Homenaje
a Lucy González de Parsons
La viuda mexicana de los Mártires de Chicago
Por Raúl Lescas Jiménez
Capítulo
IX. Lucy González de Parsons, la viuda mexicana de los Mártires de
Chicago
Del libro: Historia del 1° de Mayo (en prensa).
Escuela Nacional para Trabajadores, plantel Morelia, México,
8 de marzo de 2004
Somos las esclavas de los esclavos.
Nos explotan más despiadadamente que a
los hombres.
(Lucy González de Parsons, 27 de junio de 1905).
Lucy González de Parsons,
una mexicana en Chicago
¿Lucy González de Parsons?, ¡ah!.. sí... es:
“... una mulata que no llora”, subrayó en el papel, José Martí,
el grande de Nuestra América, quien se encontraba en Nueva York el 2
de septiembre de 1886, y se enteró de los sucesos de Haymarket Square
(La Plaza del Heno); tomó su pluma y la describió en una carta al
diario La Nación de Buenos Aires, Argentina.[1]
Después, quizá sin saber que esa “mulata” era de
madre mexicana, se detuvo para ver porqué de los ojos de Lucy no
escurrían lágrimas, cuando el Gran Jurado estadunidense, condenó a
morir en la horca a su fiel compañero, Alberto Richard Parsons, uno
de los ocho Mártires de Chicago.
Cuando en la sala se escuchó el veredicto de: “¡Culpables!”...
¡Morirán en la horca el próximo 11 de noviembre de 1887!, la
mexicana sintió como un nudo le ahorcaba su débil garganta, pero sin
hacer gestos en su cara, tragó saliva y se contuvo para no derramar lágrimas
que mojaran sus pequeños ojos ante los verdugos... solo apretó el
rostro contra su puño cerrado.
Tomó los cordones de una cortina, los amarró como un
nudo de la ahorca y los arrojó por la ventana, para que los obreros
concentrados en la plaza que cercaba al tribunal, entendieran el
castigo que los capitanes de la industria le imponían a los que
lucharon por reducir la jornada laboral a 8 horas.
Alberto Parsons la miró fijo y, se acordó aquel
lejano día cuando la conoció en los campos algodoneros de Austin,
Texas. Entonces, Lucy quizá era esclava de los racistas hacendados
tejanos, quienes habían incitado a la Unión Americana a declararle
la guerra a México, con tal de adueñarse de la frontera norte del México
recién independizado de la Corona española.
Estados Unidos de América como se autonombraron, se
expandía a caballo de la industrialización, el exterminio de las
tribus nativas, entre ellos, el padre de Lucy, quien al parecer fue un
indio Creek y, el arrebato de la mitad del territorio mexicano, una de
cuyas víctimas fue la madre de Lucy.
La mente mulata de Lucy se cimbró con el recuerdo,
que como un rayo, le trajo las imágenes del 1° de Mayo de 1886,
cuando su corazón saltaba dentro del pecho al ver a los miles y miles
de huelguistas que se aprestaban a movilizarse y llevó a sus pequeños
hijos al desfile del Primero de Mayo; tomada de la mano de su querido
Alberto, gritaba: “no queremos trabajar más de 8 horas”.
Su pequeña hija, Lulú, de escasos 8 años y,
Albertito de 7, cantaban y gritaban consignas que se expandían como
rocío por el pasto verde que acompaña el borde del gran lago de la
ciudad industrial de Chicago, ese tocinero de mundo, aquel estibador
de trigo y ¡el faquín de la Nación!, como diría el poeta Carl
Sanburg.
Los Parsons nunca se imaginaron que año tras año,
como los peces en la pecera, los obreros del mundo harían el mismo
recorrido de Lucy, Alberto, Lulú y Albertito, ya no por el Lago Font,
sino por las calles del mundo.
Muchos años antes, la familia Parsons habían
emigrado desde el sur acosados por la segregación racial tejana y, se
habían cobijado en la frontera norte, por el rumbo de Canadá, en la
ciudad de Chicago, donde el Movimiento Obrero se organizaba tenazmente
para declarar una huelga general en pro de la jornada laboral de 8
horas.
Fue el 1° de Mayo de 1886, cuando los obreros de
Norteamérica decidieron tomar en sus manos sus destinos y rescribir
la Historia que había arrancado cuando la inglesa Revolución
industrial había atracado en el puerto de Nueva York.
Pero aquel día, 2 de septiembre, José Martí no
apartaba la vista de la ventana neoyorquina, ni le temblaba la mano,
cuando describió la sentencia del “Honorable” Juez:
“Allí la mulata de Parsons –refiriéndose a la
mexicana Lucy González–, implacable e inteligente como él (Alberto
R. Parsons), que no pestañea en los mayores aprietos, que habla con
feroz energía en las juntas públicas, que no se desmaya como las demás,
que no mueve un músculo del rostro cuando oye la sentencia fiera. Los
noticieros de los diarios se le acercan, más para tener qué decir
que para consolarla. Ella aprieta el rostro contra su puño cerrado.
“No mira; no responde; se le nota en el puño un
temblor creciente; se pone en pie de súbito, aparta con un ademán a
los que la rodean, y va a hablar de la apelación con su cuñado.”.
La escena no pudo ser más dramática, mientras
soplaba el viento helado en la plaza de Chicago.
Pero Martí, impide que se le interrumpa y sigue
relatando:
“La viejita ha caído en tierra (la madre de Augusto
Spies). A la novia infeliz se la llevan en brazos (Nina Van Zandt).
(Lucy) Parsons se entretenía mientras leían el veredicto en imitar
con los cordones de una cortina que tenían el nudo de la horca, y en
echarlo por fuera de la ventana, para que lo viese la muchedumbre de
la plaza.[2]
“La plaza, llena desde el alba de tantos policías
como concurrentes, hubo gran conmoción cuando se vio salir del
tribunal, como si fuera montado en un relámpago, el cronista de un
diario, –el primero de todos. Volaba. Pedía por merced que no lo
detuviesen. Saltó al carruaje que lo estaba esperando.
“–‘¿Cuál es, cuál es el veredicto?’
–voceaban por todas partes.– ‘¡Culpables!’ – dijo ya en
marcha. Un hurra, ¡triste hurra!, llenó la plaza. Y cuando salió el
juez, lo saludaron.”.[3]
Los sindicalistas de Chicago, entonces, desfilaron a
la horca el 11 de noviembre de 1887 y se convirtieron en los Mártires
de Chicago y, Lucy González de Parsons, en su viuda mexicana.
Lucía Eldine González nació en 1853 en Johnson County,
Texas, es decir, a los pocos años en que este Estado pasó a formar
parte de la Unión Americana, tras declarar su “Independencia” de
México y la posterior Guerra de Intervención estadunidense en 1847,
así como la firma de los Tratados de Guadalupe Hidalgo el 2 de
febrero de 1848 (mediante el cual México cedió a los invasores más
de la mitad de su territorio).
Y no eran pocos los mexicanos que vivían en Texas en
la transición a su asimilación a los Estados Unidos. Los
investigadores calcularon, con base a datos oficiales, que en 1860,
sumaban las 19 mil 293 personas, aunque alertaron que era muy difícil
saber con exactitud el número de mexicanos por la forma en que los
gringos los contaban (“Los nativos de México, de padres mexicanos,
no eran enlistados por separado. Por tanto, este sector de mexicanos
es desconocido.”).[4]
Pero Lucy Parsons, como se le conocía en el
movimiento sindical, se consideraba “mexicana” y sus adversarios y
enemigos se referían a ella como una “mujer de color”.[5]
De Lucy se conoce poco de sus años mozos, pero sus biógrafos
recuerdan que ella solía decir que era hija de una mexicana
(probablemente María del Carmen) y de un indio Creek
(quizá de nombre Jhon Waller) y, que a los tres años de edad quedó
huérfana, por lo que un tío maternal la crió en un rancho de Texas.
Joe Lowndes dice que una reciente investigación arrojó el dato de
que probablemente Lucy estuvo esclavizada en ese rancho tejano.[7]
El historiador James D. Cockcroft la definió como
“una mujer hispano hablante de mezcla India-Africana-Mexicana, es
conocido mundialmente que fue una activista obrera toda su vida.”.[8]
Según una investigadora del movimiento feministas
chicano, “En 1848, año en que se presenta en Seneca Falls la
‘Declaración de Sentimientos’ por las sufragistas Elizabeth Cady
Stanton y Lucrecia Mott, las México-americanas comenzaban a
incorporarse al territorio anexado a Estados Unidos luego de la
colonización, y este período es uno de liberación de los chicanos
por su tierra.” Lucy se habría integrado años después a este
movimiento de las mujeres trabajadoras, ya que “mantuvo contacto con
el sufragismo al igual que Emma Goldman, atraídas por las líderes
Jane Addams y Florence Kelley, quienes estaban resueltas a encontrar
mejores condiciones para las trabajadoras inmigrantes (Cotera, 1980,
p. 224).[9]
Los historiadores del Movimiento Obrero Chicago, la
miraron de la siguiente manera: “Ejemplo de una oposición al
capitalismo más ideológicamente orientada fue el de la mexicana Lucy
González Parsons, que comenzó como anarquista para convertirse en
socialista y comunista. Lucy Parsons, mexicano-tejana, alcanzó fama
nacional debido a sus esfuerzos por salvar la vida de su marido y de
los mártires anarquistas de Haymarket en 1886. Todavía en el siglo
XX, siguió siendo una figura clave de los Obreros Industriales del
Mundo (IWW) y de los partidos socialistas y comunistas de Estados
Unidos.”.[10]
A fines del siglo XIX, el cordón algodonero de San
Antonio y Austin (Texas) rivalizaban con el Valle del Río Grande a
“lo largo de la frontera, por lo que toca a número de mexicanos
residentes.
Fue ahí, en Austin, donde Lucy conoció a Alberto Richard Parsons,
con el cual se casó en 1871 o 1872 y, años después, procreó dos
hijos (Lulú y Alberto Jr.).
Como Parsons era un republicano radical, y su recién
fundada familia una mezcla de razas, los tejanos lo obligaron a
emigrar.[12]
Con las escasas pertenencias y las maletas en la mano,
la familia Parsons se trasladó a la ciudad industrial de Chicago en
1873; ahí Lucy abrió una pequeña tienda de ropa quizá por su afición
a los campos de algodón y el trabajo de las costureras, para ayudar a
la economía del hogar, mientras que Alberto laboraba en un taller de
impresión, una vocación que llevaba a flor de piel.
Lucy no sólo tenía cualidades de
organizadora y buena ama de casa, le tomó gusto a la lectura y empezó
a redactar artículos sobre temas diversos en 1878 (sobre los sin
techo, los desocupados, los vagabundos, sobre los veteranos de la
Guerra Civil y, referentes al papel de las mujeres en la construcción
del socialista).[13]
Más adelante, ayudó a fundar la Unión de Mujeres
Trabajadoras de Chicago, que en 1882, Los Caballeros del Trabajo la
reconocieron y la sumaron a sus filas (en esos años no se permitía
la militancia de las mujeres en las organizaciones). Asimismo,
participó de la fundación de la Internacional Working People’s
Asociation (IWPA), una organización de ideas anarquistas que promovían la “Acción
Directa” contra los capitalistas.
En 1885, en plena efervescencia por la jornada de 8
horas, Lucy fue una mujer muy activa en la organización de las
costureras de la industria maquiladora (sweat-shops).
Colaboraba con artículos para el periódico La
Alarma, que editaba su compañero Alberto R. Parsons.
Desde esa tribuna, hizo hincapié en la
defensa de los negros. En un artículo publicado el 3 de abril de
1886, denunció que los negros eran victimas sólo porque eran pobres,
y planteó que el racismo desaparecería inevitable con la destrucción
del capitalismo.[14]
Durante las movilizaciones de mayo de 1886, acompañó
al movimiento obrero desde el primer día. El 1° de Mayo, tomada de
la mano de Alberto y sus hijos, desfiló altiva y orgullosa de
pertenecer a la clase obrera industrial.
Durante los sucesos de Haymarket del 4 de mayo, junto
a sus pequeños Lulú y Albertito, y su esposo, estuvo en el Salón
Zept’s, por lo que nada tuvieron que ver ni ella ni su esposo, en el
lanzamiento de la bomba que mató al policía Degan, razón por la
cual se inculpó a los Mártires de Chicago a morir en la ahorca o
purgar largas cadenas en la cárcel.
Al presentar su propia defensa, el inculpado Oscar W.
Neebe, narró cómo ocurrían las cosas tras los sucesos de Haymarket:
“En la mañana del 5 de mayo (1886) supe que habían sido detenidos
Spies y Schwab y entonces fue también cuando tuve la primera noticia
de la celebración del mitin de Haymarket durante la tarde anterior.
Después que terminé mis faenas fui a las oficinas de El periódico
de los obreros (Arbeiter Zeitung), en donde encontré a la esposa de
Parsons y la señorita Holmes. Cuando iba a hablar con la primera de
dichas señoras, entró de pronto una manada de bandidos, llamados
policías, en cuyos rostros se retrataba la ignorancia y la
embriaguez, gentes de peor calaña que los peores rufianes de las
calles de Chicago.
“El mayor Harrison iba con estos piratas y dijo: ‘¿Quién
es el director de este periódico?’ Los chicos de la imprenta no sabían
hablar inglés, y como conocí a Harrison me dirigí a él y le dije:
‘¿Qué pasa, señor Harrison? Necesito –me contestó– revisar
el periódico por si contiene algún artículo violento’. Yo le
prometí revisarlo y lo hice en compañía del señor Hand, a quien
Harrison fue a buscar. Harrison volvió a los pocos minutos y vi bajar
la escalera a todos los tipógrafos; otra pandilla de rufianes policíacos
entró a tiempo que la esposa de Parsons y la señorita Holmes se
hallaban escribiendo. Uno que yo tenía por un caballero oficial dijo:
‘¿Qué hacéis aquí?’ Y la señorita Holmes, respondió:
‘Estoy escribiendo a mi hermano, que es editor de un periódico
obrero.’
“Al oír esto aquel oficial, la agarró fuertemente
por un brazo, y ante las protestas de aquella señorita gritó: ‘¡Concluye,
zorra, o te arrojo al suelo!’ Repito aquí estas palabras para que
conozcáis el lenguaje de un noble oficial de Chicago. Es uno de los
vuestros. Insultáis a las mujeres porque no tenéis valor para
insultar a los hombres. Lucy Parsons obtuvo igual tratamiento, a la
vez que le aseguraban que no se publicaría más el periódico y que
arrojarían por la ventana todo el material de la imprenta. Cuando oí
esto, cuando vi que se pretendía destruir lo que era propiedad de los
obreros de Chicago, exclamé: ‘Mientras pueda haré que el periódico
se publique.’ Y volví a publicar el periódico; cuando se nos
echaron encima los policíacos bandidos y todas las imprentas se
negaron a imprimirlo, reunimos fondos y adquirimos imprenta propia,
mejor dicho, dos imprentas; se multiplicaron los suscriptores, y en
fin, los trabajadores de Chicago cuentan actualmente con todo lo
necesario para la propaganda. ¡He ahí mi delito!’.[15]
Por otro relato que nos legó Alberto Parsons (véase
su discurso), podemos entender que primero discutió con su esposa
Lucy, su posible entrega a la policía y correr la misma suerte que
sus compañeros detenidos y juzgados. Todo indica que la tenacidad,
entrega y decisión de Lucy fue muy importante para acompañar a su
esposo en la lucha sindical histórica de los Estados Unidos.
Tras la detención y el juicio a los inculpados por
los sucesos de Haymarket, Lucy recorrió el país (cargando a sus
pequeños hijos), generando un gran movimiento en defensa de los
inculpados. Un historiador escribió: “La protesta solitaria de Lucy
creció hasta alcanzar a millones”.[16]
Tras el ahorcamiento de su esposo, Lucy siguió
recorriendo el país, organizando a las trabajadoras y escribiendo
para los periódicos sindicalistas.
Contribuyó a la fundación de la organización
denominada Defensa Internacional del Trabajo (ILO, por sus siglas en
inglés). Participó en las movilizaciones de 1890, cuando se conmemoró
por primera vez el 1° de Mayo, en Estados Unidos.
Lucy no podía faltar a la constitución de los
Trabajadores Industriales del Mundo (IWW, por sus siglas en ingles),
conocidos con el sobrenombre de Wobblies. Apenas contaba con 52 años
de edad y, dos vientos del cambio soplaban para el mundo del trabajo:
el nacimiento de una nueva central sindical combativa en los Estados
Unidos y, aunque parecía muy lejano, el soplido de la primera
Revolución Rusa de 1905.
El congreso fundacional de la IWW, arrancó en la
ciudad de Chicago el 27 de junio de 1905, tras emitirse un famosos
Manifiesto,
cuya ideología estaba salpicada por el anarcosindicalismo: “debe
establecerse como organización económica de la clase trabajadora,
sin afiliarse a ningún partido político. Todo el poder debe
descansar en una afiliación colectiva.”.[18]
Lucy no firmó ese Manifiesto, solamente, entre las
sindicalistas, la famosa Mamá Jones, rodeada de puros
varones que formaban parte del Comité Organizador.
Sin embargo, nos cuenta el prestigiado
historiador del Movimiento Obrero Estadunidense, Philip S. Foner, en
su monumental Historia de Las Mujeres y el Movimiento Laboral
Americano: “a la Convención llegaron 12 delegadas, incluyendo a Mamá
Jones, Lucy (González) Parsons (la viuda de uno de los Mártires de
Haymarket), Emma F. Langdon de la Unión Tipográfica No. 49 de Denver,
y Huella Twinning, delegada de la Unión Federal No. 252 del Sindicato
Americano No. 3 y, un movimiento sindical industrial activo,
principalmente en el oeste y precursor inmediato del IWW. En el
nombramiento de Mamá Jones, Langdon fue designada la Secretaria
Auxiliar de la Conferencia, y Twining sirvió como
Maestra de Ceremonias al cierre de los discursos”.
Lucy Parsons, fue la única de las doce
delegadas que se dirigió a la Convención por unos minutos.
En aquella histórica sesión del 29 de
junio de 1905, con voz pausada, la viuda de los Mártires de Chicago,
dijo al auditorio:
“He tomado la palabra porque ninguna
otra mujer ha respondido,
y siento que no estoy fuera de lugar para decir a mi manera algunas
pocas palabras sobre este movimiento.
“Nosotras, las mujeres de este país,
no tenemos ningún voto, ni aunque deseáramos utilizarlo, y la única
manera que podemos estar representadas es tomar a un hombre para
representarnos. Ustedes los hombres han hecho de él tal lío en la
representación de nosotras que no tenemos mucha confianza en
preguntarles; y yo me sentiría rara al pedirle a un hombre que me
represente. No tenemos ningún voto, sólo nuestro trabajo... Somos
las esclavas de los esclavos. Nos explotan más despiadadamente que a
los hombres. Dondequiera que los salarios deban ser reducidos, los
capitalistas utilizan a las mujeres para reducirlos, y si hay
cualquier cosa que ustedes los hombres deben hacer en el futuro, es
organizar a las mujeres.”.[19]
Y, como Lucy no era partidaria de la lucha electoral,
dejó muy en claro sus verdaderas ideas:
“Creo
que si cada hombre y cada mujer que trabaja, o quienes laboran en las
minas, molinos, talleres, campos, fábricas y las granjas en nuestra
amplia América, deben decidir lo que por derecho les pertenece,
entonces ningún ocioso vivirá en su trabajo, y cuando su nueva
organización, su organización económica, declarará al hombre como
hombre y a la mujer como mujer, como hermanos y hermanas, ustedes
determinarán que cosas poseen, pues no hay ningún ejército por
grande que sea para superarlos, porque vosotros constituyen un ejército."
En ese lejano año de 1905, había
estallado la primera Revolución Rusa, por lo que Lucy, volvió a
tomar la palabra para decirles a los delegados
Wobblies: “deben imbuirse del espíritu que ahora se despliega en la
lejana Rusia y Siberia, dónde nosotros pensábamos que la chispa de
la hermandad se había apagado. Tomemos su ejemplo".
En el XX Aniversario del ahorcamiento de
los Mártires de Chicago (11 de noviembre), Lucy, recordó en 1907 que
las manifestaciones llevadas a cabo en Chicago, “son un gran éxito
desde muchos puntos de vista”, ya que notablemente habían
participado “un número creciente de gente joven”. Por lo cual,
haciendo referencia a las palabras de Alberto Parsons, escribió:
“La voz del pueblo todavía será escuchada”.[20]
El 15 de diciembre de 1911, escribió un
balance sobre los efectos que produjo la publicación de Los famosos
discursos de los Mártires de Haymarket, donde señaló: “A 18 meses
de que los publiqué (...) En este tiempo he viajado de Los Ángeles a
Vancouver, de California a la ciudad de Nueva York, dos veces. He
dedicado mis energías enteras a los Locales (sindicales)... El
resultado es que he vendido 10.000 copias...” y anunció “la sexta
edición, con 12.000” ejemplares más.
Lucy afirmó contundentemente: “Miro
estos discursos como el pedazo más grande de la literatura de la
propaganda (revolucionaria)...”.[21]
El 1° de Mayo de 1912, Lucy recordó,
en un artículo, la tragedia de La Plaza del Heno: “El mitin de
Haymarket es referido históricamente como ‘el alboroto de los
anarquistas de Haymarket’. No había alboroto en Haymarket a menos
que la policía se desenfrene. El Alcalde Harrison asistió al mitin
(...). La gran huelga de mayo de 1886 fue un acontecimiento histórico
de gran importancia, ya que era la primera vez que los trabajadores
mismos habían procurado conseguir un día laborable más corto por la
acción unida, simultánea.... Esta huelga fue la primera Acción
Directa a gran escala”.
Lucy, adelantándose a su tiempo
sentenció: “Por supuesto, la jornada de ocho horas es tan anticuada
como las uniones (sindicatos) mismas. Debemos agitar hoy por una
jornada laborable de cinco horas.”.[22]
En 1913, a los 60 años de edad, fue arrestada por la
policía en Los Ángeles, CA., pero recibió una gran solidaridad,
especialmente, de los trabajadores de San Francisco, quienes se
movilizaron en su defensa.
En 1926, Lucy escribió: “Parsons, Spies, Lingg,
Fischer y Engel: ustedes no están muertos. Ustedes están empezando a
vivir en los corazones de todos los verdaderos amantes de la libertad.
Ahora, después de cuarenta años que ustedes se han ido, miles que
entonces eran nonatos, están ávidos por aprender de sus vidas y
martirio heroico, y cuando los años se alargan, el más brillante
lustrará sus nombres, y ustedes llegarán a ser apreciados y
amados.”
Por el contrario Lucy, sentenció sobre los verdugos
de Chicago: “Aquéllos que tan suciamente los asesinaron, bajo los
formulismos de ley en una Corte de supuesta justicia, serán
olvidados.”
Terminó su escrito con las siguientes palabras:
“Descansen, camaradas, descansen. ¡Todos los mañanas son suyos!”.[23]
En 1927, formó parte del Comité Nacional de Defensa
del Trabajo Internacional, que defendió a los activistas sindicales y
afro-americanos como Angelo Herndon.[24]
Muchos años después, en noviembre de 1937, Lucy
recordó la mañana en que llevó a sus dos hijitos a darle el último
adiós a su querido Alberto Parsons: “En esa mañana melancólica
del 11 de noviembre de 1887, llevé a nuestros dos pequeños niños a
la cárcel para darle mi adiós a mi amado. Encontré la cárcel
sellada por fuera con cables pesados. Los policías con sus pistolas
caminaban por el recinto.
“Yo les pedí que nos permitieran ir con nuestro
amado antes de que lo asesinaran. No dijeron nada. Entonces les dije:
‘dejen a estos niños dar a su padre el adiós; déjenlos recibir su
bendición. No pueden hacer ningún daño’.
“En pocos minutos una patrulla nos detuvo y nos
encerraron en la comisaría de la policía, mientras el hecho infernal
se consumaba. Oh, miseria, he bebido la taza del dolor a sus heces,
pero sigo siendo una rebelde”.[25]
A los 89 años, Lucy seguía activa, cuando la muerte
la sorprendió en Chicago, al incendiarse su hogar en el año de 1942.
Tras 62 años de activismo político-sindical, su vida
se esfumó, pero la policía de Chicago, la seguía
considerando una amenaza, por lo que sus documentos personales fueron
sustraídos de aquel hogar destruido.[26]
En México no se le ha recordado, desde que en 1892,
se organizó la primera conmemoración del 1° de Mayo, Día
Internacional de los Trabajadores y de los Mártires de Chicago.
El 1 de julio de 1992, en Boston, se fundó el Centro de Lucy Parsons, a
partir del Almacén Rojo del Libro, constituido en 1969. Dicho Centro
funciona como una librería, además de ser una organización no
lucrativa y sostenida por sus simpatizantes, según lo informan en su
página Web.[27]
En el local del Frente Auténtico del
Trabajo (FAT), de la ciudad de México, se encuentra un mural donde
está dibujada Lucy. El Mural fue pintado en colaboración con la
Union Electric (UE) de EUA. Hasta donde sabemos, es el único lugar de
México dónde se le recuerda de ésta manera.
Lucy González Parsons debe figurar entre las grandes
sindicalistas que hicieron posible la conquista de la jornada laboral
de 8 horas para los trabajadores del mundo, por ello, su nombre debe
estar también escrito, a la par que los Mártires de Chicago.
Lucy no fue la única mujer, ni la única trabajadora
o sindicalista que puso su grano de arena en pro de los derechos
femeninos en la Unión Americana, a fines del siglo XIX y principios
del XX; pero para los mexicanos debe ser una figura representativa de
su época, precisamente por tratarse de una paisana nuestra; una de
las últimas mujeres nacida de madre mexicana cuando Texas nos
pertenecía.
Junto a su nombre, también figuran grandes mujeres
estadunidenses de origen irlandés, como Mamá Jones; o las nativas
representadas por Emma F. Langdon (de la Unión Tipográfica de Denver,
Colorado) y Huella Twinning (miembro de la Unión Federal del
Sindicato Americano No. 3) entre muchas otros nombres femeninos que a
base de mucha lucha, sacrificio y tenacidad, fueron conquistando los
derechos humanos, laborales y políticos para las trabajadoras en el
país que en ese entonces empezaba a despuntar como el “gendarme del
mundo”.
Notas:
[1]
Tomado de: LESCAS, Jiménez, Raúl, capítulo IX. Lucy
González de Parsons, la viuda mexicana de los Mártires de
Chicago, del libro: Historia
del 1° de Mayo (en prensa).
[2]
Sobre éstos testimonios, veas: LESCAS, Jiménez, op. cit., capítulo
VIII.
[3]
MARTÍ, José, En los
Estados Unidos, Obras Completas, tomo 11, NY, 2 de septiembre
de 1886, carta al director de La Nación, Buenos Aires, Argentina, 21 de octubre de 1886, p.
60-61.
[4]
ZAMORA, Emilio, El
Movimiento Obrero mexicano en el sur de Texas, 1900-1920, México,
SEP, 1985, p. 36.
[5] GARZA, Hedda, Latinas: Hispanic
women in the United Status, op. cit. p. 34.
[6]
Los Creek, eran
tribus amerindias que ocupaban la mayor parte de los actuales
estados de Alabama y Georgia en EUA y, después de los Cherokee,
eran los más poderosos al sur de Nueva York. Pertenecen a la
familia lingüística muscogi.
[7]
LOWNDES, Joe, Lucy Parson
(1853-1942): The life o fan Anarchist Labor Organizar, EUA, Free
Society, vol. 2, no. 4, 1995.
[8] COCKCROFT D., James, The Hispanic
struggle for Social Justice. The Hispanic Experience in the
Americas, USA, Franklin Watts, Library of Congress Cataloging-in-Publication
Data, p. 43.
[9]
Cacheux Pulido Margarita, Feminismo chicano: raíces, pensamiento político e
identidad de las mujeres, Reencuentro, México, UAM, Programa de Superación Académica, Educación y cultura chicana, No. 37 - agosto 2003.
[10]
GÓMEZ-QUIÑONES, Juan y ARROYO LEOBARDO, Luis, Orígenes del
Movimiento Obrero chicago, México, ERA, serie Popular, 1978, p.
15.
[11] Ruper Norval Richardson, Texas,
The Lone Star State, New Yersey, Prentice-Hall, Inc., 1958,
pp. 297-298; y Matt S. Meier y Feliciano Rivera, The
Chicanos, A History of Mexicans Americans, New York, Hill
& Eang, 1972, pp. 93-95, citados por ZAMORA, Emilio, El
Movimiento… op. cit., 35.
[12] Damien Memorial High School, Honolulu,
Hawaii.
[13]
LOWNDES, Joe, Lucy Parson...
op. cit.
[15] Famous
Speeches, op. cit..
[16]
GARZA, Hedda, Latinas...,
ídem, p. 36.
[17]
Industrial Workers of the World (Wobblies): Manifest
of Foundation, June 27, 1905, en: EUA: Documentos de su
Historia política III, México, Instituto Mora, p. 523-527.
[18]
Puede consultarse en: http://www.iww.org
[19] Citado por FONER S., Philip, Women
and the American Labor Movement. From the first Trade Unions to
the present, EUA, The Free Press (NY)-Collier Macmillan
Publisher (London), chapter 9. The Wobblies and the Woman Worker,
pp. 185-186, (BUCIH de la Universidad Michoacana de San Nicolás
de Hidalgo, Morelia, Michoacán de Ocampo, México).
[20] The
Voice of the People will yet be Heard,
words and writings by Lucy Parsons, The Demonstrator, november
20, 1907.
[21] The Agitator, december,
15, 1911
[22] The
Industrial Worker, May 1, 1912.
[23] The Labor Defender, November
1926.
[24]
LOWNDES, Joe, Lucy Parson...
op. cit.
[25] The One Big Union Monthly, November 1937.
[26]
LOWNDES, Joe, Lucy Parson...
op. cit.
[27] Lucy Parsons Center .549 Columbus
Avenue, Boston, Massachussets, EUA. Puede
consultarse en: http://oat.tao.ca/~lucyparsons//index.html
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