Pedido
de ingreso de la C–CURA al PSUV de Chávez
El
callejón sin salida del tacticismo
Por
Roberto Sáenz
Socialismo
o Barbarie, periódico, 12/04/07
El
16 de diciembre pasado, festejando su triunfo electoral, Chávez lanzó
formalmente el llamado a conformar el “Partido Socialista Unificado
Venezolano” (PSUV). Con el comienzo del año en curso y el anuncio
de una serie de medidas –entre ellas, las “nacionalizaciones”
con pago de empresas eléctricas y telefónicas– reafirmó la
“necesidad” de construir el PSUV, que realizó el 24 de marzo un
acto en el teatro Teresa Carreño que desbordaba de “promotores”.
En
estas condiciones, el lanzamiento del PSUV se ha ido configurando en
las últimas semanas en una verdadera divisoria de aguas a nivel de
la izquierda revolucionaria, no sólo venezolana sino latinoamericana.
Esto es así porque pone a todas las corrientes a prueba, en el
sentido de quiénes realmente y en los hechos defienden contra viento
y marea la independencia de clase de los trabajadores y quiénes no,
bajo el pretexto de poner en pie supuestas “vías de acceso a las
masas” o expresar “vocación de poder”.
No
casualmente, el MES brasilero y el MST argentino se han apresurado a
llamar a sumarse al PSUV con armas y bagajes. Desde la Corriente
Internacional Socialismo o Barbarie opinamos lo contrario. Como
ya señalamos oportunamente en nuestro artículo “¿En que consiste
el socialismo de Chávez?”,
el lanzamiento del PSUV no es más que una iniciativa que responde
(como la sombra al cuerpo) a la orientación general del chavismo
luego de su reelección en diciembre pasado: dar pasos para
aumentar las bases de sustentación de su gobierno, ampliando los
elementos de capitalismo de Estado, así como el encuadramiento de las
masas obreras y populares.
En
este marco, el PSUV, una organización lanzada desde las alturas del
poder estatal, no puede ser otra cosa que un partido de estado
burgués. Por lo tanto, sumarse a él es un
doble crimen: un
crimen de confusionismo político y un crimen contra la necesaria
–lucha por la independencia política de los trabajadores, contra el
chavismo.
Las
razones profundas del PSUV
El
lanzamiento del PSUV por parte de Chávez tiene razones evidentes: el
gobierno viene de su reciente reelección y toda su acción de
gobierno en los últimos meses ha estado al servicio de relanzar su
gestión. El carácter del relanzamiento gubernamental es muy claro: ampliar
las bases de sustentación que hacen del gobierno de Chávez un
gobierno con rasgos distintos a los de la mayoría de la región, pero
que no por esto deja de ser un gobierno burgués.
Ya
hemos escrito acerca de las características específicas del gobierno
chavista: una suerte de nacionalismo burgués en las condiciones
del siglo XXI y de la profundidad del proceso de rebelión popular que
ha venido viviendo Venezuela desde el “Caracazo” de 1989. Este
nacionalismo burgués tiene dos sostenes materiales.
Por
un lado, algo histórico y característico de la economía venezolana
retomado y profundizado por Chávez: los elementos de
“capitalismo de Estado”. Es decir, el hecho de que parte muy
importante de la economía nacional –que se basa en la producción
de petróleo– esté en las manos directas del Estado. Con las
últimas nacionalizaciones burguesas realizadas por Chávez, esto se
ha reforzado: la empresa de electricidad de Caracas, la empresa
telefónica nacional y determinadas áreas petroleras pasaron a manos
del Estado o a la condición de empresas “mixtas”, con leve mayoría
accionaria estatal. Este mayor peso del Estado en una economía que,
al mismo tiempo, sigue siendo capitalista, evidentemente le da a Chávez
un mayor poder de arbitraje y regulación, y es la base esencial para
poder mejor negociar con capitalistas amigos (y no tanto) y con los
diversos imperialismos.
Pero
hay un segundo aspecto de gran importancia en la consolidación del
gobierno chavista: se trata del control estatal sobre las masas
populares y los trabajadores. Hemos desarrollado la caracterización
de que Chávez, ante el justo desprestigio de la democracia burguesa y
la bancarrota de la IV República, tiende a apoyarse en mecanismos
plebiscitarios. Es decir, en la constante y repetida apelación
electoral directa a las masas populares para que éstas, con su voto,
ratifiquen por aclamación las políticas gubernamentales. Esto nada
tiene que ver con la auténtica democracia de los trabajadores, basada
en sus propias organizaciones, sino que configura más bien un
modelo opuesto, que en la tradición del marxismo clásico se llama
“bonapartismo”.[3]
Pero
ocurre que Venezuela ha vivido a lo largo de la última década y
media un proceso de auténtica rebelión popular, que dio lugar a un
sinnúmero de experiencias de lucha y organización desde abajo. La
más importante de ellas ha sido la lucha contra el paro petrolero de
fines de 2002 y principios de 2003 y la creación de la Unión
Nacional de Trabajadores (UNT), una progresiva organización sindical
nacional mayormente independiente del Estado, que vino a reemplazar a
la vieja burocracia de la CTV.
Precisamente
por esto, otra de las claves para la consolidación del chavismo y la
ampliación de su base –así como para poder maniobrar y pactar con
la burguesía y el imperialismo sin cuestionamientos molestos desde
abajo– pasa justamente por el firme encuadramiento de estas
mismas masas por el propio Estado y el aparato político del chavismo,
al estilo de Perón. Y esto es así más allá de las altisonantes
palabras con las que Chávez quiere rodear el operativo del PSUV,
supuestamente “construido de abajo hacia arriba”.
El
lanzamiento del PSUV y los crecientes ataques contra la autonomía de
la UNT y la C–CURA son parte de esto: el feroz giro chavista al
encuadramiento de los más vitales movimientos de trabajadores y la
vanguardia luchadora (cuestión que ya venía planteada desde la
campaña electoral de 2006).
Y frente a esta decisión política del chavismo de dar pasos
efectivos para el sometimiento de los sectores independientes, no
puede haber “tacticismo” que valga: hay que salir a enfrentar
clara y abiertamente este operativo de cooptación. De ahí que
sea tan criminal y capitulador que corrientes que se consideran
“revolucionarias” planteen alegremente el “ingreso al PSUV”, o
que los propios compañeros de la C–CURA y el PRS hayan tomado la
desastrosa decisión de pedir ese ingreso.
El
carácter estatista–burgués del PSUV
Pero
no sólo por ser una maniobra de cooptación cabe rechazar el planteo
del ingreso al PSUV. La esencia principista de la cuestión tiene que
ver con el carácter social del propio proyecto de partido.
Porque desde el vamos se trata de un engendro estatal y burgués
hasta la médula. ¿Qué otra cosa puede indicar la “Comisión
Nacional Promotora”, designada a dedo por Chávez con figuras de lo
más connotadas del elenco gubernamental y ministerial?
O la elección de los “promotores” para el reciente encuentro en
el Teresa Carreño, donde se dejó afuera a gente que no es de
confianza del “aparato”, como la misma C–CURA. O el hecho de que
los primeros anotados para el PSUV son una verdadera pléyade
interminable de gobernadores, intendentes, legisladores, concejales y
arribistas de toda laya.[6]
Como
señalara León Trotsky en las discusiones sobre el carácter del
partido nacionalista chino Kuomintang, independientemente de que el
99% de los integrantes de un partido fueran trabajadores (lo que no
es el caso del PSUV en formación) lo que termina decidiendo su carácter
social el 1% de su cúpula dirigente. Son sus “cumbres” (léase,
“junta promotora” del PSUV) las que le dan su esencia social,
más allá de las frases bonitas de rigor.
En
palabras de Trotsky: “Se defendió la necesidad (...) de entrar en
el Kuomintang pretendiendo que este último, según su composición
social, era el partido de los obreros y de los campesinos; que las
nueve décimas partes del Kuomintang (...) pertenecían a la tendencia
revolucionaria y estaban dispuestas a marchar conjuntamente con el
Partido Comunista (...). Como se sabe, la sociedad burguesa está
construida de forma que las masas no poseedoras, descontentas y
engañadas, se encuentran abajo, mientras que los que las engañan están
arriba. Es así, según este principio, como está construido todo
partido burgués, si es verdaderamente un partido, es decir, si
incluye a las masas en unas proporciones bastante considerables.
En la sociedad dividida en clases no hay más que una minoría de
explotadores, estafadores y aprovechadores. Así, pues, todo partido
capitalista se ve obligado a reproducir y reflejar, de una forma u
otra, en sus relaciones internas, las relaciones que existen en la
sociedad burguesa en general. Por consiguiente, en todo partido burgués
de masas, la base es más ‘democrática’ y más ‘izquierdista’
que la cumbre (...) Las cumbres del Kuomintang (...) son en
realidad el alma del Kuomintang, su esencia social. Ciertamente,
la burguesía no es en el partido más que una ‘cumbre’, al igual
que lo es en la sociedad. Pero esta cumbre es poderosa, debido a su
capital, a sus conocimientos, a sus relaciones, por la posibilidad que
tiene siempre de apoyarse en los imperialistas, y
principalmente
por su poder de hecho en el Estado y en el ejército cuyos cuadros más
elevados se confunden íntimamente con la dirección del Kuomintang”.[7]
Y
Trotsky agrega algo decisivo contra desastrosas orientaciones como la
resuelta por la C–CURA de “exigir derechos democráticos” en el
PSUV, desconociendo el “alma social” del partido chavista en
ciernes: “considerar al Kuomintang no como un partido burgués sino
como una arena neutra en la cual se lucha para tener al lado a
las masas, utilizar como un triunfo a las nueve décimas partes
constituidas por la base de izquierda para camuflar la cuestión de
saber quién es el dueño de casa, significa consolidar la potencia y
el poder de la ‘cumbre’ (...) Creían que mediante simples
reelecciones en el Congreso del Kuomintang el poder pasaría de las
manos de la burguesía a las del proletariado ¿Se puede concebir una
devoción más enternecedora, más idealista en la ‘democracia del
partido’... cuando se trata de un partido burgués? Puesto que
el ejército, la burocracia, la prensa y los capitales están en manos
de la burguesía, esto es precisamente lo que asegura el timón del
partido en el poder (...).
Merced a estos poderosos medios, la
esfera burocrática superior mantiene su poder no solamente sobre las
pretendidas nueve décimas partes de miembros de ‘izquierda’ del
partido, sino también sobre las masas populares en su conjunto”.[8]
Estas
palabras no son sólo extremadamente educativas sino que retratan
exactamente la realidad actual ante el lanzamiento del PSUV.
Porque más allá de ciertas resistencias de las cúpulas del PPT,
Podemos y PCV (formaciones chavistas más pequeñas que el MVR), ya
hemos señalado el verdadero “aluvión” de funcionarios políticos
y arribistas del aparato estatal burgués. Y, además, esto se
refuerza por el hecho que la estructura del partido está pensada
de una manera casi estrictamente territorial–electoral al
servicio de la “plebiscitación” constante de Chávez y donde
desde ya, e inevitablemente, los trabajadores aparecerán
totalmente diluidos y sin fuerza social ni política.
En
estas condiciones, el PSUV es casi un mamarracho organizado totalmente
desde arriba, un engendro estatal–burgués que, por más
ilusiones que seguramente esté despertando, socialmente no llega a
ser siquiera una formación pequeño–burguesa o “bipartita” (es
decir, obrera y campesina u obrera y popular) relativamente
independiente: termina configurando las bases de un partido de
estado burgués, por más caribeño, “progre” y todavía con
“buenos modales” (¿hasta cuándo?) que se presente el chavismo.
¿Cuestión
táctica o de principios?
En
estas condiciones, la orientación que han resuelto los compañeros
dirigentes obreros de la C–CURA no sólo es un desastre sino que
roza la tragedia. En los debates internos de la corriente
internacional de la cual son parte o simpatizantes varios de ellos, la
UIT, habrían señalado que se trata de “una táctica para no
entrar”. Nos gustaría creerles. Sin embargo, es el conjunto de su
ubicación política frente al fenómeno del chavismo (que no viene de
ahora sino de años atrás) lo que hace difícil considerar ese tipo
de argumentos. Que se trata de honestos compañeros está fuera de
duda. Que tienen una trayectoria de dirigente obreros de enorme
importancia (de los más importantes actualmente provenientes de las
filas del trotskismo), tampoco tenemos la menor duda. Y sería injusto
desconocer que están sometidos a una tremenda presión política por
parte del chavismo. Pero esto no justifica dar el paso capitulador
que están dando y que muestra los históricos límites
“sindicalistas” (escudados en un falso “morenismo”) de su
experiencia política, y el verdadero desastre al que se puede arribar
por el expediente del tacticismo sindicalista, aunque se vista de
revolucionario.
En
el propio boletín de discusión internacional de la UIT una
contribución muy interesante advierte que: “me preocupa esta
resolución (es decir, la de solicitar el ingreso al PSUV, nder),
porque la considero una tremenda trampa que en corto plazo nos
coloca del lado del gobierno, en la medida en que seremos parte del
partido que gobierna. ¿Sería fácil actuar dentro del MVR y
mantener la independencia de clase? Les pregunto: ¿cuál será la
diferencia entre este partido –el PSUV– y el MVR? ¿Nuestra
presencia? Si realmente pensamos esto, estaremos menospreciando el
tremendo peso del aparato del gobierno y del Estado burgués
(...). Es completamente diferente la batalla que damos en el seno de
la UNT contra dirigentes sindicales desprestigiados en sus bases (...)
con la que tendremos que dar en el Partido Único de Chávez, que es
un verdadero Bonaparte y determinará los rumbos de ese partido y nos
aplastará con el aparato muy bien aceitado del Estado que estará
al servicio del MVR / PSUV... con el riesgo cierto de que nos gane
buena parte, sino toda, la base que estamos llevando”. Nos parece una crítica
aguda, sensata y concreta a la equivocada, criminal orientación
resuelta por Orlando Chirinos, Stalin Pérez Borge y demás compañeros
de hacer ingresar al PSUV la flor y nata del activismo obrero
venezolano.
La
lamentable lógica no escrita de los compañeros es: “para que no
nos revienten en el movimiento sindical, debemos ser más chavistas
que el propio Chávez”. Es decir, algo así como anotarse
primero para entrar (“en las mejores condiciones posibles”, de ahí
las reiteradas cartas a Chávez, que éste nunca responde...) en el
PSUV. No otra explicación tienen las declaraciones y definiciones políticas
que a este respecto vienen dando los compañeros. Que se parecen menos
a una supuesta “táctica” para no entrar que a la búsqueda de un
ingreso en las “mejores condiciones que sean posibles”.
Pero
frente a problemas “principistas” y estratégicos –como
es la actitud frente a un partido burgués– no hay tacticismo que
valga, porque sólo conduce a un callejón sin salida y a contradicciones
políticas insalvables.
Frente
a la conformación de un partido estatizado hasta la médula, burgués
y de encuadramiento (por más “socialista” que se autoproclame),
toda “táctica” debe subordinarse a una definición política
tajante y clara: no estamos a favor de entrar al PSUV; por el
contrario, reivindicamos el pluripartidismo de los partidos de la
izquierda y obreros. Es a partir de esta definición política que
pueden venir las más variadas (y seguramente necesarias) tácticas
para el dialogo con la vanguardia y la base de la C–CURA y la UNT.
Los
compañeros, en sus cartas a Chávez del 20 y 27 de marzo pasado,
dieron argumentos acerca del balance de las experiencias socialistas
del siglo XX y defendieron correctamente la necesaria “autonomía”
(es más preciso el concepto de independencia) de los sindicatos
respecto del Estado, incluso si se tratara –lo que no es el caso,
obviamente– de un auténtico Estado obrero.[11]
Pero
en su argumentación olvidaron un factor esencial que, sin embargo,
correctamente figura en muchos textos de crítica internacional al
llamado al partido “unificado” de Chávez: la clásica crítica
auténticamente trotskista y marxista revolucionaria al partido único;
la reivindicación del pluripartismo “soviético” (es decir, al
interior de los consejos de trabajadores); el hecho –ya señalado
por Lenin en su crítica a la socialdemocracia de comienzos del siglo
XX– que la clase obrera misma no es homogénea y que conviven en su
interior tendencias reformistas y revolucionarias, sectores avanzados
y atrasados, lo que justifica, explica y hace necesarios varios
partido que se reivindiquen obreros y / o socialistas.
De
la manera más pedagógica posible, deberían haber señalado que
reivindican el derecho a su propia organización (el PRS, a todos los
efectos prácticos muerto al nacer) y a la independencia política
–y no sólo sindical– de la clase obrera frente al Estado y demás
partidos burgueses y pequeño burgueses. A pesar de todo, Chávez
todavía podría ser colocado a la “defensiva” en este terreno tirándole
con toda la munición gruesa del balance nefasto del estalinismo.
Digresión
sobre la historia del Partido Laborista argentino
El
vínculo mismo de los compañeros con la UIT debería alertarlos
sobre el ejemplo del peronismo en la argentina en la década del 40.
Esto hace parte de ese perverso mecanismo de reivindicación de Nahuel
Moreno que se repite como una letanía, por parte de muchos de los
“morenistas” que en el mundo hay, pero que no asimila ni una
palabra de los aspectos más revolucionarios, o que mejor han pasado
la prueba, de su trayectoria, sino sólo sus costados más
oportunistas.
Mil
veces se ha contado la historia de la efímera experiencia del Partido
Laborista argentino en la década del 40, de su dirigente obrero
burocrático Cipriano Reyes, de cómo fue este partido el que hizo la
campaña por la elección de Perón en febrero de 1946, y de cómo,
cuando éste ordenó disolverlo para crear el “Partido Único de la
Revolución” (el parecido con el PSUV no es mera coincidencia), Reyes
se opuso y fue barrido de la escena y encarcelado por el mismo Perón.
Cuenta
al respecto Milcíades Peña: “En marzo de 1946, apenas ganadas las
elecciones, Perón anuncia su intención de disolver al Partido
Laborista e integrarlo en un ‘Partido Único de la Revolución’.
De inmediato, los dirigentes laboristas se oponen, encabezados por
Cipriano Reyes. Perón resiste por unos meses, pero poco después de
asumir el poder ordena por radio la disolución del Partido Laborista
y de la Junta Renovadora de la UCR, y su fusión en el ‘Partido Único’,
que a poco de andar pasaría a llamarse, simplemente, Partido
Peronista (...). Reyes decide resistir (...). Perón responde con
represión y soborno y uno a uno todos los dirigentes laboristas
capitulan (...). Desde mediados de 1946 Reyes sufre por los menos seis
atentados (...). Por fin, a mediados de 1948, Perón liquida
definitivamente al héroe del 17 de octubre, anunciando al país el
descubrimiento de un supuesto complot entre Reyes y otros dirigentes
laboristas destinado a... asesinar a Perón y Eva Perón (...) las
masas trabajadoras son convocadas a Plaza de Mayo (...) ovacionan a
Perón y celebran alegremente la destrucción del primer intento de
organización política autónoma del nuevo proletariado argentino.
Bajo el peronismo, dentro del peronismo, no había lugar para un
partido obrero peronista, es decir, para dirigentes obreros de ideología
burguesa, colaboradores del Estado pero respaldados, ante todo, en las
organizaciones sindicales. El peronismo sólo tenia lugar para
dirigentes obreros convertidos en funcionarios del Estado”.[12]
Más
allá de que los métodos chavistas todavía son distintos (dadas las
evidentes diversas circunstancias históricas) y de que el fenómeno
Chávez se presenta a “izquierda” del peronismo de mediados del
siglo pasado, ¿no encuentran sin embargo los compañeros paralelismo
alguno entre el accionar de Perón y la actual orientación chavista
del PSUV y de reventar la UNT?
[1]
La UIT (corriente internacional de la Izquierda
Socialista argentina) acaba de sufrir una escisión como
subproducto de este debate de parte de una minoría que, aun
con formulaciones algo toscas y doctrinarias, tiene en este tema
toda la razón.
[2]
Ver Socialismo o Barbarie 95.
[3]
“El instrumento que ha encontrado Chávez para poner en pie un régimen
político a su medida es la apelación constante al mecanismo
plebiscitario. Es decir: dirigirse a las masas casi sin
mediaciones para hacerse ratificar una y otra vez. Y por esta vía,
erigirse en árbitro ‘benigno e ilustrado’ de los intereses
sociales desde arriba (en última instancia, en beneficio de
la clase burguesa como un todo). De ahí también que pretenda la
reelección indefinida. En el marxismo esto se llama
‘bonapartismo’; en todo caso estamos frente al ejemplo de un
‘simpático’ bonapartismo caribeño” (SoB 95).
[4]
Con el llamado al voto acrítico a Chávez por parte de
los compañeros de la C–CURA y el PRS / UIT, no alertaron
a la vanguardia y desarmaron políticamente para lo que está
ocurriendo ahora y que era cantado: que Chávez iba a caer con
todo su peso político y su ratificación electoral para intentar
borrar de un golpe cualquier atisbo político y sindical
independiente a su gobierno.
[5]
Integran la “Comisión”: Diosdado Cabello (connotada figura de
la nueva burguesía bolivariana), José Vicente Rangel (ex vice de
Chávez), Freddy Bernal, Titina Azuaje; Antonia Muñoz, Erika Farías,
David Velásquez, Jorge Rodríguez (actual vicepresidente del país)
y Francisco Arias Cárdenas (embajador en la ONU del chavismo),
entre otros. Como se ve, una representación bien surgida desde
las “bases”...
[6]
Sólo a titulo ilustrativo y sin orden de jerarquía: Aníbal Dose,
alcalde del municipio de Los Guayos y miembro de Podemos; los
diputados nacionales Tomás Sánchez, Jeny Cedeño y Denis
Peralta, también de Podemos; el gobernador de Yaracuy, Carlos Jiménez,
y el alcalde de Maracaibo, Gian Carlo Di Martino; el gobernador
del estado de Guarico, Eduardo Manuit, miembro del PPT; el alcalde
de Nueva Esparta, Eligio Hernández, etc. Se trata de una
verdadera legión de figurones, burócratas y politiqueros que se
pasa con armas y bagajes al PSUV para asegurarse su futuro político
y su parte del botín estatal.
[7]
León Trotsky, Stalin, el gran organizador de derrotas,
Buenos Aires, El Yunque, 1973, pp. 271 ss.
[9]
Carta de Adolfo, “Informe sobre la discusión de la CCURA y el
PSUV de Venezuela de la IUT, marzo 2007.
[10]
La minoría escindida de la IS ha planteado en este debate que el
ingreso al PSUV plantea un problema que no es “táctico”, sino
de principios, y en esto tienen toda la razón.
[11]
No casualmente y como parte de su giro hacia la cooptación y
estatización del movimiento obrero, Chávez aclaró en su alocución
en el acto del teatro Carreño que “los sindicatos no deben
ser autónomos” y que “habría que terminar con eso”.
[12]
Masas, caudillos y elites, Buenos Aires, Ediciones Lorraine,
1974, pp. 106 y 107.
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