El imperialismo en

el siglo XXI

 

Claves económicas de la guerra de Irak: mercados financieros, acumulación de capital y hegemonía mundial (II)

Nacho Álvarez Peralta
Rebelión, 24 de junio de 2003

Control y apuntalamiento de los mercados financieros internacionales

Para abordar el debate relativo al papel que la lógica de los mercados financieros ha jugado en el desarrollo de la guerra contra Iraq, resulta fundamental conocer previamente lo que se ha denominado como "financiarización" de la economía capitalista mundial, así como el vínculo histórico de dicha financiarización con la hegemonía norteamericana, sirviendo ambos puntos de elementos contextualizadores del debate presentado a continuación.

La hegemonía norteamericana en la economía mundial se expresará definitivamente en toda su dimensión a partir de la II Guerra Mundial, cuando dicho país sale del conflicto bélico concentrando más de la mitad de la producción industrial mundial, y en torno a dos tercios de las reservas de oro del planeta. A partir de ese momento, las diferentes administraciones norteamericanas han ido desarrollando un esfuerzo a todas luces creciente por conservar su posición hegemónica en la economía mundial.

Dicha hegemonía económica comienza a verse mermada a lo largo de los supuestos "años dorados" del capitalismo. Así, en la década de los años 50 y 60, el aumento en Europa y Japón de la productividad del capital (producción/stock de capital instalado) y, sobre todo, de la productividad del trabajo (producción/horas trabajadas), comienza a hacer pivotar la correlación de fuerzas comerciales entre la "triada económica".

DINAMISMO ECONÓMICO COMPARADO (porcentajes de incremento medio anual)

 

1960-1969

1969-1979

PIB

EEUU

4,6

3,3

Japón

10,2

5,2

Alemania

4,4

3,6

Euro 12

5,3

3,7

PIB per cápita

EEUU

3,3

2,5

Japón

9,0

3,4

Alemania

3,5

2,8

Productividad del trabajo en el conjunto
de la economía (PIB/ trabajador)

EEUU

2,5

1,3

Japón

8,8

4,4

Alemania

4,3

3,0

Euro 11

5,2

3,2



Fuente: Brenner, R. (2003): pag. 72

Es este el contexto de correlación de fuerzas interimperialistas que presenta la economía mundial a comienzos de los años setenta, momento en el que la onda recesiva del ciclo de acumulación posbélico irrumpe en la economía mundial. Y este será precisamente un hecho clave para entender la posterior evolución de la contienda hegemónica.

La tendencia decreciente que venía experimentando la tasa de beneficio en la industria mundial desde finales de los años sesenta (pasándose de tasas de beneficio cercanas al 25% a tasas en torno al 12%),(1) debido a la generación de una masiva sobreinversión productiva, desencadenará el cortocircuito del proceso de acumulación en los años setenta, así como el consiguiente despliegue de medidas para revertir dicha tendencia.(2) Esta crisis de la economía mundial terminará por engendrar las denominadas "políticas neoliberales" en un desesperado intento por invertir la tendencia decreciente de la tasa de beneficio, políticas que se materializarán a nivel mundial en una triple secuencia: privatización de aquellas actividades asumidas hasta el momento por los sectores públicos, desreglamentación y liberalización de los diferentes mercados (incluido el del trabajo), y apertura externa de las economías al capital transnacional. En definitiva, el ajuste económico ante la crisis se tradujo en un tremendo esfuerzo desarrollado por el capital para ampliar y reorganizar sus maltrechos marcos de valorización y ganancia a escala mundial (que tendrá como principal consecuencia la reducción de los salarios reales de los trabajadores en las diferentes latitudes donde se aplica). ¿Por qué resulta importante adentrarse en este contexto para entender la cuestión hegemónica casi treinta años después? Fundamentalmente por la salida en forma de ajuste que el propio capital da a la crisis .

Esta salida se relaciona precisamente con el hecho de que lo que se desarrollará en los años ochenta, durante este proceso de ajuste económico ante la crisis, es la vuelta al poder del capital financiero frente al capital productivo.(3) En efecto, a partir de la llegada a finales de los setenta y principios de los ochenta de los gobiernos neoconservadores al poder en las principales economías de la OCDE (Reagan, Kohl, Thatcher…), se desmantelará el corsé que el periodo keynesiano había establecido sobre el capital financiero. Dicho corsé pretendía impedir la preponderancia de dicho capital financiero sobre el productivo, cosa que se consiguió durante las décadas de los años 50 y 60. De esta manera, con la supresión de este corsé a principios de los años 80, se vuelve a una situación en términos económicos similar a la que ya existía antes de la I Guerra Mundial. Es lo que algunos autores han llamado el "golpe de estado de las finanzas": los tipos de interés a nivel mundial pasan del 2-3% al 10-12% (con lo que eso supone lógicamente en términos de fabulosas ganancias para las rentas financieras y de estrangulamiento para la inversión y la producción real, en la medida en que disminuye el consumo y la inversión a crédito).

Esta salida de la crisis en la que se entra en los años setenta no será más que una "carta blanca" para que el capital prosiga con la tendencia que ya venía mostrando claramente antes del periodo keynesiano: la financiarización creciente de la economía, que no es otra cosa que la acelerada "huida" de capitales desde las actividades productivas decrecientemente rentables (dada la lógica de la sobreinversión) hacia actividades crediticias y especulativas. De hecho, el ajuste económico impuesto a escala mundial presenta un indudable sesgo hacia el capital financiero en sus intentos por recuperar la tasa de beneficio,(4) cosa que, como vemos a continuación parece conseguirse al menos parcialmente:

DIFERENCIAL DE TASAS DE BENEFICIO ENTRE SECTOR FINANCIERO Y NO FINANCIERO, OCDE 1970-1998.


(*) La comparación de las rentabilidades sólo es posible en la definición siguiente. Partiendo del beneficio después de impuestos y neto de intereses, y teniendo en cuenta la depreciación de la deuda a causa de la inflación, se añaden los dividendos recibidos y se restan los créditos no cobrados, convertidos en pérdidas. El denominador es el valor de los fondos propios (activos menos deudas).
FUENTE: Duménil, G.y Lévy, D. (2000)

A partir de este momento asistiremos a un proceso de financiarización de la economía mundial que resultará fundamental para explicar el devenir económico de la potencia hegemónica norteamericana durante los años noventa, y con ello una de las aristas económicas fundamentales de la guerra contra Iraq. Entendemos por financiarización de una determinada economía el proceso económico mediante el cual toda la dinámica productiva y económica de dicha economía pasa a gravitar en torno a las necesidades y exigencias que dicta el capital financiero internacional.

Paralelo a este proceso de financiarización se produce, como ya se ha dicho, una creciente competencia comercial, es decir, una creciente rivalidad interimperialista, de Europa y Japón frente a los EE.UU. tras la recuperación posbélica. Será éste sin duda un elemento central para entender en toda su complejidad la evolución de la economía mundial en las décadas finales del siglo XX, en la medida en que marcará los diferentes movimientos desplegados por la potencia económica hegemónica para tratar de conservar precisamente dicha hegemonía. Será, por tanto, también fundamental para poder entender plenamente la relación que en este momento histórico preciso ha existido entre los mercados financieros internacionales, el proceso de acumulación de capital y la guerra.

Esta creciente competencia interimperialista de Japón y de Europa frente a los EE.UU. en el terreno del comercio internacional, viene explicada en gran medida por el mayor ritmo de crecimiento que durante las décadas de los 50 y 60 tiene la productividad del trabajo (producción/horas trabajadas) y la productividad del capital (producción/stock de capital instalado) en Europa y Japón, fruto de las condiciones excepcionales de destrucción de las fuerzas productivas tras la II Guerra Mundial, así como fruto del diferencial de sobreexplotación de la fuerza de trabajo en Europa y Japón con respecto a EE.UU.(5)

Esta creciente competencia comercial de Europa y Japón se tornará en progresivos déficits comerciales de EE.UU. con dichos bloques económicos ya desde principios de los años 70, aunque alternando aún con años de superávit y, definitivamente, en los 80. De hecho, el déficit norteamericano de la balanza por cuenta corriente(6) ha seguido creciendo para alcanzar la importantísima magnitud de un 5% del PIB en el año 2002. Lógicamente, cuando un país consume por encima de sus posibilidades (en el caso de EE.UU., el déficit de su balanza por cuenta corriente oscila actualmente en torno a los 500.000 millones de dólares),(7) precisa financiar dicho consumo endeudándose en los mercados internacionales de capitales. Y este endeudamiento en los mercados internacionales de capitales, implicará dos cosas: en primer lugar, lógicamente, un aumento del endeudamiento externo, y, en segundo, el hecho, como en seguida veremos, de que los inversores internacionales sean dueños de una parte creciente de los activos nacionales, quedando con ello la economía nacional totalmente inserta en la lógica financiera internacional (y, por tanto, en sus crisis).

Observemos en los siguientes gráficos tanto el desequilibrio de la balanza comercial norteamericana, como la posición global de su balanza de pagos para los años 2001 y 2002. En estos años se aprecia cómo el incremento del déficit de la balanza por cuenta corriente debe ser financiado con entradas de capitales netas en la cuenta financiera.

DESEQUILIBRIO BALANZA COMERCIAL

(En miles de millones de dólares corrientes)

 

 

 

 

 

 

Fuente: Bureau of Economic Analysis, US Department of Commerce

BALANZA DE PAGOS DE LA ECONOMÍA USA 2001 Y 2002 (SALDOS)
(en miles de millones de dólares corrientes)

 

 

2001

2002

 

Cuenta corriente

- 393,371

- 503,427

 

Balanza comercial

- 427,165

- 484,353

 

Balanza de servicios

68,875

48,811

 

Balanza de rentas

14,382

-11,862

 

Transferencias corrientes

- 49,463

- 56,023

 

Cuenta de capital

826

708

 

Cuenta financiera

381,844

474,195

 

Inversiones en el exterior

-370,962

-156,169

 

- Directas

-127,840

-123,528

 

- Resto

-243,122

- 32,641

 

Inversiones del exterior en USA

752,806

630,364

 

- Directas

130,796

30,114

 

- Resto

622,01

600,25

 

Reservas

-4,911

-3,681

 

Errores y omisiones

10,701

28, 524

Fuente: Bureau of Economic Analysis, US Department of Commerce

A partir de ahí, relacionaremos estas dos variables señaladas para la economía norteamericana (déficit de la balanza por cuenta corriente y endeudamiento exterior) con otras cuatro, de cara a tener una visión global del papel económico que la guerra ha jugado en el contexto de la economía mundial actual: política comercial, política cambiaria y monetaria, política laboral y, finalmente, crecimiento económico. Por último, la guerra, como última variable a considerar en este esquema, ocuparía un lugar de interrelación o "punto de confluencia" entre todas ellas.

Como decíamos anteriormente, la financiación de semejantes déficits comerciales de la economía norteamericana durante los años 80 y 90, ha sido posible debido a la gran cantidad de capitales financieros que han acudido durante estas décadas a EE.UU. en busca de la correspondiente rentabilidad. De hecho, tal y como señala el profesor Enrique Palazuelos,(8) sólo entre 1982 y 1990, las importaciones netas de capital de los EE.UU. ascendieron a 950.000 millones de dólares, para pasar a situarse dicha importación neta de capitales en 620.000 millones de dólares entre 1991 y 1996.

Según el economista Frederic F. Clairmont, hoy día para hacer frente a ese déficit anual por cuenta corriente de 500.000 millones de dólares (que crece además a una preocupante tasa de un 10% anual) "es necesario tener entradas de por lo menos 2.000 millones de dólares por día hábil, lo que equivale al 76% del excedente de la balanza de transacciones corrientes del mundo. Esta situación es difícilmente sostenible, incluso a corto plazo".(9)

Pero además, la ingente necesidad de financiación de la economía norteamericana no se circunscribe exclusivamente a sus necesidades comerciales, derivadas de la paulatina pérdida de competitividad de sus productos en los mercados internacionales, sino que la propia política armamentística de la administración Bush ha hecho que el presupuesto (público) federal mostrase un déficit ya en el tercer trimestre de 2002 del 1,8% del PIB. De esta manera, Frederic F. Clairmont estima que "el incremento del déficit fiscal, combinado con el déficit de la cuenta corriente, hará crecer las necesidades de financiamiento para 2003 en por lo menos un 6% del PIB".(10)

Así, la economía norteamericana se ha convertido en la economía más endeudada del planeta en términos macroeconómicos, con un stock total de deuda que actualmente alcanza un tercio del PIB mundial. "El aumento del stock de la deuda [total] es impresionante: entre 1964 y 2002 pasó de 10 billones de dólares a 30 billones de dólares".(11) Este endeudamiento se traslada igualmente al plano microeconómico de los hogares trabajadores (la caída de la tasa de ahorro de las economías domésticas ha sido tal, que sobre la renta del ciudadano medio norteamericano el crédito ha pasado de representar el 26% de su ingreso en 1985, a representar el 40% en el año 2002). El endeudamiento global interno de los agentes de la economía norteamericana (incluyendo en este endeudamiento el del Estado Federal, el de los estados y las ciudades, el de los consumidores y el de las empresas) suponía en 1980 un 146% del PIB norteamericano; pues bien, dicho endeudamiento ascendía ya al 212% del PIB a comienzos de los años 90.(12) Este endeudamiento global, como posteriormente se verá, será fundamental para poder explicar la secuencia de crecimiento y de acumulación de capital de la economía norteamericana durante la década de los 90.

Pero además de ese sobredimensionado endeudamiento total, resulta especialmente significativa la cifra del monto total de endeudamiento externo de la economía norteamericana: entre 1982 y el año 2000 la deuda externa neta de los EE.UU. se ha multiplicado por ocho, al pasar de 250.000 millones de dólares a 2,5 billones de dólares (cifra superior a la suma de la deuda externa global de todos los países subdesarrollados del mundo).(13) En este momento esta deuda externa supone casi un tercio del PIB norteamericano, pero diferentes proyecciones, con arreglo al ritmo de crecimiento del déficit comercial de la economía norteamericana, establecen que dicho porcentaje podría llegar a equivaler al 50% del PIB en el año 2010, y llegar hasta el 100% en el 2020.

Así, "la economía de EE.UU. se ha convertido en un poderoso imán que atrae una ingente cantidad de capitales extranjeros, removiendo constantemente la estructura de los mercados financieros internacionales, aunque ello sea a costa de intensificar el grado de transnacionalización de sus activos internos y de profundizar el endeudamiento de sus empresas privadas y de sus instituciones públicas. Ello comporta un continuo deterioro de la posición financiera de la economía estadounidense frente al exterior".(14)

En el siguiente cuadro podemos apreciar la posición financiera exterior de la economía norteamericana (no ya en términos de flujos, sino en términos de stock acumulado).

POSICIÓN FINANCIERA INTERNACIONAL DE LOS EE.UU., 1976-2001
(miles de millones de dólares)

 

1976

1980

1985

1990

1995

2000

2001

Activos de EEUU en el extranjero

456,9

929,8

1.287,4

2.176,9

3.451,9

6.191,9

6.191,1

Activos exteriores en EE.UU

292,13

568,9

1.233,1

2.424,32

3.947,9

7.452,7

8.144,3

Posición financiera neta de los EE.UU.

164,8

360,8

54,3

-245,3

-495,9

-1.350,8

-1.948,13

Fuente: Federal Reserve, 2003.

Hasta la fecha, y durante las últimas décadas, EE.UU. ha tenido la posibilidad de asegurarse esta necesaria financiación exterior de la que venimos hablando, imprescindible tanto para financiar su déficit comercial, como para mantener su creciente nivel de endeudamiento global (variable clave como se verá en su secuencia de crecimiento económico durante los años 90). Y esta seguridad ha venido de la mano de tres instrumentos muy particulares:

El primero de ellos no sería tanto un instrumento propiamente dicho, cuanto la lógica contrapartida al propio déficit comercial mantenido por los EE.UU.: cuando una economía mantiene déficits comerciales es debido, necesariamente –tal y como plantea el propio Joseph E. Stiglitz–(15) a que otras economías presentan los correspondientes superávits comerciales. En este caso resulta obvio que el histórico déficit por cuenta corriente de la economía norteamericana (del 5% del PIB hoy día), se correlaciona con los superávits que han mantenido históricamente Japón y Alemania (superiores en ambos casos al 2% de sus respectivos PIB). De esta manera, el superávit por cuenta corriente de estos países ha resultado en una tasa de ahorro nacional superior a sus tasas de inversión, y, por tanto, en una significativa capacidad de generar excedentes financieros, así como de exportar dichos capitales a los mercados internacionales. Serán precisamente estos excedentes financieros (es decir, este ahorro de Japón y Alemania) los que financien en gran medida el déficit comercial de los EE.UU. Así, Palazuelos plantea como, para el periodo de 1982 a 1990, "la aportación de recursos [a la economía norteamericana] provino de países exportadores de capital, con Japón (410.000 millones de dólares) y Alemania (260.000 millones) a la cabeza".(16)

Con la llegada de la década de los 90 se mantiene en esencia este esquema financiero internacional, aunque con dos matices relevantes que harán que aumente la dependencia de la economía norteamericana respecto de los restantes mecanismos que a continuación abordamos para financiar el déficit comercial. Estos matices son, en primer lugar, el hecho de que el principal prestamista de la economía norteamericana –Japón– entra en una profunda recesión que, si bien no hace que caigan durante ese periodo las exportaciones de capitales a EE.UU. (480.000 millones de dólares de salidas netas entre 1990 y 1996), si que genera una considerable incertidumbre respecto del futuro de dichos flujos (en la medida en que Japón no parece conseguir salir de la difícil crisis económica por la que atraviesa). En segundo lugar, el segundo matiz vino dado por el proceso de unificación de Alemania, lo que supuso que Alemania, entre 1990 y 1996, dejase de ser exportadora neta de capitales, para pasar a tener una importación neta acumulada de 130.000 millones de dólares (17) durante este periodo.

El segundo de estos mecanismos mediante los cuales los EE.UU. se han asegurado la necesaria financiación del exterior, ha sido el conocido "reciclaje de petrodólares", que no es otra cosa que la continua colocación en Wall Street de los ingentes ingresos derivados de la venta del petróleo por parte de los países productores de crudo, en especial de aquellos agrupados en torno a la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), y, muy en particular, de las llamadas petromonarquías del Golfo (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Qatar…).

Los sucesivos aumentos de los precios del petróleo por parte de la OPEP, en 1973 y 1979 respectivamente, fueron consentidos (incluso "animados", según numerosos autores) por EE.UU., siempre y cuando la renta "extra" que se derivara de la venta del crudo en los mercados internacionales tras esta subida de los precios fuese canalizada hacia Wall Street.

Así, estos aumentos de los precios del petróleo derivaron en la generación y acumulación de unas ingentes rentas petroleras que han sido rentabilizadas desde entonces en Wall Street, lo que ha colaborado a conseguir el necesario superávit en la balanza financiera norteamericana, pudiéndose financiar así el déficit comercial del país.

El tercer mecanismo económico, claramente interrelacionado con el anterior, que ha permitido mantener esa financiación exterior que necesitaba la economía norteamericana, ha sido el "subsidio gratuito" que el resto de la economía mundial viene otorgando a los EE.UU. desde principios de la década de los ochenta. ¿De dónde deriva y qué forma toma dicho subsidio gratuito? Pues, fundamentalmente, de la necesidad que todos los países tienen de mantener dólares como moneda de reserva, en gran medida debido a que es la divisa que la OPEP establece como preceptiva en el comercio de petróleo. Y será precisamente Arabia Saudí, el tradicional aliado estratégico de la potencia norteamericana, el agente garante de que el comercio de la OPEP se desarrollase en dólares.

El hecho de que el 80% de las transacciones diarias en los mercados internacionales de divisas se lleve a cabo en dólares aún, o el que dicha moneda constituya actualmente el 66% de las reservas de los Bancos Centrales del mundo, dan buena cuenta del papel hegemónico que sigue manteniendo el dólar.

EE.UU., a partir de esta hegemonía de su moneda, ha tenido la posibilidad de "imprimir" impunemente billetes verdes no respaldados por los fundamentos de la economía norteamericana sin que se desencadenase la consiguiente inflación interior (que era "exportada" en este caso), ni la lógica devaluación de la moneda en los mercados internacionales, sirviendo por tanto dichos dólares como medio de pago útil para la compra de bienes y servicios extranjeros. Así, este mecanismo ha permitido a la economía norteamericana, al margen de los capitales foráneos llegados al país, financiar sus importaciones ventajosamente.

Además resulta importante la interacción que resulta de estos dos últimos mecanismos, que en la realidad operan completamente solapados, pero que aquí separamos por motivos didácticos y expositivos. Así, el hecho de que el dólar sea la moneda de reserva en los mercados internacionales (en gran medida debido a que el petróleo se compra en dólares) tiene una clara relación con que el reciclaje de petrodólares se lleve a cabo preferentemente en Wall Street, frente a las plazas europeas o japonesas.

En estos dos últimos mecanismos de financiación exterior, tenemos, sin duda, un singular denominador común: el uso que se hace de la renta derivada de la venta del crudo y, en particular, el hecho de que el petróleo se venda en dólares. Es por ello que un cambio a nivel mundial en la moneda de reserva de los mercados internacionales, no estaba desde luego en la agenda política de la administración Bush.

Todo este proceso de financiarización de la economía norteamericana al que venimos aludiendo, tanto en su vertiente de endeudamiento masivo interno como en su muy significativa vertiente de endeudamiento externo, ha sido una variable particularmente relevante para la economía norteamericana (y por tanto para su posición hegemónica en el terreno internacional) durante los años noventa.(18)

Tal y como señala François Chesnais,(19) el destacado proceso de recuperación y crecimiento vivido por la economía norteamericana durante la década de los años 90, se ha apoyado fundamentalmente en una clave: la posibilidad de un endeudamiento en condiciones muy favorables. Esto ha permitido la conformación de un determinado "esquema de acumulación" particularizado para el caso de la economía norteamericana durante este periodo, que explicaría el singular diferencial de los fundamentos de dicha economía con los de Europa y, en menor medida, Japón, como podemos ver en el cuadro siguiente.

DINAMISMO ECONÓMICO COMPARADO (porcentajes de incremento medio anual)

 

 

1990-1995

1995-2000

1990-2000

 

PIB

 

EE.UU.

2,4

4,1

3,2

 

Japón

1,7

0,8

1,3

 

Alemania

2,0

1,7

1,9

 

Euro-12

1,6

2,5

2,0

 

PIB per cápita

 

EE.UU.

1,3

3,4

2,35

 

Japón

1,1

1,1

1,1

 

Alemania

7,0

1,6

4,3

 

Productividad del trabajo en el conjunto
de la economía (PIB/trabajador)

 

EE.UU.

1,2

2,3

1,8

 

Japón

0,7

1,2

0,9

 

Alemania

2,1

1,2

1,7

 

Euro-11

1,9

1,3

1,6

 

Tasa de desempleo

 

EE.UU.

5,9

4,6

5,25

 

Japón

2,9

4,1

3,5

 

Alemania

8,2

8,6

8,2

 

Euro-15

9,8

9,9

9,9

Fuente: Brenner, R. (2003): pag. 72

Así, el mantenimiento de una crecientemente inflada burbuja financiera en Wall Street a lo largo de la década de los 90, que responde tanto al proceso de financiarización interno como a la llegada masiva de capitales financieros provenientes del ahorro japonés y europeo, así como del reciclaje de petrodólares, ha posibilitado unos niveles de crédito muy laxos a las empresas y a los consumidores norteamericanos, incrementándose con ello, de forma crecientemente artificiosa, la demanda agregada de la economía. Ahora bien, este incremento de la burbuja financiera se llevó hasta niveles desorbitados, lo que, tarde o temprano, debía producir el necesario "aterrizaje". Baste con señalar, como muestra del desaforado proceso especulativo vivido por los mercados financieros norteamericanos durante los años 90, que, durante más de 40 años, desde la segunda guerra mundial hasta mediados de los años 80, el índice de la bolsa de New York, el Dow Jones, no sobrepasó en ningún momento los 1.000 puntos, para pasar a superar los 11.000 puntos a finales de la década de los 90. De hecho, la capitalización bursátil mundial durante este primer periodo, 1945-95, oscilaba en torno al 50% del PIB mundial, para pasar a ser de un 200% del PIB mundial tan sólo entre 1995 y 2000.

De esta manera, han sido las entradas masivas de capitales llegados fruto de las necesidades de financiación del déficit comercial norteamericano, las que han posibilitado que el crédito ejerza el mencionado papel de "arrastre" sobre el resto de la demanda agregada, tanto sobre la inversión, como, especialmente, sobre el consumo privado. No debe olvidarse en este sentido el elevadísimo porcentaje que representa el consumo privado sobre el total del PIB en la economía norteamericana (cercano al 70%, a diferencia del caso europeo), y por tanto, la gran importancia que la evolución de dicha variable tiene. De hecho, Robert Brenner plantea cómo "al posibilitar el gran aumento del endeudamiento familiar y la caída del ahorro de los hogares, la exorbitante subida de los mercados bursátiles permitió un notable incremento del consumo personal, lo que ayudó a mantener la expansión […] Entre 1985 y 1995 los gastos de consumo personal crecieron a una tasa media anual del 2,9 por 100, lo que daba cuenta, en términos de contabilización del crecimiento, del 67 por 100 del incremento del PIB aproximadamente; pero entre 1995 y el primer semestre de 2000 esa tasa se elevó al 4,3 por 100, al que correspondía en términos de contabilización del crecimiento el 73 por 100 del incremento del PIB.".(20)

Pero "la hipertrofia de la burbuja bursátil no sólo aceleró el crecimiento del consumo, sino que también reforzó poderosamente –al posibilitar tanto el ya señalado aumento sin precedentes del endeudamiento de las empresas como la radical reducción de los costes del capital mediante la emisión de acciones– el aumento de las inversiones, en un primer momento basado en la recuperación de la rentabilidad, que constituyó un factor decisivo en la fuerte expansión de la década de 1990."(21) Durante estos años la inversión fija creció a una tasa superior al 8% anual, de forma que la tasa de acumulación (inversión/stock) entre 1991-97 pasó del 8,2% al 11,1%, si bien el grado de utilización de la capacidad productiva instalada en el sector manufacturero apenas aumentaba, quedándose en un 83%.(22) Además, la inversión durante este periodo ha respondido igualmente, y en una importante medida, al papel de "arrastre" que estaba llevando a cabo el propio consumo a crédito, favoreciendo así el despliegue y la aplicación industrial de todo un racimo de nuevas tecnologías provenientes de los años ochenta (fundamentalmente, las llamadas tecnologías de la información y la comunicación).

En relación al importante papel jugado por el progreso técnico en el proceso de acumulación de capital durante la década de los 90, es necesario sin duda hacer un matiz. Tal y como plantea Chesnais, el racimo de tecnologías que se despliegan dando lugar al importante incremento de la productividad, así como al proceso de crecimiento durante estos años, es un racimo que, en sus grandes líneas ya había sido generado en la década de los 80 (informática, microelectrónica, telemática, nuevos materiales, ingeniería genética…) pero que no será desarrollado hasta años después. A partir de los 90, debido precisamente el papel que la financiación juega sobre el consumo como motor de las ventas y, con ello, de las expectativas empresariales y de la inversión, estas tecnologías se desarrollarán formidablemente. Así, las tasas medias de crecimiento de los gastos en I+D, aumentaron espectacularmente con la administración Reagan (pasando, desde el 3,5% anual de los últimos años 70, al 4,5% anual del periodo 1979-89, para caer de manera significativa al 0,7% anual en el periodo 1992-96), (23) debido fundamentalmente al importantísimo gasto militar de los años 80, gastos que darán sus frutos, en lo que a la aplicación industrial civil se refiere, en la década siguiente.

Igualmente, será fundamental atender al "empujón" sufrido por la inversión en la economía norteamericana durante los años 90, fruto del recurso al crédito masivo y en favorables condiciones, para poder explicar, a partir de la interacción del despliegue del mencionado racimo de nuevas tecnologías con los procesos de despidos masivos de fuerza de trabajo en las empresas, el relevante aumento de la productividad del trabajo. Estos aumentos de la productividad del trabajo en EE.UU.

durante la década de los 90, en la medida en que no se han traducido en aumentos de los salarios reales de los trabajadores, han dado lugar lógicamente a un importante aumento de los márgenes de beneficio empresariales, reforzando con ello este precario proceso de acumulación.

De hecho, los diferentes estudios acerca de la evolución de la tasa de ganancia, como variable clave al tiempo que indicativa del proceso de acumulación de capital de la economía norteamericana, coinciden en señalar (a pesar de los diferentes niveles contrastados según la definición que se haga de tasa de ganancia) un aumento porcentual de un 4-5% en dicha tasa para el periodo de 1990 a 1997.(24)

>>> A la tercera parte

Notas:

1-Duménil, G. y Lévy, D. (2002): “Salida de crisis, amenazas de crisis y nuevo capitalismo”, en Chesnais, F., Duménil, G., Lévy, D., Wallerstein, I. (2002): La globalización y sus crisis, Los libros de la Catarata, Madrid, (pag. 18). Subir

2-Véase: Arrizabalo, X. (ed.) (1997): Crisis y ajuste en la economía mundial, Ed. Síntesis, Madrid, (caps. 1-3). Subir

3- Véase Duménil, G. y Lévy, D. (2000): “Capital financiero y neoliberalismo: un análisis de clase”, en Guerrero, D. (ed.) (2000): Macroeconomía y crisis mundial, Ed. Trotta, Madrid.. Subir

4- Buena muestra de ello es la forma que toma dicho ajuste económico en las economías subdesarrolladas en torno al problema de la Deuda Externa. En este caso será el FMI el agente que imponga toda una nutrida gama de medidas de ajuste estructural cuya única finalidad real será asegurar el cobro de la deuda a los acreedores internacionales.. Subir

5- Véase en este sentido Arrizabalo, X. (1997): pags.54-56. El autor plantea como “los milagros económicos” alemán y japonés en los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial vienen explicados, en parte, por el significativo aumento de la jornada laboral de los trabajadores, por las restricciones del marco legal y sindical, así como por la contención de los salarios reales en estas economías.. Subir

6- La balanza por cuenta corriente de una economía representa la diferencia entre las exportaciones y las importaciones de bienes y servicios, y la diferencia de las transferencias sin contrapartida. Cuando dicha balanza arroje un saldo deficitario deberá ser compensada con un saldo superavitario en la llamada balanza financiera y en la de capital (que recogerá la entrada neta de capitales).. Subir

7- Bureau of Economic Analysis, US Department of Commerce, 2003.. Subir

8- Palazuelos, E. (1998): La globalización financiera, Ed. Síntesis, Madrid, (pags. 68-73).. Subir

9- Clairmont, F. (2003) “Una deuda que amenaza al imperio”, Le Monde Diplomatique, Abril 2003, Madrid, (pag.14). Subir

10- Ibid. (pag.14). Subir

11- Ibid. (pag.14). Subir

12- Statistic Abstract of the United States, 1994.. Subir

13- Bureau of Economic Analysis, US Department of Commerce, 2003.. Subir

14- Palazuelos, E. (2000): Estructura económica de Estados Unidos. Crecimiento económico y cambio estructural, Ed. Síntesis, Madrid, pag.308.. Subir

15- Véase Stiglitz, J (2002): El malestar en la globalización, Ed Taurus, Madrid, (pags. 252-53). Subir

16- Palazuelos (1998): pag.72. Subir

17- (Ibid. pag. 72). Subir

18- Véase a este respecto Brenner R. (2003): La expansión económica y la burbuja bursátil, Ed. Akal, Madrid, (caps. VIII, IX y X).. Subir

19- Chesnais, F. (2002): “La Nueva Economía: una coyuntura singular de la potencia hegemónica americana”, en Chesnais, F., Duménil, G., Lévy, D., Wallerstein, I. (2002): La globalización y sus crisis, Los libros de la Catarata, Madrid.. Subir

20- Brenner, R. (2003): pag. 211. Subir

21- (Ibid., pag. 212). Subir

22- Palazuelos, E. (2000): pag. 318. Subir

23- Palazuelos, E. (2000): pag.165.. Subir

24- Véase Brenner, R. (2003): pag. 268 ; Duménil, G. y Lévy, D. (2002): pag. 18 ; y Palazuelos, E. (2000): pag. 319. Subir

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