Apuntes
sobre la izquierda en Venezuela
Por
Corriente Praxis, febrero 2006
Durante nuestra estadía
en Venezuela pudimos observar más de cerca y conversar con muchos
compañeros de la izquierda venezolana y en particular con los compañeros
del PRS. En un artículo anterior de nuestra revista saludamos la
formación del PRS porque implicaba un proceso de reagrupamiento luego
de la crisis y estallido del PST venezolano (estallido que se dio
centralmente por su incapacidad para responder al nuevo proceso
revolucionario en curso y por la lucha facciosa en el terreno
internacional, al interior de la LIT- Liga Internacional de los
Trabajadores), y la confluencia de aquellos cuadros trotskistas
reunidos en OIR con muchos de los más importantes y destacados
dirigentes clasistas de la UNT. Viendo el proceso más de cerca
queremos puntualizar algunos elementos, a la manera de quien toma unos
apuntes que incluyen opiniones y dudas sobre las tareas de la
izquierda en Venezuela.
Hay un proceso
revolucionario que está en curso, que no se detuvo con la derrota del
paro petrolero ni con el triunfo del referéndum en agosto del 2004,
aunque hoy no haya acontecimientos espectaculares. Hay una creciente
tensión con EEUU en la política exterior, mostrando que el gobierno
de Chávez posee claramente una política independiente del
imperialismo, y esto se vio nuevamente en los últimos días
polarizando el tablero político en la defensa del derecho de Irán a
manipular energía nuclear. Esto coloca al gobierno venezolano en una
posición totalmente distinta de sus pares como Kirchner y Lula que
son gobiernos alineados en lo fundamental con las políticas
imperialistas en el terreno económico, diplomático y militar. En la
política interna, tal como lo indican los documentos del PRS y del
sector clasista y revolucionario de la UNT, las contradicciones del
proceso revolucionario se van trasladando al interior del amplio campo
“bolivariano”. Esta contradicción se da en una marcada
diferenciación entre las demandas de las masas junto a los mejores y
más combativos elementos que quieren profundizar el proceso de
transformaciones revolucionarias, y la política de los “partidos
del cambio”, funcionarios alcaldes, gobernadores, diputados, etc.
que pretenden frenarlo, institucionalizarlo y limitarlo en una
perspectiva reformista y conciliadora. No en vano estos sectores son
los que intentan tender puentes permanentemente entre el gobierno y la
Iglesia y el empresariado.
Los partidos
oficiales son cuestionados por la mayoría de la población, esto se
evidenció en la alta abstención en las pasadas elecciones a la
Asamblea Nacional. Las masas ven que el aparato del estado, sus
funcionarios y burócratas alineados en los partidos oficiales, no
responden a las necesidades del pueblo, tienden a negociar con la
reacción, los capitalistas, terratenientes, contra las masas. Esto
significa que existe un campo político muy importante para el
desarrollo de una política que se proponga como eje la profundización
del proceso en todos los terrenos, en la industria mediante el
desarrollo de la cogestión y las reivindicaciones obreras, la toma de
empresas, la reforma agraria, en el campo de la salud, la vivienda,
etc, etc.
Pero el desprestigio
de los partidos de gobierno puede crear la falsa imagen de que existe
un campo abierto y sin obstáculos para formar un partido
independiente. Nos da la impresión que el cuadro es más complejo y
contradictorio. Chávez sigue siendo el líder indiscutido de las
masas y cualquier llamado suyo es respondido con acciones y
convocatorias de masas, como lo acaba de demostrar nuevamente en la
marcha multitudinaria del 4 de febrero. Existe una relación entre la
masa y el caudillo que mantiene viva la llama del proceso por las
medidas progresivas que adopta Chávez en muchos campos e incluso
porque introdujo el debate sobre la necesidad del socialismo del siglo
XXI, pero al mismo tiempo dificulta el proceso de auto-organización
independiente de las masas. Es un complejo proceso lleno de
contradicciones, ya que es el mismo gobierno el que impulsa
organizaciones de base que luego utiliza como clientela
estatal-partidista. De cualquier manera a raíz de las convocatorias a
desarrollar organizaciones de base, han crecido múltiples colectivos
autónomos impulsados por sectores de vanguardia que quieren
desarrollar el proceso revolucionario, y que no están exentos de la
esterilidad o la cooptación estatal en la medida en que sólo
realicen trabajo comunitario y social, pero no establezcan una clara línea
política.
Por lo tanto los
partidos pueden ser mediadores, ejecutores y administradores, pero no
tienen capacidad ni poder de maniobra que no dependa de Chávez. Por
otra parte hasta cierto punto el desprestigio de los partidos no deja
de ser utilizado por el mismo presidente que crea un centro de
gravedad mayor aún en torno de su propia figura, sin la cual la ligazón
entre masa y caudillo se vuelve inestable. Las masas han generado un vínculo
muy fuerte y han entrado en la vida política del país y han tenido
su primera experiencia política a través del fenómeno Chávez, lo
cual ha establecido relaciones que no son coyunturales, sino de
características orgánicas. Ese ha sido el leitmotiv para defenderlo
frente a todos los pronósticos ante el golpe en el 2001 como lo sería
hoy en día frente a cualquier nueva intentona. En conclusión, si el
desprestigio partidista abre un campo para la intervención política,
dudosamente lo haga en el sentido de una construcción independiente y
en competencia de su movimiento “bolivariano”.
Esto significa que un
partido revolucionario en Venezuela no surgirá si no es en conexión
íntima y estrecha al proceso profundo, al sentimiento de masas, a sus
tradiciones y cultura, y que cristalizó en una figura un poco mitológica
como la de Chávez y en su ya mencionado movimiento. Esto no implica
el más mínimo seguidismo, porque el bonapartismo a la larga termina
liquidando la capacidad autónoma de las masas. Esta caracterización
exige mantenerse en una posición totalmente independiente del
gobierno en todos los ámbitos de la política nacional. Pero es
necesario conectar lo más estrechamente posible con aquellos sectores
chavistas que son pasibles de radicalización y de adoptar un curso
decididamente revolucionario. Mientras pueda establecerse el frente único
antiimperialista y se participe de él, más eficazmente se podrán señalar
las inconsecuencias, debilidades y compromisos del gobierno con la
burguesía, y más credibilidad tendrá una corriente revolucionaria
inserta en el seno de las masas.
Para poder hacerlo no
basta con plantear “tácticas correctas”, es necesario sobre todo
no contraponer entre los socialistas revolucionarios y las masas un
Muro de Berlín que haga imposible una genuina intervención práctica
e ideológica sobre ellas. La idea de que el PRS pueda
“capitalizar” el descontento con los partidos de gobierno desde el
exterior del movimiento bolivariano parece destinada a reproducir la
externalidad equivocada que cometimos muchas veces y que implica
correr el serio riesgo de auto-marginalizarse del proceso en cuanto
tal.
En realidad el PRS no
es un partido. La sigla puede darle una nomenclatura formal a un
agrupamiento, que no debe confundirse con el contenido real del mismo.
El PRS es un reagrupamiento de excelentes cuadros, quizá los mejores
dirigentes obreros revolucionarios de Venezuela y de muchos otros países,
pero su reunión en un agrupamiento común no los transforma en un
partido. Porque un partido sólo es tal cuando establece conexiones
orgánicas de representación en sectores enteros de la clase
trabajadora y las masas. Puede aspirar a serlo, pero no puede
auto-proclamarse, ya que colocaría barreras adicionales a las que ya
existen entre la ideología marxista y el socialismo sentimental de
las masas que les son provistas por el discurso oficial. Al revés, si
no se pusiese un Muro de Berlín entre las masas y los
revolucionarios, sería posible introducir un elemento fundamental de
diferenciación al interior del bloque chavista permitiendo el
agrupamiento de todos aquellos que proponen seguir profundizando la
revolución, no sólo en el sentido de las medidas económicas, sino
también desde el punto de vista de la participación de las masas en
la construcción de su propio poder y autogobierno. Esto puede tener
implicancias importantes para las tareas de construir una herramienta
política. Las elecciones legislativas pasadas demostraron que la
influencia en la UNT no tiene traducción partidaria. ¿Es necesario
presentar listas propias que compitan con las oficiales? ¿En qué
momento? ¿A qué cargos? ¿A la presidencial de diciembre próximo
también? Son todas preguntas que nos parecen relevantes.
Al mismo tiempo es
difícil ver cómo podría surgir un partido revolucionario de masas
en Venezuela sólo desde la estrecha base de los cuadros obreros
revolucionarios de la UNT. Es probable, por no decir inevitable, que
un partido tal contenga a los mejores elementos de la tradición
revolucionaria venezolana de los 60 y los 70, de los dirigentes
comunales, barriales, campesinos, que existen y que son una fuente
potencial para la construcción de una herramienta política
revolucionaria. Estos dirigentes hoy son parte de otros movimientos,
de otros agrupamientos e intentos de construcción política, tienen
otras tradiciones (como lo vimos con la presencia de los compañeros
del M13 en el taller sobre el reagrupamiento internacional) que hay
que valorar y acercarse para poder confluir. La formación del PRS ha
sido un paso excelente, pero el proceso de confluencia no ha culminado
ni mucho menos. Esa confluencia hoy pasa por puntos estratégicos de
la agenda política: estructurar un frente político de todos aquellos
sectores obreros, campesinos, estudiantiles que quieran profundizar el
proceso revolucionario, como son por ejemplo el Frente Campesino
Ezequiel Zamora, el Movimiento 13 de abril, entre múltiples
organizaciones barriales y populares. Esto parece ir mucho más allá
del ingreso poco probable de muchos o la mayoría de estos sectores al
PRS en el próximo período. Da la impresión que en el medio habría
que ubicar algunos otros engranajes.
En un documento
reciente que fue aprobado por más de 600 dirigentes sindicales de
todo el país, participantes en el 1º Plenario de la Corriente
Clasista, Unitaria, Revolucionaria y Autónoma de la UNT, celebrado en
la Casa Sindical de El Paraíso, Caracas, entre el 17 y 18 de febrero,
se sostiene la necesidad de acompañar la campaña por las elecciones
democráticas en la UNT con la idea de construir “simultáneamente
con una poderosa central clasista, una herramienta política de los
trabajadores y el pueblo venezolano que abra, a través de la
movilización, el camino hacia el socialismo”. Bueno, esto es
extraordinario. Una base tal no la encontramos quizá en ningún otro
país latinoamericano. El documento no hace mención a lo que
significa esa herramienta. Pero está claro que esa “herramienta política”
no es el PRS, puesto que en él están organizados sólo algunos de
los mejores cuadros y dirigentes de esos sindicatos, pero no las
organizaciones en cuento tal ni sus bases, como podrían ser los
ejemplos históricos del Labor Party en Inglaterra en la primera mitad
del siglo XX o ensayos semejantes en otros países. ¿Cómo podría
avanzarse hacia esa herramienta política? ¿Esa construcción pasa
necesariamente hoy por la proclamación de un partido político
independiente sobre la base de cuadros político-sindicales? ¿Pasa
por el fortalecimiento de una corriente político-sindical en el seno
de la UNT que tenga una visión hegemónica y no obrerista sobre el
conjunto de las otras clases y sectores de la clase trabajadora a los
que todavía no llega la central sindical? Son preguntas que pueden
tener relevancia. En ese plenario de los 600 dirigentes firmantes hay
no pocos fervientes chavistas, aún con sus críticas, dudas y
planteos. Lo mismo debe estar sucediendo en los sectores militantes en
las comunidades o el campo. Pero ese conglomerado de activistas y
luchadores que quieren profundizar la revolución desde el campo
bolivariano, no pueden ni quieren conformar hoy por hoy un partido
independiente que compita con Chávez, aunque quizá si puedan o
quieran ir construyendo un movimiento o herramienta política como
extrema izquierda crítica y revolucionaria del proceso.
Por último, nos
parece que indudablemente en la revolución venezolana tendrán un
papel destacado los sectores campesinos, indígenas y barriales. Se
trata de establecer una alianza de clases, política, un verdadero
movimiento conjunto con todos estos sectores. Para eso, los compañeros
sabrán como acercarse, como volcar el peso de la UNT hacia esa
alianza, lo que pondría a la central sindical acorde a las tareas
revolucionarias fundamentales, que son de carácter político, lo que
exige superar el marco corporativo de los sindicatos tradicionales.
Durante el Foro hemos visto algunas de estas expresiones en la marcha
que se realizó en Caracas, integrada por los movimientos sociales y
barriales más combativos. Acercarse a ellos parece un punto central
para establecer lazos y acuerdos sólidos en defensa y por el avance
de la revolución y para que nuevas organizaciones y movimientos vean
en la UNT y sobre todo en su sector clasista un aliado indiscutido y
consecuente. Lo mismo puede decirse sobre la participación en cuanto
UNT en las reservas del ejército, cuestión que ha sido planteada ya
en los debates.
El PRS tiene por
delante grandes desafíos y oportunidades. La primera de ellas, como
lo han destacado los compañeros, es la de conquistar estatutos y
elecciones democráticas al interior de la UNT. La segunda parece ser
la extensión y ampliación de la misma UNT, que hoy se encuentra
relativamente estancada, para incorporar nuevos sindicatos y
confederaciones, nuevos trabajadores e incluso extender su influencia
hacia sectores de trabajadores informales. Por último es fundamental
pensar y desarrollar más aún, para ver cómo se puede concretar la
idea de una “herramienta política” que este basada en la de la
UNT y otros movimientos de masas. Se parte de una gran conquista y
acumulación política como son los cuadros y militantes obreros del
PRS.
20 febrero 2006
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