El
voto del PRS es un apoyo político a Chávez
Una
grave capitulación
Por
Rodolfo F. Torres
Socialismo
o Barbarie, periódico, 28/09/06
Lamentablemente, en el
último período, el PRS venezolano ha venido teniendo una seria
involución. Toda la campaña electoral no es más que un evidente
apoyo político a Chávez y un ejemplo de renuncia a todo atisbo de
independencia de clase. El MES de Brasil y el MST Unite, con su política
abiertamente derechista, y el MST El Socialista, con su seguidismo al
atraso político de la vanguardia, tienen una enorme responsabilidad
en esta evolución.
En
su último periódico –Opción Socialista N° 8, de septiembre–
los compañeros del PRS llaman votar a Chávez en las elecciones del 3
de diciembre con la boleta electoral que encabeza Lina Ron, máxima
dirigente de la Unión Popular de Venezuela (UPV) que cerró un
acuerdo con la C-CURA. Ya hemos escrito, en más de una oportunidad,
que el voto es una cuestión táctica; lo que es de principios es
la política de una organización. También hemos defendido la
independencia de la UNT ante los intentos de cooptación por parte del
Estado y del gobierno de Chávez, y alertamos sobre los peligros que
conlleva posicionarse sobre cuestiones tácticas tan alejados de la
realidad concreta.
Ahora
bien, los que nos reclamamos socialistas revolucionarios peleamos por
la independencia política de la clase trabajadora y por que el poder
se ha ejercido por los trabajadores con sus organizaciones
democráticas de lucha y esto se debe expresar claramente en todas
las tácticas, por diversas que sean.
¿Se
viene la agresión imperialista?
En
los materiales del PRS se presenta la situación como si el eje de la
coyuntura política pasara hoy por el enfrentamiento con el
imperialismo y la mayor amenaza al proceso vendría de parte de “el
candidato Manuel Rosales, la nueva versión de la agresión
imperialista y la oposición golpista y, por lo tanto, el peligro más
inminente que tiene la revolución bolivariana”.[1] Citas de
este tipo se pueden encontrar infinidad de veces en los materiales de
PRS, y es, efectivamente, la versión de la realidad que quiere
vender Chávez. Queremos ser categóricos: esta no es la situación;
se trata de una falsa pintura de la realidad.
Ni
Rosales, ni el imperialismo en sus distintas variantes están
pensando dar un golpe o agredir a Venezuela hoy. El imperialismo
yanqui está atravesando una grave crisis de hegemonía por el
empantanamiento en Iraq y en Afganistán. Es evidente el
fracaso del proyecto neoconservador que lidera Bush. Además, se suma
la negativa pública del sector demócrata a embarcarse en nuevas
aventuras militares, y mucho menos contra Venezuela: “Chávez no
representa una amenaza para la seguridad de Estados Unidos… Puede
haber algunos problemas por algunas de sus posiciones, pero no, él no
representa una amenaza a nuestra seguridad”, declaró Durbin, número
dos del jefe demócrata del senado Harry Reid, descartando cualquier
ataque preventivo.[2] Pero además, qué mejor ejemplo de esta
debilidad actual de Bush que el discurso del mismo Chávez en Nueva
York, donde hizo del presidente yanqui el hazmerreír del mundo.
Los
peligros del proceso
También
es falso que el peligro más inminente contra el proceso
revolucionario –que está atravesando un momento de mediación,
reabsorción, reacción democrática o como se lo quiera llamar–,
sea Rosales o los burócratas corruptos de la V República. El peligro
más inminente contra el proceso revolucionario que se abrió en
Venezuela es el propio Chávez, que viene intentando re-institucionalizar
el país, sacar a los trabajadores de las calles y cerrar el proceso
de autodeterminación. Es que a partir del Referéndum del 2004
(acordado con el imperialismo y los sectores golpistas), el
gobierno quiere enterrar el proceso revolucionario. Para lograrlo,
está buscando convertir las conquistas conseguidas desde abajo en
concesiones desde arriba. Es decir, en poderosas herramientas para
la cooptación y la corrupción, vía las distintas Misiones y el
Mercal.[3] La represión contra los campesinos no se ha detenido.
El gobierno no ha tomado ninguna medida contra los latifundistas: más
bien, ha negociado favoreciéndolos. En el elemental terreno democrático,
Chávez ha establecido la impunidad más completa para los
golpistas y saboteadores que causaron decenas de muertos. Sus arengas
por el “socialismo del siglo XXI” no buscan más que erigir una
suerte de capitalismo de Estado, embaucando a los trabajadores.
Descontento
y abstención
“Para
junio, el presidente tenía un 55% de intención de voto, y casi dos
meses después baja 7 puntos y se coloca en 48%(…). Significa que
hay un creciente descontento, desánimo, desesperanza en los
sectores que tradicionalmente han respaldado la labor y el discurso
del presidente Chávez. [Un] especialista ubicó la cantidad de
abstencionistas actualmente entre 30 y 35%, con posibilidades
de incrementarse si ninguna de las opciones de liderazgo logra
cautivar el interés y las expectativas de la gente. Ninguna otra
alternativa está capitalizando el desánimo, la desesperanza, la
desilusión y la impaciencia por la falta de resultados. Por el
contrario, los sectores que están abandonando el chavismo se están
refugiando en la abstención como una manera de manifestar sus críticas
y su descontento frente a la labor presidencial”.[4]
Este
descontento tiene una sólida base material: a lo largo de los 7 años
de mandato chavista, no han variado sustancialmente las condiciones de
vida de millones de trabajadores. Por el contrario, la inflación
cercana al 25% en 2005 (se estima similar para este año) está devorado
los salarios. Tampoco las condiciones laborales han sido
modificadas en lo esencial. Chávez se ha negado siquiera a tomar
medidas antiimperialistas elementales como, por ejemplo, dejar de
pagar la deuda o nacionalizar el 100% de las multinacionales; ni qué
hablar de tomar medidas anticapitalistas. Su programa de
“socialismo del siglo XXI” no es más que un capitalismo de Estado
y asociación con las multinacionales para hacer empresas de capital
mixto altamente rentables. A eso hay que agregarle los planes
asistenciales, las cooperativas y los microemprendimientos. A eso se
reduce el socialismo à la Chávez. Esa es la base material del
descontento.[5]
La
independencia de clase es concreta
Los
compañeros del PRS llaman a votar a Chávez “desde la perspectiva
de clase de los trabajadores y con un programa socialista
revolucionario”. Agregan que “estamos conscientes de que aún no
hemos alcanzando un auténtico gobierno directo de los trabajadores y
el pueblo, sin explotadores, sin opresores, ni burócratas, ni
corruptos y que sólo será posible avanzar hacia el socialismo si
rompemos con el imperialismo y eliminamos el modelo capitalista basado
en la propiedad privada sobre las empresas, los bancos, las tierras,
los recursos naturales y la explotación del trabajo asalariado”. Y
aclaran que el voto a Chávez lo hacen “promoviendo un programa que
compagine con las demandas y expectativas que tienen decenas de miles
de trabajadores afiliados a la UNT, de los campesinos que exigen
reforma agraria, de los millones de desempleados que quieren
trabajo genuino, de los activistas populares que reclaman
protagonismo social, de los trabajadores que ocupan y ponen en
funcionamiento empresas, en fin, de todos aquellos que quieren
profundizar la revolución y que sólo encuentran a su paso a
oportunistas, burócratas y corruptos que se oponen a que se cumplan
sus reclamos” [6].
Muy
bien. En todo el texto se pueden encontrar este tipo de citas. Pero lo
dramático de su posición es que en ningún momento se les explica
pacientemente a los trabajadores que para obtener estos objetivos
es necesario un gobierno de los trabajadores. Que con Chávez
en la presidencia obtener estos objetivos no es realmente posible.
Es
decir, no se sostiene la más elemental actitud de independencia de
clase, que es el llamado a no confiar en un gobierno burgués, así
sea “anormal”. Porque es evidente que la única manera de
conseguir la satisfacción de las necesidades de los trabajadores sería
tomar un camino anticapitalista, cosa que Chávez nunca va a hacer,
por más que le prendamos un millón de velas.
Para
ir en un camino de ruptura hay que preparar una auténtica revolución
social que ponga a la clase obrera en el poder. Pero el mayor obstáculo
hoy para esto es, precisamente, la confianza que los trabajadores
tienen en el propio Chávez.
Lamentablemente,
los ejes de campaña del PRS son funcionales a la capitulación a
Chávez: se ubican –a todos los efectos prácticos– en un
frente único con él. Los compañeros hasta han estado
desesperados por entrar en el comando electoral del propio chavismo.
En
estas condiciones, la consigna: “Por una Venezuela Socialista, sin
patronos, terratenientes, burócratas, ni corruptos. Reelijamos al
presidente Chávez” se transforma en una insípida generalidad que no
marca la tarea política número uno del momento: que los
trabajadores no confíen en Chávez. Al contrario, parecería dar
a entender que esto se puede lograr con Chávez. Pero, justamente, la
única manera de crear las condiciones para que haya una “Venezuela
socialista” es que los trabajadores no depositen un gramo de
confianza en Chávez.
Toda política que no parta de esta elemental
posición de independencia de clase y no ayude a sacar esa conclusión
no constituye más que una capitulación al gobierno de Chávez.
En
este marco, se leen en los materiales de los compañeros cosas escandalosas
como ésta: “La candidatura del actual Presidente de la República y
Líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Rafael Chávez Frías,
representa la esperanza de un pueblo que lucha por una transformación
social radical que permita alcanzar un nuevo modelo económico de
justicia social y lo considera su principal instrumento en la batalla
contra el imperialismo y la oposición golpista”.[7] Precisamente
contra esta idea es que corresponde explicar y alertar, no adaptarse y
fomentarla.
Pero
lo peor de la capitulación del PRS, por más que se la “vista de
rojo”, es que ya empezó el proceso de experiencia política con
Chávez. Y si desde las corrientes de izquierda no se da una
respuesta correcta, más temprano que tarde, ese descontento lo va
a capitalizar la derecha. No sólo por omisión, como es la
probable alta abstención que se registre en diciembre, sino
directamente con muchos votos.
Para
que el proceso de descontento no vaya a una frustración y hacia la
derecha, es imprescindible que desde los que se consideran de la
izquierda revolucionaria avancen en una auténtica independencia de
clase. No sumándose al comando electoral del chavismo, sino apuntando
a presentar candidaturas obreras independientes, entre otras cosas.
Pero esto es lo opuesto del curso actual del PRS, que parece ir
cada vez más en el camino incorrecto.
Se
acercan momentos cruciales para el PRS. Chávez ha lanzado la idea que
después de las elecciones formará un “partido único”. El
PRS estará ante el dilema de ser o no ser: capitular definitivamente,
disolviéndose, o darse un verdadero curso de independencia de clase.
La propuesta de Chávez lo pondrá ante una opción de hierro: o
capitula también organizativamente o va hacia una política
consecuente de independencia de clase.
Notas:
1.
Opción Socialista N° 8, “Protocolo de unidad electoral”
en www.revolucionysocialismo.org/publicaciones
2.
Clarín 6-9-06: “Demócratas de EE.UU.: Chávez no es
"amenaza"”
3.
Las Misiones son los distintos planes asistenciales, de salud, educación,
muchos de ellos incluyen pago en dinero para los beneficiarios, etc.
El Mercal es un plan del gobierno que consiste en crear mercados con
precios más baratos, abastecidos centralmente por los grandes grupos.
“El
próximo 3 de diciembre, nuevamente los trabajadores y el pueblo
venezolano mediremos fuerzas con los factores internos y externos que
quieren impedir el paso revolucionario y victorioso de un pueblo”.
4.
Clarín 3/09/06 “Cae la intención de voto a Chávez”. Los
destacados son nuestros.
5.
Ver en SoB 86, Flor Beltran “Cierta
tristeza y preocupación”.
6.
Opción Socialista N° 8, Nelson Gámez “El PRS y las elecciones
presidenciales”.
7.
Opción Socialista N° 8, Protocolo de unidad, UPV- C-CURA.
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