Entrevista
a Philip Agee (*), ex agente de la CIA
La intervención de los servicios secretos
estadounidenses en Venezuela
Agencia Alia2, La Habana, 11/06/05
Versión
al francés de Cuba Solidarity Project
Traducida
al español por Red Voltaire
Ex
agente de la CIA y actualmente editor de Covert Action Quaterly,
Philip Agee analiza para la agencia Alia2 los métodos que utilizan
hoy los servicios estadounidenses para desestabilizar a Venezuela.
Esos métodos son los mismos que utilizaron en América Latina durante
la Guerra Fría aunque usan también nuevas vías de intervención
adaptadas a la situación actual. ¿Puede el conocimiento de la
historia impedir que ésta se repita?
Philip
Agee es un ex agente de la CIA que dejó la agencia en 1967 después
de perder sus ilusiones al comprobar que ésta trabajaba para mantener
un statu quo en la región.
«Empecé
a darme cuenta de que lo que mis colegas y yo hacíamos con la CIA en
América Latina no era más que la continuación de prácticamente 500
años de explotación y de genocidio. Comencé entonces a pensar en
escribir un libro –cosa antes inimaginable– para explicar el
mecanismo.»
El
libro, Inside the Company: CIA Diary, se convirtió rápidamente en un
best–seller y se publicó en más de 30 idiomas. En 1978, tres años
después de su publicación, Agee y un grupo de periodistas comenzaron
a publicar un boletín Covert Operations Information Bulletin (Boletín
de Operaciones Encubiertas), que se llamaría más tarde Covert Action
Quarterly, en el marco de una guerrilla periodística de denuncia de
las actividades de la CIA.
Naturalmente,
las reacciones del gobierno de Estados Unidos y, en particular, las de
la propia agencia ante el trabajo de Agee fueron bastante agresivas y
éste se vio obligado, a partir de los años 70, a dividir su tiempo
entre Alemania y Cuba. Actualmente es representante de una compañía
petrolera canadiense en América Latina.
A
pesar de la reciente ola de artículos contra Chávez publicados en la
prensa estadounidense y de las declaraciones amenazantes de todo un
grupo de altos representantes del Departamento de Estado y el
Departamento de Defensa, Agee percibe una estrategia aún más cínica
hacia Venezuela. Basándose en los trabajos de William I. Robinson
sobre la intervención estadounidense de los años 80 en Nicaragua y
en documentos recientemente publicados que describen detalladamente
las actividades de la CIA y del gobierno de Estados Unidos en
Venezuela, Agee sugiere que la estrategia de la CIA de «promoción de
la democracia» está en plena fase de aplicación en Venezuela.
Como
en el caso de Nicaragua en los años 80, cierto número de fundaciones
entregan millones de dólares a la oposición venezolana bajo la
supervisión de una firma privada de consejería contratada por la
USAID (United States Agency for International Development).
El
secretario de Estado adjunto para los asuntos del hemisferio, Roger
Noriega, reafirmó recientemente la determinación del Departamento de
Estado a llevar adelante su estrategia al declarar el 2 de marzo de
2005, ante la comisión de Relaciones Exteriores del Senado, que «apoyaremos
a los elementos democráticos en Venezuela para que puedan continuar
ocupando el espacio político al que tienen derecho».
El
financiamiento de esos «elementos democráticos» tiene como objetivo
la reunificación de la oposición (hasta entonces agrupada en una
organización informal llamada Coordinación Democrática) con vistas
a la elección presidencial de 2006.
Si
fracasan durante las elecciones de 2006, pronostica Agee, la CIA y sus
socios se concentrarán en las elecciones siguientes, en 2012, después
en las de 2018 y así sucesivamente «porque lo que está en juego es
la estabilidad del sistema político en Estados Unidos y la seguridad
de la clase política en Estados Unidos».
«¿Cómo analiza usted los recientes acontecimientos en
Venezuela?»
Cuando
Chávez fue electo por primera vez y comencé a seguir los
acontecimientos se veía claramente lo que pasaría después, como en
Chile en 1970 y en Nicaragua en 1979–80. Para mí era indudable que
Estados Unidos trataría de modificar el curso de los acontecimientos
en Venezuela –como lo hizo en Chile y Nicaragua y como ya había
hecho antes en otros países.
Desgraciadamente,
yo no tenía tiempo de seguir los acontecimientos día a día, aunque
traté de hacerlo a distancia, y cuando Eva Golinger creó su sitio en
Internet (http://www.venezuelafoia.info) empecé a leer ciertos
documentos y veía en ellos la aplicación de los mismos mecanismos
que en Nicaragua en los años 80, mediante la infiltración de la
sociedad civil y los esfuerzos por influir en el proceso político y
electoral en Venezuela. Sobre el caso de Nicaragua escribí, me parece
que fue en 1979, justamente después de la llegada de los sandinistas
al poder, un análisis sobre el programa que Estados Unidos iba a
aplicar allí.
Casi
todo lo que escribí se hizo realidad ya que todas esas técnicas de
la CIA, la USAID, el Departamento de Estado y, desde 1984, la siguen
el mismo esquema.
En
Nicaragua, el programa para influir en los resultados de las
elecciones de 1990 comenzó con año y medio de antelación, mediante
la unificación de la oposición y la creación de un movimiento cívico,
y todo eso se está repitiendo en Venezuela. Ahí reside mi interés
político por el caso de Venezuela, en el análisis de los hechos y
poder escribir varios artículos.
«En la época en que usted estaba en la CIA, ¿cuál era
la estrategia más frecuente, en los servicios de inteligencia
estadounidenses, para proteger los “intereses estratégicos” en América
Latina?»
Cuando
yo trabajaba en la agencia, a fines de los años 50 y hasta finales de
los años 60, ésta emprendía operaciones a escala internacional,
regional y nacional para penetrar y manipular los órganos de poder en
diferentes países del mundo, eso era parte de mi trabajo en la CIA
–la penetración y manipulación de partidos políticos, sindicatos,
movimientos de jóvenes y estudiantes, de los círculos de
intelectuales, profesionales y culturales, de grupos religiosos y de
grupos feministas y, sobre todo, de los medios de difusión. Por
ejemplo, nosotros pagábamos periodistas para que publicaran nuestras
informaciones como si se tratara de su propia información.
Las
operaciones de propaganda no paraban nunca. Durante las elecciones
gastábamos también grandes sumas de dinero en nuestros candidatos.
La
CIA tenía del mundo una visión maniquea en la que sólo existían
los que estaban con nosotros y los que estaban contra nosotros. El
trabajo de la agencia era penetrar, debilitar, dividir y destruir las
fuerzas políticas consideradas enemigas, situadas normalmente a la
izquierda de la social democracia, en el seno de todas las
instituciones que acabo de mencionar para que éstas últimas
favorecieran los intereses de Estados Unidos.
Uno
de los problemas que se le presentaban corrientemente a la CIA en ese
tipo de operaciones, que comenzaron en 1947, era cómo enmascarar
todas esas grandes entregas de dinero, tan difíciles de esconder. Así
que la agencia creó muy pronto toda una serie de fundaciones o llegó
a arreglos con ciertas fundaciones ya existentes.
A
veces las fundaciones de la agencia solamente existían en papeles,
las dirigía desde Washington algún abogado contratado por la CIA. A
principios de los años 50, el programa internacional de la Asociación
Nacional de Estudiantes de Estados Unidos (National Students
Association of the United States) –asociación representada en prácticamente
todas las universidades– lo dirigía la CIA, toda operación
internacional de la Asociación era en realidad una operación de la
CIA.
Y
a cada nuevo director de la Asociación de Estudiantes se le ponía al
corriente del funcionamiento de ese programa dirigido por la CIA. El
que fue nombrado en 1966 –era la época de la guerra contra Vietnam
y los movimientos de protesta– se negó a continuar y contó toda la
historia a Ramparts Magazine, una publicación ligada a la Iglesia católica.
Ramparts lo publicó todo y estalló un enorme escándalo. Pero no por
eso se abandonó la operación. En febrero de 1967, el Washington Post
publicó un trabajo detallado sobre la red internacional de
financiamiento de la CIA.
En
otras palabras, mencionaron por sus nombres a las fundaciones y a
cierto número de organizaciones que se nutrían en el extranjero del
dinero de la CIA en el seno de diferentes instituciones que ya mencioné
–partidos políticos, sindicatos, movimientos estudiantiles, etc.–
y aquello fue un desastre para la agencia. Yo estaba en aquel entonces
en la sede de la agencia, en el intervalo entre una misión en Ecuador
y otra en Uruguay, cuando sucedió aquello. Fue un desastre para la
agencia.
En
menos de dos meses, después del derrumbe del aparato de
financiamiento internacional, Dante Fascell –un miembro de la Cámara
de Representantes de Miami estrechamente ligado a la CIA y a los
cubano–americanos de extrema derecha de Miami– propuso en el
Congreso la creación de las fundaciones no gubernamentales que
recibirían dinero del Congreso y lo distribuirían después
abiertamente a las diferentes organizaciones que normalmente hubiesen
recibido financiamiento clandestino de la CIA.
Pero
estábamos en 1967 y el consenso entre demócratas y republicanos
sobre la política exterior se había roto, en cierta medida, así que
la proposición de Fascell no prosperó.
Es
por eso que la CIA siguió siendo, incluso después del derrumbe de su
red de financiamiento internacional, la agencia del gobierno de
Estados Unidos encargada de todas esas actividades llamadas «operaciones
clandestinas». Por ejemplo, la CIA fue responsable de la
desestabilización del gobierno de Allende a partir de 1970. Resulta
que Allende estuvo a punto de ser electo en 1958.
En
Chile, las elecciones tenían lugar cada seis años y, con vistas al
siguiente escrutinio, la CIA comenzó a trabajar con más de un año
de antelación para impedir su elección. Parte del dinero se utilizó
para desacreditar a Allende, al Partido Socialista y a la coalición
(la Unidad Popular) así como a financiar la campaña de Eduardo Frei
–el candidato demócrata–cristiano. Frei ganó las elecciones,
pero Allende fue finalmente electo en 1970.
Se
ha probado que la CIA trató de impedir la ratificación de su
victoria por el Congreso orquestando un golpe de Estado militar que
fracasó. Allende llegó a la presidencia y la CIA se convirtió
entonces en la agencia encargada de fomentar el descontento popular,
de hacer propaganda contra Allende y su gobierno, de instrumentar
huelgas muy duras –la más importante fue la de los camioneros, que
interrumpió durante meses la distribución de bienes y servicios,
hasta desembocar finalmente en el golpe de Estado de Pinochet, en
septiembre de 1973.
«¿Hubo cambios significativos de estrategia dentro de
la CIA después que usted salió de ella, en 1968?»
Sí,
en efecto. Durante los años 70 había dictaduras militares brutales
en todo el cono sur (Uruguay, Argentina, Paraguay, Brasil y, claro está,
en Chile con Pinochet). Todas gozaban del apoyo de la CIA, dicho sea
de paso. Fue en ése entonces que una nueva filosofía empezó a
aparecer en las mentes de los altos responsables de la política
exterior estadounidense.
Esa
nueva filosofía era que todas aquellas dictaduras militares, con su
corolario de represión, desapariciones y escuadrones de la muerte,
etc., no eran quizás la mejor solución para preservar los intereses
de Estados Unidos en América Latina, ni en ninguna otra región. Según
esa nueva filosofía, los intereses de Estados Unidos se preservarían
mejor recurriendo a gobiernos democráticamente electos conformados
por una élite política que se identificara con la clase dirigente
estadounidense.
No
hablo de fuerzas populares sino de las clases políticas tradicionales
de América Latina, como las «oligarquías», para mencionar únicamente
a ésas. Fue así que se adoptó un nuevo programa estadounidense,
conocido con el nombre de «Proyecto Democracia» que buscaría
promover elecciones democráticas libres y transparentes, pero de
forma tal que garantizaran el poder a las élites, no al pueblo.
En
1979 se creó una fundación, la American Political Foundation, que
contaría con una amplia participación de la principal organización
sindical de Estados Unidos, la AFL–CIO [1], junto a la Cámara de
Comercio de Estados Unidos y los partidos demócrata y republicano.
Cuatro organizaciones de máxima envergadura. Aquella fundación era
financiada simultáneamente por el gobierno y el sector privado. Su
tarea consistía en estudiar cómo podía Estados Unidos aplicar la
nueva filosofía para promover la democracia.
El
resultado fueron la National Endowment for Democracy (NED) [2] y sus
cuatro fundaciones asociadas: el l’International Republican
Institute (IRI) del Partido Republicano, el National Democratic
Institute (NDI) del Partido Demócrata, el American Center of
International Labor Solidarity (ACILS) de la AFL–CIO, y el Center
for International Private Enterprise (CIPE) de la Cámara de Comercio
de Estados Unidos. En lo tocante a la fundación de la AFL–CIO, se
retomó una organización ya existente que había colaborado
estrechamente con la CIA durante muchos años, el American Institute
for Free Labor Development (AIFLD), y simplemente le cambiaron el
nombre.
«¿Cómo trabaja exactamente la National Endowment for
Democracy con la CIA?»
El
mecanismo es el siguiente. El Congreso otorga millones de dólares a
la NED y ésta entrega después el dinero a lo que llaman «fundaciones
núcleos», o sea a las cuatro fundaciones asociadas, que a su vez
reparten el dinero entre los subsidiados extranjeros. Todo eso empezó
en 1984 y uno de los primeros beneficiarios fue la Cuban American
National Foundation (CANF), a la que pertenecen los elementos y
organizaciones anticastristas más extremistas de Estados Unidos.
Pero
en Nicaragua fue donde
verdaderamente se puso a prueba el nuevo
sistema. A partir de 1979–1980 la CIA recibió la misión de
organizar allí las fuerzas militares o paramilitares
contrarrevolucionarias conocidas como los Contras.
Toda
la logística y el apoyo [de los Contras] llegaba de Honduras.
Infiltraron [en territorio nicaragüense] alrededor de 15,000 hombres
que fueron derrotados por el Ejército Sandinista. En 1987 sembraron
el terror en las zonas rurales de Nicaragua provocando la muerte de
unas 3,000 personas y mutilando a muchas más. Se trataba de una
operación estrictamente terrorista. Fueron incapaces, durante todo
ese periodo, de apoderarse del menor caserío y de mantener su
control. Desde el punto de vista militar fueron derrotados.
En
1987, América Central estaba cansada de las guerras [que afectaban a]
Salvador, Guatemala y Nicaragua. Hubo una reunión de los presidentes
de esos países en una ciudad de Guatemala llamada Esquipulas y
llegaron por sí mismos a una serie de acuerdos –Estados Unidos no
estaba implicado en eso– que incluían el desarme de los Contras y
el cese de las hostilidades en diferentes países.
Hubo
entonces un cese del fuego en Nicaragua, pero la CIA no desarmó a los
Contras porque sabía que había elecciones en 1990 y quería mantener
a los Contras como una amenaza. Aunque desde el punto de vista militar
estaban derrotados desde 1987, los Contras provocaron enormes
problemas económicos y los nicaragüenses sufrían terriblemente con
toda aquella destrucción.
Después
de los acuerdos de Esquipulas, la política de Estados Unidos cambió.
Se concentró más en penetrar la sociedad civil y en reforzar la
oposición al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Uno de
los mecanismos era reforzar la Coordinación Democrática Nicaragüense,
que se componía de representantes locales de los patrones, de ciertos
sindicatos, partidos políticos y asociaciones antisandinistas.
Una
sociedad privada de consejería llamada Delphi International Group fue
encargada de la dirección de las operaciones destinadas a influir en
las elecciones de 1990. Esa sociedad recibió la mayor parte de los
fondos y desempeñó un papel fundamental en el resultado de las
elecciones de 1990. La NED fue clave también en Nicaragua a partir de
1984 y, mediante sus cuatros fundaciones asociadas, en la penetración
e injerencia en el proceso electoral nicaragüense, actividad que
arrancó en 1988 para alcanzar su máxima intensidad en 1989.
Con
el fin de movilizar al máximo el voto antisandinista y de controlar
las elecciones creando un frente político antisandinista, la CIA y la
NED crearon un frente cívico llamado Vía Cívica y la tarea de ambas
consistió, ostensiblemente, en encauzar la formación política y el
militantismo, la acción cívica, una acción cívica no partidista.
Pero todas sus actividades apuntaban en realidad a reforzar el bando
antisandinista. Por consiguiente, apareció primero la Coordinadora,
después la Vía Cívica y, por último, la unificación de la oposición,
que no tuvo lugar hasta el mes de agosto de 1989 más o menos, o sea
seis meses antes de las elecciones, ya bastante tarde.
Pero
ya hacía tiempo que estaban trabajando en el asunto y, a menudo
mediante el simple pago de sobornos, unificaron catorce de los veinte
partidos bajo el nombre de Unión Nicaragüense de Oposición (UNO).
La UNO presentó candidatos únicos a todos los cargos. Estados Unidos
escogió a Violeta Chamorro para la presidencia.
En
septiembre de 1989 se produjo entre el gobierno de Estados Unidos y
los sandinistas un acuerdo muy extraño según el cual los sandinistas
debían permitir que Estados Unidos entregara nueve millones de dólares
a la oposición a cambio de la promesa de que la CIA no aportaría más
fondos contra ellos. Sorprendentemente, los sandinistas aceptaron. Por
supuesto, lo primero que sucedió fue que la CIA distribuyó muchos
millones de dólares más.
El
redactor del libro sobre Nicaragua en los años 80 y las elecciones de
1990 se llama Bill Robinson, un universitario que vivió un tiempo en
Nicaragua durante los años 80. Su libro se llama A Faustian Bargain.
Es un libro excelente, muy documentado y muy bien escrito. Él estimó
que Estados Unidos gastó más de 20 millones de dólares en las
elecciones de 1990.
Y,
como sabemos, los sandinistas perdieron. La UNO obtuvo el 56% de los
votos y los sandinistas un 40% o algo así. Todas las operaciones
emprendidas para garantizar la derrota de los sandinistas en 1990
continuaron para garantizar que los sandinistas no volvieran al poder
en las elecciones siguientes, y así fue.
«¿Cómo se aplica ese modelo en Venezuela?»
En
Venezuela existe algo parecido con la Coordinadora Democrática, que
se compone de los mismos sectores y las mismas organizaciones que en
Nicaragua, aunque, según lo que he leído, está más o menos en
crisis en este momento. Pero van a reactivarla, de eso estoy seguro.
Aquí hay una organización que se supone que sea neutral y que se
dedica a combatir la abstención y a vigilar el desarrollo de las
elecciones, que se llama Súmate.
Ustedes
tienen el grupo privado estadounidense de consultoría llamado
Development Alternatives Incorporated que desempeña el mismo papel
que el Delphi International Group en Nicaragua. Ustedes tienen a la
vez el International Republican Institute y el National Democratic
Institute, ambos con oficinas en Caracas. Hay, por consiguiente, tres
oficinas que reparten decenas de millones de dólares, oficinas
privadas que son controladas en realidad por la embajada de Estados
Unidos y la USAID.
Al
día siguiente del fracasado golpe de Estado de abril 2002 [3], se tomó
en Washington la decisión de hacer lo mismo que en Nicaragua, o sea
contratar una firma de consultoría que sirviese de fachada para el
dinero de la USAID, mucho más cuantioso que el de la NED. El primer
contrato se firmó el 30 de agosto de 2002, por un monto ligeramente
superior a los 10 millones de dólares para los dos años siguientes
destinados a actividades políticas en Venezuela.
Abrieron
sus oficinas en agosto de 2002, con cinco personas que llegaron de
Washington, cinco personas nombradas por la USAID. Fíjense bien,
contratan una firma privada pero son ellos quienes nombran a las
personas. Y el contrato estipula que para que el Development
Alternatives Institute pueda contratar a un venezolano, éste tiene
ser aprobado por la USAID, en Washington.
No
queda por tanto lugar para la menor duda en cuanto a la naturaleza de
esas tres oficinas creadas aquí. Son instrumentos de la embajada de
Estados Unidos y detrás de esas tres organizaciones está la CIA.
La
utilidad de esas fundaciones y de la firma de consultoría es que así
la CIA puede distribuir mucho más fondos, de manera más abierta, a
organizaciones que, por otro lado, ya reciben dinero, lo cual hace más
fácil el enmascaramiento de esas sumas.
Así,
si la USAID entrega alrededor de cinco millones de dólares a
Development Alternatives, de los cuales hay tres millones y medio
destinados a préstamos para organizaciones venezolanas, con un millón
y medio o más de la NED, usted tiene ahí entre seis y siete millones
de dólares repartidos abiertamente. Todo eso se sabe gracias al
trabajo de Eva Golinger. Ella hizo un magnífico trabajo.
Como
quiera que sea, la CIA puede aportar bastante dinero, además de esos
seis o siete millones de dólares. Los documentos prueban el apoyo a
la huelga de la industria petrolera, [que duró] de diciembre de 2002
a febrero de 2003, y el apoyo a la campaña a favor del referendo
revocatorio. Como fracasaron en ambos casos, ahora se van a concentrar
en las elecciones [presidenciales] de 2006.
Venezuela
no es ciertamente el único país objeto de ese tipo de operaciones
para reforzar la sociedad civil, promover la democracia, formar gente
con vistas a los procesos electorales; todo eso no es más que una
fachada para los verdaderos objetivos que consisten en promover
ciertas fuerzas políticas en detrimento de otras. Venezuela no es el
único caso. Es realmente necesario investigar ya que el Development
Alternatives Institute –según su sitio, www.dai.com – está
presente en el mundo entero.
No
todos sus programas los financia el gobierno de Estados Unidos. También
reciben financiamiento del Banco Mundial y de no sé cuántas
instituciones del mismo corte. Es posible analizar más de cerca y
encontrar cuáles son los demás programas similares a los de
Venezuela. Lo mismo sucede con el National Democratic Institute y con
las otras tres fundaciones asociadas a la NED.
Eso
permitiría saber dónde están concentrando las operaciones de
penetración política, junto a la CIA, claro está. Creo que es
verdaderamente urgente revelar esos hechos y denunciarlos como lo que
son, o sea como una gran mentira en la que se afirma que se promueve
la democracia cuando está destinada en realidad a derrocar gobiernos,
a cambiar regímenes o a consolidar regímenes que están ya en el
poder.
«Un ex miembro de la CIA, Félix Rodríguez, declaró
recientemente a la televisión de Miami que Estados Unidos trataba de
provocar cambios en Venezuela, quizás mediante la violencia. Puso
como ejemplo el intento de asesinato del dirigente libio El Khadafi
por la administración Reagan. ¿Se trata de una posibilidad
previsible en el caso de Venezuela?»
Hay
que recordar que en el caso de Khadafi Estados Unidos creyó que él
había organizado el atentado contra una discoteca de Berlín y el
ataque aéreo contra Trípoli fue una represalia. Chávez no ha
cometido ninguna provocación de ese tipo. Por consiguiente, nada
justifica un golpe militar y no creo que Estados Unidos haya llegado
al punto de tratar de asesinar de manera tan abierta al presidente de
un tercer país.
Quiero
decir que la situación es ya bastante mala en Estados Unidos –peor
de lo que ha sido nunca antes– pero no creo que sea para tanto. Una
cosa importante para Chávez, para el movimiento bolivariano aquí, es
tener en mente que Estados Unidos no dejará nunca de tratar de darle
marcha atrás a la historia. Los intereses de Estados Unidos están
definidos como el acceso sin obstáculos a los recursos naturales, a
la mano de obra y a los mercados de terceros países.
Países
como los de América Latina son los que garantizan la prosperidad de
Estados Unidos. Mientras más gobiernos independientes haya en el
poder, con cierta dosis de nacionalismo y que se oponen a la política
de Estados Unidos y al neoliberalismo, más se percibe en Washington a
esos movimientos como una amenaza, porque lo que está en juego es la
estabilidad misma del sistema político y la seguridad de la clase política
de Estados Unidos.
Los
venezolanos tendrán que luchar por sobrevivir como los cubanos han
tenido que hacerlo durante 45 años. Dentro de 45 años, Estados
Unidos seguirá tratando de destruir el proceso en marcha en
Venezuela, si sigue por el mismo camino que hoy, de la misma manera en
que siguen tratando de destruir la Revolución Cubana.
Detrás
de cada presidente vendrá otro. Fidel ha sobrevivido a nueve
presidentes. Creo por tanto que para los venezolanos es muy importante
entender que eso va a seguir y que la vigilancia, la organización y
la unidad serán imprescindibles para escapar a los programas de
Estados Unidos, para no plegarse a su juego que consiste esencialmente
en dividir para vencer.
Notas:
(*) Philip Agee: Ex agente de la CIA, autor de numerosas
obras como Dirty Work, The CIA in Western Europe, cofundador de Covert
Action Quaterly.
[1]
«¿AFL–CIO o AFL–CIA?» y «1962–1979: La AFL–CIO y la
contrainsurgencia sindical», por Paul Labarique, Voltaire, 2 y 11 de
junio de 2004.
[2]
«NED: la Fundación estadounidense para la democracia Las redes de la
injerencia «democrática»», por Thierry Meyssan, Voltaire, 22 de
enero de 2004.
[3] «Implicación de las redes
secretas de la CIA para derribar a Chávez», por Thierry Meyssan,
Voltaire, 18 de mayo de 2002.
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