Los
“problemas de organización” al calor del argentinazo
Frente único, movimiento y partido
Por Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie (revista), marzo
2003
El
argentinazo en curso permite pasar en limpio las lecciones que se
pueden ir sacando de la construcción de movimientos, organismos y
partidos al calor del proceso revolucionario. O sea, sobre los
problemas de organización en el contexto del mismo.
Sobre
este aspecto hemos debatido de manera explícita mucho menos que otros
desde nuestra revista, y por esto queremos dejar sentadas —partiendo
de la experiencia que venimos recorriendo— algunas hipótesis o
conclusiones provisorias sobre la dinámica del proceso político
abierto y del desafío no resuelto de que la vanguardia gane a las más
amplias masas para sus perspectivas transformadoras.
Esta
elaboración inevitablemente tendrá un cierto carácter polémico y
hace parte de los artículos de la revista anterior: “Los impulsos
del argentinazo” y “Reforma, revolución y socialismo a inicios
del siglo XXI”(1).
Para
esta reflexión creemos que hay que combinar dos vertientes: los
elementos que provienen de la tradición socialista revolucionaria, de
la teoría y práctica histórica en materia de organización, junto
con los elementos que vienen de la experiencia, de la riqueza y
novedad del proceso, así como de sus límite s(2).
Las
expresiones de organización del argentinazo son de variada entidad
y carácter, marcadas por el contenido político y reivindicativo
de cada caso. La riqueza del proceso de la vanguardia de masas es
inmensa: movimientos de trabajadores desocupados, sus asambleas y
expresiones político—reivindicativas; movimientos de fabricas
ocupadas y sus tendencias “internas” (reformista y
revolucionaria); las asambleas populares; los procesos clasistas a
nivel de determinados sindicatos; las distintas expresiones de frente
único y/o bloques políticos o político—reivindicativos en una casi permanente
redefinición; los distintos movimientos desde el ángulo de su
programa y perspectivas políticas. Y, fundamentalmente, a los efectos
de este trabajo, los distintos partidos de la izquierda y / o
tradiciones políticas en pugna: los neo reformistas (CTA, vista
como corriente política), populistas, los que provienen del
estalinismo / maoísmo, los autonomistas y los socialistas
revolucionarios (de la tradición del trotskismo).
Como
decíamos en el número anterior de nuestra revista, todas estas
corrientes se confrontan en el proceso del “argentinazo”, que
constituye uno de los primeros ensayos generales de una revolución en
los inicios del siglo XXI. Esto es lo que hace a cierto carácter
“universal” de la experiencia que estamos viviendo.
Un
proceso global de reorganización
Al
calor del proceso del argentinazo está en curso un proceso global
de recomposición y reorganización de los trabajadores. Este
proceso atañe —necesariamente— a su organización y dirección en
su globalidad. Se combinan así dos procesos: la irrupción de nuevas
formas de organización conjuntamente con el revolucionamiento de
viejas estructuras (el caso de algunos sindicatos) hasta el recambio a
nivel de la dirección y/o representación política de los
trabajadores y los sectores populares.
Este
proceso —en las condiciones concretas de comienzos del siglo XXI, del
capitalismo hoy y del proceso revolucionario del argentinazo— es el
cuarto en la historia de la clase trabajadora argentina en el que
se da una experiencia de recomposición global.
Está
determinado por características muy marcadas, con ciertas analogías
y al mismo tiempo diferencias específicas en relación a
los tres procesos anteriores (tomados en general): el que caracterizó
la emergencia de las tradiciones anarquistas y socialistas a
principios del siglo XX; la irrupción del peronismo y los sindicatos
de masas por rama de la industria en la década del ’40; y la riquísima
experiencia de la vanguardia obrera clasista del “Cordobazo” en
los ’70. En relación con estas experiencias y, más que nunca, en
relación con la dinámica de la lucha de clases mundial actual, es
que se debe destacar las características del actual proceso de
recomposición global de los trabajadores.
El
elemento determinante que queremos destacar desde el comienzo es el
carácter globalmente político del mismo. ¿Que queremos decir
con esto? Que el componente reivindicativo es fundamental en
condiciones de desempleo de masas, hambre y esclavitud laboral, pero lo
que termina mandando y caracterizando a todas las expresiones de
la reorganización y nueva dirección es precisamente, el carácter
necesariamente político y global de este proceso: o sea, la
perspectiva estratégica que encarna cada corriente. Creemos que
este aspecto emparenta el actual proceso con algunas de las
características que marcaron la irrupción de la clase trabajadora
como movimiento obrero: donde los aspectos políticos globales
y las distintas estrategias en competencia fueron determinantes
de las diversas experiencias de organización.
Hasta
por el nombre o el desarrollo del proceso que ha dado lugar a los
distintas expresiones de los trabajadores y los sectores populares, se
puede dar cuenta de las señas de identidad político—estratégicas
de cada agrupamiento en los distintos sectores de la clase
trabajadora.
Por
esto no es casual el tipo de nombres y combinaciones que se dan a
nivel del movimiento de trabajadores desocupados, en el que está
expresada prácticamente toda la gama de las corrientes de la
izquierda. Expresiones como “Federación de Tierras y Vivienda” (CTA),
“Barrios de Pie” (ligada a Patria Libre”) o “Movimiento
Territorial de Liberación” (ligada al PC) evidentemente hacen a
cierta concepción territorial de la lucha, que tiene o capta
un elemento real del actual proceso, pero interviene o parte de una
serie de concepciones equivocadas acerca de la situación y
lugar actual de la clase trabajadora, lo que al mismo tiempo tiene
determinadas consecuencias estratégicas y en la política de todos
los días.
Cuando
—por el contrario— el FTC se llama “Frente de Trabajadores
Combativos”, evidentemente lo que se quiere destacar no es tanto la
cuestión territorial (sobre un territorio se agrupan diversas clases
y sectores de clase) sino la connotación común de trabajadores
como ancla de clase desde donde desarrollar la lucha. Es decir que
el FTC se asume concientemente como una organización de la
clase trabajadora (independientemente de que esto no sea
comprendido aún por todos sus integrantes), lo que hace a una
determinada orientación —por lo menos, potencialmente— en el
proceso revolucionario en curso.
Este
carácter “político” del proceso se hace extensivo así a todas
sus formas organizativas. Cuando surgieron las asambleas
populares, éstas fueron el reflejo organizativo de la voz
“que se vayan todos”. Lo mismo que las distintas experiencias de fábricas
ocupadas o recuperadas presentan dos proyectos estratégicos
distintos y en pugna en relación a qué hacer con las mismas:
grosso modo, la perspectiva del “control” o la “gestión
obrera” teniendo como norte la expropiación de toda la industria
(casos de los mineros de Río Turbio, de Zanon, etc.), o bien la
perspectiva opuesta de la “cooperativización” sostenida por el
reformista “Movimiento Nacional de fábricas recuperadas”,
opciones que hacen parte de un universo político evidentemente muy
distinto.
¿Cual
es la explicación de este carácter político del proceso de la
recomposición? Creemos que responde a tres cuestiones: una
estrictamente política (valga la redundancia), otra “estructural”
y una de carácter más general.
La
razón política es que en las condiciones de un proceso
revolucionario que cuestiona en los hechos a la Argentina capitalista
como tal, toda recomposición de los trabajadores o es revolucionaria
o se negará a sí misma, será reabsorbida por el sistema. Esto es:
hoy por hoy no hay otra reorganización que valga si no es en la
perspectiva de la revolución social.
Esto
es muy visible —por ejemplo— en el “doble filo” de
reivindicaciones como el plan Trabajar, pero también —aunque de
esto se ha hablado mucho menos— en los emprendimientos económicos —incluso
exitosos— que cruzan algunas de las experiencias de
ocupaciones de fábrica. Estas suponen determinado tipo de presiones
—producto del inevitable imperio de la ley del valor sobre una unidad
de producción aislada— que pueden tender a reabsorber el carácter
revolucionario de estas experiencias (ver el caso de los esquemas de exportación
de productos de algunas de estas empresas). Esto, por la vía de
una supuesta “gestión económica exitosa” (3).
Al
mismo tiempo, la “razón estructural” —lo cual es un dato
mundial— es que la separación entre la lucha reivindicativa y la política
tiene muchas menos posibilidades materiales que en el pasado.
Porque en las condiciones del giro bárbaro y destructor del
capitalismo imperialista en su fase de “globalización
neoliberal”, no hay prácticamente espacio para verdaderas
conquistas materiales por fuera de una lucha revolucionaria. Toda
pelea se hace —necesariamente— rápidamente política, es decir, global,
las formas defensivas de la lucha se deben combinar íntimamente —y
subordinadamente— con reivindicaciones ofensivas, es decir, políticas,
generales.
Por
ultimo, en las condiciones creadas por la crisis de los viejos
aparatos estalinistas y socialdemócratas, por la caída de los falsos
socialismos del Este, “objetivamente” se ha creado el terreno para
que se replanteen todas las estrategias y para que se pueda relanzar
la batalla por el socialismo. Un marco que facilita que se
vuelva a plantear el debate estratégico. El proceso en curso de
recomposición global de los trabajadores en la argentina, necesariamente
esta cruzado por esta realidad y por este debate estratégico.
El
frente único y los bloques político—reivindicativos
En
todo proceso revolucionario se da un proceso de delimitación
de clases en lucha. No se trata solamente del enfrentamiento entre la
clase trabajadora y la burguesía. Al interior de los explotados y
oprimidos conviven diferentes sectores de clase que se expresan
en toda su diversidad en el proceso. El argentinazo no es ajeno a
esto: expresa las distintas tendencias de clase y sus programas “a
cielo abierto”, aunque al mismo tiempo hay que saber interpretar qué
expresa cada uno de ellos.
Como
decíamos, el argentinazo no es la excepción a esta regla, sino su
confirmación en toda su rica e intrincada diversidad. De paso es un
mentís a aquellos reclamos de unidad en abstracto: la unidad que es
dable de buscar y obtener —en carácter más permanente— es la que
se hace sobre líneas de clase en común, no cualquier unidad sin
principios. Lo que señala que hay que plantarse contra la manía
de unidad sin principios (característica de IU y el PC), que sólo
puede operar como amalgama que hace perder cualquier
perspectiva estratégica
Al
nivel de las organizaciones de trabajadores y populares, han surgido los
distintos bloques que han tenido, a la vez, diversa evolución:
a)
El bloque “neo reformista” de la CTA—CCC, caracterizado por
una perspectiva de “humanización del capitalismo” o a lo sumo
“nacionalista revolucionaria”, en el caso del PCR.
b)
el bloque “autonomista” (aunque no se encuentra organizado
de manera sistemática) que va desde la “Aníbal Verón” (MTD)
hasta “Autodeterminación y Libertad”, que postula prepararse para
una larga convivencia con el sistema, y que en determinados
momento entra en acuerdos de frente único, sobre todo con la CTA.
c)
El bloque confuso y“frente populista” de IU, con su
estrategia de unidad sin principios o de “amalgama estratégica”.
d)
Las corrientes piqueteras “populistas”: MIJD, Barrios de Pie, la
CTD “Aníbal Verón” y otras, de corte “antiimperialistas /
nacionalistas”.
e)
El “Bloque Piquetero Nacional”: surgido como un reagrupamiento clasista
y progresivo luego de la ruptura de las Asambleas Nacionales
comandadas por la CCC y la FTV, que llegó a agrupar a la porción más
grande de la vanguardia. Lamentablemente se encuentra en una grave
crisis, producto de que ha ido perdiendo sus perspectivas de clase.
Esto está ocurriendo por responsabilidad —principalmente— de sus
expresiones aparatistas / burocráticas (Polo Obrero) y de las
estrictamente territoriales del MTL. Parte de esta experiencia es el
caso del FTC, el ala más consecuentemente clasista del Bloque.
f)
Las expresiones de ocupados clasistas, que no son parte aún de un
agrupamiento superior que levante la bandera de la unidad de clase.
Se trata de experiencias minoritarias, pero de importancia estratégica:
Zanon, Brukman y los encuentros de fábricas ocupadas; la “Tendencia
Clasista y Anticapitalista”: los mineros de Río Turbio, Oscar Martínez,
la Naranja de la UOCRA, la actual dirección de la Unter, etc.
Tendencia de la cual hace parte muy importante el propio FTC, que
viene de realizar el 1º Encuentro Nacional (noviembre del 2002) y que
en el momento mismo de la salida de esta revista están realizando un
acto en la Federación de Box.
Estos
bloques se deben caracterizar —entonces— desde el punto de vista
de clase y, junto con esto, de sus programas y concepciones. Pero
el necesario análisis puntilloso de cada bloque del
argentinazo —y de cada giro en su evolución— no es lo que
nos interesa acá: lo que nos importa es resaltar como la dinámica de
clases de la lucha lleva a reagrupamientos de clase que
expresan intereses comunes de los diversos sectores. Digamos
que estos agrupamientos son las expresiones más amplias luego de la
expresión más general que deben ser los frentes únicos de
masas y de vanguardias de masas, que son los organismos de frente único
de toda las tendencias: léase las asambleas nacionales,
coordinadoras, sindicatos clasistas, etc., por no referirnos a
expresiones más amplias de doble poder como han sido históricamente
los Soviets en Rusia o los Consejos Obreros en Alemania, los que todavía
no hemos visto en el argentinazo.
Estos
frentes únicos o bloques políticos —en las condiciones de la diversidad
de las fuerzas políticas y políticas / sociales de la izquierda en
la Argentina y de la riqueza del proceso de la experiencia de las
masas y la vanguardia— son una necesidad.
Una necesidad que al mismo tiempo requiere un abordaje desde
dos puntos de vista: desde el de empujar en común para que se
logren imponer determinados puntos de vista o reivindicaciones comunes
al conjunto de los trabajadores, así como que se expresen como bloque
de clase alternativo a la vieja burocracia y el neo reformismo; el
afirmar —al mismo tiempo— la propia independencia política y
la perspectiva de una fusión superior de estas experiencias,
desarrollando a fondo el debate estratégico que el proceso plantea.
Desde
este punto de vista, estos frentes únicos o bloques son —evidentemente— más amplios que los movimientos
político—reivindicativos,
y ni que hablar que los partidos, e, insistimos, son una necesidad
del proceso en curso, parte de la experiencia mundial que se está
desarrollando, donde por ejemplo el movimiento anticapitalista
mundial, también expresa el desarrollo de un frente único de
diversas tendencias.
Esto
no sólo ocurre hoy: en la experiencia histórica de las
revolucione, se dieron este tipo de bloques o frentes únicos de
partidos, organizaciones de lucha, etc. Por ejemplo, la fallida
dirección del levantamiento de Berlín en enero del ’19 era un
comité de frente único de cuatro corrientes revolucionarias (4).
León
Trotsky, a lo largo de la década del ’30 (ciertamente, en
condiciones políticas distintas a las actuales del
argentinazo, pero con lecciones políticas universales) insistió
en la importancia del frente único, incluso como condición previa
a la posible formación de Soviets o Consejos Obreros. O —a lo mínimo,
diremos nosotros— como condición previa a la necesidad no resuelta
en el argentinazo, de una verdadera Asamblea Nacional o Congreso de
ocupados y desocupados. Esto ha sido producto de la
responsabilidad de las diversas corrientes: desde la CCC / CTA cuando
no convocaron a la 3º Asamblea Nacional a finales del 2001 hasta el
PO en la actualidad. Porque luego del acto del 20 de diciembre del
2002 —que dejo planteada la necesidad de convocar a una verdadera
asamblea de frente único de todas las tendencias y de todos los
sectores de clase— ha venido maniobrando para evitar una convocatoria
unitaria.
Contra
las posiciones que tienden a socavar el frente único de
tendencias (lo ya expresado acerca del PO), o contra los que
sectariamente consideran que estos frente únicos son necesariamente
de “aparatos” (el caso del PTS), podemos señalar con Trotsky:
“La
creación de los Soviets presupone un acuerdo de los diversos
partidos y organizaciones de la clase obrera, comenzando desde la fábrica,
tanto en lo que se refiere a la necesidad misma de los Soviets
como a la hora y los medios de su creación. Esto significa
que, si los Soviets representan la forma suprema del frente único en
un período revolucionario, su creación debe ser precedida por una
política de frente único en el periodo preparatorio” (5).
Porque
es un hecho que la experiencia de los Soviets en las revoluciones
rusas del ’05 y ’17 —siendo frente únicos de tendencias y al
mismo tiempo, más que eso: verdaderos organismos de masas— surgieron
“más espontáneamente”. Pero esto no niega lo anterior: no hay
una “vía regia” para el surgimiento de los mismos: pueden surgir
estricta y espontáneamente desde abajo (no es el caso del argentinazo
hasta hoy) o como producto de un llamado colectivo “desde arriba”,
que se transforme en un punto de referencia para la vanguardia y
que al calor del proceso revolucionario, tienda a masificarse.
Movimientos,
sindicatos y organismos de poder
¿Por
qué está tan presente la forma de “movimiento” en el
proceso actual, así como en muchas experiencias de lucha a nivel
mundial? ¿Esto está mal o está bien?
Partimos
de la concepción de que los socialistas revolucionarios no le podemos
ni debemos imponer determinada forma de organización a los
trabajadores. Por el contrario, nuestra tarea debe ser el
desarrollar, generalizar y elevar políticamente lo que surge del
terreno real de la experiencia de los trabajadores. En este marco,
interpretamos que en el argentinazo conviven varias formas, las
que expresan diversos sectores de clase de los trabajadores y —también—
de la clase media empobrecida, así como también el determinado nivel
al que ha llegado su experiencia política.
La
desestructuracion de la clase trabajadora producto de la ofensiva
capitalista neoliberal, el que haya un 50 o 60% de la población económicamente
activa sin trabajo, sin las elementales formas de reproducción
social (educación, la salud, jubilación), hacen a las formas movimientistas
que mayoritariamente tiene —hasta hoy— el proceso de reorganización
/ recomposición de los trabajadores en nuestro país. Casi todos
estos procesos han asumido la forma de movimientos: se trata
del movimiento de asambleas populares, del movimiento de trabajadores
desocupados, del movimiento de fábricas recuperadas, etc.
Al
mismo tiempo, la forma de “movimiento”, con ser la más
generalizada, no es la única presente.
No hay que ser esquemáticos ni casarse con una “forma”
como han hecho —por ejemplo— algunas corrientes (Ay L), que se
enamoraron de las “asambleas populares”. Por el contrario, hay que
señalar la creciente emergencia de otras expresiones. Porque
da toda la impresión que a nivel de los trabajadores con trabajo —que mayoritariamente no han entrado al
proceso—, su forma de
organización y expresión —a pesar de toda la crisis y vaciamiento—
sigue siendo el sindicato.
Esto
es, tienden a expresarse —desde el punto de vista organizativo— de una
manera más “conservadora” en relación a sus formas de
organización: ha sido una regla el que las expresiones
clasistas de los ocupados (por ejemplo el Turbio, Zanon, la Unter) han
surgido a partir de los sindicatos existentes (mediante la elección
de nuevas internas o directivas) y seguramente esto seguirá
siendo así. Esto nos plantea —perentoriamente— a los
revolucionarios, salirle a disputar a la burocracia sindical estos
organismos a los que la clase sigue apelando.
A
esta realidad hay que ajustarse so pena de abstracción o de infantil
“izquierdismo” en este terreno:
el proceso es como es, y
debemos partir de él tal cual es, para ayudar a transformarlo.
Pero
no se trata sólo de las experiencias más avanzadas. En el contexto
de la condición común de millones de trabajadores sometidos a la esclavitud
laboral y sin ningún tipo de derechos a la organización sindical
(pensamos en muchísimos sectores de la industria, en los
supermercados como el “San Cayetano”, etc.), se han comenzado a
dar experiencias de elección de internas honestas o clasistas:
es el caso del Frigorífico Cocarsa (también de la alimenticia
Pepsico o la metalúrgica Enfer), debiéndose hacer esto contra la
patronal que no quería saber nada con que los trabajadores
tuvieran delegados.
Por
su parte, cuando hablamos de la perspectiva de organismos de “doble
poder”, debemos decir que hasta ahora —de todas las expresiones
organizativas que estamos hablando— ninguna ha llegado a ese nivel.
Existe un rico y variado proceso de organización y autoorganización
independiente, pero es muy difícil predecir qué forma adquirirá el
desarrollo de verdaderos organismos de masas que se plantean
efectivamente como organismos de poder dual, en la eventualidad de un
salto en la polarización y en la radicalización del proceso
revolucionario.
Movimientos
y partido
Los
partidos se establecen sobre una base distinta a los movimientos: su
principio es la adhesión a determinadas ideas, a un programa y no
reivindicativa. Nadie va a un partido buscando obtener a cambio de
ello algo material.
Los
partidos son absolutamente necesarios precisamente por esta ubicación.
Están menos sometidos a la presión de las necesidades materiales, lo
que hace que —en principio— puedan mantener la brújula estratégica
de una manera mucho más clara. Claro que hay partidos y partidos.
Pero
lo que nos interesa dejar sentado acá es que, a diferencia de los
bloques políticos, los movimientos y la forma sindicato, la
pertenencia al partido se hace sobre la base de una compresión
directamente política, esto es, no sobre las necesidades de la lucha
o reivindicativas.
Al
mismo tiempo, es un hecho que muchos movimientos son expresión de frente
único de diversas tendencias políticas, o están articulados con
partidos que tienen mucho más precisa su definición política.
Esto
supone también un debate: corrientes como la “Aníbal Verón” y
otras plantean que “están en contra de la construcción de
partido y que son independientes de todo partido”. Sin embargo
nos parece que esta afirmación de esta corriente —además de
equivocada y falsa— es demagógica: porque al estar agrupados
detrás de un programa de acción política (y no sólo
reivindicativa), al sostener una determinada concepción general y no
aceptar dentro de la Verón ninguna otra corriente de
pensamiento que no sea la suya, al ser —en este sentido— muy
distinta, por ejemplo, a los sindicatos tradicionales que agrupan a
trabajadores de muy distintas concepciones ideológicas y políticas,
de hecho son un “partido”, aunque no se llamen así y aunque
adquieran otra forma.
Al
mismo tiempo, es un hecho que en el proceso del argentinazo la
construcción de los partidos como tal ha ido —en todos los casos— muy
por detrás de la construcción de las distintas experiencias de
la autoorganización y de los distintos movimientos. Mientras que el multiplicador
de los movimientos ha sido “geométrico”, el de los partidos,
a lo sumo, ha sido “aritmético”. Esto es, los movimientos de
lucha agrupan a decenas de miles de compañeros, cuando a lo sumo los
partidos de la izquierda agrupan a unos miles.
Esto
es así, pero es una debilidad del proceso y no una virtud de él,
como se puede leer desde las visiones populistas, autonomistas o
seniles / posmodernas.
El desarrollo más débil de los partidos tiene que ver con el
limitado grado de radicalización en el terreno político de la
vanguardia de masas del argentinazo, y ni hablar de las masas. El
proceso ha ido de la acción a la organización para la lucha,
pero no ha llegado aún —insistimos, dado el bajo grado de
polarización política— al agrupamiento sobre bases estrictamente
políticas.
Producto de esta realidad, la experiencia de la vanguardia de masas, en
el terreno directamente político, es aún muy limitada: esto es, muy
pocos compañeros distinguen las diversas diferencias entre las
diversas corrientes o tendencias políticas. Esto no
necesariamente va a seguir siendo así: dependerá de la evolución
concreta del proceso de la lucha de clases en el país, de la
posibilidad de que la vanguardia de masas del argentinazo pueda
procesar su experiencia hasta el final. De que las masas ingresen
de manera sistemática y persistente al proceso revolucionario.
Si el proceso se estabiliza o es derrotado, evidentemente esta evolución
se verá obstaculizada. Pero si el proceso pega un salto, se polariza
y por ende, se politiza, es prácticamente inevitable la politización,
el crecimiento de las corrientes políticas y luego una delimitación
interna entre ellas. Todo proceso revolucionario tiene esta mecánica
y el argentinazo no puede ser ajena a ella en la medida que profundice
su curso. El “déficit de partido” refleja el déficit de
politización que aún tiene el proceso: es una extrema debilidad
del proceso revolucionario y no una virtud. Y sobre este déficit hay
que trabajar de manera redoblada en el próximo período. Ayudar a
este trabajo es —en definitiva— el principal objetivo de este artículo.
La
importancia decisiva de la forma “partido”
¿Qué es un partido? ¿Qué es lo que constituye su especificidad y
su necesidad?
En
las circunstancias actuales creemos necesario “volver a Lenin”.
Porque la especificidad y necesidad del partido remite a la dimensión
estricta de lo político, de la globalidad, de la totalidad.
Como ya hemos escrito, “el activista social llega al movimiento por
necesidad, su principio es reivindicativo. Por el contrario, el
militante llega al partido por sus ideas: su principio es político”.
Esto
es lo que nos conecta con lo más profundo y correcto que había
en la concepción de partido de Lenin: la especificidad del plano
político. La necesidad de la “forma partido” para intervenir
en este campo que es síntesis de las múltiples determinaciones de
la lucha de clases. Siguiendo a Daniel Bensaid, podemos decir: “Lenin
se opone (...) a esta reducción de lo político en lo social
(...) comprende que las contradicciones
económicas y sociales no se expresan directamente, sino
bajo una forma específica,,deformada y transformada, la política(...)
Lo que está en juego (...) es la delimitación del partido frente a
la clase. Es, precisamente, la forma partido la que permite intervenir
sobre el campo político (...) no sufrir pasivamente los flujos y
reflujos de la lucha de clases (...) a partir de esta distinción tórnase
posible pensar la relación del uno con el otro, ”la representación
de lo social en la política (...) El hecho {es} que el partido,
por más delimitado que sea, vive en un intercambio y diálogo
permanente con las experiencias de la clase (...) Sin embargo, lo que
permanece es que el partido no es una forma entre otras (...) sino la
forma específica bajo la cual la lucha de clases se inscribe en el
campo político” (7).
En
el mismo sentido general, John Rees —en el marco del debate actual
sobre “partido revolucionario” o “partido socialista amplio”
que se está desarrollando en Europa occidental— señala: “La
irrupción de la radicalización en el movimiento anticapitalista y en
los sindicatos ha provocado un importante debate a lo largo de la
izquierda internacionalmente (...): ¿Qué clase de partido
construir? Debe ser un amplio partido socialista o una organización
revolucionaria? {algunos dicen que} La distinción entre reforma y
revolución ha devenido redundante (...) Pero una genuina
unidad en la acción depende de la separación en materia de
principios tales como reforma y revolución. No podemos determinar
de manera precisa aquellas cuestiones inmediatas en las cuales nos
podamos unir, salvo que de manera precisa y organizativamente,
nos mantengamos separados en materia de principios (...) Si los más
avanzados políticamente y los menos conscientes coexisten en la misma
organización, la confusión teórica y parálisis práctica es el
resultado (8).
Cuando
en medio del argentinazo, desde los movimientos sociales se tiene
desconfianza en los partidos o se los rechaza, no se trata esto —en
lo esencial— de un problema “organizativo”. Se trata de un profundo
problema político: la renuncia desde el vamos a una perspectiva de
fondo, global. Porque se pierde de vista que el partido es un
elemento de continuidad de las fluctuaciones de la conciencia
colectiva, organizador de diversos tiempos, que se maneja por un
pensamiento estratégico que sobrepasa el horizonte inmediato de la táctica
política, el paso del día a día, rigurosamente “sin
principios”.
Esto
es muy claro —por ejemplo— en la agrupación Anibal Verón: su negativa
al partido es la expresión de su negativa a una posición global,
total. Ridículamente, reivindican un pensamiento “particular”,
fragmentario, no universal (9).
Cuando
Lenin decía que “la política es economía concentrada” se
estaba refiriendo a esto: a la dimensión especifica y total de la
política, que estos movimientos pretenden desconocer. Desconocimiento
que los coloca
objetivamente en una posición simplemente de resistencia, de
convivencia con el sistema, o a lo sumo utópica reaccionaria de
creación de una sociedad o una economía paralela, “alternativa”
a la existente.
Esto
hace, a la vez, a un curso político—estratégico frente a los
movimientos: estos están “atados” y “anclados” al elemento
reivindicativo que los caracteriza: sea la pelea contra el hambre,
sea el caso de la ocupación de fábrica. La presión es enorme.
Frente a estas presiones no cabe ni el “movimientismo
revolucionario”, ni el “sindicalismo revolucionario”, porque
ambas son expresiones revolucionarias pero de un ángulo o un punto de
vista parcial: porque en el argentinazo lo verdaderamente político
revolucionario es la elevación de la clase trabajadora a ofrecer
una solución al conjunto de los problemas de la sociedad, es la
elevación de la clase trabajadora unificada a hacer universal y
colectivo su punto de vista de clase.
Y
para esta perspectiva, el partido socialista revolucionario es
absolutamente imprescindible: porque los problemas del
argentinazo no se resuelven con planes Trabajar ni simplemente —en
el extremo más progresivo de las conquistas— con ocupaciones de
fabricas: se resuelven con la revolución social, global, total, con
la revolución política y social.
Y
esto es lo que hace vigente y actual el ángulo central de la concepción
de partido de Lenin. Insistimos. Porque generalmente se confunde y se
cree que este ángulo central se refería a cuestiones organizativas
particulares de Rusia de principios de siglo XX. Pero esto no es así:
se trataba de un profundo problema político: la batalla contra lo
que se llamó “el economicismo”(10), batalla de enorme valor hoy
contra las presiones de reabsorción de nuestras experiencias y
conquistas. Esto es, la tendencia a reducir las
reivindicaciones de los trabajadores al nivel de sus demandas
inmediatas contra la explotación y no a elevarlos a la perspectiva
de pelear por todo: por otra sociedad tomando en sus manos las
demandas de todos los sectores explotados y oprimidos.
Insistimos. Estamos frente al peligro de que
cada movimiento termine peleando de manera corporativa al no
lograr elevarse al plano general: los movimientos desocupados por los
planes Trabajar, las asambleas populares por el que se vayan todos,
las fábricas ocupadas por el control obrero. Y así de seguido. No y
mil veces no: la confluencia de los movimientos de lucha alrededor
de la clase trabajadora unificada, debe hacerse en la perspectiva de
pelear por una salida global, por la respuesta al problema de todos,
por una respuesta en el fondo no reivindicativa, no economicista, sino
eminentemente política y social: la revolución socialista. Y
para esto, el partido revolucionario es imprescindible. Porque es la síntesis
de esta perspectiva histórica.
El
argentinazo y los “partidos / movimientos”
Al
mismo tiempo, en el terreno de la construcción de los partidos
existe una “vuelta de tuerca” en relación a la reflexión que
venimos haciendo: el desarrollo de una serie de instancias
transicionales de construcción hacia tal partido revolucionario.
Es
el caso de varios de los partidos de la izquierda, explícita o implícitamente,
por escrito o en los hechos, que son —en cierta manera— combinación
de dos formas de organización, de dos principios distintos:
“partidos” y “movimiento”. Es el caso del PO / Polo Obrero,
del MST / MST, de Patria Libre / Barrios de Pie, del PC / MTL, del PCR
/ CCC, etc.
Teniendo
en cuenta esta experiencia (y habiendo arrancado de más atrás), en
nuestro caso ex profeso votamos la construcción del MAS —en el
actual período— como “partido / movimiento”. Esto, en
principio podría parecer una “herejía” en relación al
pensamiento de Lenin. No lo creemos así: es una adecuación de la
construcción del partido a las circunstancias y características
concretas del proceso revolucionario, manteniendo —al mismo tiempo—
una ubicación de “principios”. Porque en esta construcción —efectivamente— se combinan dos principios que son distintos, y
que hay que mantener diferenciados, haciendo hincapié en uno y otro
en determinados momentos de la construcción.
El
“partido / movimiento”, en nuestra concepción, está expresamente
pensado como la construcción de organizaciones que no se mezclan,
que son distintas, que deben mantener su distinción para que el
partido revolucionario pueda cumplir su insustituible papel, sólo
que al mismo tiempo las concebimos —y están— estrechamente
combinadas. Porque producto del proceso objetivo —como ya
señalamos—
el aflujo al partido ha sido sólo aritmético, y a los movimientos
político—reivindicativos ha sido geométrico. Y entonces se ha
planteado el interrogante: cómo multiplicar la fuerza organizativa
de las corrientes revolucionarias, cómo multiplicar su influencia política.
Y —en nuestro caso— cómo hacer esto de una manera sana, democrática,
con criterios socialistas.
Esto
ha recibido —insistimos— distintas respuestas desde el campo
de la izquierda, expresando determinado tipo de “modelos”.
Tomando
las experiencias concretas de construcción en el contexto del
argentinazo, tenemos —en el terreno de la tradición socialista
revolucionaria— el caso del PO, en cierta manera todo un “modelo”
de “partido / movimiento”, aunque los compañeros acusen a todo el
resto del mundo de “movimientistas”. Su experiencia está cruzada
por un tremendo problema: es lisa y llanamente, toda una escuela de
“aparatismo burocrático”. Esto es, aunque la práctica de su
partido —por abajo— es estrictamente e unilateralmente “piquetera”,
despolitizada, se lo “totaliza” —por arriba— mediante una
orientación política global que sólo puede venir —en el caso de
esta construcción”— totalmente “impostada”, completamente
“desde afuera” de la experiencia de la base.
Veamos
otras experiencias. En el caso de “Barrios de Pie” y “Patria
Libre” —parte de la tradición populista—, es un caso opuesto: los
compañeros “teorizan” un total “movimientismo”: la lisa y
llana disolución del partido en el movimiento. Esto es
funcional a un programa que explícitamente no es de clase, y
mucho menos revolucionario socialista, sino nacionalista
“consecuente”.
El
caso del PC con el MTL es el caso —digamos— de una construcción “dualista”:
bajo el eufemismo de la “autonomía” de los movimientos sociales,
es la reproducción de la vieja división del trabajo entre lo
“sindical” y lo “político”: el movimiento lucha...
y el partido hace política frente populista.
Claro
que —en el otro extremo— tenemos las corrientes que prácticamente
no tienen ningún “frente
de masas” en su construcción: es el caso del PTS (parte de nuestra
misma tradición, socialista revolucionaria), que lo hace en nombre
del desastre de “teorizar” el desconocimiento a la obligatoria
intervención en los movimientos de trabajadores tal cual son,
so pena de dejarle esos movimientos a las corrientes reformistas.
En
el caso de la experiencia que —con todo tipo de dificultades y
peligros— estamos transitando (junto con otras corrientes), de las
relaciones entre el MAS, el FTC y la tendencia, éstas son —efectivamente— organizaciones o expresiones organizativas distintas
marcadas por principios distintos, aunque al mismo tiempo están en
estrecha relación. Insistimos. No podrían —ni es nuestra
orientación—
fusionarse totalmente so pena de sectarizar el movimiento o la
tendencia, o disolver el
partido.
Pero
al mismo tiempo, su cada vez más profunda interrelación, puede
tender a configurar un “circulo virtuoso”: para el partido,
porque lo saca de su marginalidad, le da un movimiento de masas en el
que actuar y con el que actuar; para el “movimiento”, porque le
ayuda a contrapesar sus tendencias “reivindicativo / economicistas”
y a proyectarse como algo más que un simple
movimiento reivindicativo: como movimiento político
revolucionario.
Esto
experiencia entonces es una pelea a dar —porque significa presiones
de todo tipo— y de alguna manera es un aporte al proceso.
Experiencia que —insistimos— no niega a Lenin, sino que por el
contrario lo afirma en todo su valor, en lo que de más profundo tenía
en este terreno. El siempre pensó al partido estrechamente
interrelacionado con las cooperativas, los sindicatos, los diversos
organismos de masas. Porque contra el sectarismo de su partido que
en 1905 —por ejemplo—
planteaba “soviet o partido”, él decía “soviet y partido”.
Pero al mismo tiempo, combinación no quería decir confusión de
principios: el partido era el ámbito especifico de lo global, de la
transformación de la “lucha sindicalista en lucha política
socialdemócrata”.
En
este marco, en la experiencia del argentinazo parecen “necesarias”
—hacia un gran partido revolucionario— toda una serie de
interrelaciones “transicionales”: los “movimientos”, los
“movimientos / partido”, los “partidos / movimientos” y los
“partidos / partidos” (11). En estas condiciones, vemos la
necesidad de fortalecer hoy, en el actual periodo, al calor del
proceso y evitando todo sectarismo, la construcción del “partido
/ partido” como parte de este rico y estratégico proceso de
reorganización global de los trabajadores. Porque de la
construcción de tal partido (tomado en sentido general), dependerá —en última
instancia— la suerte del proceso revolucionario en curso.
Esto, en el caso del argentinazo, no es un “clisé”: es la
evidencia que surge de las estrategias en competencia y de la
necesidad de la formación de una nueva dirección política
revolucionaria para los trabajadores en el próximo período.
Notas:
1.-
Revista “Socialismo o barbarie” Nº13.
2.-
Ver en “Socialismo o barbarie” Nº4 los artículos “Actualidad
de los problemas de organización”
y ”Tradiciones, espontaneidad, experiencia y conciencia”.
3.-
En nuestra revista hemos tratado menos el tema de las fábricas
recuperadas y puestas a trabajar por sus trabajadores. Evidentemente
se trata de una experiencia riquísima, pero que requiere un análisis
concreto que no estamos en condiciones de realizar aquí y queda
pendiente como desafío de elaboración.
4.-
“La revolución perdida. Alemania de 1918 a 1923”. Chris
Harman, Londres, Bookmarks.
5.- León Trotsky. “Por el frente único a los
Soviets como órgano supremo del frente único”, pag.81. En
“Alemania, la revolución y el fascismo”, Juan Pablos Editor,
1973.
6.-
Idem 2.
7.-
Daniel Bensaid. “Lenin o la política del tiempo
partido”, pag.179 y 180. En “Marxismo, modernidad y utopía”.
Editorial Xama, San Pablo, 2000).
8.-
John Rees, “The broad party, the revolutionary party y el frente
unico”. International Socialism 97.
9.-
“El rebelde social de Marcos no piensa en términos de globalidad
sino de singularidad. Una estrategia de pensamiento que afirma sus
capacidades a partir de una puesta entre paréntesis de la
globalidad”. “Hipótesis 891”. “Mas allá de los piquetes”,
pagina 133. MTD de Solano y Colectivo situaciones.
10.-
“Economicista” se llamó en Rusia a principios del Siglo XX a una
de las corrientes de la socialdemocracia que reivindicaba que sólo se
debía pelear por los intereses inmediatos y estrechos de los
trabajadores (salarios, condiciones de trabajo, etc.) y se negaba a
que la clase obrera levantara demandas políticas generales, como la
lucha por el derrocamiento del Zar, por la Asamblea constituyente y la
democracia política, etc.
11.-
Con respecto a la experiencia de construcción que estamos
transitando, nada más lejos de nosotros que pretender hacer de ella
un modelo ni de transformar “necesidad en virtud”. Tampoco de
perder de vista el carácter especifico y acotado a condiciones de
tiempo y lugar de las cuestiones de organización, que siempre
deben abordarse de manera flexible y adecuada a las circunstancias.
Recuadro
Hace
falta
un verdadero partido de trabajadores, socialista y revolucionario
Es
un hecho que no existe aún “el” partido revolucionario digno de
tal nombre. El PO cree serlo, pero esto no puede tener una demostración
tangible en los hechos. Al mismo tiempo, la mayoría de las
corrientes se comportan como si lo fueran aunque no lo digan
(caso del MST y del PTS).
Hacia
ese partido puede haber o no formas de mediaciones: en
realidad, no lo sabemos, aunque difícilmente surja por la simple
fusión de algunas de las actuales corrientes si esta “fusión”
no dialoga con las decenas de miles de activistas del
movimiento de lucha.
Teniendo
en cuenta lo anterior, en distintos momentos hemos presentado dos
formas de mediación, no concretadas aún dado el retraso general en
el terreno estrictamente de la organización política del proceso:
la de movimiento político revolucionario de trabajadores o la hipótesis
de frente único revolucionario de organizaciones y/o grupos políticos.
Al mismo tiempo, estamos reforzando la perspectiva de la construcción
del “nuevo” MAS al calor de este proceso, como organización política
revolucionaria construida desde abajo, realmente entre sectores de
la clase y con un perfil explícitamente socialista.
La
dinámica política del argentinazo seguramente va a plantear el
problema del partido revolucionario en un escalón superior. A eso
aspiramos: a fusionar nuestra experiencia con otras que evolucionen
hacia la izquierda: hacia una perspectiva de unidad de clase, democrática,
revolucionaria y socialista.
Parte
de esto es también, las “separaciones” que se dan al calor del
proceso. Estas mismas divisiones están ocurriendo a nivel de las
diversas organizaciones de trabajadores desocupados y pueden ocurrir a
nivel de los partidos hoy existentes. Así que también de esto se
trata el proceso en curso —como todos los procesos que le han
antecedido—: de divisiones y fusiones a nivel de las corrientes
revolucionarias en la perspectiva de construir un gran partido
revolucionario en el próximo período. (R. S.)
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