Escuela
de cuadros del MAS en febrero
Una
puesta al día del marxismo revolucionario
Socialismo
o Barbarie, periódico, 17/02/05
En
la primera quincena de febrero, con la presencia de unos 50 compañeros
del MAS y de compañeros del Círculo de Formación Política de Paraguay,
se realizó una escuela de cuadros que abarcó los problemas más
candentes del debate teórico, político, estratégico y programático en
las filas de la izquierda. Los asistentes coincidieron en señalar el éxito
del encuentro y la importancia de una formación integral en los diversos
aspectos del marxismo revolucionario ante los desafíos del presente.
La
realización de una instancia formativa de estas características fue
subrayada por todos los compañeros como una necesidad impostergable. Las
condiciones de la lucha de clases nacional e internacional a partir del
surgimiento del movimiento “antiglobalización”, junto con las
primeras experiencias revolucionarias del siglo XXI, ponen sobre la
palestra los nuevos desafíos y responsabilidades de los marxistas
revolucionarios. Frente a la utopía neoreformista del capitalismo
humanizado, frente a los desvaríos inconducentes del “contra-poder”
dentro del Estado burgués y frente al dogmatismo y la inercia teórica de
corrientes del marxismo revolucionario que no sacan ninguna conclusión
después del derrumbe de las experiencias estalinistas, es una obligación
al menos empezar a esbozar un balance del siglo XX de cara a la pelea por
el relanzamiento de la alternativa socialista al capitalismo.
La
escuela se centró en los temas que a nuestro juicio resumen las
principales discusiones en la vanguardia obrera, social y juvenil: el
imperialismo hoy, teoría del estado, teoría de la revolución, la
transición al socialismo (incluyendo la cuestión de la naturaleza de los
estados del Este) y la cuestión del partido revolucionario.
La
mecánica de trabajo consistió en reuniones de estudio y discusión
grupal por la mañana, y plenario general por la tarde, con exposiciones a
cargo de los coordinadores y luego debate abierto.
En
cada área, los materiales a trabajar incluían a) textos clásicos del
marxismo; b) elaboraciones marxistas actuales; c) trabajos de síntesis teórica
de diversas corrientes políticas, así como textos más propiamente políticos
en ciertos temas.
El
imperialismo hoy
Sobre
la base del libro clásico de Lenin, se buscó avanzar en el estudio de
algunas de las características específicas de la fase de mundialización
capitalista y sus rasgos principales. Se trabajaron las elaboraciones de
nuestra corriente al respecto, así como textos como el Claudio Katz y
otros. Aquí ocupó un importante espacio la polémica con Toni Negri y su
teoría del “Imperio”, la respuesta a éste de James Petras y debates
subsidiarios pero de cierta importancia alrededor de las teorías de
Robert Brenner, Alex Callinicos y Samir Amin sobre la configuración del
orden imperialista actual.
El
Estado
Nuevamente
partiendo de un clásico de Lenin, El Estado y la revolución, el
debate se centró alrededor de tres polémicas. La primera, con las
vertientes más groseras del neoreformismo (CTA, Lula), en cuanto a
su”teoría” del estado sin carácter de clase.. La segunda tuvo lugar
con variantes neoreformistas ya más sofisticadas, aunque igualmente
alejadas del marxismo revolucionario, como las concepciones del Movimiento
Sin Tierra de Brasil y la corriente Democracia Socialista de ese país.
Finalmente, la tercera reflexión crítica fue alrededor de las teorías
de John Holloway y su concepción de “cambiar el mundo sin tomar el
poder”, que requiere cierto detenimiento, en primer lugar, por ser un
intento de balance de la experiencia del siglo XX (lo cual de por sí lo
convierte en atractivo para muchos, que buscan en vano algo similar en
muchas corrientes marxistas); en segundo lugar, por haber logrado cierto
predicamento a nivel de sectores de los movimientos sociales en el
continente (el zapatismo, principalmente, y a nivel local, la corriente Aníbal
Verón).
Teoría
de la revolución
Este
tema fue uno de los más importantes de la escuela. En particular, se
imponía una reflexión acerca de la pertinencia de la teoría de la
revolución permanente formulada por Trotsky a la luz de las revoluciones
y procesos históricos de la segunda mitad del siglo XX, en particular los
de China, Vietnam, Cuba, Corea y los países del Este.
Aquí,
el centro del debate estuvo sobre las elaboraciones del movimiento
trotskista, tanto en sus vertientes más capituladoras al estalinismo (M.
Pablo, Mandel) como en las más sectarias y/o subjetivistas (los
“colectivistas burocráticos” y Schachtman), pero también al tronco
principal del movimiento trotskista, incluyendo a la corriente morenista y
algunos de sus desprendimientos. Una de las conclusiones más importantes
fue la necesidad de distinguir entre procesos o revoluciones
anticapitalistas, por un lado, y socialistas, por el otro. En verdad, fue
una marca casi indeleble del conjunto del movimiento trotskista de
posguerra (salvo los sectarios y/o subjetivistas) el hecho de asimilar de
manera mecánica y antidialéctica la connotación anticapitalista a la
propiamente socialista. En el camino, y por la vía de un objetivismo
espurio de diversos grados y alcances, se escindía de manera fraudulenta
la unidad entre el plano objetivo y subjetivo del proyecto socialista. Al
considerarse en el conjunto del movimiento trotskista que las burocracias
estalinistas contrarrevolucionarias hicieron (de grado, por fuerza o “a
su manera”, poco importa) la revolución socialista, se cayó en un
irremediable sustituismo que reducía a cero el papel de la clase obrera,
como tal y con toda su actividad y su subjetividad (organismos, tradición,
conciencia, partidos), en el proyecto socialista.
Una
variante de este sustituismo es el reduccionismo de todos los factores que
hacen a la dimensión del sujeto de la revolución, que queda limitado, en
la visión de muchas corrientes del trotskismo tradicional pasadas y
presentes, al partido, como si éste fuera un talismán que eximiera al
proceso histórico de la necesidad de la presencia de una clase obrera no
“muda” sino ejerciendo su protagonismo de manera viviente y actual. En
este sentido, se hizo hincapié en que la famosa formulación de Trotsky
en el Programa de Transición que “reduce” la crisis de la humanidad a
la crisis de su dirección, se hacía sobre la base de premisas sociales y
políticas que, en relación con el lugar y el protagonismo de la clase
obrera como agente revolucionario, estuvieron ausentes en varias de las
revoluciones de posguerra. De allí que la traspolación mecánica, ahistórica,
no circunstanciada y no concreta de esa formulación condujo a toda una
serie de vertientes trotskistas a un reduccionismo sectario antisocialista
que no era más que el reverso sustituista de las corrientes capituladoras
al estalinismo.
Los
materiales de este punto consistieron justamente en los textos clásicos
de Trotsky y trabajos del movimiento trotskista de posguerra, con una
breve referencia a Holloway. Asimismo, quedó planteada con fuerza la
cuestión de la diferencia específica entre la revolución burguesa y la
revolución socialista y los límites a las analogías entre ambas, analogías
que suelen ser más abusivas de lo debido.
Teoría
de la transición
Este
fue otro de los ejes de la escuela. En particular, el estudio se centró
en la naturaleza de la Unión Soviética y los estados del Este, China,
Cuba, etc. Aquí, resultó de enorme importancia la elaboración teórica
de Pierre Naville y de su obra magna, El nuevo Leviatán, de cuyos
siete volúmenes se tradujo un importante número de pasajes para la
escuela. Digamos de paso que es inexplicable que, más allá de la postura
que se adopte frente a este trabajo, la mayor parte del movimiento
trotskista de habla hispana desconoce casi por completo a este autor. Que
no sólo es de formación marxista, sino que viene del movimiento
trotskista (fue secretario del propio Trotsky en los años 30). Y es más
inexplicable aún siendo que el dirigente histórico de la corriente
tradicional trotskista más fuerte de América Latina, Nahuel Moreno,
conocía y tenía en alta estima ese trabajo, aun cuando no compartiera
todas sus conclusiones.
La
elaboración de Naville a la vez refuerza, es complementaria y va más
allá de la obra más aguda y completa de Trotsky sobre el tema, La
revolución traicionada (obra de imprescindible estudio, como demostró
la escuela). Porque Naville se atreve a hacer una formalización sobre
problemas que Trotsky señala empíricamente, pero no generaliza teóricamente.
Tres
cuestiones suscitaron la atención de los asistentes a la escuela. El
primero, la inexistencia de un automatismo económico (de la
“planificación” o de otra índole) en la transición al socialismo,
la cual es absolutamente inseparable de las relaciones políticas de poder
y de dominio de las relaciones concretas de producción por parte de la
clase trabajadora. El segundo, el estudio y la teorización de Naville
sobre los mecanismos económico-sociales de apropiación de plusvalía por
parte de la burocracia que permiten hablar de explotación, en el sentido
marxista, en los estados burocráticos, definidos como formaciones económico-sociales
no orgánicas. Y el tercero, los problemas vinculados al efectivo
ejercicio del poder estatal por el proletariado como clase dominante. Aquí,
resultaron de inmenso valor textos de la Oposición de Izquierda de la década
del 20, de dirigentes como Rakovsky, Kosior, Jotimsky y otros, que creemos
son también poco conocidos o minusvalorados.
Otros
puntos de interés fueron la necesidad de pararse desde el punto de vista
de la economía mundial capitalista y sus leyes rectoras como un todo, en
respuesta a las teorizaciones de los “dos sistemas mundiales”, y la
cuestión de las organización cooperativa del trabajo, tanto bajo el
orden capitalista como en la transición. Textos de Marx y sobre todo de
Lenin fueron muy ilustrativos al respecto, así como ciertas observaciones
de Meszáros (Más allá del capital).
El
partido revolucionario
En
este bloque se trabajó esencialmente con el Qué hacer de Lenin y
otros textos del revolucionario ruso referidos al rol de los soviets en
1905. También se hizo una puesta en común de las coincidencias y
diferencias sobre el tema entre Lenin, Kautsky, Rosa Luxemburgo y Trotsky
hasta 1917, lo que reveló hasta qué punto la controversia en el marxismo
de la época estaba plagada de paradojas e incomprensiones. La teoría
kautskiana del “partido-clase”, el contramodelo de Lenin y las
variantes intermedias fueron también objeto de estudio, en tanto varias
de las corrientes actuales del trotskismo son, sin sospecharlo, más
kautskianas que leninistas en este terreno.
Una
cuestión sobre la que se hizo especial énfasis fue en el carácter total
y totalizador de la actividad política revolucionaria, esto es, en la
necesidad de superar toda forma de corporativismo y sindicalismo (por más
“rojo” que resulte) en la militancia política cotidiana.
Balance:
esto es sólo el comienzo
Más
allá del lógico cansancio general luego de diez largas jornadas de
estudio, reflexión y discusión, el balance de los compañeros era
altamente satisfactorio. Una conclusión generalizada fue la necesidad de
mantener y sistematizar la tarea de formación, pero sobre todo el desafío
de difundir un cuerpo de ideas que se sostiene sobre la sólida base de
una elaboración procesada durante años y que busca responder a
cuestiones fundamentales: ¿cuál es el balance marxista revolucionario
del siglo XX? ¿qué tareas tiene planteadas el marxismo para el siglo
XXI? ¿qué lecciones teóricas, políticas y estratégicas deja la
experiencia histórica pasada para la causa del socialismo? ¿cómo
empezar a superar la crisis de alternativa socialista al capitalismo?.
Parte
imprescindible de esta tarea de difusión, debate y confrontación teórico-política
será la puesta en marcha por parte de la juventud del MAS de actividades
en ese sentido en las principales casas de estudios, así como el
crecimiento sostenido del plan de ediciones de la renovada Editorial Antídoto.
En eso estamos.
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