El
proceso revolucionario de Venezuela actualiza el debate sobre el
socialismo y la alternativa política en Latinoamérica
El
Socialismo del Siglo XXI y la revolución latinoamericana
Por
Miguel Angel Hernández y Emilio Bastidas (*)
Aporrea.org,
29/08/05
Desde
nuestro punto de vista, Venezuela resume en muchos aspectos, y por
decirlo de alguna forma, varios de los más importantes elementos del
debate político que se desarrolla en el continente, y en seno de la
izquierda mundial.
Al
igual que en el resto de países de América Latina, con sus ritmos y
su dinámica, Venezuela ha sido escenario de la política neoliberal
de privatizaciones; de aplicación de las recetas
fondo–monetaristas; de la crisis y caída de los gobiernos que las
implementaron; del estallido de las estructuras del régimen democrático–burgués
en que se apuntaló el imperialismo y la burguesía para mantener su
domino, particularmente la crisis de sus más importantes partidos políticos
(Acción Democrática y COPEI); de confrontación al imperialismo
yanqui; del desarrollo de poderosas movilizaciones y triunfos
revolucionarios; y también, y muy fundamentalmente, de la crisis de
dirección revolucionaria.
Queremos
entonces mencionar al menos siete aspectos, que para nosotros son
centrales a tener en cuenta en el presente debate: 1. la dinámica y
la correlación de fuerzas entre las clases sociales; 2. El debate
sobre el socialismo; 3. la naturaleza, características y diferencias
de los gobiernos hijos de la oleada revolucionaria que hemos vivido en
los últimos seis años en América Latina; 4. El papel de las
direcciones reformistas y revisionistas; 5. El rol de la clase obrera
y los trabajadores; 6. la crisis de dirección revolucionaria y las
tareas que debemos proponernos para superarla, y 7. Qué tipo de
organización y con qué régimen debemos proponernos construirla.
Por
supuesto, no intentamos hacer una análisis erudito de la realidad
venezolana y latinoamericana, sino ponerles en consideración algunas
discusiones y conclusiones que venimos desarrollando al menos desde
hace tres años, cuando nos empeñamos en la tarea de construir Opción
de Izquierda Revolucionaria, organización que ha dejado de existir,
para dar paso al proyecto de construcción del Partido Revolución y
Socialismo (PRS), cuyo acto de presentación realizamos el pasado 9 de
julio, en un nutrido acto efectuado en un céntrico local de la ciudad
de Caracas, en el que se hizo presente una significativa representación
de parte de lo mejor de la vanguardia obrera del país, nucleada en la
UNT, y co–dirigida por dirigentes revolucionarios conocidos por
todos ustedes, como son los camaradas Orlando Chirino y Stalin Pérez
Borges, entre los más importantes; y en el cual también hubo una
importante participación de dirigentes populares y estudiantiles,
incluso, sectores disidentes de los partidos del chavismo oficial.
1.
Hay una correlación de fuerzas a favor de la lucha de los
trabajadores y los pueblos de América Latina
Venezuela
junto a Bolivia, son los puntos más avanzados de la lucha obrera,
popular y campesina, contra la burguesía y el imperialismo
norteamericano en nuestro continente. Son lo más dinámico de un
proceso generalizado de movilización de las masas que, con
desigualdades, viene dando batallas con algunos triunfos importantes,
contra los planes del FMI, las multinacionales y sus gobiernos
serviles, desde finales de la década de los 90.
En
esa línea hay que inscribir, el triunfo electoral de Chávez en 1998,
que implicó una contundente derrota electoral para los partidos del
llamado régimen de "Punto Fijo" ; las movilizaciones y
triunfos revolucionarios en Ecuador y Bolivia; el
"Argentinazo" y los triunfos electorales de Lula y Tabaré Vásquez.
Pero sin duda, lo más destacable en Latinoamérica han sido las
contundentes derrotas que sufrió el imperialismo norteamericano en
Venezuela, cuando fue barrida la contraofensiva golpista en abril del
2002; en diciembre de 2002 y febrero del 2003, en ocasión del lock
out patronal y el sabotaje petrolero contrarrevolucionario, y en
agosto del 2004, cuando se le propinó una tercera derrota a Bush y la
oposición burguesa durante el referéndum revocatorio. A lo anterior
hay que sumarle las masivas movilizaciones por la defensa del gas y
contra las multinacionales desarrolladas en Bolivia, que llevaron a la
caída de Sánchez de Lozada, y recientemente la de Carlos Mesa; lo
que a nuestro modo de ver ha generado un cuadro político en la región
de enorme debilitamiento del imperialismo y sus planes, y como
contrapartida, un fortalecimiento del conjunto del movimiento de masas
y sus luchas.
Para
nosotros este es uno de los primeros aspectos que hay que precisar, ya
que existen distintas visiones sobre la dinámica de la realidad, del
rol de la clase obrera y los sectores populares, ya que desde los 90,
con la caída del Muro de Berlín, creció el escepticismo y la
creencia que había un período de derrota mundial y de retroceso del
movimiento obrero y popular.
Sin
duda, en la última década el imperialismo y las multinacionales
intentaron avanzar imponiendo ajustes, planes de saqueo de nuestras
riquezas y mayores niveles de explotación a la clase trabajadora y
los pueblos. Pero, las duras luchas dadas por nuestros pueblos
impidieron que el imperialismo y sus gobiernos lacayos, pudieran
imponerse a su antojo; incluso desde el punto de vista político–militar.
Por ejemplo: ¿Qué pasa con el Plan Colombia? Es evidente que no han
podido terminar con la insurgencia, ni tampoco pudieron aplicarlo en
toda su intensidad. El escepticismo había hecho que sectores de la
izquierda vaticinaran, desde el primer momento, que en Colombia se
estaba al borde de un nuevo Vietnam con una invasión yanqui. Esto no
ocurrió.
El
proyecto de integración económica al imperialismo, mejor conocido
por sus siglas (ALCA), como tal, fracasó y el imperialismo ha debido
recurrir a los acuerdos bilaterales, para poder superar la férrea
resistencia que opusieron los pueblos de América Latina. Fue la
movilización la que empantanó la implementación del ALCA y no los
supuestos roles progresivos cumplidos por los gobiernos del Mercosur o
de la Comunidad Andina, como a muchos se les antojó creer, tres o
cuatro años atrás.
Paralelas
a las visiones escépticas y derrotistas, se desarrollaron las
posturas neo–reformistas de abandono de la estrategia por la toma
del poder por parte de los trabajadores, de apoyo a gobiernos tipo
Lula, como paso previo hacia la constitución de frentes con sectores
burgueses "progresivos", contra el neoliberalismo, mientras
se desarrolló un ataque despiadado contra la construcción de
partidos revolucionarios, promoviendo el "horizontalismo",
el "autonomismo", como en el caso argentino, o la conformación
de "movimientos políticos amplios".
A
la luz de los acontecimientos de los últimos años en América
Latina, es evidente que el derrotismo y el escepticismo, el
neo–reformismo y el anti–partidismo, han sido cuestionados o como
decimos en nuestro país, han salido con las tablas en la cabeza. Por
eso hoy se empecinan en tratar de buscar nuevas argumentaciones para
tratar de opacar la realidad, y seguir desmoralizando o desorientando
a la vanguardia, para que no siga la ruta de la movilización y la
lucha directa, sin compromisos, sin treguas y sin estaciones
intermedias de conciliación entre las clases sociales.
Debemos
aprovechar entonces este seminario y sus debates, para sacar como
conclusión más general, que al menos en América Latina, para no
generalizar a nivel mundial, existe una correlación de fuerzas a
favor de los pueblos y los trabajadores, en su lucha contra el
imperialismo. Que las banderas anti–imperialistas han sido el motor
de la movilización de los pueblos latinoamericanos y que sobre la ola
de esa aguda confrontación, han caído gobiernos y se han tambaleado
regímenes democrático–burgueses, que amparados en el Consenso de
Washington, se empeñaron en aplicar los planes de contrarrevolución
económica diseñados por el FMI, el BM, las multinacionales y el
imperialismo.
La
revolución en Nuestra América está a la orden del día. No es una
exageración decir que en cualquier momento y en la mayoría de los países
latinoamericanos, pueden estallar simultáneamente severas crisis, que
den como resultado, la caída de gobiernos y crisis de sus regímenes
políticos. Tan es así, que en Ecuador donde las masas sacaron por la
vía revolucionaria a gobiernos agentes del FMI, y en un momento dado
depositaron su confianza en el coronel Lucio Gutiérrez, nuevamente se
movilizaron, dando al traste con ese gobierno y abriendo un período
de gran inestabilidad económica, política y social en ese país. Y
aunque no al mismo nivel de Ecuador, es preciso evaluar lo que
acontece en Brasil, donde hace escasamente dos años las masas
obtuvieron un poderoso triunfo electoral, pero hoy día, por la
disciplina fondomonetarista que ha tenido Lula y los altísimos índices
de corrupción de su gobierno, existe un proceso de ruptura
interesante de un sector de la vanguardia con dicho gobierno.
2.
La profundización de la revolución y el socialismo se han puesto de
moda
El
proceso revolucionario en Latinoamérica, pero muy particularmente en
Venezuela, se pone en el tapete la discusión sobre cuál debe ser el
camino para avanzar hacia las soluciones de fondo que necesitan
nuestros pueblos. Este debate y las posturas que asumamos los
revolucionarios son fundamentales y están estrechamente ligadas al
rol de la clase obrera y al tipo de alternativa política que
necesitamos construir.
Como
decimos en la Declaración Política del PRS: "estamos
conscientes de los grandes avances y logros conquistados con la tenaz
lucha a lo largo de los últimos seis años de proceso revolucionario.
Somos conscientes de lo que significan las Misiones, la ampliación de
las libertades democráticas, así como el contenido de inclusión
social económica de las Leyes Habilitantes. Sin embargo, también
tenemos claro que todavía falta mucho para darle respuesta
estructural a los graves problemas existentes entre los sectores más
pobres de nuestro país...Es necesario dar el paso de expropiar las
grandes empresas que se encuentran en manos de la burguesía y del
imperialismo. No hay socialismo sin expropiaciones de los grandes
medios de producción privados. Ninguno de los partidos que
actualmente cuenta con ministros y con parlamentarios está dispuesto
a garantizar hasta sus últimas consecuencias la lucha por la II
independencia frente al imperialismo...Su práctica se reduce a
introducir tímidas reformas dentro del capitalismo o políticas
coyunturales, que no resuelven, ni resolverán el problema de la
explotación y la opresión...Cada día es más evidente que bajo la
conducción de esos partidos la revolución será congelada y no
avanzaremos hacia el socialismo...Se hace urgente presentarle (a las
masas) un proyecto de socialismo, sin ambigüedades...bajo el gobierno
de los trabajadores".
Heinz
Dieterich, un sociólogo germano–mexicano, profesor de la UNAM,
asesor del presidente Chávez y del subcomandante Marcos (EZLN) define
claramente qué es, según él, el llamado Socialismo del Siglo XXI:
"Habrá una larga fase de coexistencia entre grandes empresas y
pequeñas. Mínimo se necesitarían unos 30 años, en los cuales se
requieren todas formas de propiedad productiva, porque ni el Estado ni
las empresas solas pueden resolver el problema...Esta primera fase no
tiene nada que ver con socialismo... De tal manera que una propuesta
como esta de sectores tradicionales de izquierda que siguen pensando
como si estuviéramos en los años 60, con un gobierno de obreros y
campesinos, es un disparate" (El Nacional, Caracas, 24/7/05).
Como
puede observarse, el debate sobre las perspectivas de la revolución,
el socialismo y sus objetivos, es un tema de candente actualidad, no sólo
para Venezuela, sino que se plantea con todo rigor para Bolivia,
Ecuador, o Argentina; para cualquier país que mediante procesos
revolucionarios derribe a los gobiernos, cuestione el régimen político
y el carácter del Estado; o incluso para Brasil, Uruguay o cualquier
país, donde triunfen electoralmente opciones de centro–izquierda,
en las que son partícipes viejas corrientes de izquierda stalinistas
y reformistas, que hacen suyos planteamientos como el esbozado por
Heinz Dieterich o de la misma Martha Harnecker, mano derecha de Chávez,
y enviada de Fidel Castro.
Ese
debate olvidado desde la década de los 70 cuando se vivió en toda su
intensidad la discusión sobre Chile y Nicaragua, vuelve a colocarse
en primer plano. El "fin de la historia" de Francis Fukuyama,
preconizado por el imperialismo, ha tenido corta vida, y Chávez, por
su necesidad de darle respuesta a los sectores de izquierda del
proceso y a las masas radicalizadas venezolanas, así como por la
presión del proceso revolucionario que vive la región, ha vuelto a
ponerlo en boga. Primero fue en el FSM en Porto Alegre, cuando lo
planteó por primera vez como alternativa al capitalismo, y ahora lo
populariza mundialmente, parodiando una canción caribeña, al decir
que: "el socialismo no estaba muerto, estaba de parranda".
Dada
la crisis del stalinismo, y siendo que el castrismo y la Revolución
Cubana ya no entusiasman como en décadas pasadas, se trata entonces,
no sólo de empujar hacia la izquierda, hacia el lado de la revolución,
con un discurso radical en apariencia, sino también señalando el
contenido y las características del socialismo a aplicar en el
presente siglo. Es así como desde Venezuela, que se ha convertido en
la nueva "Meca" de la izquierda mundial, y en la voz
prestigiada de Chávez, se irradia un proyecto político, el del
"Socialismo del Siglo XXI", que nada tiene que ver con el
socialismo científico esbozado por Carlos Marx, Federico Engels,
Lenin, Trotksy, Rosa Luxemburgo, y mucho menos con el que necesitan
las masas a nivel mundial.
El
socialismo del presidente Chávez es un "socialismo" de
patas cortas. En realidad es una especie de capitalismo donde
prevalecería la colaboración de clases, que trataría de lograr una
supuesta e imposible "función social" del capital, simultáneamente
con una hipotética redistribución más democrática de la riqueza.
Esta propuesta es una quimera irrealizable, que en ningún lugar del
mundo se ha materializado jamás. El capital existe para reproducirse
ilimitadamente, no tiene corazón ni patria y no busca satisfacer
necesidades, sino garantizar una tasa creciente de ganancias.
En
Venezuela, de un tiempo para acá, es evidente que se ha venido
produciendo un cada vez mayor entendimiento del gobierno con sectores
importantes del empresariado y de las propias multinacionales, que se
concreta en la materialización de acuerdos específicos, favorecidos
por la extraordinaria bonanza petrolera. Lo que ha llevado al
vicepresidente Vicente Rangel, a afirmar que: "ahora el gobierno
cuenta con el apoyo de sectores del empresariado con el que antes no
contaba".
El
gran desafío que tenemos por delante, es cómo dilucidar de cara a
las masas, las flagrantes contradicciones y limitaciones del proyecto
de Chávez y ayudar a que sectores de vanguardia que se encuentran
organizados políticamente, no sigan creyendo que Chávez se dirige
hacia el socialismo, pero que sus subalternos son quienes se oponen,
sin entender que existe un nexo estrecho entre lo que "dice"
el Presidente y "hacen" sus ministros, para amalgamar una
política que desorienta, confunde y no permite que los sectores
revolucionarios ocupemos un espacio político.
No
es un tema menor, ni mucho menos fácil, ya que existen importantes
agrupaciones, con presencia destacada en los sectores populares y la
juventud, que siguen presos de esta confusión y sin proponérselo
conscientemente, se han convertido en los mejores agentes de esa política
gubernamental, al generar la expectativa entre la población de que
este gobierno es "nuestro", que es de los trabajadores y el
pueblo, que existe un "poder popular" que hay que
fortalecerlo desde la base, que avanzamos inexorablemente hacia el
socialismo y que sólo es cuestión de limpiar del gobierno a unos cuántos
burócratas y perversos "adecos" disfrazados de
bolivarianos.
De
todas formas, sí queremos decirles que aunque es un tema complejo, no
nos trasnocha, ya que estamos profundamente optimistas, dada la dinámica
y profundidad del proceso revolucionario venezolano.
Pero
otro aspecto a considerar sobre el llamado "Socialismo del Siglo
XXI" planteado por Chávez, es cómo ha sido asumido por el
conjunto del pueblo. Lo cierto es que dicho planteamiento ha sido
recibido con interés por la mayoría del pueblo y los trabajadores.
Generalmente, el pueblo y los trabajadores se toman muy en serio las
propuestas del presidente Chávez; las interpretan al calor del
proceso revolucionario y las amplifican en función de darle respuesta
a sus necesidades inmediatas. Por otra parte, simultáneamente con el
debate sobre el socialismo como fórmula para trascender el
capitalismo, en la actualidad estamos asistiendo al inicio de una
nueva fase del proceso revolucionario donde los trabajadores y el
pueblo comienzan a pasar del dicho al hecho; de las palabras a las
movilizaciones de calle; de la crítica verbal a la exigencia directa
a los funcionarios y al propio Presidente para que se concrete la
reforma agraria; en defensa de la cogestión obrera, contra el abuso
policial, y otras reivindicaciones.
La
profundización del proceso revolucionario para el PRS pasa, entre
otras medidas, por el impulso de la movilización obrera y popular,
que confronte el "socialismo" de Chávez, reclamándole el
desarrollo de un Plan Económico de Emergencia, que basado en la
bonanza de los precios del petróleo, adelante un Plan Nacional de
Obras de Infraestructura y Vivienda para generar empleo para millones;
que se otorgue un aumento salarial extensivo a todos los trabajadores
de empresas públicas y privadas del mismo monto que el otorgado a las
fuerzas armadas (60%); no al pago de la deuda externa y por la
realización de un referendo nacional para que el pueblo se pronuncie;
por una Constituyente Petrolera que permita la discusión sobre la política
de hidrocarburos, el portafolio de negocios de PDVSA y la anulación
de las concesiones a las multinacionales.
Desde
nuestra óptica, estas medidas deben ser parte de un plan transicional
mucho más global, que contemple la ruptura con el imperialismo, la
expropiación y otras cuestiones fundamentales, como la lucha por el
poder y el gobierno de los trabajadores que son la base del socialismo
científico. Invitamos a la reflexión a los participantes de este
Seminario, para que juntos diseñemos una política que impida que el
Socialismo, sea ahora enlodado por las nuevas versiones de Dieterich,
Martha Harnécker, Negri, Holloway, asesores e inspiradores políticos
de Chávez.
Como
lo decimos anteriormente, este no es un debate exclusivo para
Venezuela, sino que tiene que ver con varios países en América
Latina, y en rigor, es una discusión histórica para la izquierda
mundial. No conocemos en detalle el proceso de Brasil, pero si nos ha
tocado escuchar a varios dirigentes de la CUT y de corrientes internas
del PT ligadas al trotskysmno que nos han visitado en Venezuela, decir
que el gobierno de Lula avanza hacia el socialismo, que hay que darle
un compás de espera, que es un proceso parecido al de Venezuela donde
existe un sector de la oligarquía que se opone a los avances, y que
sobre esa base se justificó y se sigue justificando la presencia en
dicho gobierno. También lo hemos escuchado de dirigentes sindicales
Kirchneristas o simpatizantes del Frente Amplio del Uruguay.
Así
las cosas, hay que precisar de la mejor forma este debate, para
desenmascarar con argumentación política, histórica y científica
la podredumbre de la nueva mercancía que hoy se quiere vender por los
asesores políticos del castrismo.
3.
La definición de "gobiernos en disputa" y las diferencias
entre los gobiernos de Chávez y Lula
Para
nosotros, Lula y Tabaré Vásquez –no después de que asumieron,
sino desde mucho antes–, era claro cuál iba a ser su
comportamiento, su política y su rol de freno a la ruptura política
de las masas con la burguesía, sus partidos y sus instituciones. Sus
programas de gobierno y sus acciones, han demostrado hasta la
saciedad, que la esencia de clase de este tipo de gobiernos, sigue
siendo burguesa, así hayan significado importantes triunfos políticos
para las masas.
La
debacle y el rotundo fracaso del gobierno de Lula y el PT, con sus
posturas pro FMI y en medio de fuertes denuncias de corrupción al
servicio de los grupos empresarios y de las multinacionales, pone
sobre la mesa la discusión sobre este tipo de gobiernos y la
comparación con otros del continente como el de Chávez, Kirchner o
Tabaré Vásquez, y qué política se debe asumir desde la izquierda
que se reclama anticapitalista y socialista.
En
primer lugar, es necesario establecer claramente que el gobierno de Chávez
es distinto a los gobiernos de Lula, Tabaré Vásquez o Kirchner.
Estos últimos, en particular el gobierno de Lula, se caracterizan por
ser agentes directos del FMI y del imperialismo.
A
diferencia de los gobiernos antes mencionados, el del presidente Chávez
tiene fuertes choques con el imperialismo yanqui, no es su agente. Por
eso, podemos decir que Venezuela es un país independiente. Es un
gobierno nacionalista–burgués que no responde a las órdenes de
Bush y del FMI. Por eso, más allá de nuestras diferencias,
ratificamos nuestro compromiso de defender hasta sus últimas
consecuencias al gobierno del presidente Chávez de todo intento
golpista o desestabilizador del imperialismo y la oposición burguesa
venezolana. Como ya lo hicimos el 13 de abril del 2002 y durante el
sabotaje petrolero.
Pero
más allá de las evidentes diferencias que existen entre el gobierno
de Chávez con respecto al de Lula, Tabaré y Kirchner, nos parece
equivocada la definición que hacen diversos sectores de la izquierda
de considerar a estos gobiernos como "gobiernos en disputa".
O sea que serían gobiernos indefinidos, que estarían "en
disputa" entre el imperialismo y la gran burguesía, por un lado,
y por los trabajadores y el pueblo, por otro. Con lo cual adoptan la
postura de apoyar políticamente a esos gobiernos o a una de sus alas
(en algunos casos integrando directamente el gobierno con ministros y
funcionarios) alentando que así avanza positivamente para los
trabajadores y el pueblo.
El
caso del gobierno de Lula en el Brasil es una demostración clara de
lo equivocado de esas definiciones y políticas. Para nosotros no es
desconocido que esas posturas fueron y son sostenidas en el Brasil por
sectores de la izquierda del PT (entre ellos la corriente Democracia
Socialista), el PCdB y por el MST (los Sin Tierra). El gobierno de
Lula siempre fue un gobierno burgués que se basaba en la unidad del
PT con partidos burgueses. Tácticamente fue correcto el voto crítico
a la presidencia de Lula, del ala de izquierda revolucionaria del PT
que finalmente fue expulsada por ser consecuente con los trabajadores
contra el gobierno de Lula–Alencar. Es inadmisible la postura
reformista de ser parte del gabinete del gobierno con ministros, como
lo hizo y aún sostiene la corriente Democracia Socialista, mientras
se reivindica anticapitalista y socialista, y de la corriente
internacional que encabeza la LCR de Francia. Consideramos que no hay
nada de positivo ni rescatable en ello. Desde el campo de la clase
obrera, definitivamente no se puede ser parte de un gabinete burgués
y corrupto al servicio del imperialismo y las multinacionales.
A
esto se contrapone la postura correcta y de independencia de clase de
la senadora Heloisa Helena y del PSOL, así como de los diputados Babá
y Luciana Genro e integrado por importantes franjas de trabajadores, jóvenes,
intelectuales provenientes del PT y de otras corrientes de la
izquierda revolucionaria del Brasil.
Es
importante sacar conclusiones de estas experiencias ya que son parte
de un debate político del cual participa la vanguardia luchadora
mundial. Más cuando las masas latinoamericanas empiezan a hacer la
experiencia con la mayor parte de los gobiernos llamados de
centroizquierda o de "origen de izquierda". En Ecuador,
directamente hubo una insurrección popular para echar al gobierno de
Lucio Gutiérrez que años antes había encabezad una movilización
indígena–campesina. Mientras en Bolivia preparan una nueva trampa
política con Evo Morales y el MAS.
4.
La crisis del PT, del FSM y el rol de la dirección cubana, reflejan
la crisis del reformismo
Es
evidente que el proyecto reformista de Lula y el PT, apoyado por la
Iglesia Católica, la socialdemocracia europea y por Cuba, muestras
las señales de su fracaso. Pero este también fue un duro debate
desde el principio del gobierno porque amplios sectores de la
izquierda reformista mundial alentaban que "otro Brasil era
posible" con un gobierno compartido entre la izquierda y los
partidos burgueses, cediendo al imperialismo y con dobles discursos
como el "plan hambre cero" o el "presupuesto
participativo" de Porto Alegre.
Hoy
está claro, por lo menos en Brasil, que esas salidas intermedias
propugnadas por el Foro Social Mundial, la dirección cubana y el
neo–reformismo mundial no son solución. Pero esto no significa que
se haya superado ese debate. El reformismo mundial trata de
recomponerse alrededor de la experiencia venezolana y dando más
espacio a la dirección del PC cubano, ejemplo de ello es la reciente
realización en Venezuela del XVI Festival Mundial de la Juventud y
los Estudiantes, capitalizado por el PC venezolano, y trasladando el
FSM del 2006 a Caracas.
El
debate sobre el socialismo del siglo XXI plantea una nueva reedición
de la vieja y falsa teoría de "la revolución por etapas"
que durante décadas propugnó el stalinismo y los PC del mundo. Hoy
nuevamente se habla de las "fases" de los procesos
revolucionarios, como lo señala Heinz Dieterich, quien afirma que
habría una primera fase donde se combinarían distintas "formas
de propiedad", y afirma que en Venezuela lo que habría es una
"revolución anticolonial burguesa".
Pero
nada de esto es nuevo. La revolución nicaragüense fue derrotada
justamente por la aplicación en la práctica de esa teoría. Allí se
la denominó "economía mixta" hacia el socialismo. También
entonces (1979–90) fue Fidel Castro y la dirección cubana la que
aconsejó no hacer "una nueva Cuba" expropiando a los
capitalistas. Es decir, aconsejó lo opuesto de su propia experiencia
de los 60 donde, junto al Che Guevara, declararon el socialismo en
Cuba expropiando y expulsando a las multinacionales, así como a los
grandes empresarios cubanos. Solo así Cuba y su pueblo lograron
grandes conquistas sociales.
Ese
mismo papel juega hoy la dirección del PC cubano en Venezuela.
Nicaragua siguió bajo el capitalismo, perdió el poder el FSLN y hoy
es uno de los países más pobres de Latinoamérica. Esta discusión
no es menor, porque la definición de "gobiernos en
disputa", se basa en esta concepción reformista que lleva al
fracaso y a la derrota de las masas. En Venezuela existen varias
organizaciones de izquierda honestas, criticando a los partidos de la
V república, que creen en esta teoría de las dos etapas, de la
"etapa democrática" de la revolución y aceptan la
necesidad de una etapa o fase de gobierno burgués populista y de
mantener una economía capitalista. Y aseguran que ese es el camino al
socialismo.
Desde
una postura revolucionaria consideramos que, por ejemplo, en Venezuela
y en todo el mundo, debemos apoyar el intercambio de petróleo por médicos
con Cuba u otras medidas que rompan el bloqueo criminal imperialista.
Pero también tenemos que saber diferenciar esto de las posturas
equivocadas y reformistas de la dirección cubana, poniéndolas en
debate hacia el movimiento de masas y su vanguardia.
La
realidad histórica ya ha demostrado, como en la revolución cubana,
que no hay dos etapas. Que si no se avanza hacia el socialismo,
rompiendo con la burguesía y expropiando, no hay cambios de fondo
para las masas. Como dijo el Che: "Es revolución socialista o es
caricatura de revolución".
Pero
lo importante a saber es que ante la debacle del PT y de los
impulsores del Foro Social Mundial, se abre un espacio inimaginable
para las corrientes revolucionarias que no se creyeron el cuento de
que "otro mundo era posible" sin tomar el poder, y que no
claudicaron ante las fuertes presiones de la socialdemocracia. Sin
duda, en una primera etapa, el FSM como fenómeno político de la
juventud que arreciaba su lucha contra el imperialismo, era
inmensamente progresivo, pero detrás estaba la mano siniestra de los
intelectuales del "horizontalismo", cuyo real objeto era
tratar de contener ese espíritu libertario, impedir el proceso de
auto–organización y cerrar el paso a la construcción del partido y
la Internacional revolucionaria.
Quienes
apostaron a que del FSM saldría el nuevo "reagrupamiento"
internacional hoy deben honestamente reconocer sus errores. Desde
nuestra organización consideramos que es importante lograr un genuino
reagrupamiento de la izquierda mundial y de los sectores en lucha,
particularmente en nuestro continente, pero no obstante, cualquier
reagrupamiento para que sea serio y duradero, además de intervenir en
los fenómenos políticos y la movilización de las masas, debe
edificarse sobre bases políticas y programáticas revolucionarias.
La
crisis de dirección sigue siendo el signo de la etapa, tal como lo
planteó Trotsky en el Programa de Transición, pero la crisis mayor
de los nuevos aparatos –mucho más frágiles relativamente que el
viejo stalinismo–, la profundización de la movilización
revolucionaria, y el acceso al poder, como consecuencia de lo
anterior, de gobiernos frentepopulistas (centro–izquierda), abren
como nunca la oportunidad para superar tal crisis de dirección
revolucionaria.
Por
eso nuestra actividad política tiene sentido, si debatimos con
seriedad, el compromiso de luchar consecuentemente contra los
aparatos, contra las nuevas variantes reformistas, contra el
revisionismo, disputar la dirección de las masas y construir
organizaciones nacionales y a nivel mundial, para superar la crisis de
dirección revolucionaria. Desde ya nos comprometernos con esta difícil
y compleja tarea, porque nos anima el deseo y la necesidad histórica
de luchar por construir una organización internacional
revolucionaria.
5.
El rol de la clase obrera y su relación con otros movimiento sociales
La
otra cara de los debates en los procesos revolucionarios
latinoamericanos pasa por establecer el rol de la clase trabajadora y
su relación con otros movimientos sociales, así como también sobre
si la lucha debe ser por que la clase obrera y el pueblo tomen el
poder o, si por el contrario, se trata de "construir poder desde
abajo" sin disputar el poder político.
En
primer lugar, sobre el rol del movimiento obrero hay sectores de la
izquierda que consideran que se ha debilitado como sujeto social, que
ha dejado de tener un rol protagónico y que incluso ese papel lo
pasan a jugar los llamados "movimientos sociales". Hay
organizaciones de izquierda que se reclaman anticapitalistas que ya
casi ni mencionan a la clase trabajadora; en su lenguaje y actividad
predominan los "movimientos sociales". Casi es una moda política
mundial pos caída del Muro de Berlín, que es tomada por el
neoreformismo, el Foro Social Mundial, los Partidos Comunistas
reciclados, la socialdemocracia europea, la centroizquierda, las
tendencias horizontalistas abrevadas por el subcomandante Marcos,
sectores de la llamada izquierda radical europea, etc.
Por
esa vía se abandona el perfil de clase y se alimenta, desde distintos
ángulos y visiones políticas, la concepción de que la lucha por
gobiernos de los trabajadores ya no tiene sentido, sino que hay que
apoyar gobiernos de centroizquierda en "disputa" o, como
postulan John Holloway, el zapatismo y otros sectores, que se puede
"cambiar el mundo sin tomar el poder".
Indudablemente
muchos de estos sectores, para pasar su discurso reformista, se apoyan
en un aspecto parcial de la realidad, en el sentido que la crisis
capitalista el movimiento obrero ha introducido numerosos cambios en
la clase obrera a nivel mundial y que, a su vez, hay amplias capas
populares (campesinos, indígenas, desocupados, juventud, movimiento
contra la guerra, sectores de la clase media) de la sociedad que
profundizan su pobreza y marginamiento por la decadencia capitalista y
se suman a la movilización.
Pero
esta es una media verdad. Ni siquiera en lo que respecta a su tamaño
y dimensión, la clase obrera ha perdido fuerza e importancia social,
tal como lo atestiguan innumerables investigaciones empíricas
(Castell, Antunes, etc.). Por otra parte, en el terreno político y de
la lucha, la realidad Latinoamérica y hasta mundial, muestra que
crece el protagonismo en las luchas de la clase trabajadora, con sus
huelgas y movilizaciones que empalman con los movimientos populares y
sociales, tales como los campesinos, los indígenas, los estudiantes,
los desocupados, los ahorristas, etc.
Desde
Venezuela podemos afirmar que fue clave y decisiva la acción del
movimiento obrero petrolero durante el saboteo patronal de fines del
2002 para recuperar PDVSA. Entre nosotros, estamos discutiendo que el
verdadero soporte de todo lo que hoy se vive en Venezuela, incluso más
que la propia derrota del golpe del 11 de abril, fue el triunfo
contundente obtenido por la clase obrera y los trabajadores, unido al
apoyo popular que se daba desde afuera de las refinerías, contra el
lockout patronal que duró 63 días. Allí se jugó buena parte de la
revolución venezolana.
Pero
la lucha de los trabajadores venezolanos no cesó después de
derrotado el paro del 2002–2003, a continuación se inició un
importante proceso de tomas de fábricas que fueron cerradas o
declaradas en quiebra por los empresarios golpistas, alegando pérdidas
como consecuencia del paro que ellos mismos habían promovido. Algunas
de ellas, gracias a la movilización y la perseverancia de los
trabajadores, sin duda, con el apoyo de los sectores populares, han
sido expropiadas por el gobierno, como es el caso de Invepal (fábrica
de papel) o de Inveval (constructora de válvulas para la industria
petrolera).
Es
equivocado negar el rol de la clase obrera como también lo es no ver
la necesidad de la unidad obrero–popular–campesina–indígena
para enfrentar al imperialismo y a sus gobiernos en Latinoamérica.
En
Venezuela hay una verdadera revolución a nivel del movimiento obrero.
Este proceso lo hemos caracterizado como una "revolución política
antiburocrática". Ha caído la vieja y traidora burocracia de la
CTV, y a cada momento se producen referéndum donde nuevas dirigencias
sindicales, derrotan aplastantemente a rancias burocracias de más de
20 o 30 años de dictadura en los sindicatos. Pero el proceso no se
detiene allí. Muchas veces, las dirigencias "bolivarianas"
que han suplantado a los viejos burócratas adecos y copeyanos , no
dan la talla, y rápidamente son sustituidas por nuevos dirigentes que
surgen al calor de la lucha. Este profundo proceso revolucionario que
se desarrolla en el seno del movimiento obrero es el que posibilitó
el surgimiento de una nueva central, la UNT, la cual viene a
constituirse en una conquista histórica de los trabajadores
venezolanos, siendo sin duda hoy, la organización de masas más
grande del país. Asimismo, en su interior se consolida una corriente
sindical clasista, revolucionaria y democrática encabezada por los
compañeros Orlando Chirino y Stalin Pérez Borges, la cual es
consecuencia de la lucha que los trabajadores venezolanos vienen
librando, especialmente desde el paro petrolero.
En
la actualidad, el péndulo de la lucha de la clase obrera venezolana
oscila de la industria liviana, –la cual no decae– localizada en
el centro del país, hacia sus batallones pesados, específicamente
hacia el sector eléctrico y las industrias básicas (aluminio, siderúrgicos).
En estos sectores comienza a hacerse la experiencia de la cogestión,
que en nuestro país, específicamente en Alcasa (empresa de
aluminio), adquiere connotaciones de control obrero, (elección en
asamblea de los directores de la empresa, apertura de los libros de
contabilidad, participación de los trabajadores en la organización
de la producción), presagiándose su extensión a otras industrias y
sectores. Los trabajadores la han denominado, para diferenciarla de la
europea, "cogestión revolucionaria".
Mientras
que en el sector eléctrico, los trabajadores luchan y resisten contra
los propios funcionarios gubernamentales, incluido el ministro del
sector, quienes rechazan la cogestión.
En
Bolivia ha sido la huelga de fabriles, docentes, de los mineros y de
la COB de El Alto y de todo el país, unida a los cortes de rutas de
los campesinos y demás sectores populares, lo que derrocó a los
gobiernos de Sánchez de Lozada y de Meza, y reclamando la
reestatización de los hidrocarburos. En Argentina existe una oleada
de huelgas sindicales por el salario que no llegó a la huelga general
por el rol traidor de las direcciones burocráticas. En Brasil también
hubo huelgas como la de los bancarios de fines del 2004, y ha surgido
un movimiento de rebeldía de centenares de sindicatos contra la
dirección burocrática de la CUT, con el movimiento Conlutas. Hubo
huelgas sindicales en Colombia, Uruguay, Panamá o Perú.
6.
La revolución venezolana y mundial "no tiene destino sino
construimos un partido revolucionario"
Este
fue el cierre de la intervención del compañero Orlando Chirino,
coordinador nacional de la UNT, en el acto de lanzamiento del nuevo
partido que estamos impulsando en Venezuela para luchar
consecuentemente por el socialismo con democracia, sin patronos, ni
burócratas.
Y
esta conclusión es también para el conjunto del proceso
revolucionario latinoamericano pese a las desigualdades que lógicamente
existen en cada país. La lucha obrera, popular y campesina del
continente abre nuevas y grandes oportunidades de construcción de
nuevas organizaciones de masas y políticas. Crece la crisis de los
viejos partidos burgueses, como de la centroizquierda y de las
direcciones reformistas y burocráticas del movimiento obrero y
popular. Las masas y la vanguardia luchadora buscan nuevos referentes
y construye nuevas organizaciones. En Venezuela surgió la UNT y en
todos los países surgen nuevos dirigentes combativos.
En
Brasil, de la experiencia fallida del PT surge un nuevo partido, el
PSOL, que se fortalece como una alternativa política de izquierda
anticapitalista y socialista.
La
cuestión de la dirección revolucionaria cada día se plantea como
una necesidad más apremiante para que las luchas triunfen pero también
para que los procesos revolucionarios como los de Bolivia o Venezuela
avancen hacia gobiernos de los trabajadores y el pueblo, en el camino
de la construcción del socialismo.
En
Bolivia son las direcciones reformistas las que atrasan el proceso
como también la ausencia de una dirección socialista revolucionaria.
Evo Morales y el MAS sólo buscaron salvar al régimen con un llamado
a elecciones generales. Jaime Solares, máximo dirigente de la COB,
llegó a proponer una alianza cívico–militar como salida,
reiterando su negativa a impulsar que la COB encabezara la lucha por
la toma de poder, junto a los campesinos y el pueblo.
La
crisis de dirección revolucionaria es un hecho. La discusión y el
debate sobre cuál es la herramienta que necesita la clase trabajadora
y el pueblo es parte de un debate fundamental. Hay sectores de la
izquierda que se replantean si sigue en vigencia la construcción de
partidos revolucionarios por su programa y con el criterio leninista.
Hay sectores que proponen impulsar movimientos políticos amplios,
anticapitalistas o bloques políticos sin un programa revolucionario.
Abandonando del centralismo democrático.
En
este debate nos reafirmamos en la necesidad de construir partidos
revolucionarios y en la vigencia del leninismo, por más que en muchos
casos surjan nuevos fenómenos políticos progresivos que todavía no
se afirmen en el centralismo democrático como son los casos del PSOL
en Brasil o el nuevo partido PRS que estamos formando en Venezuela.
Por el contrario, debemos impulsar, sin sectarismo y auto–proclamación,
la unidad de los revolucionarios en base a un programa revolucionario,
contra la conciliación de clases, por el gobierno de los trabajadores
y el Socialismo. Eso es lo que justamente estamos tratando de
desarrollar en la experiencia de Venezuela.
La
construcción de partidos revolucionarios no es sinónimo de
sectarismo ni se contrapone a la más amplia unidad de acción
antiimperialista o a las coordinaciones o bloques de izquierda para
las elecciones o las luchas en cada país, como ahora lo estamos
haciendo para impulsar unitariamente la campaña por el No a Bush en
la Cumbre de Presidentes de Mar del Plata, Argentina, o para exigir el
retiro de las tropas brasileras, argentinas y chilenas de Haití.
Como
afirmamos en nuestra declaración política: "En Venezuela los
trabajadores han avanzado construyendo la UNT, los sectores populares,
barriales, campesinos y estudiantiles se organizan en frentes y
asociaciones, y siguen proliferando variadas formas de organización
popular. Sólo falta la construcción de la herramienta política de
todos esos sectores, que organice y potencie, sobre la base de un
programa revolucionario y una disciplina política, la actividad
militante revolucionaria hacia el socialismo...Acompañamos a los
trabajadores y al pueblo en la experiencia con este gobierno, pero
apuntando realmente hacia la perspectiva del desarrollo del poder
obrero, campesino, popular, participativo y protagónico, hasta lograr
que el gobierno sea ejercido directamente y de manera democrática por
los trabajadores, para adoptar sin vacilaciones y sin tabas burocráticas,
las medidas anticapitalistas y antiimperialistas capaces de
conducirnos hacia el socialismo liberador".
7.
Qué tipo de partido y con que régimen interno debemos construirlo
En
nuestra experiencia de construcción de la organización
revolucionaria, y particularmente luego del acto del 9 de julio, hemos
empezado a escuchar opiniones de otros sectores políticos en
Venezuela, particularmente de algunos funcionarios del gobierno de Chávez.
Todos ellos coinciden en afirmar que nuestra propuesta de construir
una organización revolucionaria es "inoportuna" y que deberíamos
esperar al menos hasta finales del 2006.
De
estos sectores no es extraño escuchar este tipo de
"sugerencias"; pero lo que si nos ha llamado la atención es
que algunos compañeros, que en una época militaron en el PST, pero
abandonaron el proceso de construcción de la organización
revolucionaria para vincularse a organizaciones "amplias",
sean quienes nos repitan ese mismo discurso o que afirmen que la
concepción leninista con la cual queremos construir el PRS es
"auto–proclamatoria" o cierra espacios para nuevos
sectores que podrían estar interesados en ser partícipes del proceso
de construcción de la nueva organización.
Para
nosotros esto no es nuevo y a cada paso que demos, con seguridad,
aparecerán quienes tienen la concepción de construir organizaciones
"vanguardistas", para decirnos que hay que esperar hasta que
estos sectores de avanzada se decidan a la construcción del partido
revolucionario. Lo importante y lo que realmente queremos resaltar
como experiencia positiva en Venezuela, es que hemos realizado el acto
público de lanzamiento de la organización, hemos propuesto un
programa revolucionario que nada tiene que ver con el reformismo, ni
de viejo ni de nuevo cuño, y hemos planteado que la organización
debe regirse por el método del centralismo democrático, sin que
hasta el presente, se haya desatado ninguna resistencia por parte de
los militantes de las otras organizaciones distintas de OIR, que
confluyen en este proceso de construcción del PRS; ni en el seno de
los numerosos activistas y luchadores a los que nos hemos acercado con
nuestro nuevo periódico (Opción Socialista), con nuestra propuesta
programática o con la declaración política.
En
el proceso de construcción del PRS estamos empalmando con dirigentes
del movimiento obrero, y más recientemente lo hemos comenzado a hacer
con dirigentes genuinos del movimiento popular y del movimiento
estudiantil, encontrándonos con la grata sorpresa de que no objetan
la construcción del partido revolucionario, no reivindican
experiencias intermedias de "frentes" o "bloques",
ni mucho menos se detienen en el umbral del centralismo democrático.
Por eso extractamos como gran conclusión, que mientras tengamos una
política dirigida a atender las necesidades y expectativas de las
masas, y que no esté guiada sólo por las preocupaciones de las
"nuevas vanguardias", –hacia las cuales tenemos una política–
será mucho más fácil y rápido poder construirnos en sectores en
los cuales no tenemos mucha presencia, como son los sectores
populares, estudiantiles y campesinos.
Del
mismo modo, queremos plantearles la experiencia que hemos tenido con
los asuntos referidos al tema del régimen interno de la nueva
organización. Para los sectores sindicales, populares y campesinos
que vienen haciendo una experiencia de lucha cotidiana, que vienen
rompiendo con los métodos burocráticos de los partidos de gobierno o
que vienen jugándose como voluntarios o activistas en las Misiones ,
para ellos es mucho más fácil acceder y comprender la necesidad del
método del centralismo democrático, para avanzar y obtener triunfos.
En cambio, las viejas organizaciones vanguardistas muy amigas de las
políticas reformistas y del método del centralismo burocrático,
colocan más reparo, porque se niegan sistemáticamente a construir
una organización que tenga por perspectiva preparar a la clase obrera
y el pueblo para el levantamiento insurreccional para la conquista del
poder político.
Para
nosotros estas experiencias son muy significativas si se parte de
reconocer que el peso de Chávez sobre los sectores populares y los
trabajadores en Venezuela es inmenso; pero muy a pesar de ello, son
muchos los activistas de diversos estados y de distintos sectores que
han presentado su saludo a la construcción de la organización, a la
lucha por el socialismo sin patronos ni burócratas y bajo un gobierno
de los trabajadores.
Como
es apenas obvio, son experiencias nuestras, que mal haríamos en
generalizar para todos los países y todos los procesos, pero que nos
han servido para ratificarnos en las enseñanzas esenciales del
leninismo. Nadie logra demostrarnos lo contrario, mucho más en un país
donde organizaciones de izquierda lograron una importante influencia,
pero que al momento de las definiciones defeccionaron y traicionaron a
la clase obrera y hoy son la quinta rueda del imperialismo en su lucha
contra el gobierno independiente de Chávez.
(*)
Miguel Angel Hernández y Emilio Bastidas son miembros del Comité
Nacional Impulsor del Partido Revolución y Socialismo de Venezuela
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