Claves económicas de
la guerra de Irak: mercados financieros, acumulación de capital y hegemonía
mundial (II)
Nacho Álvarez Peralta
Rebelión,
24 de junio de 2003
Control y apuntalamiento
de los mercados financieros internacionales
Para abordar el debate relativo al papel que la lógica de los mercados
financieros ha jugado en el desarrollo de la guerra contra Iraq, resulta
fundamental conocer previamente lo que se ha denominado como "financiarización"
de la economía capitalista mundial, así como el vínculo histórico de
dicha financiarización con la hegemonía norteamericana, sirviendo ambos
puntos de elementos contextualizadores del debate presentado a continuación.
La hegemonía norteamericana en la economía mundial se expresará
definitivamente en toda su dimensión a partir de la II Guerra Mundial,
cuando dicho país sale del conflicto bélico concentrando más de la
mitad de la producción industrial mundial, y en torno a dos tercios de
las reservas de oro del planeta. A partir de ese momento, las diferentes
administraciones norteamericanas han ido desarrollando un esfuerzo a todas
luces creciente por conservar su posición hegemónica en la economía
mundial.
Dicha hegemonía económica comienza a verse mermada a lo largo de los
supuestos "años dorados" del capitalismo. Así, en la década
de los años 50 y 60, el aumento en Europa y Japón de la productividad
del capital (producción/stock de capital instalado) y, sobre todo, de la
productividad del trabajo (producción/horas trabajadas), comienza a hacer
pivotar la correlación de fuerzas comerciales entre la "triada económica".
DINAMISMO ECONÓMICO
COMPARADO (porcentajes de incremento medio anual)
|
1960-1969
|
1969-1979
|
PIB
|
EEUU
|
4,6
|
3,3
|
Japón
|
10,2
|
5,2
|
Alemania
|
4,4
|
3,6
|
Euro 12
|
5,3
|
3,7
|
PIB per cápita
|
EEUU
|
3,3
|
2,5
|
Japón
|
9,0
|
3,4
|
Alemania
|
3,5
|
2,8
|
Productividad
del trabajo en el conjunto
de la economía (PIB/ trabajador)
|
EEUU
|
2,5
|
1,3
|
Japón
|
8,8
|
4,4
|
Alemania
|
4,3
|
3,0
|
Euro 11
|
5,2
|
3,2
|
|
Fuente: Brenner, R.
(2003): pag. 72
Es este el contexto de
correlación de fuerzas interimperialistas que presenta la economía
mundial a comienzos de los años setenta, momento en el que la onda
recesiva del ciclo de acumulación posbélico irrumpe en la economía
mundial. Y este será precisamente un hecho clave para entender la
posterior evolución de la contienda hegemónica.
La tendencia decreciente que venía experimentando la
tasa de beneficio en la industria mundial desde finales de los años
sesenta (pasándose de tasas de beneficio cercanas al 25% a tasas en
torno al 12%),(1)
debido a la generación de una masiva sobreinversión productiva,
desencadenará el cortocircuito del proceso de acumulación en los años
setenta, así como el consiguiente despliegue de medidas para revertir
dicha tendencia.(2)
Esta crisis de la economía mundial terminará por engendrar las
denominadas "políticas neoliberales" en un desesperado
intento por invertir la tendencia decreciente de la tasa de beneficio,
políticas que se materializarán a nivel mundial en una triple
secuencia: privatización de aquellas actividades asumidas hasta el
momento por los sectores públicos, desreglamentación y liberalización
de los diferentes mercados (incluido el del trabajo), y apertura
externa de las economías al capital transnacional. En definitiva, el
ajuste económico ante la crisis se tradujo en un tremendo esfuerzo
desarrollado por el capital para ampliar y reorganizar sus maltrechos
marcos de valorización y ganancia a escala mundial (que tendrá como
principal consecuencia la reducción de los salarios reales de los
trabajadores en las diferentes latitudes donde se aplica). ¿Por qué
resulta importante adentrarse en este contexto para entender la cuestión
hegemónica casi treinta años después? Fundamentalmente por la
salida en forma de ajuste que el propio capital da a la crisis .
Esta salida se relaciona precisamente con el hecho de que
lo que se desarrollará en los años ochenta, durante este proceso de
ajuste económico ante la crisis, es la vuelta al poder del capital
financiero frente al capital productivo.(3)
En efecto, a partir de la llegada a finales de los setenta y
principios de los ochenta de los gobiernos neoconservadores al poder
en las principales economías de la OCDE (Reagan, Kohl, Thatcher…),
se desmantelará el corsé que el periodo keynesiano había
establecido sobre el capital financiero. Dicho corsé pretendía
impedir la preponderancia de dicho capital financiero sobre el
productivo, cosa que se consiguió durante las décadas de los años
50 y 60. De esta manera, con la supresión de este corsé a principios
de los años 80, se vuelve a una situación en términos económicos
similar a la que ya existía antes de la I Guerra Mundial. Es lo que
algunos autores han llamado el "golpe de estado de las
finanzas": los tipos de interés a nivel mundial pasan del 2-3%
al 10-12% (con lo que eso supone lógicamente en términos de
fabulosas ganancias para las rentas financieras y de estrangulamiento
para la inversión y la producción real, en la medida en que
disminuye el consumo y la inversión a crédito).
Esta salida de la crisis en la que se entra en los años
setenta no será más que una "carta blanca" para que el
capital prosiga con la tendencia que ya venía mostrando claramente
antes del periodo keynesiano: la financiarización creciente de la
economía, que no es otra cosa que la acelerada "huida" de
capitales desde las actividades productivas decrecientemente rentables
(dada la lógica de la sobreinversión) hacia actividades crediticias
y especulativas. De hecho, el ajuste económico impuesto a escala
mundial presenta un indudable sesgo hacia el capital financiero en sus
intentos por recuperar la tasa de beneficio,(4)
cosa que, como vemos a continuación parece conseguirse al menos
parcialmente:
DIFERENCIAL DE TASAS
DE BENEFICIO ENTRE SECTOR FINANCIERO Y NO FINANCIERO, OCDE 1970-1998.
(*) La comparación de las rentabilidades sólo es posible en la
definición siguiente. Partiendo del beneficio después de impuestos y
neto de intereses, y teniendo en cuenta la depreciación de la deuda a
causa de la inflación, se añaden los dividendos recibidos y se
restan los créditos no cobrados, convertidos en pérdidas. El
denominador es el valor de los fondos propios (activos menos deudas).
FUENTE: Duménil, G.y Lévy, D. (2000)
A partir de este
momento asistiremos a un proceso de financiarización de la economía
mundial que resultará fundamental para explicar el devenir económico
de la potencia hegemónica norteamericana durante los años noventa, y
con ello una de las aristas económicas fundamentales de la guerra
contra Iraq. Entendemos por financiarización de una determinada
economía el proceso económico mediante el cual toda la dinámica
productiva y económica de dicha economía pasa a gravitar en torno a
las necesidades y exigencias que dicta el capital financiero
internacional.
Paralelo a este proceso de financiarización se produce, como ya se ha
dicho, una creciente competencia comercial, es decir, una creciente
rivalidad interimperialista, de Europa y Japón frente a los EE.UU.
tras la recuperación posbélica. Será éste sin duda un elemento
central para entender en toda su complejidad la evolución de la
economía mundial en las décadas finales del siglo XX, en la medida
en que marcará los diferentes movimientos desplegados por la potencia
económica hegemónica para tratar de conservar precisamente dicha
hegemonía. Será, por tanto, también fundamental para poder entender
plenamente la relación que en este momento histórico preciso ha
existido entre los mercados financieros internacionales, el proceso de
acumulación de capital y la guerra.
Esta creciente competencia interimperialista de Japón y
de Europa frente a los EE.UU. en el terreno del comercio
internacional, viene explicada en gran medida por el mayor ritmo de
crecimiento que durante las décadas de los 50 y 60 tiene la
productividad del trabajo (producción/horas trabajadas) y la
productividad del capital (producción/stock de capital instalado) en
Europa y Japón, fruto de las condiciones excepcionales de destrucción
de las fuerzas productivas tras la II Guerra Mundial, así como fruto
del diferencial de sobreexplotación de la fuerza de trabajo en Europa
y Japón con respecto a EE.UU.(5)
Esta creciente competencia comercial de Europa y Japón
se tornará en progresivos déficits comerciales de EE.UU. con dichos
bloques económicos ya desde principios de los años 70, aunque
alternando aún con años de superávit y, definitivamente, en los 80.
De hecho, el déficit norteamericano de la balanza por cuenta
corriente(6)
ha seguido creciendo para alcanzar la importantísima magnitud de un
5% del PIB en el año 2002. Lógicamente, cuando un país consume por
encima de sus posibilidades (en el caso de EE.UU., el déficit de su
balanza por cuenta corriente oscila actualmente en torno a los 500.000
millones de dólares),(7)
precisa financiar dicho consumo endeudándose en los mercados
internacionales de capitales. Y este endeudamiento en los mercados
internacionales de capitales, implicará dos cosas: en primer lugar, lógicamente,
un aumento del endeudamiento externo, y, en segundo, el hecho, como en
seguida veremos, de que los inversores internacionales sean dueños de
una parte creciente de los activos nacionales, quedando con ello la
economía nacional totalmente inserta en la lógica financiera
internacional (y, por tanto, en sus crisis).
Observemos en los siguientes gráficos tanto el desequilibrio de la
balanza comercial norteamericana, como la posición global de su
balanza de pagos para los años 2001 y 2002. En estos años se aprecia
cómo el incremento del déficit de la balanza por cuenta corriente
debe ser financiado con entradas de capitales netas en la cuenta
financiera.
DESEQUILIBRIO
BALANZA COMERCIAL
(En miles de millones de dólares corrientes)
Fuente: Bureau of Economic
Analysis, US Department of Commerce
BALANZA DE PAGOS DE LA
ECONOMÍA USA 2001 Y 2002 (SALDOS)
(en miles de millones de dólares corrientes)
|
|
2001
|
2002
|
|
Cuenta corriente
|
- 393,371
|
- 503,427
|
|
Balanza comercial
|
- 427,165
|
- 484,353
|
|
Balanza de
servicios
|
68,875
|
48,811
|
|
Balanza de rentas
|
14,382
|
-11,862
|
|
Transferencias
corrientes
|
- 49,463
|
- 56,023
|
|
Cuenta de
capital
|
826
|
708
|
|
Cuenta
financiera
|
381,844
|
474,195
|
|
Inversiones en el
exterior
|
-370,962
|
-156,169
|
|
- Directas
|
-127,840
|
-123,528
|
|
- Resto
|
-243,122
|
- 32,641
|
|
Inversiones del
exterior en USA
|
752,806
|
630,364
|
|
- Directas
|
130,796
|
30,114
|
|
- Resto
|
622,01
|
600,25
|
|
Reservas
|
-4,911
|
-3,681
|
|
Errores y
omisiones
|
10,701
|
28, 524
|
Fuente: Bureau of Economic
Analysis, US Department of Commerce
A partir de ahí,
relacionaremos estas dos variables señaladas para la economía
norteamericana (déficit de la balanza por cuenta corriente y
endeudamiento exterior) con otras cuatro, de cara a tener una visión
global del papel económico que la guerra ha jugado en el contexto de la
economía mundial actual: política comercial, política cambiaria y
monetaria, política laboral y, finalmente, crecimiento económico. Por último,
la guerra, como última variable a considerar en este esquema, ocuparía
un lugar de interrelación o "punto de confluencia" entre todas
ellas.
Como decíamos anteriormente, la financiación de semejantes
déficits comerciales de la economía norteamericana durante los años 80
y 90, ha sido posible debido a la gran cantidad de capitales financieros
que han acudido durante estas décadas a EE.UU. en busca de la
correspondiente rentabilidad. De hecho, tal y como señala el profesor
Enrique Palazuelos,(8)
sólo entre 1982 y 1990, las importaciones netas de capital de los EE.UU.
ascendieron a 950.000 millones de dólares, para pasar a situarse dicha
importación neta de capitales en 620.000 millones de dólares entre 1991
y 1996.
Según el economista Frederic F. Clairmont, hoy día para
hacer frente a ese déficit anual por cuenta corriente de 500.000 millones
de dólares (que crece además a una preocupante tasa de un 10% anual)
"es necesario tener entradas de por lo menos 2.000 millones de dólares
por día hábil, lo que equivale al 76% del excedente de la balanza de
transacciones corrientes del mundo. Esta situación es difícilmente
sostenible, incluso a corto plazo".(9)
Pero además, la ingente necesidad de financiación de la
economía norteamericana no se circunscribe exclusivamente a sus
necesidades comerciales, derivadas de la paulatina pérdida de
competitividad de sus productos en los mercados internacionales, sino que
la propia política armamentística de la administración Bush ha hecho
que el presupuesto (público) federal mostrase un déficit ya en el tercer
trimestre de 2002 del 1,8% del PIB. De esta manera, Frederic F. Clairmont
estima que "el incremento del déficit fiscal, combinado con el déficit
de la cuenta corriente, hará crecer las necesidades de financiamiento
para 2003 en por lo menos un 6% del PIB".(10)
Así, la economía norteamericana se ha convertido en la
economía más endeudada del planeta en términos macroeconómicos, con un
stock total de deuda que actualmente alcanza un tercio del PIB mundial.
"El aumento del stock de la deuda [total] es impresionante: entre
1964 y 2002 pasó de 10 billones de dólares a 30 billones de dólares".(11)
Este endeudamiento se traslada igualmente al plano microeconómico de los
hogares trabajadores (la caída de la tasa de ahorro de las economías domésticas
ha sido tal, que sobre la renta del ciudadano medio norteamericano el crédito
ha pasado de representar el 26% de su ingreso en 1985, a representar el
40% en el año 2002). El endeudamiento global interno de los agentes de la
economía norteamericana (incluyendo en este endeudamiento el del Estado
Federal, el de los estados y las ciudades, el de los consumidores y el de
las empresas) suponía en 1980 un 146% del PIB norteamericano; pues bien,
dicho endeudamiento ascendía ya al 212% del PIB a comienzos de los años
90.(12)
Este endeudamiento global, como posteriormente se verá, será fundamental
para poder explicar la secuencia de crecimiento y de acumulación de
capital de la economía norteamericana durante la década de los 90.
Pero además de ese sobredimensionado endeudamiento total,
resulta especialmente significativa la cifra del monto total de
endeudamiento externo de la economía norteamericana: entre 1982 y el año
2000 la deuda externa neta de los EE.UU. se ha multiplicado por ocho, al
pasar de 250.000 millones de dólares a 2,5 billones de dólares (cifra
superior a la suma de la deuda externa global de todos los países
subdesarrollados del mundo).(13)
En este momento esta deuda externa supone casi un tercio del PIB
norteamericano, pero diferentes proyecciones, con arreglo al ritmo de
crecimiento del déficit comercial de la economía norteamericana,
establecen que dicho porcentaje podría llegar a equivaler al 50% del PIB
en el año 2010, y llegar hasta el 100% en el 2020.
Así, "la economía de EE.UU. se ha convertido en un
poderoso imán que atrae una ingente cantidad de capitales extranjeros,
removiendo constantemente la estructura de los mercados financieros
internacionales, aunque ello sea a costa de intensificar el grado de
transnacionalización de sus activos internos y de profundizar el
endeudamiento de sus empresas privadas y de sus instituciones públicas.
Ello comporta un continuo deterioro de la posición financiera de la
economía estadounidense frente al exterior".(14)
En el siguiente cuadro podemos apreciar la posición financiera exterior
de la economía norteamericana (no ya en términos de flujos, sino en términos
de stock acumulado).
POSICIÓN FINANCIERA
INTERNACIONAL DE LOS EE.UU., 1976-2001
(miles de millones de dólares)
|
1976
|
1980
|
1985
|
1990
|
1995
|
2000
|
2001
|
Activos de EEUU
en el extranjero
|
456,9
|
929,8
|
1.287,4
|
2.176,9
|
3.451,9
|
6.191,9
|
6.191,1
|
Activos
exteriores en EE.UU
|
292,13
|
568,9
|
1.233,1
|
2.424,32
|
3.947,9
|
7.452,7
|
8.144,3
|
Posición
financiera neta de los EE.UU.
|
164,8
|
360,8
|
54,3
|
-245,3
|
-495,9
|
-1.350,8
|
-1.948,13
|
Fuente: Federal Reserve,
2003.
Hasta la fecha, y durante
las últimas décadas, EE.UU. ha tenido la posibilidad de asegurarse esta
necesaria financiación exterior de la que venimos hablando,
imprescindible tanto para financiar su déficit comercial, como para
mantener su creciente nivel de endeudamiento global (variable clave como
se verá en su secuencia de crecimiento económico durante los años 90).
Y esta seguridad ha venido de la mano de tres instrumentos muy
particulares:
El primero de ellos no sería tanto un instrumento
propiamente dicho, cuanto la lógica contrapartida al propio déficit
comercial mantenido por los EE.UU.: cuando una economía mantiene déficits
comerciales es debido, necesariamente –tal y como plantea el propio
Joseph E. Stiglitz–(15)
a que otras economías presentan los correspondientes superávits
comerciales. En este caso resulta obvio que el histórico déficit por
cuenta corriente de la economía norteamericana (del 5% del PIB hoy día),
se correlaciona con los superávits que han mantenido históricamente Japón
y Alemania (superiores en ambos casos al 2% de sus respectivos PIB). De
esta manera, el superávit por cuenta corriente de estos países ha
resultado en una tasa de ahorro nacional superior a sus tasas de inversión,
y, por tanto, en una significativa capacidad de generar excedentes
financieros, así como de exportar dichos capitales a los mercados
internacionales. Serán precisamente estos excedentes financieros (es
decir, este ahorro de Japón y Alemania) los que financien en gran medida
el déficit comercial de los EE.UU. Así, Palazuelos plantea como, para el
periodo de 1982 a 1990, "la aportación de recursos [a la economía
norteamericana] provino de países exportadores de capital, con Japón
(410.000 millones de dólares) y Alemania (260.000 millones) a la
cabeza".(16)
Con la llegada de la década de los 90 se mantiene en esencia
este esquema financiero internacional, aunque con dos matices relevantes
que harán que aumente la dependencia de la economía norteamericana
respecto de los restantes mecanismos que a continuación abordamos para
financiar el déficit comercial. Estos matices son, en primer lugar, el
hecho de que el principal prestamista de la economía norteamericana
–Japón– entra en una profunda recesión que, si bien no hace que
caigan durante ese periodo las exportaciones de capitales a EE.UU.
(480.000 millones de dólares de salidas netas entre 1990 y 1996), si que
genera una considerable incertidumbre respecto del futuro de dichos flujos
(en la medida en que Japón no parece conseguir salir de la difícil
crisis económica por la que atraviesa). En segundo lugar, el segundo
matiz vino dado por el proceso de unificación de Alemania, lo que supuso
que Alemania, entre 1990 y 1996, dejase de ser exportadora neta de
capitales, para pasar a tener una importación neta acumulada de 130.000
millones de dólares (17)
durante este periodo.
El segundo de estos mecanismos mediante los cuales los EE.UU. se han
asegurado la necesaria financiación del exterior, ha sido el conocido
"reciclaje de petrodólares", que no es otra cosa que la
continua colocación en Wall Street de los ingentes ingresos derivados de
la venta del petróleo por parte de los países productores de crudo, en
especial de aquellos agrupados en torno a la Organización de Países
Productores de Petróleo (OPEP), y, muy en particular, de las llamadas
petromonarquías del Golfo (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos,
Kuwait, Qatar…).
Los sucesivos aumentos de los precios del petróleo por parte de la OPEP,
en 1973 y 1979 respectivamente, fueron consentidos (incluso
"animados", según numerosos autores) por EE.UU., siempre y
cuando la renta "extra" que se derivara de la venta del crudo en
los mercados internacionales tras esta subida de los precios fuese
canalizada hacia Wall Street.
Así, estos aumentos de los precios del petróleo derivaron en la generación
y acumulación de unas ingentes rentas petroleras que han sido
rentabilizadas desde entonces en Wall Street, lo que ha colaborado a
conseguir el necesario superávit en la balanza financiera norteamericana,
pudiéndose financiar así el déficit comercial del país.
El tercer mecanismo económico, claramente interrelacionado con el
anterior, que ha permitido mantener esa financiación exterior que
necesitaba la economía norteamericana, ha sido el "subsidio
gratuito" que el resto de la economía mundial viene otorgando a los
EE.UU. desde principios de la década de los ochenta. ¿De dónde deriva y
qué forma toma dicho subsidio gratuito? Pues, fundamentalmente, de la
necesidad que todos los países tienen de mantener dólares como moneda de
reserva, en gran medida debido a que es la divisa que la OPEP establece
como preceptiva en el comercio de petróleo. Y será precisamente Arabia
Saudí, el tradicional aliado estratégico de la potencia norteamericana,
el agente garante de que el comercio de la OPEP se desarrollase en dólares.
El hecho de que el 80% de las transacciones diarias en los mercados
internacionales de divisas se lleve a cabo en dólares aún, o el que
dicha moneda constituya actualmente el 66% de las reservas de los Bancos
Centrales del mundo, dan buena cuenta del papel hegemónico que sigue
manteniendo el dólar.
EE.UU., a partir de esta hegemonía de su moneda, ha tenido la posibilidad
de "imprimir" impunemente billetes verdes no respaldados por los
fundamentos de la economía norteamericana sin que se desencadenase la
consiguiente inflación interior (que era "exportada" en este
caso), ni la lógica devaluación de la moneda en los mercados
internacionales, sirviendo por tanto dichos dólares como medio de pago útil
para la compra de bienes y servicios extranjeros. Así, este mecanismo ha
permitido a la economía norteamericana, al margen de los capitales foráneos
llegados al país, financiar sus importaciones ventajosamente.
Además resulta importante la interacción que resulta de estos dos últimos
mecanismos, que en la realidad operan completamente solapados, pero que
aquí separamos por motivos didácticos y expositivos. Así, el hecho de
que el dólar sea la moneda de reserva en los mercados internacionales (en
gran medida debido a que el petróleo se compra en dólares) tiene una
clara relación con que el reciclaje de petrodólares se lleve a cabo
preferentemente en Wall Street, frente a las plazas europeas o japonesas.
En estos dos últimos mecanismos de financiación exterior, tenemos, sin
duda, un singular denominador común: el uso que se hace de la renta
derivada de la venta del crudo y, en particular, el hecho de que el petróleo
se venda en dólares. Es por ello que un cambio a nivel mundial en la
moneda de reserva de los mercados internacionales, no estaba desde luego
en la agenda política de la administración Bush.
Todo este proceso de financiarización de la economía
norteamericana al que venimos aludiendo, tanto en su vertiente de
endeudamiento masivo interno como en su muy significativa vertiente de
endeudamiento externo, ha sido una variable particularmente relevante para
la economía norteamericana (y por tanto para su posición hegemónica en
el terreno internacional) durante los años noventa.(18)
Tal y como señala François Chesnais,(19)
el destacado proceso de recuperación y crecimiento vivido por la economía
norteamericana durante la década de los años 90, se ha apoyado
fundamentalmente en una clave: la posibilidad de un endeudamiento en
condiciones muy favorables. Esto ha permitido la conformación de un
determinado "esquema de acumulación" particularizado para el
caso de la economía norteamericana durante este periodo, que explicaría
el singular diferencial de los fundamentos de dicha economía con los de
Europa y, en menor medida, Japón, como podemos ver en el cuadro
siguiente.
DINAMISMO ECONÓMICO
COMPARADO (porcentajes de incremento medio anual)
|
|
1990-1995
|
1995-2000
|
1990-2000
|
|
PIB
|
|
EE.UU.
|
2,4
|
4,1
|
3,2
|
|
Japón
|
1,7
|
0,8
|
1,3
|
|
Alemania
|
2,0
|
1,7
|
1,9
|
|
Euro-12
|
1,6
|
2,5
|
2,0
|
|
PIB per cápita
|
|
EE.UU.
|
1,3
|
3,4
|
2,35
|
|
Japón
|
1,1
|
1,1
|
1,1
|
|
Alemania
|
7,0
|
1,6
|
4,3
|
|
Productividad del
trabajo en el conjunto
de la economía (PIB/trabajador)
|
|
EE.UU.
|
1,2
|
2,3
|
1,8
|
|
Japón
|
0,7
|
1,2
|
0,9
|
|
Alemania
|
2,1
|
1,2
|
1,7
|
|
Euro-11
|
1,9
|
1,3
|
1,6
|
|
Tasa de desempleo
|
|
EE.UU.
|
5,9
|
4,6
|
5,25
|
|
Japón
|
2,9
|
4,1
|
3,5
|
|
Alemania
|
8,2
|
8,6
|
8,2
|
|
Euro-15
|
9,8
|
9,9
|
9,9
|
Fuente: Brenner, R. (2003):
pag. 72
Así, el mantenimiento de
una crecientemente inflada burbuja financiera en Wall Street a lo largo de
la década de los 90, que responde tanto al proceso de financiarización
interno como a la llegada masiva de capitales financieros provenientes del
ahorro japonés y europeo, así como del reciclaje de petrodólares, ha
posibilitado unos niveles de crédito muy laxos a las empresas y a los
consumidores norteamericanos, incrementándose con ello, de forma
crecientemente artificiosa, la demanda agregada de la economía. Ahora
bien, este incremento de la burbuja financiera se llevó hasta niveles
desorbitados, lo que, tarde o temprano, debía producir el necesario
"aterrizaje". Baste con señalar, como muestra del desaforado
proceso especulativo vivido por los mercados financieros norteamericanos
durante los años 90, que, durante más de 40 años, desde la segunda
guerra mundial hasta mediados de los años 80, el índice de la bolsa de
New York, el Dow Jones, no sobrepasó en ningún momento los 1.000 puntos,
para pasar a superar los 11.000 puntos a finales de la década de los 90.
De hecho, la capitalización bursátil mundial durante este primer
periodo, 1945-95, oscilaba en torno al 50% del PIB mundial, para pasar a
ser de un 200% del PIB mundial tan sólo entre 1995 y 2000.
De esta manera, han sido las entradas masivas de capitales
llegados fruto de las necesidades de financiación del déficit comercial
norteamericano, las que han posibilitado que el crédito ejerza el
mencionado papel de "arrastre" sobre el resto de la demanda
agregada, tanto sobre la inversión, como, especialmente, sobre el consumo
privado. No debe olvidarse en este sentido el elevadísimo porcentaje que
representa el consumo privado sobre el total del PIB en la economía
norteamericana (cercano al 70%, a diferencia del caso europeo), y por
tanto, la gran importancia que la evolución de dicha variable tiene. De
hecho, Robert Brenner plantea cómo "al posibilitar el gran aumento
del endeudamiento familiar y la caída del ahorro de los hogares, la
exorbitante subida de los mercados bursátiles permitió un notable
incremento del consumo personal, lo que ayudó a mantener la expansión
[…] Entre 1985 y 1995 los gastos de consumo personal crecieron a una
tasa media anual del 2,9 por 100, lo que daba cuenta, en términos de
contabilización del crecimiento, del 67 por 100 del incremento del PIB
aproximadamente; pero entre 1995 y el primer semestre de 2000 esa tasa se
elevó al 4,3 por 100, al que correspondía en términos de contabilización
del crecimiento el 73 por 100 del incremento del PIB.".(20)
Pero "la hipertrofia de la burbuja bursátil no sólo
aceleró el crecimiento del consumo, sino que también reforzó
poderosamente –al posibilitar tanto el ya señalado aumento sin
precedentes del endeudamiento de las empresas como la radical reducción
de los costes del capital mediante la emisión de acciones– el aumento
de las inversiones, en un primer momento basado en la recuperación de la
rentabilidad, que constituyó un factor decisivo en la fuerte expansión
de la década de 1990."(21)
Durante estos años la inversión fija creció a una tasa superior al 8%
anual, de forma que la tasa de acumulación (inversión/stock) entre
1991-97 pasó del 8,2% al 11,1%, si bien el grado de utilización de la
capacidad productiva instalada en el sector manufacturero apenas
aumentaba, quedándose en un 83%.(22)
Además, la inversión durante este periodo ha respondido igualmente, y en
una importante medida, al papel de "arrastre" que estaba
llevando a cabo el propio consumo a crédito, favoreciendo así el
despliegue y la aplicación industrial de todo un racimo de nuevas
tecnologías provenientes de los años ochenta (fundamentalmente, las
llamadas tecnologías de la información y la comunicación).
En relación al importante papel jugado por el progreso técnico
en el proceso de acumulación de capital durante la década de los 90, es
necesario sin duda hacer un matiz. Tal y como plantea Chesnais, el racimo
de tecnologías que se despliegan dando lugar al importante incremento de
la productividad, así como al proceso de crecimiento durante estos años,
es un racimo que, en sus grandes líneas ya había sido generado en la década
de los 80 (informática, microelectrónica, telemática, nuevos
materiales, ingeniería genética…) pero que no será desarrollado hasta
años después. A partir de los 90, debido precisamente el papel que la
financiación juega sobre el consumo como motor de las ventas y, con ello,
de las expectativas empresariales y de la inversión, estas tecnologías
se desarrollarán formidablemente. Así, las tasas medias de crecimiento
de los gastos en I+D, aumentaron espectacularmente con la administración
Reagan (pasando, desde el 3,5% anual de los últimos años 70, al 4,5%
anual del periodo 1979-89, para caer de manera significativa al 0,7% anual
en el periodo 1992-96), (23)
debido fundamentalmente al importantísimo gasto militar de los años 80,
gastos que darán sus frutos, en lo que a la aplicación industrial civil
se refiere, en la década siguiente.
Igualmente, será fundamental atender al "empujón" sufrido por
la inversión en la economía norteamericana durante los años 90, fruto
del recurso al crédito masivo y en favorables condiciones, para poder
explicar, a partir de la interacción del despliegue del mencionado racimo
de nuevas tecnologías con los procesos de despidos masivos de fuerza de
trabajo en las empresas, el relevante aumento de la productividad del
trabajo. Estos aumentos de la productividad del trabajo en EE.UU.
durante la década de los 90, en la medida en que no se han traducido en
aumentos de los salarios reales de los trabajadores, han dado lugar lógicamente
a un importante aumento de los márgenes de beneficio empresariales,
reforzando con ello este precario proceso de acumulación.
De hecho, los diferentes estudios acerca de la evolución de
la tasa de ganancia, como variable clave al tiempo que indicativa del
proceso de acumulación de capital de la economía norteamericana,
coinciden en señalar (a pesar de los diferentes niveles contrastados según
la definición que se haga de tasa de ganancia) un aumento porcentual de
un 4-5% en dicha tasa para el periodo de 1990 a 1997.(24)
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A la tercera parte
Notas:
1-Duménil, G. y Lévy, D. (2002): “Salida de crisis,
amenazas de crisis y nuevo capitalismo”, en Chesnais, F., Duménil, G.,
Lévy, D., Wallerstein, I. (2002): La globalización y sus crisis, Los
libros de la Catarata, Madrid, (pag. 18). Subir
2-Véase: Arrizabalo, X. (ed.) (1997): Crisis y ajuste en la
economía mundial, Ed. Síntesis, Madrid, (caps. 1-3). Subir
3- Véase Duménil, G. y Lévy, D. (2000): “Capital
financiero y neoliberalismo: un análisis de clase”, en Guerrero, D. (ed.)
(2000): Macroeconomía y crisis mundial, Ed. Trotta, Madrid.. Subir
4- Buena muestra de ello es la forma que toma dicho ajuste
económico en las economías subdesarrolladas en torno al problema de la
Deuda Externa. En este caso será el FMI el agente que imponga toda una
nutrida gama de medidas de ajuste estructural cuya única finalidad real
será asegurar el cobro de la deuda a los acreedores internacionales.. Subir
5- Véase en este sentido Arrizabalo, X. (1997): pags.54-56.
El autor plantea como “los milagros económicos” alemán y japonés en
los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial vienen
explicados, en parte, por el significativo aumento de la jornada laboral
de los trabajadores, por las restricciones del marco legal y sindical, así
como por la contención de los salarios reales en estas economías.. Subir
6- La balanza por cuenta corriente de una economía representa
la diferencia entre las exportaciones y las importaciones de bienes y
servicios, y la diferencia de las transferencias sin contrapartida. Cuando
dicha balanza arroje un saldo deficitario deberá ser compensada con un
saldo superavitario en la llamada balanza financiera y en la de capital
(que recogerá la entrada neta de capitales).. Subir
7- Bureau of Economic Analysis, US Department of Commerce,
2003.. Subir
8- Palazuelos, E. (1998): La globalización financiera, Ed. Síntesis,
Madrid, (pags. 68-73).. Subir
9- Clairmont, F. (2003) “Una deuda que amenaza al
imperio”, Le Monde Diplomatique, Abril 2003, Madrid, (pag.14). Subir
10- Ibid. (pag.14). Subir
11- Ibid. (pag.14). Subir
12- Statistic Abstract of the United States, 1994.. Subir
13- Bureau of Economic Analysis, US Department of Commerce,
2003.. Subir
14- Palazuelos, E. (2000): Estructura económica de Estados
Unidos. Crecimiento económico y cambio estructural, Ed. Síntesis,
Madrid, pag.308.. Subir
15- Véase Stiglitz, J (2002): El malestar en la globalización,
Ed Taurus, Madrid, (pags. 252-53). Subir
16- Palazuelos (1998): pag.72. Subir
17- (Ibid. pag. 72). Subir
18- Véase a este respecto Brenner R. (2003): La expansión
económica y la burbuja bursátil, Ed. Akal, Madrid, (caps. VIII, IX y
X).. Subir
19- Chesnais, F. (2002): “La Nueva Economía: una coyuntura
singular de la potencia hegemónica americana”, en Chesnais, F., Duménil,
G., Lévy, D., Wallerstein, I. (2002): La globalización y sus crisis, Los
libros de la Catarata, Madrid.. Subir
20- Brenner, R. (2003): pag. 211. Subir
21- (Ibid., pag. 212). Subir
22- Palazuelos, E. (2000): pag. 318. Subir
23- Palazuelos, E. (2000): pag.165.. Subir
24- Véase Brenner, R. (2003): pag. 268 ; Duménil, G. y Lévy,
D. (2002): pag. 18 ; y Palazuelos, E. (2000): pag. 319. Subir
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