Argentinazo: política,
estrategia y teoría
Reforma, revolución
y socialismo a inicios del siglo XXI
Por Roberto Sáenz e
Isidoro Cruz Bernal
(Socialismo o Barbarie –revista– noviembre 2002)
En el momento en que se
dió el proceso de caída de las experiencias burocráticas en la URSS y
Europa del Este (llamadas "revolución-desmoronamiento" por François
Fejtö) se produjo una intensa crisis de identidad en la izquierda mundial
cuyo primer reflejo fue un inmediato corrimiento a la derecha y en favor
del status quo por parte de la mayoría de ésta. Hoy día, a diez años
de los sucesos del Este, sin que la crisis de alternativa haya sido
superada, podemos decir que nos encontramos en otro tramo de este complejo
proceso. Las consecuencias visibles de la imposición en todo el mundo de
las políticas neoliberales ha abierto un intenso debate a nivel mundial.
Un debate referido a cuál es la estrategia adecuada para superar los
estragos del capitalismo actual.
Este debate está
circunscrito a tres o cuatro corrientes políticas y de pensamiento que
actúan en la izquierda: 1) La corriente neo reformista, expresada
mundialmente por el PT de Brasil y los ideólogos de Le Monde
Diplomatique, tiene su referente en la política argentina en la Central
de Trabajadores Argentinos (CTA). 2) La corriente autonomista, que tiene
como teóricos principales a Toni Negri, Michael Hardt y John Holloway,
que en la Argentina tiene su variante piquetera en amplios sectores de la
Coordinadora Aníbal Verón y en lo electoral en el agrupamiento nucleado
alrededor de Luis Zamora, llamado "Autodeterminación y
Libertad" (nombre que es muy significativo respecto de su programa
implícito, "no escrito") 3) las corrientes agrupadas en el
programa de la "revolución por etapas" y que buscan la alianza
de los trabajadores y las clases populares con algún sector burgués, clásicamente
representadas por el stalinismo (PC), el maostalinismo (PCR) o variantes
populistas del castrismo (Patria Libre). 4) Las corrientes socialistas
revolucionarias que, en general, reducen su tradición a la de Trotsky y
el trotskismo, pero que en realidad es más amplia que este valioso
legado.
De esta forma se puede
decir que así como el Brasil que ha votado a Lula y al PT, se ha
convertido en un test de importancia mundial para el futuro político del
neo reformismo, en el proceso argentino se lleva a cabo otro test que va a
mostrar la viabilidad -en la arena directa de la lucha de clases- de las
corrientes enumeradas en el párrafo anterior. Estas tres o cuatro
corrientes "de pensamiento", se encuentran en
"competencia" entre sí, representándose –a su vez- en casi
una docena de expresiones sociales y políticas organizadas. El proceso
argentino es bastante distinto –por ejemplo-, al brasilero: muestra a la
mediación democrático-burguesa bastante deteriorada y su escenario
privilegiado de confrontación es la lucha social y política directa.
Luchas cuyo conjunto va delineando un complejo proceso de recomposición
de la clase trabajadora y del resto de las clases populares.
En este marco, opinamos que
el desafío estratégico colocado, es reflexionar acerca de cómo hacer
para que el argentinazo pueda sobrepasar sus limites. Este es el problema
especifico que tenemos por delante en el actual momento. Y el problema
especifico es justamente el pasaje del actual proceso revolucionario
democrático general, en proceso revolucionario social, de signo
socialista, haciendo de la clase trabajadora unificada, el sujeto efectivo
y auto conciente del mismo.
Distintas metas, distintas
estrategias
Existen, como venimos
diciendo, una serie de teorías y estrategias en "competencia"
al interior del proceso del "argentinazo". Hay una gran
división de corrientes políticas y sociales. Pero, al mismo tiempo, al
interior de la vanguardia existe una enorme democracia, en el marco del
conjunto de corrientes en competencia. Este es un ángulo que
–en general- no se considera cuando se habla de la "división de la
izquierda", pero que es de enorme importancia y que no hemos visto señalado
en otras reflexiones. Porque hace a las perspectivas de la vitalidad de
las corrientes de la izquierda en general (y a las socialistas
revolucionarias en particular). Y a las perspectivas de la
"democracia socialista" (democracia obrera que los
revolucionarios postulamos como método esencial para que avance la
conciencia socialista entre los explotados), el hecho de que la existencia
de esta serie de corrientes en competencia haga al contenido intangible y
progresivo de la democracia entre los trabajadores. Esto no quita que
–por supuesto- no dejemos de considerar a la pelea por la hegemonía política
como absolutamente necesaria, obligatoria e implacable. El activismo
obrero y popular deberá hacer su experiencia con estas concepciones
estratégicas y ver cual puede responder mejor a los fines mas profundos
del "argentinazo", que para nosotros no son otros que un
cuestionamiento socialista global a la Argentina capitalista como tal.
Para los autores de este
artículo, los socialistas revolucionarios nos encontramos en distintos
grados de contradicción con cada una de éstas corrientes. El neo
reformismo (CTA) es nuestro enemigo más serio dentro de este conjunto.
Levanta luchar por una "regulación democrática" del
capitalismo. Excluye del horizonte histórico la posibilidad de ir más
allá de este sistema. Su horizonte se restringe a la "utopía democrática".
Este perfil es su balance político implícito de las experiencias del
llamado socialismo real. El único proyecto político "de
futuro" que es posible solamente se puede dar dentro de los marcos de
los actuales regímenes políticos de la democracia burguesa y se podrán
proponer únicamente el aminorar los aspectos más injustos del
capitalismo.
Las diversas corrientes
"etapistas" se plantean la lucha por el poder. Su planteo estratégico
termina -como horizonte de máxima- en la postulación de un
"gobierno de unidad popular" como dice el PCR-CCC o
"antiliberal" (el PC). En todo caso siempre se busca la alianza
con sectores de la burguesía local que hayan sido perjudicados por la política
neoliberal, que sin duda existen. Otra cosa es ver su entidad e
importancia, pero que siempre, para "aliarse" con los
trabajadores y las clases populares, imponen que el proceso deba auto
limitarse a variantes políticas burguesas. Un reflejo de esto lo hemos
visto hace pocos días en que Patricio Echegaray ha declarado que la
alianza del PT brasileño con el empresario Alencar es una necesidad.
Pronunciamiento que, aparentemente, contrasta con el cotidiano guevarismo
iconográfico, habitual en la propaganda cotidiana del PC argentino, pero
que es perfectamente coherente con su política de fondo.
El planteo de las
corrientes "autonomistas" podría sintetizarse como
"transformación sin revolución". Ponen el acento únicamente
en los aspectos de "prefiguración" de una nueva sociedad a través
de las prácticas autónomas que se desarrollan al interior de la vieja
(es decir de la actual). Comparten con el neo reformismo la caracterización
de que la revolución socialista está –en los hechos- excluida del
horizonte histórico posible.
Todas éstas corrientes, de
una forma u otra, buscan que el proceso político actual no supere sus límites
puramente democráticos y / o antiimperialista generales.
Ésta convergencia estratégica tiene como efecto el que, más allá de
sus diferencias teóricas, los neo reformistas y pos marxistas ideólogos
de la CTA, tengan una alianza permanente con la CCC-PCR, única corriente
política argentina que reivindica explícitamente a Stalin. Otras
variantes del "etapismo" como Patria Libre, tienen una política
más a la izquierda, pero se mantienen firmes en cuanto a su
posicionamiento estratégico frente populista. Su modelo actual es un
proceso como el del chavismo venezolano que hace de evitar una confrontación
de los trabajadores y el pueblo pobre con los ricos uno de los ejes de su
política (sin duda por razones estructurales, la principal de ellas es
tratar de no perder su posición de "árbitro" entre las clases
sociales).
La grave auto limitación
en el terreno puramente democrático también se da en las corrientes
"autonomistas". El "Espacio Ciudadano" (ARI,
CTA, CCC, AyL) surgió sobre este terreno, y, aunque fue completamente efímero
y fracaso rotundamente, no se puede descartar nuevas confluencias con el
neo reformismo, dado este elemento de terreno común. Principalmente
porque éstas corrientes hacen una virtud de su ciego
"empirismo": la renuncia a cualquier perspectiva estratégica de
largo plazo.
Al interior de las
corrientes autonomistas se dan sugestivas convergencias. Por ejemplo,
dentro de la Coordinadora "Aníbal Verón" trabaja Quebracho,
corriente populista, nacionalista y castrista, a la que sólo se puede
diferenciar de grupos como Patria Libre, por diferencias bastante menores
y énfasis momentáneos. También, en las posiciones del grupo de Luis
Zamora pueden encontrarse aspectos similares de autolimitación democrática.
Por ejemplo, cuando plantea que lo que ocurrió en diciembre es solamente
"una revolución en la cabeza de la gente", es decir percibiendo
correctamente un aspecto del fenómeno pero negando que éste tenga alguna
clase de correlato con la crisis y las disfunciones cada vez más dramáticas
de las relaciones de producción de la Argentina capitalista.
En resumen, todas éstas
tendencias, más allá de sus diferencias (que conviene tener en cuenta,
ya sea para combatirlas como para registrar los aspectos verdaderos de la
experiencia que puedan reflejar deformadamente), se caracterizan por
querer limitar el actual proceso a sus actuales formatos democráticos.
Otra ubicación tienen las corrientes socialistas revolucionarias y / o
trotskistas con las cuales tenemos diferencias de importancia, aunque
sobre la base de un terreno de clase común. Esto lo veremos mas abajo.
De este planteamiento
limitado de las tareas y los fines del argentinazo, se desprende una
determinada concepción sobre las fuerzas sociales y de clase en pugna en
el mismo. Nos interesa destacar -a continuación- la polémica acerca del
"sujeto" social activo del proceso, donde en todos los casos
nunca se busca "interpelar" a la clase trabajadora, sino a la
"gente", a el "ciudadano", a la "multitud" o
al "pueblo", volviéndose así al sujeto característico de las
revoluciones puramente democráticas. Ya se trate del sujeto "multisectorial"
que plantea la CTA-FRENAPO que reuniría a todos los afectados por las políticas
neoliberales (que reuniría tanto a los trabajadores como a las PYMES que
plantean que los trabajadores carezcan de todo derecho laboral) y que es
teorizado en términos mas "serios" como la "sociedad
civil" o la "multitud" propia de las versiones teóricas
del autonomismo. Neorreformistas, autonomistas o etapistas radicalizados
suelen apelar a la denominación de "excluídos", noción que a
éstas corrientes políticas les sirve para borrar cualquier componente
clasista que haga eje en el papel decisivo de los trabajadores en la vida
social y material.
Clases sociales, hegemonía
y "argentinazo"
Los marxistas
revolucionarios hemos tenido que soportar en los últimos 25 años la
insoportable cantinela cuyo primer mandamiento dice: "la clase
trabajadora no existe más". Diversas han sido sus variantes. Desde
el desánimo nostálgico de los planteos de André Gorz en su libro
"Adiós al proletariado" hasta las variantes más o menos apologéticas
del curso neoliberal de los 90 en que se hablaba del "fin del
trabajo" o de la "nueva economía" (nombre pomposo que se
le dió a la última burbuja económica basada en los recursos informáticos
volcados a la inversión en los mercados financieros). Sin embargo, la
clase trabajadora, del mismo modo que la importancia determinante de la
producción material, estaban lejos de desaparecer.
La situación abierta con
el "argentinazo" ha sido otro mentis más para éstas teorías.
Un mentis más rotundo de lo acostumbrado. Porque cuando dos de los tres
motivos del estallido del 19 y 20 se refieren de hecho a la centralidad
del trabajo en la sociedad (la "rebelión del hambre" y la
"rebelión por trabajo"). Cuando una parte sustancial de los
cientos de miles que están en la calles desde esta fecha son
trabajadores. Cuando las ocupaciones de pequeñas fabricas tiene el valor
"simbólico" y real que tiene sobre la sociedad. Cuando la pelea
por la jornada de trabajo de seis horas en los subterráneos adquiere el
voltaje político que se ha visto. Cuando el proceso del argentinazo no
solo es urbano, sino centralizado –de hecho- en la mayor concentración
urbana del país (el Gran Buenos Aires y la Capital Federal) se cae
todo el andamiaje de la "muerte" de la clase trabajadora.
Porque guste o no, en los
hechos de la vida real, la condición laboral sigue siendo una condición
estructurante de las relaciones sociales, la principal condición
estructurante, se tenga trabajo o...no se lo tenga. Y esto es lo que hace
–precisamente- a parte de los "motivos" mas importantes del
"argentinazo", y a su "geografía social". Un proceso
revolucionario urbano y de los trabajadores (y el pueblo pobre) por donde
se lo mire.
Otra cosa muy distinta
(pero también fundamental de reconocer) es que se trata de una clase
trabajadora en condiciones muy distintas a la de hace ’30 años: con un
desempleo de masas sin antecedentes históricos. Por esto, frente a ello
es condición esencial para afirmar la perspectiva de los trabajadores en
medio del "argentinazo", la pelea por la unidad de clase
entre ocupados y desocupados.
En segundo lugar, junto con
esto, se ha desarrollado un amplio debate alrededor del componente social
de las asambleas populares: creemos que ellas son una expresión popular y
de trabajadores. No hemos compartido las visiones que tendían a señalarlas
como un mero "ámbito de las clases medias empobrecidas"(por
ejemplo el PTS). Su riqueza social y su dinámica política, muchas veces
ha trascendido con mucho esta visión sectaria de las mismas.
Sin embargo –en estos
momentos- nos interesa referirnos a un error simétrico: el intento de
quitarle todo contenido de clase diferenciado al segmento de
"sectores medios" del "argentinazo", y que es uno de
los componentes importantes de las asambleas. Porque decimos
"sectores medios": porque es un hecho que conjuntamente con la
asalarización masiva de la población, subsisten sectores de clase media
o de pequeña burguesía más clásica, ya sea por razones estructurales
o, sobre todo, socio-culturales.
Creemos que esta compleja
estructura social de clases y sectores de clase, no debe ser simplificada
con confusos conceptos como "la clase que vive del trabajo", y
que por obra de prestidigitación política hacen desaparecer a los
sectores medios (trátese de la pequeña burguesía tradicional como de la
clase media asalariada) al mismo tiempo que oculta el papel jugado por el
neorreformismo y la burocracia sindical. Esto es visible en ciertos usos
de las teorizaciones de Ricardo Antunes que hacen entrar con forceps a
casi toda la población argentina adentro de la categoría citada y que
reducen las luchas políticas y sociales a un enfrentamiento entre
"la clase que vive del trabajo" contra un puñado de grandes
empresas monopólicas. Por el contrario, debe ser puesta a la luz, porque
además, las distintas corrientes político y sociales que actúan en el
marco del "argentinazo", expresan estos diversos o distintos
intereses de clase o de fracciones de clase. Nos explicamos: así como no
opinamos que la clase trabajadora haya desaparecido, tampoco creemos que
hayan desaparecido los sectores medios o pequeño burgueses, los cuales
tienen representaciones políticas y sociales que expresan su universo de
clase social y cultural (el neorreformismo del CTA tiende a hacerse vocero
de muchas de sus expectativas, especialmente en lo que atañe a los
planteos defensivos para la actual etapa o en azuzar a la vanguardia con
el espectro de un retorno autoritario).
Sin embargo, esto plantea
un desafío adicional: hasta ahora se ha dado, desde el comienzo del
"argentinazo", un "frente único" social de hecho
entre los trabajadores y los sectores medios. Sin embargo, pasado el
momento de ascenso del "argentinazo", este frente único no
se ha logrado afirmar políticamente.
Para que se dé esto ¿cuál
podría ser su mecánica social y política? Desde nuestro punto de vista
creemos que la clase trabajadora, ocupada y desocupada, debe afirmar su
hegemonía sobre los sectores medios, tomando en sus manos el programa que
los expresa a estos, y proyectándose como una alternativa para el
conjunto de la sociedad. Arthur Rosenberg, en su ensayo
"Democracia y socialismo" señala que tanto Marx como Lenin
mantuvieron la relación dialéctica entre el proletariado y el resto del
pueblo, en la cuál los intereses de todas las clases populares nunca
llegan a adquirir una total identidad, pero la clase trabajadora debe
buscar proyectar políticamente su hegemonía sobre el resto del pueblo.
Esto es, la "proyección societal" y no meramente
"corporativa" u obrerista sectaria. Rosenberg consideraba
fundamental para el avance de la revolución el contacto con "las
masas mas lentas" (formadas por los campesinos y los pequeñoburgueses
en los procesos que estudia). Esto es similar a cuando Lenin decía -en el
"Que hacer"- que había que "ir a todas las capas de la
sociedad".
Porque nunca hay que perder
de vista que en el momento oportuno, la burguesía buscará acentuar el
contraste de los intereses de los grupos de esta aparente unidad social,
poniendo en juego a sectores marginales presos del aparato del PJ contra
los movimiento de trabajadores desocupados, buscando abrir una brecha
entre las capas medias y los estratos de trabajadores, con hábiles
manipulaciones del miedo colectivo, como ya intentaron hacer en los
barrios populares en los días posteriores al 20 de diciembre.
Sin embargo, y en este
marco, nos negamos como hacen diversas corrientes a "interpelar"
solamente a "la gente", a las "multitudes" o a la
"población" en general. Creemos que hace parte de la
complejidad del "argentinazo" el desafío de una articulación
de los explotados y oprimidos en la perspectiva de la revolución
socialista. Y que esta articulación requiere de la unificación
consistente de la clase trabajadora para proyectarse como alternativa.
Esto es lo opuesto –por ejemplo- a practicas habituales del MIJD o del
PO de hacer "pedir moneditas" en las rutas a los compañeros
desocupados. Una clase que se presenta como "mendiga" difícilmente
pueda proyectarse como alternativa para toda la sociedad. El camino pasa
por otro lado: por la pelea por trabajo genuino, por afirmar la
perspectiva de la unidad de clase, para proyectar desde allí su
hegemonía sobre el conjunto de pueblo pobre e impulsar la confluencia de
todas las experiencias de la recomposición: ocupados, desocupados y
asambleas populares.
Porque los conceptos como
"multitudes" o "sociedad civil", lo mismo que el
concepto de "pueblo", son los "sujetos" de la revolución
democrática (y por ende, burguesa), pero nunca lo podrán ser de la
perspectiva de la revolución socialista (1). Porque la clase trabajadora
cambió, pero sigue siendo la "mayoría social". No simplemente
"la clase que vive del trabajo" (que era la clase de Blanqui y
de las viejas revoluciones del siglo XIX) sino "la clase que vive de
vender su fuerza de trabajo" o que "no puede vivir porque no
puede venderla".
Así, el análisis de
clase retoma toda su vitalidad en medio del "argentinazo",
contra los que vienen postulando que este punto de vista teórico ya no
tendría mas pertinencia, como es el caso compartido de intelectuales neo
reformistas y autonomistas (ver el concepto de "sociedad civil"
manejado por el neorreformismo a través de autores como Claus Offe y
Manuel Castells o el de "multitud" de Negri y Hardt).
Porque la mecánica social
del argentinazo no implica la utopía reaccionaria de la vuelta a
relaciones sociales del pasado, sino la proyección política y social de
la clase trabajadora tal cual es, al frente del conjunto de la sociedad
explotada y oprimida. E –insalvablemente- esta afirmación pasa por el
cuestionamiento del derecho de propiedad (2).
Reforma, transformación,
revolución
El "argentinazo"
en curso –tal cual venimos señalando- se esta dando en un contexto económico-social
específico: el de una bancarrota del país sin antecedentes históricos;
de desarrollo creciente de masivos elementos de empobrecimiento, degradación
y descomposición social, elementos de barbarie capitalista. Esta realidad
hace que la tarea especifica de millones sea cotidianamente como
sobrevivir, como comer. Y este mismo problema marca la actividad cotidiana
de muchos de los movimientos de trabajadores que se han puesto de pie al
calor del argentinazo: los comedores populares, los roperos comunitarios,
las marchas y cortes por los "planes trabajar", los
"proyectos productivos" son parte de esta realidad. Esta misma
realidad y reivindicaciones hacen que -invariablemente- muchos compañeros
consideren que las luchas en curso son "defensivas" (3).
Sin embargo, esta realidad
-que no es solo argentina sino continental-, ha dado lugar a variantes políticas
que se apoyan en ella para tener una "común" perspectiva que no
es "inmediatamente" revolucionaria socialista. Estas variantes
son las de lisa y llana "humanización del capitalismo" y las
"prefiguradoras".
Ambas tienen una grave
consecuencia común: la separación de las reivindicaciones inmediatas y
de las formas de la auto organización (cuando se las impulsa, como es el
caso del "autonomismo"), de la perspectiva estratégica del
poder y de la transformación social total de la sociedad (4). Esta
separación se liga inmediatamente con el cuestionamiento acerca de la
actualidad de la alternativa de "reforma o revolución" en el
contexto del argentinazo, cuestionamiento que es explicito -por ejemplo-
en el caso de John Holloway en su libro "Cambiar el mundo, sin tomar
el poder" (5).
Y esta separación opera
sobre la base de un doble argumento teórico: el primero, es la reaparición
de un cierto "reformismo de la miseria". ¿Qué
quiere decir esto? Significa que se abre cierto espacio a partir de la
tremenda miseria y crisis social en la que se vive, para colocar la lucha
por "paliativos" como si fuera la lucha por las soluciones de
fondo. Transformar lo que hacen millones de trabajadores y sectores
populares por necesidad, en virtud. De aquí proviene toda una
elaboración intelectual interesada –como es el caso del CTA y el
neorreformismo- en el sentido de que lo que se trata es de
"incluir" en el capitalismo a los "excluidos", en el
sentido de que la pelea es "contra el hambre" y no contra la
explotación, etc. Dicen esto apoyándose, al mismo tiempo, en la
distancia real y la dificultad de establecer puentes (necesidad estratégica
del "argentinazo") entre ocupados y desocupados.
Sorprendentemente, en esta confusión entre "necesidad y virtud"
caen tanto corrientes "reformistas" como
"revolucionarias" (ver el caso del PO), cuando –por ejemplo-
se exalta la lucha por los planes trabajar y las bolsas de comida.
En segundo lugar, junto con
esto –proviniendo más de las filas de las corrientes autonomistas- se
coloca otro argumento para separar la lucha por las necesidades inmediatas
de la perspectiva de la revolución socialista. Este argumento se apoya en
un hecho cierto, real y muy progresivo: el desarrollo de practicas de
solidaridad, de reestablecimiento de vínculos sociales, de auto
organización y democracia de base al calor del "argentinazo".
Ejemplos sobran: las asambleas del movimiento de trabajadores desocupados
o las populares en general, las fabricas ocupadas, los cortes de rutas,
etc. Efectivamente estas experiencias son importantísimas y hacen al
contenido inmensamente valioso de autodeterminación que viene desde abajo
y que marca una de las características mas importantes del
"argentinazo".
Sin embargo, lo que nos
interesa acá, es el hecho de que se pierda de vista de que estas inmensas
conquistas de conciencia y organización, son el subproducto de una
lucha revolucionaria, y que de no triunfar el "argentinazo",
difícilmente puedan sostenerse. Porque cuando la burguesía, su Estado,
su "justicia" y su policía no pueden desalojar una fabrica o ni
siquiera quitarle la lana a "Lavalan" (pequeño lavadero de
lana, donde no trabajan mas de 30 compañeros) de lo que se trata no es de
la relación de fuerzas de esa fabrica en particular, sino de la relación
de fuerzas mas en general entre las clases en el contexto del
"argentinazo". Y esa relación de fuerzas esta establecida sobre
la base del desarrollo de una lucha de clases -de hecho- revolucionaria
y no de la separación entre las perspectivas de reforma (o de
"transformación") respecto de las perspectivas revolucionarias
del proceso actual (6).
Esto nos remite a otro
problema que también creemos de actualidad: en la tradición de la cual
provenimos (el movimiento trotskista) mas allá de la letra escrita de sus
diferentes programas (a la cual se atienen –la mayoría de las veces-
dogmáticamente las distintas corrientes), se estableció una determinada
manera de "hacer política" revolucionaria: la de las consignas
y tareas "transicionales". ¿Qué quiere decir esto? Que cada
tarea -por mínima que sea-, esta siempre "enganchada" a otra
superior y al desarrollo de la organización independiente de los
trabajadores. Cada tarea o consigna no la afrontamos "en si
misma", sino "en la perspectiva y como parte de" una lucha
de conjunto, única lucha que puede garantizar conquistar y sostener lo mínimo.
Y esa lucha de conjunto es la del poder de los trabajadores.
Esto parte de un análisis
muy concreto y sencillo: las conquistas elementales que hoy –mediante la
dura lucha podemos obtener- son subproducto de la lucha –sea conciente o
inconsciente- revolucionaria de los sectores populares en el
"argentinazo", que en el medio de su desarrollo le imponen
determinados limites a la dinámica bárbara y destructiva del
capitalismo: por fuera de esta lucha, no hay conquista alguna, y esta
lucha expresa una periodo siempre inestable donde por la fuerza le
imponemos al capitalismo determinadas "concesiones" o
"conquistas". Por fuera de esta lucha, o en su desenlace
anti popular, perderemos todo lo conquistado.
Esta manera de hacer política
revolucionaria (profundamente realista) esta enganchada también con la
alternativa de "reforma o revolución" en el sentido de que el
reformismo al dar por hecho del marco del capitalismo, siempre desarrolla
sus tareas "en si mismas" y no en la perspectiva de la
transformación social.
Por lo tanto, aquí se
anuda la actualidad de la alternativa de "reforma o revolución"
con la idea de que cada tarea por mínima que sea, la desarrollamos
siempre, siempre, desde la perspectiva de la revolución socialista (7).
Se establece así (ya lo dijo Rosa), una continuidad entre el viejo
programa mínimo y el programa llamado "máximo", porque sin la
clase trabajadora en el poder, sin la transformación completa de la
sociedad, sin una dinámica de "revolución permanente" económica,
social, política, nacional e internacional, no se podrán sostener ni
resolver de manera persistente, ni siquiera las necesidades mas mínimas,
como la lucha contra el hambre y el desempleo de masas.
Revolución democrática /
revolución socialista
Partimos de definir con
claridad la actualidad general de la ubicación de la teoría de la
revolución permanente en lo que hace a la relación entre "revolución
democrática" y "revolución socialista" y que fue el fondo
histórico y aspecto central de la elaboración de Trotsky (en continuidad
con Marx) sobre la teoría de la revolución (8).
Podemos comenzar diciendo
que esta dialéctica entre "revolución democrática" (en el
caso del siglo XVII y XVIII, se trataba de las revoluciones democrático-burguesas)
y "revolución social", de alguna manera, clásicamente ha
estado siempre presente. Aun como "espectro": es el caso de los
sectores radicalizados y plebeyos de la revolución inglesa de 1640/88 con
los "Levellers" y los "Diggers"; o de los "Sans-culottes"
y los "Enragès" en el caso de la revolución francesa de
1789/96. Esto hace a una cierta mecánica o lógica social de todas las
verdaderas revoluciones, en el sentido del "traspaso" de los
limites puramente "políticos" o "formales" y en la
irrupción de los contenidos sociales, de clase.
A lo largo del siglo XIX, a
partir de 1830, el sentimiento democrático se fue uniendo –entre las
capas mas pobres y ya proletarias- a las esperanzas de revolucionamiento
social, que debía llegar junto con la revolución política. La tradición
de Babeuf y Bounarrotti ya había establecido un nexo entre la revolución
popular y un comunismo plebeyo y utópico. Las cosas cambian,
naturalmente, cuando un revolucionario democrático se declaraba -al mismo
tiempo y de manera explicita- partidario de un cambio socialista en las
relaciones de propiedad.
¿Pero que tiene que ver
todo esto con el "argentinazo"?
Que precisamente el mismo
ha vuelto a colocar sobre el tapete esta dialéctica (o falta de dialéctica
en el caso del neorreformismo, autonomistas y etapistas) entre el
cuestionamiento a las formas de representación y el contenido social implícito
del "argentinazo" y que los marxistas revolucionarios debemos
ayudar a explicitar.
Esto significa una dura
batalla política. Porque tanto la CTA, como agrupaciones como
"Autodeterminación y Libertad", tienen -de hecho- una
estrategia "común" en este terreno: el circunscribir la pelea
al terreno puramente democrático, implícitamente dentro de los marcos
del capitalismo. Esta es una trampa en la que ha venido cayendo Luis
Zamora desde el mismo inicio del "argentinazo": se ha negado a
considerar el proceso en curso como un proceso global, revolucionario, que
cuestiona -en los hechos- no solo las formas de representación políticas,
sino todas las relaciones sociales de la Argentina capitalista. Hace esto
insistiendo contra las corrientes de la izquierda revolucionaria, que el
proceso en curso se circunscribiría tan solo a una "revolución en
las cabezas de la gente".
El propio Zamora no logra
salir del discurso sobre las formas de representación política en
abstracto, sin integrar operativamente en su análisis que la
diversidad de formas de representación tiende a refractar distintos
intereses sociales, otros contenidos de clase. La democracia
representativa es burguesa. La democracia desde abajo, directa, tiende a
expresar los intereses sociales de los trabajadores y el pueblo. Esto es
lo que de hecho ocurre con las asambleas populares, con los movimientos de
trabajadores desocupados, con las fabricas ocupadas. Todos estos
movimientos no son solamente "más democráticos" en el sentido
formal que expresan de forma menos indirecta una concreta voluntad política.
Son cualitatitvamente distintos en tanto que articulan otra proyección
social y de clase. Es por ambos motivos que son distintos pero el error
central del planteo que criticamos es que borra las determinaciones de
clase. O más bien las minusvalora al extremo, las puede reconocer pero
como un saludo a la bandera, sin hacerlas entrar de verdad ni en su análisis
ni en su política concreta.
Esto se liga a otro
problema mas de fondo: la perspectiva por la cual se llama a luchar en el
contexto del "argentinazo". ¿Estamos por la "utopía
democrática" de la CTA? ¿Estamos por fundar una "nueva
republica democrática" como dice Carrió? ¿Estamos por solo cambiar
"las formas de presentación política" como dice Zamora? ¿O
estamos por un verdadero cambio político y social?. O sea, ¿estamos por
la "revolución" democrática o estamos por la revolución
socialista? Porque incluso al levantar consecuentemente las
reivindicaciones de la "democracia" (el "Que se vayan
todos") podemos afirmar sin lugar a dudas que sin la destrucción
revolucionaria del actual Estado capitalista, sin la perspectiva de la
revolución social, de signo socialista, es imposible imponer esta
reivindicación. Porque las simples condiciones de posibilidad de la
"democracia política" pasan por transformar las relaciones
sociales como un todo, por la revolución social..
Pero esto es imposible moviéndose
sólo en el andarivel democrático. Porque así, lo único que se hace es
interpelar políticamente los sectores mas pequeño burgueses y regalarle
los sectores obreros y mas pobres a un partido burgués tradicional como
el PJ, que si asume –a su manera suciamente burguesa- las motivaciones
sociales de "la producción y el empleo". Las convierte en política
cotidiana para integrar a sectores populares a su construcción clientelística,
planteandoles a estos sectores la necesidad de "atraer"
capitales para que haya inversiones y, por ende, trabajo. Un discurso político
de este tipo oculta una verdad básica y cada día que pasa más evidente:
el capital no da trabajo, lo quita, lo destruye.
Volviendo a lo que decíamos
respecto al crimen político que es limitarse a los "motivos"
puramente democráticos del actual proceso, creemos que, miope y
mezquinamente, se pierde de vista que el cuestionamiento colocado por el
"argentinazo" va mucho mas allá –una vez mas- que las simples
"formas de representación". Su contenido real apunta a
cuestionar todo, a la entera sociedad capitalista argentina tal cual esta
constituida hoy, no sólo en el terreno democrático, sino económico-social
y de las relaciones de propiedad.
Precisamente, este
contenido, es lo que aun no se ha transformado en conciente para las mas
amplias masas. Y por esto es por lo que -partiendo de cualquier
reivindicación mínima- hay luchar: por transformar el proceso de lucha
en curso, democrático y antiimperialista en general, en proceso
revolucionario social, de signo socialista, de cuestionamiento conciente a
las bases sociales capitalistas de este país, que son las responsables
del desastre al que hemos llegado. Porque debemos ayudar a transformar el
"que se vayan todos" en el grito de guerra por un verdadero
cambio social: la revolución socialista.
Las corrientes
revolucionarias, la autodeterminación y el socialismo
Como decía Rosa
Luxemburgo, la elevación conciente y democrática de las mas amplias
masas, en relación con sus tareas y sus métodos, es una condición histórica
indispensable para el desenlace socialista de cualquier proceso
revolucionario (9). El "argentinazo" no es una excepción.
Justamente, esto es lo que no entienden las corrientes "trotskistas
ortodoxas" de nuestro país: el PO, el MST y el PTS. No terminan de
entender que lo mas rico y original del proceso en curso es el ingreso a
la vida política de millones y las riquísimas experiencias de democracia
de base a lo largo y a lo ancho de la vanguardia.
Sin embargo, nuestra lucha
política al interior de las corrientes socialistas revolucionarias, la
hemos dejado para el final (ultimo, pero no menos importante), porque su
naturaleza es bastante distinta a los casos anteriores. En primer lugar,
porque nos ubicamos dentro de un mismo terreno de clase (sobre todo, en
general, con el PO y el PTS), más allá de las diferencias políticas.
Las corrientes "trotskistas ortodoxas" tienen con nosotros una
importante coincidencia respecto al carácter obrero de la revolución. Es
decir, los compañeros que militan en éstas corrientes afirman la
centralidad de la clase trabajadora en el actual proceso, aspecto que
compartimos.
Es decir, estamos en el
mismo terreno general (general decimos, porque como se sabe el PO es
estrictamente "piqueterista" y el PTS expresa una distorsión
obrerista) acerca de la "mecánica social" de la revolución.
Pero su ubicación respecto al contenido concreto que ellos atribuyen
a la perspectiva socialista nos resulta completamente insuficiente,
por decir lo menos. Todas éstas corrientes (PO, PTS, MST y otras menores)
tienen como rasgo común, el no haber llevado adelante ningún balance de
las lecciones que dejaron -al movimiento obrero y revolucionario- las
experiencias burocráticas del Este.
Su reacción acerca de este
tema, se reduce a un reflejo puramente defensivo que se limita a
reivindicar las caracterizaciones que sobre la Unión Soviética hiciera
Trotsky en los años ‘30 (provisorias y de pronóstico alternativo según
su autor). Como si el diagnóstico del revolucionario ruso pudiera
sostenerse a la luz de los datos de hoy que mostraron que las relaciones
sociales imperantes allí no reflejaban en grado alguno, aunque fuera mínimo
(a partir de la década del ’30), el predominio social de la clase
trabajadora. Ello fue comprobado cuando en los procesos de 1989/91 los
trabajadores de esos países no reconocían ningún interés real y común
con la propiedad estatizada. Incluso apoyó su privatización, más allá
de que bastaron pocos años para que volviera a experimentar una nueva
frustración.
De todos modos las
relaciones sociales que existían antes del desmoronamiento de la URSS y
los países del Este mostraban que en esos países existía explotación a
través del acaparamiento del plusvalor por parte del Estado de la
burocracia. El apego a las caracterizaciones de Trotsky (que hoy creemos
superadas) adquiere rasgos grotescos cuando escuchamos que algunas de éstas
corrientes plantean que aún hoy la Rusia de Yeltsin y Putin es un estado
obrero.
Estas posiciones respecto
al pasado se traducen en el presente en que estas corrientes (entre muchos
otros elementos) no han reflexionado acerca de los limites que tenia la
elaboración de Trotsky sobre la "mecánica política" de la
revolución socialista. Porque es evidente que en su elaboración acerca
de la teoría de la revolución (cuya mecánica social creemos plenamente
actual y presente en la dinámica de clases del "argentinazo"), los
aspectos de la subjetividad y conciencia de la clase trabajadora, ya
aparecían, unilateral y erróneamente restringidos alrededor de uno solo
(fundamental, sin duda) de los elementos que componen el aspecto conciente
de la revolución socialista: el partido revolucionario. Y en el mismo
sentido ha jugado el hecho de que en la experiencia revolucionaria del 17
al 23 en condiciones de aislamiento internacional, guerra civil y atraso
secular ruso, muchas de las medidas de excepción que debieron ser tomadas
por los bolcheviques, fueran transformadas en norma y virtud, tendiéndose
a contraponer –erróneamente- la "dictadura del proletariado"
con la "democracia socialista", la que para nosotros –como
norma- son sinónimos y no opuestos.
Esto ha llevado a que en el
trotskismo -en su actuación cotidiana posterior al mismo Trotsky- se
tendiera y se tienda muy fácilmente a considerar la democracia de los
trabajadores, como un factor meramente instrumental subordinable
completamente a las "razones de la lucha" ("el fin
justifica los medios") y a la "razón de partido". De ahí
que –por ejemplo- en medio del proceso abierto, las corrientes sean una
maquina de dividir la vanguardia por motivos puramente mezquinos y de
aparato, perdiendo siempre de vista "los intereses generales del
movimiento en su conjunto".
Por eso, estas
constataciones no se limitan a iluminar aspectos centrales de las
experiencias revolucionarias del pasado siglo, sino que implican lecciones
estratégicas a futuro. En opinión de los socialistas revolucionarios del
MAS, un relanzamiento de la perspectiva auténtica del socialismo está
necesariamente ligada a la autodeterminación conciente de la clase
trabajadora, y no sólo a una reivindicación "abstracta" de su
centralidad. A la luz del balance de las experiencias burocráticas, es
necesario reafirmar la íntima conexión entre forma y contenido que debe
ser el rasgo constitutivo de la revolución socialista, mucho más que en
las revoluciones del pasado. La autodeterminación de los trabajadores
como condición para que avance el proceso revolucionario quiere decir
buscar una superación dialéctica que conserve el elemento democrático
del actual proceso, y de los movimientos de masas en general, haciéndolo
en el marco de una perspectiva de clase y no como un elemento únicamente
democrático, sin determinación de clase.
Por éstas razones, que
hacen a la esencia de una redefinición de una perspectiva socialista auténtica,
nosotros decimos que estas corrientes son y actúan en el proceso del
"argentinazo" como corrientes "revolucionarias sin
socialismo". Limitan su visión política a la idea de una toma
del poder por la clase trabajadora, pero sin reflexionar acerca de las
"tecnologías" políticas y organizativas que traen
necesariamente a colación la emergencia de un poder obrero y popular que
desplace a la clase capitalista pero que además pueda ejercer su hegemonía
y dar su impronta al conjunto de los explotados de una manera donde el
poder que se afirme, sea el poder democrático y autoorganizado de capas
siempre crecientes de las masas trabajadoras. Sus perspectivas son las de
un socialismo sin contenido, sin elementos de "prefiguración".
"Revolución sin socialismo" es lo exactamente inverso de las
posturas autonomistas que plantean la pura "prefiguración o
transformación sin revolución".
Democracia desde abajo,
democracia burguesa y democracia socialista
Los problemas que venimos
señalando, llevan en estas corrientes a una sub valoración general de
los problemas de la "democracia desde abajo". ¿Que es la
democracia desde abajo? Los elementos de búsqueda y aspiración de
decidir de la mayoría de los trabajadores y el pueblo pobre, que vienen
de la tradición de las revoluciones democráticas y para las cuales la
tradición socialista no es una simple negación sino una superación dialéctica.
El marxismo revolucionario es una síntesis de las mejores tradiciones
de la democracia revolucionaria y del socialismo revolucionario (10).
Esta cuestión hay que
verla con cuidado porque habitualmente se mezclan varios planos en los análisis.
Existe un aspecto de la tradición democrática que tiene que ver con lo
que Hannah Arendt llama "derecho a tener derechos" y que ha
impulsado movilizaciones y movimientos de masas en todo el mundo. Este
aspecto tiene, sin duda, una limitación importante que es su aspecto
negativo, que simplemente plantea algo defensivo frente al orden
establecido. Otro aspecto de la democracia desde abajo que está presente
en lo anterior, aunque de un modo subterráneo y reprimido, es la
exigencia a decidir de verdad y no limitarse a optar por supuestos males
menores. Ambos aspectos forman parte de lo que se llama democracia
sustantiva, revolucionaria o, mejor aun, democracia desde abajo.
Pero la característica fundamental de la sustantividad democrática es
que ésta es una exigencia de que la democracia sea tal y que ello pase a
expresarse tanto en lo político como en lo económico y social.
Concretamente, los socialistas revolucionarios del MAS opinamos que la
democracia sustantiva hoy sólo puede concretarse a partir del
autogobierno de la clase trabajadora y las masas populares. La articulación
entre los motivos de la sustantividad democratica con una perspectiva de
clase socialista e internacionalista es una necesidad de primer orden si
queremos relanzar al marxismo revolucionario a la lucha de clases real.
Otro aspecto de la cuestión
de la democracia (su costado negativo o reaccionario) es que, considerada
desde un punto de vista histórico-concreto, la "democracia
en abstracto" (esto es, no revolucionaria, no desde abajo, sino
burguesa, basada en una igualdad ficticia que oculta las desigualdades
reales en lo social) como régimen político burgués, ha sido el arma con
que el capital ha golpeado a los trabajadores en todo el mundo en los últimos
20 años.
Hay una contradicción
entre las exigencias democráticas sustantivas, radicales, desde abajo y
el carácter de clase que tiene la democracia burguesa
"representativa" para satisfacer esas aspiraciones. En todo el
período histórico vivido de la década del ‘80 en adelante hemos
asistido a una supuesta "extensión de la democracia política"
que se ha combinado con las políticas de ajuste y desregulación a nivel
mundial.
En eso podemos ver el
meollo de la "democracia participativa" del CTA. Al no tomar un
punto de vista anticapitalista, revolucionario, la "democracia
participativa" se convierte en un planteo a llevarse a cabo dentro de
la actual democracia y por lo tanto del actual régimen y estado.
Nosotros creemos que una
parte (no toda) de la "utopía" (es decir de la sociedad
deseada) es la democracia real, social y política. Pero únicamente en
tanto democracia sustantiva y revolucionaria, de los trabajadores y el
pueblo pobre, que se opone por el vértice a las limitaciones y al carácter
de clase insalvable de la actual democracia. Esas limitaciones y carácter
no son nada muy misterioso sino que son producto de la siguiente razón:
por más que los regímenes democráticos o constitucionales tuviesen las
"mejores intenciones" de satisfacer las demandas de las clases
populares hay una circunstancia que ningún mecanismo "democrático"
puede atravesar que es que el núcleo central de los mecanismos sociales y
de clase coloca el poder de decisión en manos de los capitalistas. La
"mejor" democracia burguesa no puede cambiar nada de esto: el
destino de las mayorías populares está atado a las decisiones económicas,
sociales y políticas de los capitalistas.
Las corrientes del "trotskismo
ortodoxo"que estamos criticando no asumen este conjunto de
problemas. Su delimitación política respecto a la "democracia en
abstracto" como la llama Hal Draper se reduce a despreocuparse
respecto a la sustantividad democrática, a la democracia desde abajo. Su
preocupación de no capitularle a la democracia burguesa (11) los lleva a
suprimir cualquier inquietud respecto al problema de la democracia. Los
lleva a -lo que un amplio espectro de los activistas sociales ve como un
rasgo constitutivo- a ser simplemente antidemocráticos. Cosa que no deja
de reflejarse en una parte importante de su acción en el movimiento de
masas. Las raíces teórico-políticas de ello estan ligadas a su visión
a-critica acerca de la experiencia del bolchevismo en el poder, haciendo
–como hemos dicho arriba- virtud y teorizacion de las necesidades
perentorias que debieron enfrentar Lenin, Trotsky y sus compañeros en las
condiciones terribles de la guerra civil contra los ejércitos burgueses e
imperialistas.
En esos años se dió un
debate acerca de la "dictadura del proletariado". Kautsky, en
nombre de la "democracia en abstracto" (es decir, burguesa)
encabezo una campaña mundial contra la "dictadura bolchevique".
Y bajo esta presión, el propio Lenin (en "La revolución proletaria
y el renegado Kautsky") y Trotsky (en "Terrorismo y comunismo)
respondieron con sendos folletos, pero cometiendo el error de aceptar los
términos del debate: esto es, la contraposición abstracta planteada por
el teórico reformista entre "dictadura" y
"democracia". Hicieron esto en vez de contraponer a la falsa
democracia de los ricos -que no es mas que la dictadura del capital-, la
verdadera democracia política y social de los mas amplios sectores de los
trabajadores – la dictadura social de los trabajadores- que tendía e
encarnar, potencialmente, el poder bolchevique (1917-23) mas allá de
todas las deformaciones a la que se vio sometido en su momento. Las
corrientes ortodoxas contemplan a éstas deformaciones como indudables
virtudes proletarias, lo que tiene el problema de convertir a cualquier
aspiración democrática en burguesa. Justamente este tipo de
apreciaciones (más empíricas que explicitadas) reflejan los costados del
armamento teórico trotskista que no pudieron escapar a la presión del
stalinismo a nivel mundial.
Desde nuestro punto de
vista, incluso tomando al propio Lenin del "Estado y la revolución",
la "dictadura del proletariado" es sinónimo de "democracia
socialista" (cosa que también puede verse, aun más enfáticamente,
en Rosa Luxemburgo). De todas formas Lenin en este trabajo dice que la
dictadura del proletariado significa una democracia de nuevo tipo: de la
amplia mayoría para la amplia mayoría; y, también, una dictadura de
nuevo tipo: de la mayoría sobre la minoría (los restos burgueses y el
imperialismo mundial). Este gobierno es una democracia de clase y por lo
tanto una dictadura sobre las clases enemigas, la contrarrevolución
imperialista y los restos de la clase dominante. Esto implica medidas de
dictadura de clase, de los trabajadores contra los burgueses, aunque
siempre teniendo como norte la perspectiva de la reabsorción de la esfera
política por la sociedad, es decir del autogobierno de la clase
trabajadora y las masas populares y de la "extinción" del
estado (aun obrero).
Por lo tanto, nuestra
perspectiva normativa es la mas amplia democracia y autodeterminación
entre los trabajadores y el pueblo pobre. A esto lo llamamos desde el
punto de vista social, de clase, "dictadura del proletariado", y
desde el punto de vista político, "democracia socialista".
Democracia socialista para la cual se deben ayudar a crear las
condiciones, no en un tiempo indeterminado después de la revolución,
sino, por el contrario, desde antes de la misma, en el proceso
revolucionario mismo. Democracia socialista para la cual se deben
ayudar a crear las condiciones, no en un tiempo indeterminado después de
la revolución, sino, por el contrario, desde antes de la misma, en el
proceso revolucionario mismo. Y por esto, el cuidado que creemos se
debe tener (y que las corrientes no tienen) cuando se trata del
desarrollo, maduración y fortalecimiento de las experiencias de
democracia de base, esto es de los embriones de democracia desde abajo.
Cuestión aparte es el
hecho de que no se debe desarmar a la vanguardia acerca de las medidas de
excepción que segura y necesariamente se deberán tomar en toda revolución
y en todo gobierno revolucionario. El problema que aparece en el debate
con las corrientes trotskistas ortodoxas es que a partir de este problema
real que enfrenta toda verdadera revolución social se le resta
importancia al perfil de autodeterminación obrera y popular en nombre de
las necesidades prácticas que seguramente vamos a enfrentar. Luego se
termina "haciendo ideología" respecto a ello y calificando como
virtud lo que es pura necesidad. Así es cómo se dan hechos habituales
como el conversar con militantes de grupos del trotskismo ortodoxo que
declaran muy sueltos de cuerpo: "el socialismo es la negación de la
democracia" (atención, no de la democracia burguesa, sino de la
democracia a secas). No hablamos de ningún grupo en particular.
Desgraciadamente la anécdota es lo suficientemente representativa para
que el sayo le calce a todos o a casi todos.
El argentinazo, las
revoluciones de post guerra y el marxismo revolucionario
Lo anterior, hace a un
ultimo ángulo de importancia: la comparación de algunos rasgos del
"argentinazo" con las principales caracteristicas de las
revoluciones de la segunda post guerra. Porque en relación a ellas saltan
a la vista una serie de elementos no menores. En la segunda post guerra se
asistió a una serie de revoluciones –que no es el interés de este
texto pormenorizar aquí- que tuvieron una serie de rasgos comunes: fueron
procesos que a partir de iniciales motivaciones antimperialistas se terminó
estatizando los medios de producción fundamentales, estos procesos
tuvieron a su frente –casi invariablemente- a aparatos o corrientes
pequeño burguesas o burocráticas y donde –por lo tanto- brillaron
por su ausencia dos elementos: la centralidad de la clase
trabajadora asalariada y los elementos de auto determinación y auto
organización de las propias masas. Esas dos ausencias determinaron que éstas
revoluciones tuvieran un fuerte carácter "desde arriba". Es
decir el diseño social que resultó de ellas estuvo enormemente
determinado por las direcciones políticas que esas revoluciones pudieron
darse. De ahí que, desde su inicio, las políticas que llevaron adelante
se asemejaron a gigantescos experimentos de "ingeniería humana"
en los que se desplazaban poblaciones enteras de un territorio a otro o se
decidía desde arriba un determinado tipo de industrialización,
independientemente del costo humano que pudiera tener. Ejemplos de ello
pueden verse en el llamado "gran salto hacia adelante" en China
o el fracaso de la zafra de azúcar de los años 70 en Cuba, esfuerzo
voluntarista que desarticuló la producción del país por varios años
(especialmente en lo que tenía que ver con el consumo popular). Se podría
decir en cierto sentido, tomando una fórmula del joven Marx, que fueron
más revoluciones políticas que sociales. Con esto apuntamos al carácter
totalmente desde arriba que tuvieron, en el que el único papel que les
cupo a las masas trabajadoras fue justamante ése: trabajar solamente...y
obedecer. En ningún modo su papel tuvo ningún rasgo que pudiese
conllevar la experimentación colectiva para encontrar modos de
convivencia distintos.
Por supuesto que éstos
rasgos no salen de la nada: están relacionados con un contexto histórico:
los procesos de desmantelamiento de los imperios coloniales tras la
segunda guerra mundial y el fortalecimiento relativo del stalinismo
posterior a ella. Esto último constituía un enorme bloqueo para todo lo
que fuese una perspectiva auténtica de socialismo. La contradicción de
ese período histórico estuvo dada por un contexto en el que los motivos
antimperialistas constituían un impulso para los procesos revolucionarios
que se encontraba mediado por la presencia del stalinismo como modelo
societal alternativo (falso como se pudo ver posteriormente)
Luego de la caída del muro
de Berlín, del "desbloqueo potencial de la alternativa del
socialismo" que caracterizamos como elemento inmensamente progresivo
en ese momento, el "argentinazo" tiene una serie de rasgos
positivos en relación a estas revoluciones –así como también –es
obvio-, enormes limites-, que queremos destacar y que creemos que hacen a
una acumulación de experiencias latente a nivel de las mas grandes masas,
mundialmente.
En primer lugar, saltan a
la vista, precisamente los elementos de acción y organización democrática
e independiente. Esto es inmensamente progresivo: las asambleas
populares, los movimientos de trabajadores desocupados, las fabricas
ocupadas, expresan elementos de democracia de base de un valor imposible
de circunscribir y que expresan la recuperación de un elemento clásico
de las revoluciones obreras y socialistas de principios del siglo XX.
Junto con esto, está también
el hecho de que el argentinazo se da o tiene su sede no solo en un país
urbano, sino en el centro de este país: esto hace que las masas
urbanas y trabajadoras tengan una centralidad en el proceso que no
tuvieron ni en China, ni en Cuba, ni en Vietnam. Este aspecto también
hace a los progresivos contornos sociales clásicos de este proceso a los
inicios del siglo XXI, facilitando los elementos democráticos y de
autodeterminación.
Por el contrario, es obvia
la actual ausencia de una dinámica anticapitalista en el marco de un
"universo" general de crisis de alternativas, aunque al mismo
tiempo, también es un factor inmensamente progresivo, la crisis general
de las direcciones o mediaciones burocráticas, mediaciones que en el
contexto de las revoluciones que estamos refiriendo, no pudieron ser
superadas. Y que -sin embargo- marcan hoy un inmenso cambio, que es lo que
mas nos interesa destacar en este final: el cambio real o potencial de
las relaciones de fuerza entre corrientes reformistas y el socialismo
revolucionario, lo que esta abriendo un desafío y responsabilidad
histórica para sacar a nuestras corrientes de su marginalidad y
transformarlas en un actor real y de peso en la lucha de clases.
Notas:
(1) "Los demócratas
atenienses, del mismo modo que los republicanos americanos y los patriotas
franceses, bajo la dirección de Robespierre, se proponían llevar a cabo
la lucha en pro del pueblo trabajador mas pobre y en contra del capital
manteniendo la propiedad privada (...) Con la derrota de junio de 1848
termina la coalición de clase entre obreros, campesinos y pequeña
burguesía que constituyo la esencia de la antigua democracia
revolucionaria". Arthur Rosemberg, "Socialismo y
democracia". Cuadernos de Pasado y Presente nº 86. Esto es, se
termina la coalición del "pueblo en general", constituida bajo
la dirección política de la pequeño burguesía.
(2) Y no por el objetivo de
una "sociedad de pequeños productores" como ha dicho Luis
Zamora en un reportaje otorgado al diario La Nación el domingo 27/10.
Porque aun en medio del tremendo desempleo y del retroceso de las fuerzas
productivas del país, el desafió es apropiarnos, e impulsar hacia
adelante las fuerzas productivas del trabajo social, y no retroceder hacia
una utópica sociedad de pequeños propietarios. En la teoría marxista a
esto se lo denomina modo de producción mercantil. Marx habla de éste
como una forma de relación social que nunca adquirió predominio sobre
los otros modos de producción sino que los acompañó en forma
subordinada, no pudiendo nunca convertirse en la forma dominante. En un
contexto capitalista la pequeña propiedad, si bien nunca va a
extinguirse, tiende estructuralmente a reducirse. Si bien suponemos que
Zamora busca apelar al componente democrático general que tienen las
aspiraciones de las clases populares a asegurar su libertad personal a
través de un mínimo de propiedad, creemos que a un socialista (o un
anticapitalista en el caso de Zamora) solo le queda el camino de
"pincharle el globo" a esas ilusiones de los oprimidos,
mostrando cómo la defensa del principio de la propiedad privada lleva,
necesariamente, a que la mayoría social esté privada de propiedad, al
mismo tiempo que muestra la imposibilidad de que en el actual estado de la
vida social se retroceda al adaptar los requerimientos de la producción
actual a la limitada escala de la pequeña propiedad. Ese tipo de agitación
se la podía permitir una demagoga de derecha como Adelina de Viola cuando
levantaba como consigna "un país de propietarios y no un país de
proletarios" pero creemos que está excluída para alguien de
izquierda.
(3) Considerar las luchas
actuales, en medio del argentinazo, como "defensivas", hace a
una visión equivocadamente "economicista" del proceso en curso,
visión que no compartimos. Porque cuando lo que en muchas de ellas lo que
esta puesto sobre el tapete es –objetiva y subjetivamente- el
cuestionamiento al imperio de la propiedad privada o de la autoridad del
Estado, evidentemente no se puede tratar de meras luchas
"defensivas". Por el contrario, se trata del desarrollo de un
proceso revolucionario, que hace que se combinen reivindicaciones económico-sociales
muchas veces ultra mínimas (comer, no perder el empleo) con métodos de
lucha, de organización y objetivos...ofensivos.
(4) "Yo tengo los pies
sobre la tierra. En Quebracho queremos hacer la revolución, pero sabemos
que la gente todavía no nos acompaña. Acá primero hay que dar de comer,
hay que educar a la gente. Lo mas probable es que yo no vea como termina
todo". Nicolás Lista, dirigente de "Quebracho" y de la
"Aníbal Verón". Reportaje en Clarín 2/09/02.
(5) A diferencia de John
Holloway que transita la perspectiva de "ni reforma, ni revolución...",
creemos que el enfoque de los marxistas revolucionarios de principios del
siglo XX, en el sentido de la oposición estratégica –al interior del
movimiento obrero- entre "reformistas" y
"revolucionarios" es plenamente actual en el contexto del
argentinazo. Con Rosa Luxemburgo decimos: "Pero puesto que el
objetivo final del socialismo es el único factor decisivo que distingue
al movimiento socialdemócrata de la democracia y el radicalismo burgués,
el único factor que transforma la movilización obrera de conjunto de
vano esfuerzo por reformar el orden capitalista en lucha de clases contra
ese orden, para suprimir ese orden, la pregunta ‘reforma o revolución’,
tal como la plantea Bernstein es, para la socialdemocracia, el ‘ser o no
ser". Rosa Luxemburgo, "Reforma o revolución", tomado de
la SoB nº11, pagina 38.
(6) "(...) Todo obrero
comprende que, con dos millones de desocupados y semi ocupados, la lucha
sindical por los convenios colectivos es una utopía. En las condiciones
actuales, para obligar a los capitalistas a hacer concesiones serias, es
necesario quebrar su voluntad (...) La tesis marxista general: las
reformas sociales no son mas que subproductos de la lucha revolucionaria,
en la época de la declinación capitalista, tienen la importancia mas
candente e inmediata. Los capitalistas no pueden ceder algo a los obreros
mas que cuando están amenazados de perder todo. Pero incluso las mayores
‘concesiones’ de las que es capaz el capitalismo contemporáneo (...)
seguirán siendo absolutamente insignificantes en comparación con la
miseria de las masas y la profundidad de la crisis social. He aquí porque
la mas inmediata de todas las reivindicaciones debe ser reivindicar la
expropiación de los capitalistas y la nacionalización (socialización)
de los medios de producción. ¿Qué esta reivindicación es irrealizable
bajo la dominación de la burguesía?. Evidentemente. Por esto es
necesario conquistar el poder". León Trotsky. "Una vez mas, ¿a
dónde va Francia?. Fines de marzo de 1935. Editorial Juan Pablo Editores.
(7) Incluimos aquí el
concepto de "transformación" porque expresa teóricamente esta
idea de que lo que se impone ahora es "transformar" el espacio
inmediato, el ámbito directamente inmediato de actuación del activista
social, porque hoy por hoy "no se puede hacer la revolución".
Como muchas veces esta practica se desarrolla –efectivamente- no bajo la
vieja concepción "reformista", no desde un aparato, se lo
considera (por sus propios actores) como actividad transformadora o "prefiguradora".
A este respecto nos parece util dejar asentada, la ubicación teórica que
da a esta cuestión un defensor de esta perspectiva: "Pero para la
‘Ética de la Liberación’, a diferencia de Luxemburgo, la acción ética
contraria a la praxis funcional (...) no es la revolución, sino la
transformación. Esto es de gran importancia estratégica (...), porque si
la ética (...) intentara justificar la bondad del acto humano solo desde
la revolución (...) habría destruido la posibilidad de una ética
critica (...) de la vida cotidiana (...) transformar toda norma, acción,
micro estructura o institución (...) las revoluciones, las reales e históricas,
son el paroxismo del acto revolucionario (...) En estos momentos, a
finales del siglo XX, en el tiempo de la hegemonía sin contrapartida de
la pax americana (...), si la extrema izquierda (...) confunde reformismo
con transformación (...) no revolucionaria, no podrá sino condenar al
desaliento o a la inmoralidad a todas las mujeres y hombres honestos críticos
que están comprometidos (...) en Frentes de Liberación, que no son ni
pueden ser hoy revolucionarios, al menos en el sentido de la toma del
Poder del Estado para cambiar las estructuras de fondo socio-económicas".
Enrique Dussel, "Ética de la Liberación", pag. 528/535.
Editorial Trotta, 1998
(8) "La revolución
permanente, en el sentido que Marx daba a esta idea, quiere decir una
revolución que no se aviene a ninguna de las formas de predominio de
clase, que no se detiene en la etapa democrática y pasa a las
reivindicaciones de carácter socialista abriendo la guerra franca contra
la reacción, una revolución en la que cada etapa se basa en la anterior
y que no puede terminar mas que con la liquidación completa de la
sociedad de clases". León Trotsky. La "Revolución
Permanente", pagina.30.
(9) "En todas las
luchas de clases del pasado, llevadas adelante en interés de las minorías,
y en las cuales, para usar las palabras de Marx, todos los desarrollos tenían
lugar en oposición a las grandes masas de la población, una de las
condiciones para la acción era la ignorancia de las masas en relación
con los reales objetivos de la lucha, su contenido material y sus limites
(...). Pero, como Marx escribió tan temprano como en 1845, en la medida
que la acción histórica se profundiza, el numero de masas involucradas
debe aumentar. La lucha de clases del proletariado es la mas profunda de
todas las acciones históricas hasta nuestros días, ella involucra el
conjunto de las capas mas bajas de la población, y, desde el momento en
que la sociedad deviene dividida entre clases, es el primer momento en que
(la revolución) esta en acuerdo con el interés real de las masas. Esta
es la razón por que la elevación de las masas en relación con sus
tareas y sus métodos es una condición histórica indispensable para la
acción socialista, justamente como en los periodos anteriores la
ignorancia de las masas, era la condición para la acción de las clases
dominantes". Rosa Luxemburgo, citada por Tony Cliff en "Trotskismo
después de Trotsky", pag. 26
(10) Hal Draper, "Las
dos almas del socialismo". Publicado en la revista "Socialismo o
Barbarie" nº10.
(11) Lo cuál no quiere
decir que no le capitulen en ninguna circunstancia concreta sino solamente
que la presión que va en contra de la autodeterminación -y a la que
estos compañeros ceden fácilmente- se justifica de esta forma.
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