Chávez, el “socialismo del
siglo XXI” y la propiedad privada
Por Sebastián Chavarría Domínguez
El Socialista Centroamericano Nº
66, julio de 2007
Al regresar a Caracas, después de
asistir a la celebración del 19 de Julio en Managua, Nicaragua, el
Presidente Hugo Chávez definió por primera vez, con mucho más
claridad, lo que debe ser el “socialismo del siglo XXI”. En los próximos
días, Chávez presentará a la Asamblea Nacional de Venezuela una
propuesta de reforma constitucional que incluye la implantación del
“socialismo”, así como la reelección presidencial indefinida.
En Centroamérica, la mayoría
de los militantes y activistas de izquierda simpatizan con Chávez y
el llamado “socialismo del siglo XXI”. No obstante, muchos
desconocen el significado de este concepto. Chávez dijo sin ambages
que “nuestro socialismo acepta la propiedad privada, sólo que debe
estar en el marco de una Constitución, de las leyes y del interés
social (…) Nuestro modelo socialista acepta en Venezuela la
presencia de empresas privadas extranjeras, siempre que acaten las
leyes venezolanas” (Nuevo Herald 22/07/07).
Uno de los grandes meritos
históricos del presidente Hugo Chávez
fue colocar el tema del socialismo como meta, después que el
imperialismo y las burguesías se regocijaban por el derrumbe del
socialismo en la URSS, y la restauración del capitalismo salvaje en
Europa del Este, China, Vietnam, con las excepciones de Corea del
Norte y Cuba.
Sin embargo, desde la época de
Marx se discutió ampliamente si la propiedad privada continuaría
existiendo bajo el socialismo. En principio, la pequeña y mediana
propiedad puede existir bajo el socialismo, pero no así los grandes
medios de producción que deben ser estatizados bajo el control democrático
de los trabajadores. La socialización de la pequeña y medida
producción debe realizarse en base la experiencia política de estos
sectores sociales, y a la capacidad del Estado para dotarlos de los
elementos necesarios para iniciar una producción de manera colectiva.
Pero Chávez no ha diferenciado
el tamaño de la propiedad y su peso en la economía, sino que ha
reconocido lo que tanto le hemos criticado: que en Venezuela existe un
sistema capitalista, controlado por el Estado, basado en la gran
propiedad privada.
Al reconocer y permitir la
existencia de las “empresas privadas extranjeras”, Chávez ha
aceptado el rol de estos monopolios imperialistas, de la misma manera
que ha constituido empresas mixtas con estas transnacionales en la
industria petrolera.
Chávez continuó con su
disertación: “eso mismo lo hablé con Fidel Castro hace unas
semanas, y con el presidente de Bielorrusia, Alexandre Lukachenko, que
uno de los errores (del socialismo) fue haberse aferrado al dogma
(...) En el tema de la pequeña propiedad privada de la tierra, por
ejemplo, Daniel [Ortega] dice que ellos cometieron ese error. A todo
el mundo le quitaron la propiedad, a los pequeños, a los medianos y a
los grandes productores.(…) mucha gente que era sandinista se volvió
en contra del sandinismo. En eso coinciden también Fidel Castro y
Lukachenko, no debemos aferrarnos al dogma, no hay que estatizar toda
la economía” (Ibid).
Daniel Ortega le ha mentido a
Chávez. En Nicaragua, en el periodo de la revolución (1979-1990) no
hubo socialismo, sino la llamada “economía mixta”. El FSLN cometió
el gran error de no entregar las parcelas de tierras a los campesinos
pobres, sino que se concentró en crear grandes complejos
agroindustriales estatales. Esa fue la verdadera razón por la que
miles de campesinos e indígenas ingresaron al ejército de la contra.
Cuando el FSLN quiso corregir el error en 1986, entregando parcelas
individuales, era demasiado tarde.
El problema es que Chávez,
aconsejado por Fidel Castro, repite que “no debemos aferrarnos al
dogma, no hay que estatizar toda la economía”.
¿Cuál dogma? Sin la
nacionalización de los principales medios de producción, sin el
control democrático de los trabajadores sobre las grandes empresas y
haciendas, el socialismo no será posible. La actitud de los
socialistas hacia la pequeña y mediana producción es de
convencimiento, no de colectivización forzosa, como lo hizo Stalin.
Invitamos a toda la izquierda
centroamericana a debatir sobre este importante tema.
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