I
Seminario Internacional del PSOL
Desafíos
y realineamientos en el marxismo revolucionario
Por
Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie, revista, 24/09/05
Entre
el 19 y el 21 de agosto pasados, en Río de Janeiro, se realizó el
primer Seminario Internacional del PSOL (Partido Socialismo y
Libertad), en el marco de una situación política brasileña,
latinoamericana e internacional cruzada por interesantes procesos políticos
y desafíos para la izquierda revolucionaria. A continuación, un
resumen de los debates y la ubicación de las organizaciones
presentes, que abarcaban a la mayor parte del espectro de fuerzas políticas
importantes, del continente y de fuera de él, que se reivindican del
socialismo revolucionario.
Además
del partido anfitrión, estuvieron presentes dirigentes de Venezuela
(del nuevo Partido Revolución y Socialismo-PRS, así como también
compañeros de la central obrera venezolana, la UNT, y otros
sindicatos); de Francia (François Ollivier, de la Liga Comunista
Revolucionaria, y François Chesnais, de la revista marxista Carré
Rouge), de Inglaterra (Chris Bambery, del Socialist Workers Party-SWP,
y una delegación del Comité por una Internacional Obrera-CWI
Militant), de EEUU (Ahmed Chawki, de la International Socialist
Organization-ISO), de Argentina (el MAS, el MST en sus dos fracciones,
Mario Cafiero y SR) y otras fuerzas de Chile, Perú y México. Roberto
De la Cruz, del Instrumento Político de los Trabajadores de Bolivia,
envió una adhesión. El evento tuvo lugar en el sindicato petrolero y
contó con la asistencia regular de unos 200-250 compañeros. La gran
mayoría, lógicamente, eran militantes del PSOL, venidos de 15
estados de Brasil.
En
un marco de bastante entusiasmo en el PSOL ante la crisis política y
las oportunidades que se le abren al nuevo partido (tema tratado en el
número anterior de SoB), el debate que de manera explícita o implícita
atravesó todo el temario (informes internacionales, Brasil, Venezuela
y México) fue el de reagrupamiento. Esto es, los criterios
políticos, los posibles actores, los ritmos y los objetivos de un
marco común para las fuerzas de la izquierda revolucionaria (en
realidad, ni siquiera hay acuerdo en la denominación, ya que la mayoría
prefirió hablar en términos más vagos de una “izquierda
radical”).
La
discusión tuvo en cuenta el contexto de la nueva coyuntura
internacional y en particular de Sudamérica (continente reconocido
por todos los presentes como el más dinámico en cuanto a procesos
sociales y políticos). Por ejemplo, los informes internacionales
sobre Francia, Inglaterra y EEUU coincidieron en señalar el
desarrollo de luchas de trabajadores o del movimiento antiguerra en
sus países en una escala interesante. Asimismo, hubo obvias menciones
a la crisis política brasileña, como también al proceso
revolucionario en Bolivia y en Venezuela, y la fuerte implantación en
la vanguardia de la izquierda marxista argentina.
Más
allá de la heterogeneidad de la composición del seminario y de las
claras diferencias que mantenemos con la mayoría de las
organizaciones, consideramos que es un error darle la espalda (como
hicieron, por ejemplo, el PO y el PTS) a espacios de debate, de
eventuales iniciativas comunes o potencial reagrupamiento de las
fuerzas marxistas revolucionarias. Es sabido que no existe ninguna
Internacional revolucionaria en tanto tal, sino más bien corrientes y
partidos. De modo que por fuera de instancias como este seminario,
encuentros como los del Foro Social Mundial y otros –que por otra
parte no son resolutivos ni comprometen a nada a los asistentes–, no
hay discusión internacional real, sino sólo autoproclamación
sectaria. Por otra parte, en reuniones de este tipo se puede intentar
también llevar adelante, con los alcances y límites que las
circunstancias permitan, cierta coordinación de campañas específicas
o generales de solidaridad obrera y antiimperialista.
El
debate sobre los criterios para un reagrupamiento
Aunque
la amplia mayoría de las organizaciones y tendencias presentes tienen
su origen en el movimiento trotskista y se reivindican marxistas
revolucionarias, los criterios político-programáticos que definirían
la inclusión (y exclusión) en un espacio común de los potenciales
actores fueron muy diversos. El tono general fue, en nuestra opinión,
demasiado difuso y dejando puertas peligrosamente abiertas a alianzas
de signo de clase indefinido.
Así,
por ejemplo, Ollivier de la LCR y el Secretariado Unificado propuso
unir a los antineoliberales que a) además, sean “anticapitalistas
radicales”, y b) “no entren a gobiernos burgueses”. Lo que, sin
ser incorrecto, nos parece insuficiente (y, de paso, motivó miradas
azoradas entre varios de los presentes, que recordaban que Democracia
Socialista, segundo partido en importancia del SU hasta su reciente
ruptura, tenía y tiene un ministro en el gabinete de Lula).
En
una sintonía similar, Chris Bambery del SWP sostuvo que la línea
demarcatoria de la recomposición de la izquierda obrera no era la que
separaba reformistas de revolucionarios, sino izquierda neoliberal
versus izquierda radical que levanta demandas de contenido
revolucionario. Y de manera aún más difusa, João Machado (miembro
de la Ejecutiva del PSOL que viene de DS) trazó la línea entre
quienes “defienden de manera consecuente los intereses populares”
y los que no. Por su parte, Miguel Sorans (MST-El Socialista) propuso
agregar al criterio anticapitalista de Ollivier el de socialista, lo
que dejaría afuera, entre otros, a... Mario Cafiero, quien, lógicamente,
propuso vertebrar el reagrupamiento alrededor del eje
”antiimperialista”.
Desde
un ángulo un poco distinto, Pedro Fuentes, del MES –y también,
aunque no intervino en ese punto, Alejandro Bodart del MST-Alternativa
Socialista, en un artículo publicado en AS 411 [1]–, ubica la
discusión en el marco de la pelea por la influencia de masas en
varios países. En función de esa meta se ordenan y subordinan los
criterios de reagrupamiento, lo que explica que Fuentes saludara de
manera entusiasta, y como si fueran expresión de fenómenos
comparables, la experiencia de Respect en Gran Bretaña, la formación
del PSOL, el giro a la izquierda del zapatismo y... el frente del MST
con Mario Cafiero. La pasión por “hacer política de masas” es lícita
en la medida en que busca escapar del sectarismo estéril, pero no
puede ser al costo de perder de vista los parámetros de una política
revolucionaria y de clase.
En
ese sentido, resultó extraño y preocupante que casi todas las
corrientes presentes tallaran en el debate sobre reagrupamiento sólo,
o esencialmente, a partir de definiciones político-ideológicas
difusas, como “izquierda radical” y las otras variantes ya
citadas, en vez de partir, como es tradicional en el marxismo, de criterios
sociales y políticos básicos. En primer lugar, qué clase o
sector de clase expresan los movimientos sociales, partidos,
corrientes o personalidades que se aspira a reagrupar en un marco común.
Por
supuesto, este criterio no tiene por qué ser sectario: está claro
que se debe aspirar a contener expresiones sociopolíticas de sectores
oprimidos y explotados, incluso aunque no pertenezcan de manera
directa a la clase trabajadora. Pero esto tiene sentido sólo si se
verifican dos condiciones: primero, que sectores de la clase
trabajadora y su representación política tengan clara hegemonía,
[2] y segundo – lo que no es más que un corolario de esto–, que ningún
reagrupamiento motorizado por socialistas revolucionarios puede
incluir a corrientes, partidos y/o personalidades que no hayan roto
claramente con la clase capitalista y que no sean políticamente
totalmente independientes de ella.
Desafíos
y peligros: los casos de Brasil y Venezuela
Es
en este terreno de las definiciones de clase donde se concretan
los perfiles de reagrupamiento propuesto por cada organización, ya
que aporta un parámetro político objetivo y mucho más mensurable
que definir, por ejemplo, si se es más o menos “consecuente” en
la “defensa de los intereses populares”, o si el izquierdismo de
uno es más o menos “radical” que el de otro.
En
el debate sobre Brasil, con excepción de Praxis y SoB Internacional,
no hubo ningún alerta ni resguardo desde la Ejecutiva o desde las
organizaciones presentes en el sentido de establecer pautas clasistas
para la acción política del PSOL, en particular en el terreno
electoral. Es comprensible el entusiasmo por aprovechar las
oportunidades. Pero las experiencias del pasado (como la del propio
MAS de los 80, de la que fueron parte miembros de la actual Ejecutiva
del PSOL) muestran que por seductora que parezca la perspectiva de
“conquistar influencia de masas”, la “audacia táctica” no
puede hipotecar una construcción revolucionaria. Ya nos hemos
referido, en el número anterior, a los riesgos de ceder a la tentación
electoralista y hacer confluir al PSOL con sectores políticos pequeñoburgueses
o burgueses.
En
el caso de la discusión continental o internacional de
reagrupamiento, en el seminario resultó patente una postura, salvo
excepciones, casi acrítica y muy poco independiente respecto de Hugo
Chávez y el movimiento chavista. O, en todo caso, y tal como expresó
sin ambages Roberto Robaina, del MES, se planteó que el centro de la
política es el frente único antiimperialista con Chávez. Para no
hablar de los dirigentes europeos y el MST-Alternativa (no así, justo
es decirlo, el MST-El Socialista), para quienes el principal enemigo
era el sectarismo contra Chávez.
A
decir verdad, y aun considerando que el PRS es una formación heterogénea
y de frente único, los propios compañeros venezolanos se
mostraron mucho más críticos de Chávez, que la mayoría de los
asistentes, al menos en su prensa y en el informe de Miguel Angel Hernández.
Por ejemplo, hicieron énfasis en dos elementos nuevos de la situación
venezolana: que empieza a haber movilizaciones independientes del
chavismo, y que un sector de la burguesía se muestra proclive a
pactar con Chávez. Expresión de eso fue la información de que el
famoso ALBA –la “alternativa bolivariana” al ALCA en la que los
neoreformistas en América Latina, y muchos honestos militantes del
PSOL en el seminario, depositan expectativas– está enterrado o en
todo caso se limita a hacer acuerdos bilaterales con las burguesías
de la región.
En
todo caso, las voces críticas al chavismo no fueron la tónica del
seminario, que parecía mostrar un consenso en que parte de la “gran
política” para ganar influencia de masas en la región es
aprovechar la existencia de un “gobierno antiimperialista e
independiente” y actuar en frente único con él. El hecho de que se
trate de un gobierno nacionalista burgués –con todas las
condiciones particulares y señalamientos que se quieran hacer– no
parece ser un obstáculo para la mayoría de las corrientes que
dirigen el PSOL y de las organizaciones presentes.
En
conclusión, el seminario mostró, por así decirlo, dos caras: por un
lado, se constituyó en un ámbito de debate real y vivo entre
organizaciones marxistas revolucionarias de origen muy diverso. En
este tipo de encuentros comienzan a procesarse experiencias políticas
y de la lucha de clases en un marco que no establece exigencias
organizativas fuera de lugar para un proceso de reagrupamiento que aún
está en sus comienzos. En ese sentido, tiene su lugar y su valor.
Pero por otro lado, el perfil político-programático que empieza a
delinearse –por ahora como una especie de “sentido común”
compartido, más que como un acuerdo efectivo y formal– genera las
reservas apuntadas. Sobre todo en lo que hace a definir un claro carácter
de clase en la política de reagrupamientos y alianzas, que nos parece
una coordenada estratégica esencial. Es imprescindible sacar las
lecciones necesarias para que las perspectivas actuales favorables al
relanzamiento de la perspectiva revolucionaria y socialista no se
frustren en aras de encandilamientos tacticistas.
Notas:
1.
Texto en el que, a despecho de las pretensiones de mostrarse como
“izquierda renovadora” (a tono con el perfil de la actual campaña
electoral del MST), se repiten hasta el hartazgo los viejos lugares
comunes de fines de los 80. Entre ellos, la “situación
revolucionaria abierta en 1989”, “estamos transitando la etapa que
los trotskistas esperamos durante décadas”, etc., para terminar
proponiendo tácticas “amplias y audaces”, a nivel nacional e
internacional. En suma, la reedición del “aprovechar las
oportunidades”, en clave de fuga hacia adelante (se llega a decir
que “en Argentina logramos más diputados que en la época del MAS
[de los 80]”, como si eso compensara otras minucias como, por
ejemplo, un partido dividido en dos fracciones).
2.
Un ejemplo son los movimientos de desocupados en Argentina, donde la
orientación del Frente de Trabajadores Combativos demuestra que aun
en medio de las tremendas presiones sociales objetivas hacia el
movimientismo y el “piqueterismo” se puede llevar adelante una política
de unidad de clase.
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