El
último libro de Negri y Hardt es una frustrada defensa de su fracaso
anterior
Teoría
sin realidad
Por
James Petras
Clarín,
Buenos Aires, 01/09/04
Traducción de Joaquín Ibarburu
Toni
Negri y Michael Hardt escribieron dos libros, "Imperio" y
"Multitud, guerra y democracia en la era del imperio", que
recibieron grandes elogios en la mayor parte de los medios. El segundo
libro es un intento de rectificar parte de la gran debilidad teórica,
conceptual y empírica del primero. El trabajo original de Negri y Hardt
tiene la virtud de no entender la historia estadounidense, de escribir un
epitafio del imperialismo en momentos en que EE.UU. libra tres guerras
coloniales y de disolver la estructura y los movimientos de clase en una
"multitud" amorfa mientras tienen lugar grandes levantamientos
de clase en la Argentina, Bolivia y Ecuador y una polarización de clase
en Venezuela.
Las
guerras coloniales estadounidenses en Yugoslavia, Afganistán e Irak y las
amenazas de futuras guerras en por lo menos otros sesenta posibles
"refugios terroristas" hablan de un imperio que se basa en el
imperialismo. Casi un 75 por ciento de las quinientas empresas
multinacionales (EMN) más grandes son propiedad de y tienen sede en EE.UU.
y Europa, donde el Estado Imperial lucha para abrir mercados e impone
condiciones favorables a la inversión. El estudio de las operaciones
internacionales de las principales EMN demuestra que casi el 80 por ciento
de las decisiones estratégicas sobre ubicación, tecnología e
investigación se toma en las casas centrales de EE.UU. y Europa.
Negri
y Hardt sostienen que el imperio está disociado del imperialismo. La era
de las guerras imperiales refleja una profunda miopía en la que la vocación
de teorizar en términos abstractos impide a los escritores ver las
realidades cotidianas. Su idea de un mundo de empresas multinacionales sin
Estado es completamente bizarra: a través de la Organización Mundial del
Comercio, las Rondas Comerciales Doha, el Banco Mundial y el FMI, los
gobiernos estadounidense y europeos formulan a diario y de todas las
formas posibles las reglas y estructuras que favorecen la posición de sus
multinacionales.
Los
conflictos actuales más significativos son las luchas de liberación
nacional que tienen lugar, por ejemplo, en Venezuela, Irak, Afganistán y
Bolivia. Al contrario de lo que sostienen Negri y Hardt, la "nación"
y el "nacionalismo" no desaparecieron ni se volvieron
irrelevantes. Además, el crecimiento del internacionalismo se relaciona
directamente con la solidaridad de los movimientos del mundo con esas
luchas nacionales.
El
segundo libro de Negri y Hardt es un intento de superar las desastrosas
falencias (teóricas y empíricas) de Imperio mediante la improvisación
de circunstancias atenuantes (la Guerra), mediante la extensión del lapso
en que el Imperio existe sin el imperialismo. Sin embargo, no dan ninguna
prueba que pueda justificar esas proyecciones: lo que guía la política
estadounidense, sobre todo en estos momentos de elecciones presidenciales,
es una mayor intervención militar (Kerry) y más amenazas militares de
"guerras preventivas" en los países de Medio Oriente (Irán).
La "proyección" de las guerras imperialistas se basa en la
estructura del capitalismo estadounidense, europeo y asiático, que cada
vez es más dependiente y compite por recursos energéticos caros y
escasos que controlan los países del Tercer Mundo. En la actualidad, más
que nunca en su historia, los bancos EMN europeo-estadounidenses perciben
un mayor porcentaje de ganancias e intereses como producto de su control
de empresas y mercados extranjeros.
La
completa ausencia de todo análisis estructural profundo por parte de
Negri y Hardt de la política de Estado y la economía de EE.UU., Europa y
Asia reduce su nuevo esfuerzo intelectual a una frustrada defensa de su
fracaso anterior. El lugar conceptual de la acción política y social no
se encuentra en una "multitud" amorfa, sino en las identidades
de clase, étnicas y nacionales y en la conciencia que emerge de marcos de
contiendas políticas.
Para
Negri y Hardt, lo que no es un "proletariado industrial" es
simplemente una "multitud", ya que las clases desaparecen ya que
en una coyuntura particular las clases no trabajadoras desempeñan un
papel protagónico. Los mineros del estaño de Bolivia siguen desempeñando
un papel político por más que muchos de los ex mineros devenidos
agricultores de coca cobraron mayor protagonismo. Los trabajadores
fabriles desocupados de Argentina fueron una fuerza importante en los
grandes levantamientos de los últimos tiempos, estar
"desocupados" no significa que "perdieron" una
identidad de clase y se convirtieron en una "multitud". Incluso
si "multitud" remite a grupos de activistas que trabajan de
forma colectiva, la "diversidad" no hace desaparecer su historia
de clase, su conciencia ni la especificidad de sus reivindicaciones en el
interior de los movimientos.
La
discusión sobre los orígenes intelectuales de la revolución de la
independencia estadounidense —ellos atribuyen una mayor influencia a
Spinoza que a Locke— no se funda en investigación académica. Su
proclamación de un nuevo "régimen internacional" sobre el
modelo de la ONU es surrealista dado el abyecto servilismo del Secretario
General ante los intereses de EE.UU. en Irak y en cualquier otro lado.
Los
elogios de los semanarios masivos son comprensibles a la luz del rechazo
que manifiestan los autores por el imperialismo y el conflicto de clase.
Lo que resulta incomprensible es que los intelectuales críticos los lean
tanto. ¿Es novedad o moda? Si los libros de Negri y Hardt pueden
resumirse como una teoría en busca de realidad, entonces sospecho que la
atención que prestan los intelectuales de izquierda a sus libros refleja
una realidad en desesperada búsqueda de teoría.
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