¿Por una Quinta Internacional?
Por
Michael Löwy (miembro del Secretariado Unificado de la IV
Internacional)
Rebelión, 01/02/03
La "Quinta Internacional" no es el "espectro rojo que
asombra a Europa y el mundo" del que hablaba Marx en el
Manifiesto comunista, pero es una idea que empieza a circular. Hace
poco, un periódico patronal francés —el boletín de los
industriales de la metalurgia— hablaba del peligro de una Quinta
Internacional. ¡No sé de dónde sacaron la idea!
Pero antes de hablar de la Quinta, es necesario que hagamos un rápido
balance de las cuatro internacionales históricas. ¿Qué ha quedado
de ellas en principios del Siglo XXI ?
La Primera Internacional, fundada en 1864 en Londres, tuvo en Marx al
autor de su Manifiesto inaugural, que concluye con la célebre fórmula:
"La emancipación de los trabajadores será la obra de los mismos
trabajadores". Partidarios de Marx y de Proudhon participan en la
Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) —aun cuando el
primero tuvo mucho más influencia y redactó algunos de los
principales documentos de la Internacional— y sus relaciones no
fueron sólo conflictivas. En el Congreso de Bruselas (1868) la
alianza entre marxistas y proudhonianos de izquierda, como Eugène
Varlin, futuro héroe de la Comuna de París, permitió la adopción
de un programa colectivista, es decir, que proponía la propiedad
colectiva de los medios de producción. Las relaciones con Bakunin y
sus partidarios fueron más complejas, lo que llevó a escisiones y a
la disolución de la AIT, después de su malograda transferencia en
1872 a Estados Unidos (pésima idea de Marx!).
La Asociación Internacional de los Trabajadores sobrevive solamente en
su disidencia anarquista, que se considera como heredera de la que fue
fundada en Londres en 1864. Su existencia hoy es más bien simbólica,
pero las corrientes renovadoras del socialismo libertario, más dinámicas
y
abiertas, han logrado establecer, a partir de 2001, una red: Solidaridad
Internacional Libertaria (SIL), que incluye organizaciones importantes
como la Confederación General de Trabajadores (Estado español),
Alternativa Libertaria (Francia), la Federación Anarquista Uruguaya,
etcétera. Además, asistimos, en los últimos años, a un desarrollo
significativo de corrientes anarquistas en el seno del movimiento
antiliberal, algunas afiliadas a la AIT, otras a la SIL, pero muchas
sin vinculaciones internacionales.
La Segunda Internacional, fundada por Federico Engels en 1889, se
descompone en 1914 con la adhesión de sus secciones a la guerra
imperialista. Se reconstituye en los años 20, con una orientación ya
definidamentereformista, y vuelve a reorganizarse, bajo una nueva
forma —la así llamada Internacional Socialista (IS)— después de
la Segunda Guerra Mundial. La IS es actualmente una colección
bastante heterogénea de partidos y movimientos, sobre todo de Europa
y América Latina, que van desde frentes de liberación —como el
Frente Sandinista o el Frente Farabundo Martí— hasta partidos
proimperialistas, como el Laborismo de Tony Blair. Predomina la
socialdemocracia de tendencia moderada, es decir social-liberal, como
el Partido Social Demócrata alemán, el Partido Socialista francés,
el Partido Socialista Obrero Español. Su objetivo ya no es, como en
la época de Federico Engels, Wilhelm Liebknecht y Jean Jaurés, la
supresión del capitalismo y la transformación socialista de la
sociedad, sino la gestión "social" del capitalismo
neoliberal. La Internacional Socialista no funciona efectivamente como
una organización política, sino más bien como un club de
discusiones, un espacio de negociaciones político-diplomáticas.
La Tercera Internacional fue la tentativa más importante de crear una
asociación internacional de partidos proletarios con vocación
antimperialista y revolucionaria. A pesar de muchos rasgos
autoritarios y una disciplina de tipo militar, fue durante sus
primeros años —1919-1924— un verdadero organismo
internacionalista, en el cual participaron figuras como Antonio
Gramsci, Clara Zetkin, Andrés Nin y José Carlos Mariátegui. Después
de la muerte de Lenin, se transformó progresivamente, bajo el
liderazgo de la burocracia estalinista, en instrumento de la política
soviética de "construcción del socialismo en un solo país".
Aun así, sobrevivieron aspectos internacionalistas auténticos en la
militancia comunista, como lo demuestra su importante participación
en las Brigadas Internacionales en España (1936-38).
En 1943, atendiendo a la petición de sus aliados Churchill y Roosevelt,
Stalin disolvió la Internacional Comunista, sin que eso redujera la
total dependencia política, ideológica y organizativa de los
partidos comunistas del mundo hacia el Partido Comunista de la Unión
Soviética (PCUS). Con la desintegración del mal llamado
"socialismo real" a partir de 1989, los herederos de la
Tercera Internacional entran en una crisis que los lleva, con pocas
excepciones, a la marginalidad política o la conversión hacia la
socialdemocracia. Se salvan los partidos que, como Refundación
Comunista en Italia, realizan una verdadera reorientación, rompiendo
con su pasado estalinista y tomando una nueva orientación, radical y
abierta a los aportes de los movimientos sociales.
La Cuarta Internacional, fundada por Leon Trotsky en 1938, nace de la
Oposición de Izquierda Internacional, una tendencia antiburocrática
en el seno de la Internacional Comunista. Debilitada por el asesinato
de Trotsky y de muchos otros de sus dirigentes —a manos ya sea del
fascismo, o del estalinismo— y por las innumerables escisiones,
nunca logró transformarse en un movimiento de masas —pero sus
militantes tuvieron un papel importante en los acontecimientos de mayo
de 1968 en Francia, en el movimiento contra la guerra de Vietnam en
Estados Unidos, y en la resistencia contra las dictaduras en varios países
de América Latina. La Cuarta trató de salvar del desastre
estalinista la herencia de la Revolución de Octubre, y de renovar
—con la ayuda de militantes y dirigentes como Ernest Mandel, Livio
Maitan, Hugo Blanco, Raul Pont, Alain Krivine y Daniel Bensaid— la
teoría y la práctica del marxismo revolucionario.
La Cuarta Internacional —a cuyas filas pertenece el autor de estas líneas—
se ha reforzado en los últimos años (existe en varias decenas de países),
pero sigue siendo una organización limitada en números y recursos.
Con la excepción de Filipinas y Sri Lanka, lo esencial de sus fuerzas
se
concentra en Europa y América Latina. Sus militantes participaron, como
corriente organizada, en la fundación de agrupamientos más amplios:
Refundación Comunista en Italia, la Alianza Socialista en Inglaterra,
el Bloque de Izquierda en Portugal, el Frente Amplio de Uruguay, el
Partido de los Trabajadores en Brasil. Contrariamente a otros grupos o
sectas que se reclaman del trotskismo, la Cuarta no se considera como
la única vanguardia revolucionaria y tiene por objetivo contribuir a
la formación de una nueva Internacional, con carácter de masas, de
la cual sería sólo uno de sus componentes.
La cuestión de la resistencia internacionalista al capital ha adquirido
en nuestros días una actualidad evidente. Nunca antes el capital logró
ejercer un poder tan absoluto e ilimitado sobre todo el planeta. Nunca
antes pudo imponer, como hoy, sus reglas, sus políticas, sus dogmas y
sus intereses a todas las naciones del mundo. Nunca antes existió una
red tan densa de instituciones internacionales —como el Fondo
Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), la Organización
Mundial de Comercio (OMC) destinada a controlar, gobernar y
administrar la vida de la humanidad según las reglas
estrictas del libre mercado capitalista y de la libre ganancia.
Nunca antes pudieron las empresas multinacionales y los mercados
financieros ejercer
de manera tan brutal su dictadura global. En fin, nunca fue tan extenso y
tan arrogante el poder de la única superpotencia imperial, los
Estados Unidos de América. Asistimos hoy, como lo escribió el
subcomandante Marcos en su mensaje a los "zapatistas
europeos" (28 de agosto de 1995), a una verdadera guerra del
dinero y de las fuerzas del capital financiero internacional en contra
de los pueblos, en contra del ser humano, la cultura y la historia.
La ofensiva del capital, y de los gobiernos neoliberales a su servicio
—que empezó, en los años 1980, con Ronald Reagan y Margaret
Thatcher— tuvo su auge después de la caída del muro de Berlín y
la restauración capitalista en los países del Este. Se proclamó
triunfalmente en todas las capitales de Occidente "la muerte de
la utopía" (o de la revolución, o del marxismo) y el "fin
de la historia".
Es en este contexto de derrota y desorientación de la izquierda que
surge, como una chispa de luz en la oscuridad, el levantamiento
zapatista de1994. Y, dos años después, tiene lugar en las montañas
de Chiapas, el Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y
contra el Neoliberalismo —un evento que tuvo un impacto mundial y
que reunió, por primera vez en muchísimos años, a militantes,
activistas e intelectuales de varias tendencias, del Norte y del Sur,
de América Latina, de Estados Unidos y de Europa. Sale de este
encuentro el llamado histórico a "levantar la internacional de
la esperanza" contra "la internacional del terror que
representa el neoliberalismo". Como lo dice la Segunda Declaración
de La Realidad, la tarea —inmensa— es la de crear "una red
colectiva de todas nuestras luchas y resistencias particulares. Una
red intercontinental de resistencia contra el neoliberalismo, una red
intercontinental por la humanidad. Esta red intercontinental buscará,
reconociendo diferencias y conociendo semejanzas, encontrarse con
otras resistencias de todo el mundo. Esta red intercontinental será
el medio en el que las distintas resistencias se apoyen unas a
otras". Se puede considerar el Encuentro de Chiapas en 1996 como
el primer acto del gran movimiento de lucha antiliberal que hoy se
manifiesta activamente en los cuatro puntos del planeta. Aunque esta
iniciativa no tuvo un seguimiento directo —las tentativas de
organizar otros encuentros de este tipo, inspirados por el ejemplo
zapatista, en Europa o América Latina no tuvieron éxito—, fue el
punto de partida, el momento de nacimiento de un nuevo
internacionalismo, antiliberal y antimperial.
Pocos años después, tiene lugar la gran protesta de Seattle (1999) y
empieza a desarrollarse el principal vector de este nuevo
internacionalismo, el Movimiento de Resistencia Global —falsamente
denominado, por la prensa derechista, como "antimundialización"
o, peor aún, como globalifóbico". Es este "movimiento de
los movimientos" que va a desencadenar las protestas de Praga,
Estocolmo, Bruselas, Bangkok, Washington, Barcelona, Genova y, más
recientemente, Florencia —con la participación de decenas,
enseguida centenas y ahora un millón de manifestantes— así como el
Foro Social Mundial de Porto Alegre (2001, 2002, 2003), el Foro Social
Europeo (2002) y otras reuniones locales o continentales.
Este movimiento "altermundialista" —por otro mundo— es
amplio y, necesariamente, heterogéneo. Pero nace de inmediato con un
carácter mundial, internacional, internacionalista. A pesar de su
diversidad, lo unifican algunos principios fundamentales: "el
mundo no es una mercancía"; "otro mundo es posible";
"no a la guerra". Son principios generales, pero si son
defendidos en serio tienen un profundo potencial subversivo. La unidad
se hace también en torno de algunas reivindicaciones concretas: la
abolición de la deuda de los países del Sur; la supresión de los
paraísos fiscales y la imposición de una tasa sobre las
transacciones financieras; una moratoria sobre los productos transgénicos,
etcétera (la lista es bastante larga). Existe, en fin, un amplio
consenso en la identificación del enemigo: el neoliberalismo, el FMI,
el Banco Mundial, la OMC, el imperio estadunidense. Sobre las
alternativas al orden dominante vemos un amplio abanico de respuestas:
desde la "regulación" del sistema, hasta su transformación
revolucionaria (socialista).
La diversidad puede ser un obstáculo, pero es también una riqueza. En
el Movimiento de Resistencia Global participan sindicalistas,
feministas, marxistas, anarquistas, ecologistas, cristianos por la
liberación, socialistas de varios colores y matices, movimientos
campesinos, indígenas y populares, organizaciones no gubernamentales
(ONGs), intelectuales, y muchos jóvenes, mujeres y trabajadores sin
otra afiliación, pero que tienen ganas de protestar, marchar, luchar
y discutir con los demás. Es una ocasión única para el encuentro,
el debate, el aprendizaje mutuo —un proceso de intercambio cultural
en el cual cada uno, sin abandonar sus ideas y convicciones, descubre
las de los otros, y trata de integrarlas en su reflexión o su práctica.
De la mezcla y fusión de todos estos ingredientes está naciendo un
cocktail explosivo, la nueva cultura internacionalista del MRG. Claro,
este proceso está aún en sus inicios, estamos aún lejos de tener
una orientación común, pero se percibe la formación de un espíritu
común del movimiento, radical, combativo y hostil a la recuperación
institucional.
El Movimiento de Resistencia Global, o por lo menos su expresión más
organizada, el Foro Social Mundial (FSM), ya tiene un cierto grado de
organización internacional. Existe el Comité Ejecutivo Internacional
del Foro, y se ha formado un Foro Parlamentario Internacional el año
pasado en Porto Alegre. Pero estos organismos, como el mismo Foro, son
muy heterogéneos, y no funcionan como una fuerza política
internacional. Su objetivo es más limitado: la organización del Foro
Social Mundial y de los foros continentales. Más importante es la red
de movimientos sociales —Vía Campesina (incluyendo el Movimiento de
los Sin Tierra (MST) brasileño), la Central Única de Trabajadores de
Brasil, el movimiento internacional ATTAC, etcétera —que
constituyen la principal fuerza en el seno del FSM, y que sacaron, al
finalizar éste, un documento con algunos elementos de análisis político
—antimperialistas, antiliberales— y un llamado a iniciativas de
protesta comunes> ¿Tenemos aquí la presencia virtual de una
"Quinta Internacional"? No, por dos razones evidentes: 1) Se
trata aquí de movimientos sociales y no de organizaciones políticas
con proyectos de transformación social global; 2) El MRG y sus
instancias son muy heterogéneos —y tienen que serlo— incluyendo
sectores que creen aún en la posibilidad de un capitalismo
"regulado", "humanizado", o "nacional/democrático",
etcétera. La misma heterogeneidad encontramos también en el Foro
Parlamentario Internacional.
Lo que hace falta es una red de organizaciones políticas —partidos,
frentes, movimientos— que pueda proponer, en el seno del Movimiento,
un proyecto alternativo, más allá del capitalismo, y la perspectiva
de una nueva sociedad, sin opresores ni oprimidos. Algo por el estilo
existe ya en Europa: se trata de la Conferencia de la Izquierda
Anticapitalista Europea, de la cual forman parte Refundación
Comunista (Italia), la Liga Comunista Revolucionaria (Francia), el
Bloque de Izquierda (Portugal), la Alianza Socialista (Inglaterra), la
Alianza Roja y Verde (Dinamarca), y varios otros. A pesar de sus
diferencias, estas corrientes comparten un mismo rechazo de la
globalización capitalista, de las políticas neoliberales y de las
guerras imperiales. Comparten también la aspiración a una
alternativa "positiva", anticapitalista y antipatriarcal,
ecológica e internacionalista: "una sociedad socialista y democrática,
sin explotación del trabajo y sin opresión de la mujer, basada en un
desarrollo sostenible —un socialismo desde abajo,
autogestionario". (Declaración de junio de 2002 de la
Conferencia de la Izquierda Anticapitalista Europea).
Si se pudiera extender esta experiencia a otros continentes, y constituir
una red que incluyera, de forma amplia, las sensibilidades políticas
más radicales del gran Movimiento de Resistencia Global, tendríamos
nuestra "Nueva Internacional". Que no tiene necesariamente
que llamarse "Quinta", porque no todas las corrientes
interesadas se reconocen en la historia de las internacionales obreras
y socialistas del pasado. Se podría llamar "Conferencia
Internacional de la Izquierda Anticapitalista" (CIIA!), o
"Tendencia por una Nueva Internacional" (TNT!), o cualquier
tro nombre que pueda inventar la imaginación creativa de sus
participantes.
Esta nueva internacional podría integrar —selectivamente— el aporte
positivo de las cuatro internacionales proletarias. Sería la heredera
de Babeuf y de Fourier, de Marx y de Bakunin, de Blanqui y de Engels,
de Rosa Luxemburgo y de Lenin, de Emma Goldman y Buenaventura Durruti,
de Gramsci y de Trotsky, de Emiliano Zapata y de José Carlos Mariátegui,
de Augusto César Sandino y Farabundo Martí, de Ernesto Ché Guevara
y Camilo Torres, de Ho-Chi-Minh y Nazim Hikmet, de Mehdi Ben Barka y
Malcolm X —y de muchos otros. Pero su principal referencia serían
los movimientos sociales actuales y, en primer lugar, el Movimiento de
Resistencia Global al neoliberalismo> De las internacionales del
pasado sería quizás la Primera la que podría servir de inspiración
—aunque obviamente las condiciones sociales y políticas de hoy sean
totalmente distintas— como movimiento múltiple, diverso, democrático,
en el cual opiniones políticas distintas pudieron convergir en la
reflexión y en la práctica. Esto no quiere decir que la forma como
se constituyó y como funcionó la Asociación Internacional de los
Trabajadores pueda repetirse hoy. Es imposible prever qué forma
organizativa podría tener esta nueva fuerza internacionalista
—federación descentralizada, red organizada, o sencillamente
conferencia con reuniones periódicas— pero tendría necesariamente
que ser flexible, abierta y sin estructuras burocráticas formales.
Idealmente incluiría no sólo partidos y frentes, pero también
revistas de izquierda, grupos de investigadores, organizaciones del
movimiento social, intelectuales.
¿Cómo se podría delimitar el campo político-social de esta nueva
internacional? Me parece evidente que el antimperialismo y el
anticapitalismo —es decir, la convicción de que la supresión del
capitalismo como sistema mundial es la condición necesaria, aun si no
suficiente, para la abolición de las injusticias sociales,
explotaciones y opresiones— son criterios esenciales. La perspectiva
de una nueva sociedad, libre, democrática, igualitaria, solidaria,
ecológica, feminista —para mí y para mis compañeros, una sociedad
socialista, pero eso puede ser una cuestión abierta— es otro
elemento esencial. Pero es en el proceso de formación de esta red, o
federación, que se definirían las bases comunes y la plataforma política
de la Nueva Internacional.
Una de las primeras tareas de esta corriente seria la de contribuir al
desarrollo, refuerzo, extensión y radicalización del gran Movimiento
de Resistencia Global antiliberal, actuando en su seno de forma
unitaria, democrática y respetuosa de la diversidad.
La nueva internacional tendría muchísimo que aprender con la
experiencia zapatista. Antes de todo con el espíritu de rebeldía, de
inconformismo, de oposición irreconciliable con el orden establecido.
El Encuentro "Intergaláctico" de 1996 definió el combate
contra el capitalismo neoliberal —es decir contra la mercantilización
del mundo y del mismo ser humano— como el objetivo común de todos
los excluidos y oprimidos, los trabajadores, los campesinos, los indígenas,
las mujeres, virtualmente toda la humanidad víctima de la locura
neoliberal. Esta lucha es, por tanto, una lucha por la humanidad, es
decir por la dignidad de los seres humanos —un concepto que tiene
que ver con el humanismo revolucionario de Marx y del Che Guevara,
pero también con la experiencia de las comunidades indígenas de
Chiapas.
Otro gran aporte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)
es la articulación entre lo local —la lucha de los indígenas de
Chiapas por su autonomía— lo nacional —el combate por la
democracia en México, y contra la dominación imperial estadounidense—
y lo internacional —la guerra contra el neoliberalismo y por la
humanidad. En la reflexión y en la práctica de los zapatistas los
tres momentos están íntimamente asociados, en una visión muchísimo
más dialéctica que la pobre fórmula de algunas ONGs: "piense
globalmente y actúe localmente".
Finalmente, el zapatismo aporta al internacionalismo del Siglo XXI un
nuevo universalismo, ya no abstracto o reductor, sino basado en el
reconocimiento de las diferencias: la aspiración por "un mundo
en que quepan muchos mundos".
¿Por dónde debemos empezar? Como lo subraya nuestro compañero Daniel
Bensaid (en su libro Les Irréductibles. Théorèmes de la résistance
à l'air du temps, Paris, Textuel, 2001), el punto de partida es la
fuerza irreductible de la indignación, el incondicional rechazo de la
injusticia, la no-resignación: "La indignación es un comienzo.
Una manera de levantarse y empezar a caminar. Uno se indigna, se
rebela, y después ya se verá lo que pasa".
Si
logramos juntar las fuerzas que, en los cuatro puntos cardinales del
planeta, son motivadas por la indignación contra el sistema
existente, la rebelión contra los poderosos, y la esperanza de otro
mundo posible, tendremos los componentes de una Nueva Internacional
—con o sin números.
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