El Plan B de la reacción
venezolana para el referéndum:
La transmisión de datos,
clave en
su estrategia
de desestabilización
Por Carlos Aníbal Hernández
Rebelión, 04/08/04
La actual oposición política
venezolana no es democrática. Hemos tenido sobradas muestras de su
vocación de atajos y sus prácticas golpistas. También sabemos que
el gobierno norteamericano, líder de esa oposición, tampoco tiene
miramientos democráticos. Su pragmatismo le dicta, en cada
oportunidad, si respetan las instituciones de un país o si por el
contrario, mancillan a placer derechos y constituciones. Por otra
parte, la oposición sabe ya cuales serán los resultados del 15 de
agosto. Las encuestas y la simple apreciación de la movilización
avasallante de las fuerzas de la revolución, no dejan lugar a dudas:
Se impondrá un abrumador NO al pasado, NO al atraso, NO a la exclusión
y NO a la entrega. Con todas esta premisas, ¿no resulta ingenuo
esperar un acto noble de la oposición? ¿pensar que va acatar
tranquilamente el resultado electoral del 15 de agosto y se resignará
a trabajar con humildad en función de las elecciones presidenciales
del 2006?.
El sector dirigente de la oposición
venezolana -que es también el más atrasado y el más violento- no
tiene vocación democrática alguna. Se ha negado a aceptar el triunfo
electoral de las fuerzas del cambio de 1998. Desde esa fecha, apenas
superado el desconcierto, agota todos sus esfuerzos y artimañas para
desconocer esa decisión popular y no ha tenido pruritos de ningún
tipo al momento de recurrir a la mentira, a la sedición, al golpe de
Estado, al paro petrolero, a la guarimba y al terrorismo como medios
de combate.
Ha fracasado en todos sus intentos;
pero, tales fracasos no logran disuadirla de sus propósitos
antidemocráticos y reitera machaconamente que ellos son los
destinados a gobernar el país y Hugo Chávez Frías, pese a ser
elegido mayoritariamente por el pueblo, a sus ojos, es, sin embargo,
un usurpador. Alguien que ha venido a despojarles de lo que consideran
su derecho natural: El derecho a disponer de las riquezas de todos los
venezolanos; de decidir sobre la justicia y las instituciones; de
entregar el país a quien mejor les plazca.
Desde esta visión de la realidad
política del país, se entiende que todo intento de derrocar al
gobierno constitucional encuentre cabida y justificación en las
acciones de la oposición. No es que eventualmente algún líder
trasnochado se le ocurra algún plan descabellado para derrocar al
Presidente de la República. No. Se trata de que estructuralmente, de
manera orgánica, estos proyectos fuera de la ley y
anticonstitucionales, son parte constitutiva de las estrategias y de
los escenarios que maneja la oposición.
Para ilustrar mejor esta
perspectiva, evaluemos lo evidente, lo que bien podría llamarse el
Plan A de la oposición, para luego manejar algunos datos y
manifestaciones que conforman los indicios necesarios para formular,
con alta probabilidad de acierto, lo que constituye el plan no
manifiesto, el plan silenciado, manejado en voz baja y con el mayor
sigilo por parte de los dirigentes de la oposición: El Plan B de la
reacción venezolana. En relación al primero, al Plan A, es evidente
que la oposición está haciendo un gran esfuerzo en función de
obtener la mayor cantidad de votos por el SI para justificar así su
presencia en la vida nacional. Ocurre que ese esfuerzo no se traduce
en una presencia real en el escenario político porque carecen de
gente y de organización, recursos indispensables para una campaña
electoral exitosa. En lo personal, fui testigo del esfuerzo contínuo
y solitario de una cuadrilla de obreros empapelando de afiches del SI
la zona de Chacao, Las Mercedes y Santa Fé. Durante una semana, noche
tras noche, día tras día, la misma cuadrilla (camioneta pickup
amarilla y cinco obreros) fueron cubriendo las calles y avenidas
principales. En contraste, en un par de noches, las fuerzas del cambio
empapelaron de afiches del NO la ciudad de Caracas. Esto revela la
diferencia en cuanto a convocatoria, organización y gente concreta
dispuesta a trabajar por su opción política.
A su vez, la oposición hará -y,
de hecho, lo hace actualmente- todo tipo de acusaciones al CNE para
restarle credibilidad y justificarse así ante la comunidad
internacional, al momento de quedar desnudos ante una gran victoria de
las fuerzas del cambio. Procurarán armar un escándalo nacional que
proyectarían diligentemente las "solidarias" empresas de
prensa internacional y, quien quita, mover uno que otro factor militar
que cree una situación de confusión y de incertidumbre. Esto es lo
que está haciendo y lo que hará en los próximos días. Pero, al
final, a regañadientes y puestos en ridículo, no les quedará otro
camino que bregar con la triste realidad de la derrota y, en esas
condiciones, iniciar su solitario peregrinar de mentiras y engaños en
función de las elecciones del 2006. Este es el escenario en que se
desenvuelve el Plan A y, objetivamente, no pueden esperar obtener más
de lo que hoy tienen.
Y, es precisamente, aquí donde
comienza a disolverse la línea divisoria entre un Plan A conocido y
un Plan B no publicitado; pero, que los antecedentes antidemocráticos
y golpistas, no permiten albergar dudas sobre su existencia. y se
sobreponen uno y otro y uno se solapa en el otro. ¿Cuál es el
sabotaje previsto? ¿Cuál es la acción de última hora que impulsará
una oposición impaciente y desesperada?.
Creemos que ese plan persigue el
desconocimiento de los resultados electorales y crear con ello una
situación de conflicto e ingobernabilidad que obligue al gobierno a
una salida política extraconstitucional como lo sería un adelanto de
las elecciones presidenciales. Para provocar ese escenario, dicho plan
gira en torno a una fase crítica del proceso electoral: La fase de la
trasmisión de datos entre el centro de votación y el centro de
totalización de resultados del CNE. No me refiero a la capacidad que
puedan tener para modificar los datos en el proceso de transmisión;
es decir, en convertir votos del no en votos del sí o en agregar
votos a su opción u otra forma de alterar los resultados. En general,
aunque no se pueda afirmar que sea un sistema invulnerable, las
previsiones tomadas a través de los sistemas de encriptamiento no
parece que hagan factible esa opción en un tiempo tan breve. Pero, lo
que si parece vulnerable es la comunicación misma. Esto es que la
trasmisión experimente retrasos, que se privilegie el acceso de unos
datos antes que otros (por ejemplo, que los primeros datos que lleguen
al centro de totalización sean los que ellos suponen favorables a la
opción del SI y que por el contrario se retracen al máximo los
estados o zonas que suponen favorables al NO) y que, en algunos casos,
la trasmisión se haga imposible. En esta circunstancia, el CNE se vería
colocado en la siguiente disyuntiva: a) Retrasa el anuncio de los
resultados hasta tanto se solventen los problemas de comunicación y
se verifique la data en cada centro de votación, lo que alimentaría
la propaganda de la oposición (nacional e internacional) en el
sentido de que en ese tiempo lo que se está armando es el fraude
electoral o, b) dar unos resultados distorsionados que posteriormente
se corregirían al tener la totalidad de la data; pero, que igualmente
alimentaría la acusación de fraude porque la reversión de la
tendencia inicial se atribuiría a la manipulación. Ambas
alternativas alimentadas y potenciadas por la consabida agitación,
guarimba y hechos terroristas inesperados.
Es importante destacar que hay
mecanismos que permiten restablecer la verdad. Pero, lo importante
para la oposición, es disponer de una situación y de un tiempo en el
cual puedan operar otros factores (denuncia, agitación, presión
internacional) que induzcan a la obtención del objetivo político que
no pueden obtener lícitamente (gobierno de transición y convocatoria
a elecciones). Cuando se restablezca la verdad, ya no habrá nada que
hacer porque ya se han tomado todas las decisiones. Recordemos que el
Golpe de Estado de Abril del 2002 fue montado sobre la mentira de
Puente Llaguno y sólo el retorno al poder por la movilización
popular pudo restablecer la verdad de los hechos, meses después. Más
recientemente, la decisión de convocar al referendum la tomó el CNE
aceptando como válidas firmas falsas y, cuando, finalmente, se logró
la depuración del Registro Electoral Permanente y sacar del mismo las
personas fallecidas, era demasiado tarde; pues, la convocatoria ya se
había hecho. Si la oposición logra crear el escenario propicio para
la obtención del objetivo político que persigue, moverá todos sus
recursos para burlar la decisión popular. Sin embargo, este Plan B, aún
en el caso de que logren bloquear y desviar las comunicaciones, pese a
la denuncia adelantada por el Ministro Jesse Chacón sobre el complot
entre ex.empleados de INTESA -hoy empleados de la CANTV- y la empresa
SUMATE-, este plan está condenado al fracaso por una razón simple y
contundente: La votación abrumadoramente mayoritaria por el NO, aún
en los estados y predios hoy bajo su influencia a través de algunas
gobernaciones y alcaldías, no permiten una manipulación de ese tipo
en la cual puedan basar acciones de agitación y subversión. De allí,
la importancia de movilizar todos los votos y hacer todo el esfuerzo
necesario para que el 15 de agosto no quede ningún voto
revolucionario por fuera.
Una vez más los planes elaborados
por los más brillantes estrategas serán sepultados por la presencia
y la acción de la mayoría del pueblo en los centros de votación. A
esto agreguemos, la decisión y la voluntad de la mayoría del pueblo
y de su gobierno de defender la decisión popular hasta sus últimas
consecuencias. Es tan profunda la convicción de victoria en las
fuerzas del cambio, que un resultado distinto a una aplastante
victoria, sólo puede ocurrir mediante el fraude, y tal posibilidad no
tiene cabida ni será permitida en este momento crucial de la historia
venezolana; pues conseguirá de frente y en posición de combate a esa
voluntad mayoritaria.
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