Transformaciones
neoliberales y lucha de clases
Por
James Petras
La
Haine, 27/04/06
Traducido
del inglés para Rebelión por S. Seguí
Introducción
El
marxismo tiene por objeto el análisis concreto de las estructuras específicas
del capitalismo en su evolución, como resultado de la lucha de clases y
la dinámica que imprime la maximización del beneficio. La premisa
principal para comprender la conversión del "capitalismo del
bienestar" en el neoliberalismo es el éxito de la clase capitalista
en las luchas sociales, que ha producido unos cambios estructurales
favorables, que a su vez han creado unas "condiciones objetivas"
asimismo favorables para alcanzar resultados propicios a la clase
capitalista. La relación dialéctica entre la lucha de clases y las
transformaciones estructurales es decisiva en la relación entre el
capital y el trabajo.
Si
bien es cierto que la lucha de clases es la "fuerza motriz de la
historia", las relaciones de clase establecen las condiciones
objetivas específicas en cuyo marco se produce dicha lucha. Los cambios
en la relación entre capital y trabajo toman forma mediante la lucha de
clases, a la vez que la determinan, y el resultado probable: mayor poder y
más altos beneficios para la clase capitalista o mayor poder y más altas
ventajas sociales para la clase trabajadora.
Para
comprender los actuales obstáculos estructurales al avance de la clase
trabajadora, y en particular la debilidad de ésta ante la ofensiva
capitalista, es importante echar un vistazo, siquiera somero, al proceso
de lucha de clases que ha conducido a la actual situación.
Patrón
histórico de la lucha de clases: Italia
Para
analizar y explicar los avances y retrocesos en la lucha de clases en
Italia, es importante establecer una clasificación periódica de la
coyuntura. La intensidad de la lucha de clases no puede ubicarse con
precisión en tiempo y lugar, debido a las diferencias regionales, geográficas
y socioeconómicas del país en su conjunto. Los avances en una región o
sector no tienen necesariamente continuidad en otros y grandes huelgas se
producen en pleno período general de decadencia. El desarrollo desigual
de la lucha de clases por sectores y regiones es resultado, en parte, del
desarrollo desigual de la economía y de las experiencias culturales e
históricas asumidas por diversos sectores de la clase trabajadora o de
los capitalistas.
A
pesar de estos problemas metodológicos, es posible determinar cuatro
periodos clave en la intensidad de la lucha de clases:
1.
1944–49 – Intensidad de la lucha de clases y avances de los
trabajadores, en este primer periodo posterior a la derrota del fascismo.
La cuestión del poder del Estado, con sectores armados de la clase
trabajadoras que ocupan empresas y burgueses que retroceden, dependientes
de la ayuda militar anglo–estadounidense, vaticana, de simpatizantes
apenas ex fascistas y de la Mafia. Los líderes reformistas del PCI y del
PSI encauzan la lucha hacia las reformas sociales, la mejora de la
legislación laboral y los canales institucionales.
2.
1950–64 – Disminución relativa de la lucha de clases con los inicios
de la Guerra Fría; el capital consolida su poder estatal aunque se ve
obligado a aceptar los avances sociales del periodo anterior y la
existencia de un poderoso movimiento sindical. Aunque la amenaza al poder
del Estado disminuye, la clase obrera organizada sigue creciendo y se
registran avances en materia de legislación salarial y seguridad social.
La clase obrera no sufre ninguna derrota decisiva, y se moviliza por medio
de huelgas generales contra la estrategia del retroceso (roll back).
3.
1965–75 – Poderoso resurgimiento de la lucha de clases. La clase
obrera pasa a la ofensiva, y cuenta con un apoyo masivo de estudiantes,
intelectuales y funcionarios sindicados, pensionistas y jóvenes
subempleados. La fuerza de la izquierda extraparliamentaria crece y
plantea un desafío a los partidos y sindicatos reformistas. Los delegados
y las asambleas de fábrica son una alternativa a la clase capitalista en
su hegemonía en el lugar de trabajo y los barrios proletarios. La represión
estatal y las acciones de la extrema derecha provocan el surgimiento de
una insurgencia urbana armada. Las luchas traen consigo mayores derechos
de los trabajadores en las empresas, incrementos relativos de salarios,
pensiones, vacaciones y seguridad social. Sin embargo, los líderes
reformistas retienen el control de los sindicatos y ayudan a la clase
capitalista a consolidar de nuevo el Estado y la propiedad capitalista.
4.
1976–2006 – Declive de la lucha extraparlamentaria, como resultado de
la represión estatal apoyada por los partidos reformistas. Reagrupamiento
capitalista y comienzo de una nueva ofensiva contra la clase obrera
organizada de las fábricas. Los partidos y sindicatos reformistas quedan,
en general, "institucionalizados", con una "minoría
cautiva" incapaz de hacer frente a la ofensiva emergente; las luchas
tienen ya carácter defensivo y los avances sociales del pasado se
degradan. De particular importancia es la reestructuración de los
principales sectores económicos. El capital se pasa al sector financiero,
se deslocaliza a países de ultramar y se pasa al comercio y los
servicios. El modelo neoliberal reemplaza al "capitalismo del
bienestar" y el pacto entre el capital y el trabajo se sustituye por
un pacto electoral dominado por la burguesía, dotado de un programa
neoliberal.
5.
2006 – Resurgimiento de la lucha de clases in Europa, liderada por una
alianza de estudiantes–trabajadores–desempleados en lucha contra la
precariedad en los contratos de trabajo. El ejemplo francés es un modelo
para la izquierda extraparlamentaria en Italia, Brasil y otros lugares.
Observaciones
generales
Aunque
la "teoría del valor" mantiene su vigencia en todas las fases
del capitalismo, no puede explicar las variaciones en la lucha de clases o
el alza y el declive de las luchas de la clase trabajadora (es decir, el
resultado de la lucha de clases en fases temporales y lugares concretos).
Las condiciones de explotación del trabajo varían con los vaivenes de la
lucha de clases. Si bien la "teoría del valor" es fundamental
para la comprensión de la naturaleza de la explotación bajo el
capitalismo, no explica la variación de los grados de explotación el
contexto sociopolítico concreto en el que tiene lugar la explotación.
En
la historia de la lucha de clases destacan algunas características:
1.
No existe una progresión lineal ni "avances acumulativos". Los
periodos de avance van seguidos de retrocesos. Sin embargo, hasta el
periodo 1976–2006, el retroceso no tuvo como resultado la pérdida de
los avances anteriores, por lo que las siguientes fases de la lucha de
clases aprovecharon y ampliaron dichos avances. El proceso desigual de la
clase obrera significa que los momentos de crisis sociopolitica son
decisivos para determinar si la clase obrera simplemente se asegura
reformas sociales temporales (sujetas a un cambio de rumbo tras la crisis)
o si se prepara para desafiar al poder establecido. En los momentos de
avance debería desarrollar una estrategia de poder o hacer frente al
subsiguiente periodo de retroceso. No hay "movilizaciones
permanentes" o al menos una continuación en los altos niveles de
conflicto de clases.
2.
No hay correlación entre el auge de la lucha de clases y el ciclo económico.
De hecho, la lucha de clases se agudiza tanto durante el colapso
capitalista (1944–46) como en periodos de rápida expansión
(1965–75). El impacto político del ciclo económico –expansión o
contracción– depende del nivel de organización de clase y su inserción
en la clase obrera y entre los campesinos y los empleados del sector público.
La organización sociopolitica crea el "filtro" a través del
cual la clase obrera interpreta el ciclo económico y reacciona ante él.
3.
No hay correlación entre una "crisis de régimen" y la lucha de
clases, porque es siempre el aparato permanente del Estado (Banco central,
altos funcionarios, altos cargos judiciales y militares) el que decide la
política del gobierno. Existe una fuerte correlación entre una crisis
estatal y la lucha de clases. La caída del Estado (fascista) en Italia,
1944–46, abrió una oportunidad histórica para el avance de la lucha de
clases hacia el poder estatal.
4.
La lucha y los movimientos de clases se desarrollan desigualmente debido a
factores políticos, sociales e históricos. Sólo un movimiento político
nacional puede integrar y sincronizar a los sectores más avanzados de los
movimientos de clase y a los menos avanzados.
5.
Una erupción de alta intensidad de lucha de clases es el resultado de la
acumulación de fuerzas, la creación de cuadros políticos y líderes
sociopolíticos estrechamente vinculados a las masas, en sectores
fundamentales de la producción, la distribución y la vivienda. Los
periodos de lucha intensa (1944–46) y (1965–75) fueron precedidos de
un decenio de cuidadosa construcción, organización, reclutamiento de
cuadros e inserción en "las luchas diarias por las reformas",
de marcada conciencia revolucionaria.
6.
El periodo 1976–2006 ha tenido la característica general de una
desacumulación, o fragmentación, una dispersión y una pérdida de
cuadros históricos. En paralelo a este proceso general, han emergido
nuevos movimientos con conciencia de clase, como por ejemplo Rete
Communisti (Comités de base), que están 'acumulando' fuerzas en las difíciles
circunstancias de desintegración de los "viejos centros" (PCI,
RC y CGIL) de la movilización de clase. El periodo 1976–2006 constituye
un proceso dual de derrotas y retiradas acumuladas, así como de
resurgencia de nuevos movimientos de clase en lucha por la hegemonía
sociopolítica.
La
lucha por la hegemonía en el seno de la clase obrera
Muchos
críticos culturales de la izquierda hacen hincapié en el papel de los
medios de comunicación de masas en la debilitación de las organizaciones
de clase y el fomento de la despolitización de las masas. Si bien la
constante presión de los medios de comunicación tiene sin duda impacto
por sí misma, nos explica poca cosa, o nada, del incremento o la
disminución de la lucha de clases. Por ejemplo, la mayoría de los medios
de comunicación de masas han estado siempre en oposición a las
organizaciones y la lucha de clases.
Sin
embargo, en los periodos de 1944–1950 y 1965–75 se dieron masivos
enfrentamientos de clase y movimientos de creciente importancia, a pesar
de los medios de comunicación. La pregunta sería más bien ¿por qué
los medios tienen hoy más repercusión que en el pasado? La razón reside
en la diferencia de la estructura de clases y el nivel de organización de
éstas, la pérdida de perspectiva de clases en los "medios
alternativos" vinculados a las masas. Y por encima de todo, la pérdida
de líderes de opinión con conciencia de clase ubicados en fábricas,
oficinas y barrios, capaces de interpretar las noticias, los
acontecimientos y las políticas y proporcionar una orientación de las
masas. Los "líderes de opinión" pueden ser
"militantes" o "cuadros" o "activistas" que
vinculen las masas a las organizaciones de clase y a los líderes
nacionales y regionales. Sin estos "líderes de opinión" estratégicamente
situados en los lugares de trabajo y de vivienda de los trabajadores, los
medios de comunicación de masa reinan sin oposición.
La
hegemonía implica la "batalla de ideas": las ideas y la
experiencia determinan la acción social y política. Contrarrestar la
hegemonía de la clase dominante implica varios niveles de lucha
interrelacionados: la lucha diaria en el mercado (precios), el lugar de
trabajo (salarios, seguridad), el lugar de vida (vivienda), las
instituciones educativas (públicas o privadas), la sanidad (pública o
privada), las pensiones (edad de jubilación) y "la calle"
(desempleo o empleo temporal). El problema político consiste en
transformar el descontento individual o privado en una acción colectiva,
pública, informada por un análisis de clase.
El
segundo nivel es la lucha por la claridad programática y teórica. La
lucha por una perspectiva de clase en el ámbito de la "cultura"
incluye la batalla por la hegemonía intelectual entre la pequeña burguesía
(periodistas, académicos, estudiantes y profesionales). La cuestión, en
este caso, consiste en demostrar la superioridad conceptual del marxismo
como perspectiva de clase en la explicación y la comprensión de la
realidad objetiva, y como base para la acción concreta.
La
efectividad de la teoría de clase, vinculada a la práctica, reside en
hacerlo comprensible tanto desde un punto de vista conceptual como lingüístico
a los activistas, militantes y cuadros que constituyen los enlaces estratégicos
entre las masas y los líderes. La teoría debe ser concreta y proactiva
para que sea útil; una teoría abstracta con un lenguaje exótico e
incomprensible, es peor que inútil: desorienta a los militantes y disocia
a los líderes de los cuadros, y a éstos de las masas.
La
lucha ideológica a ambos niveles es esencial para la construcción de
movimientos anti hegemónicos y la creación de una conciencia de clase
obrera. El núcleo de las guerras culturales es la profundización de la
perspectiva de clase contra el individualismo; la pseudo–rebelde
"cultura juvenil", totalmente antoindulgente; una producción de
determinados sectores de los medios de comunicación comerciales. Para
contrarrestar las fuerzas hegemónicas desde arriba (mediante los medios
de comunicación) la tarea necesaria es la creación de un poder de clase
desde abajo.
El
surgimiento de un nuevo autoritarismo
Acompañando
a la decadencia de la izquierda, y de hecho acelerando el proceso, hay la
creación gradual de un nuevo estado autoritario bajo la superficie de una
fachada parlamentaria electoral. Comenzando por las leyes "anti
terrorismo" y el "Estado fuerte" de mediados de los
setenta, el poder de las "instituciones permanentes" se ha
incrementado en gran medida y a este fenómeno se le ha prestado una
escasa atención intelectual. ¿Cuáles son las características del nuevo
estado autoritario? La centralización del poder ejecutivo, la dependencia
creciente de la legislación por decreto y las decisiones básicas de
funcionarios no elegidos en la rama ejecutiva son signos de la emergencia
del Nuevo Estado Autoritario.
Mientras
los gobiernos de "centro–izquierda" o de "derecha"
llegan al poder y salen de él, las instituciones permanentes no elegidas
del Estado se ocupan del diseño y la aplicación de la política
macroeconómica. Mientras los partidos políticos compiten por el
Parlamento, las instituciones verticales ––es decir, el Estado,
Bruselas, las instituciones financieras internacionales, etc.––
establecen los parámetros reales de la política socioeconómica
neoliberal. La contradicción entre los partidos electorales que profesan
el "bienestar social" y el Estado centralizado que dicta las políticas
capitalistas liberales se expresa por la total falta de correspondencia
entre las promesas de las campañas electorales y el ejercicio del poder
político. Los cargos elegidos gobiernan subordinando los organismos
elegidos (parlamentos) al ejecutivo y a los altos cargos del "Estado
permanente." En resumen, mientras el Nuevo Estado Autoritario
gobierna, los cargos elegidos legitiman los centros gobernantes del poder
autoritario.
La
transformación de la estructura de clase: fundamentos del Nuevo Estado
Autoritario
La
estructura de clase se ha transformado por las victorias de la clase
capitalista y los retrocesos de los partidos de izquierda y sindicatos
tradicionales. Las derrotas son el resultado del fracaso de los sindicatos
y partidos sociales en la comprensión de que el "pacto social",
el "estado del bienestar" y los cambios "graduales" o
evolutivos eran resultado de una coyuntura histórica específica que
produjo, entre 1944 y 1974, un equilibrio de fuerzas entre las clases.
Durante este periodo, los sindicatos y la izquierda se
"incrustaron" en las instituciones capitalistas y pasaron a
depender de las negociaciones colectivas, los compromisos ministeriales y
las presiones periódicas de las luchas de masas. A finales de los
setenta, esta estrategia institucional perdió su vigencia, a medida que
la clase capitalista recuperaba su iniciativa y avanzaba agresivamente en
la transformación a su favor de las instituciones económicas y las
relaciones sociales de producción.
Se
cerraron grandes instalaciones industriales que concentraban a
trabajadores militantes, y su producción se descentralizó, dispersando
así a la clase obrera. Los contratos laborales temporales respaldados por
la legislación debilitaron el empleo estable e incrementaron el número
de trabajadores en precario y vulnerables. Los capitalistas incrementaron
en gran medida su capacidad de contratar y despedir trabajadores por un
bajo coste. Las fábricas se deslocalizaron a regiones no sindicalizadas o
fuera del país. Éstas y muchas otras medidas tuvieron un efecto dialéctico
acumulativo. Una fuerza de trabajo fragmentada debilitó la lucha
colectiva y facilitó el continuo avance de las contrarreformas
capitalistas promovidas por el Estado autoritario. La ocasional
"huelga general" o protesta sólo sirvieron para frenar
temporalmente el proceso en determinados aspectos, como por ejemplo, en el
retraso de la edad de jubilación. El estado autoritario liberal actuó
con decisión a la hora de privatizar la economía, los servicios sociales
y las instituciones culturales.
Estos
ataques frontales tuvieron por objeto dar marcha atrás a más de 60 años
de reformas acumuladas conseguidas por medio de la lucha de clases. Toda
la teoría y la práctica del pacto social promovida por los sindicatos y
la izquierda tradicional se demostró inútil ante la ofensiva capitalista
a gran escala y de largo plazo contra las reglas del juego y la misma
existencia de sindicatos e instituciones de izquierda.
Contraste:
El liberalismo del siglo XIX y el neoliberalismo del XXI
A
fin de comprender los cambios en las relaciones de clase resultantes de la
ofensiva neoliberal, es útil compararla con el impacto del liberalismo
del siglo XIX. Esta comparación, aun tratándose de contextos sociohistóricos
totalmente diferentes, proporciona no obstante algunas ideas sobre las
potencialidades de los nuevos protagonistas de la lucha de clases.
El
liberalismo del siglo XIX iba dirigido contra unas relaciones de tipo
feudal–patrimonial–clerical y contra los obstáculos al comercio, al
préstamo y a las formas mercantiles de la explotación del trabajo. En
Italia, un país de industrialización tardía, el liberalismo favorecía,
dentro de la clase capitalista, a los comerciantes (compradores), a los
exportadores y a los productores de bienes de lujo, en contraposición a
los fabricantes de bienes de consumo popular vendidos en los mercados
locales. Ante los obstáculos de los mercados locales debido a los bajos
niveles de consumo popular, los liberales hicieron suyas las políticas
imperialistas–coloniales del Estado italiano. Asimismo importante para
la apertura de mercados, los políticos liberales consideraron las
colonias de ultramar como un medio para quitar presión al descontento de
los agricultores y los asalariados agrarios desplazados por la extensión
de las relaciones de mercado.
A
diferencia del liberalismo del siglo XIX, el neoliberalismo de los siglos
XX y XXI tiene lugar en el contexto de un Estado del bienestar altamente
industrializado. El neoliberalismo desplaza a los trabajadores
industriales y los funcionarios, no a los campesinos y los asalariados del
campo. La política neoliberal ataca a los sindicatos y a los obstáculos
que erige la clase obrera a la explotación del mercado, no a los
latifundios de la Iglesia. Los liberales se enfrentaron a una clase
latifundista decadente; los neoliberales se enfrentan a un Estado del
bienestar en crisis. El liberalismo del siglo XIX, especialmente en su
variante demócratico–republicana, fue capaz, en algunos caso de aliarse
a la clase obrera contra el 'ancien régime'. El actual bloque de poder
neoliberal confía en el apoyo de las clases comerciantes privadas, los
intereses post industriales financieros e inmobiliarios, el Estado
autoritario, los medios de comunicación y las formaciones "pre
capitalistas" (el Vaticano, la Mafia, los neolatifundistas).
El
neoliberalismo es un modelo híbrido que combina los rasgos retrógrados
de pasadas formaciones sociales y los enclaves dinámicos de las élites
financieras y los sectores de servicios, protegidos por el paraguas del
Nuevo Estado Autoritario (mussolinismo sin Mussolini). Los esfuerzos de la
socialdemocracia van dirigidos, en sus viejas y nuevas formas, a incitar a
la "burguesía liberal" a romper con las formaciones "pre
capitalistas" y el Estado autoritario, y a crear una alianza de
"centro–izquierda" a fin de "modernizar" el Estado
neoliberal. La propuesta concreta que se le hace al proyecto neoliberal es
la misma tanto si viene del centro–izquierda como de la derecha. El
razonamiento del bloque de poder neoliberal es impecable, por cuanto ya no
teme la amenaza a la propiedad por parte de la izquierda revolucionaria;
no ve porqué debería hacer concesiones sociales a los reformistas y los
sindicatos institucionalizados.
Teniendo
en cuenta el complejo régimen legal, administrativo y normativo creado
por el anterior Estado del bienestar y los obstáculos institucionales
impuestos por los sindicatos y los partidos de centro–izquierda, los
liberales favorecen un ejecutivo autoritario respaldado por Bruselas a la
hora de imponer las "reformas" neoliberales y eliminar los
restos del Estado del bienestar.
El
neoliberalismo exige un Estado fuerte contra las demandas de las
organizaciones de clase en la sociedad civil y un Estado limitado en la
regulación de la concentración del poder económico. El Estado
neoliberal no amplía el mercado nacional, sino que reorienta la producción
hacia la Unión Europea y el mercado internacional. A los trabajadores no
se los ve como consumidores potenciales sino como costes en el mercado de
exportación. El neoliberalismo no desplaza a los campesinos para extender
las inversiones de capital, desplaza a los empleados públicos por mediación
de las privatizaciones que convierten los monopolios públicos en
monopolios privados. No convierte a los artesanos en obreros fabriles, en
cambio, convierte a éstos en trabajadores de servicios con contratos
precarios y baja remuneración. No promueve profesionales libres,
convierte a los trabajadores de oficina en operadores de máquinas según
esquemas fabriles. No crea un ejército de reserva de desempleados,
produce un ejército permanente de desempleados.
Con
el auge del capitalismo liberal la principal contradicción se establecía
entre el industrial burgués y los trabajadores de su fábrica. Bajo el
neoliberalismo, hay muchas contradicciones entre un capitalismo
"monopolista" concentrado y diferentes sectores de una clase
obrera reconstituida. Los empleados públicos que utilizan equipos de
oficina (ordenadores) comparten las mismas inseguridades que los
trabajadores desempleados. Los trabajadores desempleados comparten la
misma "exclusión" que los trabajadores inmigrantes. Bajo el
liberalismo, la mujer estaba confinada a la explotación del hogar
familiar. Hoy, se halla explotada doblemente: como trabajadora sujeta a un
salario reducido y como ama de casa con responsabilidades familiares.
En
la actualidad hay una mayor dispersión de la clase obrera, con muchos más
sectores incorporados a ésta. Las condiciones subjetivas (conciencia de
clase) de la lucha de clases se han debilitado, pero las condiciones
objetivas cuantitativas y cualitativas se han reforzado.
Las
transformaciones o los intentos de las élites neoliberales de llevar a
cabo "contrarreformas" se oponen violentamente a los beneficios
sociales acumulativos de la clase obrera y crean condiciones objetivas
para una nueva oleada de lucha de clases. El reto consiste en unificar las
luchas sectoriales de los trabajadores desempleados, las mujeres
trabajadoras de salarios reducidos, los trabajadores precarizados, los
jubilados, los inmigrantes, los trabajadores tradicionales de fábrica y
los operarios de la nueva maquinaria de trabajo del sector público, y
conseguir un nuevo poder obrero que se enfrente al Nuevo Estado
Autoritario y sus dirigentes nacionales e internacionales.
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