La única economía viable
Por István Mészáros
Globalización, junio de 2007 (*)
Enviado por Correspondencia de Prensa, 05/08/07
Traducción de Federico García Morales
– 1 –
Alguna vez, el modo de producción capitalista representó un gran
avance sobre cualquier otro modo precedente, a pesar de lo problemático y
finalmente en lo destructivo en que este avance histórico se transformaría.
Al romper el lazo directo entre el uso humano y la producción, de
largo tiempo prevaleciente pero obligatorio, para reemplazarlo por la relación
mercantil, el capital se abrió a amplias y dinámicas posibilidades
de expansión aparentemente irresistibles, las que —desde el
punto de vista del sistema capitalista y de sus personificaciones
voluntariosas—no tendría límites concebibles. Para las paradójicas y
finalmente inalcanzables determinaciones internas del sistema capitalista,
tenemos que sus productos mercantilizados "no son valores de uso
para sus propietarios y valores de usos para sus no propietarios. En
consecuencia, todos deben cambiar de manos y entonces, las mercancías
deben ser realizadas como valores antes de que puedan realizarse como
valores de uso" (1).
Esta autodeterminación interna del sistema, autocontradictoria, que
impone una ruda sumisión de las necesidades humanas a la necesidad
alienada de la expansión del capital, es lo que remueve la posibilidad de
cualquier control racional de la dinámica de este orden productivo. Trae
consigo peligrosas y potencialmente catastróficas consecuencias a largo
plazo, transformando en su debido tiempo, un gran poder positivo de
un momento previo, de un desarrollo económico inimaginable, en una negatividad
devastadora, con total ausencia de las restricciones reproductivas
necesarias.
Lo que se ha ignorado sistemáticamente—y debe ser ignorado, debido a
la inalterables imperativos fetichistas, y a los intereses creados del
mismo sistema capitalista—es el hecho de que, inevitablemente, vivimos
en un mundo finito con sus literalmente vitales límites
objetivos. Por un largo tiempo en la historia humana, incluyendo
varios siglos de desarrollos capitalistas, esos límites pudieron ser,
como realmente lo fueron, ignorados con relativa seguridad. Alguna vez sin
embargo, estos límites se manifestaron como lo deberán hacer enfáticamente
en nuestra irreversible época histórica, por muy irracional y
derrochadora que se torne, no importando cuán dinámica llegue a ser (de
hecho, cuanto más dinámica, peor), no podrá escapar a las
consecuencias. Se los podrá ignorar por un tiempo reorientándose hacia
la vil justificación del imperativo más o menos abiertamente destructivo
de la autopreservación del sistema a cualquier costo, predicando la
sabiduría de "que no hay otra alternativa", y con ese espíritu,
dejando a un lado o suprimiendo brutalmente cualquier signo de advertencia
que presagie un futuro insostenible.
La falsa teorización es la consecuencia necesaria de esta
desequilibrada determinación estructural objetiva de la dominación del
valor de uso por el valor de cambio, no sólo bajo las más absurdas ly más
ciegas condiciones apologéticas del capitalismo contemporáneo sino también
del periodo clásico de la economía política burguesa, en los tiempos
del ascenso del sistema capitalista. Esto ocurre porque bajo la dirección
de una producción de capital ficticiamente sin límites ésta debe
proseguirse a cualquier costo y debe ser justificada teóricamente como la
única forma de producción recomendable. Tal camino es imperativo aún
cuando no exista en absoluto ninguna garantía de que : 1) "El cambio
de manos" requerido y sustentable de las mercancías que se proveen
vaya a ocurrir realmente en el mercado idealizado (gracias a la misteriosa
benevolencia de Adam Smith y todavía más, de la misteriosa "mano
invisible"); y 2) Que las condiciones materiales objetivas para
producir las ilimitadas—y humanamente ilimitables desde que la
determinación primaria divorció la necesidad y el uso—provisiones de
mercancías que pudieran ser aseguradas para siempre, no importando
su impacto destructivo sobre el modo social de reproducción metabólico
del capital o sobre la naturaleza.
La adecuación ideal del mercado para rectificar el defecto estructural
inalterable, indicado en el punto 1) de más arriba, es un pensamiento
posterior gratuito que lleva consigo muchas presunciones arbitrarias y
proyecciones reguladoras que no se pueden cumplir. La sobria realidad que
subyace en el mercado como un pensamiento medicinal es un conjunto de
relaciones de poder insuperablemente adversas, que tienden a la dominación
monopólica y a la intensificación de los antagonismos del sistema. De la
misma manera, el grave defecto estructural de perseguir la expansión
ilimitada del capital—idealizando el siempre importante
"crecimiento" como un fin en si mismo—como se puso en relieve
en el punto 2) de más arriba, se complementa por un igualmente ficticio
pensamiento posterior, cuando debe admitirse que debe administrarse
algún remedio. Y el remedio que se proyecta—como una alternativa al
colapso del sistema en una irredimible negatividad en un destino de "estado
estacionario", teorizada por la economía política burguesa en
el siglo XIX—es simplemente la generosa prédica de realizar una distribución
"más equitativa" (y por eso, menos conflictiva) dejando el
sistema de producción tal cual. Este postulado aún cuando pudiera
realizarse, lo que por supuesto no puede ser, debido a las determinaciones
jerárquicas fundamentales del mismo orden social del capital, no podría
ser capaz de solucionar ninguno de los graves problemas de la producción
sobre las que se levantan las insuperables contradicciones de las
formas incurables de distribución del sistema capitalista.
Uno de los principales representantes del pensamiento liberal, John
Stuart Mill, es muy auténtico en su preocupación acerca del "estado
estacionario" del futuro, así como es un irrealista sin esperanza en
el remedio que propone. Pues sólo puede ofrecer la vacua esperanza en la
discusión de este problema que viene a ser absolutamente inabordable
desde el punto de vista del capital. Y escribe: "Yo sinceramente
tengo la esperanza de que en pro de la prosperidad, ellos quedarán contentos
de estar estacionarios, mucho antes de que la necesidad los obligue a
ello". (2) De este modo, el discurso de Mill no es más que una prédica
paternalista, pues sólo puede reconocer a tono con su aceptación del
diagnóstico maltusiano, las dificultades que surgen del crecimiento de la
población, pero de ninguna manera las contradicciones del orden
reproductivo capitalista. Su autocomplacencia burguesa es
claramente visible y priva de toda sustancia a sus análisis y a su
paternal intento reformador. Mill perentoriamente afirma que:
"Solamente en los países atrasados del mundo, el crecimiento
de la producción es todavía un objetivo importante: en los más
avanzados lo que es más necesario econonómicamente es una mejor
distribución , para lo cual es indispensable una estricta
restricción de su población" (3). Aún su idea de
"mejor distribución" es desesperanzadamente irreal. Pues, lo
que Mill no puede posiblemente reconocer (o admitir) es que el más
aplastante e importante aspecto de la distribución es la distribución
intocable y exclusiva de los medios de producción para la clase
capitalista. Por eso, comprensiblemente, sobre tal premisa de autoservicio
operacional del orden social un sentido paternalista de
superioridad permanece siempre haciendo prevalecer la idea de que ninguna
solución puede esperarse "hasta que las mejores mentes tengan éxito
en educar a los otros," (4) de modo de que ellos acepten la restricción
poblacional y "una mejor distribución" que supuestamente surgirá
de tal restricción. Así la gente olvidará todo acerca del cambio de las
determinaciones estructurales destructivas, del orden metabólico social
establecido que inexorablemente conduce a la sociedad hacia un estado
estacionario. En el discurso de Mill la utopía del milenio capitalista,
con su estado estacionario soportable, será conducido a la
existencia gracias a los buenos servicios del "las mejores
mentes" liberales ilustradas. Y entonces, con respecto a las
determinaciones estructurales, en lo que concierne al orden social
reproductivo establecido, todo continuará para siempre, como antes.
Todo esto tiene algún sentido desde el punto de vista del capital,
aunque sea al fin insostenible ese sentido, debido al dramático
establecimiento y repetición de crisis estructurales sistémicas más
profundas. Pero aún, ese sentido parcial de esas mismas anheladas
proposiciones, no podrían adscribirse al movimiento político reformista
que reclama representar los intereses estratégicos de los trabajadores.
Sin embargo, el reformismo socialdemócrata desde sus comienzos tomó su
inspiración de tan ingenuos pospensamientos de la economía política
liberal aún cuando pudieran haberse sostenido al principio genuinamente.
Así, debido a la lógica interna de las premisas sociales adoptadas que
emanaban del punto de vista del capital y de sus intereses centrales como
el ser controlador incontrastable del metabolismo reproductivo, no deberá
ser sorprendente, que por último, ese reformismo socialdemócrata
terminara su carrera como lo hace actualmente: transformándose en el
"New Labor" (en Gran Bretaña y sus equivalentes en otros países),
y abandonando completamente cualquier preocupación por las reformas aún
más limitadas del orden social establecido. Al mismo tiempo, en lugar del
liberalismo genuino, apareció en la escena histórica la más salvaje
variedad de neoliberlismo, que borra de la memoria los remedios
sociales alguna vez recetados—incluidas las esperanzadoras soluciones
paternalistas—del pasado progresivo del credo liberal. Y como una ironía
más amarga del desarrollo histórico contemporáneo, los tipos de
gobiernos "New Labor"—antiguos movimientos socialdemócratas
en países avanzados o no avanzados del mundo capitalista—no vacilan en
identificarse a si mismos descaradamente con la fase neoliberal agresiva
de la apologética capitalista. Esta transformación capitulacionista
claramente marcó el fin del camino reformista que fue un sendero ciego
desde el comienzo.
– 2 –
Para poder crear un orden social reproductivo económicamente viable y
sobre una base de largo plazo, históricamente sustentable, es necesario
alterar radicalmente la determinaciones internas autocontradictorias del
sistema establecido, que imponen una ruda sumisión de las necesidades
humanas y de uso a las necesidades alienantes de la expansión del
capital. Esto significa que la precondición absurda del sistema
productivo dominante—en donde los valores de uso, por determinaciones de
propiedad totalmente inequitativas, son opuestos y divorciados de los que
los crearon para permitir legitimar la ampliación y autorrealización del
capital de modo circular y arbitrario—ha de ser permanentemente relegado
al pasado. Dicho de otro modo, el único significado de la economía
como la economización racional de los recursos disponibles
necesariamente finitos, no puede instituirse ni ser respetado como un
principio vital de orientación. En vez de eso, el derroche irresponsable
domina el orden socio-económico capitalista—y su correspondiente orden
político—que invariablemente se reafirma como la irresponsabilidad
institucionalizada sin dejar de lado su automitología de ser la
"eficiencia" absolutamente insuperable. (Para mayor certeza, la
clase de "eficiencia" glorificada de esta manera es de hecho, la
eficiencia del capital que finalmente la socava al conducirla ciegamente
hacia partes conflictivas/ adversarias al costo irreparable de la totalidad).
Por eso, comprensiblemente, las fantasías bien promovidas por los
gobiernos sobre el "socialismo de mercado" han de fracasar en la
forma de un colapso humillante debido a la aceptación de tales
suposiciones y a las determinaciones estructurales capitalísticamente
insuperables.
La concepción actualmente dominante de "economía", que
viene a ser incapaz de establecer límites aún de los derroches más
graves de nuestro tiempo y que se dan a una escala planetaria puede
operar solamente con tautologías de autoservicio, arbitrariamente
prefabricadas y que casi simultáneamente son desechadas, falsas
oposiciones y seudo alternativas previstas con el mismo propósito de
autojustificación injustificable. Como una descarada—y peligrosamente
infecciosa tautología—ofrecemos la definición arbitraria de productividad
como crecimiento y crecimiento como productividad aunque ambos términos
requerirían una evaluación calificada históricamente y objetivamente
sustentada en sí mismas.
Naturalmente, la razón por qué la obvia falacia tautológica es mucho
más preferible a la evaluación práctica y teórica es porque al
decretar arbitrariamente la identidad de estos dos términos claves
de referencia del sistema del capital, la superioridad fuera del tiempo y
la validez autoevidente de un orden social reproductivo extremadamente
problemático—y en última instancia autodestructivo—podría verse no
solamente plausible si no absolutamente incuestionable. Al mismo tiempo,
la identidad tautológica de crecimiento y productividad es llevada
a tierra por la alternativa igualmente arbitraria y autoservidora entre
"crecimiento o no crecimiento". Más todavía, la última
se prejuzga automáticamente del capitalísticamente postulado y definido
"crecimiento". Éste es proyectado y definido con
cuantificación fetichista en tanto calce en su andar con la presuposición
del para siempre, como sinónimo de crecimiento en sí mismo
autorecomendado, no es nada más específico y humanamente significativo
que la genericidad abstracta de la expansión ampliada del capital como
la precondición para satisfacer uso y necesidad humana.
Es aquí donde el divorcio incorregible del crecimiento capitalista y
de la necesidad y el uso humano—en realidad su potencialmente más
devastadora y destructiva contraposición a la necesidad
humana—se traiciona a sí misma. Una vez que la mistificaciones
fetichista y los postulados arbitrarios en la raíz de las identidades
falsas, decretadas categóricamente, entre crecimiento y productividad son
desnudadas, queda extremadamente clara que la clase de crecimiento
postulada que al mismo tiempo que automáticamente queda exenta de todo
escrutinio crítico, de ninguna manera queda inherentemente conectada con
objetivos sustentables que correspondan a necesidades humanas. La única
conexión que puede ser afirmada y defendida a todo costo en el universo
socio-metabólico del capital es la falsa identidad de la—apriorísticamente
presupuesta—expansión del capital y del circularmente correspondiente
(pero en verdad de la misma manera apriorísticamente presupuesto)
"crecimiento", cualesquiera que puedan ser las consecuencias que
se impongan a la naturaleza y a la humanidad por los tipos de crecimiento
más destructivos. Ya que la verdadera preocupación del capital solamente
puede ser su propia expansión por siempre ampliada, aún cuando ésta
traiga consigo la destrucción de la humanidad.
En esta visión aún el crecimiento más letalmente canceroso
debe preservar su primacía conceptual sobre (y contra) el uso y las
necesidades humanas, si es que por casualidad las necesidades humanas
pudieran llegar a mencionarse. Y cuando los apologistas del sistema del
capital están dispuestos a considerar The Limits to Growth (5),
como lo hizo el Club de Roma a comienzos de los 1970, en su muy
propagandizada aventura apologética del capital, el objetivo permanece
siendo inevitablemente la eternización de las graves desigualdades
existentes (6), mediante la congelación ficticia (y quijotesca) de la
producción global capitalista en un nivel totalmente insostenible,
culpando en primer lugar al "crecimiento poblacional" para los
problemas existentes (como es costumbre en la economía política burguesa
desde los tiempos de Malthus). Comparada con tales "intentos de
curación" hipócritas que retóricamente pretenden preocuparse nada
menos que de la "situación difícil de la Humanidad" la
anterior prédica paternalista de Mill ya citada, con su genuino llamado a
una distribución más equitativa que la que le era familiar, ya es el
paradigma de la ilustración radical.
La falsa alternativa de autoservicio del "crecimiento no
crecimiento" es evidente aún si solamente consideramos lo que
pudiera ser el impacto inevitable del postulado "no crecimiento"
bajo las graves condiciones de desigualdad y sufrimiento en el orden
social del capital. Significaría la permanente condenación de la
aplastante mayoría de la humanidad a las condiciones inhumanas que
actualmente está siendo forzada a soportar. Pues esas mayorías de miles
de millones, están ahora en un sentido literal, forzadas a soportar,
cuando podrían crear una alternativa real. Bajo condiciones, esto
es, cuando sea factible rectificar al menos los peores efectos de la
privación global: poniendo al servicio de la humanidad el disfrute del
uso del potencial de la productividad, en un mundo donde hoy se
despilfarran los materiales y los recursos humanos.
– 3 –
Para estar seguros, sólo podemos referirnos al potencial de
productividad positivo, y no a su realidad existente, como a menudo se
predica, toda repleta de buenas intenciones e ilimitadas ilusiones, por
reformistas monotemáticos de antigua cepa, bien dispuestos a afirmar que
todo eso lo podemos hacer "ahora mismo", con los poderes
productivos que tenemos a nuestra disposición…si es que realmente
decidiéramos hacerlo. Sin embargo, desafortunadamente, tal concepción
ignora completamente el modo cómo se articula al presente nuestro sistema
productivo que requiere en el futuro una articulación radical. Pues, la
productividad comprometida con el crecimiento capitalista en la
forma ahora dominante de producción destructiva, es un adversario
prohibido. A fin de convertir la potencialidad positiva del desarrollo
productivo en una tan necesitada realidad, a fin de poder ser capaz de
rectificar muchas de las desigualdades e injusticias más demandantes de
nuestra sociedad existente, habría necesidad de adoptar principios
reguladores de un orden social cualitativamente diferente. En
otras palabras, el actualmente negado potencial de productividad de
la humanidad, deberá ser liberado de su camisa de fuerza capitalista a
fin de llegar a ser un poder productivo socialmente viable.
El reclamo quijotesco de congelar la producción a los niveles
alcanzados a los principios de los 1970 ha estado tratando de camuflar con
modelados pseudo científicos hipócritas iniciados en el Instituto Tecnológico
de Massachussets la brutal imposición de las actuales relaciones de poder
del imperialismo norteamericano de posguerra. Esa variedad de imperialismo
era por supuesto, muy diferente de su forma más temprana conocida por
Lenin. Pues, en los tiempos de Lenin, al menos una media docena de
significativos poderes imperialista estaban compitiendo por el disfrute
real o esperado de sus conquistas. Y aún en los 1930; Hitler estuvo
dispuesto a compartir los frutos del imperialismo violentamente redefinido
con Japón y la Italia de Mussolini. En contraste, en nuestro tiempo
debemos enfrentar la realidad y –los peligros letales—que surgen del imperialismo
global hegemónico, con los Estados Unidos como su poder
aplastantemente dominante. (7) En contraste aún con Hitler, los
Estados Unidos como el único hegemón no tiene la más mínima
voluntad en compartir la dominación global con cualquier rival. Y eso no
es solamente en razón de contingencia político-militares. Los problemas
son más profundos. Ellos se consolidan a través de contradicciones
permanentemente agravadas por la crisis estructural en permanente
profundización del sistema capitalista. El imperialismo hegemónico
global dominado por Estados Unidos es un intento—a la larga fútil—de
intentar encontrar una solución a esa crisis a través del gobierno más
violento y brutal sobre el reto del mundo, reforzado, con o sin la ayuda
de "aliados voluntarios serviles" en la actual sucesión de
guerras genocidas. Aún más, desde los 1970, los Estados Unidos se han
ido hundiendo en endeudamientos catastróficos. La solución de
fantasía, públicamente proclamada por muchos presidentes de los EEUU,
fue "crecer para salir de él". Y el resultado ha sido
diametralmente opuesto en la forma de una deuda astronómica y aún
creciente. De acuerdo con esto, los EEUU debe agarrarse a sí mismo, por
todos los medios a su disposición, incluyendo las más violentas
agresiones militares, donde quiera que se requiera para este propósito,
con todo lo que pueda, a través de la transferencia de los frutos del
crecimiento capitalista de cualquier parte del mundo—gracias a la
dominación global socioeconómica y político militar de los EEUU. ¿Podría
cualquiera en su sano juicio imaginar por muy convencido que esté por el
desagrado ante las "consignas de la igualdad", que el
imperialismo global hegemónico dominando por los EEUU podría tomar en
serio siquiera por un momento la panacea del "no crecimiento"? Sólo
la pero clase de mala fe puede sugerir tales ideas, no importando el
empaque pretencioso en "las dificultades de la Humanidad".
Por muchas razones, no cabe dudar de la importancia del crecimiento
tanto en el presente como en el futuro. Pero para decir eso, debe
examinarse adecuadamente el concepto de crecimiento no sólo como lo
conocemos al presente si no también como vemos su sustentabilidad en el
futuro. Nuestra inclinación por la necesidad de crecimiento no puede
estar a favor de un crecimiento no calificado. La pregunta real
tendenciosamente escabullida es: ¿Qué clase de crecimiento es
posible hoy en contraste con el lisiado y derrochador crecimiento
capitalista que es visible hoy? Ya que el crecimiento debe ser positivamente
sostenible en el futuro sobre una base de largo plazo.
Como ya se mencionó, el crecimiento capitalista está fatalmente
dominado por los inevitables límites de la cuantificación fetichista.
Un derroche continuamente agravado es el corolario necesario de tal
fetichismo, para el cual no hay criterio—ni medida viable—para
determinar qué derroches pueden ser corregidos. Cuantificaciones más
o menos arbitrarias establecen el contexto, creado al mismo tiempo la
ilusión de que una vez que se han asegurado esas cantidades para esos
poderosos, ya no habrán más problemas significativos. Sin embargo, la
verdad del asunto es que las cuantificaciones auto-orientadas no se pueden
sostener en absoluto como formas de estrategia de productividad viable
siquiera al corto plazo. Ya que es parcial y miope, si es que no ciega,
preocupada sólo con cantidades que corresponden a obstáculos
inmediatos, que estorban el cumpliendo de determinada tarea
productiva, pero no con los límites estructurales de la misma
empresa socioeconómica, la que—como todos sabemos—lo decide todo. La
confusión capitalísticamente necesaria entre límites estructurales y
obstáculos (que pueden ser superados cuantitativamente) a fin de
ignorar los límites (ya que éstos corresponden a determinaciones
insuperables del orden social metabólico del capital) vicia la orientación
hacia el crecimiento de todo el sistema productivo. Para hacer viable el
crecimiento se requeriría aplicar profundas consideraciones cualitativas.
Pero esto es absolutamente impedido por el indudable y no criticable impulso
auto-expansivo del capital a cualquier costo. Lo que es incompatible
con las consideraciones restrictivas de cualidad y límites.
La gran innovación del sistema del capita es que puede operar—no
dialécticamente—mediante la dominación aplastante de la cantidad,
la que incluye el trabajo humano (inseparable de las cualidades de uso
y de necesidad humana) bajo determinaciones cuantitativas abstractas, en
la forma de valores de uso y de cambio. Así, todo llega a ser
gananciosamente medible y administrable por un periodo de tiempo
determinado. Éste es secreto del triunfo socio-histórico del
capital—por un largo tiempo irresistible. Pero es también el presagio
de su insustentabilidad final y de su implosión necesaria, una vez que los
límites absolutos del sistema se han activado plenamente, como están
ocurriendo en nuestra propia época histórica. Nuestro es el tiempo en
cual la dominación no dialéctica de la cualidad por la cantidad llega a
ser insostenible y peligrosa.
Pues, es inconcebible ignorar en nuestro tiempo la fundamental conexión
inherente, tan desbalanceada bajo el capitalismo entre economía y
ahorro (lo que es equivalente a un manejo responsable). Hemos
llegado ahora a un punto crítico en la historia en el cual las
personificaciones voluntariosas del sistema hacen todo lo posible por
borrar toda advertencia sobre esa conexión vital—obviándolas por una
destructividad innegable, no sólo en el culto de prácticas productivas
de extremo derroche, sino también glorificando su compromiso destructivo
legal "en guerras "preentivas y preventivas" ilimitadas.
Cualidad, por su propia naturaleza es inseparable de especificidades.
De acuerdo con esto, un sistema socio metabólico respetuoso de la
calidad—sobre todo de las necesidades de los seres humanos vivientes
como sus sujetos productores—no puede ser regimentado jerárquicamente.
Se requiere una administración socioeconómica y cultural radicalmente
diferente para una sociedad que opera sobre tan diferentes metabolismos
reproductivos, que se pueden resumir como un autogobierno. La
regimentación era tanto factible como necesaria para el orden social
metabólico del capital. De hecho, la estructura de mando del capital no
puede funcionar de otra manera. La jerarquía estructuralmente asegurada y
la regimentación autoritaria son las características definitorias de la
estructura de mando del capital. El orden alternativo es incompatible con
la regimentación y con la clase de rendición de cuentas que debe
prevalecen en el sistema capitalista—incluyendo la operación
estrictamente cuantitativa del tiempo de trabajo necesario.
Así, el tipo de crecimiento necesario y factible en el orden metabólico
social alternativo puede solamente basarse en cualidades
directamente correspondientes a las necesidades humanas: Las
necesidades reales e históricamente en desarrollo tanto de la sociedad
como un todo y de sus individuos particulares.
Al mismo tiempo, la alternativa a la rendición de cuentas fetichista y
restrictiva del tiempo de trabajo necesario sólo puede ser
el tiempo disponible emancipador y liberador conscientemente
ofrecido y administrado por los individuos sociales mismos. Tal tipo de
control socio metabólico de los recursos materiales y humanos disponibles
podrían—y actualmente pueden—respetar tanto los límites mayores que
vienen de los principios orientadores tanto de la economía como del
ahorro, y al mismo tiempo podrían también expandir conscientemente tales
límites y necesidades, en tanto lo permitan, sin caer en riesgos, las
condiciones del desarrollo histórico. Después de todo no debemos olvidar
que "el primer acto histórico fue la creación de una nueva
necesidad (Marx). Sólo el modo temerario del capital en su trato de la
economía no como una disposición racional si no como la más
irresponsable legitimación del derroche sin límites es lo que—pervierte
totalmente este proceso histórico: al sustituir la rica diversidad de
las necesidades humanas por la alienación del capital que se mueve por la
única necesidad de ampliar su reproducción a todo costo, amenazando
incluso con poner fina la propia historia humana.
– 4 –
No puede haber ni siquiera correctivos parciales introducidas en
el marco operativo del capital aún si ellas fueran genuinamente
orientadas por la cualidad, ya que las únicas cualidades relevantes a
este respecto no son algunas características físicas abstractas sino las
cualidades humanamente significativas inseparables de la necesidad. Es
verdad, como ya lo subrayábamos antes, que tales cualidades son siempre
específicas, que corresponden a necesidades humanas particulares
claramente identificables tanto de los individuos mismos como de sus
relaciones sociales históricamente dadas y siempre cambiantes. De acuerdo
con esto, en su especificidad de muchos contornos, ellas constituyen un
conjunto coherente y muy bien definido de determinaciones sistémicas
inviolables, con sus propios límites sistémicos.
Es precisamente la existencia de tales—y nada de abstractos—límites
sistémicos lo que hace imposible transferir toda determinación y
principios orientadores operantes significativos desde este orden social
metabólico social alternativo que se visualiza, hacia el sistema del
capital. Los dos sistemas son radicalmente excluyente el uno del otro. Ya
que para las cualidades específicas que corresponden a las necesidades
humanas, en el orden alternativo, llevan las marcas imborrables de sus
propias determinaciones sistémicas como partes integrales de un sistema
de control social reproductivo humanamente válido. Por el contrario, en
el sistema del capital las determinaciones generales han de ser
inalterablemente abstractas, ya que las relaciones del valor deben
reducir todas las cualidades (que corresponden a necesidad y uso) a
cantidades genéricas mensurables para afirmar su dominancia histórica
alienante, y sobre todo, en el interés de la expansión del capital sin
importar las consecuencias.
Las incompatibilidades entre los dos sistemas se tornan ampliamente
claras cuando consideramos sus relaciones con el problema del límite
en sí mismo. El único crecimiento promovido positivamente
bajo el control metabólico social alternativo se basa en la aceptación
consciente de los límites cuya violación pondría en peligro los
objetivos reproductivos elegidos—y humanamente válidos. Por tanto, el
derroche y destructividad (como conceptos claramente identificables)
son absolutamente excluidos por las determinaciones sistémicas
aceptadas concientemente que han sido adoptadas por los individuos
sociales como sus principios de orientación vitales. Por el contrario, el
sistema del capital se ha caracterizado y ha sido fatalmente conducido por
el rechazo—conciente o inconsciente—de todos los límites,
incluyendo sus propios límites sistémicos. Y todavía, éstos últimos
son tratados arbitraria y peligrosamente como si no fueran nada más que obstáculos
contingentes siempre superables. Así, todo es posible en este sistema
social reproductivo, incluyéndose la posibilidad de la destrucción
total—y en nuestra propia época histórica hemos alcanzado esta
gravísima posibilidad.
Naturalmente, la relación mutuamente excluyente sobre la cuestión de
los límites se impone en otros sentidos. Así, no puede haber
"correctivos parciales" tomados de prestado del sistema del
capital cuando se trata de crear y de fortalecer el orden metabólico
social alternativo. Las incompatibilidades parciales—para no referirnos
a las generales--entre los dos sistemas, surgen de la incompatibilidad
radical de sus modos de dimensionar el valor. Como se mencionaba más
arriba, ésta es la razón por qué las determinaciones y relaciones de
valor del orden alternativo no podrían ser transferidas al marco metabólico
social del capital con el propósito de mejorarlo, como ha sido postulado
por ciertos diseños reformistas irreales, casados con la vacua metodología
del "poquito a poquito". Pues aún, las relaciones parciales más
pequeñas del sistema alternativo están profundamente embebidas en las
determinaciones generales de valor de un marco omnicomprensivo de las
necesidades humanas cuyo axioma elemental inviolable, de acuerdo a su más
íntima naturaleza es la exclusión radical del despilfarro
y de la destrucción.
Por otra parte, al mismo tiempo, ningún "correctivo" puede
transferirse desde el marco operativo del capital a un orden genuinamente
socialista, como lo demostró de modo concluyente la penosa aventura del
"mercado socialista" de Gorbachev. También a este respecto
estaríamos siendo confrontados por la incompatibilidad radical de
determinaciones de valor, aún si en este caso, el valor involucrado es un
contravalor destructivo que correspondería a los últimos límites—necesariamente
ignorados—del sistema del capital en sí mismo. Las limitaciones sistémicas
del capital son plenamente compatibles con el derroche la destrucción. Ya
que tales consideraciones normativas sólo pueden ser secundarias
al capital. Determinaciones más fundamentales deben cobrar su importancia
sobre tales preocupaciones. De ahí por qué se da esa indiferencia
original hacia el derroche y la destrucción por parte del capital (carece
de otra posición positiva que la indiferencia) y se torna ésta en su más
activa promoción cuando las condiciones requieren ese giro. De hecho, el
derroche y la destrucción se persiguen implacablemente en este sistema en
directa subordinación al imperativo de expansión del capital, que es su
aplastante determinante sistémico. Tanto más cuando hemos dejado atrás
la fase histórica de ascenso en el desarrollo del sistema del capital. Y
nadie debe ser engañado por el hecho de que tan frecuentemente la
afirmación preponderante del contravalor se desfigure y se
racionalice por famosos ideólogos del capital, como "neutralidad
del valor".
Fue por consiguiente un empantanamiento mental el que en los tiempos de
la desgraciada "perestroika" de Gorbachev, su " jefe ideológico"
(así se le llamaba oficialmente) pudiera seriamente afirmar que el
mercado capitalista y sus relaciones mercantiles fueran la encarnación
instrumental de "los valores humanos universales" y un
"importante logro de la civilización humana", agregando a estas
grotescas afirmaciones capitulacionistas como que el mercado capitalista
era todavía más " la garantía para la renovación del
socialismo" (8). Tales teóricos continuaron hablando a cerca de
la adopción de los "mecanismos del mercado" cuando el mercado
capitalista era cualquier cosa menos un "mecanismo"
neutro y adaptable. En los hechos, era incurablemente tendencioso en
sus valores, y siempre permanecerá así. En este tipo de concepción—curiosamente
compartida por "el jefe ideológico socialista" (y otros) con
los Friedrich von Hayeks de este mundo que violentamente han denunciado
cualquier idea de socialismo como el camino de la servidumbre ("The
Road to Serfdom"9)—el intercambio en
general era puesto ahistórica y anti-históricamente, como equivalente
con intercambio capitalista y con la realidad más destructiva
todavía del mercado capitalista que se ficcionaliza como el
benevolente "mercado" en general. Se hayan dado cuenta o
no, ellos capitularon al idealizar los imperativos de un brutal sistema de
necesaria dominación de mercado, (en última instancia con las
devastaciones del imperialismo) requeridas por las determinaciones
internas del orden social metabólico del capital. La adopción de esta
posición capitulacionista fue igualmente pronunciada pero aún más dañina
en el documento de la reforma de Gorbachev, porque él insistió que
No hay alternativas al mercado. Solamente el mercado puede
asegurar la satisfacción de las necesidades del pueblo, la justa
distribución de la riqueza y el fortalecimiento de la libertad
y de la democracia. El mercado podría permitir a la economía soviética
ligarse orgánicamente con el mundo, y proporcionar a nuestros
ciudadanos el acceso a todos los logros de la civilización mundial
(10).
Naturalmente, dada la total irrealidad del deseoso pensamiento carente
de alternativas de Gorbachev, sólo a la espera de un generoso
aprovisionamiento "para el pueblo" de esos maravillosos
beneficios en todos los dominios de parte del mercado capitalista global,
esta aventura sólo podía terminar del modo más humillante, en la
desastrosa implosión del sistema soviético.
– 5 –
No es del todo accidental o sorprendente que la proposición "no
hay alternativas" ocupe tan prominente lugar en las concepciones
socioeconómicas y políticas que se formulan desde el punto de vista del
capital. Ni aún los más grandes pensadores de la burguesía –como Adam
Smith y Hegel—son excepciones a este respecto. Pues, es absolutamente
cierto que el orden burgués o tiene éxito en afirmarse a sí mismo en la
forma de una expansión dinámica del capital o se condena a su fracaso.
No puede haber realmente ninguna alternativa concebible a la
expansión sin límites, esto, desde el punto de vista del capital que
determina la visión de todos los que lo adoptan. Pero, la adopción de
ese punto de vista también significa que la pregunta de "cuál es
el precio que debe pagarse" por la incontrolable expansión del
capital más allá de cierto punto en el tiempo—una vez que la fase
ascendente ha quedado atrás—no puede ser considerada en absoluto. La
violación del tiempo histórico es por eso la consecuencia
necesaria de haber adoptado el punto de vista del capital al internalizar
el imperativo expansionista del sistema como su determinante más
fundamental y absolutamente inalterable. Aún en las concepciones de los más
grandes pensadores burgueses, esta posición debe prevalecer. No puede
haber ningún orden social futuro alternativo cuyas características
definitorias puedan ser significativamente diferentes al orden ya
establecido. Es por esto, que aún Hegel que de lejos formuló la más
profunda concepción histórica hasta su propio tiempo debió también
arbitrariamente llevar la historia a un fin en un presente inalterable del
capital, idealizando al estado-nación capitalista (11) como el clímax
insuperable de todo desarrollo histórico concebible, a pesar de su aguda
percepción de las implicaciones destructivas de todo el sistema de los
estados nacionales.
Así pues, en el pensamiento burgués no puede haber alternativa al
dogma pernicioso de la no alternativa. Pero es totalmente absurdo
para los socialistas adoptar la posición de la expansión ilimitada del
capital (sin límites e incontrolable). Pues, el corolario de esta
idealización—todavía característicamente no calificada—del
"consumo" ignora la verdad elemental de que desde el punto de
vista ventajoso, autoexpansionario y no crítico del capital no puede
haber diferencia entre destrucción y consumo. Una es tan buena
como la otra para el propósito requerido. Esto es así porque la
transacción comercial en la relación del capital—aún de la clase más
destructiva encarnada en las mercancías del complejo militar/ industrial
y al uso al que se aplique en sus guerras inhumanas—exitosamente
completa el ciclo de la auto- reproducción ampliada del capital no
importando cuan insostenibles sean las consecuencias. Por ende, cuando los
socialistas internalizan el imperativo de la expansión del capital como
la base necesaria para el crecimiento reclamado, ellos no solamente
aceptan un dogma aislado, si no, todo "el paquete del negocio"
.Lo sepan o no, ellos aceptan al mismo tiempo, todo lo de las falsas
alternativas—como "crecimiento o no-crecimiento" que
pueden derivarse de la defensa no crítica de la necesaria expansión del
capital.
La falsa alternativa de no-crecimiento debe ser rechazada por
nosotros, no solamente porque su adopción perpetuaría la más grave
miseria y desigualdad que actualmente domina en el mundo, junto con la
lucha y la destructividad que le es inseparable. La negación radical de
esta aproximación sólo puede ser un punto necesario de partida. La
dimensión inherentemente positiva de nuestra visión supone
la fundamental redefinición de la riqueza en sí misma como es
conocida por nosotros. Bajo el orden metabólico social del capital somos
confrontados por el control alienante de la riqueza sobre la sociedad,
que afecta todos los aspectos de la vida, de los estrechamente económicos
a los dominios culturales y espirituales. En consecuencia, no podemos
salir del círculo vicioso del capital, con todas sus determinaciones
destructivas y sus falsas alternativas, sin voltear completamente todas
esas relaciones vitales. Esto es, sin hacer que la sociedad—la
sociedad de los individuos libremente asociados—gobierne sobre la
riqueza, redefiniendo también al mismo tiempo, sus relaciones con el momento
y con la clase de uso a que serán sujetos los productos del trabajo
humano. Como Marx ya lo había dicho en uno de sus primeros trabajos:
En una sociedad futura en donde los antagonismos de clase hayan cesado,
en donde no existan ya clases, el uso ya no será determinado por el mínimo
tiempo de producción; si no que el tiempo de producción
dedicado a un artículo será determinado el grado de su utilidad
social (12).
Esto significa una separación absoluta e irreversible de eso de estar
viendo la riqueza como una entidad material fetichista que debe ignorar a los
individuos reales que son los creadores de la riqueza. Naturalmente,
el capital—en su falso reclamo de ser idéntico a la riqueza, como el
"creador y encarnación de la riqueza"—debe ignorar a los
individuos en la ofrenda autolegitimadora de su propio control metabólico
social. De este modo, al usurpar el rol de la riqueza real y al subvertir
el uso potencial que pudiera tener, el capital es el enemigo del tiempo
histórico. Esto es lo que debe ser sostenido por el bien de la misma
sobrevivencia humana. Así, todos los constituyentes de las relaciones en
despliegue entre los individuos reales históricamente autodeterminantes,
junto con la riqueza que ellos crean y que positivamente asignan a través
de la asignación consciente de la única modalidad de tiempo viable—el
tiempo disponible—que debe ser conjuntado en un marco
metabólico social cualitativamente diferente. Para decirlo con Marx:
La riqueza real es el poder productivo desarrollado por todos los
individuos. La medida de la riqueza ya no es entonces, de ninguna manera,
el tiempo de trabajo, si no más bien, el tiempo disponible. El
tiempo de trabajo como la medida del valor plantea la misma riqueza como
fundada en la pobreza, y el tiempo disponible como existiendo en-y-por la
antítesis del tiempo de trabajo excedente; o sea, pone el tiempo completo
del individuo como tiempo de trabajo y por lo tanto, su degradación como
mero trabajador, en la subsunción bajo el trabajo (13).
El tiempo disponible es el tiempo actual de los individuos. Por
el contrario el tiempo de trabajo necesario, requerido para el control del
modo metabólico social de capital, es antihistórico, y niega a
los individuos el único modo por el cual pueden afirmarse y realizarse
como sujetos históricos reales en control de su propia actividad
vital. En la forma de tiempo de trabajo necesario de capital, los
individuos son sujetos al tiempo como un juez tiránico que dicta medidas
degradantes sin cortes de apelación, en vez de ser juzgado y medido en
relación a criterios humanos cualitativos, según "las
necesidades de los individuos sociales" (14).
El tiempo perversamente antihistórico y autoabsolutizado del capital
se impone así él mismo sobre la vida humana como fetiche determinante
que reduce el trabajo vivo a una "cáscara del tiempo" como
ya se ha discutido, en relación a "La Necesidad de Planeación".
El reto histórico es entonces moverse hacia el orden metabólico social
alternativo desde la regla del tiempo congelado del capital como determinación
alienante para llegar a ser libremente determinado por los
mismos individuos sociales que conscientemente dedican los recursos
inconmensurablemente más ricos del tiempo disponible a la
realización de sus objetivos elegidos, tiempos mucho más ricos de los
que les podían ser congelados por la tiranía del tiempo necesario. Ésta
es una diferencia absolutamente vital. Pues, solamente los individuos
sociales pueden realmente determinar su propio tiempo disponible en
agudo contraste con el tiempo de trabajo necesario que los domina. La
adopción del tiempo disponible es el único camino concebible y correcto
por el cual el tiempo puede ser transformado de determinante tiránico a
un constituyente creativo y autónomamente determinado del proceso
reproductivo.
– 6 –
El reto necesariamente involucra la supresión de la división social
del trabajo forzada y jerárquica. Mientras el tiempo domine a la sociedad
en la forma del imperativo para extraer el tiempo de trabajo excedente de
la inmensa mayoría, el personal a cargo de este proceso debe conducir una
forma de existencia sustancialmente diferente, en conformidad a su función
como forzador voluntario del imperativo del tiempo alienante. Al
mismo tiempo, la aplastante mayoría de los individuos son degradados a
la condición de meros trabajadores sometidos al trabajo". Bajo
tales condiciones, el proceso de reproducción social debe hundirse más
profundamente en de crisis estructural, con la extremadamente
peligrosa implicación final de un camino sin posible retorno.
La pesadilla del "estado estacionario" permanece como una
pesadilla a pesar de que se trate de aliviarla, como proponía John Stuart
Mill, mediante el remedio ilusorio de "la mejor distribución"
considerada aisladamente. No existe tal cosa como la "mejor
distribución" sin una reestructuración radical del proceso de
producción en sí mismo. La alternativa hegemónica socialista al dominio
del capital requiere fundamentalmente superar la dialéctica truncada entre
las relaciones vitales de producción, distribución y consumo.
Pues sin eso, el propósito socialista de convertir el trabajo en "el
principal deseo de la vida", es inconcebible. Para citar a Marx:
En una fase superior de sociedad comunista, después de la subordinación
esclavizadora del individuo a la división del trabajo y que con ello haya
desaparecido la división entre trabajo mental y físico; después que el
trabajo haya llegado a ser no sólo un medio de vida si no un deseo
primordial de vida; después que las fuerzas productivas hayan
aumentado con el completo desarrollo del individuo y que todas las
fuentes de la riqueza cooperativa fluyan en abundancia—sólo entonces
puede el estrecho horizonte del derecho burgués ser eliminado
completamente y la sociedad inscribir en sus banderas "A cada cual
según sus habilidades y a cada cual según sus necesidades"
(15).
Estos son los objetivos generales de la transformación socialista, que
proveen el ritmo del trayecto y también, simultáneamente, la
medida de los logros alcanzados (o que no se cumplieron). Dentro de
tal visión sobre el orden social reproductivo, alternativo al del
capital, no hay espacio en absoluto para algo así como el "estado
estacionario" ni para las falsas alternativas asociadas o derivadas
de. "El completo desarrollo de los individuos que
conscientemente ejercen la plenitud de los recursos de su tiempo
disponible, dentro del marco del nuevo control metabólico social
orientado hacia la producción de "riqueza cooperativa",
provee la base para una rendición de cuentas cualitativamente diferente,
la necesaria contabilidad socialista definida por las necesidades
humanas y diametralmente opuesta a la cuantificación fetichista y al
consecuente e inevitable derroche.
De aquí proviene la importancia vital de un crecimiento de tipo
sustentable que pueda reconocerse y ser administrado exitosamente en
el marco metabólico social alternativo. Tal orden alternativo del control
metabólico social sería uno en donde la antítesis entre el trabajo
mental y físico—siempre vital para mantener el dominio absoluto del
trabajo por el capital como el usurpador del papel de sujeto histórico
contralor—se desvanecería para bien de todos. En consecuencia, la
productividad perseguida en sí conscientemente se elevaría a un nivel
cualitativamente más alto, sin correr el peligro del derroche
incontrolable, atrayendo genuina riqueza—y no material orientado por un
estrecho sentido de ganancia. Sería la riqueza en la que los
"individuos sociales ricos" (Marx) , como sujetos históricos
autónomos (y ricos precisamente en ese sentido) están plenamente en
control.
Al contrario, en el "estado estacionario" los individuos no
pueden ser genuinos sujetos históricos. Ya que no pueden estar en control
de una vida propia, dado que están a merced de la peor clase de
determinaciones materiales, directamente bajo la norma de la escasez
incurable.
El siempre creciente derroche en el sistema del capital—y sus catastróficas
implicaciones finales—es inseparable del modo tan irresponsable con que
se producen los bienes y servicios que han de ser utilizados, en
aras de la gananciosa expansión del capital. Perversamente, cuanto más
baja es la tasa de utilización, más alta es la del reemplazo
beneficioso—un absurdo que emana del alienado punto de vista de ventaja
del capital desde donde no puede trazarse ninguna distinción
significativa entre el consumo y la destrucción. Ya que la
completa destrucción derrochadora calza adecuadamente con la demanda
requerida para la autoexpansión del capital para un nuevo ciclo de
beneficios en la producción, así como lo podría hacer el consumo
genuino que corresponde al uso. Sin embargo, llega el momento de la verdad
cuando debe pagarse un fuerte precio por la criminal e irresponsable
administración del capital en el curso del desarrollo histórico.
Éste es el punto donde el imperativo para adoptar una crecientemente
mejor e incomparablemente más responsable tasa de utilización de
los bienes y servicios producidos—y por supuesto, conscientemente
producidos con ese objetivo en mente, esto es, en relación a necesidades
y usos cualitativamente humanos—llega a ser absolutamente vital. Pues, la
única economía viable—aquélla que economiza de un modo
significativo y que por eso sostenible en el futuro cercano y más
distante—sólo puede ser la clase de economía administrada
racionalmente, orientada hacia la utilización óptima de los
bienes y servicios producidos. No puede haber crecimiento sustentable de
ninguna clase fuera de estos parámetros de manejo racional orientados por
una genuina necesidad humana.
Para tomar un ejemplo de importancia crucial de lo que está
incurablemente equivocado bajo el gobierno del capital basta ver el modo cómo
son utilizados en nuestra sociedad, el creciente número de coches. Los
recursos malgastados en la producción y alimentación de los coches a
motor son inmensos bajo el "capitalismo avanzado" y representan
en cada hogar el segundo más alto gasto después de las deudas
hipotecarias. Sin embargo, de un modo absurdo la tasa de utilización de
los coches es menor al 1%, mentirosamente justificada por los
derechos de posesión exclusiva conferidos a sus compradores. Al mismo
tiempo,, la alternativa muy real practicable, es no sólo descuidada sino
activamente saboteada por los inmensos intereses de corporaciones
cuasi-monopólicas. Ya que la simple verdad es que lo que los individuos necesitan
(y que no obtienen a pesar de las pesadas cargas financieras que se
les imponen) es servicios de trasporte adecuados y no el objeto
privadamente apropiado, despilfarrador y dañino del ambiente, que además
los hace vivir horas incontables de sus vidas en insalubres atochamientos
de tráfico.
Evidentemente, la alternativa real sería desarrollar trasporte
público a un nivel cualitativamente más alto, que satisfaga
criterios económicos, ambientales y de salud personal muy dentro del
horizonte de esos proyectos racionalmente perseguidos limitando al mismo
tiempo el uso de coches en funciones específicas—que sean de propiedad
colectiva, que estén ubicados apropiadamente y no sean usados para fines
exclusivos o de derroche. Así, las necesidades del individuo—en este
caso su necesidad genuina por servicios de trasporte
adecuados—determinaría los objetivos de los vehículos e instalaciones
de comunicación, (como caminos, redes ferroviarias, sistemas de navegación)
a ser producidos y mantenidos de acuerdo con el principio de utilización
óptima, en vez de que el individuo sea completamente dominado por las
necesidades fetichistas del sistema establecido para el beneficio y la
expansión finalmente destructiva del capital.
La pregunta inevitable pero al mismo tiempo tendenciosamente evitada ,
es la pregunta sobre la economía real, que corresponde a las
consideraciones presentadas en este artículo y que serán enfrentadas en
un futuro muy cercano. Ya que en los llamados países del tercer mundo es
inconcebible seguir las pautas de "desarrollo" derrochador del
pasado, las mismas que en los hechos los condicionaron a su precaria
condición de hoy en día bajo el gobierno del modo social de reproducción
metabólica del capital. El fracaso estridente de las tan promovidas
"teorías de la modernización" y sus correspondientes
encarnaciones institucionales, demuestran claramente la desesperanza de
esa aproximación.
– 7 –
En algún respecto al menos, en el pasado reciente se ha visto
levantarse alguna alarma—claro que presionando al mismo tiempo por la
afirmación o absoluta preservación de los privilegios de los países
capitalistas. Esto fue en relación con la creciente necesidad
internacional de recursos energéticos y la intervención
competitiva, en el proceso en despliegue, de algunos potencialmente
inmensos poderes económicos, sobre todo China. Hoy esa preocupación se
centra primordialmente en China, pero en el debido momento, se deberá
agregar, por supuesto, a India entre los países que presionan por esos
vitales recursos energéticos. Y cuando agregamos a China, la población
del subcontinente indio, estamos hablando de más de 2,500 millones de
personas. Naturalmente, si en realidad siguen la alguna vez grotesca
receta propagandizada sobre las Etapas del crecimiento económico
(16), con el alegato muy simple sobre "el crecimiento capitalista que
conduce a la madurez", eso, podría tener devastadoras consecuencias
para todos. Pues, la sociedad plenamente automovilizada de 2,500 millones
de personas sobre el modelo norteamericano del "desarrollo
capitalista avanzado" con más de 700 coches por cada mil personas,
significaría que todos estaríamos muertos mucho antes a causa de los
beneficios "modernizantes" de la contaminación venenosa para no
mencionar el agotamiento total de las reservas de petróleo del planeta.
Pero de acuerdo a esta misma señal con un sentido opuesto, nadie puede
seriamente imaginar que los países en cuestión pudieran dejarse donde
están. Imaginar que dos mil quinientos millones de personas de China y
del subcontinente de India pudieran estar condenadas permanentemente a su
situación existente y aún, en fuerte dependencia de una manera u otra
con las partes capitalísticamente avanzadas del mundo, desafía toda
credibilidad. La única cuestión es: si la humanidad puede encontrar una
solución racionalmente viable y verdaderamente equitativa para la legítima
demanda de desarrollo social y económico de los pueblos considerados. De
otro modo, la competencia antagónica y la lucha destructiva por los
recursos son el camino del futuro. Como surge del marco orientador y de
los principios operativos del modo de control socio-reproductivo del
capital.
Otro aspecto que aparece en nuestro horizonte, es en nuestro tiempo el
imperativo absoluto para adoptar un modo cualitativamente diferente de
organización económica y social de la vida, y concierne a la ecología.
Pero una vez más, el único modo viable de enfrentar los crecientes
graves problemas de nuestra ecología global, si hemos de enfrentar de una
manera responsable los problemas que se agravan y las contradicciones en
el manejo del planeta con sus impactos de calentamiento global a las
demandas más elementales de agua limpia—y de aire respirable—es
volcarnos desde este orden de cuantificaciones fetichistas y derrochador
hacia uno genuinamente orientado hacia la cualidad. A este
respecto, la ecología es un aspecto importante pero subordinado a la
necesaria redefinición cualitativa de utilizar los bienes y
servicios producidos sin los cuales el alegato por una ecología
sustentable permanentemente para la humanidad—una vez más, algo que es
un absoluto deber—no puede ser otra cosa que una pía esperanza.
El último punto a enfatizar en este contexto es que la urgencia para
enfrentar estos problemas no puede ser rebajada ni minimizada, dados los
intereses establecidos del capital, sostenido por las formaciones del
estado imperialista dominante en sus insuperables rivalidades entre sí.
Irónicamente, aún cuando hay tanta habladuría propagandística acerca
de la "globalización", los requerimientos objetivos para hacer
funcionar un orden reproductivo globalmente coordinado de trabajos de
intercambio son constantemente violados. Aún así, dado el presente
estadio de desarrollo histórico, la verdad que no se puede callar es que
con respecto a todas las cuestiones mayores que hemos estado discutiendo
en este artículo, estamos realmente preocupados por los retos globales
que se agravan y que requieren de soluciones globales.
Sin embargo, nuestra preocupación más grave es que el modo social de
reproducción metabólica del capital, en vista de sus inherentes
determinaciones estructurales antagónicas y a sus manifestaciones
destructivas—no es susceptible en absoluto de soluciones globales
viables. El capital, dada su naturaleza inalterable, no es nada a menos
que prevalezca en la forma de dominación estructural. Pero la otra
dimensión inseparable de la dominación estructural es la subordinación
estructural. Ésta es la razón por la que el modo social de
reproducción metabólica del capital siempre ha funcionado y siempre
deberá tratar de funcionar trayendo consigo las más devastadoras guerras
de las que hemos tendido bastante más que una prueba en nuestro tiempo.
La afirmación violenta de los imperativos destructivos del imperialismo
hegemónico global a través del ya inimaginable poder destructivo de los
Estados Unidos como el hegemon global no puede traer soluciones
globales a nuestros agravados problemas, sino, solamente, el desastre
global. De ahí que, la inevitable necesidad de ubicar estos problemas
globales de un modo históricamente sostenible, nos plantea el reto del
socialismo en el siglo XXI—la única alternativa hegemónica al modo de
control social metabólico del capital que está a la orden del día.
Notas:
(*) The Only
Viable Economy, publicado en Monthly Review, May 2007.
1
Karl Marx, Capital, vol. 1 (Penguin Classics, 1992), 85.
2
John Stuart Mill, Principles of Political Economy (Prometheus
Books, 2004), 751.
3
Mill, Principles, 749.
4
Mill, Principles, 749.
5
Para citar este libro con todo su completo y hasta pretencioso título,
Donella H. Meadows, et al., The Limits to Growth: A Report for the Club
of Rome Project on the Predicament of Mankind (London: Earth Island
Limited, 1972).
6 Diciéndolo, la
principal figura teórica detrás de esta aventura de la "limitación
del crecimiento" es el profesor Jay Forrester, del Massachusetts
Institute of Technology, que desdeñosamente dejo de lado toda preocupación
por la igualdad como una mera "consigna de igualdad" Vea su
entrevista en Le Monde, August 1, 1972.
7
Vea István Mészáros, Socialism or Barbarism: From the "American
Century" to the Crossroads (Monthly Review Press, 2001).
8
Vadim Medvedev, "The Ideology of Perestroika," en Perestroika
Annual 2, Abel Aganbegyan, (ed.) (London: Futura/Macdonald,
1989), 31–32.
9 El título del más
famosolibro en la cruzada de Hayek.
10
Gorbachev citado en John Rettie, "Only Market Can Save Soviet
Economy," The Guardian, October 17, 1990.
11
Para citar uno de llos postulados idealizantes de Hegel: "The nation
state is mind in its substantive rationality and immediate actuality and
is therefore the absolute power on earth." G. W. F. Hegel, The
Philosophy of Right (Cambridge: Cambridge University Press, 1991),
212.
12
Marx, The Poverty of Philosophy, en Marx-Engels Collected Works,
vol. 6, 134. Citado en István Mészáros, "The Communitarian System
and the Law of Value in Marx and Lukács" (chapter 19 of Beyond
Capital), Critique, no. 23, 1991, 36. Vea también el capítulo 15
("The Decreasing Rate of Utilization under Capitalism") y 16
("The Decreasing Rate of Utilization and the Capitalist State")
de Beyond Capital, que trata de algunas importantes cuestiones
relacionadas con estos asuntos.
13
Karl Marx, Grundrisse, 708.
14
Ibid.
15
Karl Marx, Critique of the Gotha Programme, en Marx and Engels,
Selected Works, vol. 2, 23.
16
See Walt Rostow, The Stages of Economic Growth: A Non-Communist
Manifesto (Cambridge: Cambridge University Press, 1960).
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