¿Por
qué el socialismo?
Por Albert Einstein
Monthly Review
Nueva York, mayo de 1949
¿Debe
quién no es un experto en cuestiones económicas y sociales
opinar sobre el socialismo?.
Por una serie de razones creo que sí.
Permítasenos
primero considerar la cuestión desde el punto de vista del
conocimiento científico. Puede parecer que no hay diferencias metodológicas
esenciales entre la astronomía y la economía: los científicos en
ambos campos procuran descubrir leyes de aceptabilidad general para un
grupo circunscrito de fenómenos para hacer la interconexión de estos
fenómenos tan claramente comprensible como sea posible. Pero en
realidad estas diferencias metodológicas existen. El descubrimiento
de leyes generales en el campo de la economía es difícil porque la
observación de fenómenos económicos es afectada a menudo por muchos
factores que son difícilmente evaluables por separado. Además, la
experiencia que se ha acumulado desde el principio del llamado período
civilizado de la historia humana –como es bien sabido– ha sido
influida y limitada en gran parte por causas que no son de ninguna
manera exclusivamente económicas en su origen. Por ejemplo, la mayoría
de los grandes estados de la historia debieron su existencia a la
conquista. Los pueblos conquistadores se establecieron, legal y económicamente,
como la clase privilegiada del país conquistado. Se aseguraron para sí
mismos el monopolio de la propiedad de la tierra y designaron un
sacerdocio de entre sus propias filas. Los sacerdotes, con el control
de la educación, hicieron de la división de la sociedad en clases
una institución permanente y crearon un sistema de valores por el
cual la gente estaba a partir de entonces, en gran medida de forma
inconsciente, dirigida en su comportamiento social.
Pero
la tradición histórica es, como se dice, de ayer; en ninguna parte
hemos superado realmente lo que Thorstein Veblen llamó "la fase
depredadora" del desarrollo humano. Los hechos económicos
observables pertenecen a esa fase e incluso las leyes que podemos
derivar de ellos no son aplicables a otras fases. Puesto que el
verdadero propósito del socialismo es precisamente superar y avanzar
más allá de la fase depredadora del desarrollo humano, la ciencia
económica en su estado actual puede arrojar poca luz sobre la
sociedad socialista del futuro.
En
segundo lugar, el socialismo está guiado hacia un fin ético-social.
La ciencia, sin embargo, no puede establecer fines e, incluso menos,
inculcarlos en los seres humanos; la ciencia puede proveer los medios
con los que lograr ciertos fines. Pero los fines por sí mismos son
concebidos por personas con altos ideales éticos y –si estos fines
no son endebles, sino vitales y vigorosos– son adoptados y llevados
adelante por muchos seres humanos quienes, de forma semi-inconsciente,
determinan la evolución lenta de la sociedad.
Por
estas razones, no debemos sobrestimar la ciencia y los métodos científicos
cuando se trata de problemas humanos; y no debemos asumir que los
expertos son los únicos que tienen derecho a expresarse en las
cuestiones que afectan a la organización de la sociedad. Muchas voces
han afirmado desde hace tiempo que la sociedad humana está pasando
por una crisis, que su estabilidad ha sido gravemente dañada. Es
característico de tal situación que los individuos se sienten
indiferentes o incluso hostiles hacia el grupo, pequeño o grande, al
que pertenecen. Como ilustración, déjenme recordar aquí una
experiencia personal. Discutí recientemente con un hombre inteligente
y bien dispuesto la amenaza de otra guerra, que en mi opinión pondría
en peligro seriamente la existencia de la humanidad, y subrayé que
solamente una organización supranacional ofrecería protección
frente a ese peligro. Frente a eso mi visitante, muy calmado y
tranquilo, me dijo: "¿por qué se opone usted tan profundamente
a la desaparición de la raza humana?"
Estoy
seguro que hace tan sólo un siglo nadie habría hecho tan ligeramente
una declaración de esta clase. Es la declaración de un hombre que se
ha esforzado inútilmente en lograr un equilibrio interior y que tiene
más o menos perdida la esperanza de conseguirlo. Es la expresión de
la soledad dolorosa y del aislamiento que mucha gente está sufriendo
en la actualidad. ¿Cuál es la causa? ¿Hay una salida?
Es
fácil plantear estas preguntas, pero difícil contestarlas con
seguridad. Debo intentarlo, sin embargo, lo mejor que pueda, aunque
soy muy consciente del hecho de que nuestros sentimientos y esfuerzos
son a menudo contradictorios y obscuros y que no pueden expresarse en
fórmulas fáciles y simples.
El
hombre es, a la vez, un ser solitario y un ser social. Como ser
solitario, procura proteger su propia existencia y la de los que estén
más cercanos a él, para satisfacer sus deseos personales, y para
desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social, intenta ganar
el reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para
compartir sus placeres, para confortarlos en sus dolores, y para
mejorar sus condiciones de vida. Solamente la existencia de estos
diferentes y frecuentemente contradictorios objetivos, por el carácter
especial del hombre, y su combinación específica determinan el grado
con el cual un individuo puede alcanzar un equilibrio interno y puede
contribuir al bienestar de la sociedad. Es muy posible que la fuerza
relativa de estas dos pulsiones esté, en lo fundamental, fijada
hereditariamente. Pero la personalidad que finalmente emerge está
determinada en gran parte por el ambiente en el cual un hombre se
encuentra durante su desarrollo, por la estructura de la sociedad en
la que crece, por la tradición de esa sociedad, y por su valoración
de los tipos particulares de comportamiento. El concepto abstracto
"sociedad" significa para el ser humano individual la suma
total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos
y con todas las personas de generaciones anteriores. El individuo
puede pensar, sentirse, esforzarse, y trabajar por sí mismo; pero él
depende tanto de la sociedad –en su existencia física, intelectual,
y emocional– que es imposible concebirlo, o entenderlo, fuera del
marco de la sociedad. Es la "sociedad" la que provee al
hombre de alimento, hogar, herramientas de trabajo, lenguaje, formas
de pensamiento, y la mayoría del contenido de su pensamiento; su vida
es posible por el trabajo y las realizaciones de los muchos millones
en el pasado y en el presente que se ocultan detrás de la pequeña
palabra "sociedad".
Es
evidente, por lo tanto, que la dependencia del individuo de la
sociedad es un hecho que no puede ser suprimido, –exactamente como
en el caso de las hormigas y de las abejas. Sin embargo, mientras que
la vida de las hormigas y de las abejas está fijada con rigidez en el
más pequeño detalle, los instintos hereditarios, el patrón social y
las correlaciones de los seres humanos son muy susceptibles de cambio.
La memoria, la capacidad de hacer combinaciones, el regalo de la
comunicación oral ha hecho posible progresos entre los seres humanos
que son dictados por necesidades biológicas. Tales progresos se
manifiestan en tradiciones, instituciones, y organizaciones; en la
literatura; en las realizaciones científicas e ingenieriles; en las
obras de arte. Esto explica que, en cierto sentido, el hombre puede
influir en su vida y que puede jugar un papel en este proceso el
pensamiento consciente y los deseos.
El
hombre adquiere en el nacimiento, de forma hereditaria, una constitución
biológica que debemos considerar fija e inalterable, incluyendo los
impulsos naturales que son característicos de la especie humana. Además,
durante su vida, adquiere una constitución cultural que adopta de la
sociedad con la comunicación y a través de muchas otras clases de
influencia. Es esta constitución cultural la que, con el paso del
tiempo, puede cambiar y la que determina en un grado muy importante la
relación entre el individuo y la sociedad como la antropología
moderna nos ha enseñado, con la investigación comparativa de las
llamadas culturas primitivas, que el comportamiento social de seres
humanos puede diferenciar grandemente, dependiendo de patrones
culturales que prevalecen y de los tipos de organización que
predominan en la sociedad. Es en esto en lo que los que se están
esforzando en mejorar la suerte del hombre pueden basar sus
esperanzas: los seres humanos no están condenados, por su constitución
biológica, a aniquilarse o a estar a la merced de un destino cruel,
infligido por ellos mismos.
Si
nos preguntamos cómo la estructura de la sociedad y de la actitud
cultural del hombre deben ser cambiadas para hacer la vida humana tan
satisfactoria como sea posible, debemos ser constantemente conscientes
del hecho de que hay ciertas condiciones que no podemos modificar.
Como mencioné antes, la naturaleza biológica del hombre es, para
todos los efectos prácticos, inmodificable. Además, los progresos
tecnológicos y demográficos de los últimos siglos han creado
condiciones que están aquí para quedarse. En poblaciones
relativamente densas asentadas con bienes que son imprescindibles para
su existencia continuada, una división del trabajo extrema y un
aparato altamente productivo son absolutamente necesarios. Los tiempos
–que, mirando hacia atrás, parecen tan idílicos– en los que
individuos o grupos relativamente pequeños podían ser totalmente
autosuficientes se han ido para siempre. Es sólo una leve exageración
decir que la humanidad ahora constituye incluso una comunidad
planetaria de producción y consumo.
Ahora
he alcanzado el punto donde puedo indicar brevemente lo que para mí
constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo. Se refiere a la
relación del individuo con la sociedad. El individuo es más
consciente que nunca de su dependencia de sociedad. Pero él no ve la
dependencia como un hecho positivo, como un lazo orgánico, como una
fuerza protectora, sino como algo que amenaza sus derechos naturales,
o incluso su existencia económica. Por otra parte, su posición en la
sociedad es tal que sus pulsiones egoístas se están acentuando
constantemente, mientras que sus pulsiones sociales, que son por
naturaleza más débiles, se deterioran progresivamente. Todos los
seres humanos, cualquiera que sea su posición en la sociedad, están
sufriendo este proceso de deterioro. Los presos a sabiendas de su
propio egoísmo, se sienten inseguros, solos, y privados del disfrute
ingenuo, simple, y sencillo de la vida. El hombre sólo puede
encontrar sentido a su vida, corta y arriesgada como es, dedicándose
a la sociedad.
La
anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy
es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal. Vemos ante nosotros a
una comunidad enorme de productores que se están esforzando
incesantemente privándose de los frutos de su trabajo colectivo,
–no por la fuerza, sino en general en conformidad fiel con reglas
legalmente establecidas. A este respecto, es importante señalar que
los medios de producción –es decir, la capacidad productiva entera
que es necesaria para producir bienes de consumo tanto como capital
adicional – puede legalmente ser, y en su mayor parte es, propiedad
privada de particulares.
En
aras de la simplicidad, en la discusión que sigue llamaré
"trabajadores" a todos los que no compartan la propiedad de
los medios de producción – aunque esto no corresponda al uso
habitual del término. Los propietarios de los medios de producción
están en posición de comprar la fuerza de trabajo del trabajador.
Usando los medios de producción, el trabajador produce nuevos bienes
que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial en
este proceso es la relación entre lo que produce el trabajador y lo
que le es pagado, ambos medidos en valor real. En cuanto que el
contrato de trabajo es "libre", lo que el trabajador recibe
está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino
por sus necesidades mínimas y por la demanda de los capitalistas de
fuerza de trabajo en relación con el número de trabajadores
compitiendo por trabajar. Es importante entender que incluso en teoría
el salario del trabajador no está determinado por el valor de su
producto.
El
capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido
a la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el
desarrollo tecnológico y el aumento de la división del trabajo
animan la formación de unidades de producción más grandes a
expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una
oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede
controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente
de forma democrática. Esto es así porque los miembros de los cuerpos
legislativos son seleccionados por los partidos políticos,
financiados en gran parte o influidos de otra manera por los
capitalistas privados quienes, para todos los propósitos prácticos,
separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los
representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los
intereses de los grupos no privilegiados de la población. Por otra
parte, bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados
inevitablemente controlan, directa o indirectamente, las fuentes
principales de información (prensa, radio, educación). Es así
extremadamente difícil, y de hecho en la mayoría de los casos
absolutamente imposible para el ciudadano individual obtener
conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos políticos.
La
situación que prevalece en una economía basada en la propiedad
privada del capital está así caracterizada en lo principal: primero,
los medios de la producción (capital) son poseídos de forma privada
y los propietarios disponen de ellos como lo consideran oportuno; en
segundo lugar, el contrato de trabajo es libre. Por supuesto, no
existe una sociedad capitalista pura en este sentido. En particular,
debe notarse que los trabajadores, a través de luchas políticas
largas y amargas, han tenido éxito en asegurar una forma algo
mejorada de "contrato de trabajo libre" para ciertas categorías
de trabajadores. Pero tomada en su conjunto, la economía actual no se
diferencia mucho del capitalismo "puro". La producción está
orientada hacia el beneficio, no hacia el uso. No está garantizado
que todos los que tienen capacidad y quieran trabajar puedan encontrar
empleo; existe casi siempre un "ejército de parados". El
trabajador está constantemente atemorizado con perder su trabajo.
Desde que parados y trabajadores mal pagados no proporcionan un
mercado rentable, la producción de los bienes de consumo está
restringida, y la consecuencia es una gran privación. El progreso
tecnológico produce con frecuencia más desempleo en vez de facilitar
la carga del trabajo para todos. La motivación del beneficio,
conjuntamente con la competencia entre capitalistas, es responsable de
una inestabilidad en la acumulación y en la utilización del capital
que conduce a depresiones cada vez más severas. La competencia
ilimitada conduce a un desperdicio enorme de trabajo, y a ése amputar
la conciencia social de los individuos que mencioné antes.
Considero
esta mutilación de los individuos el peor mal del capitalismo.
Nuestro sistema educativo entero sufre de este mal. Se inculca una
actitud competitiva exagerada al estudiante, que es entrenado para
adorar el éxito codicioso como preparación para su carrera futura.
Estoy
convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos graves
males, el establecimiento de una economía socialista, acompañado por
un sistema educativo orientado hacia metas sociales. En una economía
así, los medios de producción son poseídos por la sociedad y
utilizados de una forma planificada. Una economía planificada que
ajuste la producción a las necesidades de la comunidad, distribuiría
el trabajo a realizar entre todos los capacitados para trabajar y
garantizaría un sustento a cada hombre, mujer, y niño. La educación
del individuo, además de promover sus propias capacidades naturales,
procuraría desarrollar en él un sentido de la responsabilidad para
sus compañeros-hombres en lugar de la glorificación del poder y del
éxito que se da en nuestra sociedad actual.
Sin
embargo, es necesario recordar que una economía planificada no es
todavía socialismo. Una economía planificada puede estar acompañada
de la completa esclavitud del individuo. La realización del
socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopolíticos
extremadamente difíciles: ¿cómo es posible, con una centralización
de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la
burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar
protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso
democrático al poder de la burocracia?
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