Una
polémica de importancia trascendental
La
nueva cuestión agraria
La
rebelión de los patrones rurales y la izquierda argentina
Por
José Luis Rojo[1]
Índice:
I.
Introducción
II.
Campos burgueses en pugna
III.
Los nuevos actores sociales en el campo argentino
IV.
“Marxistas” con el campo... enemigo
V.
El retorno del socialismo liberal
VI.
Un programa socialista para el campo argentino
V.
El retorno del socialismo liberal
Los
artículos del MST dedicados a defender sus posiciones
frente al conflicto agrario no han pasado la prueba de los
hechos: desafiaron cualquier análisis objetivo del paro
patronal. Todo lo que argumentaron no solo es absolutamente
vulgar sino hasta desopilante: se trata del absoluto
vaciamiento teórico marxista y estratégico de un grupo que
ha perdido toda brújula de clase!
La
tesis central del MST es que estuvimos en presencia de un
conflicto donde su carácter social lo dieron los pequeños
productores. En estas condiciones, de lo que se trataba, era
de “apoyarlos en su lucha”
“Nuestra
política fue diferente a la de todos estos sectores (se
refiere a las corrientes de la izquierda como el nuevo MAS,
L.P.). En la lucha fuimos coincidiendo en varios puntos con
otras organizaciones. Desplegamos una gran campaña entre
los trabajadores y el pueblo en apoyo a los pequeños
productores, levantando la necesidad de una política
diferenciada para ellos. Desenmascarando al mismo tiempo al
gobierno y su doble discurso. Exigiéndole que si quería
enfrentar a la oligarquía impulsara una profunda reforma
agraria y otras medidas transicionales para reventar a los
grandes terratenientes y a los pools de siembra”[1].
Pero
lo que no se entiende es como podría exigirse “una
profunda reforma agraria y otras medidas transicionales para
reventar a los grandes terratenientes y a los pools de
siembra” apoyando incondicionalmente un paro agrario que,
explícitamente, por la propia naturaleza de clase del
frente de las organizaciones que lo están dirigiendo, excluía
medidas de este tipo, salvo que no se tratase mas que de una
frase vacía de todo contenido real!
A
pesar de su cinismo, el propio Eduardo Buzzi confirmaba este
balance cuando reconocía que para los productores chicos la
caída de la 125 no había significado nada.
Si
el MST hubiera sido coherente con esta posición, desde el
principio le hubiera exigido a la FAA que rompa con la SR y
la CRA. Pero es precisamente esta “exigencia” la que jamás
levantaron a lo largo de las larguísimas jornadas del paro
reaccionario. Porque solo se limitaron a hacer seguidismo al
paro agrario tal cual fue.
Es
falaz que esto serviría para “ganar a los sectores medios
para su unidad con los trabajadores”. Porque justamente
para levantar esta política de clase, previamente hay que
lograr la división de las organizaciones del campo, el que
la FAA no fuera –en la hipótesis que esto sea probable–
detrás de la Sociedad Rural, sino a una alianza con los
trabajadores del campo y la ciudad!
La
posición del MST ha tenido tres problemas. Planteo el apoyo
a los pequeños productores haciendo total y completa
abstracción de que estos se hallan en un estrechísimo y férreo
frente único con la Sociedad Rural (y también la CRA,
CARBAP, etc.) insigne organización histórica de los
propietarios y productores capitalistas del país. Segundo:
en ningún lado se interrogo seriamente respecto de la
verdadera naturaleza social de aquellos “productores”
que son los que realmente le dieron el tono social y político
a la pelea. Y tercero, planteo un programa para el campo
argentino que no solo no tuvo por eje la expropiación de la
gran propiedad y su socialización, sino que esta incluso
por detrás de los programas proteccionistas y de
transferencia de renta agraria clásicos del nacionalismo
burgués que han tenido como uno de sus pilares los
impuestos a las exportaciones agrarias[2].
Por
el contrario, e insospechadamente quizás, el suyo se
emparentó mas con las corrientes socialistas
“liberales” estilo el Partido Socialista de Juan B.
Justo de las primeras décadas del siglo XX. Es decir, ¡un
programa socialista liberal!
Tras
las huellas de Juan B. Justo
En
ausencia de posiciones independientes y dada la ya señalada
ignorancia teórica, política e histórica que caracteriza
al MST, este siquiera sospecha la parentela política que
gano a lo largo del conflicto. Tampoco pareció importarle
mucho si en la perdida de todo atributo realmente
internacionalista, sostiene posiciones y alineamientos de país
a país del todo incongruentes aun a pesar de tratarse hoy,
en Latinoamérica, de un ciclo político único y común con
las mismas coordenadas generales, mas allá de las
especificidades que cruzan cada situación.
Todo
el mundo sabe que el Partido Socialista de comienzos de
siglo XX en vez de defender un programa obrero
independiente, se caracterizo por oponer a los sectores y
gobiernos patronales proteccionistas emergentes el programa
de otro sector patronal (a la sazón, el todavía dominante
en su época): el del libre cambio.
Este
mismo comportamiento lo repitió en todas las coaliciones
políticas en las que se dividió la burguesía argentina en
la historia del siglo pasado. Porque el PS histórico prácticamente
siempre estuvo de la mano de la fracción liberal de la
misma. Los casos de la “Unión Democrática” en el ’45
y de la “Revolución Libertadora” en el ’55 son
ejemplificadores de esto, por no hablar del hecho de que le
dio embajadores e intendentes a la ultima y sangrienta
dictadura militar del ‘76.
El
principio “conceptual” de esto, se fundaba en una
concepción mecánica del “progreso” por la cual se
consideraba que en virtud del desarrollo de las fuerzas
productivas, de alguna manera el sometimiento del país al
dominio de uno u otro imperialismo hacia las veces de factor
“progresivo” y de “desarrollo”...
“En
fin de cuentas, por lo general los países capitalistas
desarrollados dominaran el comercio ya que su mayor
eficiencia les permitirá producir la mayoría de las
mercancías a valores absolutamente más bajos y, por tanto,
venderlas a precios de producción absolutamente mas bajos,
en promedio. Sobre todo, se debe tener presente que estos
resultados representan las tendencias automáticas del
comercio libre y sin impedimentos entre naciones
capitalistas con diferentes niveles de desarrollo. No es el
monopolio o la conspiración sobre lo que descansa el
desarrollo desigual, sino la libre competencia misma: el
comercio libre es un mecanismo para la concentración y la
centralización del capital internacional”[3].
Pero
lo sorprendente del caso es que en pleno siglo XXI haya
corrientes de la izquierda que insensible e ignorantemente
se hayan deslizado a este tipo de posiciones –digamos–
“socialistas liberales” frente a medidas tibia y
limitadamente “proteccionistas” burguesas del estilo de
las retenciones. Esto, en vez de levantar una posición de
intransigente independencia frente a todo campo patronal.
Una y otra vez repitieron exactamente el mismo argumento que
las entidades patronales agrarias: “El verdadero motor
fueron los pequeños productores hartos que les metan la
mano en el bolsillo ante un tributo regresivo que a ellos
los mandaba a la ruina y solo significaba cosquillas para
los grandes propietarios”[4].
¡No
se tratan estos de argumentos propios de socialistas
revolucionarios! Porque las corrientes verdaderamente de
izquierda impulsamos no solo la socialización de la renta
agraria y el monopolio absoluto del comercio exterior (y no
meras retenciones “regresivas” que le “meten la mano
en el bolsillo a los productores”), sino la lisa y llana
expropiación de la gran mayoría de los propietarios
agrarios!
Claro
que en ese marco, desde la clase obrera, es absolutamente
obligatorio él tenderle una mano a los pequeños
productores familiares que no explotan mano de obra
asalariada. Pero durante el conflicto, esto solo se podría
haber hecho a condición de que estos hubieran roto su
frente único con los capitalistas del campo que solo podía
afectar a la clase obrera urbana y rural y a ellos mismos[5].
Por
si no hemos sido suficientemente claros: estamos
completamente a favor de “meterle la mano en el
bolsillo” con tributos “regresivos” a todos los que
sean propietarios burgueses grandes, medianos e incluso
“pequeños” (y / o rentistas–arrendatarios como hay
muchos hoy en la zona “núcleo”) si es que estos emplean
mano de obra asalariada. Claro que no para que los
administre un Estado burgués, sino uno de la clase obrera!
Pero
el MST es incapaz de sostener una ubicación de clase. Inútilmente
se les exigirá el que opongan una perspectiva obrera e
independiente frente a todo bando patronal. Porque lo suyo
ha sido sumarse –como alegre furgón de cola– a la
burguesía opositora, burguesía que ha venido esgrimiendo
–cada vez mas abiertamente– renovados argumentos
“ortodoxos” y neo–liberales.
Porque
el programa real del paro agrario no ha sido otro que el
exigir libertad de comercio con el mercado mundial. Este y
no otro fue el verdadero contenido de la exigencia de rebaja
indiscriminada de las retenciones sin importar las
consecuencias que inmediatamente tuvo esto para la clase
trabajadora y los sectores populares del país!
Marx
y los impuestos a las exportaciones agrarias
Para
profundizar en lo que venimos argumentando, repitamos que la
posición del marxismo clásico no es la de meras
retenciones burguesas sino la del monopolio del comercio
exterior y la expropiación lisa y llana de los
terratenientes y la burguesía agraria. Además, el planteo
impositivo siempre es diferencial: mas alto para al gran
capitalista que para el pequeño propietario.
No
perdemos de vista que el MST levanto el planteo de
“retenciones diferenciales” al calor del paro agrario.
Pero lo que esta organización parece perder de vista es que
esta reivindicación no ha figurado en el programa de las
cuatro entidades sencillamente porque de esta manera se
rompería instantáneamente el frente único entre ellas.
Al
respecto, el propio Marx señalaba que: “En general, al
considerar la renta diferencial debe observarse que el valor
de mercado se halla situado siempre por encima del precio
global de producción. Esta determinación mediante el valor
de mercado, tal como el mismo se impone sobre la base del
modo de producción capitalista, por medio de la competencia
(...) engendra un valor social falso. Esto surge de la ley
del valor de mercado a la cual se someten los productos del
suelo (...). Si se imagina abolida la forma capitalista de
la sociedad, y la sociedad organizada como una asociación
consciente y planificada (...) la sociedad no compraría ese
producto del suelo por una cantidad de trabajo 2 veces y
medio mayor que el tiempo de trabajo real que se encierra en
él: con ello desaparecería la base de una clase de
terratenientes. Esto obraría exactamente igual que un
abaratamiento del producto por igual monto en virtud de una
importación extranjera. Y así como es correcto decir que
–conservándose el modo de producción actual, pero
suponiendo que la renta diferencial fuese a parar a manos
del Estado– los precios de los productos del suelo
permanecerían inalterados de permanecer constantes las demás
circunstancias, es un error afirmar que el valor de los
productos permanecería inalterado si se sustituyese a la
producción capitalista por la asociación (...). Lo que la
sociedad, considerada como consumidor, paga de mas por los
productos agrícolas, lo que constituyen un déficit en la
realización de su tiempo de trabajo en producción agraria,
constituye ahora el superávit para una parte de la
sociedad: los terratenientes” (Tomo III, volumen 8, pp.
848/9).
Es
evidente que algo de esto hay en las retenciones, es decir,
en esta forma bastarda y deformadamente burguesa de
distribuir el tiempo de trabajo de la sociedad. Esto,
independientemente del hecho que, como ya señalamos, el que
las cobra es el Estado al servicio de otros sectores
capitalistas amigos y no un Estado de los trabajadores! Pero
conceptualmente la cosa no cambia. Por esto lo que dice el
MST respecto del supuesto carácter “confiscatorio” tout
court de los impuestos a las exportaciones, es pura
ignorancia de las leyes que rigen la renta de la tierra bajo
el capitalismo.
Porque
la apropiación de renta diferencial por parte del Estado no
modifica el precio del grano (si consideramos el precio
mundial). La renta no contribuye a la formación de los
precios. El cereal no es caro porque paga una renta, sino
que se paga una renta porque el cereal es caro. Por lo cual
es incorrecto afirmar que si baja la renta se abarataran los
precios de los cereales u oleaginosas. Si modifica el precio
interno una variación del tipo de cambio, o de las
retenciones, ya que lo desconecta, parcialmente, del precio
en el mercado mundial. Pero, naturalmente, el precio en el
mercado mundial no se modifica por esto; simplemente se
trata de un procedimiento por el cual el Estado se puede
apropiar de una parte de la renta, dada la diferencia entre
el precio interno y el precio mundial.
Las
transferencias de valor en el mercado mundial
Continuando
con lo que venimos desarrollando, señalemos qué “cuando
se intercambian internacionalmente mercancías; productos de
capitales globales nacionalmente de diverso desarrollo (es
decir, de diferente composición orgánica y de diversos
salarios medios nacionales), la mercancía del capital más
desarrollado tendrá menos valor. La competencia nivela sin
embargo el precio de ambas mercancías, en un precio medio
único (precio de producción) que se logra sumando los
costos de producción a la ganancia media mundial. De esta
manera, la mercancía con menor valor (del capital nacional
más desarrollado) obtiene un precio mayor a su valor, que
realiza extrayendo plusvalor a la mercancía de más valor.
Por ello, la mercancía del capital de menos desarrollo,
aunque pueda realizar ganancia (si su precio de producción
es menor que el precio medio o ‘precio de producción’,
internacional), transfiere plusvalor, porque el precio medio
es menor que el valor de la misma mercancía”[6].
Un
importante problema, que ya venimos “rozando” desde el
punto anterior, tiene que ver con las transferencias de
valores en el mercado mundial y sus tendencias
contradictorias. Porque como tendencia secular, es decir,
histórica, lo que ha existido siempre bajo el capitalismo,
es transferencia de valor de los países coloniales y
semicoloniales al centro imperialista. Esto es así porque
opera –en el ámbito internacional– la tendencia a la
igualación de la tasa de ganancia en todas las ramas de la
economía. Y esto incluye a las agrícolas, pero sólo en lo
que tiene que ver con el componente de la ganancia
“normal”, no así en lo que hace a los componentes de la
renta.
La
aplicación de esta tasa a mayores masas de capitales
producto de una composición orgánica del capital mayor en
los países del norte (“a mayor composición orgánica,
menor el valor del producto” dice Marx), siempre ha dado
lugar a que los bienes agrícolas (que históricamente han
tenido más trabajo vivo incorporado por unidad de medida)
se vendan por debajo de su valor (aunque por encima de sus
precios de producción) y los manufacturados (que tienen
menos trabajo incorporado por unidad de medida) se vendan
por encima de su valor.
“Los
capitales invertidos en el comercio exterior pueden arrojar
una tasa de ganancia superior porque, en primer lugar, en
este caso se compite con mercancías producidas por otros países
con menores facilidades de producción, de modo que el país
más avanzado vende sus mercancías por encima de su valor,
aunque más baratas que los países competidores (...). La
misma relación puede tener lugar con respecto al país al
cual se le envían mercancías y del cual se traen mercancías;
a saber, que dicho país de mayor cantidad de trabajo
objetivado in natura [en especie] que el que recibe, y que
de esa manera, no obstante, obtenga la mercancía más
barata de lo que el mismo podría producirla (...). El país
favorecido recibe más trabajo a cambio de menos trabajo, a
pesar de que esa diferencia, esa cantidad de más (...) se
la embolsa una clase determinada”[7].
Precisamente,
en lo que hace al comercio internacional, la anterior es una
tendencia histórica que no ha cambiado ni va a cambiar y
que desmiente la perorata campestre alrededor de que la
Argentina podría desarrollarse –en estos comienzos del
siglo XXI– reeditando alguna versión modernizada del
modelo “agro–exportador” de comienzos del siglo
pasado.
Al
mismo tiempo, a esta propensión a la transferencia de valor
del país más atrasado al más adelantado, se le
contrapone, digamos, una contratendencia: el carácter de
precio de monopolio que se le puede aplicar a aquellos
recursos naturales que, como el petróleo, cobran más renta
a medida que mayor es su tendencia al agotamiento desplazándose
hacia lugares de extracción más “improductivos” sin
ser reemplazados por otros productos que pudieran cumplir su
función.
En
el caso de la agricultura, es sabido cómo funciona este
mecanismo: dentro de la misma, no rige la tendencia a la
igualación de los precios. Es decir, el precio regulador de
mercado se establece a partir de aquellas tierras de peor
calidad que encuentran salida a sus productos en el mercado.
En
condiciones de alta demanda, sus precios tienden a subir.
Esta suba de los precios hace que las tierras de peor
calidad puedan entrar en producción fijando el precio de
mercado del producto en su nivel, que es el más caro,
porque es el que tiene más trabajo humano incorporado,
mientras que las tierras de mayor fertilidad se embolsan una
renta agraria diferencial y extraordinaria enorme. Renta
diferencial que no significa otra cosa que la transferencia
de trabajo humano no pagado del resto de la economía
mundial a aquellos países de fertilidad extraordinaria
(caso de la Pampa húmeda de la Argentina).
Es
decir, que mientras en el ámbito de la ganancia media lo
que se opera es una transferencia de valor del sur al norte
por mayor composición orgánica del capital, en lo que
tiene que ver con los mecanismos de la renta agraria
diferencial, la transferencia puede ir en sentido contrario.
Esto
sin olvidar nunca los mecanismos “compensatorios” a esta
realidad que han venido siempre desde los países
imperialistas en lo que tiene que ver con garantizar una
recuperación secundaria de renta diferencial: desde los
precios de monopolio a comienzos del siglo XX para unos
ferrocarriles en manos inglesas (precios que les permitían
captar parte de la renta diferencial), hasta hoy en día el
altísimo costo que tiene, por ejemplo, el “paquete transgénico”
(semillas, fertilizantes y herbicidas). Ambas expresan
formas de retorno de renta diferencial al centro
imperialista
Sin
embargo, lo anterior no puede durar “toda la vida”. En
la propia agricultura, la creciente incorporación de
capitales, que tiene como subproducto un campo
crecientemente capitalista, tiende a aumentar la
productividad, la composición orgánica del capital y a
abaratar los precios de cada unidad de producto, achicando
el peso del componente de renta absoluta; llegado un punto,
la transferencia de valores del sur al norte sé
reestablece.
“En
el comercio internacional no se intercambian equivalentes,
porque aquí, lo mismo que en el mercado interno, existe la
tendencia a la nivelación de las tasas de ganancia;
entonces, las mercancías del país capitalista altamente
desarrollado, o sea de un país con una composición orgánica
del capital mas elevada, son vendidas a precios de producción
que siempre son mayores que los valores, mientras que, al
contrario, las mercancías de países con una composición
orgánica del capital inferior son vendidas en libre
competencia a precios de producción que por regla general
deben ser inferiores a sus valores. De esta manera, en el
mercado mundial se producen, dentro de la esfera de la
circulación, transferencias del plusvalor producido en un
país poco desarrollado al capitalista altamente
desarrollado, dado que la distribución del plusvalor no se
realiza según la cantidad de obreros ocupados sino según
la magnitud del capital puesto en función”[8].
Precisamente
por lo que acabamos de reseñar es que la actual
crisis de las commodities no puede negar la tendencia histórica.
Tarde o temprano la tendencia a la transferencia de valor
del sur al norte sé reestablecerá dadas las leyes de fondo
de funcionamiento del capitalismo (algo que ya parece estar
ocurriendo en medio de la crisis...). Porque si bien a
partir de 2005 comenzó a registrarse un alza de los precios
de los alimentos (el arroz aumentó, entre comienzos de 2006
y abril de 2008 el 217%; en el mismo lapso el trigo subió
el 136%; el maíz el 125%; la soja el 197%) todavía no se
puede afirmar que se haya producido un cambio en la
tendencia secular de caída de los precios de los alimentos.
En otros momentos históricos no continuaron y no se revirtió
la tendencia de largo plazo. La entrada de capitales en el
agro, las perspectivas de puesta en funcionamiento de
tierras ociosas –notoriamente en Ucrania y Rusia– y las
perspectivas de aumento de la productividad podría provocar
un fuerte incremento de la oferta en los próximos años.
Por eso no se puede descartar que, a mediano plazo, se
retomará la tendencia bajista de los precios. En ese caso
se produciría un estallido de la actual burbuja alcista
(hecho que ya está ocurriendo).
En
síntesis: los países pseudo–industrializados como la
Argentina seguirán perdiendo en la competencia económica
internacional por más boom de las commodities que
transitoriamente sé esté viviendo; esto, en la medida que
no se abra un proceso de revolución y transición al
socialismo que inicie la vía a un verdadero desarrollo de
las fuerzas productivas.
Libre
mercado y proteccionismo burgués y socialista
“En
efecto, y como veremos, la relación entre las naciones
capitalistas es de competencia,
no de explotación, pero sí de dependencia; de extracción
del plusvalor por parte del capital mas fuerte y de
transferencia por parte del capital mas débil; pero ello
no se opone, sino que se articula perfectamente, a la
explotación de una clase sobre otra, del capital sobre el
trabajo. En este segundo caso no hay transferencia de
plusvalor, sino apropiación de plusvalor propiamente dicho.
Pero el plusvalor apropiado por el capital en la relación
vertical capital–trabajo (explotación) es la fuente
de la transferencia de un capital débil hacia el mas fuerte
en el nivel horizontal (competencia, dependencia)[9].
Como
ya señalamos, al defender un programa de libre mercado, el
MST ha quedado por detrás incluso de los programas del
nacionalismo burgués. Los mismos han incluido siempre
medidas de “protección” de la economía nacional
respecto de la mundial como forma de alentar algún grado de
industrialización (en puridad, de seudo–industrialización,
por sus limites nunca franqueados capitalistas) del país
atrasado del cual se tratara.
Pero
el libre mercado esta en la antípoda de esto: siquiera se
impulsa una seudo–industrialización: solo apunta al
aprovechamiento de las llamadas “ventajas comparativas”
por las cuales (dicho genéricamente) la periferia del mundo
aporta básicamente materias primas y el centro imperialista
productos industrializados.
“El
libre comercio, en vez de negar las desigualdades entre
naciones, las vera agudizarse. Las ventajas absolutas de los
países capitalistas desarrollados sobre los piases
capitalistas subdesarrollados no se reducirán a una ventaja
comparativa para todos, como los proponentes del comercio
libre lo han asegurado por tanto tiempo. Al contrario, el
comercio libre mismo asegurara que los países capitalistas
avanzados dominaran el intercambio internacional, y que los
países menos desarrollados terminaran con déficit crónico
y con una deuda también crónica”[10].
Esto, sencillamente, por lo que ya ha sido señalado acerca
de la transferencia de valor que se opera entre los
capitales mas débiles hacia los mas fuertes, de mayor
composición orgánica.
Pero
el MST no puede saber nada de todo esto. No se ha detenido a
reflexionar acerca de que sin algún tipo de proteccionismo
que limite el imperio de la ley del valor internacional
sobre la economía nacional, no puede siquiera empezar a
hablarse de desarrollo industrial. Si no hay medidas
proteccionistas (burguesas o socialistas, por principio, lo
mismo da) no hay posibilidades de desarrollar un país
atrasado. Es imposible. No puede haber verdadera acumulación
a escala ampliada. Porque lo que hace falta es,
precisamente, una acumulación que para realizarse, debe
ponerle limites al imperio de la ley del valor. Es decir,
que rompa con el imperio de las mercancías más baratas de
los países más competitivos en los cuales cada unidad de
producto tiene menos trabajo humano incorporado. Porque si
te ajustas a la ley de valor, “fuiste”: ¡tenes que
producir ballenitas y comprarle todo a Estados Unidos,
Alemania, Japón o China!
“Objetiva
o relativamente cada producto de un capital nacional menos
desarrollado lleva mas proporción de valor–trabajo
(‘precio mas elevado del trabajo’), aunque subjetiva o
absolutamente el obrero reciba menos mensualmente (‘un
jornal inferior’). En los países mas desarrollados el
obrero recibe subjetivamente mas salario per capita (crea
mas mercado interno), pero el valor de la mercancía es
menor (tiene menos proporción de valor–salario: necesita
menos tiempo necesario por unidad de producto). De la misma
manera, por el proteccionismo (modo de monopolio)
establecido desde el tiempo de la revolución industrial
(nacionalismo proteccionista en el que Inglaterra fue
maestra indiscutida), no hay fluidez en la transmisión
mundial de la tecnología, de la población, del capital
como totalidad. Hay entonces una media nacional, tanto del
salario como de la composición orgánica del capital”[11].
Es
decir, el proteccionismo burgués (y ni hablar del
socialista) es imprescindible para “romper” la ley del
valor. Si no, no hay industrias. Y si no hay industria, y no
hay desarrollo global de las ramas productivas, lo que hay
es dependencia y atraso. Sencillamente esto es lo que
ocurre, por principio, en todo el mundo semicolonial.
“En
Marx la ‘cuestión nacional’ debe plantearse exactamente
en este nivel: lo que impide que la competencia ser
perfecta, es decir, la existencia de monopolio como hecho
‘político’ (extraeconómico) es la existencia de
‘naciones’ con Estados. Las condiciones del capital
global en su conservación y reproducción tiene barreras
nacionales relativamente resistentes (aunque frecuentemente
franqueadas en algún grado). Es como un ‘dique a la
miseria’, o a la riqueza. Samir Amin anota correctamente:
‘esta cuestión previa del desarrollo interno procede
evidentemente de la existencia del hecho nacional, que la
teoría economisista finge ignorar. El sistema capitalista,
si bien ha unificado el mundo, lo ha unificado sobre la base
de naciones desigualmente desarrolladas’. La existencia
del hecho nacional para nada niega la dependencia; ni esta
niega a aquel. Ambos existen: unos como la sustancia parcial
(la nación); la otra como la conexión en la competencia
(y, por ello, explicando la transferencia de plusvalor de
una ‘nación’ a otra: nada más y nada menos)”[12].
Claro
que, al mismo tiempo, es una obviedad que los gobiernos
nacionalistas burgueses que en la historia han habido, al
negarse a franquear los limites de la propiedad privada,
solo pudieron impulsar una seudo–industrialización. Y que
el capitalismo de Estado light de un Chávez o un Evo
Morales hoy, siquiera le llega a los talones a las figuras
nacionalistas emblemáticas del siglo XX.
Además,
los límites de todo proteccionismo (burgués o incluso
socialista) siempre tienen que ver con que, en última
instancia, lo que decide la cosa es (amén de la revolución
mundial) el grado de desarrollo de las fuerzas productivas
del país del que se trate: “Las retenciones permiten
‘desconectar’ por un tiempo las variaciones de los
precios internacionales de los bienes transables, de las
variaciones de los precios internos. En este sentido generan
un tipo de cambio particular; esto es, median entre los
espacios nacionales de valor y el espacio mundial. Sin
embargo, la desconexión no puede ser absoluta, ni
prolongarse indefinidamente. A largo plazo termina imponiéndose
la ley del valor trabajo, que opera a escala mundial, en la
medida en que el capital opera a escala mundial. Es una
ilusión pensar que los precios los puede fijar algún poder
político a voluntad. Ni siquiera el aparato estalinista en
un régimen en el que había una economía totalmente
estatizada, y donde funcionaban poderosos organismos de
planificación, fue capaz de ‘dominar’ a la ley del
valor. En tanto no existan las condiciones sociales para la
desaparición del mercado, este no puede ser borrado de un
plumazo”[13].
Antes
de proseguir, es de interés dejar sentado aquí que estos
principios funcionan de igual manera en lo que hace al
proceso de transición al socialismo. Es decir, en la medida
de la subsistencia del capitalismo a escala mundial, en el
país donde comience un proceso de transición,
inevitablemente se establecerá una tensión entre el
intento de establecer una “protección” que limite el
imperio de la ley del valor a escala de la economía
nacional y el hecho inevitable de que la misma, de variada
manera, se termina imponiendo como subproducto de la
continuidad de la forma asalariada del trabajo y del atraso
relativo del desarrollo de las fuerzas productivas. En la
comprensión de esta realidad acerca de la unidad de
principios de la economía mundial, ya hemos escrito en otra
parte que Pierre Naville le llevaba años luz al
“trotskista” Ernest Mandel.
Prosigamos.
De manera muy aguda se agrega: “Es cierto que las políticas
cambiarias, arancelarias e impositivas modifican los precios
en los espacios nacionales de valor, de manera que estos
divergen con respecto al precio estableciendo en el mercado
mundial. Pero esta circunstancia no anula la ley del valor;
solo hace que la misma opere en el espacio nacional bajo
formas particulares. Aquí inciden también los niveles
salariales, las variaciones en la tasa general de ganancia
– y en las tasas de ganancias entre los sectores económicos–,
y el nivel general de desarrollo de las fuerzas productivas
de cada país, así como la fase del ciclo económico en que
se encuentra (...). [Pero] lo importante a destacar ahora es
que la ley del valor no es anulada, ni puede ser anulada a
voluntad con decretos o intervenciones del Estado
capitalista”[14].
Finalmente
“la acumulación mundial del capital es la fuerza que
impulsa este proceso, y obedece a la lógica del valor que
se valoriza explotando la mano de obra asalariada. Los
espacios nacionales se vinculan al mercado mundial (al
espacio mundial del valor) a través de los tipos de cambio,
las políticas proteccionistas, los derechos de exportación
y similares medidas. Pero estas mediaciones no pueden
impedir la acción de las tendencias del capital global
desplegado, ni aislar a las economías del mercado mundial.
Este termina imponiéndose: no hay sector que este por fuera
de esta totalidad concreta”[15].
Sin
embargo, el problema no se resuelve deslizándose al
programa del libre comercio que encarnan las 4 entidades del
campo. Pero el MST no entiende nada de todo esto. Lo suyo es
pasarse –con armas y bagajes– a un programa
“socialista liberal” y nada más.
Como
idiotas útiles
Para
finalizar, señalemos que otro caballito de batalla del MST
a lo largo de la crisis, ha sido su prédica alrededor del
“cambio del modelo”. Dice que el modelo de los K “entró
en crisis y hay que poner en pie otro”. Desde ya que el
modelo K esta dando síntomas de creciente agotamiento. Pero
las corrientes auténticamente revolucionarias no estamos
por un mero “cambio de modelo”, sino por acabar con el
sistema capitalista, lo que es algo muy distinto. La
adaptación del MST a la charlatanería mediática sobre el
“cambio de modelo” vuelve a indicar la profundidad de su
bancarrota. Lo
anterior no quita que –efectivamente– el paro agrario no
haya expresado una creciente pugna de “modelos” entre
sectores burgueses. Frente a eso, nada importa la
“declaración de buenas intenciones” del MST, que
quisiera un “modelo” más “progresista”. Aquí no
cuentan las intenciones subjetivas. Lo que importan son las
consecuencias objetivas de las acciones de los actores políticos
y sociales con los que el MST se ha embarcado como furgón
de cola. El MST puede hacer mil discursos, pero lo que
cuenta es el hecho de que ha apoyado incondicionalmente a un
movimiento que, efectivamente, comenzó a plantear otro
“modelo”. Vemos entonces, ¿hacia qué “modelo”
apuntan sus amigos del “paro agrario”?
Tanto
las medidas concretas que estaba reclamando el campo, que ya
comentamos, como los discursos de reaccionarios al estilo de
Mario Llambías –presidente de la CRA– sobre “la
necesidad de otro modelo de país” van hacia una misma
dirección: un ajuste de la economía en clave neoliberal. O
sea, un determinado tipo de ajuste sobre los trabajadores.
Es que en términos capitalistas, no había otra manera de
frenar la inflación, si de lo que se trataba era de rebajar
las retenciones agrarias en momentos en que el precio
internacional de las commodities se va a las nubes.
Los idiotas útiles, como el MST, que “pusieron el
hombro” al paro agrario, empujaron en los hechos en ese
sentido. Mientras tanto, pueden hacer todos los discursos
que quieran sobre “cambiar el modelo”. Un programa
socialista revolucionario frente a la crisis del “modelo
K” no tiene nada que ver con esa charlatanería. Debería
partir de un estricto control obrero y popular de los
precios y abastecimientos, así como la inmediata expropiación
bajo control obrero de toda empresa que los aumente
indiscriminadamente o acapare productos, amén del monopolio
férreo del comercio exterior, entre otras medidas. Pero al
MST no se le ocurre nada de eso. Su prédica no es de clase.
Sólo hace parte del coro de idiotas útiles que, con el
paro agrario, se pusieron al servicio de las fuerzas que
empujaban hacia un ajuste ortodoxo de la desbocada economía
K.
»»» al capítulo
IV »»»
[1]
Alternativa Socialista, ídem.
[2]
Lo que no niega que los K expresen una representación
fantasmagórica de algunas de las medidas tomadas por
este tipo de gobiernos en las condiciones de un gobierno
que ha sido continuidad –en lo esencial– de un curso
neoliberal mas o menos “aggiornado”.
[3]
A. Shaikh, idem, pp. 234.
[4]
Alternativa Socialista, ídem.
[5]
No se debe perder de vista que organizaciones de
campesinos como el MOCASE –entre otras– expresamente
se declararon en contra del paro agrario a la vez que
afirman su independencia del gobierno K.
[6]
Enrique Dussel, cit., p. 348.
[7]
Karl Marx, El capital, Tomo III, volumen 6, México,
Siglo XXI, 1980, pp. 304–305.
[8]
Henrik Grossmann, citado por Enrique Dussel, cit.,
p. 316.
[9]
E. Dussel, cit., p. 329.
[10]
A. Shaikh, cit., p. 207.
[11]
E. Dussel, cit., p. 339.
[12]
E. Dussel, “Los manuscritos del 61–63 y el concepto
de ‘dependencia”.
[13]
R. Astarita, “Renta agraria, ganancia del capital y
retenciones”. Julio 2008
[15]
R. Astarita, “Renta de la tierra y capital”.
|