Un
balance de la teoría de la dependencia
La
dependencia de Celso Furtado
(*)
Por
Andre Gunder Frank
Memoria,
México, N° 191, enero 2005
La
reciente publicación de un libro sobre La dependencia, por Theotonio
dos Santos, que dedica un tercio a Brasil, da ocasión para volver
sobre el tema también en mi homenaje a Celso Furtado. Con toda razón,
escribe Theotonio que considera una cuestión secundaria la de si el
creador de la teoría de dependencia fue él, Fernando Henrique o
Andre Gunder Frank. Diría que no es o no debería ser cuestión
alguna, pues –como alguna vez señaló Gunnar Myrdal– todas las
teorías económicas surgen del momento político que genera su
necesidad y le da su razón de ser. No obstante esta advertencia, la
historia no se mueve por sí sola, sino también por la participación
y contribución real de personas vivas y por la vida de personas
reales. En este contexto, una muy importante ha sido la de Celso
Furtado.
Lamentablemente,
Celso aún no recibe el reconocimiento y los galardones que la
contribución e importancia de su obra y vida seguramente merecen. Así
es acaso en parte por la incorporación y derivación que su trabajo
ha tenido en y por instituciones que no resaltan sus méritos
personales. En parte también lo es porque él mismo no sobresale por
promoverse a sí mismo. Así fue con su participación en el gobierno
de Joao Goulart como ministro de planificación y con su importante
contribución durante sus largos años en la CEPAL. La excepción,
quizá, es su logro como director fundador de SUDENE, pues el público
ha identificado correctamente la institución misma con Celso. Además
de esto, ha sido a lo largo de los años y a nombre propio su
participación pública y reiteradamente crítica en la política económica
brasileña y sus muchos libros sobre el subdesarrollo.
Por
ejemplo, correctamente criticó, de manera pública, al presidente
Lula por seguir con la misma política de altos intereses de su
predecesor Fernando Henrique Cardoso. Celso lo hizo en ocasión del
lanzamiento por otros de su candidatura al Premio Nobel de Economía.
El no haber sido así galardonado es ejemplo de la insuficiencia de su
visibilidad. Ésta ahora aumenta irónicamente no al otorgarle un
merecido premio, sino al anunciar un premio para otros en economía
política, para sumarse a una red eurolatinoamericana de investigación
que lleva su nombre. A la vez, su discurso fue otro ejemplo más de
que la participación y contribución de Celso siempre surgió de y
reflejó a la realidad política económica que él vivió, pues Celso
siempre entendió el quehacer de su profesión como un reflejo de lo
que seguramente sentía que era su correspondiente deber cívico y político
en cada momento histórico y así fue también su servicio a su país
como embajador en Francia y en la UNESCO. Así, podríamos decir que
el gran mérito es la propia dependencia de Celso del ambiente que él
vive y la conversión de su problemática en su propia obra vital.
Celso,
con su investigación, análisis y escritura, también forma parte
importante del desarrollo de los enfoques del estructuralismo y de la
dependencia sobre el subdesarrollo latinoamericano, aun si él mismo
nunca los bautizó como "teoría'', por supuesto que así fue en
y para la CEPAL, pero así fue también para mí, pues encontré en su
A formacao economica do Brasil, publicada en 1959, la base fundamental
para mi trabajo junto con los de Simonsen y Caio Prado Jr., para
Brasil, y Sergio Bagú y Silvio Frondizi, para Argentina, y Aníbal
Pinto, para Chile. Seguramente, así fue también para el desarrollo
de "la dependencia'' por otros brasileños como Fernando Henrique
Cardoso, Theotonio dos Santos y Ruy Mauro Marini y otros
latinoamericanos como Enzo Faletto y Oswaldo Sunkel en Chile, Aníbal
Quijano de Perú, Héctor Silva Michelena y Armando Córdoba en
Venezuela y los mexicanos Pablo González Casanova, Rodolfo
Stavenhagen, Alonso Aguilar y Fernando Carmona. Para nuestro trabajo
sobre el subdesarrollo latinoamericano, el análisis de Celso, pero
también su trabajo en la SUDENE, seguramente formó una base tan
importante como ha sido el –acaso también el nuestro–
reconocimiento del mismo. Es ocasión de reparar este error. Otra vez,
en mi caso, si bien en 1963 hice una dura crítica a A pre–revolucao
brasileira, de Celso, publicado en 1962, ésta también contribuyó a
mi propia formación.
Celso
también muestra la derivación histórica del momento en sus
intervenciones en la política económica brasileña como lo hace
Theotonio en el comentado libro. Éste hace un bosquejo del decenio de
la preguerra que limitó el ingreso de divisas a los países
latinoamericanos y los obligó a poner en práctica con fuerte
intervención del Estado una política de sustitución de
importaciones. Así lo hizo Argentina cuando Raúl Prebish era
ministro, antes de lanzar la teoría por la CEPAL, en 1949. Además,
fuera de la ligera familiaridad en Brasil con Manoiliescu, pero como
teórico, a pesar de que también él fue Ministro de Economía en
Rumania, es muy dudoso que alguno de los arriba mencionados u otros
"creadores" de la teoría y política contra la dependencia
en América Latina tuvieran idea alguna de que Yugoslavia, Rumania,
Bulgaria, Grecia, Irán y Turquía, cada uno por sí solo y los
Balcanes en conjunto, adoptaron esta misma política estatal de
sustitución de importaciones y la defendieron teóricamente durante
la misma crisis económica de los años treinta, como bien lo
demuestra Dilek Barlas en su libro sobre Etatism & diplomacia en
Turquía 1929–1939 (Brill 1998). Por cierto, su implantación fue
también inhibida por una fuerza económico–política exterior que
para ellos fue la Alemania nazi como para Latinoamérica fue Estados
Unidos. Podríamos preguntarnos por qué su experiencia y teorización
no alcanzó renombre mundial tal como la de la latinoamericana sobre
la dependencia. La respuesta se encuentra fácilmente al invertir la
pregunta: ¿Por qué la popularidad de la dependencia en Latinoamérica
y su difusión por el mundo? Theotonio no lo pregunta, pero hacerlo es
lo mas esencial para entender de qué se trató o se trata. Para
responder, bastan dos palabras: Cuba y Vietnam.
Escribo
trató o trata, porque el número actual de una de las dos revistas
norteamericanas más prestigiosas sobre asuntos internacionales;
Foreign Policy (noviembre–diciembre, 2002), está dedicado a qué
pasó con... marxismo, valores asiáticos, límites al crecimiento,
teoría de la dependencia, destrucción mutua asegurada (MAD) y el
complejo militar–industrial. Fuera de reconocee alguna vida aún al
último, los demás, según los "cerebros notables" como el
director de la revista los llama, son pronunciados muertos (¡algunos
antes de nacer!) y bien ubicados en el tarro de la basura de la
historia. Allí me tiene a mí de dependentista. Fernando Henrique se
salvo según el autor, por abandonarla. En ilustración a lo que digo
sobre reconocimientos, a Celso y a Prebish ni se mencionan, sino tan sólo
a la CEPAL como institución. No debe sorprender el fallo negativo del
autor, pues, si no se lo esperaba, no habría valido la pena de
preguntar. Lo que sí llama la atención es la tergiversación del
tema, las mal–atribuciones de argumentos y la ausencia de evidencia
sobre la cual el doctor, profesor de finanza internacional y
desarrollo, Andrés Velasco, de la Universidad Harvard, pronuncia la
sentencia de muerte.
Theotonio
hace lo contrario en tres ensayos escritos para audiencias diversas.
Theotonio revisa la historia de la realidad reciente y muestra cómo
ella eligió la teoría de la dependencia en respuesta a un régimen
teórico y las asociadas políticas económicas que ya no daban para más.
Si bien vuelve sobre algunos de las discusiones bien conocidas por los
participantes y la generación de estudiantes, políticos y gente común
para los cuales todo esto era el pan diario, también dedica un capítulo
mayor al Brasil de Celso Furtado y a Fernando Henrique.
Parece
que volver sobre lo de la dependencia hace falta, pues varias veces
cada semana me llegan e–mails de doquier; esta semana de Nepal, de
estudiantes que no habían ni nacido en nuestra época y que ahora me
preguntan qué es esto de la dependencia y dónde podrían informarse.
Es peor; después de que recién Theotonio y yo habláramos en la UNB
40 años después que estuvimos allí de profesores fundadores, un
estudiante se acercó a preguntarme: "¿qué es esto de la
dependencia y el sistema mundial?" Al preguntar a nuestro
profesor huésped si este estudiante es representativo de los demás,
el contesto que sí, pues la única literatura que ahora leen es la
norteamericana. Qué bien, pues de aquí en adelante puedo reenviar a
los que me preguntan a Theotonio y –por qué no– también a Celso.
Además,
Theotonio –ya decenios atrás– nos llamó la atención acerca de
que tenemos nosotros mismos que hacer nuestro propio estudio de la
economía mundial, como luego lo hizo él mismo y yo también y Celso
en sus trabajos cada vez más globales como últimamente el libro O
capitalismo mundial, después de sus libros sobre Dependencia y
subdesarrollo: la conecion fundamental, el myto del desarrollo y el
futuro del tercer mundo, y desarrollo economico de America Latina y su
ya mencionado trabajo sobre Brasil. Pues no se puede confiar en los
estudios de la problemática mundial y tercermundista elaborados por
los que la manejan a su gusto, ni a sus portavoces "teóricos"
vale decir ideológicos, como de los cuales es botón de muestra y
prueba este señor profesor de Harvard con nombre y apellido español.
Los
análisis mundiales de Celso y Theotonio inciden y se reflejan en lo
que vuelve a demostrar la dependencia misma. Ellos también valen para
contestar a las críticas cada vez más duras de nuestra labor, que no
fue perfecta, pero todavía bastante mejorcita que la de nuestros críticos
mismos. Esto vale para empezar por los críticos venidos desde la
izquierda que mucho después condujeron a un callejón sin salida,
como lo fueron los modos de los produccionistas que nos acusaron de
circulacionistas que olvidaron la lucha de clase. Por supuesto, vale
para los de la derecha que pronunciaron la muerte a la dependencia (a
ella misma, no tan sólo a la teoría) precisamente en el decenio
perdido por la crisis de la deuda de los ochenta. Aún mucho más que
la inversión extranjera, la crisis de la deuda externa (e interna,
especialmente ligadas en el Brasil) convirtieron los mismos Estados en
Latinoamérica en instrumentos fieles y hábiles de la finanza
internacional, que chupaba –y aún lo hace– la sangre del pueblo a
los bancos de Wall Street y al Tesoro Norteamericano. En México, se
contestaba a los de Washington "no podemos apretarnos más el
cinturón, pues ya lo comimos ayer". Acordémonos del Fujishock
que sufrieron los pobres peruanos cuando escogieron a don Alberto
porque prometió no implantar la política del FMI que ofreció su
opositor Vargas Llosa y lo hizo peor de lo que aun Vargas Llosa había
prometido hacer. Veamos a la pobre Argentina, una vez el país más
orgulloso del continente con la sociedad más europeizada y ahora
destrozado por EU y su lacayo ex peronista Carlos Menem que dejó la
sociedad de su país deshecha como ninguna otra –fuera de Rusia–
por la dependencia al dólar, al cual ligaron el peso; éste no lo
aguantó y menos a un dólar de por sí sobrevaluado en el mercado
mundial. Si esto no es una manifestación de dependencia, señor
perito en finanza internacional Velasco, agradecería cualquier
esclarecimiento sobre lo que sí podría serlo.
Theotonio
dedica especial atención en su libro, como también lo hizo Celso
Furtado en otras publicaciones, a nuestro compadre de la dependencia
Fernando Henrique Cardoso y con mucha razón, no sólo por ser los
tres brasileños, sino por el mal ejemplo que nos ha dado el último,
pues ha ido cambiando de vocabulario varias veces para llegar a la
presidencia de Brasil y durante sus 8 años de oficio. Cambia de
vocabulario, digo, pero no de carácter ni de política, como bien señaló
también Theotonio. De carácter, ha tenido la gentileza hacia mí de
telefonearme cuando era presidente y yo salí del hospital; me recordó
en varios foros públicos y que aún me agradece haber ido a recibirlo
al aeropuerto en Santiago, Chile, cuando el llegó al exilio por el
golpe de 1964. En cuanto a política, me acuerdo que FHC me dijo en un
hotel en París: "yo soy socialdemócrata y en un gobierno mío
haré lo que dentro de la socialdemocracia puede hacerse, en especial,
en el campo interno". Y eso hizo –bueno o, más bien, malo–
en materia de política agraria y social en donde hizo bastante menos
de lo que de él podíamos haber esperado. Pregunten al MST, cuyas
quejas y movilizaciones siguen igual o son aún más bajo el gobierno
de Lula.
De
una de las caricaturas más absurdas que de los dependentistas se hizo
es la de que se olviden de las condiciones y relaciones internas de un
país para enfocar tan sólo en una dependencia externa, Celso y
Theotonio muestran que nuestra tesis fue más bien la contraria. Además,
sería absurdo que los dependentistas no estudiaran sus propias
sociedades, pues, como también nota Theotonio, ellos han sido
predominantemente sociólogos, como él mismo y Fernando Henrique,
quien, antes de ser presidente Brasil, fue presidente de la Asociación
Internacional de Sociología. Algunos historiadores como Simonsen y
Bagú fueron precursores y después otros pocos siguieron; politólogos
había pocos y economistas casi ninguno, con excepción de Celso y mía,
y después tres más tardíamente llegados, que me acuerdo. Lo más
importante era y es que se superaron estas distinciones
disciplinarias. Si fuera sólo una relación externa que nos quita
parte de lo que producimos, me acuerdo escribir alguna vez, podríamos
aguantarla. El meollo del problema reside en qué y cómo la
dependencia externa involucra igualmente las relaciones internas hasta
el punto que forma la estructura de clases y determina las políticas
de las capas altas y medianas y, con esto, también de las bajas...
Brasil, desde Getulio y Jucelino, Joao y los militares y sus sucesores
civiles hasta Fernando Henrique y ahora Lula dan los ejemplos que más
claramente nos muestran y enseñan esta cara interna de la
dependencia. Lo anterior da para que Celso haga sus publicaciones críticas
y para que Theotonio pase revista por muchos de ellos, en particular,
por nuestro codependentista Fernando Henrique y ahora por los
comentarios críticos que les merece la política económica y hasta
la política lulista misma.
En
cuanto al desarrollo dependiente que FHC pronunciara factible ya aún
en el exilio, bajo su capitanía el dependiente navío brasileño
navegó en el mar global, pero bastante mal y casi naufragó. Como
cualquier otro socialdemócrata en América Latina, Europa o Canadá,
Australia y Nueva Zelanda se aplicó la mal llamada política
neoliberal, de la cual éste último se hizo campeón... Así que FHC
entregó Brasil a Lula no sólo en un estado deplorable, sino mucho
peor de como él lo había recibido, con una deuda aún mayor y menos
pagable o manejable con superávit comerciales y de reservas menores,
tasa de crecimiento más baja, pobreza mayor, como lo demuestran no sólo
Celso y Theotonio sino la triste realidad palpable para cualquiera,
tanto que José Serra, elegido por FHC como su sucesor, apenas sacó
el 33 por ciento de los votos.
FHC
hizo el servicio a la deuda lealmente como cualquiera, salvo que
financió la deuda externa por una interna basada en tasas de interés
de 60 por ciento para atraer fondos particulares, tanto nacionales
como extranjeros; pero, claro, con los únicos resultados esperables.
Los que saben jugar con intereses tan altos pueden enriquecerse aún más
y sacar su plata del país, pero para el pobre industrial que necesita
empréstitos para empezar o continuar su empresa y el empleo que da no
hay ni botes salvavidas para éste y sus pobres obreros y empleados.
Es más, FHC, deliberadamente, firmó acuerdos recientes con el FMI
que dejan a Lula con las manos atadas y quizá los pies también. Esto
es antes de que el virus argentino invada Brasil y el casino del
capital especulativo salga de un golpe, que puede dejar a Brasil en el
fondo. Recordamos cómo un presidente mexicano se las arregló de
igual manera para que la crisis financiera se postergara y explotara
hasta el primer mes del mandato de su sucesor. Ahí vale la pena la
comparación con el Chile de los Chicago Boys que han impuesto un
control estatal sobre la ida y vuelta de la plata, como también lo
hizo Malasia y Bielorrusia –y Yugoslavia bajo Milosevic–, todos en
la lista de los fallidos del FMI, pero que ofrecen a su población por
lo menos alguna protección. Nada de esto hizo FHC en Brasil, campeón
mundial no tan sólo de fútbol, sino también de la desigualdad de la
distribución del ingreso. Del pan y circo de los romanos, los sambódromos
y el fútbol los hay; pero dónde está el pan diario o la
supervivencia de jóvenes que, en la calle, los fusilados son más que
los accidentados. Con esto, la tasa de crecimiento disminuyó y la
cesantía creció bajo la capitanía de FHC. Ése ha sido el caso otra
vez en el primer semestre del mandato lulista, como acertadamente
observó Celso en su ya mencionada intervención. Incluso, FHC entregó
parte de la soberanía formal de Brasil a los norteamericanos al
permitirles negar entrada a brasileños en su base de cohetes en el
Amazonas, ¿a cambio de qué? Es un problema de soberanía brasileña
que ahora sigue atormentando a Lula.
A
menudo se me pregunta, y quizá a Celso, Theotonio y hasta a Fernando
Henrique, qué pienso ahora de la dependencia, de sus aciertos y de
los errores que cometimos. El primero de estos últimos, diría, es
que pensábamos que nuestras concepciones de la dependencia se
diferenciaron mucho más de lo que ahora vemos. Afortunadamente,
nuestras discusiones y críticas por escrito entre Theotonio y yo, y
las de Fernando Henrique y José Serra (este mismo que como su
candidato para seguirlo en la presidencia sacó apenas 33 por ciento
de los votos contra el 61 por ciento de Lula) dirigidos a todos
nosotros, siempre incluido Ruy Mauro Marini, sirvieron menos para
apartarnos que para obligarnos a cada uno a hacer nuestros argumentos
mas sólidos y más cercanos a los demás. No hubo nunca tanta
diferencia. Al decir esto, en general, da ocasión también para
hacerme la autocrítica y públicamente pedir perdón a Celso por
haber retitulado su Pre–revolucao brasileira de 1962 como Contra–revolucao,
pues a la postre tenemos que admitir que no se trataba de pre ni de
contrarrevolución, sino de ninguna revolución y en esto la historia
dio la razón a Fernando Henrique. En analizar la realidad de la
dependencia, más bien uno agregó otra observación más a un
conjunto y complejo de dependencia que siguió creciendo, no tan sólo
en nuestras descripciones, sino lamentablemente también en la
realidad. Mientras yo, últimamente, me he ocupado de la historia
mundial y no de la dependencia latinoamericana, pero sí ahora le doy
una mirada desde lejos y tan sólo veo que ésta ha crecido y se ha
fortalecido cada vez más. Es lo que nos muestra también Theotonio
por lo que escribe en este libro y se nos muestra aún mucho más en
los hechos –y en lo no hecho o dejado de hacer, porque no se puede o
se dice que no se puede– como a menudo ha dicho nuestro amigo
Fernando Enrique, o sea, la dependencia está viva y bien, pero, como
dijo un presidente general de Brasil, Brasil está bien, pero el
pueblo no.
Ahora
bien, hay que hacerse la otra pregunta mayor: ¿Qué política seguir
contra la dependencia para acabar con ella y el subdesarrollo que
genera, ahí discutimos y discrepamos aún más, en especial Celso y
yo, pero tan sólo aparentemente, porque la triste verdad es que
ninguno de nosotros ni los políticos fuimos capaces de dar una
respuesta válida, o sea, una que haya resultado, ni tampoco alguna
que resulte hoy. Mucho menos, nos pusimos la pregunta: y después ¿qué
hacer?
Aquí
reside la debilidad de todos nosotros, también de Celso y de
Theotonio, que se refiere no a que no contestamos esta pregunta que no
tiene respuesta, sino en que no la formulamos adecuadamente, porque,
al no ponerse la pregunta de cómo realmente desdependizarse o qué
significaría hacerlo, ni mucho menos de qué y cómo hacer después,
dejamos ir el grano del problema. No vemos cuánto nos equivocamos. No
es que nuestros antagonistas y enemigos ofrezcan respuestas mejores;
tampoco dicen verdad de cómo acabar de verdad con la dependencia que
hay de verdad y, por supuesto, no puede hacerse al sólo negar su real
existencia al estilo de Andrés Velasco en Harvard. Mucho menos nos
dicen cómo acabar con la pobreza, alienación, etcétera, que según
ellos ni siquiera se deriva de ninguna dependencia.
Claro
es que mucho más equivocados no podrían haber sido los que
voluntariamente se dejaron llevar por el Consenso de Washington y, si
no fuera tan horroroso, podría parecer divertida la excusa que ofrece
el Dr. Washington al decir que su medicina era correcta y que el
problema reside tan sólo en que los pacientes –y cuán paciente
eran y aún son– no se la tragaron en cantidades suficientes. El
secretario del Tesoro norteamericano O´Neill (¡después lo
despidieron!) se fue a Argentina alegando esto mismo y envió el mismo
mensaje a Brasil, pero –antes del reajuste de aumentar las dosis del
mismo remedio– ya había pasado con Rusia y Europa oriental, en los
noventa, y con Asia Sudeste después de 1997 –previsiblemente con
resultados más desastrosos–, lo que literalmente destruyó sus
sociedades aún más que en Latinoamérica, fuera de Argentina. El
arquitecto principal de esta política fue Lawrence Summers, tanto en
el Banco Mundial como en la Tesorería norteamericana, y por haber
deliberada y literalmente destrozado a varias sociedades ha sido
premiado con la presidencia de la más prestigiosa universidad
norteamericana: Harvard, donde trabaja nuestro comentador Andrés Velásquez.
En cambio, el pobre Lula se quedó con un retraso dependiente de años
luz, ya antes de tomar el gobierno –pero no el poder– como solía
decir Salvador Allende, tanto respecto a nuestros sueños como a las
realidades de la dependencia que conocimos y combatimos.
(*)
Contribución a un libro en homenaje a Celso Furtado, compilado por
Theotonio dos Santos para Reglen, Rio de Janeiro, Brasil. Fuente:
Rebelión, 2004.
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