¿Se resignará la
oposición a su derrota?
Por Roberto Montoya
El Mundo, Madrid, 17/08/04
Caracas - Hugo Chávez ganó esta decisiva batalla electoral,
la octava de la que sale victorioso entre comicios generales y
referendos desde que llegó al poder en 1998, pero, tal como se
demostró tras cada uno de esos pulsos con la oposición, éste nuevo
triunfo no supone que la paz social y la estabilidad de Venezuela estén
ya aseguradas.
La actitud de la oposición no deja lugar a dudas al
respecto. Estaba convencida de que el “tirano” Chávez había
cometido un grave “lapsus” al introducir por primera vez en la
historia de Venezuela la figura de un referéndum con poder
revocatorio del mandato presidencial en la Constitución, y estaba
segura de que éste se le convertiría en un “bumerán”. No estaba
preparada para la derrota y sus contradicciones internas se han
recrudecido ante la derrota.
En el web de la Coordinadora Democrática[http://www.coordinadora-democratica.com]
todavía ayer permanecía “colgada” una nota fechada el 7/8/2004
en la que se aseguraba que Chávez “quiere usar máquinas
cazahuellas [sistema de votación electrónica a través de la huella
digital] para retrasar votación e incrementar la abstención”. Se
llegaba a asegurar que “Cuando llegue la huella al número un millón
se producirá un congestionamiento de tal magnitud porque la respuesta
para este tipo de procedimiento, que sólo se usa en áreas de
investigación criminal y policial, puede ser de cuatro días para un
millón de huellas”. El argumento dejó de esgrimirse después de
que el Centro Carter, la OEA y varios observadores internacionales
confirmaron la eficacia del sistema comprado a una empresa
estadounidense.
Cinco días más tarde, la Coordinadora, eufórica,
interpretaba así en su web la afirmación de Chávez de que aceptaría
su derrota: “Esta es la segunda vez en menos de tres días que Chávez
admite la posibilidad de su derrota, por lo que observadores políticos
estiman que éste estaría preparando a sus seguidores para que
acepten una derrota inminente”. Este era un análisis de la coalición
opositora el pasado día 12.
Sin embargo, ante la aplastante derrota sufrida, su discurso
cambió.
“Estamos ante un golpe de Estado”, dijo el ex presidente
de Fedecámaras Carlos Fernández desde Miami, al igual que varios
miembros de esa confederación de la patronal. Una acusación curiosa
proviniendo de esta asociación [oficialmente integrada, como un
partido político más, en la Coordinadora Democrática] que en abril
de 2002 aupó a su representante, Pedro Carmona, a la Presidencia, a
través del golpe de Estado contra Chávez. Fedecámaras, que a través
de Carmona decidió en ese momento como primera medida anular la
Constitución, cerrar las dos cámaras y lanzar una caza de “chavistas”,
es la que ante el referendo de ayer sacaba un “Manifiesto
empresarial” en el que sostenía que hacía “causa común con la
mayoría de la sociedad venezolana en defensa del respeto a los
derechos constitucionales…”
Otro de los bastiones de la Coordinadora, Acción Democrática,
un partido desprestigiado por la corrupción de los gobiernos de
Carlos Andrés Pérez, dando por seguro el triunfo en el referendo,
denunciaba en su web [http://www.acciondemocratica.org.ve/] la
“conspiración” organizada “aviesamente” dentro de la CD por
algunos sectores contra esa consulta electoral porque consideraban que
Chávez nunca la iba a aceptar. La dirección de Acción Democrática
denunciaba a los “dirigentes en bancarrota, desleales, demagogos,
logreros, inmediatistas, inescrupulosos y pantalleros”. Uno de los
directivos de AC, Claudio Fermín, arremetía contra los
“radicales” y “violentos” existentes dentro de la oposición y
escribía: “Este Gobierno estaría de fiesta si hubiese ganado el
fanatismo y la insensatez porque tendría un argumento para el estado
de excepción”. Fermín podía estar denunciando en realidad con
ello tanto a los que financiaron y organizaron a las docenas de
paramilitares colombianos detenidos con uniformes y pertrechos en una
finca cercana a Caracas que previsiblemente preparaban alguna acción
violenta, como al propio Carlos Andrés Pérez, que desde su exilio
dorado en Miami aseguraba días atrás que la única posibilidad para
acabar con Chávez era matándolo.
Dentro de las filas de la variopinta oposición comenzaron a
surgir públicamente incluso en los últimos días algunos balances críticos
sobre el frustrado golpe de Estado de 2002 contra Chávez.
Así el propio web de AC reproducía un artículo publicado
en “El Nacional” por Alonso Moleiro en el que sostenía que “La
oposición comenzó a acertar cuando comprendió que el episodio de
Carmona y el llamado paro petrolero no fue ninguna gesta épica, sino
una metida de pata, y que en el entramado legal del chavismo, aunque
muy lejos de la democracia en el sentido estricto, había espacio para
activar una salida constitucional”.
Si los sectores más moderados de la oposición lograran
ganar la mayoría de la Coordinadora Democrática, otras posibilidades
se abrirían para un país como Venezuela, beneficiado actualmente por
los precios que alcanza el crudo y con un crecimiento económico del
12% previsto por la CEPAL para este año. Pero en las distintas
familias que componen la oposición no sólo cuentan los ideales políticos
y la democracia. Los intereses económicos de largo alcance juegan un
papel muy importante y en él participan intensamente actores
externos, principalmente EEUU.
Para el núcleo duro de la oposición, para los que
patrocinaron el golpe de 2002, una parte clave de su programa, además
de acabar con las reformas económicas y sociales promovidas por Chávez,
lo supone la desnacionalización de la industria del petróleo y del
gas, que pasarían a manos de multinacionales estadounidenses. El
segundo paso ya más que acordado con Washington sería la retirada de
Venezuela de la OPEP [actualmente es el quinto productor mundial], de
forma que podría con autonomía decidir aumentar su producción y con
ello sus ventas a EEUU.
EEUU conseguiría así limitar los condicionamientos de la
OPEP y de esta forma conseguir un balón de oxígeno para su
preocupante situación energética que lo ha llevado a cruzadas en
Irak, Afganistán y a sus planes contra Irán. Según su Departamento
de Energía, de seguir la tendencia de su consumo actual, dentro de 15
años tendría que importar dos de cada tres barriles de petróleo que
consume.
El futuro de Venezuela, por lo tanto, no lo deciden sólo los
venezolanos.
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