan lo suficiente
para compensar su salario. Ese cierre puede deberse a la competencia del
vecino o del indio o del chino, pero en todo caso indica que en otro lugar
serían más productivos. Si encuentran ese nuevo empleo, producirán más,
para bien de nuestro país.
En lo sucesivo cuestionaré esta visión neutralista (por
redistribuidora) de los efectos sociales de las deslocalizaciones, su análisis
estático de lo que constituye la realidad social y la competencia entre
capitales, así como la confluencia de intereses interclasistas bajo el
ropaje nacional (el del país en su conjunto).
b) En un mercado competitivo, las empresas pagan
a sus empleados el equivalente del valor de lo que cada uno produce: el
salario viene gobernado por la productividad marginal de los trabajadores.
Veremos posteriormente la diferencia sustancial
con la aplicación de la teoría marxista del valor a la categoría del
salario, donde se evidencia lo que se esconde tras las relaciones sociales
”armoniosas” del régimen capitalista de producción.
Estas proposiciones oficiales podemos resumirlas en lo que
verdaderamente es el eje central de toda esta cuestión. De acuerdo a este
discurso fáctico, y utilizando un simple método deductivo, concluimos en
la supuesta y autoproclamada veracidad de las siguientes afirmaciones:
La competitividad va ligada siempre a menores salarios y por
ello es que las deslocalizaciones de empresas responden a sus variaciones,
por lo que la vía del progreso social radica en una reducción
generalizada de las remuneraciones de los trabajadores, de lo cual
extraemos a su vez otras ideas esenciales,
el coste laboral equivale al salario en términos absolutos,
las economías más competitivas son las que tienen, por
tanto, menores salarios,
el grueso de las inversiones mundiales se dirigen a esas
zonas,
en definitiva, el salario determina la estructura de precios
y por tanto los ritmos y la magnitud de la acumulación de capital,
así, se convierte en la variable independiente del sistema
que origina, consecuentemente, las crisis económicas que periódicamente
sacuden al capitalismo.
En lo que sigue reflexionaremos sobre estas cuestiones e
iremos extrayendo, tal vez, otras conclusiones, o bien matizaremos las
mencionadas, teniendo presente que en muchas ocasiones las medias
verdades, precisamente por serlo y por cómo inciden sobre la percepción
ciudadana, resultan más dañinas que las propias mentiras inventadas.
3. La cuestión de la competitividad
Acumulación de capital, crisis y dinámica salarial
En términos agregados, con demasiada frecuencia, o más bien
de forma permanente, los salarios son acusados por la corriente dominante
en la ciencia económica de estar en la base de las dificultades por las
que atraviesa la acumulación de capital y por extensión de la propia
crisis económica. Si descendemos al nivel microeconómico, la economía
convencional, en su doble cara tanto de origen neoclásico como
keynesiano, identifica además competitividad con bajos salarios, lo que
supone sustentar una relación proporcional entre coste y precio unitario
del factor, sea trabajo o capital.
En este análisis ortodoxo el salario no obstante ha cobrado
una importancia preponderante, y se ha situado en el punto de mira de la
estrategia ofensiva del capital. Así, sus recomendaciones, bien
interpretadas por instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional, los propios gobiernos nacionales o sus bancos centrales,
giran en torno a la moderación e incluso la regresión salarial como vía
para superar la crisis estructural. Las políticas económicas desplegadas
bajo sus auspicios se fijan como objetivo básico una redistribución de
la renta en favor del capital para lo cual inciden directa o
indirectamente sobre el salario en su sentido amplio: directo (la percepción
dineraria neta), indirecto (el conjunto del gasto público que incide
sobre el nivel de vida del trabajador) y diferido (la magnitud salarial
cuya apropiación se pospone en el tiempo: la pensión por jubilación).
Por sus determinantes, diremos que constituye una vía de ajuste
fundamentada en la expansión de la tasa de plusvalía absoluta y por ello
caracterizado por su carácter espúreo.
ii)
Estrategias de aumento del plusvalor (y por tanto, de la
competitividad)
En general, digamos que lograr una mayor tasa de plusvalía
(o de explotación) se consigue, en la dinámica de la acumulación de
capital, con un mayor acervo de bienes de capital por trabajador (una
mayor composición orgánica del capital, en terminología de Marx). Y
ello en absoluto es contradictorio, en principio, con menores salarios
reales.
Al contrario, en este esquema la acumulación de capital es
la variable independiente y el salario es la categoría dependiente, por
lo que el hilo causal no es el que va de un coste salarial que determina
el grado de acumulación de capital o la estructura de precios de las
distintas mercancías, sino más bien la realidad ofrece una dirección
inversa.
Únicamente desde el proceso de generación y reinversión del excedente
adquiere su significado la forma “salario” y sólo así cabe
entenderlo. En la práctica, de esta forma podremos explicar la
heterogeneidad salarial entre el Centro y la Periferia y en el seno de
estas zonas.
La acumulación de capital se origina en los beneficios
cosechados por la empresa con anterioridad, que no es sino la plusvalía
creada por el trabajador pero apropiada por el empresario. Un sistema
basado en la propiedad privada de los medios de producción exige que,
para no interferir en el proceso normal de valorización del capital y aún
más, para acelerarlo al máximo y contrarrestar su tendencia secular
hacia la crisis estructural, se deba garantizar un nivel adecuado de
rentabilidad, es decir, una determinada mas de plusvalía apropiada por
estos propietarios.
Una vía es la de la plusvalía absoluta, que consiste
en reducir los salarios reales y alargar la jornada laboral. Este
mecanismo, central en las primeras fases del capitalismo pero que no se ciñe
a tal época como bien podremos comprobar, se enfrenta a límites que no
puede franquear. En efecto, por una parte se ha de garantizar un salario mínimo
que permita la reproducción de la fuerza de trabajo, que es la fuente de
la riqueza del capitalista, y por otra la jornada laboral, o la porción
de la misma que toma la forma de tiempo de trabajo excedente, no es
susceptible de una extensión ilimitada pues el día tiene 24 horas y el
cuerpo humano un aguante determinado. Digamos que una estrategia de
competitividad fundamentada en estos parámetros es verdaderamente espúrea,
ineficaz y socialmente regresiva. En este bando podemos situar a los
voceros de la patronal, los economistas neoliberales del Banco de España,
el Sistema Europeo de Bancos Centrales, los organismos internacionales
como el Fondo Monetario Internacional, etc. En general, todos los que se
vierten hálitos de modernidad, progreso y dinamismo mientras centran su
idea de mejorar la competitividad empresarial en los costes salariales,
como si fueran los únicos y/o los decisivos del progreso de una sociedad.
Pero estos elementos a sueldo del patrón, que no dudan en dar lecciones
magistrales de historia cuando a descalificar al socialismo se refiere,
ignoran, obvian, soslayan deliberadamente (y ello es peor que la
ignorancia, que no por peligrosa deja de ser fácilmente subsanable con
una receta libresca) el propio devenir del sistema que defienden.
Y es que, curiosamente, ¡se ciñen a lo que el
“anticuado” Karl Marx caracterizaba del pasado y no como motor del
desarrollo capitalista! Veamos. En la sección Vª del I volumen del libro
I de El Capital, Marx comenta la producción de plusvalía absoluta
y relativa. Respecto a la modalidad mencionada, dice que “la prolongación
de la jornada de trabajo más allá del punto en que el obrero se limita a
producir el equivalente del valor de su fuerza de trabajo y la apropiación
se este plustrabajo por el capital, eso es producción de plusvalía
absoluta. Constituye la base general del sistema capitalista y el punto
de partida de la producción de plusvalía relativa”.
En la sección IIIª del primer volumen ya había analizado
todo lo referente a la jornada de trabajo y sus límites naturales, el
trabajo diurno y nocturno, el sistema de turno, un recorrido histórico
por las leyes coercitivas para la prolongación de la jornada de trabajo
desde el siglo XIV, la legislación fabril inglesa contemporánea, etc.,
mientras que es el análisis de la producción de plusvalía relativa la
que ocupa el eje central de su investigación. ¿Por qué? Sencillamente
porque es el método que caracteriza a este modo de producción, a la que
dedica la sección IVª y que atraviesa todo el resto de su obra,
principalmente cuando a partir del libro III introduce los distintos
segmentos del capital en su competencia dinámica y destaca los
fundamentos básicos que caracterizan el proceso de acumulación de
capital, culminando una obra que pretendía comprender este sistema económico,
lo cual conducía inexorablemente a despojarlo de sus velos de armonía
interclasista. Y algunos se atreven a menospreciarle, haciendo gala de una
ignorancia supina.
iii) ... y las que evidencian el carácter del capitalismo
actual
No obstante, el papel caduco del capitalismo en la actualidad
se evidencia cuando se aprecia cuáles son las estrategias que se
pretenden desde las filas del capital como palancas de la acumulación de
capital: el cuestionamiento sistemático de las condiciones de vida
conquistadas por los trabajadores, lo que toma forma como un ataque
frontal contra el salario entendido en sus diferentes expresiones: los
salarios reales, los convenios colectivos, acceso a educación y sanidad
(y otros gastos sociales), subsidios por desempleo, etc. Como bien lo
explica Daniel Gluckstein (1.999), esta regresión histórica
descrita
...lleva a que el proceso anterior de “revolución en
las condiciones de producción”, sea sustituido por un proceso de
“contrarrevolución en las condiciones sociales de producción”
(...) Actualmente, tenemos que constatar que la hipótesis contemplada por
Marx como absolutamente excepcional y contradictoria con el propio régimen
de propiedad privada de los medios de producción, se ha convertido ahora
en la norma y la expresión misma del carácter autodestructivo de la
supervivencia del imperialismo senil. En el centro de ese carácter
autodestructivo se halla la ofensiva de destrucción de la propia clase
obrera, puesto que la destrucción de ésta sería la destrucción del
sistema mismo.
Si algunos todavía piensan lo contrario, deberían responder
a las cuestiones que Louis Gill [1.996 (2.002)] formula al respecto, pues,
¿cómo explicar...
...que los progresos técnicos ininterrumpidos que el mundo
ha conocido en el curso del siglo XX parezcan incapaces de continuar
asegurando una mejora de las condiciones de vida y de trabajo, sino que más
bien parezcan acompañarse de la imposibilidad de beneficiarse de ellos
para una fracción de la población que no deja de aumentar?
...que, en relación con estos progresos, lejos de continuar
mejorándose los regímenes públicos de educación, salud y servicios
sociales, más bien estos regímenes se vean cada vez más amenazados?
...que las desigualdades se ahonden, que poblaciones enteras
estén amenazadas de hambre, que millones de personas mueran de hambre
cada año, que se empobrezcan y endeuden los países subdesarrollados
hasta el punto de hundirse bajo el peso de esta deuda?
...que el trabajo se precarice, que el desempleo se extienda,
que el número de los sin-techo, incluidos los de los países más
desarrollados del mundo, no deje de aumentar, que se destruya poco a poco
el medio de vida?
...que no deje de profundizarse el divorcio entre la
actividad económica real y el mundo de las transacciones financieras
alimentado por la especulación y que periódicamente planee la amenaza de
un desastre financiero?
iv) ...pero no niegan el papel esencial de los medios de
producción
Como he señalado, la idea de la plusvalía relativa alude
a aquella que revoluciona las condiciones sociales y técnicas del proceso
de trabajo, es decir, el progreso y la innovación tecnológica que
conforman el desarrollo, en definitiva, de las fuerzas productivas.
Estos avances permiten incrementar el tiempo de trabajo excedente, es
verdad, pero en virtud de que una productividad acrecentada permite que en
una menor porción de la jornada de trabajo el obrero produzca el
equivalente de su salario. Ello ha representado, pese al gran coste
social, un factor de progreso, y Marx reconoció el papel progresista del
capitalismo en la historia de la humanidad. Sin embargo el último siglo
se caracteriza precisamente por lo contrario, y su parasitismo y
putrefacción se hacen objetivamente cada vez más evidentes para una
mayor parte de la humanidad.
Por otra parte, de forma paralela, son los elementos de
los medios de producción los decisivos en la rebaja de costes y los que
representan el secreto de la competitividad y la eficiencia. Podemos
citar en este sentido la exposición contenida en Guerrero (1.995) cuando
compara las estrategias de competitividad basadas en bajos salarios y las
que ven el secreto de la competitividad en la mayor productividad, así
como se revela la razón oculta de los que reclaman indiscriminadamente el
control salarial:
“En relación
con la segunda de las posiciones citadas, es significativo comprobar cómo
muchos de los especialistas del mundo de la empresa, los que trabajan en
ella como ejecutivos, contables o ingenieros, no suelen coincidir con la
opinión anterior [refiriéndose a las características del discurso
enumeradas en el epígrafe “el discurso oficial y su contenido apologético”],
que es más fácil de encontrar en el ámbito académico y mediático. Con
sólo algunos ejemplos, podremos hacernos una idea ajustada de las
diferencias existentes entre el nuevo punto de vista -más consciente de
que el método más eficaz para aumentar la plusvalía pasa por la plusvalía
relativa- y el expresado en el párrafo anterior.
Así, cuando estaba en su máximo apogeo el fenómeno "López de
Arriortúa", la prensa española reprodujo repetidamente el punto de
vista de este ingeniero señalando que "no cae, sin embargo, en la
concepción de que los altos salarios rebajan la competitividad de la
industria europea. Para Arriortúa, “este razonamiento es equivocado
porque a la hora de reducir costes el salario no es el factor
determinante; mucho más importante es el tiempo que se tarda en
construir, es decir, la productividad”. Y las explicaciones ofrecidas al
respecto exponen claramente cómo se pueden rebajar los costes, aunque el
precio de los factores se mantenga invariable, cuando se consigue
incrementar la productividad del proceso productivo en sentido amplio:
"Lo hemos hecho en 300 lugares de Europa, EE. UU., Brasil; Australia,
Japón", comenta, "y la media de mejora de la productividad
alcanzada en una semana ha sido del 65%. Hemos reducido el material en
proceso un 53%; el espacio para trabajar, un 35%, y el tiempo de producción
de la pieza, un 56%. En algunos casos hemos conseguido mejoras de
productividad del 300%".
Se comprenderá que ante mejoras de productividad de ese calibre las
elevaciones habituales de los salarios que se suelen establecer en los
correspondientes convenios colectivos sólo tengan una importancia
secundaria. Bien es verdad que estos avances de la productividad no están
a la orden del día por doquier, pero hay que tener en cuenta que es
precisamente cuando se producen "saltos" de este tipo cuando las
empresas consiguen rebajas radicales de sus costes unitarios, que se
reflejan automáticamente en rebajas equivalentes en los costes laborales
unitarios.
De
lo expuesto podemos recapitular lo más importante. Existen diferencias en
la forma de percibir el problema de la competitividad entre el mundo de la
empresa, ubicado en la problemática real de la competitividad en su vorágine
dinámica, como corresponde a la economía de la libre empresa; y lo
recalcado por las voces mediáticas. Según la primera de las
consideraciones,
en el término competitividad los salarios no son los factores
concluyentes, sino que la rebaja de costes y con ella el logro de una
mayor competitividad viene de la mano de la mayor productividad. Y ésta,
como no puede ser de otra manera, tiene en las condiciones materiales de
la producción, los llamados bienes de capital, su eje central. Parece que
el análisis de Marx no andaba tan desencaminado.
Seguidamente,
este mismo autor nos ilustra con ejemplos concretos que prueban de su
argumentación:
“Un
personaje tan significativo como Nicolas Hayek, presidente del grupo SMH
(que controla, entre otras cosas, el 70% de la industria relojera suiza:
Omega, Longines, Swatch, Tissot, Rado, BlancPain, etc.), ante la asombrada
periodista que no se explicaba cómo podía ser rentable producir en
Suiza, donde los salarios son tan elevados, responde: "la mano de
obra no es la parte más costosa de esta operación industrial. Si los
salarios directos no sobrepasan el 10% del precio del reloj, se puede
vender en cualquier país. Y el precio de la mano de obra por reloj es del
orden de 1.5 francos (unas 150 pesetas). Si lo hiciéramos en cada uno de
los países donde vendemos, a lo mejor nos costaría 0.60 francos suizos,
pero entonces tendríamos otros gastos adicionales. Sabido es que si se
concentra la producción en un mismo lugar el control de calidad es mucho
mayor y el precio más bajo".
En la misma línea, señalemos por último la visión de David Whitwam,
presidente de Whirpool, la mayor empresa de electrodomésticos del mundo
(40.000 empleados y 25 fábricas en 11 países), quien, ante la inevitable
pregunta por el costo de la mano de obra, responde: "Esto no va a ser
uno de los grandes parámetros para decidir dónde colocar una fábrica.
Entre el 60% y el 65% del costo de un producto lo determina el material y
no la mano de obra. La mano de obra es una pequeña parte del total del
costo del aparato. Más importante que el costo de la mano de obra es para
Whirpool la calificación de la misma, la formación, la flexibilidad.
Buscar mano de obra siempre más barata no nos lleva a ningún sitio.
Nuestras inversiones son muy grandes -entre 150.000 y 200.000 millones de
dólares [sic]- y se hacen pensando a muy largo plazo, mientras que el
costo de la mano de obra puede fluctuar muchísimo en muy poco tiempo”.
Queda meridianamente claro cómo, en la comparación de distintos
niveles de desarrollo, y de acuerdo a los diferentes niveles de
productividad y avance de las fuerzas productivas, las zonas más
industrializadas muestran salarios absolutos superiores que no
obstaculizan un coste unitario de fabricación del producto menor. Este
factor determina que sean receptoras del grueso de inversiones de alta
tecnología, que lo son precisamente por los medios de producción tecnológicamente
avanzados que emplean y las infraestructuras de que disponen.
Finalmente,
no podemos dejar de citar algunas de las conclusiones que extrae:
“Estas posiciones de los empresarios -que reflejan su conciencia de
que los salarios no son lo esencial, es decir, que altos salarios y bajos
costes suelen ir unidos y no al contrario, y de que lo esencial es el
desarrollo de las fuerzas productivas, el desarrollo de las potencias
sociales del trabajo que se manifiesta en el crecimiento y complejidad del
trabajador colectivo- no debe hacernos pensar que los académicos no
comprenden este punto.
Lo que ocurre es que interviene aquí otra dimensión importante de la
cuestión de la competitividad -que tiene que ver con el componente retórico
del discurso de la política económica- en la que se ven mucho más
implicados los representantes del mundo profesoral y mediático.
De lo que se trata es de que gran parte de la insistencia en el llamado
"reto de la competitividad" no se debe tanto a los objetivos que
los defensores de la política de competitividad dicen pretender alcanzar
cuanto al uso del término a la manera de talismán, o conjuro, de carácter
"político-económico". Como ha reconocido uno de los autores
que ha combinado reflexión teórica con responsabilidades políticas en
este campo, lo verdaderamente importante es "el papel
extraordinariamente movilizador que desempeñan algunos conceptos político-económicos
a la hora de concentrar los esfuerzos colectivos para la consecución de
grandes objetivos económicos (...) En parte, éste es el papel que le está
correspondiendo en los años noventa a la competitividad (...) Se adopta
como criterio de evaluación y control de las realizaciones económicas de
los países un solo objetivo prioritario y casi exclusivo de seguimiento.
Es evidente que de esta forma se toma la parte por el todo, con lo que el
criterio escogido como leit-motiv opera al modo de una sinécdoque en la
economía expresiva de la colectividad”.
Hemos visto que el proceso de desarrollo de las fuerzas
productivas y rebajas en los costes de producción se ha caracterizado por
un constante avance en la mecanización, la investigación, la organización
empresarial, es decir, revolucionando sin cesar los medios de producción.
El atraso tecnológico es, por tanto, el que impide competir y el que no
permite alzas salariales, por lo que lo que verdaderamente caracteriza a
la empresa capitalista en la dinámica de la acumulación de capital
es que tanto el enfrentamiento interno entre capital y trabajo como la
rivalidad consustancial entre los capitales individuales empujan
permanentemente hacia un proceso de cambio técnico y organizativo que, si
bien, históricamente, se manifestó en una primera fase esencialmente por
cambios en la forma de llevarse a cabo la aplicación del elemento
subjetivo -la fuerza de trabajo- a la producción misma, en cambio se
caracteriza hoy en día por tener como elemento clave y central la
revolución que experimentan los elementos objetivos de la misma, es
decir, los medios de trabajo (y en especial los instrumentos de trabajo,
especialmente la máquina-herramienta).
De
este texto podemos obtener una serie de conclusiones que son vitales para
comprender ciertos fenómenos.
i)
La competitividad se basa en la reducción de costes, más en concreto, en
producir la mercancía a un coste menor, lo que podemos denominar como un
menor coste unitario. Más allá de discursos empresariales de
diferenciación del producto o calidad, las diferentes variantes se
reducen a lograr reducir el costo unitario de producción, o, lo que es
equivalente, a igual coste unitario, incrementar la calidad, es decir,
ante una calidad dada de un producto, conseguir producirlo al menor coste.
Sigue vigente el concepto de coste de los clásicos y su teoría de la
ventaja absoluta, frente a la ventaja comparativa ricardiana.
ii)
La competitividad se logra aumentando la productividad. En términos de
Marx, lo denominamos como el mecanismo de la plusvalía relativa, y se
consigue con modificaciones en los medios de producción, esto es, la
innovación, mejor maquinaria, etc.
iii)
Al contrario de lo que implica el discurso mediático, simplificadamente
digamos que la variable independiente es el proceso de acumulación de
capital, y la variable dependiente lo constituye la remuneración
salarial. Si consideramos una fase de acumulación ininterrumpida e
incremento de la productividad, ello vendrá acompañado de alzas en los
salarios reales, mientras que el llamado salario relativo, o lo que es lo
mismo, la participación del trabajador en el valor de lo producido por él,
desciende. Por tanto, no es el salario el que determina la acumulación de
capital, aunque no se niega que exista un condicionamiento recíproco.
Así,
las áreas más competitivas de la economía mundial, la triada formada
Norteamérica, Europa y Japón, es la que ha logrado una mayor
productividad del trabajo en base al adelanto tecnológico. Sus ventajas
competitivas radican en este sentido en su maquinaria más avanzada, en
las infraestructuras más desarrolladas, la investigación científica...y
ello se ha acompañado de salarios reales crecientes, o al menos en términos
relativos respecto a las áreas subdesarrolladas de la periferia.
Como
se ha expuesto, el mayor poder adquisitivo de los salarios en las zonas
desarrolladas, que a primera vista podrían considerarse que elevan el
coste salarial por unidad de producto, en realidad lo que sucede es que el
coste salarial unitario es menor, y de ahí que la producción más
avanzada se lleve a cabo en estas zonas porque precisamente resultan más
rentables que en los países con salarios muchísimo más reducidos. Pero
de esto no se deduzca que un alza general de los salarios vaya a aumentar
la competitividad de la economía, lo que sería absurdo, pues como he
defendido, la evolución de los salarios es la que ha acompañado históricamente
a un ritmo y características determinadas del proceso de acumulación de
capital
v) ... ni modifican la oposición central entre el trabajo
asalariado y el capital
De esta exposición no se debe extraer como conclusión en
ningún caso que los intereses del trabajo y el capital vayan parejos. Es
cierto que, en el marco de las relaciones capitalistas de producción, un
proceso de intensa acumulación que incremente los niveles de
productividad es la situación más favorable para el trabajador. En ella,
pues, logrará que su salario real o capacidad adquisitiva se incremente y
así su nivel de vida aumentará, en la forma que lo hace en este sistema,
como la posibilidad de acceder a un mayor número de mercancías y sin vínculo
con la denominada “calidad de vida”.
Sin embargo el propósito de esos argumentos ha sido exponer
la asimetría que se produce a nivel internacional y así desenmascarar el
discurso oficial. Esta asimetría no oculta la imposibilidad de armonizar
intereses por lógica contrapuestos, pues la acumulación de capital que
incrementa, como se ha visto, el acervo de bienes de capital (o medios de
producción) por trabajador contribuye a socavar la fuente de la ganancia,
que es la propia fuerza de trabajo, y este hecho está en el origen de las
presiones hacia el descenso de la rentabilidad y por extensión de las
crisis económicas. Sin embargo, este amplio tema sólo se menciona de
manera tangencial. Simplemente se debe recalcar que la propia dinámica
del capitalismo conduce a la crisis y a la implementación de políticas
de ajuste cuyo propósito último es reducir salarios e incrementar
ganancias. Lo cual no excluye que en la fotografía instantánea de un
mundo en el que coexisten, de forma simplificadora, las estructuras del
desarrollo y el subdesarrollo, se pueda realizar una comparación que
desmitifique el discurso convencional.
vi) ...que la economía ortodoxa pretende ocultar (y de sus
mentiras y medias verdades)
Unas de las carencias del discurso ortodoxo en la ciencia
económica, luego reproducido por los acólitos a suelo en los diferentes
medios de comunicación, radica en su estrechez de miras y su análisis de
carácter estático. Ello se evidencia al centrarse exclusivamente en algo
que no se niega, el hecho de que en un momento dado, entre dos
competidores directos, el que tenga menores costes salariales será más
competitivo. Pero ignorar el proceso en su dialéctica es despojarlo de
sus rasgos más esenciales.
Y estas carencias teóricas son realmente cada vez más
curiosas en estos tiempos en los que la palabra “globalización”
aparece en cualquier conversación de cualquier individuo que se precie y
que busque justificar las miseria que nos azota (es que con la globalización,
es que cada vez hay más competencia, es que, es que…), y
lamentablemente lleva a que otros se le opongan como anti-globalizadores (¿por
qué no anti-capitalistas?); y también, porque el capitalismo es
cualquier cosa menos algo quieto y en equilibrio, como todavía algunos
neoliberales (y los pobres estudiantes de Economía que no se vacunan ante
el virus de los manuales al uso) parece que se llegan a convencer ellos
mismos.
Veamos esto de una forma más concreta en sus líneas
fundamentales. La teoría económica dominante en la actualidad, de matriz
neoclásica, no lo es por el alcance de su contenido científico sino más
bien por los intereses de clase a los que sirve y que revelan su
funcionalidad en el mundo actual. También es verdad que ofrece respuestas
muchas veces acordes con la llamada lógica del sentido común, el cual en
el curso del análisis científico suele resultar inservible ¿nos diría
que la Tierra es redonda o que giramos alrededor del Sol?
La metafísica propia de la ciencia burguesa se demuestra en
la ciencia económica con su perspectiva estática. Así, se identifica la
competitividad con el coste unitario en términos de lo que llaman “los
factores”, trabajo y capital, y por lo tanto postulan como sinónimos
menores salarios y mayor competitividad, o bien se centran en la evolución
de los costes laborales unitarios. Detrás de estas ideas se encuentra una
teoría del valor que hace abstracción de las clases sociales y se centra
en los aspectos subjetivos, cuya incapacidad explicativa se demuestra al
explicar los precios por la unión de oferta y demanda.
Como hemos visto, en el mundo de la economía convencional los agentes
empresariales son unidades pasivas “precio-aceptantes” que no
pretenden reducir el precio y así incrementar su cuota de mercado, y se
soslaya el antagonismo entre las empresas en su cruda competencia, así
como la concentración y centralización de capitales. ¡Incluso en la
literatura sobre los objetivos de la empresa se cuestiona (y se niega) que
como objetivo prioritario tengan el de maximizar los beneficios! De ahí
al discurso moralista de “la responsabilidad social de las empresas”
que maneja la socialdemocracia
hay un paso.
Un elemento clave en este discurso es la carencia de cambio técnico
(de ahí lo estático), es decir, la primacía que para el análisis clásico
muestran en el proceso de la competencia dinámica los elementos objetivos
sobre la fuerza de trabajo, por lo que en el estrecho marco que ofrece su
análisis la única forma de lograr reducciones en los costes unitarios de
producción es reduciendo el precio de los factores, entre los cuales el
trabajo adquiere, por sus propias características que luego veremos, un
lugar preponderante.
En contraposición a este apologismo de clase, el marxismo es
un enfoque dinámico desde el
momento en que la causa fundamental del cambio de valor de las mercancías
-y por extensión, del cambio en la riqueza de las naciones- estriba en
las mejoras de productividad de la fuerza de trabajo que derivan de la
introducción de nuevas "artes, oficios o máquinas" como
resultado del proceso de acumulación de capital. La teoría del
valor-trabajo no sólo no resulta incompatible con la consideración del
cambio técnico, sino que podría decirse incluso que cada una de ellas
funciona como una extensión natural de la otra (Guerrero, 1.995). Para
entender el avance en la productividad del trabajo, parte del proceso de
acumulación de capital y al cambio técnico que le caracteriza.
Concluimos con el esquema de este mismo autor:
La interpretación del esquema es como sigue. El país cuya industria
tenga ventaja absoluta sobre la de los demás países (ya sea por
disfrutar de mayor productividad a igualdad de salarios, o de menores
salarios a igual productividad: en ambos casos disfrutará de un coste
unitario inferior) ganará una porción creciente del mercado global.
Dicha ganancia le permitirá aumentar la productividad más rápidamente
que los demás países y, ceteris paribus, le permitirá aumentar
los salarios más rápidamente también que sus competidores. (...) Lo
anterior significa que los países más desarrollados del mundo son los países
de costos más bajos en la producción de los bienes industriales que
constituyen la avanzada del desarrollo técnico, científico y social de
la humanidad: altos salarios y bajos costes van, pues, unidos.
En vista de lo comentado, podemos inferir la peligrosidad de esta
economía de contenido altamente apologético. Además se puede observar
lo triste que resulta cuando los estudiantes de Economía, hijos de
trabajadores, reciben estas enseñanzas, sufren los primeros síntomas y
posterioremnte, bajo la grave enfermedad de la ignorancia, asumen acríticamente
lo que nos vende el sistema. Sobre este virus alerta John Weeks (2.000) cuando lo describe así:
...porque la economía neoclásica se parece a un virus de
ordenador mental. Oponerse a la realidad es el software que requiere
varios años para ser cargado en el PC craneal, tres años en su versión
más sencilla y hasta siete u ocho años para la versión doctoral más
sofisticada. Su efecto sobre el hardware va más allá de consumir prácticamente
la totalidad de la capacidad de memoria; como virus, contamina el software
alternativo en el cerebro; todos los procesos de pensamiento tienden a
pasar a través de su código lógico.
Una vez convenientemente contaminada por el virus, la mente
previamente racional llega a aceptar que todo el desempleo es voluntario,
que facilitar el despido de los trabajadores incrementa el empleo, y como
el más elemental paso filosófico de la fe, que la existencia humana
puede y debe expresarse por medio del placer del consumo. A lo largo del
proceso de carga del software, es necesario repetir continuamente el test
para el neófito neoclásico, para garantizar que no queda ningún rastro
de proclividad a permitir que la experiencia del mundo real retroalimente
la formulación de la teoría, ni que valores no hedonistas puedan entrar
en el análisis.
4. Las deslocalizaciones de empresas (y otras cosas
colindantes)
i) Sobre el concepto y las connotaciones
En primer lugar se debe comentar el significado de este término.
Retomo para empezar este punto la excelente caracterización que realiza
mi colega Xabier Gracia (2.004):
La utilización del concepto de deslocalización en el
terreno ideológico supone un aspecto más en la lucha entre el capital y
el trabajo. El objetivo que se pretende es la interiorización por parte
del trabajo de la competencia y de la competitividad capitalista como un
aspecto en el que debe de tomar parte situándose del lado de su empresa,
del capital nacional o su Estado-nación. Se trata de oscurecer la cuestión
de por qué, como trabajador, tiene que competir con otros trabajadores de
otros países o regiones; o por qué está obligado a vender su fuerza de
trabajo al empresario o por qué sus condiciones de vida dependen de las
decisiones de los propietarios del capital. Dicho fríamente, la intención
última es que los trabajadores compitan entre ellos, asumiendo como
propia su degradación salarial, para conseguir que su explotación les
permita sobrevivir.
La deslocalización es algo inherente al capitalismo, pues
cada empresario busca obtener la máxima rentabilidad, entendida como la
ganancia relativa respecto al monto total de su inversión en medios de
producción (capital constante) y fuerza de trabajo (capital variable), y
para ello no duda en trasladar su empresa a cualquier lugar, y dejando al
margen cualquier sentimiento patriótico, humano o medioambiental.
Mientras exista este sistema y las crisis que implica persistirán las
reubicaciones empresariales y los movimientos de capitales, ya sean
intersectoriales o geográficos, y por ello resulta estéril llevarse las
manos a la cabeza ante este proceso.
Otra cuestión la conforma la manera como se canalicen, es
decir, el tipo de legislación que las sancione, el marco en el que se
inscriban, las prebendas recibidas, el chantaje que puedan realizar... y
la forma de alertar sobre ellas. El auge de las informaciones de algunas
deslocalizaciones de las unidades productivas responden sin duda alguna a
una campaña orquestada desde las filas de la patronal y reproducida bajo
un manto hipócrita por los sicarios a sueldo y bajo el manto de
introducir disciplina en el movimiento obrero con la amenaza de la huida
de la inversión, colocándole en una auténtica encrucijada.
Me refiero en este sentido a algunas de ellas porque
no se comenta con la misma intensidad el flujo de inversiones hacia zonas
económicas verdaderamente competitivas y avanzadas, las que hemos
descrito que disponen de mano de obra cualificada, altos salarios,
etc., y reciben las inversiones más numerosas y más avanzadas tecnológicamente.
Curiosamente siempre aparecen en los medios de comunicación las
deslocalizaciones que se dirigen a zonas subdesarrolladas, y acompañadas
de cuantiosos datos que ilustran (y alarman a muchos) los excesivos
niveles salariales no sólo de tal empresa deslocalizada, sino del
conjunto de los países “prósperos”.
ii) ¿pero en realidad existe una evidencia empírica?
No es el objetivo de este artículo adentrarse en el
tormentoso campo del análisis empírico para ofrecer luz en torno a la
veracidad o no de las alarmas que nos encienden en el tema de las
deslocalizaciones. ¿España se desindustrializa por los altos salarios?
¿existe una huida de capitales hacia el tercer mundo tras el goloso
pastel de los sueldos de miseria? ¿se obtienen pruebas que coadyuven a
bajarse los pantalones y aceptar los recortes salariales? ¿debemos
incorporar otras variables en nuestra crítica? Incluso en el terreno de
los datos los puntos de vista son variados según las fuentes, la
metodología, etc. Sintéticamente resumo las conclusiones contenidas en
Arriola (2.004b) al respecto:
a) La inversión extranjera sigue llegando a España,
reflejado en el hecho de que las inversiones netas (es decir, las entradas
de capital extranjero menos las desinversiones o salidas de capital
extranjero) sean positivas. En 2.001 y 2.002 superaron los 25.000 millones
de euros, y la caída del año siguiente se debe a las inversiones en
fondos de inversión (Entidades Tenedoras de Valores Extranjeros-ETVES) y
no a la inversión directa en empresas.
b) Aproximadamente dos tercios de estas inversiones son
nuevas inversiones (creación de empresas y sobre todo ampliaciones) y un
tercio a la adquisición de empresas ya instaladas.
c) Si la industria exportadora ha perdido importancia en España
no es como consecuencia de un desequilibrio entre salarios y beneficios, o
de aquellos con la productividad: es la ausencia de políticas
industriales de apoyo a dichos sectores, de empresas españolas de
envergadura y de un sistema adecuado de formación y de investigación.
Pretender resolver un problema estructural de medio y largo plazo con
medidas coyunturales de corto plazo (reducir los salarios reales, aumentar
la jornada laboral, incrementar los ritmos de trabajo, precarizar más el
mercado de trabajo...) solo sirve para hacer ganar más dinero al capital
presente, pero no para modificar el papel de nuestro país en la división
internacional (y europea) del trabajo.
Otra cuestión, enlazando con lo anterior, es ver en qué
medida la integración en un mercado como el de la Unión Europea ha
influido sobre la economía española, en la medida que la competitividad
es menor y, si bien es cierto que todavía podemos ofrecer Sol y playa, lo
de los bajos salarios no parece ya suficiente. En efecto, no cabe el
recurso a la devaluación para recuperar terreno competitivo en el marco
de la Unión Monetaria y siempre podremos encontrarnos o un tercero que
posea salarios menores, ya sea del este de Europa o allende nuestras
fronteras. Como ilustra Los lunes al Sol, siempre podrán
amenazarnos con un coreano en cuestión que nos haga la competencia a la
baja. De ahí que estas políticas de carácter espúreo no ofrezcan una
solución saludable en el largo plazo.
Los sectores estratégicos de la economía española se
encuentran en un proceso de reestructuración,
pero no son precisamente los salarios los culpables, sino por el hecho de
ser sectores tradicionales en los que la competencia salarial de ciertas
zonas asiáticas y del Este Europeo es muy intensa, debido a sus propias
características productivas.
ii) Competitividad internacional y desarrollo desigual
Se han comentado anteriormente los rasgos fundamentales de la
competitividad en lo que al problema salarial se refiere. En este punto
menciono muy brevemente, en el marco de la economía mundial, las
tendencias que el proceso muestra en su dimensión dinámica y así
justificar la idea del desarrollo desigual en contraposición a los
postulados mágicos del análisis convencional y su senda de desarrollo
armónico, equilibrio general y reducción de las desigualdades.
En la arena competitiva global se ha visto que el país
competitivo en un sector determinado se caracteriza por disponer de la
capacidad de producir tal mercancía con un coste unitario inferior a sus
competidores, o, lo que no es sino una variante, incrementar la calidad
del valor de uso manteniendo el coste de producción. Además, en la
medida que el análisis marxista se desliga de la teoría cuantitativa del
dinero que postulaba David Ricardo para el comercio internacional, se
justifica teóricamente que el proceso de desarrollo capitalista es
tremendamente desigual y tiende por ello a profundizar las desigualdades.
Por tanto, mientras exista este sistema económico no desaparecerá el
problema de la deuda externa del tercer mundo por más que los portavoces
ideólogos del capital acudan a las “propensiones marginales” al
endeudamiento que esos dictadores de países pobres suelen mostrar, y
claro está, en su ausencia la armonía del libre mercado y su mano
invisible traería la prosperidad a todos los pueblos.
Esta visión de la ventaja competitiva, o ventaja absoluta
intrasectorial entronca con la tradición clásica de Adam Smith y Karl
Marx, y recientemente ha sido expuesta según los fundamentos teóricos de
este último por Anwar Shaikh (1.980, 1990). Sin embargo, en lugar de
seguir esta línea expositiva, nos centraremos por mostrar los aspectos más
relacionados con el salario del trabajador.
En términos de la teoría del valor marxista podemos
argumentar que son los tiempos de trabajos socialmente necesarios (y en un
grado menor de abstracción, los denominados precios de producción) los
elementos reguladores de los precios de mercado de las distintas mercancías
así como de los tipos de cambio reales en el largo plazo. Frente al
discurso convencional del análisis neoclásico en sus diferentes
variantes (aquel del capitalismo como el mejor mundo de los posibles y de
los que, protegiéndose con cierta sensibilidad humana denuncian que también
el mercado tiene ciertos fallos pero abogan por reformarlo), no son los
precios mundiales los que se ajustan a los movimientos de mercancías,
descendiendo en los países importadores (los subdesarrollados) y
creciendo en las economías más desarrolladas, compensando de esta forma
las diferentes balanzas de pagos. Por el contrario, las cantidades y
flujos de dinero acompañan a los movimientos productivos y son los tipos
de interés las variables que, en términos relativos, aumentan en el
mundo de la periferia y descienden en el centro de la economía mundial.
En lo que respecta a la cuestión de las deslocalizaciones no
van a servir como un elemento homogeneizador del desarrollo, no cabe, por
tanto, que algunos las utilicen como argumento que actuará en beneficio
de los más pobres y así alcancen nuestro nivel de vida. Es totalmente
falso que el liberalismo económico conduzca a la eliminación de las
desigualdades (si acaso tendería a igualarlas a la baja), al contrario,
el desarrollo desigual es inmanente al capitalismo, en sus variantes más
o menos reformistas, y el libre comercio simplemente actúa acentuándolo.
En torno a las tres cuartas partes del comercio mundial se
llevan a cabo entre los tres grandes bloques de la economía mundial, así
como la mayor parte de las inversiones. ¿Por qué se produce esto? Frente
al discurso de cierto izquierdismo, tal vez inspirado en la teoría de la
dependencia y su punto de partida tercer-mundista, la mayor parte de las
plusvalías se generan en las áreas más desarrolladas, precisamente por
su mayor productividad y de ahí que sean objeto de los flujos principales
de inversión. En última instancia, lo que proclaman estas tendencias
dentro del ámbito de la izquierda es profundamente regresivo desde el
punto de vista de la clase trabajadora, en la medida que incide en los
pretendidamente elevados salarios de los llamados países ricos y
establece el análisis, al igual que el enfoque burgués, en términos de
naciones en lugar de considerar como elemento fundamental a las clases
sociales.
Uno de los exponentes de esta visión fue Arghiri Emmanuel
[1.971 (1.990)], quien fundamentaba el intercambio desigual entre naciones
en las diferencias salariales, y desde un pretendido enfoque marxista
llegaba a la conclusión de que los países desarrollados se enriquecen a
costa de las transferencias de valor de los subdesarrollados, y además
que el proletariado de los países desarrollados participa en la explotación
del tercer mundo. Entre otros autores, encontramos resabios de esta teoría
también en Las venas abiertas de América Latina de Eduardo
Galeano. Emmanuel (op. cit.), por ejemplo, comentaba lo siguiente:
El colonialismo ha producido tanto supersalarios como
superbeneficios, pero su efecto a largo plazo en las metrópolis, deseado
o no, fue favorecer más a los proletarios que a los capitalistas. En razón
de la tendencia a la igualación mundial de la tasa de ganancia, los
superbeneficios son sólo temporarios. Los supersalarios se convierten
automáticamente y a la larga en salarios normales, terminando por
constituir ese “elemento moral e histórico” del valor de la fuerza de
trabajo, del que Marx nos habló.
No niego en este sentido la explotación del tercer mundo,
antes al contrario, se ha puesto de manifiesto que el desarrollo desigual
es algo inherente al sistema capitalista. Asimismo, también lo es la
transferencia de valor desde la esfera subdesarrollada de la economía
mundial hacia los polos centrales. Lo que se cuestiona es que se atribuya
a los salarios supuestamente elevados, o “supersalarios” de acuerdo a
la terminología de Emmanuel, la causa de este proceso. Porque para que
existan esas transferencias en el intercambio, antes deben ser producidas,
y lo serán en mayor cuantía en proporción directa a los niveles de
productividad.
Frente a este postulado, del análisis de Marx se infiere
que, en la medida que tomemos a la economía mundial como globalidad y
como objeto de estudio, la tendencia hacia la formación de una tasa media
de ganancia rebasa el estrecho ámbito nacional y por tanto la plusvalía
total generada se reparte entre los diferentes capitales mundiales de
acuerdo a la magnitud invertida de los mismos. Al localizarse los
capitales mayores en las áreas más adelantadas, obtendrán una mayor
masa de plusvalía, de la misma forma que Marx considera en su marco analítico
la coexistencia de diferentes sectores con una variada intensidad de
capital (o composición orgánica) y la formación de los precios de
producción. Dejando de lado este tema académico, concluyamos con la
afirmación de Grossmann (1.929), ilustrativa al respecto:
“...en el mercado mundial se producen, dentro de la esfera
de la circulación, transferencias del plusvalor producido en el país
poco desarrollado al capitalista altamente desarrollado”
Un corolario de esta argumentación y contrario al pretendido
sentido común, por otra parte el menos común de los sentidos en ciertas
ocasiones, es que la tasa de plusvalía o tasa de explotación sea mayor
en las economías más desarrolladas, es decir, en relación a la
capacidad productiva los salarios son relativamente inferiores. Y la
“explotación” de los países subdesarrollados emana precisamente de
que la tasa de explotación de la fuerza de trabajo sea menor. Ésta es
una conclusión científica de acuerdo a la teoría del valor de Marx,
frente a las argumentaciones convencionales de cariz burgués o de las que
provienen de ciertos sectores del izquierdismo.
iii) Los salarios, los precios y los intereses comunes de los
obreros
En esta argumentación un elemento vital lo constituye la
defensa de los intereses comunes y solidarios de todos los trabajadores.
Ello no es sólo un deseo ubicado en el terreno sentimental o ético (que
también), sino una conclusión que proviene del estudio riguroso de la
realidad concreta.
Quienes analizan la economía mundial en términos de
naciones como si fueran entes autónomos y homogéneos, por tanto
compuestos por un agregación de individuos ciudadanos (típico de la
economía neoclásica y sus lacayos); o bien en pretendidos términos de
clase pero asimilándonos a las naciones, de tal suerte que identifican a
los países ricos como explotadores y a los demás como explotados, sin más
desagregación adicional (ciertos neomarxistas y otros descarriados
izquierdistas), sostienen de una forma u otra la existencia de una
divergencia de intereses entre todos los trabajadores. Dado el extremo
privilegio de los asalariados del Norte “consumista”, serían incluso
responsables de la explotación de las economías subdesarrolladas.
En una réplica a los argumentos que neomarxistas como
Emmanuel sostienen y que tanto hacen el juego a los intereses del capital,
el economista Charles Bettelheim [1.971 (1.990)] explicaba de una forma
muy clarificadora esta cuestión, y bajo el título, también
clarificador, de Los trabajadores de los países ricos y pobres tienen
intereses solidarios:
Los salarios más elevados percibidos por los trabajadores de
los países capitalistas más desarrollados no son de ninguna manera
“adquiridos” en detrimento de los trabajadores de los países menos
desarrollados: esos salarios se inscriben en un sistema de precios que
ellos no determinan.
Y esta conclusión la prueba con un ejemplo contundente:
Una consecuencia práctica de la proposición precedente:
cuando en un país capitalista de fuerzas productivas desarrolladas, los
trabajadores no obtienen salarios más elevados, eso no se traduce en un
mejoramiento de las condiciones de vida de los obreros de los países
pobres, sino en mayores beneficios para los capitalistas de los países
ricos, por lo tanto por una aceleración de las desigualdades de
desarrollo.
Estas ideas no son vagas divagaciones sin conexión con los
procesos reales, tienen implicaciones decisivas en las estrategias de
cualquier movimiento obrero en general y sindical en particular.
iv) Otra falacia: en este juego no ganan todos
Un aspecto esencial del análisis marxista es su
carácter holista, global, que parte del sistema en su conjunto para
aprehender desde él los diversos elementos, que sólo adquieren su
verdadera dimensión desde dicha totalidad y desde el lugar que ocupan
respecto a las otras variables en su interdependencia. Sólo así podemos
abordar el estudio de las categorías básicas como valor, tiempo de
trabajo abstracto socialmente necesario, salario, plusvalía, trabajo
excedente, tasa de ganancia media, etc.
¿Qué consecuencias muestra lo dicho en estas líneas?
Uno de los aspectos en los que se vislumbra el sentido apologético del
pensamiento dominante es en su carácter parcial: “moderación salarial
en nuestro país para ganar competitividad y exportar más”. El eco
resuena en todos los países. Deducimos de tal sentencia que el objetivo,
loable por otra parte, es siempre un logro relativo, en detrimento de
otros. Si el país A reduce costes salariales, ceteris paribus, será
más competitivo que B y sus exportaciones incrementadas se realizarán en
detrimento de las de B.
Pero si partimos del ámbito global, vemos que es
un juego de suma cero. Las ventajas (momentáneas, en cualquier caso) que
obtenga una economía de la moderación / regresión salarial se compensarán
por las pérdidas de otra, y globalmente no existe una ganancia neta. En
todo caso desde nuestra perspectiva holista apreciamos que se produce una
redistribución, lo que ganan unos lo pierden otros. Pero incluso esto último
sería erróneo. Como esta vía es un camino sin fin, siempre podemos
encontrar otra economía con menores salarios potencialmente competidora
con la cual con nos coparen los voceros periodísticos del capital y las
rebajas salariales pueden seguir indefinidamente (recordemos al coreano de
turno). Además, otra cuestión en ningún caso neutra, una derrota de una
clase trabajadora en un país abre la vía potencial para que sus homólogas
de alrededor sufran otra agresión del capital. Ahora que a los
trabajadores alemanes les aprueban leyes salvajes contra sus condiciones
de vida (y poco importan que en relación otros puedan ser privilegiados),
los obreros de países que compiten en líneas de producción semejantes
se verán chantajeados por sus empresarios, y les amenazarán de ser los
culpables de la pérdida de competitividad, les pondrán el ejemplo de los
germanos, quienes han sido responsables y patriotas, y la posibilidad real
de que los inversiones huyan allí donde ciertos asalariados han perdido
derechos tal vez les haga claudicar. Esta cadena se puede extender a toda
la economía global. Por tanto, la clase trabajadora es una, es por propia
definición internacional y sus intereses son los del conjunto de todos y
cada uno de los trabajadores y desempleados, es decir, los explotados.
Esta estrategia del capital es muy antigua y
consiste en colocar a los diferentes trabajadores en competencia directa y
así diluir su conciencia internacional y su solidaridad de clase. No
olvidemos que los medios de comunicación reproducen a veces una
pretendida alegría de los obreros eslovacos cuando una industria
automovilística abandona España e invierte allí. ¿Realidad o
demagogia? En cualquier caso, una derrota para nosotros.
Este ejemplo ilustra que el resultado final no es
siquiera neutro, que unos ganen lo que otros pierdan, sino una
redistribución, en efecto, pero en beneficio de los intereses de los
capitalistas y en detrimento de nuestra clase social. Si soslayamos el patético
e hipócrita discurso nacional(ista) y damos un paso más allá, afloran nítidamente
los intereses de clase que se ocultan bajo la idea de competitividad.
El horizonte, visto así, es, como defiende
Chossudovsky [1.997 (2.002)], la globalización de la pobreza, el
desarrollo de una economía mundial de exportación fundada sobre la mano
de obra barata.
v) Asimetría funcional entre capitales y
trabajadores (o la doble vara de medir de algunos)
En el mundo burgués de sus proclamas heredadas
de la revolución francesa, aquellas de la igualdad, la libertad
y la fraternidad, que recordemos fueron inauguradas como tales
mientras las cabezas reales rodaban con celeridad, ciertamente unos
son más iguales que otros y por ello más libres de alzarse como
fraternos. Mientras que la libertad mundial de circulación para el
capital es garantizada como santo santorum en nombre de los
sagrados valores civilizatorios antes mencionados, no ocurre lo mismo con
la fuerza de trabajo. En lo que la economía neoclásica define como
factores de producción, capital y trabajo, y que todos los ciudadanos del
reino poseemos y por ello en el mercado nos encontramos en pie de igualdad
como poseedores de al menos uno de ellos, existe una terrible asimetría.
Los mismos liberales que defienden la libertad del capital apoyan sin
reservas obstaculizar cruelmente la libre circulación de personas a nivel
mundial.
Como consecuencia los capitales, que ya de por sí
pueden desplazarse a una velocidad incomparablemente mayor, pueden fluir
de un lugar a otro en busca de mejores condiciones para su fructificación
rentable, los trabajadores no pueden desplazarse allí donde consideren
que tendrán mejores posibilidades también de fructificación, de
lograr condiciones de vida más dignas. Lo que se consigue
realmente, y es lo que callan miserablemente, es que las migraciones,
inevitables cuando la desesperación azota, se desarrolle ilegalmente y
los obreros acudan a las zonas más prósperas y se integren como fuerza
de trabajo al margen del marco legal vigente. Por tanto, i) no se
benefician de las conquistas que los trabajadores oriundos hayan logrado,
y sancionadas legalmente, por lo que es una fuerza laboral potencialmente
superexplotable, ii) su extensión significa una presión adicional para
el deterioro de las condiciones laborales y salariales de los trabajadores
nacionales, con los que entrarán en competencia, iii) y de ahí, al
divide y vencerás. Azuzando el sentimiento nacionalista y xenófobo el
capital ríe mientras los trabajadores se pelean entre ellos.
En la cuestión de la hipocresía que rodea este
tema, el periodista Pascual Serrano (2.003) lo expone magistralmente:
En pocas cuestiones como la emigración queda tan en
evidencia nuestro sistema político y económico. Llamamos libertad a la
libre circulación de productos y mercancías mientras dejamos que mueran
ahogados quienes las fabricaron, simplemente por pretender hacer el mismo
recorrido que sus productos. Así se permite que entren en nuestros países
los artículos fabricados por niños en jornadas de catorce horas en
Marruecos, pero nunca las personas que los hicieron.
Recordemos cómo estos mismos liberales
expresaban su consternación por la existencia del Muro de Berlín, el de
la vergüenza, según ellos, paladines de los derechos humanos, e ignoran
los muros que levanta Israel, el del Estrecho y las pateras o los policías
de Estados Unidos vigilando el que les separa de México. Este último
caso es paradigmático. Mientras que la migración de este país hacia el
Norte está legalmente penalizada para mantenerles en sus límites de la
economía de mano de obra barata (y disciplinante de los asalariados de
los EE.UU.), como es el papel de México en el Tratado de Libre Comercio
(NAFTA en sus siglas en inglés), en actividades como la construcción, no
susceptibles de deslocalización geográfica, este acuerdo sí que permite
un traslado selectivo de mano de obra barata y dócil para ser contratada
temporalmente. Otra vez vemos lo que oculta: una presión a la bajada de
los salarios nacionales (en este caso de Estados Unidos) y limitar la
capacidad reivindicativa de los sindicatos, ya de por sí poco
revolucionarios allí.
5. Los salarios en el punto de mira: ¿por qué tanta
insistencia? (la concepción marxista de la relación salarial)
En este apartado veremos la razón del discurso sempiterno
desde las filas de la patronal y sus secuaces en pos de la moderación
salarial. En primer lugar se debe señalar que el salario, como categoría
básica de la economía política, es una categoría social y
encierra por tanto una relación social, una relación de explotación
oculta bajo el velo del intercambio mercantil entre iguales. En la medida
que se encubre lo que Marx denominaba tiempo de trabajo excedente, aquel
en el cual el obrero trabaja gratis para el capitalista, comprenderemos
mejor la respuesta a los interrogantes planteados y concluiremos en
afirmar que representa el conflicto central del capitalismo, la lucha
entre el capital y el trabajo.
i) Una relación contradictoria: capital y fuerza de trabajo
Antes
de llegar al análisis del salario es preciso describir someramente la
relación social de la cual surge tal categoría, la que se produce entre
el capitalista y el trabajador. De acuerdo a la teoría marxista del valor
la única mercancía que posee la capacidad de generar un valor superior
al necesario para su producción es la fuerza de trabajo, lo que otorga al
movimiento del capital el carácter de un proceso de valorización, es
decir, “creación de valor más allá
de cierto punto en que el valor de la fuerza de trabajo pagado por
el capital es sustituido por un equivalente” (Marx, El Capital,
libro I, volumen I), Así pues, “el valor de la fuerza de trabajo y su
valorización en el proceso de trabajo son dos magnitudes distintas”.
Lo
que el propietario compra es la capacidad de trabajo, su uso. Sobre la
base de este cambio a primera vista voluntario, y con la venta de las
mercancías por su valor, tanto de la fuerza de trabajo como de la mercancía
terminada, surge en el proceso productivo un excedente del que se apropia
el propietario de los medios de producción, respetando (pero a la vez
vulnerando) las reglas del intercambio.
ii) El salario y el valor de la fuerza de trabajo
Marx
distingue entre valor y precio de la fuerza de trabajo (o salario),
considerando a la fuerza de trabajo como una mercancía en lugar del
trabajo en sí.
Se puede definir, como señala Marx (op. cit.) que “el valor de
la fuerza de trabajo, como el de cualquier otra mercancía, se determina
por el tiempo de trabajo necesario para la producción, o sea, también
reproducción, de este artículo específico” (producción que supone su
existencia), dependiendo por tanto del valor de sus medios de vida
necesarios. Para el caso de la fuerza de trabajo su producción consiste
en su mantenimiento, para lo que se requiere una determinada cantidad de
medios de “subsistencia” que deben incluir asimismo las necesidades de
sustitución del trabajador (los hijos). Este valor se compone de dos
elementos, “uno de los cuales es puramente físico y el otro histórico
o social”. “Su límite mínimo está determinado por el elemento físico”,
para asegurar la mera subsistencia, mientras que el segundo “se halla
determinado por el nivel de vida tradicional de cada país”, que se
refiere “a la satisfacción de determinadas necesidades, que brotan de
las relaciones sociales en que viven y se educan los hombres (Marx, Salario,
Precio y Ganancia). Consecuentemente el valor de la fuerza de trabajo
será más elevada en los países desarrollados.
La
evolución del valor de la fuerza de trabajo es el resultado de la
conjunción de dos factores, la masa de bienes de consumo, que fija un
valor determinado, y el valor unitario medio de ellos, por tanto influida
por la dinámica de la productividad. En el curso de la acumulación el
valor de todas las mercancías se supone que tiende a disminuir con el
aumento de la productividad, que se puede compensar con una expansión del
volumen de tales bienes no incluidos anteriormente en dicha cesta (como
costo de reproducción), lo que evoluciona históricamente y por tanto no
es fijo.
iii) Las dimensiones de la categoría salarial: nominal, real
y su verdadero alcance como relación social, el salario relativo
El salario es el precio de la fuerza de trabajo y viene
determinado, en promedio, por el valor de la fuerza de trabajo, sobre el
cual fluctuará de acuerdo a la oferta y demanda
y será establecido según el trabajo suministrado, ya sea por tiempo o a
destajo. Su cuantía constituye el salario nominal. En términos reales el
salario se refiere al conjunto de mercancías que el obrero obtiene
realmente a cambio, es decir, alude al poder adquisitivo y debe
enfrentarse por tanto a la cuantía de los precios de su cesta de consumo.
Pero el concepto verdaderamente clave es el del salario
relativo, en relación con la plusvalía, lo que se puede comprobar al
hablar de la competitividad y los mitos que la rodean. Si bien es verdad
que Marx no procede con esta categoría explícitamente, se sitúa en su
cuerpo teórico en torno a las repercusiones de la acumulación de capital
y la distribución de la renta. Al ser el salario una categoría social no
puede ser concebido de forma aislada, ”ni el salario nominal (...) ni el
salario real (...) agotan las relaciones que se contienen en el
salario”, el cual “se halla determinado, además y sobre todo, por su
relación con la ganancia, con el beneficio obtenido por el capitalista:
es un salario relativo, proporcional” (Marx, Trabajo Asalariado y
Capital).
En el sentido ahora señalado su aumento tiene un límite
superior más allá del cual amenaza las bases del sistema, pues el
capital debe adquirir la fuerza de trabajo para producir plusvalía en una
proporción determinada, debajo de la cual desaparece el incentivo para
tal inversión.
El salario relativo se corresponde, en su expresión
mercantil, con la porción del producto creado por el trabajador que
corresponde al valor de la fuerza de trabajo, como fracción a su vez de
la propia jornada laboral. Se corresponde, en términos agregados, con la
participación de los salarios en la renta nacional, pero no cabe
deducirlo directamente de las estadísticas oficiales, como ya se ha
comentado. Es importante destacar que sus variaciones no se corresponden
necesariamente con las del salario real, pudiéndose dar la situación de
que uno aumente mientras el otro desciende.
En este caso, a diferencia lo expuesto en relación a los
salarios reales y paralelamente a la mencionada caída secular del valor
de la fuerza de trabajo, sí existe una tendencia a la disminución del
salario relativo (o depauperación relativa) provocado por el desarrollo
de las fuerzas productivas, ya que en el largo plazo los mayores salarios
reales son incapaces de compensar la apropiación que el capital realiza
de la productividad creciente. Esta tendencia se vincula con el propio
desarrollo del modo de producción capitalista y la tendencia ascendente
(pero en absoluto lineal) de los salarios reales, y es el corolario de la
teoría marxista del valor.
iv)
Entre la oferta y la demanda, ¿que aumenten o que desciendan?
El
carácter relativo del salario se pone de manifiesto en el hecho de que,
por una parte, los salarios aparecen como coste para las empresas cuando
adquieren la capacidad de trabajo y los medios de producción, pero por
otra, representan un poder de compra que permite la realización de la última
fase del ciclo, las ventas de las mercancías.
Entonces, ¿cabe que para el sistema sea bueno un alza salarial? De
hecho, algunos arguyen que así se pueden vender las mercancías y se
soluciona la crisis con un golpe de demanda.
Desde
la visión neoclásica, fundamentalmente en su versión de la economía de
la oferta, se pone el acento en su función de coste y obstáculo para la
acumulación, por lo que se busca su reducción, mientras que desde el
enfoque keynesiano se subraya su papel primordial de demanda.
Frente
al sesgo que representa no integrar estas dos dimensiones contradictorias,
es preciso tener presente la dialéctica que preside la categoría
salarial, como coste en un proceso de valorización que permite unir los
dos eslabones de la cadena y, simultáneamente, a pesar de que a cada
capitalista los obreros ajenos se le contraponen como consumidores,
explicar cómo y por qué la relación (antagónica) entre cada
capitalista y sus obreros es la relación esencial entre el capital y el
trabajo (véase Marx, Grundrisse, tomo I).
En consecuencia el salario no es simplemente un coste más
entre tantos otros, sino el coste básico del sistema en la medida de que
el valor tiene como fundamento el trabajo, considerando que también los
medios de producción son producto del trabajo pasado, trabajo que para el
capital es considerado como coste en forma de salario.
v) Efectos de la acumulación sobre los salarios[18]:
lo que sostenía Marx
En primer lugar se debe recordar que son los movimientos
absolutos en la acumulación de capital los que se reflejan como
oscilaciones de la masa de trabajadores contratables y de la magnitud de
los salarios. Su ratio define el límite superior del salario real, no su
nivel determinado.
En el curso de la acumulación el salario puede ascender
mientras no entorpezca su progreso o bien “la acumulación se amortigua
a consecuencia de la subida del precio del trabajo, por embotarse el aguijón
de la ganancia” (Marx, El Capital, libro I, volumen III), eliminándose
los obstáculos y reanudándose la dinámica una vez recompuesta la
desproporción capital-fuerza de trabajo con la consiguiente reducción
salarial. Se evidencia así que el alza salarial “queda confinado a los
límites que no solo dejan intacta la base del sistema capitalista, sino
también asegura su reproducción a escala cada vez mayor” (Marx, op.
cit.).
La consecuencia inmediata de este proceso es el surgimiento
de “una población obrera relativamente adicional, es decir, sobrante
para las necesidades medias de valorización del capital” (Marx, op.
cit.) Este volumen de población
“presiona, durante los períodos de estancamiento y prosperidad media,
sobre el ejército activo de obreros y frena sus reivindicaciones durante
el proceso de superproducción y paroxismo. La superpoblación relativa
es, pues, el fondo sobre el que se mueve la ley de la demanda y de la
oferta de trabajo, la intermediación sobre la que se vincula la
causalidad acumulación/movimiento del salario.
Se
concluye de todo lo expuesto, como hace Marx (op. cit.) que “a
medida que se acumula el capital, tiene que empeorar la situación del
obrero, cualquiera que sea su retribución, alta o baja”, evidenciando
el carácter contradictorio de la acumulación capitalista, por lo que la
relación del crecimiento del capital y del proletariado se reproduce bajo
condiciones cada vez más propicias para una de las partes, los
capitalistas (Marx, VI (inédito)]. Por tanto, no caben intereses
comunes.
Esta idea acerca del empeoramiento de la situación del
obrero o aumento de la miseria se debe entender como manifestación de la
progresiva menor participación relativa del trabajador en las ganancias
de productividad (el descenso del salario relativo), y no en términos
absolutos equiparándola con hambre o mendicidad. La miseria en un
contexto de relaciones sociales tiene un significado relativo. Se debe
rechazar por tanto la concepción del “salario de subsistencia” como
ajena a la teoría marxista, si bajo este concepto se alude a identificar
su nivel con el conjunto de medios de subsistencia para la mera reproducción
física del trabajador, según parámetros biológicos. Su consecuencia
inmediata es que la ley del valor no sería necesaria para la determinación
del nivel salarial. Es por ello por lo que se debe extender al conjunto de
los trabajadores, no únicamente a la esfera del pauperismo.
Lo relevante del salario, por tanto, es ciertamente el límite
superior, únicamente determinado por los movimientos de la tasa de
ganancia (y no por el componente físico, dada la suma elasticidad de las
necesidades humanas) y el nivel que supone un obstáculo a la acumulación
capitalista, así como la tendencia secular que le impone la dinámica
capitalista.
Sin embargo, este análisis abstracto de la evolución
salarial no excluye, sino que integra adecuadamente, que como ahora sucede
la moderación salarial sea la fuente de expansión de este sistema
putrefacto. Pues no olvidemos que estas conclusiones se enmarcan en un
proceso de acumulación que a su vez sienta las bases fundamentales para
la emergencia de la crisis, el ajuste estructural y la exacerbación de la
lucha de clases, en las cuales, como se aprecia, el salario ocupa un lugar
central en la reestructuración de las condiciones de valorización del
capital.
vi) A vueltas con el lenguaje
Un ejemplo de cómo bajo el capitalismo las cosas muchas
veces aparecen del revés y cómo la ideología de la clase dominante
adquiere su hegemonía se percibe en el lenguaje y las expresiones
comunes, que evidencian los engaños que sufrimos.
Así, se habla siempre de los incentivos que me da el patrón,
lo que me abonan por un trabajo concreto (a destajo), ¡e incluso de
vacaciones pagadas! Ya puestos, podríamos decir con la misma razón que
las horas del día que no corresponden a nuestra jornada de trabajo también
nos las pagan ya que al día siguiente volvemos a nuestro puesto, de la
misma manera que en septiembre regresamos al puesto en cuestión.
Debería quedar claro después del análisis sobre los
salarios que todo esto contribuye a generar en nuestras mentes una idea
totalmente errónea sobre el significado profundo del salario en la economía
capitalista. No cabe hablar, en relación a lo último mencionado, de
vacaciones pagadas cuando precisamente es el trabajador quien labora
gratis una fracción de su jornada laboral para el empresario.
Consideremos una jornada de trabajo anual y el salario que recibimos, según
el valor de la fuerza de trabajo, y desaparecerán todas estas ideas
absurdas pero socialmente no neutrales. La conquista de un mes sin tener
que trabajar sin menoscabo del sueldo equivale a lograr una reducción de
la jornada manteniendo la misma remuneración, como si ahora se estipulase
por ley (y se cumpliera en la práctica) la jornada de 35 horas semanales.
¿hablaríamos de que gozamos de 5 horas pagadas? Y si lo que ocurre es
que se consigue un mayor salario por hora, ¿vale decir que el capitalista
trabaja para nosotros la porción de una hora correspondiente?
6. Finalmente, por otra estrategia sindical (combativa e
internacionalista)
La exposición teórica que se ha realizado, en
el marco de un análisis en términos de clase, no es un fin en sí mismo,
un ejercicio escolástico meramente estético. Por el contrario la única
vocación que muestra es la de contribuir a dotarnos a los trabajadores de
argumentos para hacer frente al discurso oficial. Y este hacer frente
no se debe limitar (aunque paralelamente no se deba eludir) al debate teórico,
y el propósito de utilizarlo es para lograr una mayor toma de conciencia
de clase en las capas desclasadas y/o desideologizadas de la clase obrera.
Más allá de estos ámbitos, las implicaciones
respecto a la estrategia sindical son vitales, en el sentido de poder
ejercer una valoración crítica del movimiento obrero realmente
existente, las posibilidades que ofrece el marco del sistema capitalista y
lo deseos que tenemos para los cauces por los que debería transitar un
sindicalismo alternativo.
Veamos algunas proposiciones y el corolario al
que se llega. En primer lugar el capitalismo se caracteriza por unas leyes
generales que ubican al trabajo asalariado en torno a unos límites entre
los cuales se deben mover sus reivindicaciones. El trabajador debe
permitir la apropiación por parte del capital de una masa de plusvalía
“aceptable” y, además, dejar que en el curso de la acumulación la
fracción que le corresponda del total del valor por él producido
descienda paulatinamente, es la caída de su participación en el valor
nuevo generado. De lo contrario se socavarían las bases mismas del
sistema. Por otra parte,
hemos visto que la condición más favorable para el trabajador es una
intensa acumulación de capital y lograr así crecientes salarios reales.
Por tanto, podríamos defender la existencia de
una armonía entre los intereses del capital y el trabajo. Tal es la
característica fundamental de la actuación sindical presente y la
demagogia de la socialdemocracia, o más bien social-liberalismo. Pero no
nos desilusionemos, un repaso a la historia nos evidencia que ha sido una
constante, y no por ello la lucha de clases ha dejado de asistir con
cierta periodicidad a la escena central de nuestra historia más
turbulenta.
Sin embargo hablamos de cuestiones sociales y por
ello huyen de determinismo alguno, su final no está cerrado. Si se
aceptan estas premisas y conscientemente asumimos los límites de nuestras
luchas, ya sea en virtud de las propias bases del capitalismo, de la
competitividad, la estabilidad, la sacrosanta paz-social (¿en medio de
nuestra explotación?) asistiríamos a una degradación sin límites del
trabajador, convertida esta clase en una masa amorfa, deshumanizada,
despersonalizada y desacreditada para tomar las riendas del desarrollo
social. No olvidemos que la voracidad del capital no tiene límites, ni
posee como fin de sus actuaciones la consecución de legitimidad alguna ni
tenemos burguesías malas (Estados Unidos) y sensibles a lo social
(Europa), todo depende de la relación de fuerzas en un contexto
determinado.
Al mismo tiempo, y huyendo de la falacia
reformista del capitalismo con rostro humano, nuestro análisis de
los límites que inevitablemente existen en este sistema no debe exagerar
las posibilidades de las conquistas posibles. Al fin y al cabo, de nuestro
trabajo depende el fin último, la fuerza motriz de todo lo existente, la
ganancia empresarial. Sería conveniente que la izquierda y los
sindicatos, en lugar de ocuparse tanto tiempo en explicar la
grandilocuencia de sus programas y sus medidas sociales, argumentaran de
forma clara los límites de nuestras luchas en el seno de un sistema
basado en la propiedad privada de los medios de producción, en el cual la
inversión privada es el motor del progreso. Ello no implica olvidar
luchar por reformas progresivas, pero sí ser conscientes de la realidad
objetiva (un sistema explotador) y la necesidad de encarar las demandas
parciales como medios para lograr una mayor conciencia de clase y
cuestionarse lo existente, no como fines absolutos. Luego vienen las
desilusiones y los desencantos con la izquierda parlamentaria.
Por tanto, es obligación de todo sindicato la
lucha por el logro de mayores conquistas sociales. Y ello a sabiendas que
en muchos de los casos resultan incompatibles con este sistema económico.
Es por ello por lo que la conclusión radica en no quitar de la agenda de
las luchas estas cuestiones y así centrarse, bajo preceptos básicamente
electorales, en la bondad de una mayoría parlamentaria o sindical. Muy al
contrario, defendemos las conquistas sociales porque incrementan la
autoconfianza de los trabajadores y generan la base para un despliegue de
la lucha de clases que rebase las fronteras de lo existente, y por ello
debemos empezar a explicar la explotación en la que se fundamenta la
economía capitalista y lo ilusorio de pretender reformarlo en contra de
sus leyes de desarrollo intrínsecas. Si bien no resulte beneficioso para
ciertos intereses acomodados, ciertamente es un acto de honestidad y análisis
científico.
La competencia desorbitada de la economía
mundial nos coloca a nosotros, trabajadores españoles, franceses,
alemanes, eslovacos, marroquíes, coreanos, latinoamericanos....en una
posición enfrentada en la cual el único beneficiado es el capital. La
ideología dominante suscita que cultivemos un sentimiento profundamente
individualista en el curso de nuestra praxis cotidiana, y por ello se
aboga desde ciertas latitudes por el nacionalismo, el racismo, la
exacerbación desmesurada de motivaciones de género descontextualizadas
del ámbito de clase (en su caso, de carácter machista o feminista); en
definitiva, una lucha de todos contra todos. Pero este camino no es sino
un salto al vacío sin fin si no se vinculan en términos de lucha de
clases.
Desde una “egoísta” posición clasista, el
mejor medio para la defensa de nuestros propios intereses, que son los
mismos para toda la clase de los explotados, es realzar el valor de
nuestra solidaridad de clase, más allá de perjuicios impuestos por más
que nos acompañen desde tiempos inmemoriales. No por ello dejan de ser
algo relativo. La solidaridad y unidad entre todos los asalariados y
desempleados es la vía más eficaz de lucha por una vida digna, lo cual
comprende desde el segmento de estos asalariados que para algunos son
privilegiados por ciertas conquistas logradas, sea por su cualificación o
por su localización geográfica, hasta el iletrado nómada de un páramo
inhóspito de la sabana africana; desde el trabajador del llamado Norte,
primer mundo o Centro, hasta el del Sur, el tercer mundo o la Periferia;
desde el trabajador manual hasta el intelectual (precisemos que
intelectual no equivale a inteligente), desde el que se enfunda un mono
azul hasta el que se viste con un mono trajeado y encorbatado, y, claro
está, pasando por hombres y mujeres y luchando contra un sexismo que
siempre es excluyente y socialmente regresivo.
En el marco de una apertura del conjunto de las
economías hacia el exterior y el proceso de integración económica y
rebaja arancelaria, es preciso reivindicar marcos de negociación
colectiva y lucha sindical lo más amplios posibles. Mientras los
capitales, en su rápido movimiento geográfico (se asemejan a veces a las
moscas que se revuelcan en excrementos) acaparan el globo terráqueo,
resulta lamentable que no se haya caminado hacia una mayor integración
del movimiento sindical internacional en términos organizativos y de acción
directa, como las huelgas. Esta asimetría entre sindicatos nacionales y
libres mercados mundiales o continentales conforma las bases fundamentales
para el chantaje patronal.
Para concluir, una cuestión más. Admito que se
pueda cuestionar lo señalado diciendo que es muy fácil desde esta
tribuna manifestarse en contra de aceptar la encrucijada de la reducción
salarial y el recorte de derechos si la alternativa para los que la sufren
es engrosar las listas del INEM. Es cierto, nuestras luchas, como he
comentado, se enfrentan en esta época con obstáculos muy grandes.
Tampoco antes lo tenían más fácil. Frente a ello, digamos,
i) la verborrea de las amenazas empresariales
bajo la égida de la pérdida de nuestros derechos no sólo afecta a los
trabajadores directamente implicados, sino a todos los demás, por el
efecto directo que tiene como ejemplo de actuación,
ii) las diferencias salariales son en muchos
casos tan abismales que resulta absurdo intentar competir en ese terreno,
¿o queremos sueldos eslovacos o dominicanos? Más bien, potenciemos otros
aspectos de la competitividad,
iii) ¿y por qué no denunciamos el hipócrita
discurso neoliberal? Pues muchas de estas empresas deslocalizadas, o en
curso, han recibido generosas subvenciones estatales, en muchos casos como
reclamo para su localización en España, mientras que todo gasto social
es acusado de deficitario, inflacionista y de ser un cultivo de vagos ¿no
es así? y etc. Detrás de la tesis de ceder para no ir al paro habita el
propósito de engordar la cuenta de resultados.
Frente a ello, no hay más receta culinaria que
la conciencia de clase, la praxis reivindicativa y la apuesta por el
socialismo, para que la tan manida competitividad no radique en la lucha
de unos trabajadores contra otros, sino en el logro solidario del bien común.
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos...
Que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos...
Que el llanto del hombre lo taponan con
cuentos...
Que los huesos del hombre los entierran con
cuentos...
Y que el miedo del hombre...
Ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos...
Y sé todos los cuentos.
León Felipe
(PD: A quien llamó mi atención sobre estos
versos, porque seguimos con los mismos cuentos todavía)
7. Apéndice (o para sacar conclusiones respecto de la
competitividad, los salarios y la historia del capitalismo)
i) La Inglaterra del capitalismo ascendente del
siglo XIX.
El señor Broughton, magistrado de condado,
declaró, como presidente de una reunión celebrada en el salón municipal
de Nottingham el 14 de enero de 1.860, que entre la parte de población de
la ciudad ocupada en la fabricación de encajes reinaba un grado de
sufrimientos y privaciones desconocido en el resto del mundo civilizado...
A las 2, a las 3, a las 4 de la mañana, se sacan a la fuerza de sus
sucias camas niños de 9 a 10 años, y se les obliga a trabajar para
ganarse un mísero sustento hasta las 10, las 11, las 12 de la noche;
mientras sus miembros desaparecen, su figura se encoge, sus rasgos
faciales se embotan y su ser humano adquiere por completo un torpor de
piedra, cuya simple visión hace temblar. (...)
El
sistema, tal como lo ha descrito el reverendo Montagu Valpy, es un sistema
de esclavitud desenfrenada en todos los sentidos, en el social, en el físico,
en el moral y en el intelectual... ¿Qué pensar de una ciudad en la que
se celebra una asamblea pública para pedir que la jornada de trabajo de
los hombres se reduzca a 18 horas al día?...Clamamos contra los
plantadores de Virginia y Las Carolinas. Pero, ¿es que sus mercados de
negros, aún con todos los horrores del látigo y del tráfico de carne
humana, son más abominables que esta lenta carnicería humana que se
efectúa aquí para fabricar velos y cuellos en beneficio del capitalista?
Daily Telegraph de Londres, 17 de enero de 1.860
(Karl
Marx, El Capital, libro I, volumen III)
ii) Viaje al fondo de una maquiladora nicaragüense
(extractos de una narración en primera persona de quien trabajó all
Aclaración: Esta investigación, hecha en una fábrica
de maquila textil,-cuyo nombre se omite- nos muestra cómo se trabaja, cómo
se vive, qué se siente y qué se piensa en las Zonas Francas que se
levantan hoy por toda la Nicaragua post-sandinista mientras se anuncia que
'desarrollarán' a ese país.
En el cuarto éramos treinta y cuatro jóvenes,
la mayoría mujeres. Yo era la mayor en un grupo con promedio de 18 años.
Me pareció la estructura de un campo de concentración, como los que he
visto en las películas. La forma de dirigirse a quienes demandan una
plaza de trabajo es siempre grosera. Nos gritan haciéndonos sentir que
somos incapaces de entender o de aprender.
Llama mucho la atención que en un centro fabril
con miles de personas y gran cantidad de productos químicos y explosivos
dentro no existan planes de evacuación en caso de terremoto o incendio,
ni haya extintores o brigadas de emergencia.
El grueso de los trabajadores llega a la fábrica
alrededor de las 6:30 am, Para poder llegar tan pronto, tienen que
levantarse a las 4 am para preparar el alimento que llevan para el día y
muchas veces el que dejan listo en la casa. La gente ha buscado
alternativas al hambre para poder cumplir con el horario, muchas veces de
quince horas seguidas, e introducen hábilmente en la ropa pequeños
alimentos azucarados para comer o para vender.
Estas jornadas de más de quince horas de trabajo
(7 am a 10 pm) provocan desgastes inimaginables en los cuerpos de las
trabajadoras. Sólo tienen 40 minutos de descanso para el almuerzo y otros
40 hacia las 8 pm, hora de la cena. Al caer la noche los dolores se
agudizan más y brotan todo tipo de lamentos. Los dolores de cabeza son
masivos, también los pies hinchados que no resisten el peso del propio
cuerpo. Abundan los dolores de espalda. Quienes tienen problemas de várices
las muestran a punto de reventar. Sobran dolores para todos, sin que
importen edades o sexo.
También es la hora de los reclamos al medio en
que nacieron: Si hubiera nacido en otro mundo no tendría necesidad de
trabajar en esto y estaría bien sentada en mi casa, con mis hijos y con
mi marido. O de expresar sueños tan sencillos como imposibles: ¡Qué no
daría por llegar a mi casa, encontrar comida hecha y caliente, sábanas
aseadas y alguien que me llevara la comida hasta la cama! Otras sueñan
con más ambición: ¡Si pudiera entrar a la universidad y sacar una
profesión!
Según lo establecido por el Código del Trabajo,
sólo pueden realizarse nueve horas extra a la semana. En el área de
empaque, trabajamos en una semana treinta y seis horas extra. Con un
promedio de quince horas de trabajo diario y sin una alimentación
adecuada, es muy difícil poder resistir este ritmo de trabajo.
El abuso al trabajador y la falta de respeto al Código
laboral son conocidos por el Ministerio del Trabajo (MITRAB), quien debe
velar por los derechos de los trabajadores y regular a los empleadores.
Sin embargo, en el actual modelo económico el MITRAB se ha convertido en
protector y aliado de las empresas y corporaciones de la Zona Franca
haciendo oídos sordos a las demandas de los trabajadores.
En esta fábrica, las horas extra no son
opcionales, son obligatorias. Quien no las trabaja, es despedida. No se
consultan. A eso de las 2 de la tarde pasan la hoja de las horas extra y
lo único que tienes que hacer es firmar. Para evitar que alguien del área
de empaque salga de la fábrica a la hora del timbre, a las 5:15 pm, el
supervisor mantiene bajo llave las tarjetas de los empleados. Así, nadie
puede salir ni a escondidas. Por comentarios de algunas muchachas que han
trabajado en otras empresas, las horas extra las pagan cuando les da la
gana. Hay trabajadoras y trabajadores que llegan a sus casas a las 12 de
la noche o a la 1 de la madrugada, y han de estar en pie de nuevo a las
4-5 am. El desgaste es increíble y son muchos los que a las 10 de la mañana
ya empiezan a tomar tabletas de supertiamina, para poder aguantar el resto
del día.
Hasta aquí llega esta narración. No quisiera
que de ella se desprendiera una crítica destructiva. Sólo he querido
contar mi experiencia para que podamos imaginarnos lo que miles y miles de
mujeres, también hombres, viven o vivieron a diario durante semanas,
meses y años en las más de cuarenta fábricas maquiladoras que existen
ya en Nicaragua, industrias de las que se espera el 'desarrollo' de
nuestra patria y de nuestra gente.
Notas
y bibliografía:
(*) Yanina Turcio Gómez, es Investigadora de
Nitatlapán-Uca, equipo maquila.
[Tomado de
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partes), Science and Society, otoño y primavera (existe traducción al español en Valor,
acumulación y crisis, cap. 4. Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1.990).
(1.994):
Measuring the wealth of nations: The political economy
of national accounts. Cambridge University Press,
Cambridge.
Torres, Salva (2.004), La globalización, las
deslocalizaciones y la clase obrera industrial. En internet: http://www.rebelion.org
(mayo, partes I y II).
Weeks,
John (2.000), “Falacias de la competencia. Mitos y desajuste en el
“Tercer Mundo”, en Guerrero & Arriola (Eds) La nueva economía
política de la globalización.
Universidad del País Vasco, Servicio Editorial, Bilbao.
Doctorando en el departamento de Economía Aplicada I - Economía
Internacional y Desarrollo - de la Universidad Complutense de Madrid.
Si bien en puridad no es correcto, utilizaré en este texto
indistintamente clase trabajadora, obrera y asalariada, debiendo
aclarar no obstante, por razones léxicas, que esta clase social
(antes caracterizada como proletaria) abarca también a los
desempleados.
Sin profundizar más en este tema, aunque su importancia es vital y así
lo merecería, recomiendo la lectura de la obra clásica en este tema,
la de Shaikh & Tonak (1.994), de la que lamentablemente no existe
traducción al español. Especialmente se puede consultar la parte
introductoria y así empezar a cuestionarse las estadísticas
convencionales desde postulados marxistas para empezar a desarrollar
una verdadera contabilidad social construida según unos parámetros
alternativos. Debemos ser cautelosos ante los argumentos liberales
aunque se apoyen en estos datos, por cuanto vienen elaboradas según
la visión neoclásica / keynesiana, que comparten una matriz común
de clase.
Profesor de la Universidad San Pablo CEU y académico asociado del
CATO Institute, lo fue a su vez de quien escribe estas líneas durante
la licenciatura en Economía. Recuerdo cómo defendía con verdadera
pasión en su asignatura sobre las doctrinas económicas el fracaso de
la economía clásica (y del pensamiento marxista en ella) para
explicar el valor y cómo su secreto no se desveló hasta la
llamada “revolución marginalista” (o economía vulgar, según
Marx) del decenio de los setenta del s. XIX y su focalización en los
aspectos subjetivos e individuales. Además, se debía realizar un
trabajo sobre un economista y explicar su opinión sobre una cuestión
determinada (en tercera persona, aclaro). Le agradezco que en la
portada de mi exposición sobre el elogio y la crítica del
capitalismo por parte de Marx escribiera, con rotulador rojo en la
portada, que mi posicionamiento era cerradamente marxista y me proponía
explicar por qué, si tan bueno era ese autor, la historia no se había
desarrollado tal y como preveía. Al margen de la carencia que esta
afirmación denota sobre el método y significado del materialismo
marxista, resultan curiosos sus comentarios y métodos, cuando él
mismo criticaba apasionadamente en las clases la política económica
del Partido Popular... ¡por no ser suficientemente liberal! ¡y nos
recordaba la crueldad stalinista! En fin, representa la vía más
eficaz para formar economistas dóciles. Ser liberal en economía,
como vemos, no implica ni el reconocimiento de la libertad de
pensamiento ni la vocación por enseñar la pluralidad de enfoques
existentes, más bien nos topamos con la imposición mitinera del
neoliberalismo puro y duro. Al menos, le reconozco la sinceridad en
sus posicionamientos, a diferencia de otros pseudo-heterodoxos.
Obsérvese que no es cuestión baladí esta consideración. Si el
salario es una variable independiente entonces la implicación
inmediata es, como bien señala el coro sinfónico de la burguesía,
que los salarios son los causantes de la inflación, la pérdida de
competitividad, etc. Sin embargo, pese al discurso oficial y que,
lamentablemente también acaban asumiendo muchos, entre los cuales (y
esto es ya más preocupante) destaca la burocracia sindical, los
salarios no tienen estas propiedades mágicas. En un momento dado y al
margen de otras consideraciones, un alza salarial reduce ganancias, no
aumenta precios.
Digo objetivamente porque las condiciones objetivas de vida resultan
cada vez más penosas para una fracción creciente de la población
mundial Otra cuestión distinta es que efectivamente el proceso de
concienciación social, en el ámbito de lo subjetivo, se haga
efectivo.
que tampoco
niega por otra parte que el salario para el empresario es un coste, y
en esta medida es normal que conforme a sus intereses aboguen por
reducirlo, pero al menos reconozcamos que lo ubican en un análisis
que modifica en cierta manera las conclusiones que leíamos en el artículo
al que he aludido. Y recordemos aquello de las medias verdades.
Eso es como no decir nada, pues también se podría comentar que la
razón de que sea de día radica en que llega la hora de que así sea
o llueve porque cae agua. Pasa como con la inflación (y con ella
todos los horrores, entre los que destaca la pérdida de
competitividad), que siempre se produce (casualmente) por los aumentos
salariales, es decir, obsérvese la agudeza analítica de explicar
el aumento general de precios por el aumento de los precios de unas
mercancías determinadas denominadas “fuerza de trabajo”.
Lo podemos observar en el Programa de Acción Sindical para el VIII
Congreso de CC.OO. (abril de 2.004) por parte de José María Fidalgo,
en el que sostenía también la posibilidad de un desarrollo
sostenible y con plena participación democrática (¡en el marco del
sistema capitalista!). Véase al respecto el análisis crítico de
Guerrero (2.004).
Aunque menciono eso de “los altos salarios”, me refiero a los
valores absolutos, y la razón de esta acotación radica en que para
el análisis marxista la verdadera dimensión del salario es su carácter
relativo, pues se halla en relación directa con la plusvalía, y en
este sentido igual no es tan apropiado hablar de altos salarios.
Arriola (2.004a) afirma que uno de cada tres empleos en la industria
española se localizan en el sector de la alimentación, el textil y
el calzado, mientras que sólo 1,3 de cada diez se sitúa en
industrias de elevado valor añadido (maquinaria y equipo). Así, poco
vamos a competir mundialmente.
La verdad es que este tema daría para escribir muchas más líneas y
especialmente para determinados sectores de cierto izquierdismo cañí
y sus curiosas ideas acerca de lo que es ser un trabajador
privilegiado, de trabajar en el ámbito financiero o esa pseudo-crítica
moralista del consumismo. Yo, casi que prefiero que mi clase social
consuma mucho y no se muera de hambre. Otras cuestiones son la
consideración de la felicidad que adopta la forma del consumo de
mercancías materiales como un fin en sí mismo, y los límites
medioambientales, pero esto es diferente y bastante complejo.
Este paso representó un gran adelanto en relación a la visión
de David Ricardo.
Como precio, expresión mercantil de un valor, el salario se halla
determinado por la competencia entre compradores y vendedores,
desajustes entre oferta y demanda, etc., que provocan alzas y
descensos de su magnitud, pero sólo explican sus oscilaciones
pasajeras. En el largo plazo los precios tienden a identificarse con
los valores al oscilar en torno a los niveles que estos determinan (véase
Marx, Salario, Precio y Ganancia)
Ante un aumento de la productividad que reduzca los costos de producción
de la fuerza de trabajo a la mitad, podría darse el caso de que el
capital se beneficiara íntegramente y el salario nominal por tanto
descendiera a la mitad pero su capacidad adquisitiva se mantuviera
igual que antes (salario real equivalente), lo que conlleva una
disminución del salario relativo. La evolución divergente del
salario real respecto del salario relativo (del cual es un componente)
expresa el sentido opuesto en que se mueven el valor de la fuerza de
trabajo y uno de sus componentes, la masa de mercancías que entran en
los costos de reproducción de la clase obrera.
Si bien Marx no formuló esta ley de forma explícita, continuadores
de su obra la han estudiado y defendido, tales como R. Luxembourg, R.
Rosdolsky, o H. Grossmann.
Pero ojo, la prescripción del keynesianismo es controlar los salarios
mediante las alzas de precios que socaven su poder adquisitivo. No se
puede esperar otra cosa de una teoría que pretender gestionar el
sistema de forma más realista que el neoliberalismo, y de su autor,
John. M. Keynes, declarado liberal y a quien, según sus propias
palabras, la lucha de clases le encontraría del lado de la burguesía.
Marx expone esta relación en El Capital (capítulo XXIII del
primer libro), primero bajo el supuesto simplificador de una composición
de capital constante, situación favorable para el trabajador por la
gran demanda que existe, y posteriormente considerando su aumento. Se
debe a su vez no olvidar que el libro I de El Capital trata del
proceso de producción del capital en general, haciendo todavía
abstracción de la competencia entre diversos capitales.
Este denominado ejército industrial de reserva (EIR) no debe ser
identificado únicamente con los desempleados, sino que también los
subempleados, productores mercantiles independientes amenazados por la
competencia, etc.
Aunque la tendencia a la pauperización absoluta (o tendencia secular
hacia el descenso de los salarios reales) pudiera inferirse de ciertos
pasajes de la obra de Marx, los cuales no pertenecen a escritos de su
madurez, no son estrictamente de carácter económico (véase por
ejemplo El Manifiesto del Partido Comunista), o bien sacados de
contexto y no entendidos en términos relativos, como en El capital,
lo relevante a estos efectos es descubrir si de su esquema teórico se
desprende tal conclusión. Ello lleva ineluctablemente a la afirmación
tajante de rechazar tal idea (en abstracto) y así evitar
malentendidos, lo que, se debe recalcar, no quiere decir que no exista
tal proceso. En este sentido, un aumento del salario real puede ser
derivado de tres fenómenos: un alargamiento de la jornada laboral,
mayor intensidad o de la fuerza productiva del trabajo (el factor más
destacado) y que ha caracterizado al desarrollo del capitalismo. Otro
aspecto completamente diferente es que en determinadas circunstancias
resulte necesaria una caída importante de los salarios reales, como
sucede en los períodos de crisis económica. Sin embargo sostengo que
las premisas del análisis abstracto no fundamentan esta extendida
confusión. La interpretación de la pauperización absoluta fue
defendida en el pasado por la corriente “revisionista” del Partido
Socialdemócrata Alemán y en los círculos académicos de la
U.R.S.S., como se puede comprobar en sus manuales de economía política
[véase al respecto un ejemplo en Ivanovich
N. (1.959)], cuando afirma que “la ley general de la
acumulación capitalista engendra también la tendencia hacia el
empeoramiento absoluto en la situación material de la clase
obrera”, uno de cuyos significados es “la caída del salario
real”
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