La LCR francesa y la
cuestión del partido revolucionario
Por Murray Smith
[Fue editor de
Frontline,
revista del International Socialist Movement dentro del SSP
(Scottish
Socialist Party - Partido Socialista de Escocia). Al trasladarse a
Francia,
ingresó a la LCR (Liga Comunista Revolucionaria) de ese país.]
Boletín de la International
Socialist Tendency, Nº 1, julio 2002
Breve actualización
El primero de estos
dos documentos fue escrito unas semanas antes de la primera ronda de las
elecciones presidenciales francesas del 21 de abril. Se escribió como
anticipo de la situación que sobrevendría luego de las elecciones, a
pesar de que es resultado de reflexiones más amplias de mi parte desde mi
llegada a Francia el último octubre, alrededor de la LCR y lo que yo creo
que es su inhabilidad crónica de proponerse concretamente la cuestión de
un nuevo partido revolucionario. El segundo documento se basa en notas
escritas en los últimos meses y trata más en general la cuestión de los
nuevos partidos revolucionarios en Europa. Hay elementos que se repiten en
los dos documentos, que intenté reducir al mínimo.
Por supuesto, desde
que estos documentos fueron escritos han pasado la primera y segunda ronda
de las elecciones, con consecuencias más dramáticas de las que nadie
anticipó. No intenté actualizar el documento para recoger estos hechos.
Hay un pequeño artículo mío en el último número de Frontline
(periódico del ISM), escrito inmediatamente después de la segunda vuelta
del 5 de mayo. Seguramente será necesario hacer un análisis más
profundo de los efectos de la elección presidencial y la aceleración de
la situación política que produjo. Probablemente esto se hará una vez
que veamos cómo queda planteado el escenario luego de las elecciones
legislativas de junio.
Sin embargo, se hacen
necesarios algunos comentarios sobre los cambios producidos después de
que estos documentos fueran escritos.
En primer lugar, está
el resultado de la primera ronda, donde el Frente Nacional salió segundo
y Le Pen accedió a la segunda vuelta. A pesar del impacto que produjo, es
importante remarcar que este resultado no representa un mayor avance de la
extrema derecha. Si se contabilizan juntos los resultados del FN y del MNR
(una ruptura del FN liderado por el antiguo lugarteniente de Le Pen, Bruno
Megret), la extrema derecha recibió poco menos que el 20 por ciento, 900
mil votos más que en 1995. La extrema izquierda (LO, LCR y PT) recibió más
del 10 por ciento, 3 millones de votos, 1 millón 300 mil votos más que
en 1995. Lo que permitió la llegada de Le Pen al segundo lugar es el
colapso del voto al Partido Socialista. La elección estuvo marcada por la
polarización entre la extrema derecha y la extrema izquierda y por el
colapso del voto a los partidos tradicionales tanto de la izquierda como
de la derecha, que alternaron en el gobierno durante los últimos veinte años
y aplicaron básicamente las mismas políticas.
En segundo lugar,
estuvo la enorme movilización antifascista entre las dos rondas de las
elecciones presidenciales. Esta fue en primer lugar una movilización
espontánea de los jóvenes, pero también de la juventud de los suburbios
obreros que rodean las grandes ciudades. Fue impulsada por la izquierda y
la extrema izquierda, los sindicatos y todo tipo de movimientos y
asociaciones que constituyen el movimiento trabajador en sentido amplio.
El apogeo del movimiento se alcanzó con las masivas manifestaciones del
Primero de Mayo. Podemos decir que esto marcó la entrada de una nueva
generación a la acción política, la misma generación que se vio en
cualquier parte de Europa durante el último año, en las movilizaciones
contra la globalización capitalista (Génova, Barcelona) y el movimiento
antiguerra. Paralelamente con este movimiento el establishment político
hizo campaña a favor del voto a Chirac, apoyado por los medios, la
iglesia y todo tipo de representantes de la sociedad civil. Siendo
sumamente cuidadosos dada la amplitud del movimiento y sus implicancias
futuras, buscaron utilizarlo para maximizar el voto a Chirac.
El hecho de que la
vasta mayoría de los que se manifestaron contra el FN y que habían
votado a los candidatos de la izquierda o la extrema izquierda en la
primera ronda votaron a Chirac el 5 de mayor para frenar a Le Pen no
significa, sin embargo, que aceptaran el policlasista “Frente
Republicano” que la dirigencia de la izquierda oficial (más todavía
que la derecha, cuyos líderes, activistas y votantes adoptaron una
postura más que ambigua frente a la extrema derecha) se abocó enérgicamente
al camino para parar a Le Pen.
En tercer lugar, a
pesar de que es importante entender que no estamos en la Alemania de enero
de 1933, que la victoria del fascismo no está a la vuelta de la esquina,
no significa que podamos ser complacientes con el fortalecimiento de la
extrema derecha. Por el momento está claro que la relación de fuerzas en
la sociedad francesa no es favorable a una victoria de los fascistas. Es
por esto y no por su tipo de constitución, que raramente recurren a los
clásicos métodos armados del fascismo. Más aún, actualmente la clase
gobernante y el gran capital no necesitan ni quieren la victoria de Le Pen.
La oposición al gran capital, expresada por los patrones organizados en
la MEDEF, de paso tiene poco que ver con las políticas racistas y
represivas de Le Pen o su admiración por el Tercer Reich y el régimen
colaboracionista de Vichy en Francia (que la mayoría de la clase
gobernante apoyaba en aquel momento) y tiene todo que ver con los aspectos
nacionalista y antieuropeo de su programa. Además Le Pen tiene una
actitud de confrontar con la derecha, más que Haider o Fini. Sin embargo,
Le Pen ahora tiene una sólida base de apoyo, incluyendo el 21 de abril, más
votos que ningún otro partido entre los trabajadores de cuello blanco,
trabajadores, desempleados y jóvenes entre 18 y 24 años. Los sectores más
atrasados de los trabajadores y la juventud, los menos conscientes políticamente,
los más susceptibles al racismo y la demagogia de la ley y el orden de Le
Pen, los que están menos vinculados al movimiento de los trabajadores, o
los que se sienten abandonados por los partidos y los sindicatos de
izquierda, están girando a la ultra derecha. No hay razón para creer que
las razones que los empujaron en esa dirección va a cambiar, sea de
izquierda o de derecha el gobierno que surja de las elecciones de junio. Y
si los fascistas se fortalecen sus métodos van a cambiar, así como la
actitud hacia ellos de la derecha tradicional y el gran capital. Entonces
ellos representan una amenaza real para el movimiento obrero, que es
necesario combatir. A pesar de que es necesario y debe continuar el frente
de acción de masas que surgió entre las dos rondas de las elecciones
presidenciales, incluyendo a los partidos de la izquierda tradicional y
los sindicatos, no es suficiente. Sólo un partido fuerte y creíble con
un claro programa anticapitalista puede volver a
ganar a los trabajadores y la juventud atraídos por la extrema
derecha.
En cuarto lugar, fue
record el voto a la extrema izquierda y expresó lo que habían previsto
las encuestas. El resultado que obtuvo el Partido Comunista estuvo lejos
de las predicciones más bajas y
su candidato fue superado tanto por LO como por la LCR.
Lo que sorprendió y no había sido previsto en las encuestas fue
el cambio en la relación electoral entre LO (5,8 por ciento) y la LCR
(4,3 por ciento). A pocas semanas de las elecciones los sondeos le daban
10 por ciento a Arlette Laguiller y el 1 por ciento a Olivier Besancenot.
Lo que marcaba la diferencia fue el acceso a la televisión durante la
campaña oficial en las dos semanas previas a la primera vuelta. Esto
benefició a la LCR, no sólo porque Olivier Besancenot se manejó de
forma brillante e hizo comprensible su mensaje sino porque el propio
mensaje, particularmente en los últimos momentos de la campaña, era muy
coherente. Los eslogans de ambas campañas lo resumen en muchos aspectos:
“Todavía en el bando de los trabajadores” de LO, “Nuestras vidas
valen más que sus ganancias” de la LCR (vinculado al eslogan “Otro
mundo es posible” del movimiento antiglobalización). LO hizo la clásica
campaña propagandística anticapitalista, que fue efectiva en un sentido.
La LCR hizo una campaña más anclada en las peleas como la de los jóvenes
obreros que pelean por sindicalizar a los trabajadores de las cadenas de
comida rápida, tomando las reivindicaciones contra la opresión de las
mujeres, los derechos gay, pidiendo la legalización de la marihuana, y
tomando como centro de la campaña la cuestión palestina. Y en un nivel más
general logró concretar exitosamente y de forma creíble la idea de que
hay una alternativa al capitalismo y que empieza con la pelea cotidiana.
Está claro que el cambio en la relación de fuerzas dentro de la extrema
izquierda sólo beneficia la perspectiva de un nuevo partido.
Desafortunada, aunque previsible, LO mantiene su línea sectaria de
rechazar una alianza con la LCR para las elecciones legislativas.
El resultado de las
elecciones presidenciales indudablemente puso la cuestión de un nuevo
partido en el centro del debate político entre la izquierda, más rápido
y de forma más aguda de lo que yo había previsto. La combinación de los
resultados que obtuvo la izquierda, el voto a la LCR dentro de eso, y por
el otro lado el impacto que produjo la escalada del FN realmente puso en
la agenda la cuestión. Esto es cierto para la LCR pero también a nivel
del movimiento más amplio. La situación después de las elecciones hizo
que mucha gente sintiera que la creación de un partido de ese tipo no sólo
es necesario sino que es urgente y que los resultados de la extrema
izquierda así como el debilitamiento del PC lo hacen posible. La LCR lo
tomó como tema central de su campaña para las elecciones legislativas,
aunque hubo un progreso limitado en términos de tener candidatos
unitarios. Decidió no llevar candidato en Marsella contra Charles Hoareau,
líder de Rouges vifs reagrupamiento de opositores al PC y comités de
trabajadores desocupados de la CGT. Por desgracia no se tomó una actitud
sensible parecida con Jean-Jacques Karman, líder de la Izquierda
Comunista, en la región parisina. La LCR está organizando este otoño,
con todo sector que aparezca, una serie de encuentros con el tema “la
izquierda plural está en bancarrota- hacia una izquierda radical y
anticapitalista”.
Este nuevo clima, más
favorable para proponer la cuestión de un nuevo partido no significa que
los problemas que se tratan en los dos documentos sean de fácil resolución.
Significa que hay razones para ser (cautelosamente) hoy más optimistas
que hace seis meses. Y cualquiera sea el gobierno que surja de las
elecciones de junio, la cuestión se desarrollará en los próximos meses
en el marco de la movilización y la lucha de los movimientos de la clase
trabajadora y de la juventud.
31 de mayo de 2002
Cuestiones
preliminares
Por principio la LCR
ve la construcción de su organización no como objetivo en sí mismo sino
como parte de la construcción de un nuevo partido de los trabajadores, un
partido amplio anticapitalista. Este
es uno de los puntos, y no de poca importancia, que nos diferencian de
Lutte Ouvriere. Cuando ese partido exista, la Liga deberá redefinir
dentro de él su rol como corriente marxista revolucionaria.
Desafortunadamente no
vemos que ese nuevo partido aparezca. De hecho es una de las cuestiones más
agudas de la situación política francesa. A nivel de la resistencia
social al neoliberalismo Francia es uno de los países más avanzados de
la Unión Europea. ATTAC ha jugado un rol pionero dentro del movimiento
antiglobalización, aunque en los últimos meses el movimiento ha cobrado
más fuerza en Italia y España que en Francia. A nivel electoral, como
veremos confirmado el próximo 21 de abril, Francia es probablemente el país
más avanzado en expresar un voto obrero y popular a la izquierda de la
izquierda liberal. Sin embargo, a esta resistencia social, a este voto
masivo que desafía a la izquierda liberal, no hay una fuerza política
que le corresponda. Hay que remarcar que en Francia esta contradicción
entre la necesidad de un nuevo partido y la ausencia de ese partido es la
más aguda y flagrante. En otros países existen partidos capaces de
organizar a aquellos que están a la izquierda de la izquierda
institucional, que están preparados para la acción política — el PRC
en Italia, el SSP en Escocia, el Bloque de Izquierda en Portugal, para
tomar sólo tres ejemplos. En Francia sólo existe la oportunidad de
elegir entre tres organizaciones de la extrema izquierda.
En Rouge del 28 de
marzo, en un artículo titulado “Necesitamos otra izquierda” Olivier
Besancenot escribe, anticipando los resultados de la extrema izquierda en
las elecciones presidenciales “Es la agitación política la que da
nuevas responsabilidades a las organizaciones revolucionarias y pone por
delante la cuestión de avanzar hacia una nueva fuerza política”. En su
discurso del 13 de abril en la Porte de Versailles trató la cuestión de
un nuevo partido de trabajadores de forma tan clara y elocuente que uno no
puede más que acordar. En Rouge del 4 de abril, en un artículo
sobre la campaña de Lutte Ouvriere, Aguirre explica por qué LO se niega
“a tomar consecuentemente la cuestión de un nuevo partido
anticapitalista”. Y es cierto. Aunque durante el curso de su campaña
Arlette se maneja muy bien en determinados temas, sus declaraciones sobre
el partido obrero son decididamente sectarias. Por supuesto que no hay
sorpresa en esto.
El problema es que está
claro que la Liga no ha logrado “imponer consecuentemente la cuestión
de un nuevo partido anticapitalista”. Esto no es nuevo. Durante años
nos hemos contentado con declaraciones de principios sobre la necesidad de
un nuevo partido, sin ser capaces de poner en práctica la perspectiva de
ese partido. Pero es un problema serio.
Habitualmente en la
Liga explicamos que esta situación se debe a factores objetivos. Las
condiciones no son adecuadas, la situación no está madura, y así. El
peso de LO es un obstáculo. A veces escuchamos que sólo un gran
movimiento social podría desbloquear la situación. Sean cuales fueren
las intenciones de los camaradas que dan estas explicaciones, realmente sólo
son justificaciones de la inercia, de la falta de iniciativa de nuestra
organización sobre esta cuestión. Por supuesto nadie imagina que podamos
lanzar un nuevo partido mañana. Para entre eso y quedarnos satisfechos
con declaraciones de principios hay una distancia, e incluso un espacio de
maniobra.
Inevitablemente la
forma cómo veo las cosas está influida por haber pasado dos años en
Escocia. Pero creo que entiendo los contextos políticos distintos de
ambos países como para no tratar de aplicar mecánicamente la experiencia
escocesa a la realidad francesa. Por otro lado, no hay razón para no dar
algunas lecciones metodológicas.
Está claro que lo que
vemos hoy en Europa occidental (a los fines de este artículo me limito a
Europa occidental) es un proceso de descomposición/recomposición del
movimiento obrero. Es en este marco y con las fuerzas que emergen de él
que es posible la crisis política de representación de la clase obrera y
de la necesidad de construir nuevos partidos obreros.
Sin embargo, la
construcción de esos partidos tiene su propia autonomía y no surge automáticamente
de la situación global. Las condiciones pueden estar listas, la situación
madura, pueden existir las fuerzas para un nuevo partido pero sin
iniciativa política no habrá nuevo partido.
Y hace a nosotros, los
marxistas revolucionarios, demostrarnos capaces de tomar iniciativas para
desbloquear la situación, no quedarnos satisfechos con comentarios sobre
las dificultades.
1. ¿Existen hoy en
Francia las fuerzas para un nuevo partido revolucionario? Uno se ve
tentado de responder que la cuestión contiene su propia respuesta, por lo
evidente. Miles y miles de miembros de ATTAC, la crisis del PCF que está
llegando a su paroxismo, las luchas sociales, el movimiento de los “sans”
(1), el surgimiento de los SUD (2), la
oposición a los movimientos sindicales tradicionales, en particular la
CGT. Y millones (sí millones) de electores que van a votar a la extrema
izquierda. Ahora, no estoy diciendo que toda esta gente está dispuesta a
construir un partido con nosotros. Pero entre ellos hay cientos, incluso
miles, que pueden ser atraídos por una perspectiva creíble de un nuevo
partido, fuerzas potenciales que van mucho más allá de la Liga y su
periferia. Así que cuando escuchamos que las condiciones no están dadas,
que la situación no está madura, hay algo más detrás de esto. Lo que
falta es que se confirmen ciertos esquemas en nuestra cabeza. Imponemos
condiciones: tiene que haber interlocutores, socios, no cualquiera,
corrientes organizadas, de determinado tamaño, con un programa, proyecto,
etcétera. Ahora, a veces necesitamos un esquema para empezar. Hace cuatro
años en Escocia los compañeros que iban a lanzar el SSP tenían un
esquema para juntar dos organizaciones de la extrema izquierda, una parte
de la corriente que surgió luego de la explosión del PC, una corriente
del Partido Laborista, una corriente del SNP y el SLP. El esquema era muy
bonito, pero las cosas se dieron de otra manera —ninguna de estas
corrientes estaba lista. Afortunadamente, los camaradas no quedaron
satisfechos con saber que la situación no estaba madura. Continuaron. El
partido se lanzó con una solitaria organización de izquierda y grupos de
militantes e individuos de distintas trayectorias, numéricamente débiles
pero suficientes como para ser algo más que un partido más de extrema
izquierda. Y se verificó en la práctica que existía una audiencia para
este partido. La creación del partido no creó las fuerzas pero les brindó
un punto de partida, les permitió consolidarse, a tal punto que rápidamente
el partido superó al núcleo fundador. No creo que podamos repetir la
experiencia escocesa —la situación aquí es diferente (en un sentido más
favorable, en otro sentido menos). Sólo quiero destacar que no podemos
quedar presa de nuestros propios esquemas, debemos buscar caminos para
desbloquear la situación.
2. Entre las
explicaciones que se dan para la falta de iniciativa a nivel político está
la idea de que sólo un movimiento social podría dar las condiciones para
un nuevo partido. El meollo del argumento es que no se puede crear un
nuevo partido con un trasfondo de calma social. Así de simple. Este
argumento llevado al extremo subestima la autonomía del factor político
y lleva a caer en una especie de determinismo social. En contraste, la
experiencia —exitosa- del SSP empezó en un período (alianza en 1996,
partido en 1998) cuando había fuertes debates en el movimiento obrero,
pero pocas luchas. Hoy vemos un alza del movimiento social —la más
importante desde los ‘70- y el partido está preparado para ser una
referencia política para el movimiento. La creación del Bloque de
Izquierda en Portugal no fue resultado de un movimiento social sin de un
proceso político específico, así como la ruptura de la que surgió el
PRC en Italia. En Inglaterra las condiciones para la creación de la
Alianza Socialista estaban maduras tanto en 1995/96 como en 2000/01. Lo
que cambió en el medio fue que había una fuerza política de la extrema
izquierda, el SWP, que cambió y comprometió sus fuerzas en la construcción
de la alianza. Más aún, lo que frena el desarrollo de la alianza hacia
un partido estilo el SSP son los propios límites de este giro y no la
situación objetiva.
3. Las fuerzas para un
nuevo partido saldrán de un movimiento obrero realmente existente con
toda su fragmentación, recomposición/descomposición, mezclando
elementos de lo nuevo y lo viejo: militantes de partidos tradicionales,
sindicalistas, militantes de los nuevos movimientos sociales, del
movimiento antiglobalización, de la extrema izquierda. No escribimos en
una página en blanco, ni hacemos tabla rasa del pasado. Construimos lo
nuevo sobre las ruinas de lo viejo. Pero mientras el movimiento obrero
siga en una crisis que es difusa, esas fuerzas también serán difusas. Así
no hay por qué esperar corrientes bien organizadas, o rupturas
verticales. Y así como es importante y hasta vital dirigirse a la nueva
generación, también la idea de que el partido se reduce a captar jóvenes
es falsa e invariablemente lleva a errores ultraizquierdistas y/o
sectarios. No es casual que las organizaciones trotskistas más sectarias
lo conviertan en su objetivo.
4. Sin embargo, hay
obstáculos que podemos llamar objetivos. Muchos y decisivos militantes
del nuevo partido surgirán de los sindicatos y distintas asociaciones y
movimientos, hay un problema específicamente francés de relación entre
los partidos y los sindicatos y de la extensión de los partidos y las
asociaciones. Esto viene de lejos. Hay algunos en la izquierda francesa y
probablemente también en la Liga que creen que la Charter of Amiens (3)
es parte de la herencia de la clase obrera mundial más que una
particularidad del movimiento obrero francés, lo cual tiene su lado
positivo y negativo — positivo en el sentido que rechaza la idea de que
los sindicatos sean correas de transmisión de un partido político (lo
que no previno a la CGT de convertirse en tal cosa durante varias décadas),
negativo en su desconfianza y aún desprecio por los partidos políticos.
La desconfianza hoy se da hacia los partidos de la izquierda plural en un
contexto de desconfianza a los partidos políticos en general, pero no
facilita las iniciativas hacia un nuevo partido obrero. Ahora, mientras es
necesario considerar esta particular relación entre partidos, sindicatos
y asociaciones como una característica fundamental del movimiento obrero
francés que no podemos dejar de lado, nada nos obliga a postrarnos ante
los prejuicios antipartido o valorizarlos. Por el contrario, debemos
combatirlos, pero sólo podremos hacerlo proyectando la imagen de un
partido (en un futuro, pero aún nuestra organización de hoy) que rompa
radicalmente con el verticalismo, el autoritarismo y las tradiciones jerárquicas
que marcaron no sólo a los partidos tradicionales (sobre todo el PC) sino
también a las organizaciones de la extrema izquierda. Especialmente
tenemos que combatir los restos de concepciones vanguardistas y elitistas.
5. Hay una tentación en la izquierda radical a considerar que
la situación actual es más favorable que hace unos años. La idea es que
las organizaciones marxistas revolucionarias cruzaron el desierto,
mordieron el polvo, etcétera, y que ahora que lo podemos superar,
resurgir, “construir el partido”, esto se reduce a construir nuestra
propia organización. Está claro que, cualquiera sea el resultado, la
campaña presidencial ha sido un éxito para la Liga. Esto se puede ver en
el éxito en los actos y por la
cantidad de gente que se contacta con nosotros. Por supuesto no hay razón
para decir que no debemos aprovechar esta situación para construir la
Liga. Es esencial hacerlo, incluso para tener una mejor relación de
fuerzas para tener iniciativa hacia el nuevo partido. Aún más, sólo nos
podemos sentir complacidos por construir la Liga hoy, después de un largo
período en el que la tarea de construcción estaba negada. Pero el
peligro está en que saquemos la conclusión de que es suficiente con
construir la organización revolucionaria, sea teorizando sobre esto como
un objetivo en sí mismo, que probablemente no sea el caso, o manteniendo
la referencia a la necesidad de un nuevo partido que se vuelva puramente
formal, puesto entre las calendas griegas porque “las condiciones no están
maduras” mientras en la práctica no se haga otro esfuerzo que construir
la Liga. Eso sería un gran error. Mientras es cierto que podemos
construirnos en el actual período, debemos rechazar la idea explícita o
(más comúnmente) implícita de que la Liga por sí misma puede ser el
partido que necesitamos. Por cada persona lista para incorporarse a la
Liga hoy, debe haber diez preparadas para ingresar a un nuevo partido.
6. Indudablemente
tenemos un gran problema con LO. Es bastante objetable que una gran parte
de la oposición de izquierda a la izquierda plural haya sido captada en
las elecciones por LO y que cientos de sinceros y dedicados militantes
revolucionarios estén atrapados en esa organización. Pero es un hecho.
También es correcto buscar acuerdos, electorales o no, con LO cada vez
que sea posible, y dirigirse a su dirección y su base. Pero cualquier
perspectiva de construir un nuevo partido a partir de una alianza con LO
es un delirio. Sin duda LO será capaz de cierta iniciativa después del
21 de abril, particularmente alrededor de las fuerzas dentro y fuera del
PC, y de crear estructuras para captar nuevos militantes. No es capaz de
hacer avances serios hacia un nuevo partido obrero. Entonces nos veremos
entre la necesidad de tomar iniciativas que pueden superar a esta
organización y al mismo tiempo buscar de mantener el diálogo con ella. Más
aún, deberemos evitar impresionarnos con el resultado del 21 de abril,
teniendo en cuenta que su influencia electoral no tiene proporción con su
influencia en el movimiento social e incluso como fuerza militante. Aún más,
puede ser un factor de crisis para LO, aunque probablemente no tenga una
crisis en el corto plazo.
7. En líneas
generales la unidad de los revolucionarios o de los trotskistas no hará
el nuevo partido. No hay necesidad de ahondar en este punto: el hecho de
ser revolucionarios o trotskistas no garantiza una comprensión común de
la realidad y las tareas ni acuerdo sobre el tipo de partido que hay que
construir. Sin embargo, si se pudiera hacer, esa unidad sería un nivel
muy útil para avanzar hacia un nuevo partido. Pero tenemos derecho de ser
escépticos respecto de a probabilidad de un acuerdo a priori entre
organizaciones revolucionarias. Hoy en Escocia la plataforma del ISM (ex
Militant) y del SW coexisten, aún con dificultades. Esta coexistencia es
posible porque se da en el marco de un partido amplio. Si hubiéramos
subordinado la creación del SSP a un acuerdo previo entre las dos
organizaciones nunca lo hubiéramos hecho. Por otra parte, en Francia la
situación tiene la ventaja de ser simple. Ni LO ni el PT pueden ser
considerados razonablemente como socios en el lanzamiento de un nuevo
partido. Es más, como contiene la unidad de los revolucionarios, la Liga
ha tenido éxito en los últimos años en integrar a casi todas los pequeños
grupos de izquierda que estaban por fuera de estas dos organizaciones, y
probablemente en el futuro gane militantes y corrientes que provengan de
ellos.
8. Estamos a pocos días
de las elecciones en las que LO puede llegar a sacar el 10 por ciento,
donde hay razones para creer que nosotros obtengamos un resultado
honorable, donde los tres candidatos de la extrema izquierda y
probablemente LO sola puedan ganarle al PC, que probablemente no llegue al
5 por ciento. Va a ser un terremoto político. Es una obviedad decir que
probablemente permita poner por delante la cuestión del nuevo partido.
Ahora, podemos explicar desde cualquier ángulo posible que LO será
incapaz de reaccionar a su victoria como debiera. Pero ¿qué nos
garantiza que nosotros seremos capaces de reaccionar de forma concreta
para poner en marcha las cosas?
9. Para proponer la
cuestión del nuevo partido de forma consecuente y especialmente concreta,
debemos demostrar iniciativa. Pero la Liga tiene falta de iniciativa en
dos niveles, uno general, otro coyuntural, que probablemente se conjuguen
en las próximas semanas y meses.
10. A nivel general
está la crisis del PC. El nuevo partido no vendrá sólo de la
convergencia de la Liga con sectores que provengan del PC — lejos de
eso. Un nuevo partido se conformará con fuerzas que provengan de
diferentes tradiciones y corrientes, viejas y nuevas, del movimiento
obrero francés, no sólo del PC y la extrema izquierda. Sin embargo, es
obvio que en un país donde había (todavía hay) un PC de masas, será un
componente importante. Además, hoy el PC está en una profunda crisis y
está en proceso de desplomarse ante nuestros ojos y debemos intentar
influir en esta crisis. Es poco probable, en realidad imposible, que
veamos la aparición de un nuevo partido que no contenga componentes que
vengan del PC capaz de atraer a todos aquellos que provienen de esa
tradición, miembros y ex miembros. No es serio imaginar que podremos
atraerlos hacia la Liga, a pesar del relativo éxito obtenido. Y el PC no
desaparecerá bajo las olas sin dejar rastro. Seguramente no será una
retirada ordenada como en Italia. Pero muchas fuerzas de izquierda se están
reagrupando dentro y (cada vez más) fuera del partido. Ya para las próximas
elecciones legislativas habrá al menos una docena de candidatos, apoyados
por un bloque que comprende la Coordinación Comunista, los Rouges vifs,
la gente alrededor de Hage y Auchede, la Izquierda Comunista (4) Frente a
la crisis del PC, la ausencia de política y de iniciativa en nuestro
partido es muy peligrosa. Una parte de la organización quiere continuar
la larga historia de orientación exclusiva hacia los “re”
(-novadores, -constructores, -fundadores) que nunca fueron la izquierda
del partido, pero subordinaron la LCR a los límites políticos de
Braouzec y compañía. Y la mayoría del CC da la impresión de que no se
orienta hacia ninguno. Sin embargo, parece que hay lugares como en
Marsella, donde las cosas van mejor que en otras partes, donde se está
dando la discusión. De forma parecida la Izquierda Comunista está
tomando contacto con nosotros para hacer un acuerdo en la provincia de
Gard y en Seine-Saint-Denis. A pesar de eso no hay acercamiento público
de Rouge hacia los militantes del PC. ¿Qué les proponemos, además
de votarnos o sumarse a la Liga? Ahora, con una línea de orientación
hacia aquellos, organizados o no, que están contra la participación en
el gobierno y proponiéndoles actuar juntos a partir de un programa de
demandas y de discusión, podemos actuar en la crisis del PC en lugar de
quedarnos mirando. Debería haber incluso posibilidades de establecer
buenos lazos con el “Communists-Perlican” que nos apoyó en las
elecciones municipales de Val d’Oise y con los que trabajamos en la CGT,
con la Izquierda Comunista y los Rouges vifs y neo stalinistas aislados
que están todas estas redes de militantes, en particular en la Coordinación
Comunista. En lugar de esto probablemente veamos aparecer un bloque de
todas estas fuerzas que va a servir como punto de partida de los
militantes de izquierda del PC y ex militantes, donde el peso de los
stalinistas arcaicos actuará como freno de una posible convergencia con
la masa de militantes.
11. Olivier Besancenot
es el candidato de la LCR. No es el candidato del movimiento social, ni
del futuro partido, ni de una alianza o frente que no existe. Sería un
fraude pretender otra cosa. Hicimos una excelente campaña con un
candidato excelente. Por supuesto sobre la cuestión del partido no
pudimos ir más allá de declaraciones de principio, pero eso es una falla
de la Liga, no de la campaña. Ahora que nos preparamos para las
elecciones legislativas podríamos, subrayo podríamos, hacer
diferente la historia. Pero mientras explicamos que el resultado de LO
pone la cuestión en la agenda, estamos preparando las elecciones
legislativas como si estuviéramos solos. Y ese es el problema coyuntural.
Estamos contando constituencies, haciendo listas de candidatos y
finanzas de campaña. Obviamente debemos hacer eso en caso de que vayamos
solos. Pero actuamos como si ya estuviera decidió, concientemente o no,
que iremos solos. Mientras que la decisión para la elección presidencial
fue correcta y necesaria, de presentar un candidato, se tomó luego de una
amplia discusión en la organización, para las elecciones legislativas,
si es que hubo debate, no ha sido muy amplio.
12. En este sentido
estamos preparando unas elecciones que se darán después de una elección
presidencial donde la extrema izquierda sacará el 10 por ciento y la
izquierda del PC estará tambaleando. ¿Realmente es nuestra ambición
contribuir a una situación donde cientos de electores deberán elegir
entre candidatos de LO, la LCR, y el PT? Públicamente no tenemos
iniciativa hacia candidaturas unitarias, e internamente no estamos
preparando a la militancia para eso. No estoy hablando de improbables
candidaturas unitarias con LO, aunque les hayamos hecho la propuesta
informalmente, pero de posibles acuerdos con candidaturas disidentes del
PC y/o reagrupamientos locales. A nivel nacional deberíamos establecer
criterios (actitud hacia el gobierno, apoyo de las luchas sociales,
acuerdo sobre una serie de demandas) para unir candidaturas y/o llamados
recíprocos a votar por el candidato del otro, sea con fuerzas
provenientes del PC o de reagrupamientos locales. Si no a nivel local sólo
tendremos candidatos de la Liga o corremos el riesgo de candidaturas
unitarias a la carta al estilo de Alternativa. Además, este acercamiento
nos permitirá tener una coherencia que parece estar faltando en nuestras
relaciones con las fuerzas dentro y fuera del PC. ¿Por qué y con qué
criterio es aparentemente imposible llegar a un acuerdo electoral con
Izquierda Comunista? Estamos hablando de una corriente que llamó a votar
por LO-LCR en las elecciones europeas y cuyo principal líder se pronunció
a favor de Olivier Besancenot. Es más, sería útil conocer en Rouge o
por canales internos, cuál es el estado de nuestras relaciones con las
corrientes provenientes del PC, incluyendo las diferencias entre ciudades
y pueblos.
13. Es tarde, pero no
demasiado para preparar las elecciones legislativas intentando un
acercamiento que le dé coherencia a nuestras posiciones a favor de un
nuevo partido de trabajadores, cualesquiera sean los resultados concretos.
Una cosa es mantener candidatos propios porque no se pudo llegar a ningún
acuerdo o candidatura unitaria. Otra muy distinta es tomar la decisión
concientemente. Después del
21 de abril la Liga debería llamar a todas las fuerzas nacionales y
locales de la izquierda opositora al gobierno a una política de
candidaturas unitarias.
Apuntes sobre el
partido de los trabajadores
1. No existe un modelo
de partido independiente del tiempo y el espacio. El tipo de partido que
debemos construir hoy surge de la situación global y de la relación de
fuerzas entre las clases, de la crisis y la evolución del movimiento
obrero y de la evolución de la conciencia de clase. Durante veinte años
la clase obrera sufrió, no sin resistencia, una ofensiva sostenida
dirigida a destruir las conquistas sociales del período de posguerra y de
finales de los ’60. Esta ofensiva fue y es dirigida tanto por partidos
de izquierda como de derecha. Después del colapso de la URSS nos
enfrentamos con una ofensiva ideológica sobre el tema del fin de la lucha
de clases, el fin de la historia, del capitalismo como único horizonte más
allá del cual no se puede ir. Paralelamente la participación en la práctica
democrática en la ofensiva neoliberal se completó con el abandono explícito
de la perspectiva de transformación socialista. Hubo y todavía hay una
crisis de credibilidad del socialismo, del proyecto socialista, de
cualquier proyecto socialista, no
sólo el estalinista o el social demócrata que han caído en bancarrota.
Ya no estamos en la situación de los ’70 donde el socialismo era una
referencia común en el movimiento obrero y donde lo que nos diferenciaba
de los reformistas y estalinistas era el modelo que defendíamos y la
forma de lograrlo. Estamos en una situación en la que los partidos
tradicionales abandonan el terreno de la clase obrera. Se convierten en
instrumentos de contrarreforma, al punto que los términos reformista o
incluso socialdemócrata, por no hablar de socialista, son desusos del
lenguaje. En esta situación es cuestión de juntar las fuerzas para
resistir la ofensiva burguesa y rechazar la perspectiva del capitalismo
como único horizonte, en la defensa de la alternativa socialista. Esto
define el tipo de partido que debemos construir hoy. Y aunque sea difícil
levantar el socialismo, seguramente en Francia, no podemos simplemente
seguir adelante y construir un partido limitado a las demandas y al
anticapitalismo. Estamos obligados a plantear algo por la positiva, lo que
nos fuerza a definirnos como mínimo en los límites más amplios del
socialismo que queremos.
2. ¿El partido que
tenemos que construir debe ser revolucionario? No en el sentido que lo
entendimos tradicionalmente. Es decir no un partido definido programáticamente
ni por una serie de referencias históricas (1917, los cuatro primeros
congresos de la Comintern, el programa de transición de 1938, etcétera)
ni por la línea divisoria entre reforma y revolución. Las referencias
programáticas, a las que debemos llegar críticamente, son difíciles de
entender para las nuevas generaciones. Y para aquellos involucrados en las
peleas actuales la línea divisoria entre reforma y revolución es
abstracta. Sin embargo, hay una ligazón entre la práctica cotidiana y la
teoría revolucionaria. Hace diez años pensaba que era esencial definir
al partido por su referencia a la revolución, que implicaba determinada
actitud frente al estado burgués, para garantizar una práctica basada en
la independencia de clase. Hoy pienso que se puede trabajar también en el
otro sentido. Construir un partido con práctica en la lucha de clases (y
una intervención del marxismo revolucionario) que cree un marco que no es
favorable para el desarrollo de corrientes reformistas. Además, es difícil
ver otra base de construcción del partido. Incluso para defender reformas
existentes y conseguir otras nuevas tenemos que utilizar métodos de clase
y de lucha de masas, donde la acción dentro del parlamentarismo sólo
puede jugar un rol de apoyo. Pelear por reformas no te define como
reformista, menos aún hoy cuando los llamados reformistas no consiguen
ninguna reforma. Un partido construido sobre estas bases, especialmente
con intervención conciente de los marxistas revolucionarios, no es
terreno favorable para el desarrollo de corrientes reformistas.
3. Debemos empezar por
definir un partido no por lo ideológico, sino con relación a sus tareas,
a los desafíos del momento, a lo que hace. El SSP no se define como
partido revolucionario. La LCR y el SWP, entre otros, son lo que podemos
llamar “organizaciones revolucionarias tradicionales”. Sin embargo,
frente a los desafíos de la lucha de clases en el terreno nacional e
internacional las posiciones del SSP son tan revolucionarias como las de
la Liga o del SWP. En el sentido abstracto del programa el partido es
“estratégicamente no delimitado”. En la práctica concreta está
claramente definido con relación a los temas de la lucha de clases. En
este sentido consideramos artificial la distinción entre la izquierda
revolucionaria y la izquierda radical. Así como la caracterización de
“partido centrista” del SSP que a veces hacen tanto el SWP como el ISG
(sección inglesa de la Cuarta Internacional), una definición relativa al
período en el que el movimiento obrero se caracterizaba por la polarización
entre las corrientes revolucionaria y reformista. Creo que estos puntos
merecen ser aclarados porque pareciera que prima la idea de que un nuevo
partido=diluir la política, y si no, no es un partido amplio. Un nuevo
partido debe ser distinto de las organizaciones tradicionales de la
extrema izquierda por su funcionamiento y su relación con las masas, no
por su programa práctico. Además, un partido que fue capaz de tomar una
posición correcta con relación a los temas de la lucha de clases
opuestas a la de la izquierda posreformista no tendrá éxito al
construirse. Sería contraproducente.
4. Es crucial el rol
de los marxistas revolucionarios en el nuevo partido, pero no para
polarizar falsamente entre revolucionarios y reformistas-centristas.
Implica transmitir críticamente las
conquistas del marxismo, analizar las nuevas realidades, convertirse en un
centro de reflexión y una fuerza con propuestas y en este sentido irrigar
al partido. Esto implica un salto del partido revolucionario, un salto
valiente, un cambio cuya extensión y peligros no deben subestimarse.
Involucra no vernos más como el presente o futuro partido revolucionario,
y por eso enterrar el mito de que somos el núcleo del partido
revolucionario, en el que todos creímos en algún momento. Significa
estar preparados para abandonar la construcción de nuestra corriente como
una organización independiente y concebirnos como una corriente
constituyente de un partido amplio anticapitalista, cuyo lugar y rol
depende de nosotros, de ser la o una corriente revolucionaria dentro de
ese partido. Una corriente y no una fracción gobernada por una disciplina
de hierro, porque eso podría matar al partido. Esa es una lección clara
de la experiencia del SSP. Se puede empezar con la concepción de
organizar una corriente marxista revolucionaria partiendo de una comprensión
(falsa, pero esa es otra historia) de centralismo democrático. Cuando uno
enfrenta la realidad no se sostiene. La experiencia del SSP presentó el
problema en la práctica. Intervenir como fracción de una corriente
marxista podría haber tenido la inevitable consecuencia de deformar la
vida democrática del partido, si parte de sus miembros hubieran
intervenido en bloque con decisiones que se tomaran en otra parte.
Mientras más fuerte sea la corriente en cuestión, más serio es el
problema. Si gana la mayoría, la vida de la estructura partidaria rápidamente
se vacía de contenido.
5.-El partido se
concibe no ideológicamente sino políticamente, debe incluir a todos los
que estén dispuestos a comprometerse sobre ciertas bases, gente que
provenga de diferentes horizontes. Concretamente, en Francia un nuevo
partido tiene que poder incluir fuerzas provenientes de la tradición del
PC, de la izquierda socialista, de los sindicatos, de los nuevos
movimientos sociales, de la “segunda izquierda” con su tradición de
anticentralismo y autogestión, de corrientes libertarias. No será
entonces un nuevo partido comunista revolucionario ni una versión más
grande de una organización de izquierda. Es necesario contribuir en la
construcción de ese partido, manteniendo la propia identidad política,
eliminando cualquier rastro de sectarismo y ultraizquierdismo, de defensa
de las particularidades, de contraseñas.
6.-Para construir el
partido también debemos abandonar ciertos defectos de la extrema
izquierda. Primero las concepciones vanguardistas y elitistas que exigen
“nivel político” y cierto nivel de actividad para poder entrar. La
educación política se da dentro del partido, no es una precondición
para integrarlo. Y debemos abandonar la visión normativa de la actividad
política que no tiene en cuenta la situación social y familiar de los
camaradas, su trabajo en los sindicatos o en cualquier otra actividad.
Además hay que romper con la forma de funcionamiento verticalista y jerárquica.
Reconocemos que la concepción de partido está desacreditada, sobre todo
entre los jóvenes, pero seguramente porque muchos militantes tuvieron
malas experiencias con organizaciones de la izquierda o la extrema
izquierda. Sólo podemos contrarrestar esas actitudes si construimos un
partido democrático y transparente, donde las líneas políticas no
vengan de arriba sin discusión en la base, donde haya permanente diálogo
entre los dirigentes y los organismos de base del partido.
7-¿Cómo unir las
fuerzas de un nuevo partido? En un momento tuvimos la perspectiva de que
el partido revolucionario de masas surgiría de la fusión entre los
marxistas revolucionarios y los famosos “vacíos” que dejan los
partidos tradicionales. Esta perspectiva resultó inválida en la
experiencia. El único partido de la izquierda radical en Europa que surgió
de una ruptura vertical de un partido tradicional fue el PRC italiano.
Incluso en ese caso la contribución de la extrema izquierda y los
militantes sindicales de izquierda está lejos de ser desdeñable. Las
fuerzas de un nuevo partido surgirán del movimiento obrero existente con
toda su fragmentación, recomposición/descomposición, mezcla de
elementos de lo viejo y lo nuevo.
8-La transformación
de la socialdemocracia (y en Italia del PCI) en partidos que abiertamente
defienden el capitalismo tanto en la teoría como en la práctica, de
espaldas a su propia base social, con la consecuente pérdida de
militantes y activistas y de su base electoral, es lo que hace
absolutamente necesario y a la vez posible la construcción de nuevos
partidos en Europa. Los PC que sobreviven están atrapados en una espiral
descendente, entre convertirse en la cola de la socialdemocracia o caer en
el sectarismo estéril. Esto es lo nuevo y es lo que nos permite hablar de
la crisis de representación política de la clase obrera. Es una cuestión
que está muy clara en el SSP, pero sobre la que no hay unanimidad dentro
de la Liga. Hay un amplio acuerdo sobre la trayectoria del PS, pero no hay
conclusiones teóricas que surjan del análisis. Entonces a pesar del giro
a la izquierda con relación al gobierno y a no llamar a votar al PS en la
segunda vuelta, esta debilidad política significa que en el futuro
podemos desviarnos frente a la izquierda plural, más aún si es en
oposición después de las elecciones. Por eso debemos seguir el debate
sobre este tema, tener en cuenta cómo evoluciona la política del PS, su
relación con la clase obrera, con la burguesía y con las instituciones
del Estado, su electorado, su base activa, etcétera.
9-Si es inválido el
viejo esquema de los agujeros estructurales, de las rupturas verticales en
los partidos tradicionales, no debemos reemplazarlo con otro esquema
milagroso, ni con un partido que emergerá del movimiento social ni de la
unidad de los revolucionarios. De hecho en la actual situación se darán
elementos de todo eso. la unidad de los revolucionarios es deseable pero
incierta y prescindible. Más aún, si se presenta como una alternativa a
la recomposición anticapitalista amplia más que como un componente y un
apoyo para esa recomposición, puede ser incluso un factor negativo. Las
fuerzas provenientes del movimiento social son absolutamente decisivas
para un nuevo partido, pero la problemática francesa específica de la
relación entre lo social y lo político hace particularmente difícil
encontrar las mediaciones necesarias. Para los partidos tradicionales,
específicamente el PC que está en abierta crisis, mientras no haya una
convergencia entre los revolucionarios y los agujeros estructurales de ese
partido, debemos tener éxito en ligarnos con corrientes, aunque sean
pequeñas, grupos de activistas y personalidades capaces de actuar como
punto de partido dentro y fuera del PC. El hecho de que no haya corrientes
bien estructuradas, que no tienen un buen programa de acción o proyecto,
no tiene importancia. Necesitamos fuerzas capaces de atraer militantes que
están rompiendo con la clásica política de colaboración de clases del
PC. Para ir hacia un nuevo partido sólo necesitamos un buen programa o
proyecto nuestro.
Notas:
1- El movimiento de
los “sans” (“sin”) involucra inmigrantes ilegales (sin
permiso de residencia), sin techo (sobre su cabeza), los desocupados (sin
trabajo), etcétera.
2- SUD es el nombre de una serie de sindicatos
radicales independientes (ahora unificados). Empezó en Correo y
Telecomunicaciones en 1989, se expandió enormemente. La extrema
izquierda, particularmente la LCR, tiene mucha presencia en SUD.
3- En 1906 la CGT adoptó la Charter of Amiens, que
establecía la independencia total de los sindicatos de todo partido político,
de hecho considerando a los sindicatos como los mentores de la toma del
poder por la clase obrera, a través de la huelga general.
4- La Coordinación Comunista está dominada por neostalinistas nostálgicos
del PC en su apogeo, cuando estaba liderado por Maurice Thorez, era de
masas y tenía casi el 30 por ciento de los votos en las elecciones. Los
Rouges vifs están menos motivados ideológicamente e incluye muchos
buenos militantes. Hage y Auchade son dos de los muchos diputados o ex
diputados que se opusieron a la dirección desde la “ortodoxia”, pero
que rompen tanto con el stalinismo como con el reformismo. La Izquierda
Comunista tiene referencias en Lenin, Luxemburgo, Trotsky, Gramsci y
Guevara — pero explícitamente ni Stalin ni Mao.
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