Crisis mundial, escenarios
Una ciénaga a la medida del
Imperio
Por
Jorge Beinstein (*)
Espai Marx, 15/07/04
Se acumulan las malas noticias para
el Imperio. La economía norteamericana no despega, aumentan los
desequilibrios fiscal y comercial. En cuanto a la guerra la situación es
aún peor, Irak se ha convertido en un infierno para las tropas de ocupación.
Durante el 2003 dos oleadas sucesivas de manipulación mediática global
terminaron por estrellarse contra la realidad. La primera llegó a su
punto más alto en mayo de ese año cuando Bush anunciaba la victoria
completa en Irak y el fin de las grandes operaciones militares. Los medios
de comunicación pronosticaban que esa triunfo armado sería pronto
seguido por otros (Siria, Irán...) lo que otorgaría a Estados Unidos un
poder político mundial aplastante. Que le permitiría obtener
significativas ventajas en el plano económico, reactivando su aparato
productivo e imponiendo condiciones irresistibles a la periferia y las
otras potencias centrales. Cuando está ilusión se esfumó pocos meses
después al ritmo del avance de la resistencia iraquí, fue rápidamente
remplazada por otra. Aunque la guerra no anda demasiado bien, decía la
desinformación masiva, la economía ha empezado a recuperarse y ello
ayudará a Estados Unidos para obtener por medios comerciales lo que tarda
en conseguir por la vía militar, reforzando de paso a esta última. Pero
durante los primeros meses de 2004 la segunda mentira tuvo la misma suerte
que la primera.
La guerra en auxilio de la economía
La ilusión militarista se apoyaba
en un mito, el de la hegemonía militar absoluta de Estados Unidos, y en
una enseñanza económica obsoleta, la del keynesianismo blindado.
En el primer caso se trataba de un
reduccionismo tecnológico ignorante de otras componentes esenciales de
dicha hegemonía, como el estado psicológico de la población colonizada,
la existencia o no de grupos sociales colaboracionistas importantes, de
rivalidades internas (étnicas, religiosas, regionales) que podrían ser
eventualmente exacerbadas por el ocupante para así dominar sobre una
sociedad dividida (como ocurrió en el caso yugoslavo). También cuenta la
capacidad imperial para remodelar de manera colonial a la economía
conquistada y para desactivar o aislar los focos de resistencia. Tener
armamento superior no alcanza, más aún cuando las tropas ocupantes
carecen del espíritu de combate necesario para enfrentar a una
resistencia extendida y heroica, muy enraizada en la población. Tampoco
esa demostración de poderío militar fue capaz de arrastrar al resto de
Occidente, el quiebre de la OTAN señalaba que el Imperio estaba perdiendo
el liderazgo indiscutible del centro del mundo.
Las tropas de ocupación se
enfrentaron a lo que suele denominarse "crisis de percepción":
lo que prometía ser una población atrasada, temerosa y fácil de
corromper (como lo enseñan las historietas del viejo colonialismo
europeo) emergió en poco tiempo como un complejo laberinto social urbano,
indescifrable, moderno, expresando odio creciente al ocupante, técnicamente
apto para enfrentar una guerra prolongada. El empantanamiento militar fue
la primera consecuencia de ese hecho. Los escenarios futuros son muy
negros para los conquistadores, la guerra no puede ser ganada y la
perspectiva de una retirada humillante es cada día más probable.
El segundo error de evaluación fue
con respecto a las consecuencias económicas de la aventura bélica.
Sesudos periodistas nos indicaban que la expansión de los gastos
militares produciría en Estados Unidos un gran efecto multiplicador
positivo sobre el empleo y los negocios en general. Se trataba de una visión
anacrónica, la revolución tecnológica de las últimas dos décadas ha
anulado casi por completo a ese posible efecto, el keynesianismo militar
es historia vieja. Peor aún la concentración de gastos en la industria bélica
con cada vez más elevada productividad laboral, automatización y
robotización.suele tener un efecto multiplicador opuesto al esperado,
liquidando empleos y empresas obsoletas. Además esos gastos incrementan
el déficit fiscal que ya llega a los 500 mil millones de dólares,
haciendo subir la deuda pública y más adelante las tasas de interés
perjudicando al consumo y la inversión.
En síntesis, la guerras de Irak y
Afganistán no trajeron rápidas victorias sino empantanamientos, no
trajeron reactivación económica durable sino más desajustes fiscales y
comerciales.
La economía en auxilio de la
guerra
Así se pasó de una intoxicación
a otra. En los últimos meses de 2003, aplacadas las fantasías políticas
y económicas en torno de la guerra, irrumpieron de nuevo sesudos
periodistas más algunos gurús neoliberales sobrevivientes de los años
90 para explicar al planeta que aunque la "guerra contra el
terrorismo" no andaba del todo bien milagrosamente la economía
norteamericana se estaba recuperando velozmente luego del desinfle de la
burbuja financiera y la entrada en recesión. El tercer trimestre de 2003
aparecía con un incremento del PBI nominal superior al 8 % y más del 4 %
en el cuarto trimestre. Pero en los primeros meses de 2004 aparecieron
serias dudas sobre la consistencia de dichos datos. Hacia marzo de este año
Jan Hatzlus, el economista jefe de Goldman Sachs, uno de los principales
bancos de inversión del mundo, señaló que las cifras oficiales de
crecimiento del PBI norteamericano estaban infladas. Tomando como ejemplo
el cuatro trimestre de 2003, la administración Bush informó un aumento
del 4,1 % incompatibles según él con un crecimiento de la producción
industrial de solo 1,4 % difundido por la Reserva Federal. Para Hatzlus el
aumento real del PBI no podría haber sido superior al 2,2 %. Tambien puso
en duda los datos oficiales sobre crecimiento del consumo (1).
De todos modos la manipulación
estadística oficial no puede ocultar la expansión vertiginosa de la
deuda pública y de los déficits fiscal y del comercio exterior, la
declinación del dólar, la persistencia de altos niveles de desocupación
y ocupación precaria y finalmente la emergencia de una gigantesca burbuja
especulativa, bursátil e inmobiliaria, que explica la imagen de
reactivación económica.
Ahora sabemos que la guerra
imperial fracasó, pero también fracasó la política económica basada
en la baja de las tasas de interés, en reducciones tributarios a los
grandes grupos empresarios y en gastos militares. Esa combinación no
provocó la expansión productiva sólida prometida por Bush sino
endeudamiento, déficits y especulación financiera.
En síntesis: ni prosperidad
durable ni victorias imperiales. El futuro más probable oscila entre dos
escenarios negros: uno basado en la interacción explosiva de una retirada
humillante de Irak y graves reveses económicos (caída libre del dólar
y/o suba recesiva de las tasa de interés y/o derrumbe de la Bolsa y de
los valores inmobiliarios...) y un segundo escenario menos traumático que
suele ser calificado como de "decadencia honorable", con
retirada negociada de Irak y Afganistán, cesión de áreas de influencia
a la Unión Europea, crecimiento económico bajo (a la japonesa), alta
desocupación, etc. Más allá de quién ocupe la Casa Blanca aunque las
apariencias asocian a Bush con el primer escenario y a Kerry con el
segundo.
Clinton,
Bush, Kerry
Esa asociación se apoya en viejos
esquemas perimidos. En realidad los procesos de financierización y
militarización que se impusieron en las dos últimas décadas han
remodelado a la sociedad norteamericana, incluída su dirigencia política.
Son procesos interrelacionados engendrados por una crisis de sobreproducción
crónica que afecta desde los años 70 al capitalismo global y cuyo centro
es lógicamente su primera potencia, los Estados Unidos, ahora
completamente dominado por redes parasitarias y mafiosas. La concentración
de ingresos que acompañó al fenómeno se aceleró bajo el gobierno de
Clinton. Por ejemplo en 1991 la relación entre la remuneración media de
los asalariados y la de los cuadros superiores de las empresas era de 1 a
113, la misma pasó a ser de 1 a 149 en 1999, además al final de la era
Clinton los salarios medios eran un 10 % inferiores a los de fines de los
años 60 pese a que la productividad había aumentado un 50 % (2). El
proceso dió un nuevo salto con Bush que realizó enormes transferencias
de ingresos a la élite económica a través de excenciones fiscales y
gastos militares.
La primera hiper burbuja financiera
nació y murió en la segunda parte de la era Clinton. Bush intento
reanimar la economía a través de una segunda hiper burbuja, todavía en
desarrollo pero sin mucha vida por delante.
La primera guerra de Irak se desató
bajo la presidencia de Bush padre, siguió luego un largo período de
bombardeos en la época de Clinton y culminó con la invasión bajo Bush
hijo. Fue durante la presidencia de Clinton que se desarrolló la escalada
de agresiones contra Yugoslavia hasta llegar a la guerra de Kosovo. El
militarismo imperial se expandió bajo gobiernos repúblicanos y demócratas.
Las mafias que combinan negocios
financieros, militares, abiertamente ilegales (drogas, mega estafas,etc.)
son hoy el corazon del sistema de poder en Estados Unidos. No constituyen
una accidente nefasto y corregible sino el resultado de una profunda
decadencia, irreversible en el marco del capitalismo en cuyo seno no
existe ningún contrapoder regenerador.
Respecto a temas centrales de la
sociedad norteamericana como el de la financierización, la concentración
de ingresos o los negocios militares, solo existen tenues matices entre
Bush y Kerry.
Un Imperio sin reemplazante
Comienza a generalizarse la idea de
que Estados Unidos ha ingresado en su etapa de decadencia y que la misma
es irreversible. Un neoliberal clásico de los años 90 como Jeffrey Sachs
sostiene ese punto de vista (3). Lo novedoso de la situación es que no
aparece reemplazante a la visa. La declinación inglesa abrió el espacio
para la emergencia de los Estados Unidos como primera fuerza del
capitalismo y de la bipolaridad soviético-norteamericana como sistema de
control político global, que se expresaba como disputa entre ambos super-poderes.
Incluso desde el inicio de la crisis de sopreproducción larga a comienzos
de los 70 aparecían lo que podríamos calificar como esperanzas de
reemplazo de hegemonía o de renovación burguesa que luego demostraron
ser falsas. Los milagros japoneses acabaron a fines de los años 80 con
una enorme burbuja financiera que al desinflarse sumergió a ese país en
un estancamiento que se prolonga hasta la actualidad y que muy
probablemente continuará a lo largo de la presente década. La irrupción
de los tigres y dragones de Asia del Este, espacio hipercapitalista que
partiendo de las cuatro fieras clásicas (Sudcorea, Taiwan, Hong Kong británica
y Singapur) se extendió a casi toda la región, concluyó en medio de un
colapso especulativo en 1997 y al igual que en el caso japonés su extrema
dependencia de Estados Unidos no permite pronosticar ningún renacimiento
en el futuro previsible.
La Unión Europea, en torno al eje
franco-alemán parecía emerger victoriosa hacia mediados de los años 90
escapando así a lo que se insinuaba a comienzos de esa década como un
destino similar al japonés. Si embargo esa prosperidad se apoyaba en
factores externos efímeros. Por un lado la expansión
(especulativa-consumista) de los Estados Unidos agotaba hacia el 2000
(donde los europeos colocaron cuantiosos excedentes de capitales). Luego
la euforia neoliberal que incluyó a los asiáticos del este ya
mencionados, los latinoamericanos y otras víctimas de la ola neoliberal.
Esa ola tempranamente empezó a declinar, la crisis mexicana del 94-95 fue
un primer anticipo seguido después por otros desastres. Ya nada queda de
las ilusiones burguesas sobre los paradigmas mexicano, brasileño o
argentino. En fin, es evidente que los europeos occidentales obtuvieron
enormes ventajas temporales del derrumbe de la URSS y sus aliados
este-europeos. Tal vez el caso mas evidente sea el de Alemania Federal que
anexó y saqueó a la otra Alemania provocando en el seno del país
saqueador un significativo efecto-riqueza que apuntaló su mercado interno
mientras penetraba en los otros mercados del Este ampliando su espacio de
negocios. No olvidemos que Alemania Federal es el motor de la Unión
Europea... . Pero todas esas muletas han perdido la eficacia inicial y
ahora la nueva Europa de los 25 está más próxima de la imagen del
gigante enfermo plagado de déficits fiscales y con bajo crecimiento (y
alta desocupación) que la del área capitalista desarrollada estable y próspera
que hasta hace poco pintaban sus tecnócratas. Por supuesto, la fantasía
medíática acerca de la mutación capitalista de los ex países
socialistas del Este se perdió en el olvido. Hoy constituyen sociedades
decadentes colonizadas. La mayor de ellas, Rusia, controlada por redes
mafiosas, Yugoslavia descuartizada y hundida en la miseria. Otras como
Bulgaria o Polonia participando como lacayos del Imperio en la conquista
de Irak... pero todas ellas con elevada desocupación y marginalidad, la
degradación de sus infraestructuras, etc.
Concluyo este recorrido haciendo
una rápida referencia a China que no tiene el volumen suficiente como
para operar como una mega factor de equilibrio de la economía mundial.
Además buena parte de su expansión reciente es tributaria del mercado
mundial, en especial del norteamericano donde coloca una parte sustancial
de sus exportaciones y excedentes financieros, a lo que se agregan los
graves desequilibrios internos de todo tipo generados por su modelo de
crecimiento ("socialismo de mercado"). Es sensato suponer que un
rápido agravamiento de la crisis mundial acentuará de manera dramática
dichos desequilibrios.
En suma, en la orilla de la ciénaga
en la que se va hundiendo el Imperio no existe ningún equipo de auxilio
en condiciones de operar eficazmente. Porque la superpotencia es demasiado
grande y porque su degradación es causa y efecto de la decadencia general
de la civilización burguesa. En la ciénaga se va hundiendo todos.
Centro y Periferia
El militarismo imperial y la
degeneración financiera tienen una larga historia común y es muy
probable que su caída forme parte de una misma tragedia. La tentativa de
control militar de la periferia aparecía como una sucesión de
operaciones fáciles dada la abrumadora supremacía del armamento
norteamericano, pero tenía en su retaguardia a una economía declinante y
a una población moralmente degradada. Por otra parte la periferia actual
no es la de los siglos XVIII y XIX, ha constituido estados nacionales,
clases sociales modernas, sufrió en las últimas décadas múltiples
frustraciones en sus procesos de descolonización, de revoluciones
nacionalistas y socialistas, en sus proyectos de industrialización, pero
presenta identidades culturales contradictorias en plena expansión que no
pueden ser manipuladas tan fácilmente como lo supone la elite
norteamericana. En ese sentido el caso iraquí es ejemplar; la euforia
aparatista de los jefes del Imperio chocó con la dura realidad.
La periferia se encuentra ahora
sumergida en los comienzos de lo que muy probablemente será una era de
decadencia de la dominación occidental, es decir del centro del mundo
capitalista. Esta situación tiene ciertas similitudes con la existente a
comienzos del siglo XX cuando alrededor de 1914-1918 estalló la primera
gran crisis del capitalismo financierizado. Entonces se abrió en la
periferia un largo y complejo período histórico de revoluciones y
contrarrevoluciones, de tentativas socialistas y de revoluciones y
reformas burguesas de signo nacionalista. La arremetida neoliberal de las
dos últimas décadas pretendía disciplinar para siempre al mundo
subdesarrollado, privatizando-desnacionalizando sus principales
estructuras, sometiéndolo a un saqueo descomunal. Aunque ese auge (al
igual que el auge fascista de los años 20 y 30 del siglo pasado) escondía
la podredumbre civilizacional de los conquistadores. El Imperio empieza a
hundirse en la ciénaga construída por su propio sistema de poder, la
sobreacumulación de capitales, de habilidad especulativa, de maquinaria
militar y de soberbia conforman un salvavidas de plomo al que se aferran
cada vez más. En consecuencia la periferia vuelve a ponerse en
movimiento, desde Irak hasta Bolivia, desde la resistencia armada al
ocupante en Bagdad o en las montañas de Afganistan hasta las
movilizaciones de los Sin Tierra de Brasil o de los piqueteros argentinos.
Escenarios
A partir de los dos escenarios para
el corto y mediano plazo centrados en Los Estados Unidos a que hice
referencia anteriormente (decadencia gradual o caída veloz) es posble
diseñar esbozos de escenarios a más largo plazo del capitalismo global y
aún "mas allá" del mismo, con un horizonte que no excedería
los próximos quince años. Lo que sigue es el borrador de algunos
escenarios probables que por supuesto no agotan el campo de alternativas.
Desde ya, el posible escenario de prolongación de la euforia neoliberal
de los años 90, que todavía podía ser considerado hasta hace poco,
aunque sea asignándole una probabilidad pequeña, no puede ser más
aceptado en el universo de los futuros posibles. El optimismo neoliberal
ha quedado definitivamente en el pasado.
Primer escenario: horizonte
militarizado
Es difícil pero no imposible
imaginar nuevas bravuconadas militares de Estados Unidos luego de su
previsible fracaso en Irak. El más que probable efecto-dominó que traerá
dicho acontecimiento no solo en Medio Oriente sino también en Asia
central y oriental, en el conjunto del mundo islámico (franja que se
extiende desde la costa occidental de África hasta el Océano Pacífico)
y en otras regiones de la periferia; podría empujar a los norteamericanos
a diversas operaciones desesperadas de control. Algunas de ellas con apoyo
europeo (total o parcial) y otras en disputa directa o indirecta con sus
primos-hermanos occidentales. Juegan a favor de dicha hipótesis varios
factores, entre ellos: el enorme peso del complejo militar-industrial
estadounidense, la agravación de la crisis mundial (de sobreproducción)
y en consecuencia la pelea interimperialista por mercados y
abastecimientos de insumos básicos, situaciones regionales o nacionales
caóticas en la periferia impulsadas por la crisis global que pueden
incitar al Imperio a la realización de aventuras con aparente bajo
riesgo, etc. Juega en contra principalmente la "lección-iraquí"
que podría dejar políticamente muy deteriorados a los halcones
norteamericanos deviniendo una suerte de factor de disuasión muy efectivo
para el conjunto de las grandes potencias capitalistas. De todos modos el
futuro del militarismo no se decide solo en Occidente. Rusia, por ejemplo,
gobernada por un régimen autoritario y altamente corrupto, poseedor de un
dispositivo militar considerable, podría valerse del mismo para resolver
problemas internos y de su periferia próxima, alentado por probables vacíos
geopolíticos dejados por los occidentales. Una irrupción bélica rusa
podría incentivar reacciones militaristas en Occidente...
Segundo escenario: multilateralismo
decadente controlado
No incompatible con el primer
escenario, aunque tal vez incluyendo solo algunas aventuras coloniales
aisladas o de poco impacto global. Sería el resultado del repliegue
estratégico norteamericano (político-militar y económico) causado por
una acentuación grave de su crisis. Sin superpotencia emergente de
reemplazo. Donde el estancamiento económico se generalizaría
principalmente en Estados Unidos, la Unión Euroipea y Japón. Con altos
niveles de desocupación en el actual centro del mundo. Pero la
situaciones caóticas serían limitadas gracias a la intervención
occidental declinante pero lo suficientemente efectiva en el horizonte
temporal arriba establecido. También serían controladas numerosos
intentos postcapitalistas periféricos entre otras cosas porque el
capitalismo devino en el siglo XX un verdadera civilización planetaria y
en consecuencia las burguesías centrales decadentes podrían establecer
alianzas con (o conducir a) una amplia veriedad de sistemas burgueses
periféricos poseedores de fuertes instrumentos de reproducción. En suma,
el barco mundial del capitalismo se hundiría más o menos armoniosamente
arrastrando a su suerte a la mayor parte de la humanidad. El fracaso soviético
operaría durante un plazo muy extendido como un potente disuasivo ideológico
de futuras tentativas socialistas. Además el peso de la decadencia restaría
vigor a las rivalidades interimperialistas.
Tercer escenario: multipolaridad
decadente caótica
La crisis de sobreproducción daría
saltos cualitativos de gran envergadura que implicarían implosiones de
enorme peso global. Por ejemplo la de los Estados Unidos, y también de
otros países centrales y periféricos de talla significativa. Se
presentarían varios polos capitalistas con fuertes disputas entre ellos (incluídos
enfrentamientos militares directos e indirectos). Controles centrales
claramente insuficientes. Rebeliones y autonomizaciones periféricas
prolongadas.
Cuatro escenario (estrechamente
asociado al primero): emergencia postcapitalista bárbara
Del caos capitalista global o de su
decadencia controlada surgiría una superpotencia militar o varias que
establecerían sistemas de dominación internos-externos de tipo
autoritario ideológicamente emparentados con el fascismo y con los
delirios militaristas de algunos gurús actuales de los halcones
norteamericanos (del tipo de Robert Kaplan). Imperios esclavistas o
tributarios emergerían de los restos de las grandes implosiones o
derrumbes del mundo burgués. Los complejos militares- industriales serían
a la vez componentes esenciales del cáncer parasitario que corroe hoy al
capitalismo global (resultado de la dinámica de su crisis) y núcleos de
recomposición bárbara del mundo. En ese caso Hitler no sería una pieza
de museo sino una anticipación del futuro.
Quinto escenario: recomposición
humanista
Desde la periferia, desde sus
rebeliones exitosas, facilitadas por la decadencia del capitalismo como
sistema mundial, emergerían experiencias postcapitalistas fundadas en la
igualdad social, el pluralismo de formas democráticas de desarrollo. Es
decir un socialismo de origen periférico que se iría imponiendo con
espacio multiforme, de amplio espectro cultural, de recomposición
superadora de la civilización burguesa. En ese caso la Revolución Rusa y
el comunismo en general no serían "el pasado de una ilusión"
como lo anticiparon apresuradamente algunos intelectuales de Occidente en
los años 90 (4), sino un primer paso, conjunto de ensayos periféricos
impregnado de cultura burguesa (occidental), sucedido por otro en el siglo
XXI que, recogiendo las lecciones del pasado, sobre todo la gran
experiencia de lucha y participación democrática a lo largo del siglo XX
de millones de habitantes del mundo subdesarrollado, avanzaría por el
camino de la superación de las sociedades de opresión imponiendo su
sello al planeta incluídos los actuales países imperialistas. La
humanidad esclavizada de la periferia, gigantesca masa proletaria global,
sería el lugar histórico de la abolición del capitalismo, vanguardia de
una nueva era de libertad.
Notas:
(1) Raul Pozo, "Más sombras
sobre el crecimiento de EE.UU", AmericaEconomica 28 de marzo de 2004,
http://www.americaeconomica.com.
(2) Alexander Cockburn, "Clintontime: Was It Really a Golden Age?",
CounterPunch, November 14 / 23, 2003, http://www.counterpunch.org.
(3) Jeffrey Sachs, La decadencia
norteamericana, La Nación, Buenos Aires, 11 de abril de 2004, página 17.
(4) François Furet, "Le Passé d'une illusion", éd. Robert
Laffont & Calmann-Lévy, Paris, 1995,
(*) Jorge Beinstein Profesor
Titular de la Universidad de Buenos Aires.
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