Claves
económicas de la guerra de Irak: mercados financieros, acumulación de
capital y hegemonía mundial (III)
Nacho Álvarez Peralta
Rebelión
25 de junio de 2003
Tasa de beneficio
neto en el sector no financiero estadounidense, 1992-2001
Fuente: Brenner, R. (2003): pag. 268
Así, vemos cómo el
endeudamiento es una variable fundamental para entender el proceso de
acumulación de capital en EE.UU. durante este periodo y, con ello, su
particular carrera por la conservación de su hegemonía económica.
Prescindir de dicha capacidad de endeudamiento en condiciones favorables,
cortocircuitaría sin lugar a duda el mencionado proceso de acumulación
de capital en EE.UU.
Como vemos, la secuencia
real sobre la que ha descansado el proceso de crecimiento económico
norteamericano y la generación de las tecnologías de la información y
la comunicación durante los años 90, resulta ciertamente débil: es, básicamente,
un desaforado consumo el que tira de la demanda agregada en su conjunto,
consumo que responde en gran medida a las favorables posibilidades de crédito
de la economía norteamericana. Sin embargo, estas favorables
posibilidades de crédito de la economía norteamericana se deben en una
importante medida a las grandes sumas de capital financiero llegado a
EE.UU. desde el resto del mundo, mediante los tres mecanismos antes vistos
(ahorro europeo y japonés en busca de rentabilidad, reciclaje de petrodólares
y "subsidio gratuito" derivado de la aceptación incondicional
del dólar como divisa internacional de reserva). De ahí la importancia,
como veremos, de impedir que dichos capitales puedan alterar sus flujos,
y, en particular, aquellos derivados del reciclaje de las rentas del petróleo.
Pero a la interacción de estas cuatro grandes variables económicas
vistas hasta ahora (déficit comercial, endeudamiento, renta petrolífera
y crecimiento económico), debemos incorporar en adelante, y de cara a
completar la visión multifacética que pretendemos mostrar de la
estrategia estadounidense para mantener la hegemonía económica mundial,
las siguientes variables: política comercial, política monetaria y
cambiaria, y política laboral.
Vayamos en primer lugar con las dos primeras. Como acabamos de plantear,
el histórico problema al que la economía norteamericana se enfrenta
desde hace una par de décadas, y la razón por la cual se ve
crecientemente cuestionada su posición hegemónica en la economía
mundial, no es otro que su pérdida de competitividad comercial frente a
Europa y Japón, debido fundamentalmente a los menores ritmos de
crecimiento de su productividad del trabajo. Es decir, que el
enfrentamiento interimperialista se materializa una vez más, a fecha de
hoy, tal y como históricamente se ha venido materializando en la secular
historia capitalista: la disputa entre los diferentes bloques económicos
por apropiarse de los mercados internacionales de bienes y servicios en
los que finalmente –y mediante la venta– se realiza la plusvalía
generada en el proceso de producción. Este es el "problema"
(generador por otra parte del déficit comercial norteamericano) al que la
economía de los EE.UU. ha tratado de "dar solución" mediante
diversos instrumentos complementarios, más allá del masivo recurso al
endeudamiento ya analizado. Y, entre estos instrumentos encontramos
precisamente la política comercial, la política monetaria y cambiaria,
la política laboral y, finalmente la guerra.
EE.UU. ha venido manteniendo con la UE, y viceversa, una dura pugna en el
terreno comercial durante los años 90 que se ha traducido en sucesivas y
crecientes guerras arancelarias en los sectores aeronáutico, del acero,
del plátano y de la agricultura transgénica, entre otros. Ante la
imposibilidad de reducir por otras vías el déficit comercial
norteamericano, la política comercial de las diferentes administraciones
de EE.UU. durante este periodo, ha tomado la forma de un creciente
proteccionismo (no tanto arancelario cuanto extraarancelario), estableciéndose
no sólo "regulaciones voluntarias" de exportaciones con Japón
o significativas tarifas arancelarias sobre algunos productos europeos,
sino también importantes medidas extraarancelarias (contingentes, cierre
de mercados públicos a empresas extranjeras, abusiva utilización de
normas técnicas y sanitarias…), así como generosas subvenciones a los
exportadores norteamericanos. La legislación más importante al respecto
ha sido la llamada Foreign Sales Corporation, una legislación (declarada
ilegal y penalizada en mayo de 2003 por la Organización Mundial del
Comercio) que permitía a las exportaciones estadounidenses ahorros
fiscales de hasta un 30%.
Esta particular política comercial (particular en la medida en que es el
propio adalid mundial del libremercado quien la lleva a cabo), ha sido
igualmente practicada por el resto de potencias económicas durante este
periodo. Ahora bien, esta política comercial ha encontrado, precisamente
por tratarse de la potencia hegemónica, su reflejo en la propia política
cambiaria de EE.UU., en un precario equilibrio entre ambas. Así, ante la
creciente preocupación por la abultada magnitud y progresión del déficit
comercial, las administraciones norteamericanas de lo largo de los años
90 han practicado un precario equilibrio, consistente en intentar tanto
que el dólar no se revalorice en exceso respecto al euro (debido a que
esto reduciría las exportaciones norteamericanas y encarecería sus
importaciones), como en no dejar que se deprecie, debido a que esto
reduciría la riqueza que los prestamistas internacionales (provenientes
de Japón, Europa y de las petromonarquías) mantienen en Wall Street, con
la consiguiente y peligrosa posibilidad de huida de capitales.
Es en este difícil equilibrio en el que se ha tenido que desenvolver la
política cambiaria norteamericana durante los años 90, hasta que
precisamente la guerra contra Iraq le ha librado parcialmente de dicho
corsé. No obstante, en este precario equilibrio, desde un primer momento,
la administración Clinton se vio obligada a elegir fundamentalmente una
política de "dólar fuerte", o apreciado, precisamente para no
prescindir de aquello que era absolutamente necesario para el proceso de
acumulación de capital: la llegada masiva de capitales financieros.
Debido en parte a esto, el déficit por cuenta corriente experimentará un
significativo empeoramiento durante los últimos años 90, y hasta llegar
al 2003. Será tras la guerra, como veremos más adelante, cuando, ante la
seguridad de la llegada de los flujos financieros al margen de una
depreciación del dólar, se opte por una política de "dólar débil"
para fomentar las exportaciones.
Por último, la última política por medio de la cual la
economía norteamericana se ha defendido de su creciente debilidad
comercial en los mercados internacionales, en su particular batalla
interimperialista con Europa y Japón, ha sido la constante agresión
practicada contra las conquistas históricas de la clase trabajadora
norteamericana (políticas que han sido aplicadas con carácter universal
en todas las latitudes del planeta en el marco de la crisis de la economía
mundial). Estas políticas han supuesto en EE.UU., tomando como punto de
partida una legislación tremendamente restrictiva de la actividad
sindical, un aumento de las horas anuales trabajadas por cada hogar
durante los años 90 (acumulando dicho indicador 94 horas más trabajadas
el año 2000 respecto de 1990), así como una progresiva disminución de
las vacaciones por trabajador, una reducción de los salarios reales en la
mayoría de los sectores (minería, construcción, manufactura y
transporte) y un empeoramiento de las coberturas sociales y médicas.(1)
No obstante, el efecto que dicha agresión a las condiciones de vida de
los trabajadores norteamericanos haya podido tener, ha sido desde luego
matizado en términos de competitividad comercial frente a Europa, en la
medida en que las políticas neoliberales y las diferentes reformas
laborales han estado igualmente a la orden del día en el proceso de
construcción de la Unión Económica y Monetaria, trasladándose los
ataques contra las condiciones de vida de la clase trabajadora también a
la otra orilla del Atlántico.
De esta manera, relacionando todas las variables vistas hasta el momento
tendríamos el siguiente esquema causal:
Este es el esquema general sobre el que se ha asentado el curso de la
economía norteamericana durante los años 90. Y este será el esquema
que, ciertos acontecimientos pondrán en tela de juicio a finales de la década,
de tal suerte que la guerra de ocupación contra Iraq se alzará
finalmente como aquel mecanismo que vuelva a permitir, con ciertas garantías
de continuidad, el funcionamiento del precario vínculo entre
endeudamiento exterior, crédito interior a los agentes de la economía
norteamericana, financiación del consumo, crecimiento de la inversión y,
finalmente, sostenimiento de la frágil tasa de ganancia empresarial y
relanzamiento del proceso de acumulación de capital.
¿Qué factores son los que precipitarán en concreto la ruptura a finales
de los años 90 de dicho esquema de crecimiento? Diversos elementos
contribuirán a ello. Sin lugar a duda, el punto de inflexión en esta
ruptura del esquema teórico planteado parece situarse en el
"pinchazo", en la primavera de 2000, de la burbuja especulativa
de Wall Street (pinzacho que obedeció, lógicamente, a la constatación
por parte de los inversores de la escasa relación que los títulos bursátiles
guardaban con los valores fundamentales –beneficio, productividad, nivel
de endeudamiento, etc.– que las empresas norteamericanas mostraban en
ese momento). A partir de esa fecha comienza una incipiente salida de
capitales de Wall Street, con la consiguiente depreciación paulatina del
dólar en los mercados internacionales, en especial frente al euro (que
comenzará a ser ya muy significativa en el 2002 y, sobre todo, en el
2003).
EVOLUCIÓN DEL
VOLUMEN DE NEGOCIOS DE LA BOLSA DE EE.UU.
(en miles de millones de dólares)
Fuente: New York Stock Exchange, 2003
EVOLUCIÓN
RECIENTE DE LAS COTIZACIONES EURO/DÓLAR
Fuente: BCE, 2003
CRECIMIENTO ECONÓMICO EN EE.UU. 2001-2003
(Tasas analizadas en variación % trimestral)
Fuente: Bureau of Economic Analysis, US Department of Commerce
Tal y como
recuerda Robert Brenner, "ya a finales de 1998, y de nuevo a finales
de 1999, la Reserva Federal había tenido que facilitar el crédito para
contener importantes caídas en la bolsa y mantener la tendencia alcista.
Pero cuando Greespan siguió insistiendo durante el primer semestre de
2000 en que la Reserva Federal no seguiría alimentando la burbuja, las
cotizaciones comenzaron a caer […] Las empresas de comercio electrónico
fueron las primeras que vieron como se hundía la cotización de sus
acciones durante la primavera de 2000. Desde finales del verano de ese año
otros mercados comenzaron a caer de forma alarmante. A finales del
invierno de 2000-2001 el índice Nasdaq, núcleo de la burbuja bursátil
dominado por los valores tecnológicos y de Internet, había perdido un 60
por 100 de su máximo a comienzos de 2000. El índice S&P 500 también
tendía a bajar, habiendo perdido más del 20% de su valor máximo. Cinco
billones de dólares en activos se habían hecho humo". (2)
De hecho, el índice Nasdaq alcanzó su punto máximo en marzo de 2000
(superando los 5.000 puntos), para situarse en el segundo trimestre de
2003 por debajo de los 1.300 puntos. El proceso de financiarización de la
economía norteamericana, acompañado paralelamente por la correspondiente
generación de una suma ingente de capital "ficticio" con muy
escasos vínculos con la economía real, sufría así su particular punto
y seguido en forma de "corrección" de los valores bursátiles.(3)
Ahora bien, desde el punto de vista de la dinámica de acumulación
apuntada anteriormente para la economía americana, este pinchazo de la
burbuja financiera, no por más previsible y lógico, introducía menores
complicaciones. La complicación fundamental era de hecho la posibilidad
de que, ante el reajuste de los títulos en los mercados financieros
norteamericanos, los inversores internacionales deshicieran sus posiciones
en EE.UU., recogiendo plusvalías. Las previsiones se cumplieron y las
salidas de capitales pasaron a ser una realidad, realidad que cuestionaba
directamente el propio corazón del esquema de crecimiento mantenido
durante la década de los 90: las posibilidades de un creciente
endeudamiento para mantener el déficit de la balanza comercial, financiar
el consumo y arrastrar la inversión empresarial.
El volumen de los activos privados norteamericanos en manos de
inversores extranjeros alcanza su valor más elevado (2 billón de dólares)
en el año 2001, año del derrumbe bursátil. Dicho indicador, tras las
incipientes salidas de capitales sufridas por la economía norteamericana
desde entonces, pasará a situarse a mediados del 2003 en la mitad,
500.000 millones de dólares, ciertamente más limitado. (4)
De hecho, como se comprobaba en las balanzas de pagos de los años 2001 y
2002 antes vistas, constatamos una importante caída en los flujos
financieros totales llegados a la economía norteamericana entre ambos años,
si bien estos flujos, lógicamente, continúan arrojando un saldo neto de
entrada positivo para poder financiar el déficit por cuenta corriente
(las importantes caídas en la inversión extranjera directa llegada a los
EE.UU. se ha compensado con las menores salidas en cartera
norteamericanas).
Esta incipiente salida de capitales de Wall Street (que Clairmont
contempla como "no más que un chorrito de agua, que podría
transformarse en un maremoto") colaborará, entre finales del año
2000 y el segundo trimestre del 2003, a una pérdida de valor del dólar
respecto del euro superior al 40%. Sin duda esto podría llegar a
cuestionar el papel del dólar como moneda de reserva del sistema
internacional de pagos, frente a un euro que crecientemente gana peso y
entidad en la economía mundial. Y con ello podría llegar a cuestionarse
el propio mecanismo del que tradicionalmente se ha dotado la economía
norteamericana para financiar su saldo deficitario con el exterior en su
balanza de pagos.
De esta manera, existe el creciente riesgo para la economía
norteamericana de que la incipiente fuga de capitales que ésta ha
comenzado a experimentar tras el estallido de la burbuja financiera,
termine por ser el preludio de una verdadera estrategia de "tierra
quedama" por parte de los inversores internacionales. Llegado el
caso, la variable que se ha constituido como clave del proceso de
acumulación de la economía de los EE.UU. durante la década de los 90
–el alto nivel de endeudamiento tanto interno como externo–, se
reduciría bruscamente, recortándose con ello la financiación del déficit
comercial y en consecuencia las importaciones, al tiempo que caería la
financiación al consumo y a la inversión y, finalmente, se reduciría la
demanda agregada, lo que cortocircuitaría el proceso de crecimiento
visto. Es en este inminente y probable riesgo donde hay que situar una de
las claves económicas fundamentales para entender la guerra de ocupación
contra Iraq: el asegurar la continuidad de los flujos financieros llegados
a Wall Street y, con ello, la financiación del proceso de acumulación de
capital y el apuntalamiento de la hegemonía económica norteamericana. La
guerra, definitivamente, ha permitido apuntalar la continua llegada de
flujos financieros a la economía norteamericana, evitando la posible
salida neta de capitales y la evaporación de sus mecanismos de financiación.
>>>
A la cuarta y última parte
Notas:
1-Véase Mishel, L. ; Bernstein, J.y Schmitt, J. (2003): The
state of working America, 2002-2003, (Introduction and Executive Summary y
Datazone, en Internet, http://www.epinet.org/), y Bureau of Labor
Statistics, (varios años), en Internet, http://wwwbls.gov/, citado en
Buendía, L. (2003): La evolución del nivel de vida de los trabajadores
en Estados Unidos entre 1980 y 2000, Facultad de Ciencias Económicas y
Empresariales, UCM, Madrid, Mimeo.. Subir
2-Brenner (2003): pag. 254 . Subir
3- En este sentido no se puede dejar de hacer mención a un
factor que ha resultado ser fundamental en el propio proceso de pérdida
de confianza y de depreciación del dólar, contribuyendo con ello a la
salida de capitales: el llamado corporate governance (gobierno
corporativo). Los importantes casos de fraude administrativo y
“contabilidad creativa” en algunos de los buques insignia del sector
empresarial norteamericano (Enron, WorldCom, Xerox…), provocaron, una
vez se conocieron los beneficios reales de las empresas cuyos directivos
estaban contabilizando beneficios ficticios, importantes salidas de bolsa
de los inversores, colaborando de esta manera dicho fraude tanto al
mantenimiento del propio pinchazo financiero como a la salida de capitales
del país. Sin duda, los incentivos económicos dados por los accionistas
a los altos directivos de estas firmas en forma de stock options (opciones
de compra sobre acciones), estaban en el origen de dichos procesos de
fraude, dado que el objetivo central de la gestión empresarial se tornó
en, como planteaba Alan Greespan, “inflar las ganancias con el fin de
mantener altas y al alza las cotizaciones”.. Subir
4- Clairmont, F.F. (2003): pag. 14 . Subir
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